MAC�AS, EL �MILAGRO� DE GUINEA ECUATORIAL
  Juan Goytisolo
  2001/12/05

  La reciente ca�da de las dictaduras esperp�nticas de Am�n Dad� y Anastasio Somoza, y la delicada situaci�n en que
  actualmente se halla el ubuesco emperador Bokassa por haber celebrado a su manera el a�o internacional de la infancia,
  han desviado una vez m�s la atenci�n de los medios informativos de la brutal realidad de otra tiran�a
  proporcionalmente quiz� m�s opresiva y sanguinaria que aqu�llas: la que sobre los antiguos territorios espa�oles del
  golfo de Guinea ejerce el autotitulado ��nico milagro� y presidente vitalicio de los mismos, Mac�as Nguema.

  Desde que el gobierno franquista, por instrucciones del almirante Carrero Blanco, prohibi� toda referencia al asunto,
  calific�ndolo de �materia reservada�, la tragedia del pueblo de Guinea Ecuatorial permanece envuelta en un denso e
  inexplicable silencio. Tras la muerte de Franco y el levantamiento de la prohibici�n en octubre de 1976, la prensa
  espa�ola reci�n liberada se abalanz� bruscamente sobre el tema: el tiempo necesario para sacar a la luz p�blica el
  papel desempe�ado en �l por Antonio Garc�a Trevijano y hundir para siempre sus aspiraciones de protagonismo pol�tico.
  Una vez logrado esto, pese a la publicaci�n de documentos irrefutables y testimonios atroces -bastar�a con recordar
  los libros de Mitongo (Guinea: de colonia a dictadura), Ndongo Bidyogo (Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial), R.
  Garc�a Dom�nguez (Mac�as: la ley del silencio) o Rafael Fern�ndez (Guinea, materia reservada), la suerte de nuestros
  colonizados y ex compatriotas ha dejado de interesar a la clase pol�tica espa�ola y en especial a nuestros partidos de
  izquierda. Como en el caso de los palestinos, eritreos, camboyanos y un largo etc�tera, su causa no es pol�tica ni
  electoralmente rentable. S�lo aquellos pa�ses o movimientos de liberaci�n que disponen de columnas blindadas y
  disfrutan de la protecci�n de una gran potencia o de los beneficios de los petrod�lares logran movilizar las
  conciencias y los aparatos de propaganda. Guinea Ecuatorial no es v�ctima de una dictadura sostenida por el
  imperialismo norteamericano, ni los grupos de oposici�n a Mac�as pueden permitirse el lujo de invitar a visitar campos
  de refugiados, a costa de un rico e interesado vecino, a numerosas delegaciones extranjeras. Contrastando con su
  ritual apoyo propagand�stico a causas m�s �tiles, la actitud del PSOE y PCE tocante a Guinea Ecuatorial ha sido y
  sigue siendo de un desapego e indiferencia chocantes. El genocidio real -no imaginario- del pueblo ecuatoguineano no
  suscita ninguna campa�a de solidaridad y simpat�a. Seis mil refugiados ap�tridas viven entre nosotros en condiciones a
  menudo angustiosas sin que los habituales capitalizadores de dramas ajenos eleven la voz para atraer la atenci�n sobre
  su miseria y apuros. Como en tiempos de Franco, Guinea Ecuatorial es materia reservada para un pu�ado de
  especialistas. Nos encontramos una vez m�s ante un caso flagrante de humanitarismo selectivo.

  Las denuncias de Amnist�a Internacional, de las asociaciones de derechos humanos de Suiza y B�lgica, el expediente
  abrumador de la Anti Slavery Society londinense sobre el trabajo forzado y, m�s recientemente, el extenso y detallado
  informe de Robert Klinteberg patrocinado por el International University Exchange Fund con sede en Ginebra trazan un
  cuadro sobrecogedor e irrebatible de la vida y muerte diarias de los pueblos sometidos anteriormente a nuestro yugo
  colonial. Incomprensiblemente, la mayor�a de dichos documentos -en especial la valios�sima obra de Klinteberg
  Equatorial Guinea. Macias Country- no han sido traducidos siquiera a nuestra lengua. A fin de paliar este imperdonable
  �olvido�, tratar� de resumir algunos aspectos de los mismos, cuyo contenido evoca a veces el horror de las pesadillas
  goyescas y las farsas grotescas de Valle-Incl�n.

  El nacimiento del movimiento independentista de Guinea Ecuatorial se remonta a los a�os cincuenta. Su emergencia
  provoc� la reacci�n inmediata de las autoridades espa�olas y sus l�deres fueron asesinados, como Enrique Nv� y Acacio
  Ma��, o se vieron obligados a exiliarse.

  A fines de esta d�cada se crean en Gab�n dos agrupaciones patri�ticas. El IPGE (Idea Popular de Guinea Ecuatorial) y
  el MONALIGE (Movimiento de Uni�n Nacional de Guinea Ecuatorial), dirigida esta �ltima por Atanasio Ndongo. Ambos
  grupos defendieron en 1962 ante el comit� de descolonizaci�n de la ONU la causa independentista de su pa�s y fueron
  tildados de comunistas por los servicios de propaganda del R�gimen. Sacudido por el vendaval descolonizador, el
  gobierno franquista se vio precisado no obstante a mudar de estrategia: tras haber concedido a los guineanos la
  nacionalidad espa�ola, decidi� instaurar un gobierno aut�nomo en los territorios del golfo y en 1963 someti� su
  proyecto a referendo. El resultado de �ste, aunque favorable a la nueva imagen que promueve Espa�a, descubre los
  tensiones existentes entre las diferentes etnias de los territorios: mientras los fang de r�o Muni votan en favor de
  la autonom�a propuesta, la poblaci�n de Fernando Poo, compuesta principalmente de bubis y mestizos fernandinos, se
  manifiesta contra ella, temerosa de caer bajo el dominio fang. Con el apoyo de las autoridades hispanas se funda un
  tercer partido, el MUNGE (Movimiento de Uni�n Nacional de Guinea Ecuatorial), dirigido por Bonifacio Ond� Ed�, quien,
  como los l�deres del IPGE y MONALIGE, pertenece a la etnia fang. En 1964, Franco nombra a Bonifacio Ond� Ed� jefe del
  gobierno aut�nomo y el cargo de vicepresidente cae en manos de un tal Francisco Mac�as Nguema, igualmente fang, que
  hab�a hecho hasta entonces una oscura carrera de funcionario a la sombra de la administraci�n colonial. Con todo, la
  estrategia neocolonialista fracasa. Despu�s de la visita de una comisi�n de la ONU, el gobierno franquista acepta la
  convocatoria de una conferencia constitucional destinada a discutir la futura independencia de los territorios. Dicha
  conferencia concluy� en 1968 con la aprobaci�n del proyecto por la mayor�a de los delegados ecuatoguineanos. Conforme
  a aqu�l, el presidente debe ser democr�ticamente elegido cada cinco a�os y, a fin de evitar la dominaci�n abusiva de
  un clan, el presidente y vicepresidente han de pertenecer a etnias distintas. Una asamblea de treinta y cinco
  diputados -diecinueve de r�o Muni, doce de Fernando Poo y cuatro de las islas menores de Annobon y Corisco- y un
  consejo -integrado por miembros de diferentes etnias- supervisan los poderes ejecutivos del presidente de la
  Rep�blica. El proyecto se somete a refer�ndum en agosto de 1968. lo sostienen el MUNGE de Ond� Ed�, el MONALIGE de
  Atanasio Ndongo y la Uni�n bubi de Edmundo Bosio. Tan s�lo se manifiesta contra �l Mac�as Nguema, quien, en contraste
  con la docilidad de que hab�a dado muestra hasta entonces, lo acusa violentamente de perpetuar los intereses del
  neocolonialismo. Aunque aprobado por un treinta y seis por ciento de la poblaci�n, el resultado constituye un �xito
  para Mac�as.

  Un mes y medio despu�s se celebran las primeras y �ltimas elecciones libres de Guinea Ecuatorial. Concurren a ellas
  Mac�as Nguema, Ond� Ed�, Atanasio Ndongo y Edmundo Bosio. Mac�as -siempre con una plataforma anticolonialista m�s
  radical que la de sus rivales- obtiene una mayor�a relativa en la primera vuelta, sobrepasando ligeramente al
  candidato favorito de los espa�oles Ond� Ed�. Aconsejado de su fact�tum Trevijano, pacta con Atanasio Ndongo y Edmundo
  Bosio, prometi�ndoles respectivamente la cartera de Asuntos Exteriores y la vicepresidencia de su futuro gobierno, y
  con el apoyo de �stos obtiene el sesenta y ocho por ciento de los votos. Al proclamarse la independencia el 12 de
  octubre, Mac�as asume no s�lo la presidencia sino el Ministerio de Defensa y el mando de la guardia nacional. Apenas
  instalado en el cargo, corren insistentes rumores de una intentona golpista por parte del candidato derrotado.
  Temiendo por su vida, Bonifacio Ond� Ed� intenta refugiarse en Gab�n, pero el presidente gabon�s Omar Bongo le fuerza
  a regresar a su pa�s. El l�der del MUNGE es detenido en el aeropuerto de Santa Isabel. Encarcelado por orden de
  Mac�as, morir� asesinado meses m�s tarde en la que pronto ser� tristemente famosa prisi�n de Blabich.

  La fase de gobierno constitucional de Mac�as fue de breve duraci�n. A primeros de 1969, a ra�z de su enfrentamiento
  con representantes de la administraci�n franquista, sus partidarios emprenden una campa�a de agresi�n indiscriminada
  contra los espa�oles. El gobierno de Madrid decide el env�o de doscientos y pico guardias civiles para proteger sus
  vidas y asegurar su evacuaci�n. A su regreso de Addis Abeba, en donde asistieron en febrero a la asamblea de la OVA,
  el ministro de Asuntos Exteriores Atanasio Ndongo y el representante ecuatoguineano en la ONU Saturnino Ibongo hacen
  una breve escala en Madrid. De vuelta a Fernando Poo, tratan de resolver el contencioso entre los dos pa�ses por la
  v�a de la negociaci�n, pero son convocados inmediatamente a Bata por el presidente. Simult�neamente, �ste anuncia la
  existencia de un compl� para derrocarle encabezado por Ndongo. Seg�n la versi�n oficial del �compl�, el l�der del
  MONALIGE, al verse descubierto, trat� de resistir y se arroj� por una ventana de palacio. Testimonios posteriores
  indican que fue precipitado desde ella por la guardia de Mac�as y falleci� poco despu�s en la c�rcel.

  El presunto golpe fallido desencaden� una primera oleada de terror -un terror que, desde entonces, no ha cesado nunca.
  Todos los funcionarios cercanos a Ndongo fueron detenidos y la mayor parte de ellos murieron torturados antes de pasar
  a juicio. Saturnino Ibongo �se suicid� oficialmente en prisi�n, la mujer de Ndongo -una pariente del l�der
  revolucionario camerun�s F�lix Moumie- fue torturada y rematada p�blicamente en el centro de Santa Isabel. Entre las
  personalidades encarceladas se hallaba Enrique Gori, vicepresidente del Consejo Provincial de Fernando Poo, y Armando
  Balboa, secretario general de la Asamblea Nacional. Los supervivientes de esta primera hornada fueron juzgados en
  diciembre de 1970 por un tribunal militar sin que tuvieran la menor posibilidad de defenderse e incluso aquellos que
  salvaron la cabeza en el proceso fueron asesinados posteriormente en la c�rcel: el m�s conocido de ellos, Enrique
  Gori, pereci� de manos de un guardia a golpes de machete en junio de 1972. Detalle particularmente macabro: seg�n el
  Financial Times del 17 de febrero de 1970, las v�ctimas del compl� �fueron ahorcadas a los compases de Mary Hopkins
  cantando Those were the days transmitidos por los altavoces�...

  El �golpe fallido� de 1969 permiti� desembarazarse a Mac�as de las �ltimas trabas constitucionales. El sistema
  pluripartidista, declar�, era contrario a la idiosincrasia y tradiciones del pa�s y anunci� su sustituci�n por el PUN
  (Partido �nico Nacional), bautizado m�s tarde PUNT (Partido �nico Nacional de Trabajadores), para congraciarse con los
  pa�ses del campo �socialista�. Paralelamente, el movimiento oficial Juventud en Marcha con Mac�as se convirti� en su
  principal instrumento de control. A partir de entonces, todos los ecuatoguineanos deben formar parte obligatoriamente
  del mismo. Aunque la constituci�n de 1968 permaneci� en vigor hasta 1973, era ya letra muerta desde 1969.

  En 1971 un decreto presidencial castiga con penas de seis a doce a�os el delito de �insultos al presidente� y la
  �conspiraci�n� contra su poder con la pena de muerte. Dada la gran imprecisi�n de ambas figuras delictivas, su �mbito
  puede afectar a la totalidad de la poblaci�n ecuatoguineana: el simple hecho de no agasajar a las personalidades
  oficiales o no comparecer a las manifestaciones organizadas por �stas equivale a mostrarse �descontento�. Y por orden
  expresa de Mac�as, los descontentos tienen que ser implacablemente barridos.

  En 1972 Mac�as fue nombrado �presidente vitalicio de la Rep�blica de Guinea Ecuatorial�, �general mayor de los
  ej�rcitos nacionales�, �gran maestro de educaci�n, ciencia y cultura�, etc.: la lista completa de sus t�tulos
  -cuarenta y seis- llenar�a una holandesa a doble espacio. Su denominaci�n oficial pasa a ser la de ��nico milagro�, y
  la de su progenitor, �su santo padre�. Coincidiendo con su enfrentamiento con la jerarqu�a eclesi�stica, el Partido
  �nico divulg� masivamente la consigna �no hay m�s dios que Mac�as�. El catecismo del PUNT le compara al Mes�as jugando
  con la similitud de las dos palabras. La frase �Dios cre� Guinea Ecuatorial gracias a Mac�as. Sin Mac�as, Guinea
  Ecuatorial no existir�a� pas� a formar parte de los servicios religiosos cat�licos so pena de expulsi�n o
  encarcelamiento de los sacerdotes recalcitrantes. El tercer congreso anual del PUNT aprob� en 1973 la nueva
  Constituci�n redactada por Garc�a Trevijano, que -como la estalinista de 1936- garantiza �la libertad y dignidad
  plenas del hombre�, los derechos de reuni�n y asociaci�n, las libertades de religi�n, prensa, conciencia, etc�tera. En
  realidad, los poderes omn�modos de Mac�as salen reforzados y el art�culo 63 le confiere el poder de nombrar y
  destituir jueces.

  El supuesto complot de 1969 es el primero de una larga serie de �golpes fallidos�, en su mayor parte fraguados por el
  propio Mac�as o inventados por �l a ra�z de alguna de sus visiones sobrenaturales (fruto, probablemente, de su consumo
  habitual de las drogas locales denominadas iboga y bhang). Dichas �tentativas de subversi�n� abortadas presentan una
  doble ventaja: por un lado, le permiten desembarazarse de sus enemigos reales o imaginarios; por otro, y ello es
  sumamente importante si tomamos en consideraci�n los factores �tnico-culturales del pueblo ecuatoguineano, le aureolan
  de un nimbo de invulnerabilidad. Como se�ala Klinteberg, el emblema del PUNT es el tigre, �un animal mort�fero,
  m�tico, inmortal, que se alimenta de carne y sangre�. Seg�n la superstici�n popular, si un grupo de personas intentara
  agredirle, Mac�as no tendr�a sino que hablar con la voz del tigre para que �ste apareciera instant�neamente en su
  defensa y aniquilara a sus adversarios.

  La represi�n anterior a 1972 afect� principalmente a los seguidores o simpatizantes de Ndongo y Ond� Ed�: varios
  centenares de personas fueron detenidas y asesinadas por el simple hecho de haber participado en la campa�a electoral
  de aqu�llos o haber votado por sus candidaturas. En marzo de 1971 Mac�as descubre un segundo �compl�. Alguien, al
  parecer, habr�a escrito un panfleto en el que se exhortaba a los miembros de los servicios de seguridad a sublevarse
  contra el presidente. El ministro de Salud P�blica, Pedro Ekong Andeme, y el de Justicia, Rafael Momo Bocara, fueron
  detenidos y encarcelados, si bien el primero consigui� evadirse en 1975 y hallar refugio en Camer�n. Seg�n fuentes
  fidedignas, gran parte de las v�ctimas de esta redada se �suicidaron� o fueron asesinadas en sus celdas. Pedro Ekong
  Andeme afirma que entre 1971 y 1975 asisti� personalmente al apaleamiento y muerte de ciento cincuenta y siete de sus
  compa�eros. En la fiesta de Corpus de 1971 -coincidiendo con la ejecuci�n masiva de presos de la c�rcel de Bata en un
  lugar denominado Ngolo Ayob- el ex presidente de la Asamblea Nacional durante el per�odo del gobierno aut�nomo,
  Federico Ngomo Mandongo, que permanec�a encarcelado sin acusaci�n alguna, fue sacado de aqu�lla y asesinado a
  machetazos.

  De los doce ministros que compon�an el primer gabinete de la independencia, diez fueron ejecutados por orden del
  presidente. El dirigente bubi Pastor Torao Sikara muri� de sed en la c�rcel de Bata, seg�n testimonio de Ndongo. Otro
  de los fundadores de la Uni�n bubi falleci� de gangrena despu�s de que le arrancaran los ojos (Historia y tragedia de
  Guinea Ecuatorial).

  En junio de 1974 Mac�as aplasta una nueva conjura. Conforme a la versi�n oficial, m�s de un centenar de presos de la
  c�rcel de Bata habr�an planeado la fuga de acuerdo con un movimiento de oposici�n creado en el exilio. Al verse
  descubiertos, los supuestos l�deres de la tentativa �se suicidan�. Entre los �suicidas� figura el ex ministro de
  Justicia Rafael Momo Bocara (detenido desde el �compl� de 1971), el ex ministro de Industria Ram�n Borico Toichoa y
  el doctor Manuel Combe, ex director de Salud P�blica. Cuando los ciento catorce supervivientes comparecen ante el
  tribunal, presentan huellas visibles de los malos tratos que les han sido infligidos. Todos recibieron sentencia de
  muerte, aunque s�lo veintisiete fueron pasados por las armas: los restantes fallecieron en prisi�n, probablemente a
  consecuencia de torturas.

  Al proclamarse la independencia en 1968, Guinea Ecuatorial pose�a uno de los mayores �ndices de renta per c�pita del
  continente africano. A decir verdad, su desarrollo econ�mico se hab�a concentrado en la isla de Fernando Poo y se
  deb�a principalmente a la exportaci�n de cacao procedente de las plantaciones explotadas por los espa�oles y cuya mano
  de obra era de origen nigeriano. Seg�n estad�sticas de la ONU de 1967, Guinea Ecuatorial exportaba treinta y ocho mil
  toneladas de cacao por valor de 25.438.000 dolares, ocho mil toneladas de caf�, trescientos veinticinco mil metros
  c�bicos de madera, casi tres mil toneladas de aceite de palma, etc�tera. La FAO estimaba por su parte que la industria
  pesquera produc�a aproximadamente mil toneladas de pesca anuales, una cantidad insignificante si se la compara con las
  doce mil toneladas de pesca en peque�a escala, en canoa, destinada en general al mercado interno (el consumo por
  cabeza de pescado era de cuarenta y seis kilos, uno de los m�s altos del Tercer Mundo).

  Con la llegada al poder de Mac�as, la econom�a se desploma. La exportaci�n de cacao descendi� a veintid�s mil
  toneladas en 1971 y a diez mil en 1974. Aunque resulta imposible obtener estad�sticas oficiales, los expertos de la
  firma Gill and Duffus calculan que la cifra actual se sit�a alrededor de las dos mil trescientas cuarenta toneladas.
  Seg�n testimonio directo de Klinteberg -uno de los rar�simos observadores extranjeros que hayan podido visitar
  Fernando Poo-, las extensas plantaciones que rodeaban anta�o la capital desaparecieron por falta de cultivo. La
  producci�n de la industria maderera pas� de los trescientos y pico mil metros c�bicos de antes de la independencia a
  veinte mil en 1971. Con posterioridad, esta cifra baj� a�n, pese a los esfuerzos del consorcio francosuizo Compagnie
  Foresti�re.

  En 1975, mientras Mac�as asist�a a una reuni�n de la uni�n aduanera y econ�mica de �frica central celebrada en
  Camer�n, recibi� una llamada telef�nica comunic�ndole que uno de sus infinitos retratos pegados en las paredes de
  todas las ciudades y aldeas ecuatoguineanas, un retrato colocado precisamente en la puerta del domicilio del ex
  vicepresidente de la Rep�blica y ex l�der de la Uni�n bubi, Edmundo Bosio, hab�a sido desgarrado. Inmediatamente
  abandon� la reuni�n de jefes de Estado y, de regreso a Malabo, convoc� una asamblea popular de la secci�n femenina del
  PUNT en el centro de recreo de trabajadores. Conforme a un testigo directo, citado por Klinteberg, el presidente
  apareci� ante aqu�lla en un estado de gran excitaci�n y pronunci� un discurso violento e incoherente. �Me han
  informado de que mi retrato ha sido destruido, y ello es intolerable. Nadie tiene el derecho de rozarlo con un dedo. Y
  yo les pregunto: �Qu� debo hacer con la persona que ha destrozado mi imagen?�. Las mujeres gritaron. ��Matarla!�. Poco
  despu�s, Edmundo Bosio apareci� muerto. Oficialmente se trataba de un nuevo suicidio. En mayo de 1976 el gobernador
  del banco central de Guinea Ecuatorial, Jes�s Buendi Ndongo, fue detenido con la acusaci�n de haber intentado fugarse
  del pa�s con una gran cantidad de dinero. Para arrancarle la confesi�n, sus torturadores le rompieron los brazos y le
  quemaron los ojos y el cuero cabelludo, pero no fue fusilado p�blicamente sino un a�o despu�s, en los alrededores de
  Bata, en compa��a de otros veintisiete condenados entre los que figuraba el ex ministro de Finanzas Nku Ivasa.
  Consiguientemente, su aldea natal fue destruida y sus habitantes murieron apaleados.

  El �ltimo �golpe fallido� se remonta a noviembre de 1976, fecha en que varios miembros del gobierno criticaron al
  parecer ante el propio presidente algunos aspectos de su pol�tica. Por toda respuesta, Mac�as orden� su detenci�n y
  encarcelamiento. Entre las v�ctimas de la nueva �conspiraci�n�, se hallaba el vicepresidente en funciones desde 1974,
  Miguel Eyadegue. Seg�n las informaciones filtradas al exterior, nueve ex funcionarios gubernamentales fueron
  asesinados poco despu�s en la c�rcel y el ex inspector general de polic�a Guillermo Nsegn Esono habr�a puesto fin a
  sus d�as �de forma voluntaria�.

  Aunque la lista de �compl�s� parece moment�neamente interrumpida hasta la revoluci�n de palacio del pasado 3 de
  agosto, el terror y persecuci�n sistem�ticos a que vive sometido el pa�s contin�an: en marzo de 1977, por ejemplo, los
  habitantes de las aldeas de Mba y Ekoteke fueron masacrados por la guardia nacional en un acto de represalia
  colectiva. Dicha pol�tica -resumida en el lema �contra la violencia reaccionaria, la violencia revolucionaria� fue
  ratificada oficialmente por Mac�as con motivo del d�cimo aniversario de la independencia ecuatoguineana, cuando
  advirti� a la polic�a y guardia nacional de los peligros de una nueva conjura y aconsej� el empleo preventivo de
  t�cticas de tierra quemada.

  A lo largo del libro, Robert Klinteberg acumula pruebas irrefutables de los asesinatos y torturas cometidos al socaire
  del r�gimen judicial de Mac�as. Las c�rceles de Bata y Blabich, en Malabo, son tristemente c�lebres por los
  �interrogatorios� de los presos. Entre los m�todos de arrancar la confesi�n destacan los conocidos por �balanceo�,
  colgadura, tablillas, grilletes y �rombo�. Gran parte de ellos fueron introducidos entre 1972 y 1974 por los polic�as
  et�opes encargados de la seguridad del presidente. Las torturas de los presos de Blabich se llevan a cabo en presencia
  de los tres hombres clave del r�gimen de Mac�as: el comandante Teodoro Obiang Ngema, jefe de la casa militar de Su
  Excelencia, primo de Mac�as y actual presidente del Consejo Militar Revolucionario que acaba de derribarle; el
  vicepresidente, Bonifacio Nguema Esono, igualmente familiar de Mac�as, y el comandante de la polic�a armada, Carmelo
  Bico. Dichas sesiones minuciosamente descritas por algunas de las v�ctimas concluyen a menudo con la muerte del
  interrogado.

  �La noche es el tiempo habitualmente preferido para los interrogatorios y siempre para las ejecuciones. �stas se
  llevan a cabo en una habitaci�n adjunta a las oficinas de la c�rcel. Anteriormente los presos sol�an ser rematados de
  un disparo o por estrangulamiento, pero ahora el m�todo usual consiste en aplastarles la cabeza. El prisionero, con
  los pies atados, es arrastrado a una habitaci�n interior. All�, se le obliga a tenderse boca abajo y le destrozan el
  cr�neo con barras de hierro. El cad�ver o cad�veres permanecen abandonados in situ y son recogidos al amanecer. Tres
  delincuentes comunes tienen encomendada la tarea de limpiar con cubos de agua las manchas y residuos de sangre,
  v�mitos y masa encef�lica.

  �Con frecuencia, el cuerpo es transportado a un hospital situado a quinientos metros de la c�rcel en donde su muerte
  se atribuye a causas naturales y casi nunca es devuelto a la familia, aunque en el caso excepcional de alguna
  personalidad de renombre, aqu�lla ha logrado recuperarlo. Por lo com�n, las v�ctimas son arrojadas a un pozo, conocido
  localmente por toma, que se halla detr�s del cementerio. El veh�culo empleado para el acarreo de cad�veres es bien
  conocido y su matr�cula, con las iniciales del presidente, MNB8740, siembra el terror a su paso.�

  De acuerdo al testimonio de los raros evadidos, dichos procedimientos de justicia expeditiva son casi rutinarios. En
  circunstancias excepcionales -por ejemplo, ante el anuncio de un nuevo �compl� contra la vida de Mac�as-, el n�mero
  de v�ctimas es mucho mayor. �En 1974, treinta y seis presos de la c�rcel de Bata fueron sacados de sus celdas y
  recibieron la orden de cavar una zanja. Luego se les oblig� a meterse en ella y la zanja fue cubierta con tierra, de
  modo que tan s�lo sobresalieran sus cabezas. El d�a siguiente, testigos presenciales vieron que todos ellos, excepto
  dos, hab�an muerto, con los ojos y parte del rostro devorados por los insectos� (Klinteberg, p. 33 ).

  En un llamamiento sobre la situaci�n de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial publicado en octubre de 1978,
  Amnist�a Internacional se�ala que al menos uno de cada quinientos ciudadanos ecuatoguineanos ha sido ejecutado durante
  la pasada d�cada, la mayor�a de ellos sin juicio alguno.

  �Los mecanismos que gobiernan realmente la vida del pa�s -escribe Klinteberg- son elementales, brutales y efectivos.�
  Mac�as barri� en efecto no s�lo la estructura constitucional elaborada en 1968 sino tambi�n la tradicional democracia
  tribal fundada en la autoridad espiritual, lazos de parentesco y prestigio ganado por el propio individuo en el seno
  de su comunidad. �Los antiguos jefes y sus consejeros han sido sustituidos por militantes nombrados por Mac�as. En la
  actualidad, todo jefe quiere ser el peque�o Mac�as de su propia aldea. Si tiene ambiciones de avanzar y hacer carrera
  pol�tica, debe informar sobre los descontentos, denunciar a presuntos subversivos y prestar su apoyo incondicional al
  presidente�. Los comit�s de base del PUNT controlan rigurosamente la vida del pa�s: nadie puede abandonar su lugar de
  residencia sin un permiso especial. Si a todo ello agregamos las persecuciones de �ndole �tnica y religiosa y la casi
  absoluta desintegraci�n de la econom�a, comprenderemos f�cilmente que, como observa Klinteberg, casi �un tercio de la
  poblaci�n se haya exiliado huyendo del despotismo m�s regresivo de �frica�.