La extinción de internet: política, redes y plataformas
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Autor: Geert Lovink

Contenidos adicionales y edición: Carlos A. Scolari y Laura
Pérez -Altable

       En este documento Geert Lovink reflexiona sobre el impacto de la
       cibercultura y su resistencia a la entropía inspirándose en el
       legado del filósofo Bernard Stiegler, quien aboga por la
       justicia climática y la investigación filosófica, y llama a la
       acción frente a la entropía cibernética. Lovink se enfoca en la
       sobrecarga informativa y sus efectos psicológicos, como
       distracción, agotamiento y ansiedad, y critica la reducción del
       conocimiento a mera información.

       El texto se basa en las ideas de Gilles Deleuze y Félix Guattari
       sobre la necesidad de resistencia y creación, y sugiere que es
       esencial desarrollar un nuevo lenguaje para comprender y
       enfrentar las catástrofes actuales. Lovink propone un enfoque
       crítico y práctico para abordar los desafíos tecno -sociales
       actuales. Asimismo, aborda la idea de Franco Berardi del "Tercer
       Inconsciente", relacionado a la mente tecno -social, y reflexiona
       sobre la necesidad de un nuevo psicoanálisis adaptado al siglo
       XXI.

       Por último, el autor cuestiona la efectividad del análisis
       crítico para abordar las plataformas digitales y explora el
       concepto de entropoceno de Stiegler, vinculado al aumento de la
       entropía. El texto llama a repensar las redes sociales y
       desarrollar alternativas tecnológicas y sociales sostenibles, y
       considera la extinción de internet como una posibilidad y un
       desafío para repensar nuestras prácticas digitales y sociales.


Introducción

En el contexto del acelerado cambio tecnológico y las turbulencias
sociales que caracterizan nuestra era, el texto "La extinción de
internet", de Geert Lovink, presenta una indagación profunda sobre las
intersecciones entre la tecnología, la cultura digital y la política. A
través de una serie de reflexiones que abarcan desde la cibercultura
hasta el impacto de las plataformas digitales y la inteligencia
artificial, el autor nos invita a explorar las complejidades y desafíos
de un mundo cada vez más interconectado y dependiente de las tecnologías
digitales.

Al explorar este texto nos encontramos con una crítica del actual
contexto digital, en el que la proliferación de plataformas ha
reconfigurado no solo la forma en que interactuamos, sino también cómo
comprendemos y participamos en el tejido social y político. De este
modo, Lovink profundiza en las dinámicas de poder, la economía política
de las plataformas y las implicaciones de un mundo cada vez más mediado
por algoritmos y datos. La reflexión se extiende hacia la inteligencia
artificial, no solo como una tecnología emergente, sino también como un
fenómeno que plantea interrogantes fundamentales sobre la autonomía, la
creatividad y la ética en la era digital. Lovink examina críticamente
cómo las narrativas en torno a la inteligencia artificial a menudo
sirven para distraer la atención de problemas más arraigados y urgentes
en el ámbito digital.

Otro aspecto central de este texto es su exploración de las posibles
alternativas y caminos a seguir. Frente a los desafíos y limitaciones de
la regulación y la crítica tradicional, Lovink propone una mirada hacia
intervenciones más radicales y creativas, incluyendo el arte y la
cultura digital como medios para abrir nuevas conversaciones y
horizontes. Se enfatiza, de este modo, la importancia de repensar y
reimaginar nuestra relación con la tecnología, buscando formas de acción
y organización que vayan más allá de las estructuras y las lógicas
dominantes. En su conjunto, este texto no solo es un llamado a la
reflexion crítica, sino también una invitación a imaginar y trabajar
hacia futuros alternativos en los que la tecnología sirva para
enriquecer y no limitar nuestra experiencia humana. Es un texto que
desafía al lector a pensar de manera diferente sobre el mundo digital y
sus infinitas posibilidades, al tiempo que reconoce los riesgos y
desafíos que este presenta.

El informe se estructura en tres partes. En la primera, se presenta la
traducción al castellano de "La extinción de internet", un ensayo de
Lovink que aborda los temas antes mencionados. La segunda sección
propone una entrevista a Lovink realizada por Carlos A. Scolari en la
que ambos entablanun diálogo sobre la trayectoria científica y política
de Lovink y su visión de los cambios del ecosistema mediático.
Finalmente, en la tercera parte, Laura Pérez -Altable cierra este informe
con una reflexión acerca del impacto de las plataformas digitales y el
crecimiento de los movimientos populistas de extrema derecha,
relacionándolos a las ideas expuestas en el texto de Lovink.



ENSAYO

La extinción de internet
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Geert Lovnik

¿Puede la cibercultura resistir a la entropía y evitar su captura, a la
vez que se enfrenta a su interminable final?2 Esta pregunta es parte del
legado que nos deja el filósofo francés Bernard Stiegler, fallecido en
agosto de 2020. Durante los primeros meses de la pandemia del
coronavirus, justo antes de su muerte, Stiegler dio forma a una
antología programática a la que tituló Bifurcate: There is No
Alternative (3) (en castellano, "Bifurcarse: no hay alternativa").

Bifurcate es una agenda para la justicia climática y la investigación
filosófica, y, aunque se basa en su propio trabajo, está escrita mano a
mano con la generación de Greta Thunberg, que escribe colectivamente a
través del Colectivo Internation. "Bifurcarse" significa partirse en
caminos distintos, ramificarse en distintas direcciones. Y en este caso
es una llamada a tomar un camino diferente, construir alternativas y
dejar de ignorar la cuestión de la entropía  - una clásica preocupación de
la cibernética - . En el marco de la crítica digital, concebimos el
desorden que reina como un problema derivado de la sobrecarga
informativa. Una sobrecarga que es inseparable de síntomas mentales
precipitados por las arquitecturas extractivistas subliminales de las
redes sociales: la distracción, el agotamiento, la ansiedad. Stiegler
puso a nuestra era el nombre de "entropoceno", un concepto análogo al de
antropoceno, aunque caracterizado por "el enorme repunte de la entropía
en todas sus formas (físicas, biológicas e internacionales)". Como
apuntaron Deleuze y Guattari, "no nos falta comunicación, al contrario,
tenemos demasiada. Nos falta creación. Nos falta resistencia al
presente". 4 Nuestra tarea ha de ser entonces la de crear un nuevo
lenguaje para entender el presente, con la intención de evitar múltiples
catástrofes o sobreponernos a ellas, ejemplificadas en este caso en el
concepto de Extinction Internet.

Mientras Stiegler y otros hacen hincapié en que el desastre ecológico
tendrá que ser pensado a través de sus planos físicos, biológicos y
psicológicos, yo pongo el énfasis en la reducción del conocimiento a
mera información, y las implicaciones que eso tiene para nuestros
hábitos psico - sociales, nuestras prácticas y propensiones. A lo largo
de los últimos años he señalado cómo las implicaciones políticas y
estéticas del ruido y la distracción afectan nuestro estado mental,
sobre todo en el caso de las generaciones más jóvenes. Aún está por
verse si estos apuntes sobre la ansiedad, la ira y la tristeza en la red
pueden ofrecernos piezas útiles para construir alternativas. Últimamente
he comenzado a dudar de mis suposiciones sobre el potencial de un
análisis crítico de la miseria mental de los usuarios de plataformas.
Tengo dudas de que este sea el primer paso necesario hacia la
organización, la movilización y, en última instancia, hasta al cambio.

Mi generación no tardó en descubrir que Internet, en términos de Jacques
Derrida y Stiegler, es un "farmakon", algo tan tóxico como curativo. En
ese sentido, la crítica a todo lo que subyace bajo la llamada "ideología
californiana" es tanto un rechazo como una propuesta. ¿Cómo podemos
engarzar la crítica con el análisis? ¿Cómo podemos tejer redes radicales
y pragmáticas que marquen la diferencia en el campo de la investigación,
las medidas prácticas y el desarrollo de alternativas? Primero va el
diagnóstico y después el cuidado restaurativo. Son dos pasos necesarios
para comenzar el proceso de curación.

En mi caso, esta convicción se remonta a dos obras que definieron mi
trayectoria intelectual. En primer lugar, vuelvo a las Fantasías
Masculinas (Männerphatasien) de Klaus Theweleit (1977), una obra que
explica cómo las heridas psíquicas de la clase trabajadora alemana la
hacían más susceptible al nazismo y su promesa de recuperar una dignidad
arrebatada. Y en segundo lugar, pienso en Masa y poder de Elias Canetti
(1961), un clásico de la ahora desaparecida "psicología de masas".
Recuerdo haberlo estudiado en el Instituto Baschwitz5 en 1983, durante
el último año de mi programa de Ciencias Políticas en la Universidad de
Amsterdam, justo antes de que el instituto se disolviera y se fusionase
con el Departamento de Ciencias de la Comunicación. Su histórica
pregunta "Antifa" es, una vez más, la pregunta de nuestros días. ¿Cómo
desmontar la armadura psíquica fascista? ¿Por qué las personas son cada
vez más susceptibles a las mitologías xenófobas, las teorías de
conspiración y las noticias falsas? Proporcionar información 'objetiva',
correcta, no puede desacreditar este tipo de falsedades. El
neo -positivismo no nos lleva a ninguna parte y simplemente reproduce
modos dominantes de supremacía. El pasado nos da una amarga lección: el
pensamiento no vencerá al fascismo.

Mi generación creció entre las largas sombras de la Segunda Guerra
Mundial, la Guerra Fría y el legado de la Generación del 68, la de mis
maestros. Piratear el código de programación del fascismo fue una de las
muchas tareas a las que tuvieron que enfrentarse. Así como al fascismo
se le derrotó militarmente ―y a un alto coste―, sus raíces perduraron.
La posguerra trajo consigo tiempos de reconstrucción marcados por la
Guerra Fría y el "compromiso de clase", pero estas raíces nunca fueron
puestas en cuestión, jamás se arrancaron. En ese sentido, no es
casualidad que la pregunta de cómo vivir "una vida no fascista", tal y
como dijo Michel Foucault, surgiese durante los años setenta, justo
cuando la recesión y la austeridad regresaron a Occidente. 6 Después de
un acelerado medio siglo, podemos reformular la pregunta de la siguiente
manera: ¿Qué tipo de "tecnologías del ser" necesitaremos diseñar para
poder conocernos a nosotros mismos en una dirección opuesta a la de los
regímenes normativos que se nos imponen? ¿Cómo podemos vivir una vida no
plataformizada mientras seguimos gozando de los beneficios de vivir
conectados a través de las redes sociales? Para construir la crítica del
estado tecno -social de nuestros días, una de las piezas necesarias será
un psicoanálisis actualizado al siglo XXI. En El Tercer Inconsciente,7
el teórico italiano Franco Berardi aboga por un psicoanálisis que
"reconozca en el horizonte del caos y agotamiento de nuestros días un
punto de partida para la reflexión". Tal y como él apunta, el
descubrimiento del inconsciente en los siglos XVII y XIX finalizó en la
aparición del psicoanálisis como una terapia y una herramienta de
análisis al mismo tiempo.

En respuesta al énfasis que los padres fundadores hicieron sobre la
negación y la sublimación ―el segundo modo del inconsciente, asociado
con Lacan y aún más con Deleuze y Guattari― Bernardi destacó el elemento
de la producción. Es decir, no puso el foco sobre la represión, sino
sobre la hiperexpresividad. Para él, el inconsciente no era un teatro
sino una fábrica, una fábrica impulsada por "la búsqueda sin descanso de
una alegría que jamás se logra" y "constantes intentos de convertirse en
un ganador que son frustrados por la realidad".8

Cincuenta años después de la liberación del deseo, Berardi propone un
nuevo ángulo: un tercer inconsciente que gira en torno a la comprensión
de la dimensión tecno -social de la mente, en un mundo que ya no se
centra en el crecimiento y la (esquizo)productividad sino en la
extinción, la ansiedad y el decrecimiento. Ketamina mezclada con
Instagram y punk en vivo. La mente humana ha alcanzado un estado de
saturación. Berardi se da cuenta de ello y nos invita a desarrollar
nuevos conceptos para la crítica que puedan ayudarnos a entender todo el
espectro de sensibilidad mental y atención emocional de hoy en día.
Debemos aprender a "cabalgar la dinámica del desastre", nos dice. Una
descripción precisa de "nuestra condición mental durante el terremoto
actual", que para él "también es un terremoto del corazón y de la
mente". A ojos de Berardi, "el fascismo es esencialmente una reacción
psicótica a la impotencia y la humillación", algo que ya explicaba
Theweleit en Männerphatasien.9 La transición perfecta de COVID -19 a la
guerra en Ucrania, la inflación y la crisis energética solo alimentaron
aún más el colapso del circuito bio -info -psicológico, sometido ahora al
peso de nuevas crisis. Con cada shock nos movemos más arriba y abajo,
navegando por el 'atlas vertical' de los conflictos.10

Desde mi interpretación de El Tercer Inconsciente, diría que las
tecnologías mediáticas se han fundido en nuestro cuerpo de tal manera
que el cuerpo y el alma ya no pueden separarse de la infosfera
semiótica. No es solo un cambio en nuestra fisonomía. Pensemos en la
fatiga que sentimos en nuestros ojos, en nuestros dedos, en todo nuestro
cuerpo, después de otra sesión de Zoom. Pensemos en las neuronas que
reorganizan las formas en las que pensamos en un cerebro como el
nuestro, enchufado a estas tecnologías. Así es como las tecnologías del
agotamiento se extienden en nuestra sociedad, actuando cada vez a una
escala mayor.

En Europa, Berardi sigue siendo uno de los pocos intelectuales con la
sensibilidad sísmica necesaria para entender los oscuros estados
mentales de una juventud que no puede despegarse de sus dispositivos.
Tomar el pulso a la situación de esta manera, en sintonía con la
Generación Z ―la primera generación que experimenta internet como un
hecho dado, una esfera fija―, es algo que Berardi tiene en común con
Stiegler. Ambos comparten una estrategia común: la fuerte creencia de
que la sociedad necesita, antes que nada, enfrentar el abismo. Aquí es
donde desemboca el descontento político, en el corazón del inconsciente
social. La negación solo puede acelerar aún más las crisis que se están
desplegando, pero ¿en interés de quién? El optimismo New Age va de la
mano del control de la percepción pública. Por eso el dilema entre la
píldora roja y la píldora azul sigue vigente.

En lugar de seguir administrando procedimientos disfuncionales, ensayar
colectivamente, y practicar, nuestra desaparición y reaparición (pero
sin registro) podría ofrecernos una salida. Es hora de incorporar una
idea circular del principio y del fin, de rehuir del eterno retorno de
los mantras de la optimización y la austeridad.

Según Berardi, debemos afrontar el circuito bio -info -psíquico antes de
poder cruzar el umbral en el que nos encontramos. Necesitamos explorar
colectivamente las "señales, gestos lingüísticos, sugerencias
subliminales y convergencias subconscientes" de nuestro tiempo.
Adentrarnos en el espacio de la poesía, entendida como "una actividad
que da forma a nuevas disposiciones de sensibilidad";11 nuevas
disposiciones que se expresan a través de memes irónicos, coreografías,
muecas y vídeos divertidos. Contenidos que experimentamos durante
momentos de intoxicación extática y nos arrastran más profundamente al
vórtice de la experiencia musical e imaginal.

¿Qué tipos de prácticas artísticas están marcando la diferencia al
respecto? En mi opinión, la estética investigativa, dirigida a mapear la
evidencia y forjar conceptos y críticas a partir de la reorganización de
los hechos, solo puede estar en el comienzo de un proceso de
transformación radical.12

Esto contribuirá a un movimiento más amplio de escritura y análisis de
la historia del arte: un nuevo paradigma, si se quiere, que no se limite
a replicar la trayectoria de las Humanidades Digitales, sino que se
desmarque de su tendencia a centrarse en la digitalización de archivos y
análisis de datos seducidos por números, gráficos y escalas. Hemos
superado el punto de las 'competencias digitales' bienintencionadas,
ahora estamos rodeados por una política de "urgencias digitales" real.
En esta fase, el proyecto de estética investigativa no ha de perder de
vista la cuestión del poder, reorientando la contienda política hacia la
verdad y confrontando las narrativas de la autoridad y engaño hegemónico
con la verdad de los oprimidos  - concretada a través de una estética
computacional organizada a lo largo de ejes espaciales y temporales - .

¿Puede el 'ser digital' liberarse de las vanidosas trampas del
marketing? ¿Puede nuestra experimentación con la libre cooperación y
colaboración ayudarnos a escapar de la jaula del Yo? ¿Cómo rescatar lo
"tecnosocial" de las manos del Silicon Valley y el control estatal sin
caer en la romantización de la desconexión, el ensimismamiento o un
comunalismo a la defensiva? Este es el proyecto político y el anhelo
apasionado de una multitud de amigos italianos con los que tengo el
privilegio de trabajar, como Donatella Della Ratta, Tiziana Terranova y
tantos más. En su punto de partida, hallamos una convincente inversión
dialéctica. Desde su perspectiva, en lugar de retratar lo social como el
producto de grandes transformaciones históricas como el capitalismo, la
industrialización, el imperialismo, el patriarcado o el colonialismo, lo
social se ve como una fuerza catalizadora original, un poder soberano
que por sí es inventivo y crea nuevas formas de producción y
reproducción.

Las redes sociales, en este sentido, podrían ser descritas de una forma
más adecuada como el verdadero motor de las tecnologías imaginarias de
nuestros días. Tecnologías que una y otra vez se encuentran con una
expropiación capitalista que, reactiva por naturaleza, obliga a lo
social a rendirse. Colectivamente, necesitamos revertir esta tendencia y
devolver a lo social su propia autonomía, su propio poder de decisión. A
pesar de las derrotas, lo tecnosocial aún conserva su poder
transformador, y está lejos de ser una víctima indefensa del
capitalismo. Este es un asunto a tener en cuenta si queremos
anticiparnos a la sociedad tecnológica durante esta turbulenta 'segunda
crisis del petróleo'. Lo es, por ejemplo, si aspiramos a superar en
términos energéticos a los dichosos data -centers, concibiendo nuevas
arquitecturas computacionales de redistribución que nos den una
alternativa a guardar todas nuestras bibliotecas de forma offline en
discos duros de terabytes.

¿Qué es lo social hoy en día? Estos pensadores italianos nos enseñan a
tomar muy en serio esta pregunta. Hace cuarenta años, habríamos
respondido: movimientos sociales autónomos. Hace treinta años, las
llamadas "tactical media communities"; hace veinte años, las redes
sociales y la web 2.0; y hace una década, las plataformas. ¿Qué se
oferta hoy en día, aparte de un bienintencionado retorno a los valores
del software libre? A nivel interpersonal, Berardi propone una
"reconversión psico -cultural" que nos lleve hacia "la frugalidad y la
amistad".13

Con mi amigo de Sydney, Ned Rossiter, me di cuenta de que las 'redes
organizadas' tienen fuertes lazos y una estética distribuida que se
extiende a través de numerosos nodos y localidades. Es algo que
contrasta con las estructuras que solemos atribuir a las redes, que
tienen lazos débiles y se deshacen con facilidad. Las redes organizadas
siguen siendo una promesa, al igual que el potencial incumplido de la
'Internet Critique'. Un nuevo repunte del asociacionismo y la
pertenencia a organizaciones como los partidos políticos  - entendidos
como un medio para reclamar el poder político -  parece incluso más
improbable que cuando estudié este tema hace cuarenta años. ¿Cómo
transformar el descontento y la contrahegemonía en una verdadera
transición del poder en la era del tardoplataformismo? La cuestión
organizativa sigue siendo muy relevante, no sólo para los movimientos de
protesta, sino también para los artistas, diseñadores y otros
trabajadores nómadas y precarios.

"Convénceme de que no estamos ante la "edad oscura" de la era digital",
declaró Regina Harsanyi en Twitter en 2022. La pérdida del espacio
privado se siente real. Y en muchos sentidos, lo es. Hemos sido
arrastrados a un agujero negro virtual.14 Y a pesar de ello, hay belleza
en la descomposición. Esto es lo que la investigación crítica de los
memes nos ha enseñado en los últimos años. Existe una estética de la
descomposición que la cultura de internet transmite, encarna y
reproduce. Es por eso mismo que nos apresuramos a escribir la historia
de la cultura online efímera, ya que otros no lo harán por nosotros.
Después de tres décadas hay una sensación amenazante, aún más pesada,
que va más allá de la regresión y el estancamiento, incluyendo sus
estados oscuros correspondientes. Como dijo Brecht: "porque las cosas
son como son, las cosas no permanecerán como son".

Ahora, la extinción de internet es una posibilidad que se vuelve a
plantear.

Nos encontramos con una verdad incómoda. No sólo ante la cancelación de
sus infinitas posibilidades que ha traído el realismo plataformista,
sino también ante el horizonte existencialmente desafiante de la
finitud. No del TCP -IP o de la conmutación de paquetes. Los días del
"Extinction Internet" marcan el fin de una época de imaginación
colectiva que en muchos sentidos demostró que era posible imaginar
formas alternativas de disposiciones tecnológicas vertical y
horizontalmente. No hablamos de una cumbre, sino de muchas mesetas.

En última instancia tendremos una cartografía clara del estancamiento y
la recesión, pero la tarea actual es la de teorizar su colapso. La
destrucción llega después de la deconstrucción. De la misma manera en
que la Internet Critique y sus alternativas fueron ignoradas antes de
este período apocalíptico, el optimismo que reina en las instituciones
no recompensará a nadie por alertarnos del desastre. Es hora de infundir
sobre el frío enfoque gerencial de la gubernamentalidad algorítmica la
hauntología de Mark Fisher.

Necesitamos despertar y ver que el apagón se ha vuelto sistémico. Modas
nihilistas como la de las criptomonedas, orientadas a encontrar la vía
rápida al enriquecimiento son tecnologías del Último Día. ¿Qué sucede
después de que lo invisible se ha vuelto aparente y superamos el vacío
del pensamiento? El olor a extinción está en el aire.

El realismo darwinista afirma que es tu elección permanecer pobre y
desconectado, expuesto al frío, el calor, las sequías o las
inundaciones. Es hora de convocar una huelga, una huelga contra la
optimización. Dejemos de hacer mejoras, ni una mejora más para le
eficiencia, ni un aumento más a la productividad. Es hora de usar las
lógicas del diseño para pensar estos problemas; tiempo para imaginar
"provocatipos".

Escuchemos a voces de Substack como Angelicism01  - mi Greta Thunberg
nihilista - , una e -girl virtuosa para la poesía y la teoría que escribe:
"internet es imposible. No pienso en él porque me destroza. Un día en
internet lo es todo. No puedo saber si internet terminará. Sin embargo,
sé que la extinción se cierne sobre nosotros." También dice lo
siguiente: "La extinción cambia. La extinción es un intercambio. La
propia extinción está cambiando.

Esto es lo que dicen las máquinas del cambio. Esto es lo que significa
dejarse llevar por la transformación hasta el final. Internet y la
extinción están inextricablemente unidos. Experimentar internet es
experimentar la extinción."15

La técnica, como tal, no nos impide hacer cuestionamientos. El hecho de
que estemos inmersos en un sistema no significa que estemos capturados
por su supuesta totalidad. Las redes sociales están diseñadas para
arrastrarnos hacia el desastre. Desautomatizar algo, en el contexto de
internet, significa interrumpir los hábitos repetitivos que penetran en
la profundidad de nuestros cuerpos conectados. Hay algo liberador en
perder nuestro perfil, es una forma de poder olvidar.

¿Qué podría ocupar el vacío en nuestros cerebros desfragmentados una vez
internet haya desaparecido? ¿En qué podría consistir la vida después de
que nuestras mentes frágiles ya no sean asaltadas por los efectos
adormecedores y depresivos de esa inercia hacia el desastre? Las
neuronas, tras la extinción de internet, serían una nueva reserva activa
de imaginación y reinvención de la cognición, los bloques de
construcción fundamentales de la sociedad. Esta es la lección que nos
legó Stiegler.

La extinción de internet no es simplemente una fantasía apocalíptica de
la tecnología digital. No se consagrará de un segundo a otro por un
pulso electromagnético, liberado por un arma de destrucción masiva. La
extinción del internet es el fin de una era de posibilidades y cábalas
cuando la adaptación ya no es posible. El duelo por la desaparición del
internet ya comenzó mucho antes, cuando las plataformas cancelaron
nuestra imaginación colectiva. Parece que otro internet ya no es
posible.

El usuario -programado está condenado a vagar como un zombie, deslizando
su dedo por la pantalla y navegando sin pensar, sin ser consciente de su
propia actividad. Así como hace no mucho tiempo he descrito este
comportamiento subliminal o subconsciente, su evolución es ahora hacia
la muerte cerebral. Mientras un estado soporífero emerge paulatinamente,
nuestra manera de informarnos continúa funcionado de forma automatizada.

Debemos esforzarnos en ganar tiempo, en reclamar y
okupar el internet del futuro. Debemos diseñar configuraciones autónomas
del espacio - tiempo que permitan germinar a la reflexión y buscar sin la
necesidad de querer encontrar algo. El post -internet se presentará a sí
mismo como una transformación tecnológica irreversible.

Como contraataque, necesitamos rediseñar aquellos sistemas que nos están
causando pérdidas de memoria y saber. Llegados a este punto, el proyecto
no ha de ser afrontar la extinción de internet misma, sino también
superar los efectos depresivos de su desaparición.

Fisher una vez escribió: "las crisis, ya sean crisis del capitalismo o
fruto de la protesta, ya no producen cambio alguno; lo viejo desaparece
pero lo nuevo se resiste a nacer".16 De la misma manera, yo tuve que
aprender por las malas que ni la Internet Critique ni el psicoanálisis
colectivo de nuestro ser digital conducirán a un cambio. Por eso mismo,
en términos de Stiegler, nuestra tarea es "poner tales automatismos al
servicio de una desautomatización negantrópica".17

En ese sentido, la estrategia para superar la entropía podría implicar
la desautomatización de todo: desde el éxodo de las redes sociales hasta
el desmantelamiento de centros de datos, la recogida de cables de fibra
óptica o la incautación de Siri y Alexa.

En lugar de culpar a las disciplinas académicas actuales, deberíamos
avanzar y realizar un análisis no -moralizante de la situación actual que
anticipe la desaparición de Internet.

"Internet no existe", escribe Angelicism01. "Tal vez existió hace solo
un corto tiempo, como hace dos días, pero ahora solo queda su borroso
reflejo, un espejismo, una doxa, su fecha de caducidad. Si alguna vez
existió, no podríamos verlo. Internet se ha ido, nadie puede llevarnos
hacia él. Cuando algo desaparece, el espacio que ocupaba pretende seguir
llevando su nombre."

Paul Virilio y Jean Baudrillard me enseñaron que existe una estética de
la desaparición. Necesitamos averiguar cómo organizar una forma
alternativa y radical de afrontar la extinción electrónica. No se trata
de proclamar: ¡Internet está muerto, larga vida a Internet! Esta
historia puede tener otro final.

Ese final alternativo no se producirá por bombardear generadores de
energía eléctrica como lo hacen los invasores rusos en Ucrania. Tampoco
se llevará a cabo instalando, desinstalando y volviendo a instalar las
conexiones Star Link de Elon Musk.

Tal vez ya nos hemos quedado sin tiempo para realizar el trabajo de
investigación apropiado, pero lo menos que podemos hacer es ponérselo
fácil a los artistas, escuchar atentamente su imaginación 'cli -fi' y
cosmotécnica.

Como en la biosfera, la pérdida de diversidad que asola a la infosfera
tiene consecuencias entrópicas que la hacen más frágil e infértil,
empujándola a un colapso sobre sí misma: construir redes para la
ciber -crítica, recurrir a la computación en búsqueda de un detox
digital, o encomendarse al diseño de aplicaciones para proteger nuestros
datos. ¿Qué es el decrecimiento digital, el desaprendizaje automático o
la anti -inteligencia artificial? Es así como el pensamiento
farcamológico y sus reflexiones se vuelven procedimientos aplicados de
diseño. El reto sería, como diría Stiegler, abrir espacio a esas
bifurcaciones improbables e incalculables en la propia educación
universitaria, implementando conceptos restauradores, protocolos y
prototipos. Siguiendo a Anaïs Nin, podemos decir que el canal de
comunicación que nos hace falta "debería ser un hacha contra el mar
helado que albergamos".

La propuesta aquí es repensar las redes sociales desde los cuidados:
construir herramientas para la computación intergeneracional que sirvan
para resolver los problemas de esta enorme crisis en todos los niveles.
Este es un pensamiento integrado en el que la pregunta ya no es qué
podemos hacer con el interminable flujo de aplicaciones descargables que
van y vienen: desde TikTok, Ethereum, Dall -E, Zoom y Clubhouse hasta
BeReal y sus agendas ocultas de extractivismo. Dejemos de construir
soluciones Web3 para problemas que no existen lancemos herramientas que
descolonicen, redistribuyan valor, conspiren y organicen.

Como bien lo expresó Bogna Kronior en Twitter: "No quiero libertad de
expresión, quiero una web que no se correlacione con el mundo de carne y
hueso, que no convierta todo en un concurso de popularidad, en una
mezcla de narcisismo y adicción a la dopamina. Anonimízala, haz que
nuestros ojos y sistemas nerviosos sean soberanos. Pongamos fin a la
economía de identidad. No trabajemos más para las plataformas observados
por autoridades invisibles y distantes."18


¿Qué sentido podrían tener las teorías del decrecimiento para el futuro
de internet desde el momento en que su población supera los cinco mil
millones? Baudrillard nos enseñó que la explosión de información se
experimenta como una implosión. ¿Qué sucede cuando las ciudades
inteligentes colapsan en el agujero negro del metaverso? ¿Qué pasa
cuando las sociedades post -COVID -19 se enfrentan al rechazo al trabajo?
¿Qué queremos decir cuando rapeamos "verdades contra las plataformas" o
creamos videos de "propaganda climática"? ¿Qué significa la parresía en
Internet, más allá de la libertad de expresión liberal? ¿Cuáles son
nuestras preocupaciones ecológicas más allá del gasto energético de los
centros de datos y derroche de electricidad que genera la criptominería?

Lo que define el estado actual de las "cosmotécnicas", como lo llama Yuk
Hui, es la inquietante maraña entre la aceleración de la historia y el
estancamiento social. Las cosmotécnicas surgen cuando no es posible
volver a los estadios más ingenuos de la globalización, pero a la vez se
evita poner freno al repliegue geopolítico. De este claroscuro nacen
tecno -monstruosidades como la fascinación de los ultraderechistas
libertarios por las criptomonedas, las noticias falsas, los deep fakes y
los sesgos de la Inteligencia Artificial. La expectativa de estos
desarrollos tecnológicos que podrían ser conducidos o domesticados a
través de decisiones políticas, ha quedado atrás por completo; los
mercados tampoco lo harán. Junto con Pieter Lemmers, Hui escribe: "La
verdad de nuestro tiempo es una verdad ante la cual, según Stiegler,
prácticamente todos prefieren cerrar los ojos. Es demasiado traumática,
inconcebible y espantosa. No habla sólo sobre la posibilidad del fin de
la humanidad, sino sobre la probabilidad casi inminente de la
desaparición de la humanidad, al menos de la civilización humana tal
como la conocemos."

Hasta la minoría rica 'preparacionista' que aspira refugiarse en
búnkeres subterráneos de Nueva Zelanda, o la que organiza un éxodo al
espacio exterior, está igualmente condenada; nadie escapa a la
combinación del colapso civilizacional y el desastre climático. La
extinción de una especie es un hecho indiscutible.

El fin de internet tal y como lo conocemos, o incluso más
específicamente, el fin de las culturas digitales tal y como las
conocemos (y estudiamos) se acerca aún más. Durante la última década,
internet ha dejado de ser cool y celebrado, de ser "parte de la
solución", para ser parte del problema, incapaz de frenar sus propias
tendencias autodestructivas. Es posible que ya hayamos pasado el punto
de no retorno; silenciar a los no -humano ya no funciona. ¿Cómo responder
a la disyuntiva, antes retórica, de "programar o ser programado"? ¿Cómo
es posible hacerlo en un momento en que el código abierto y el software
libre están moralmente en la bancarrota tras venderse a las
corporaciones, y por tanto ya no atraen a las nuevas generaciones? ¿Qué
sucede cuando los alemanes no pueden lidiar con sus "tormentas de
porquería" y los franceses vuelven a sentirse atraídos por el
pensamiento colapsista? En pocas palabras, ¿qué queremos decir cuando
afirmamos que internet ha dado un giro catastrófico sin solución
posible?

Tomemos por ejemplo Infinite Detail de Tim Maugan, 19 una historia de
ciencia ficción ambientada en un futuro próximo que explora la idea de
un "botón de la muerte". En la novela de Maugan, un ciberataque apaga
permanentemente internet provocando el fin del mundo tal y como lo
conocemos. Un corte de los cables submarinos y el ataque a los sistemas
de telecomunicaciones y los centros de datos está sucediendo ahora
mismo. Volvemos al origen militar de la cibernética y el internet, a los
trabajos de Paul

Virilio y Friedrich Kittler que sentaron las bases de mi formación
intelectual hasta hoy en día. Aunque internet prometía resiliencia, su
colapso es real. Extinction Internet trata sobre el decrecimiento y
sobre poner fin a la extracción de datos, pero también de apagar las
pantallas y frenar abruptamente nuestro doom scrolling. Sin embargo,
también trata sobre demostrar que aún es posible implementar principios
de prevención ante la extracción de datos en nuestros dispositivos,
asumiendo que pronto vamos a alcanzar el 'pico de datos' y que
propuestas actuales como la 'IA ética' y los 'buenos datos' no
producirán justicia social, no acabarán con el capitalismo racial ni
evitarán la catástrofe climática. Para expresarlo en términos post -
apocalípticos, de ciencia ficción: no necesitamos un punk solar, sino
punk lunar.

En lo que respecta a los estados mentales, recientemente hemos centrado
nuestra atención en cómo las plataformas nos inducen a la distracción, a
la impotencia reflexiva y a la hedonía depresiva, como la llamó Fisher.
A esta alarmante situación se le suma la creciente solastalgia: una
forma de angustia y depresión empujada por la transformación del clima,
que emerge con fuerza mientras se multiplican los desastres naturales,
las condiciones climatológicas extremas o las alteraciones profundas del
mundo que nos rodea. Con millones de refugiados climáticos (cifras que
van en vertiginoso aumento), tenemos el desafío de pensar juntos cómo
afrontar que la superposición de tantas crisis haga de nuestra
dependencia hacia las grandes plataformas solo una de las muchas
preocupaciones urgentes. La idea de que internet está detrás de la
aceleración de los grandes problemas del planeta genera cada vez más
consensos. Los protocolos presuntamente "bondadosos" y la naturaleza
descentralizada de una "red de redes" se han mostrado incapaces de
desafíar el centralismo de las plataformas y su poder autoritario.
También han puesto de manifiesto su susceptibilidad a la cooptación,
siendo incapaces de circunvalar la política del mundo real.

Aunque sus organismos de gobernanza están controlados por ingenieros
bien intencionados y ministerios de telecomunicaciones, mientras
Facebook y Google detenten una posición central, será muy poco probable
que se produzca ninguna "revolución desde arriba". Por eso ahora es más
necesario aún trazar mapas donde queden marcados los pasos a seguir a la
hora de reclamar internet; especialmente aquí en Amsterdam, ante sus
centros de tecnología financiera y el peso estratégico de Amsterdam
Internet Exchange (con sus edificios funky). Después de todo, esperar
que Bruselas mueva un dedo es como esperar a Godot. Además, ¿cómo van a
poder liberarse las universidades de su dependencia hacia Google y
Microsoft? ¿Cómo pueden emanciparse los artistas de Adobe e Instagram?

En la conclusión de mi libro Stuck on the Platform (en castellano,
"Atrapados en la Plataforma") tracé un mapa con el que se podría lograr
el éxodo de las plataformas. Para ello, hice uso del concepto
"stacktivism"", una forma de activismo en internet consciente de las
interdependencias que guardan entre sí las alternativas que proponen y
que las conciben de forma estratificada. Sus propuestas incluyen
repositorios públicos, infraestructuras descentralizadas, y programas y
sistemas operativos libres y gratuitos cuyas interfaces no busquen
manipularnos, pero que aporten también filtros de Inteligencia
Artificial y el uso de foros participativos en la toma de decisiones.

Expandamos la discusión y abramos tiempo para diseñar configuraciones
espacio -temporales autónomas que permitan desplegarse a la reflexión
colectiva. Se trata de algo crucial, no de una propuesta oscura, ni de
una utopía. De hecho, detesto las fantasías globales de "computación
planetaria" o "terraformación" que promueven autores como Benjamin
Bratton, autor de The Stack, o la metafísica de la llamada "teoría
digital".

¿Entonces cómo podemos "perturbar a los perturbadores'?

Primero, necesitamos asegurarnos de que nuestros conceptos y nuestros
planes se pueden aplicar a gran escala. Esto implica, por ejemplo,
evaluar la transición del actual modelo de negocio extractivista a lo
que Stiegler y sus colaboradores pusieron el nombre de "economía
contributiva". En este modelo alternativo, los pagos de persona a
persona se suman a una economía circular sostenible que generalmente
opera con la redistribución de la riqueza y de los recursos tanto a
nivel local como a nivel global. A mi modo de ver, esta es la dimensión
decolonial de la Cuestión de la Información, un área que necesita más
trabajo relacionado con la huella de carbono, la extracción de tierras
raras y los problemas ligados a la gestión de residuos electrónicos para
uso digital.

Como dice Michael Marder en su Philosophy for Passengers (En castellano,
"Filosofía para Pasajeros"):20 "cuando el mundo termina su viaje,
comienza el viaje de comprensión". Entendiendo Internet. Nuestra tarea
como teóricos, artistas, activistas, diseñadores, desarrolladores,
críticos y otros desarraigados será sobreponernos al desmoronamiento de
lo digital y desarrollar una visión radicalmente modesta hacia su
potencial. Necesitamos tomar una bifurcación para poder movernos hacia
nuevos horizontes, abriendo un camino a lo que Stiegler llama el
"Neganthropoceno". En comparación con el desastre climático que estamos
viviendo y la creciente desigualdad social, el desafío computacional de
alcanzar esta meta es relativamente menor.

Después de todo, las líneas de código se pueden reescribir, y los
sistemas operativos se pueden rehacer de nuevo. Los cables y señales
pueden ser redirigidos, los centros de datos pueden ser
descentralizados, y se pueden instalar infraestructuras públicas.

Como observó Walter Benjamin: "que "las cosas continúen así" es la
catástrofe". El problema no es que internet vaya a colapsar de la noche
a la mañana  - y que, si no lo hiciese, la tesis de la extinción se
demostraría equivocada - . Ya existen suficientes cortes de electricidad
en el mundo, como me recuerdan mis amigos en Ucrania.21 Además del
"racionamiento de carga", están los filtros, los muros de pago,
algoritmos y inteligencia artificial, la censura estatal, los hackeos,
los parches fallidos y la moderación de contenido; todo realizado por
mano de obra barata. Habrá cada vez más "eventos improbables" más allá
de las antiguas categorías de la guerra cibernética o el hackeo.

Este mundo postnatural está a punto de dar saltos y giros extraños. El
carácter impredecible de la cosmotécnica sorprenderá a aquellos que
creen en una conectividad fluida y estable. Sin embargo, lo que
realmente está en juego aquí es el colapso de la imaginación colectiva
frente a una tecnología que desempeña un papel fundamental en la vida
cotidiana de miles de millones de personas. Una tecnología que, no
obstante, puede ser moldeada, dirigida, diseñada y llevada hacia lugares
no deseados. La posibilidad de cambio se ha ido cerrando a lo largo de
una década o más, y ahora en su lugar tenemos interfaces de usuario
fluidas y vídeos de gatos.

Hemos avanzado a un ritmo lento pero constante a través del desarrollo
de aplicaciones alternativas. Además de Linux, Wikipedia y Firefox,
asentados desde hace tiempo, tenemos a DuckDuckGo, Signal, Telegram,
Mastodon, Fediverse, DeepL, OpenStreetMap, Jitsi y Cryptpad. La lista
está creciendo. Sin embargo, en lo que respecta a las redes sociales,
las herramientas que necesitamos han demostrado ser demasiado difíciles
de forjar.

Durante la "década perdida" de Internet hemos estado reorganizando las
sillas del Titanic con una clase privilegiada de consultores al timón
del trasatlántico. Lamentablemente, el optimismo organizado anuló con
éxito la crítica. Esta es la verdadera tragedia de la crítica de
Internet "Made in Europe".22

¿Dónde está nuestra resiliencia ahora que la necesitamos? Mientras el
foco se desplazaba al escenario paralelo de las cripto, el blockchain y
los sistemas de pago, lo tecno -social permanecía desatendido. ¿Es un
retorno a las plataformas y a los protocolos? ¿Queda tiempo para
programar nuevos comandos de conexión? Con los niveles de desesperación
y enfado en aumento, muchos sienten que será poca cosa y llegará
demasiado tarde. La paciencia para establecer ritualmente un consenso
burocrático es escasa, y las soluciones se delegan una vez más en
agencias de relaciones públicas, "los mercados" e ingenieros no tan
"neutrales", de los que se espera una solución al problema.

No tengo ambición alguna en convertirme en la Casandra de las
plataformas. Tampoco me muero por escribir una elegía a mi medio más
preciado. El temor ante su partida esta tán generalizado que raramente
lo mencionamos por respeto a los ausentes. "Utilizamos las redes
sociales, pero ya no int..." Bruce Sterling, referente cyberpunk, allanó
el terreno para esta idea en 1995 con su Dead Media Project, tal y como
se esperaría de un escritor de ciencia ficción de su talla. El sitio web
tenía como objetivo reunir tecnologías de la comunicación obsoletas y
olvidadas, reunir los fracasos, los colapsos y los mayores horrores de
la evolución mediática.23

Entonces, Sterling y el resto de contribuyentes al proyecto ya añadieron
medios digitales exclusivamente textuales como telnet, gopher o los
newsgroups a su catálogo de esquelas. Más temprano que tarde, Internet
pasará a estar en esa lista. Seguramente, nos lo venderán como un cambio
al servicio del progreso, en beneficio de los usuarios.

Alimentemos la entropía, démosle la vuelta a cada meme, llenemos las
pantallas de coreografías y hagamos scroll hasta que amanezca. Al llegar
el alba, la humanidad estará ocupada con asuntos más urgentes. Algunos
renegados recordarán "El corto verano del internet", aquel que precedió
al largo reinado de los Titanes  - hasta que una erupción cubrió las
culturas digitales con una gruesa costra de ceniza semiótica, apagando
los restos del diálogo y el intercambio - . Es nuestra tarea como
cronistas, tal y como nos recordó Walter Benjamin en sus "Tesis Sobre la
Filosofía de la Historia",24 justo antes de morir escapando del nazismo,
también debemos dejar vestigio de hitos menores al narrar este gran
episodio de la comunicación: Benjamin nos invita "a apoderarnos de un
recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro". Olvidar el breve
lapso de libertad que vivió Internet, con todas sus rarezas y defectos,
no es una consecuencia inevitable del progreso; delante de nosotros hay
montones de escombros datificados. Nuestra tarea es rechazar tomar
partido contra los millonarios y los caudillos, luchar contra la
nostalgia tecnológica y retomar la tarea de "cepillar la historia a
contrapelo".25 Anunciando el final, liberaremos la energía para crear
nuevos principios.

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Entrevista a Geert Lovink realizada por Carlos A. Scolari en el verano
de 2023.

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Geert Lovink: "La inteligencia artificial es la distracción perfecta"
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CAS

Al principio, la cibercultura estadounidense estaba muy conectada con
los movimientos alternativos californianos. Hace unos días, mientras
caminábamos por Amsterdam junto a otros colegas, nos contabas de tu
activismo en el movimiento okupa de finales de los años 1970. ¿Cómo fue
en tu caso la transición del activismo callejero a las culturas
digitales? ¿Cómo influyó este contexto en la creación del Institute of
Network Cultures?

GL

Desde el primer día, mi implicación en los movimientos sociales (como
las luchas antinucleares y las okupaciones) ha estado estrechamente
ligada a mi participación en los medios alternativos. Junto con mi
camarada activista Eveline Lubbers escribí mi tesis de maestría en
Ciencias Sociales y Políticas en 1983 sobre el semanario Bluf!, una
publicación que fundamos los okupas, y la ubicamos en el contexto más
amplio de los modelos alternativos de ingresos. Al año siguiente,
viviendo en una casa okupada en Berlín Occidental, cambié mi enfoque y
me interesé más por la teoría y las humanidades, lo que culminó con mi
decisión, en 1987, "el año de crisis", de convertirme en un teórico
independiente de los medios. Sin embargo, no tenía idea de cómo
convertir eso en una profesión. No hace falta decir que la generación de
1968 se centraba en sus propias carreras.

Mi generación, la intermedia, era literariamente autónoma: "resuélvelo
tú mismo" era la consigna. Entonces, durante veinte años no tuve ningún
contacto con el mundo académico (todavía no existían los new media) y,
de alguna manera, era un trabajador freelance del arte y la cultura.
Estuve desempleado durante nueve años mientras construía un corpus de
trabajo crítico y desarrollaba infraestructuras independientes como
emisoras de radio, colectivos teóricos, imprentas y editoriales.

En 1987 todo este trabajo ya era digital. El paso a Internet fue
paulatino y reducido. Pero lo que realmente cambió alrededor de 1993 -94
fue el hecho de que mucha más gente se involucró en las redes digitales.
En ese momento ya discutíamos si Internet se había convertido en una
sublimación de las luchas autónomas. Debemos tener en cuenta que toda la
década de 1980 estuvo dominada por oleadas de crisis económicas,
austeridad y la desaparición de industrias enteras, en medio de un clima
neoliberal dominante hasta mediados de los 1990. Agrega a esto la caída
del Muro de Berlín (que celebramos) y tendrás una idea de cómo entramos
en Europa en la era de Internet.

CAS

¿Cómo era la situación en Amsterdam por entonces?

GL

Debo decir que Amsterdam es un caso especial, quizás algo parecido al de
Berlín. A mediados de los años 1990, en numerosas ciudades europeas las
culturas públicas y libres de Internet crecieron dentro de
infraestructuras de medios alternativos: okupas, radios libres,
programas de televisión por cable, pero también centros de debate como
De Balie y el templo pop Paradiso en el caso de Amsterdam. Se trata de
proyectos como Adilkno, Radio 100 y Radio Patapoe, Next Five Minutes,
xs4all y The Digital City, el taller de Internet y proveedor de
contenidos desk.nl, Press Now y nettime.

Después de la manía y posterior caída de las puntocom, me mudé a
Australia, me casé, nuestro hijo nació allí y obtuve el Doctorado, el
"papel" que necesitaba para iniciar el Institute of Network Cultures
(INC), el cual comencé cuando volví a Amsterdam a principios de 2004. De
hecho, construimos este centro para una red de investigación autónoma,
un centro de medios indie dentro de una institución de educación
superior. Pero la idea nunca fue mendigar credibilidad académica. Esta
estrategia, por supuesto, tuvo un precio del que yo era plenamente
consciente: ni becas de investigación ni estudiantes de doctorado. Pero
mira al INC, casi 20 años después: ¡todavía estamos vivos! Debemos
también agradecer a la formación vocacional y la naturaleza aplicada de
la ciencia en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Amsterdam (HvA),
la cual nos apoyó durante todos estos años.

Somos pequeños, como el pueblito de Astérix y Obélix, estamos
orgullosos de lo que hemos conseguido hasta ahora y no nos quejamos.

CAS

En los años 1990 comenzaste a utilizar el concepto de "medios tácticos",
entendido como una mezcla entre arte y activismo orientado a
intervenciones temporales en la esfera mediática. ¿Crees que este tipo
de acción sigue siendo útil en el ecosistema de plataformas
contemporáneo? ¿Las dinámicas hiperaceleradas y efímeras de producción,
circulación y consumo textual no reducen el impacto de estas
intervenciones?

GL

En realidad, esto no le corresponde decidirlo a la generación anterior
de activistas y artistas. Lo que podría resultar atractivo del gesto
táctico de mezclar lo real y lo virtual, lo digital y lo analógico, lo
antiguo y lo nuevo, lo dominante y lo marginal, el arte callejero y el
chat virtual, es la libertad que proporciona. Las acciones híbridas
superan la pesadez de estar "atascados en la plataforma" y señalan
formas no puritanas de salir de esa calle muerta llamada redes sociales.
Esta es en gran medida la práctica actual de UkrainaTV en Cracovia, una
red salvaje de streaming en la que participamos desde el INC como nodo
de apoyo. La idea táctica crea conexiones únicas entre la performance,
la cultura del DJ Club, la producción de memes, el arte callejero y las
intervenciones políticas, incluidas formas colectivas de reflexión y
debates sobre lo que funciona y no en determinadas situaciones.

Sabemos que ciertas cosas se volverán virales. Otra no. Existe una gran
limitación política para trabajar con las plataformas convencionales. No
nos equivoquemos: el algoritmo no estará de nuestro lado. Y dado que la
inteligencia artificial es una distracción grave, debemos centrarnos en
qué formas de organización funcionarán. Muchos sienten que se nos está
acabando el tiempo, así que ¿por qué perderlo en la "cuestión de la
inteligencia artificial"? Quedarse al margen es una forma de lujo
político que pocos pueden permitirse. Esto hace que sea aún más urgente
descubrir, juntos, cómo ser inclusivos y oponernos a los cismas y al
moralismo divisivo para crear coaliciones temporales sobre cuestiones
como el clima, la vivienda, la salud, la desigualdad social y, sí,
infraestructuras de medios independientes por fuera de Silicon Valley y
el Estado. Esto comienza con nodos y redes inspiradoras que puedan
replicarse y ampliarse fácilmente porque, de lo contrario, no habrá ni
resistencia ni cambio social.


CAS

Siguiendo con estas dinámicas de poder, parecería que "plataforma" es la
nueva palabra de moda en las conversaciones sobre cultura digital. ¿Las
plataformas están matando el espíritu original de las redes digitales?
¿Qué ha sobrevivido de ese componente democrático, participativo y casi
anárquico que estuvo presente en los primeros años de Internet y la
World Wide Web? ¿O ha desaparecido por completo?

GL

No hay duda de que las plataformas incorporaron y luego eliminaron la
lógica de la red, haciendo casi imposible operar fuera de sus "jardines
vallados". Si hoy intentas gestionar una lista de correo electrónico que
contenga direcciones de Gmail te deseo mucha suerte: Google simplemente
te trata como un proveedor de spam y de facto la cierra. Cada vez hay
menos posibilidades de tener servidores independientes. Todo esto ha
convertido el discurso sobre los servicios "descentralizados" en una
farsa. Sí, servicios descentralizados... dentro de Amazon Web Services,
Google y Microsoft. Lo que queda fuera hay que buscarlo en China, Rusia
e Irán.

Esta melancolía infraestructural es incluso peor que el aspecto mental
de la "dependencia de las plataformas" que he trabajado durante los
últimos cinco años. Hace poco llegué a la conclusión de que todos mis
escritos eran demasiado blandos. Ya no basta con analizar al teléfono
embrujado como lugar del Ser. La realidad es mucho más dura. Las
plataformas centralizadas parecen ser la solución fácil, pero obviamente
no son muy resilientes.

En cambio, surgió la metáfora del dark forest, que no es tan clandestina
como la de la dark web, pero sí comparable porque se encuentra fuera de
las fuerzas extractivistas ávidas de datos. No seamos demasiado
misteriosos acerca de su dimensión técnica: puede ser un servidor de
Discord, un canal de Telegram, un grupo cerrado de Signal, una zona
autónoma temporal dentro de VR -Chat, o tal vez incluso una lista de
correo electrónico para algún boomer o geek ocasional. Además de los
espacios en línea semi -ocultos que puedan utilizarse para la
autoorganización, existe una necesidad paralela de espacios públicos más
grandes y abiertos. Podemos afirmar que las ágoras en línea son una idea
muerta e ingenua.

Está bien. Todo puede ser y será deconstruido, pero no te sorprendas si
después de recuerdos tan cínicos te encuentres en un desierto digital
solitario. Todas las formas actuales de lo social son vulnerables a los
implacables ataques nihilistas. Si te toca la carta de lo políticamente
correcto, estás acabado. Frente a esta situación, debemos insistir en
que necesitamos foros públicos que explícitamente no sean espacios
seguros.

Esto no significa que toleremos el sexismo, el racismo u otras formas de
discriminación, pero necesitamos espacios de debate donde se puedan
expresar las diferencias y desacuerdos para promover formas colectivas
de discurso. Justamente, necesitamos que estos lugares también muestren
las mejores prácticas, ya que muchas se pierden y se hunden en la
oscuridad cuando se trata de lenguajes visuales alternativos y reglas de
comportamiento.

Respecto a tu pregunta sobre lo que queda de la primera WWW, es legítima
y en este punto soy menos pesimista. Lo que queda es la gente, los
movimientos sociales como las protestas por la vivienda, Black Lives
Matter, la solidaridad con los inmigrantes y Extinction Rebellion. Pero
también los levantamientos en Hong Kong y Minsk, las protestas en
Francia, lo que prefieras. Podemos observar que todos estos movimientos
surgieron a pesar de las plataformas. Imaginemos si hubiera una cultura
de Internet independiente, destinada a facilitar la autoorganización,
sin censura ni otras formas de interferencia algorítmica...

Hoy en día hay una multitud de urgencias, pero la gente común y
corriente sólo puede expresarlas y canalizarlas a través de plataformas
centradas en los perfiles personales, diseñadas exclusivamente para la
autopromoción, controladas por el Estado y otros poderes.

CAS

Tu libro Atascados en la Plataforma, publicado en español por Bellaterra
en 2023, es una obra muy crítica, pero que, sin embargo, va a
contracorriente del apocalipticismo digital presente en autores
orwellianos como Byung -Chul Han o Shoshana Zuboff ¿Cómo ves este avance
de los discursos apocalípticos después de casi dos décadas (1990 -2010)
de discursos "californianos" donde predominaba la utopía digital?

GL

Siempre ha habido una corriente apocalíptica en la cultura de Silicon
Valley que ya estaba presente a finales de los años 1980. Muchos asocian
esto con Unabomber, el cyberpunk y el trabajo de escritores de ciencia
ficción como William Gibson, Bruce Sterling y Neil Stephenson y la
primera edición del festival Burning Man y su cultura postindustrial.

Lo digital surge en una era de declive del Imperio estadounidense y del
avance de Occidente como fuerza global dominante. A primera vista, esto
es difícil de conciliar con el frío optimismo de los predicadores New
Age que han estado vendiendo la salvación individual mediante el uso de
aplicaciones. La maquinaria de marketing de las Big Tech sigue
funcionando, pero de hecho ha estado obstaculizando durante los últimos
años el lanzamiento de nuevos productos. El nuevo del barrio es TikTok,
una aplicación china. Tanto Libre  - el proyecto de Shenzhen Libre
Technology Co. basado en el open computing y el crowfunding -  como el Metaverso de Mark Zuckerberg han fracasado.

Si bien la dependencia de Internet alcanzó un máximo histórico durante
la epidemia de COVID -19, fueron el comercio electrónico y los servicios
de streaming los que prosperaron. Todo lo demás se ha centrado en la
consolidación de mercados, que han crecido hasta alcanzar la
deslumbrante cifra de más de 5.000 millones de usuarios en todo el
mundo.

Pero es cierto lo que mencionas: el punto de inflexión es el año 2010,
cuando el impacto de la crisis financiera mundial comenzó a
manifestarse. Este no es sólo el período en el que el teléfono
inteligente se convirtió en el dispositivo dominante de acceso a
Internet, sino también el momento del lanzamiento de Bitcoin y el inicio
del hype de Blockchain y las criptomonedas (en el cual Silicon Valley no
ha tenido participación, ya que constituyen una amenaza para sus modelos
de ingresos). Luego vinieron Snowden, el Brexit, Trump y gobernantes
autoritarios como Putin, Xi Jinping, Orbán, Modi y Bolsonaro. Todo esto
hizo que el solucionismo tecnológico tuviera que imponer su positivismo
globalista en una era de todo menos progresista, dominada por una lista
interminable de crisis, desde la climática hasta la COVID -19.

El zeitgeist de la última década ha sido el de las tensiones
geopolíticas, el populismo de derecha y una creciente desconfianza en
cualquier sistema de creencias, incluido el solucionismo tecnológico. La
ideología que atrae a los jóvenes ya no es la globalista neoliberal que
facilita la cosas, sino el tecnolibertarismo regresivo, alimentado por
una notable energía criminal. El consenso sobre la ley y el orden se ha
roto. Los políticos ya no pueden cumplir, pero tampoco la tecnología
digital, una fuerza que se está convirtiendo cada vez más en parte del
problema.

Podemos ver esto en la fallida comercialización de la inteligencia
artificial. Desde el principio, la clase ingenieril digital estuvo
dividida sobre su lado oscuro, no solo por el hecho de que elimine
puestos de trabajo, sino también porque supuestamente será una amenaza
existencial.

En los últimos tiempos, el rol de los críticos de Internet, como en mi
caso, se volvió aún más inútil a medida que los periodistas y otros
mediadores comenzaron a organizar debates y presentar manifiestos
críticos que pedían una moratoria del desarrollo futuro de la
inteligencia artificial. Ese planteo es diferente si lo comparamos con
nuestros intentos de abordar el estatus monopólico de las plataformas,
las condiciones laborales en la industria (como los repartidores y
moderadores), el uso de la electricidad en los centros de datos y de
producción de criptomonedas, el desastre en el Congo y en otros lugares
debido a la extracción de metales raros o el desastre de los desechos
electrónicos, sin mencionar el daño mental infligido a las generaciones
jóvenes. Estos son mis temas.

CAS

En tu libro has escrito que "la crítica científica parece incapaz de
producir más que revelaciones tardías y sin consecuencias". ¿Cómo
podrían las intervenciones artísticas abrir nuevas conversaciones y
horizontes?

GL

Necesitamos marcar una diferencia entre el estado experimental y el de
laboratorio del desarrollo de conceptos alternativos y, más urgentemente,
cuestionar cómo todos estos prototipos, software y prácticas sociales
relacionadas pueden ampliarse.

Lo que falla en todos los ámbitos es el middleware, las instituciones
culturales pequeñas y medianas que pueden ampliar las alternativas
públicas impulsadas por el bien común. El problema es la hegemonía
financiera pero también cultural del modelo del capital de riesgo, el
cual se centra únicamente en el establecimiento de monopolios con el
objetivo declarado de eliminar toda competencia existente o potencial.

Ya no existen ecosistemas. No importa hacia dónde se mire, esta lógica
socava el cambio. Todo esto está relacionado con la victoria de las
grandes infraestructuras, desde Google hasta Amazon, pero también con el
transporte por medio de contenedores. Los artistas no pueden hacer mucho
a este respecto, aparte de atacar el núcleo de la lógica neoliberal
capitalista.

Quizás sea hora de que admitamos que ya tenemos suficientes utopías.
Necesitamos reunirnos, en grandes cantidades, para discutir la siguiente
etapa: ¿qué hacer después del próximo colapso?, ¿aprendimos algo de la
última pandemia? Ampliar la escala no significa centralizar el mando y
control. Tampoco debemos volver a caer en soluciones federadas o
descentralizadas y en su deconstrucción. ¿Qué podemos aprender de la
bancarrota moral del software libre y de código abierto? Ese debate
todavía está por delante y es evitado por la mayoría de los actores
culturales y políticos.

Mi propuesta sería un enfoque modular de herramientas y modelos que
puedan usarse y adaptarse fácilmente a diferentes circunstancias locales
y culturales. Esto puede ir acompañado de la ampliación de nuevas formas
institucionales. Sin embargo, todo esto debe desarrollarse dentro de una
cultura dominante que desconfía de cualquier cambio. Paradójicamente, la
aceleración de múltiples crisis no produce cambios.

CAS

Me gusta mucho esta mirada basada en el middleware que privilegia a los
actores intermedios. En este contexto, es casi obligatorio hablar de los
intentos de regulación. En Atascados en las plataformas desarrollaste la
siguiente idea: "Pedir a las corporaciones que por favor no recopilen
datos es ingenuo. No veremos una revolución basada sólo en la regulación
y las multas". ¿Cómo podemos superar las limitaciones de la regulación?
¿Qué tipo de estrategia o intervención política debería activarse?

GL

Algunos pasos son fáciles de seguir. Los monopolios se pueden
desmantelar en cuestión de meses. Corporaciones como Google deberían
eliminarse de todos los órganos de gobiernanza de Internet y sería
necesaria que haya una prohibición inmediata de su grupo de presión en
Bruselas. Se trata de una antigua exigencia que ya se propuso hace mucho
tiempo en el caso de la industria farmacéutica, el complejo
militar -industrial, las grandes empresas agrícolas y las finanzas. Se
trata de medidas fáciles de implementar.

El debate sobre la arquitectura a largo plazo del espacio público
abierto, democrático y sostenible (también conocido como public stack)
está tomando forma, pero hasta ahora carece de pilotos. El objetivo
debería ser crear lo que Yuk Hui denomina tecnodiversidad. Etiquetas
como tecnosoberanía pueden parecer atractivas, pero seguimos dependiendo
de otras partes del mundo. No estoy defendiendo la tecnoautarquía.
Desconfío de los sentimientos antiamericanos (aunque las estrategias
antiimperialistas, particularmente en América Latina, siguen siendo
válidas). El resentimiento es un mal médico.

Diseñemos otras diversidades. Ante todo, distingamos entre las
infraestructuras vitales que deben estar en manos locales o regionales,
como el agua, la energía y la fibra óptica, pero también los servicios
alimentarios y sanitarios (como se demostró durante el período del
COVID -19) y una economía política planetaria adicional.

Como se puede ver, soy escéptico sobre el nivel nacional y la capacidad
de resolver cualquiera de los problemas anteriores, especialmente en el
contexto europeo.


CAS

Una última pregunta. Parecería que el debate sobre la inteligencia
artificial está desplazando las conversaciones sobre las plataformas...
En este contexto: ¿podríamos aplicar tus ideas sobre los límites de la
regulación a las corporaciones detrás de la inteligencia artificial? Si
no avanzamos en la regulación de la inteligencia artificial, ¿dónde
debemos poner nuestros esfuerzos si queremos democratizar y limitar los
efectos negativos de esta poderosa tecnología?

GL

Ahora entendemos mejor la necesidad constante de la gran élite
tecnológica de distraer y confundir a sus usuarios. Es necesario que
haya una interrupción constante de la atención pública con el objetivo
de olvidar la cuestión anterior. Sin embargo, cada vez más esto ya no
funciona según lo planeado.

Estoy de acuerdo. La inteligencia artificial es la distracción perfecta.
Su objetivo es mantener la atención alejada de la cuestión subyacente de
las plataformas y las cuestiones vinculadas a la propiedad. La relación
entre Internet y la inteligencia artificial como tecnología parasitaria
aún no se ha abordado explícitamente, pero es sólo cuestión de tiempo.

¿Da su consentimiento a las empresas de inteligencia artificial para que
utilicen sus datos y contenidos, sus textos e imágenes? ¿Wikipedia?

El entrenamiento de los sistemas de inteligencia artificial no es una
actividad inocente, como ya han demostrado todos los estudios sobre
sesgos. Este negocio extractivista será lucrativo... hasta que
organicemos una huelga planetaria de datos: hay que detener el robo. No
hay datos para ti, mi querida inteligencia artificial, resuélvelo tú
misma. Muestra al mundo de qué va tu inteligencia, sin los datos
robados.

La extinción de la reflexión: el impacto de las plataformas digitales en
el populismo de extrema derecha


Laura Pérez -Altable

La obra de Geert Lovink es un punto de partida crucial para reflexionar
de manera crítica sobre el tipo de Internet que deseamos en una era
dominada por plataformas digitales. Este tema es especialmente relevante
en el contexto actual, donde el ascenso del populismo de extrema derecha
se entrelaza con la omnipresencia de estas plataformas. Su análisis en
"La extinción de internet" proporciona un marco teórico esencial para
comprender cómo la sobrecarga informativa y la fragmentación del
conocimiento, características de nuestro tiempo, afectan la interacción
entre la tecnología digital y las dinámicas sociopolíticas. Lovink
destaca estas tendencias, lo que nos impulsa a considerar cómo las
plataformas digitales no solo moldean la opinión pública y el discurso
político, sino también influyen en nuestra visión del mundo y en la
estructura de nuestras sociedades. Además, su trabajo nos invita a
imaginar y pensar críticamente sobre el mundo que surgirá tras la
eventual "extinción" de Internet tal como lo conocemos, desafiándonos a
concebir futuros alternativos más allá de la actualidad dominada por las
plataformas digitales.

En este contexto digital, la habilidad para procesar, analizar y
reflexionar críticamente sobre la información se ve amenazada por el
flujo constante de datos. Los algoritmos que buscan maximizar la
participación a través de la personalización y la confirmación de sesgos
preexistentes crean un ambiente en el que las narrativas simplificadas y
cargadas de emoción predominan sobre el análisis detallado y
fundamentado, promoviendo la normalización del discurso populista de
extrema derecha en la esfera pública.

Este fenómeno promueve la normalización y legitimación del discurso
populista en la esfera pública, presentándose como una narrativa
política más entre las diferentes opciones. Influencers y personalidades
públicas, quienes no se identifican como actores políticos
tradicionales, proyectan un discurso que parece más genuino, menos
sesgado y más imparcial que el discurso político. Esto contribuye a una
integración más discreta y a una adopción efectiva de sus puntos de
vista entre la población, con el potencial de alterar la percepción
pública sobre los partidos de extrema derecha entre los electores,
normalizando así la elección de estas opciones políticas extremas en
procesos electorales.

Desde una perspectiva sociopolítica, la infraestructura y funcionamiento
de las plataformas digitales facilita la aparición y consolidación de
movimientos populistas que aprovechan la capacidad de las plataformas
digitales para difundir rápidamente mensajes emocionales, a menudo en
detrimento del razonamiento basado en hechos y la deliberación
democrática.

Este fenómeno se ha vuelto particularmente relevante para partidos como
VOX en España, que han sabido capitalizar el alcance de dicha plataforma
digital para difundir su discurso populista (Castro -Martínez y
Díaz -Morilla 2021; González -Aguilar, et al. 2023; Albertazzi y
Bonansinga 2023, Guerrero - Solé y Vilós i Martín 2023). Este
acercamiento estratégico es significativo, especialmente considerando
que, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en la misma
franja de edad predominante en TikTok, un 20% de los jóvenes varones
expresan preferencia electoral hacia VOX. Así, en este caso concreto, la
plataforma TikTok se consolida no solo como una herramienta para la
comunicación política, sino como un espacio dinámico donde el populismo
de extrema derecha ha encontrado formas innovadoras de adaptarse y
extender su influencia en este entorno digital, beneficiándose de las
características únicas de la plataforma que favorecen mensajes concisos
y visualmente atractivos que llegan a convertirse en virales.

De esta manera, las redes sociales y otras plataformas digitales
privilegian el contenido que genera reacciones rápidas y emocionales,
perpetuando un ciclo en el que la reflexión crítica y la discusión
matizada son cada vez más escasas. Esta dinámica afecta no solo la
esfera política, sino también la cultura, la educación y el tejido
social en general. Además, tiene implicaciones significativas para la
cohesión social y la construcción de la identidad colectiva. En un mundo
donde la información es omnipresente pero fragmentada y
descontextualizada, la formación de una comprensión compartida de la
realidad se vuelve cada vez más desafiante, como expresa Lovink en su
texto. Esto puede conducir a la polarización social y al fortalecimiento
de las cámaras de eco, donde grupos ideológicamente homogéneos se aíslan
en realidades informativas paralelas, exacerbando la división y el
conflicto social.

Una característica que posiblemente comparten figuras como Trump en
Estados Unidos, Marine Le Pen en Francia, Matteo Salvini en Italia o
Abascal en España, entre otros, es su habilidad para aprovechar el poder
e influencia de las plataformas digitales en la configuración de la
opinión pública. Utilizan estas plataformas para difundir sus ideas
populistas, a menudo dirigidas contra las élites, que pueden ser tanto
representantes corruptos del gobierno (según su versión) como empresas
tecnológicas. Además, se presentan como defensores de la población
frente a aquellos a quienes acusan de cometer delitos o quitar empleos
(Pérez -Curiel 2020, 177). En este contexto, la veracidad de sus
declaraciones tiende a ser menos relevante que la emoción que suscitan
entre su audiencia.

Desde una perspectiva social, surge la pregunta sobre cuánta importancia
atribuimos a este discurso generado en las plataformas en nuestra
opinión pública. En última instancia, se trata de salvaguardar el
correcto funcionamiento de la opinión pública y asegurar que los debates
que tienen lugar en este espacio se centren en los problemas cotidianos
de nuestra sociedad, y los medios de comunicación juegan un papel
crucial en este sentido.

En este contexto, al analizar el contenido de los mensajes de extrema
derecha en las plataformas digitales nos podemos preguntar cómo influyen
en la ciudadanía. En otras palabras, nos preguntamos por qué miles de
personas siguen votando por partidos de extrema derecha elección tras
elección, influenciadas por el contenido que encuentran en las
plataformas digitales en algunos casos, incluso cuando los discursos de
estos partidos van en contra de sus intereses fundamentales. La
respuesta a esta importante pregunta radica en gran medida en la
infraestructura de estas plataformas digitales y nuestra creciente
dificultad para evitar una vida dominada por ellas, a pesar del alto
coste que esto implica, tal como Lovink destaca en su texto. Sin
embargo, Lovink también nos recuerda que no todo está perdido en este
escenario desafiante. Según su visión, "colectivamente, necesitamos
revertir esta tendencia y devolver a lo social su propia autonomía y
poder de decisión". A pesar de las adversidades enfrentadas, el ámbito
tecnosocial mantiene su capacidad transformadora y no es meramente una
víctima pasiva del capitalismo.

Además, Lovink en su libro Atascados en la Plataforma (2023) enfatiza la
necesidad de reconocer que simplemente pedir a las corporaciones que se
abstengan de recolectar datos es una postura ingenua. No debemos esperar
que una revolución surja únicamente a través de regulaciones y multas,
sino que se requiere un enfoque más activo y colectivo para cambiar las
dinámicas actuales.

Esta situación en la que nos encontramos nos recuerda de alguna manera
las palabras del filósofo Antonio Gramsci, quien afirmó que en momentos
de transición, "cuando el viejo mundo se desvanece y el nuevo tarda en
emerger, en ese periodo de oscuridad surgen los monstruos".

Actualmente, nuestra sociedad podría estar atravesando este periodo de
oscuridad, y nos corresponde reconocer esta realidad y colaborar en la
construcción de un futuro donde estos "monstruos", en términos de
Gramsci, no dicten nuestro destino ni socaven nuestros sistemas
democráticos. En este futuro, que en cierta medida ya es nuestro
presente, abordar sus implicaciones requiere un esfuerzo colectivo que
incluya la reformulación de nuestras prácticas informativas y la
reestructuración de las plataformas digitales, tal como nos invita a
reflexionar Lovink en su texto.