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   Comiendo en 1* Michelín (texto largo)
   30 mar 2022
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   El Serbal es un restaurante santanderino que desde hace
   muchos años tiene una estrella Michelín. Antes estaba
   situado en Puertochico y ahora en El Sardinero frente a la
   mismísima playa.

   Tanto a mi como a mi pareja nos gusta la buena comida y el
   buen vino, apreciamos las sutilezas de la comida moderna,
   al menos eso pienso. El caso es que hace unos días ha sido
   mi cumpleaños y me apetecía invitarla así que reservé sin
   decirle dónde. Esta mañana fuimos, el tiempo era magnífico,
   de primavera adelantada, y paseamos unos momentos antes de
   ir. Muy agradable.

   A ella le gustó de entrada el sitio, lo conocía y le
   agradó que la invitase allí. Antes estaba situado en la
   zona vieja de Santander, en Puertochico pero ahora está en
   plena playa del Sardinero (antiguo Cormorán), está decorado
   discretamente con grandes ventanales a la playa se estaba
   muy bien, la verdad.

   Cuando entramos elegimos una de las mesas dispuestas para dos,
   al rato se acercó nuestra camarera que nos ofreció una copa
   de cava. No soy muy aficionado a este vino, la verdad, tomé
   uno rosado que no me produjo ninguna sensación especial.

   Después nos ofrecieron elegir pan, tenían pan de maíz,
   blanco de trigo, de espelta, multicereales y con pipas de
   calabaza. Me gustan especialmente los últimos pero nos
   ofreció probar un poco de todos y así lo hicimos. Nos
   puso en pequeños cuencos un aceite de arbequina procedente
   de Tarragona y otro de picual procedente de Jaen, verde e
   intenso. Fuimos mojando el pan en los aceites durante la
   comida, es algo que realmente me gusta.

   Al poco nos ofrecieron elegir lo que íbamos a comer,
   la carta como no hay que leerla escaneando el código QR
   que te ofrecen. Como tenía yo pensado mi chica estuvo de
   acuerdo en que probáramos el menú de degustación (tienen
   uno llamado gastronómico más tradicional) que constaba
   de siete platos y elegimos el maridaje de Grandes Vinos,
   compuesto por siete vinos que acompañan a los platos.

   Mi pareja es alérgica a la lactosa, cosa que había advertido
   al hacer mi reserva, esto hizo que cambiaran algunos platos
   para ella, con resultados variados como se verá.

   El aperitivo de cortesía se sirve encima de unos huevos de
   piedra, son tres pequeñas galletas, tres bocados realmente,
   no recuerdo lo que tenía la primera aparte de una galleta
   muy fina con forma de rejilla, la segunda llevaba cebolla
   encurtida como la que hacemos en casa y carne de vaca tudanca,
   la tercera sobre una pequeñísima tortilla de maíz tenía
   anchoa y en mi caso pequeñas cantidades de queso. Buen
   sabor todo, especialmente intensa la anchoa. Acompañó de
   nuevo cava lo que como dije no me vuelve loco.

   El primer entrante no sé como definirlo, está compuesto por
   almejas, caracolillos y navajas con pequeños toques florales
   y de salsas muy sutiles.  Nos trajeron una sidra de Cantabria
   (Somarroza) selección especial que nos ponderaron mucho,
   hemos bebido sidra en Asturias, en Cantabria y en el País
   Vasco y esta realmente nos resultó insípida y así se lo
   dijimos a la camarera cuando nos preguntó. Se disculpó. A
   mi chica le pusieron unos langostinos en salsa oriental que
   estaban muy buenos también.

   El segundo entrante era una goyza rellena de secreto ibérico
   con un langostino por encima y salsa de rape. Rico, sin
   más. El vino era un blanco que se embotella especialmente
   para el restaurante, no recuerdo mucho de él, era muy
   dulce para mi gusto (muy aromático insistía la camarera)
   aunque no iba mal del todo con el plato y como tampoco había
   estado muy contento con el anterior la camarera me ofreció
   una copa de Albariño que no decepcionó.

   Aquí hubo una especie de descontrol. Nos trajeron un pinot
   noir que la camarera defendió que era adecuado para el
   pescado por su toque ácido.  Entonces vimos al sumiller
   hablando con la camarera y se acercó para decirnos que se
   habían equivocado y nos estaban sirviendo el maridaje básico
   (aquí ya nos empezó a cuadrar todo un poco, no parecían
   "Grandes Vinos"), que corregían a partir de ese momento y
   que por supuesto nos compensarían en el precio.

   Salió entonces una versión moderna del cocido, pequeñas
   cantidades de todo sólo toques en forma de puré de garbanzos
   y berza, el compango dentro de un ravioli y un caldo delicioso
   por encima haciendo las veces de la clásica sopa. Esto
   realmente me gustó, además el sumiller nos ofreció un
   palo cortado muy bueno, me costó un poco empezarlo por el
   grado alcohólico que tiene más el sabor penetrante pero
   acabó amalgamándose muy bien con el cocido. Interesante.

   Después apareció el primer plato principal, lubina, un
   pequeño taco maravillosamente cocinado, posiblemente a
   baja temperatura con la piel crujiente y deliciosa. Además
   el vino, un chardonnay de Enate llamado "Uno" del año
   2013. Complejísimo, muy interesante y no hubiéramos dicho
   que era chardonnay a ciegas. Hay que decir que te ofrecen
   repetir de los vinos que más te gusten cuanto quieras. Según
   el sumiller es posiblemente el vino blanco más caro de
   España. Conocíamos el Enate 234 pero no este. Chapeau.

   El segundo plato principal es presa ibérica, un buen bocado
   cubierto con panko y tinta de calamar con lo cual parece
   chamuscado. Lo acompañaba una fina tira de ajo negro y
   un puré...no recuerdo de qué. Una carne maravillosa y
   unos sabores emocionantes diría yo. El vino era Cabernet
   Sauvignon, otra vez que acertaban con una de mis uvas
   favoritas, no recuerdo el enólogo del que nos contó
   bastantes cosas ni la zona, no me preocupa mucho porque
   será raro que vuelva a beberlo, espléndido también en
   aroma y sabor.

   El primer postre era un helado de queso con una galleta de
   pimienta (no sabía a pimienta) gelatina de uvas y uvas pasas
   doradas. A mi pareja le pusieron frutas variadas. El vino si
   lo recuerdo un Sauternes, una primera vez para los dos, el
   sumiller nos habló ampliamente sobre la podredumbre noble,
   venía en una botella enorme y nos dijo entre otras cosas
   que se conservaba casi indefinidamente. Es un vino dulce
   pero diferente a otros vinos de pasas, Pedro Ximenez...que
   conocemos. Nos gustó bastante.

   El segundo postre era una crema de orujo (aceptable), crema
   de café (muy buena) y chocolate (tan delicioso que daban
   ganas de llorar). Lo acompañamos de un oporto Tawny de 20
   años (o cuyas uvas más jóvenes tenían 20 años según
   nos explicaron). Muy bueno pero no le saco gran diferencia
   con otros más modestos que he probado excepto en el color,
   un tono como de brandy muy llamativo. Mi pareja de nuevo tuvo
   fruta (una especie de piña colada). Al final de la comida
   le dijo a la camarera que con la cantidad de productos sin
   lactosa como nata, mantequilla, queso etc no le parecía
   lógico ofrecer fruta y más fruta.  Dijeron que tomarían
   nota de nuestra sugerencia para decírselo a la especialista
   de los postres (que estuvo en Masterchef nos dijeron, cosa
   que no nos impresionó demasiado por alguna razón).

   Después nos ofrecieron café que un camarero hacía ante
   los clientes por un sistema de sifón, elegí un café
   de Etiopía pues había probado uno delicioso en Madrid
   con esa procedencia hacía unos meses. Debí haber pedido
   un expresso, no estaba malo pero...faltaba sabor para mi
   gusto, más parecido a un té que a un café. Por cierto,
   caro incluso para el sitio que es.

   Y hablemos de la cuenta, nos cobraron el maridaje como
   si hubiera sido el básico, un detalle después de la
   equivocación. Pagué lo que me parece razonable por el nivel
   de muchos de los vinos y comidas, no fue barato pero contaba
   con ello. ¿Repetiría? No con ese menú. Creo que tiene
   altos y bajos y no es una experiencia constante de placer
   como esperaría, creo que en el restaurante de Jaime Uz en
   Ribadesella hemos comido mejor. A veces las esperas entre
   platos son un poco largas aunque el servicio es muy bueno.