##CAPÍTULO 10

PLANIFICACIÓN PARA UN FUTURO INCIERTO: SOCIALIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN

Un futuro incierto

Si la primera hipótesis es correcta, el futuro se vuelve imprevisible.
Los enfoques liberal y marxista, contemporáneos de la sociedad basada en
la producción, se volverán cuestionables por su desaparición.

El enfoque liberal tiende a confundir la historia con las leyes
económicas. Sólo considera los conflictos en términos de mercado y
tiende a devolverlos a este campo si escapan. De este modo, la gestión
pretende limitar el campo de la ideología y ampliar el del mercado.
Aparentemente se rechaza la política, en la medida en que se ocupa de la
percepción y el manejo de las luchas por el poder. En realidad, es
conjurado: se convierte menos en el campo de la acción deliberada y
explícita que en el campo de lo que no se dice.

La visión del futuro termina con una sociedad postindustrial
tranquilizada. Se supone que la riqueza y la creciente igualdad de
niveles de vida permitirán construir la nación en torno a una inmensa
clase media culturalmente homogénea y superar así las tensiones.

El análisis marxista reconoce los conflictos, pero relaciona su
evolución con la oposición única entre dos clases organizadas por
relaciones de producción. Surge del sufrimiento de la acumulación
primitiva de capital y se basa en una visión simplista, omnicomprensiva
y rígida de las relaciones de poder, incapaz de integrar la creciente
complejidad de las sociedades modernas. No es sorprendente que el
objetivo de la historia - el arribo a la sociedad sin clases - se logre
simplemente mediante la apropiación colectiva de los medios de
producción. Es una visión al menos tan desconcertante como la sociedad
postindustrial.

La sociedad de la información no se ajusta a estos análisis y
predicciones. Yendo más allá del mundo de la producción, modela sus
nuevas necesidades de acuerdo con su propio plan, sus propios patrones
regulatorios y su propio modelo cultural. Es el lugar de una infinidad
de conflictos descentralizados y no expresados que no responden a un
análisis unificador.

Ciertamente, el enfoque sistémico puede explicar mejor una sociedad
multipolar, pero esta última no puede tener una estrategia a priori.
Incluso sus valores serán objeto de múltiples rivalidades y los
resultados serán inciertos: será una sociedad incierta. Cuanto más larga
es la historia, más gente la hace y menos saben qué historia están
forjando.

Así, el futuro ya no depende del enfoque sino de la calidad del plan
colectivo y de la naturaleza de las normas en las que se basa.

Hasta Ahora: Regulación sin Plan, Plan sin Regulación

El liberalismo produce sociedades mercantiles: es un sistema de
regulación sin plan. La gestión marxista crea –pero no es la única–
sociedades protectoras: constituyen planes sin regulación. Ambos reducen
la sociedad al nivel de la escasa información en la que se basan.

En el mundo liberal, la competencia y su resultado - el sistema de
precios - desempeñan el papel de información y de decisión: aseguran
(para bien o para mal) que el ajuste de los planes individuales son
capaces de encontrar una solución. Toda la sociedad se mide con el
criterio único del valor comercial: el mercado se convierte en el único
valor “global” de la sociedad y en el juez supremo de los valores.

Esta visión tiene la ventaja de ofrecer una guía aproximada para la
interpretación y la acción, en la medida en que se aplica a los flujos
de información que rigen el comportamiento de productores y
consumidores. Pero es inútil afrontar lo que va más allá de las
actividades comerciales, lo que depende del modelo cultural, de la
"matriz formativa".

Las limitaciones que surgen de las estrategias a largo plazo, que
exceden las fuerzas y los intereses de los individuos y de los grupos,
están estratificadas. La jerarquía de las elecciones individuales o
colectivas no puede discutirse ex ante. Su implementación ex post nunca
será la suma de preferencias sino un ajuste sufrido de manera desigual.
En tal sistema, cada individuo sólo puede medir la parte insatisfecha de
su deseo inicial y culpar a los demás por su incumplimiento. Sin
mecanismo de participación política puede compensar el sentimiento
resultante de alienación y frustración.

La gestión marxista, tal como se practica en los países del Este, se ve
inducida a considerar el "adoctrinamiento-información" como una
herramienta para llevar la realidad a un marco imaginario, para reducir
la sociedad a su modelo ideológico. Tiende a crear sistemas de
protección y para ello sólo necesita información desde abajo. La
información de arriba estará en forma de órdenes. La intención no es
tener en cuenta planes descentralizados sino dar a cada grupo y a cada
individuo el papel que le corresponde en la implementación del plan
colectivo.

Toda regulación por decreto busca la integración mediante una
participación mística. A veces se puede conseguir. Partiendo de la
afirmación de que el "plan principal del centro" expresa ontológicamente
y a largo plazo la esencia colectiva de los deseos individuales, se
justifica sus presentes dificultades por sus propósitos históricos, e
intenta establecer un sistema de representación que cree un vínculo
emocional entre el plan colectivo y el comportamiento individual.

La debilidad de tal sistema reside en su contradicción interna. La
sociedad civil no habla. Su única expresión está en los huecos, en los
intersticios. Así, la lógica del centro tiende a alejarse de la
realidad. Habiendo sofocado, por principio, la expresión de deseos y
necesidades (incluso los precios ya no son barómetros sino órdenes), la
información procedente de abajo, necesaria para que el centro establezca
su plan, se convierte sólo en el reflejo de su propio deseo. Al insistir
en borrar las señales y la información que podrían transmitir las
múltiples facetas de la sociedad real, los "apparatchiks" sólo gestionan
las pesadillas de sus conciudadanos, sus propios sueños o sus propios
intereses.

En una sociedad altamente productiva, una información rica y bien
distribuida debe ser capaz de hacer compatibles la espontaneidad de los
grupos sociales y la carga inevitable de las limitaciones.

Socializar información

En un mundo ideal de "sabios" plenamente informados, la organización
coincidiría con la espontaneidad: una sociedad de mercado perfecta, en
la que la educación y la información harían a cada persona consciente de
las limitaciones colectivas, y una sociedad plenamente planificada, en
la que el centro recibiría de cada unidad en la base mensajes correctos
sobre su orden de preferencias y tendrían la misma estructura y la misma
actitud. Información y participación avanzan juntas.

Mientras corresponda a los ciudadanos expresar sus deseos cuantificables
y a las autoridades públicas realizar sus actividades regulatorias a
corto plazo, el mercado seguirá siendo un foro eficaz para las
confrontaciones.

Pero los planes de los grupos expresan cada vez más aspiraciones
sociales y culturales. Al mismo tiempo, aumentarán las presiones
externas. Las autoridades públicas deben preservar el futuro de la
sociedad: las grandes perturbaciones en la división internacional del
trabajo requerirán decisiones del gobierno. Los indicadores
descentralizados y las reacciones espontáneas no permitirán prepararse
para una escasez masiva, que se puede pronosticar a largo plazo pero que
apenas se insinúa en los precios actuales.

De manera similar, ¡ninguna previsión individual determinará el límite
de la soberanía nacional más allá del cual se extenderá toda libertad de
elección para la comunidad! desaparecer. Sólo una autoridad que posee la
información adecuada puede promover el desarrollo y garantizar la
independencia del país: es la mediadora de las limitaciones vitales.

Un buen funcionamiento de la sociedad requiere que los grupos sociales
puedan expresar sus "aspiraciones y sus aversiones, pero que al mismo
tiempo se reciba y acepte información" sobre las limitaciones. No hay
espontaneidad sin regulación ni regulación sin un sistema jerárquico.
Una sociedad autogestionada y autosuficiente seguirá siendo
marginalmente disidente. Para contribuir a la transformación de toda la
sociedad, ésta debe aceptar una estrategia de participación.

Por lo tanto, socializar la información significa establecer los
mecanismos mediante los cuales se gestionan y armonizan las limitaciones
y libertades, el plan de prerrogativas y las aspiraciones de los grupos
independientes. Significa promover la preparación de datos a partir de
los cuales la estrategia del centro y los deseos de la periferia puedan
llegar a un acuerdo en el que la sociedad y el Estado no sólo se apoyen
sino que se produzcan mutuamente.

Para ello, sin embargo, es necesario eliminar una contradicción básica:
si la información aparece a nivel de las unidades descentralizadas, no
puede ser utilizada como tal para la mayoría de sus decisiones.

Sólo adquiere su significado a través de síntesis en las que se enfrenta
a las dificultades a largo plazo y al plan colectivo. Luego debe
devolverse en una forma tal que produzca espontáneamente reacciones
correctas. Esto requiere que parezca legítimo y eficaz, y su circulación
debe institucionalizarse.

Los británicos dicen que un hecho debe ser respetado como el "lord
alcalde". Pero ¿cuál sería el peso de esta máxima en un país en el que
se cuestiona la legitimidad de los lores alcaldes? La legitimidad es “el
resultado del procedimiento por el cual son nombrados: en él participan
todos los que estarán sometidos a su autoridad”. En la actualidad, la
información que viene desde arriba no es bien recibida porque se
resiente como una extensión del poder, como una manipulación; Será cada
vez más necesario llamar a sus destinatarios a participar en su
preparación, para que los destinatarios sean también los transmisores y
las transmisiones tengan en cuenta las condiciones de recepción. Esta
participación sólo será aceptada si los grupos rivales son igualmente
capaces de producir, procesar y transmitir su propia información.

Esto requiere que la mayoría de los ciudadanos puedan formar comunidades
o asociaciones, públicas o privadas, y prepararse para recopilar y
utilizar la información que justifique sus planes.

¿Qué tipo de información está involucrada? Los responsables tendrán que
establecer conjuntos de datos fácticos debidamente ordenados, que
muestren las limitaciones del gobierno, el propósito del proyecto
colectivo y si constituye un plan o no. La eficacia requiere que los
datos se preparen mediante un contrainterrogatorio, que su formato los
haga fáciles de transmitir y que el fácil acceso permita criticarlos. No
basta con que sean generalmente aceptados como objetivos. Cada grupo
también debe poder, sobre la base de las mismas limitaciones, alcanzar
una reconciliación original con sus propios proyectos, y el debate debe
producir soluciones alternativas. Esto requiere que la información pueda
intercambiarse con otros y que se tengan en cuenta las limitaciones
ambientales, los que resulten de los objetivos de otros grupos y los que
surjan del centro común, los poderes públicos.

La información que sólo enseña soluciones técnicas, que enumera hechos
sin ponerlos en perspectiva y sin estructurarlos en un proyecto
coherente y, por otra parte, la información que proclama ideales sin
insertarlos en el desarrollo práctico de la sociedad será considerada
cada vez más como pseudoinformación.

Hacer útil la información, por tanto, significa alcanzar un acuerdo
mínimo sobre la estructura que la transforme en pensamiento coherente y
aceptado.

Además, el proyecto resultante debe insertarse dentro de un sistema de
comunicación y acción concertada. En la actualidad, la información va
básicamente de arriba hacia abajo. Sólo el mercado constituye una red, y
pobre, para la comunicación horizontal. La sociedad de la información
exige centrarse en el centro de los deseos de los grupos independientes
y una multiplicación ilimitada de las comunicaciones laterales.

Esto debe permitir comparar informaciones formalizadas para revelar
aquellos proyectos derivados de la base que superan los datos
cuantificados del mercado. Habrá que aprovechar la informatización
masiva de la sociedad para crear esta nueva "red", en la que cada
comunidad homogénea podrá comunicarse con sus homólogos y con el centro.
La comunicación oral, con sus rituales, dio estabilidad al pueblo.

La comunicación procesada y sus códigos deben recrear un "ágora
informativa" ampliada al tamaño de la nación moderna. De este modo se
irán alcanzando gradualmente acuerdos y compromisos. Expresarán un
consenso que involucrará a comunidades cada vez más grandes y puntos de
vista cada vez más amplios.

La estabilidad en una sociedad informatizada es difícil de lograr. En
líneas generales, la vida nacional se organizará en tres niveles,
correspondientes a tres funciones, a tres sistemas regulatorios y, por
tanto, a tres sistemas de información. El propio Estado soberano es
donde se establecerá el plan colectivo; los poderes públicos
determinarán la importancia relativa de las limitaciones a las que está
sometida la sociedad. Pueden utilizar el mercado, pero no deben
retroceder ante un mando o control directo. En este caso, la regulación
se basa esencialmente en mecanismos políticos. El escenario en el que se
organizarán y confrontarán los programas sociales y culturales será el
campo del "ágora informativa". La etapa de mercado, basada en el sistema
de precios, será donde se expresen y decidan los deseos espontáneos de
los grupos, en la medida en que se refieren a bienes comercializables y
sean cuantificables.

En realidad, estas etapas se interferirán: a medida que las limitaciones
impuestas por el interés común y por las aspiraciones culturales se
expresen mejor, tenderán a afectar al mercado. Este último puede dejar
de ser una entidad metafísica y convertirse en una herramienta.
Reflejará valores de cambio cada vez más dominados por motivaciones que
van más allá de ellos. Será un cuasimercado, que recuperará un alcance
temporal y una gama de deseos que hasta entonces le habían eludido.

Esta dinámica, en la que cada sistema regulatorio se enriquece con la
información proveniente de los otros dos, es el camino real que podría
seguir un país que ha generalizado la comunicación y, por tanto,
ampliado la participación. Pero la sociedad que produce es frágil;
construido para favorecer la formación de un consenso, presupone su
existencia y queda bloqueado si no puede obtenerlo. Unas limitaciones
excesivas o mal aceptadas sólo le permitirían recuperar su estabilidad
mediante un aumento del autoritarismo. Una promoción irresponsable de
aspiraciones sociales y culturales, incompatible con las limitaciones,
reduciría el plan colectivo a su dimensión adecuada o provocaría una
fuerte reacción por parte de los defensores del poder soberano.

Esto sería el preludio de un compromiso a favor de frenar el movimiento
de la historia.

Para hacer posible la sociedad de la información es necesario tener
conocimientos pero también tiempo. El proceso de aprendizaje recíproco
de disciplinas y aspiraciones se produce lentamente: opera a través de
generaciones, transformando patrones culturales—familias, universidades,
medios de comunicación, etc.

El procesamiento de datos ha cristalizado erróneamente nuestras
preocupaciones. Vuelven a surgir, más generales y más fuertes, al final
de este análisis. ¿La urgencia y el alcance de las limitaciones a las
que estará sometida la sociedad francesa le permitirán disponer del
tiempo necesario para este vital proceso de aprendizaje?