echo hola mundo
 ===============

 A veces, en la noche
 ---envejecidos los huesos, los callos, las mentiras---,
 abro un terminal,

 (un terminal es un espejo de mano que contiene
 historias, diccionarios, enciclopedias en obra negra
 inagotable, donde caben el mar, un naufragio, la
 antártida, el desierto, la cansada piedra del páramo de
 México, extensiones que desafían al ojo en su infinitud
 de muerte fingida, pero donde vida y muerte deliberan y
 apuestan cada segundo con dados que caen siempre lejos
 del discurso de victorias y derrotas. Un terminal es
 todo eso en el espacio pequeñito de una pantalla donde
 el texto, la palabra, significan algo todavía. Algo,
 tal vez, como el amor, el golpe, los conjuros.
 Invocando demonios, ciudades, prójimos amados...)

 tecleo un rumbo.

 Las manos rotas.
 Sus huesos de sarro endurecido.

 Tecleo.

 Y la luz devuelve cosas a la arena:
 trozos de osamenta, quillas astilladas,
 nombres anónimos que relatan devenires,
 extravíos en la oscuridad de la pantalla,
 nuestra búsqueda en la noche,
 nuestras incursiones en la mutua soledad del mundo.

 La luz que persiste
 que responde y desafía.
 que atraviesa el cansancio y que nos llama
 a verla.

 Abro el terminal
 y el navegador señala el rumbo de otro ser humano,
 que antes (como tú y yo ahora mismo)
 lanzó un caracol al mar.

 La sensación, casi espectral,
 de recibir por el radio del barco,
 una respuesta a una pregunta formulada hace mil años.

 O algo así.

 --
 a emilio, a toda la comunidad de texto-plano, de sdf y
 todos los lugares así, a las vías de tren abandonadas,
 a las colinas en la noche.