A favor del texto plano
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 9 de marzo de 2021

 Hace unos años nos enteramos de que el escritor de *A Song
 of Ice and Fire* (a. k. a. *Game of Thrones*) escribió su
 famosa saga y seguramente, buena parte de su obra, en
 Wordstar 4.0,[^1] un procesador de textos de DOS. Sin
 márgenes. Sin interfaz gráfica que simule hojas en blanco.
 Sin Times New Roman a 12 pt y doble espacio. Pero los
 archivos de texto de Martin (y de otros varios
 escritores)[^2] pueden ser abiertos hoy ―sin errores que
 impidan su lectura y recuperación―, en cualquier
 computadora, sistema operativo, editor o procesador de texto.
 La razón es sencilla –tanto, que parece extraño que
 ocurra poco–: el texto plano (en Wordstar, el modo «no
 documento» era texto ASCII).[^3] Dudo mucho, francamente,
 que la mayoría de usuarios de computadoras pueda decir lo
 mismo de ninguno de sus archivos de texto. Ni hoy. Ni en
 veinte o treinta años.

 Investigadores académicos, correctores, escritores y hasta
 poetas amigos de las fancy/ugly fonts, pongan atención
 especial en lo que sigue.

 Un artículo o libro «editado» en un programa procesador de
 textos (privativo o de código abierto) implica un trabajo
 que a la larga puede resultar inútil. Porque todas las
 negritas, cursivas, subtítulos, cornisas, tablas,
 tipografías, retornos de carro, manuales de estilos y
 sistemas de citación se estrellarán espectacularmente al
 pasar a otro programa y archivo de salida o, simplemente, al
 llegar una nueva actualización de los programas que
 emplearon para escribir y maquetar. Cuando el diablo se
 empecine ―y lo hará―, esperen a ver lo que tiene
 preparado para ustedes si en diez años se les ocurre hacer
 una reedición de sus archivos desde otra computadora, desde
 una nueva versión de los programas o desde otro sistema
 operativo. Se darán cuenta, entonces, que necesitarán
 invertir trabajo, otra vez, para dejar sus textos en
 condiciones legibles para otras máquinas y seres humanos.

 Nada de eso ocurrirá, en cambio, con buena probabilidad, si
 escriben del modo más sencillo el mensaje que lanzarán al
 mar: en texto plano.

 ## Tradición y memoria

 El único modo de guardar un archivo de texto que resulte
 reconocible para cualquier procesador, editor, maquetador o
 sistema operativo es escribir directamente en texto plano.
 Aun así, a pesar de preocuparse porque sus textos viajen
 tanto como sea posible ―en el tiempo, la geografía o la
 compatibilidad tecnológica―, académicos, estudiantes,
 activistas y escritores parecen confabularse en el claro
 propósito de impedirlo. No lo hacen, desde luego, por
 voluntad, sino por desconocimiento, por una supuesta
 intención estética y/o por costumbre. Porque desde la
 escuela se han habituado a escribir en programas como Word o
 Libre Office, cuyas interfaces gráficas simulan controlar el
 resultado de la impresión.

 Pero la publicidad es engañosa y lo que vean en el monitor
 no será siempre lo que obtengan.[^4]

 Los archivos generados en la mayoría de los actuales
 procesadores de texto están hechos para funcionar
 únicamente en el ambiente de ese software y de otros
 compatibles. Fuera de ahí suelen traducirse como bloques de
 caracteres incomprensibles. De modo que una «é» o un
 espacio duro podrían convertirse en cualquier cosa. Pero aun
 dentro de su ambiente nativo, no es difícil que una
 actualización del programa llegue, en algún momento, a
 impedir la lectura correcta de los archivos generados en una
 versión anterior (como ocurre a menudo con los maquetadores
 de interfaz gráfica). Y hasta las licencias de las
 tipografías empleadas podrían devenir en obstáculo más
 pronto de lo que imaginamos.

 Usar un procesador de textos para escribir es, pues, comprar
 boleto para un festival de problemas técnicos alrededor del
 texto (ver, por ejemplo, los relacionados con las tildes[^5]
 o el bom[^6]). No obstante, los usuarios de Word no llegarán
 a enterarse nunca si todas las personas con quienes comparten
 archivos utilizan el mismo programa. Y es probable que así
 sea.

 Casi nadie suele pensar en la perdurabilidad de sus archivos
 más allá de apenas una década ni, menos aún, del
 transcurso de una vida. Pero la perdurabilidad, la
 posibilidad del archivo y la memoria, tanto como su
 accesibilidad, son parte de la naturaleza y propósito de
 cualquier texto.

 Piensa, por ejemplo, en la historia de la escritura, de los
 signos empleados en las distintas lenguas. Cada escritura y
 signo conservan las huellas de su devenir, de las ideas,
 criterios y procederes de quienes los emplearon. Porque la
 escritura es, en sí misma, un archivo, una memoria y campo
 de conocimientos cuyo desarrollo ha sido posible gracias a la
 tradición. Es gracias a la tradición que aún podemos leer
 textos escritos hace miles de años, sin más limitación que
 nuestro conocimiento de la lengua y del sistema de escritura
 en que fueron fijados. Pero ningún papel o pergamino, si ha
 llegado hasta nosotros, nos impedirá leer su contenido. Y lo
 lógico sería que nuestras computadoras tampoco lo hicieran.

 Descifrar lo que una computadora tiene dentro implica una
 serie de procesos, invisibles, pero que están ahí gracias
 al trabajo de los científicos de la informática, quienes
 nos dieron modos de transformar el lenguaje de ceros y unos
 de las máquinas en signos comprensibles para quienes sabemos
 apenas leer, escribir y aporrear teclas. Gracias a su labor,
 desde hace algunas décadas, pudimos añadir teclados y
 pantallas a nuestro arsenal de dispositivos de escritura y
 lectura (cuñas, cinceles, plumas afiladas, lápices,
 bolígrafos, máquinas de escribir, piedras, arcilla, pieles,
 papeles...). Y también redactar, almacenar y compartir de
 una a otra computadora artículos periodísticos o
 científicos, cuentos, novelas, poemas, recetas, listas y
 hasta programas informáticos.

 No fue fácil. En el camino, es cierto, no siempre hubo
 acuerdo en los sistemas de codificación de caracteres.[^7]
 Pero a la larga, sabemos que el texto plano fue y continúa
 siendo la mejor opción para garantizar la compatibilidad y
 perdurabilidad de los archivos de texto. Por eso, en un
 sentido amplio, el texto simple bien puede significar para
 los archivos digitales lo mismo que la tradición para la
 escritura «analógica».

 Si hay futuro para la memoria digital de nuestros
 conocimientos, ideas, dudas y emociones, no deberíamos
 depender de los sistemas operativos o de cuánto avance el
 desarrollo del software (menos aun de aquellos engolosinados
 con las actualizaciones y licencias). Y eso es, precisamente,
 lo que ofrece el texto plano: no sólo igual legibilidad para
 humanos y máquinas, sino portabilidad, compatibilidad,
 perduración, memoria.

 ## ¡Estúpida, mis cursivas!

 Si llegaste hasta aquí, ahora hay que considerarlo todo.

 George R. R. Martin, Philip K. Dick o Isaac Asimov son o
 fueron gente habituada a escribir en texto monoespaciado
 (exactamente como el texto plano), en una máquina de
 escribir. Es decir, su salto desde una Olivetti, Remington o
 IBM Selectric a un artefacto de pantalla cuadrada y letras
 Courier o semejantes no fue tan grande. Total, mientras la
 máquina imprimiera de forma legible en la pantalla y el
 papel, qué más daba que no controlara cada aspecto visual
 de la página o del texto, ¿no?

 En cambio, para un escritor nacido en los ochenta o noventa
 del siglo pasado (y después), el texto plano puede
 representar una experiencia distinta. No de modo escandaloso.
 Tan sólo que el hábito de la interfaz gráfica suele hacer
 extraño el trabajo en una de puro texto, con fondo blanco o
 negro, sin el dibujo de la página blanca detrás. Pero eso,
 en general, no debería ser un obstáculo. Porque sí hay
 varios modos de marcar en texto plano la intención de poner,
 por ejemplo, títulos, subtítulos, negritas, citas, listas
 numeradas, viñetadas, hipervínculos, notas al pie, tablas,
 incluso imágenes y bibliografía con cualquier estilo de
 citación... Uno de ellos es un lenguaje de marcación tan
 sencillo que te tomará apenas unos minutos aprender:
 Markdown (md).[^8] Visualmente, no veremos con exactitud el
 resultado de esas marcas, sino como indicaciones con
 asteriscos, signos de gato, corchetes..., pero nuestra
 intención será perfectamente legible tanto para una
 máquina como para otro ser humano.

 Ahora bien, hay altas probabilidades de que tu jefe, la
 revista académica, la burocracia, los concursos literarios y
 Todomundo sigan pidiéndote textos en Word, en Times New
 Roman a 12 pt y a doble espacio. No te preocupes. No tendrás
 que copiar y pegar ni romperte los dedos para reformatear tu
 archivo de texto plano. Hay varias soluciones. Una de ellas,
 sencilla y bonita, es instalarte Pandoc.[^9] Una vez hecho
 eso, aprenderás a darle la orden de convertir tu texto en
 cualquier formato de salida: .doc, .docx, .odt, .html, .tex,
 .pdf, .epub o lo que razonablemente quieras.

 Y eso será todo. Tu archivo de texto plano será el anillo
 que gobierne a todos tus archivos de salida.

 En el camino, descubrirás, además, que es imposible ser
 desordenado en texto plano. Cada jerarquía de título, cada
 referencia bibliográfica, cada cita, cada lista numerada
 estarán siempre en su sitio, invariable de uno a otro
 software y formato de salida.

 Y también verás que gente como George. R. R. Martin no es
 tan visionaria, sino apenas una que conoció un mundo donde
 las cosas duraban lo dictado por su uso y no por el
 envejecimiento forzado de las actualizaciones que dominan
 todo el modelo de negocio de la industria tecnológica de
 hoy. Porque no siempre es la tecnología ni la necesidad las
 que te obligan a cambiar de máquina y de herramientas, sino
 tus proveedores pasadísimos de listos.

 Es como esto: imagina, por ejemplo, que fabricaran martillos
 que sólo funcionaran con una medida rara de clavos.

 ―Uuuuy, no, para clavos de 5/11 va a necesitar la nueva
 versión del PUM 2021 –te dice el vendedor– y su martillo
 es una versión viejita de hace dos años.

 Por eso, precisamente, es una suerte que gente como Steve
 Jobs sólo surja –y tenga éxito– en la decadencia y no
 en el origen de ninguna civilización. Si dependiera de gente
 como él, un día no podrías siquiera usar la puerta para
 entrar en casa. Te quedarías en la calle (o encerrado) por
 no actualizar un pedazo de madera. Lo mismo sucedería hoy,
 si la *Epopeya de Gilgamesh*, el *Popol Vuh* o los
 *Principios de Geología* hubiesen sido escritos, fijados, en
 una computadora, en un archivo .doc. Si no tuvieras forma de
 adquirir (o «piratear», como se dice) una licencia de
 Office, tú y tu máquina no podrían acceder a ninguno de
 esos textos. O quizá ya ni existirían si un día hubiesen
 dejado de actualizar el software de tu procesador de textos.
 Y sin embargo, eso es lo que estamos enseñando en las
 escuelas y pidiendo, a diario, en los centros de trabajo.
 Quién sabe por qué.

 En cuanto a ti, lo más probable es que sigas usando tu
 máquina para casi las mismas cosas que hace veinte años; y
 que lo mismo ocurrirá en los siguientes. Tus archivos de
 texto tendrían que seguir, para entonces, tan accesibles
 como están hoy en tu actual computadora. A lo mejor, quién
 sabe, en unas décadas alguno de tus archivos de texto logre
 tener el alcance mediático de *A Song of Ice and Fire*. Pero
 para eso, primero, tu texto debería durar al menos lo mismo
 que los archivos de George R. R. Martin, en su vieja IBM de
 1987 con DOS.

 Escribe bonito. Escribe en texto plano.

 * * *

 Posdata. La belleza de la escritura en texto plano es su
 sencillez: lo único que necesitas hacer es poner las manos
 sobre el teclado y escribir (una idea que hoy suena casi
 radical). No obstante, algunas necesidades de escritura
 pueden requerir un soporte algo mayor: imágenes, estilos de
 citación, etc. Si es tu caso, dejo aquí este enlace que
 puede resultar de utilidad, en caso de que decidas mudarte al
 texto plano:

 https://programminghistorian.org/es/lecciones/escritura-sosten
 ible-usando-pandoc-y-markdown

 Y por si te lo preguntas: ya sé que tu procesador de textos
 te da la opción de guardar en texto plano. No es
 necesariamente cierto y sí una posible fuente de problemas.
 Pero puedes usar cualquier editor de texto: nano, vim,
 emacs... Ahora bien, si lo tuyo no son las curvas de
 aprendizaje y quieres seguir copiando y pegando exactamente
 del modo en que lo haces ahora, usa gedit o incluso el bloc
 de notas (notepad++). No importa qué editor uses. Un archivo
 de texto plano abrirá y funcionará exactamente igual de
 bien en cualquiera, ahora o en treinta años.


 --

 [^1]: https://bluerock.es/75512/1/wordstar.html

 [^2]: https://arstechnica.com/information-technology/2017/03/wordstar-a-writers-word-processor/

 [^3]: https://es.wikipedia.org/wiki/ASCII

 [^4]: https://ltx.blogspot.com/2007/11/he-visto-cosas.html

 [^5]: https://nokyotsu.com/latex/acentos.html

 [^6]: https://www.ionos.es/digitalguide/paginas-web/desarrollo-web/byte-order-mark/

 [^7]: https://es.wikipedia.org/wiki/UTF-8

 [^8]: https://daringfireball.net/projects/markdown/basics

 [^9]: https://pandoc.org/

--
escrito por ~alberto en texto-plano.xyz
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