En los artículos anteriores vimos como empleados infieles aprovechando
la falta de seguridad en los sistemas informáticos los utilizaron en
beneficio propio. En esta historia los protagonistas no fueron los
empleados y el sistema era muy confiable y tan versátil que posibilitaba
hasta evasión de impuestos
Al observar el caso me acordé de las palabras de mi profesor de
contabilidad de la escuela secundaria, que siempre decía: "existen
sociedades comerciales donde algunos ponen la plata y otros ponen la
cabeza para hacer el negocio, pero al poco tiempo los que pusieron la
plata son los que se toman la cabeza por las perdidas ocasionadas"
El comercio era, o mejor dicho es, un restaurante de la zona donde se
encuentran los más distinguidos de la Capital Federal, el mismo estaba
en sociedad. Algunos de los integrantes, como Juan y Rafael sólo
aportaron dinero y todos los fines de mes retiraban sus ganancias en
relación al capital aportado, pero la atención estaba a cargo de los
especialistas en el rubro que eran José y su hijo Francisco.
Un día en reunión de socios decidieron informatizarse, consideraron que
muchos comercio de la zona ya contaban con computadora para facturar a
las mesas, y también, de acuerdo a lo visto, el sistema le facilitaría
la adquisición de mercadería y controlaría el stock, evitando la
"perdida" por parte de los empleados.
El encargado de elegir el sistema sería Francisco, quién por su juventud
la informática no era cosa extraña y podría consultar entre sus colegas
cual era el sistema más versátil.
Las averiguaciones de Francisco lo llevaron a una pequeña empresa del
barrio de Almagro, la misma tenía un sistema para bares y restaurantes
muy utilizado en el ramo que estaba desarrollado en BASIC, lenguaje
común para la época, si consideramos que los acontecimientos se
sucedieron siete años atrás.
La programación además de la facturación de las mesas permitía prever
que cantidad de mercadería era necesaria para cada plato y descontaba
del stock el consumo. Con esa información se programaban las compras,
pero lo interesante era que contaba con un módulo de "evasión", con éste
se podía dar facturas o comprobantes a todos los clientes y al final del
día era posible borrar una cantidad de comprobantes del archivo y
automáticamente los que quedaban eran renumerados, por ejemplo: si
tenían de las facturas del número 100 al 200 y se borraban 25, los
números de las restantes se modificaban de manera tal que fueran
correlativos de 100 a 175. En la actualidad con las nuevas disposiciones
eso es imposible.
La empresa fue informatizada, pero los socios capitalistas nunca se
enteraron de las bondades del sistema, solo al tiempo comenzaron a
sufrir sus consecuencias, dado que cada vez las ganancias que retiraban
era menores. Pero como siempre, el abuso llegó a tal punto, que en el
mes de enero, en esas calurosas noches de verano, el restaurante que
tenía mesas bajo la arboleda de una fresca plaza no tuvo clientes.
Los socios capitalistas entraron en sospechas, consultaron a un abogado,
y realizaron una denuncia en un Juzgado penal, se buscaba una doble
contabilidad.
El Juez que intervino en la causa era la primera vez que tenía un caso
delito cometido con computadoras y le puso especial atención, por lo
tanto ordenó un allanamiento al que concurrió personalmente junto con
policías especialistas en informática y secuestró dos computadoras, una
que se usaba para facturar el primer piso y la otra para planta baja.
Los policías procedieron a buscar la doble contabilidad pero la
hipótesis de los denunciantes era equivocada no existía dicho trabajo,
solo era el borrado de facturas, imposible de detectar.
Estudiando la información del disco los peritos policiales detectaron
cual era la empresa que vendió el sistema y concurrió a la misma, la que
no dio muchas explicaciones referente a su funcionamiento, pero a pesar
de que el mismo era ignorado por los investigadores y por temor a que
éstos lo advirtieran sacaron del sistema el modulo de "evasión", de tal
manera que el restaurante cuando se informatizó nuevamente ya no podía
borrar las facturas.
Los autores de la estafa José y su hijo Francisco salieron airosos, pero
la ambición los perdería, ellos querían seguir con sus ganancias
"extras"; entonces idearon una nueva maniobra: en una computadora
facturaban para el cliente y al cerrar por las noches en la otra
computadora refacturaban para los socios capitalistas con los platos al
50% de su valor real. La excusa era que ahora después de la denuncia no
podían cambiar rápidamente las ganancias porque se darían cuenta del
ilícito.
Mientras tanto, los socios damnificados y su abogado solicitaron al Juez
un nuevo allanamiento y secuestro de computadoras, cosa que no era
esperada por los delincuentes. Fue así como un día, después de tres
meses del primero se hicieron presentes en el comercio el secretario del
Juzgado y policías especializados en informática, llevándose las
computadoras. Esta vez la cosa fue más sencilla; estudiados los sistemas
no existía explicación lógica para las diferencia de valores en los
mismos platos e iguales consumos, y como los damnificados habían mandado
clientes que se quedaron con la factura, todo cerró perfectamente para
comprobar la estafa.
Francisco, el hijo de José, fue procesado por estafas reiteradas, dado
que él era el que tenía los conocimientos de informática y se
responsabilizó por la maniobra.
Como los lectores pueden ver en éste caso no existieron fallas de
seguridad en el sistema, si, en cambio una ambición de ganancia
desmedida que fue la que los llevó a reiterar la maniobra por caminos
diferentes, a pesar de tener una denuncia en contra.