El espantoso mundo en que vivimos
=================================

Una de las mejores definiciones que he leído de la palabra "intelectual" es la
siguiente: "persona que ha estudiado más allá de sus posibilidades".

_Héctor Abad Faciolince_


Incapaz de comparar el mundo actual con el mundo de ayer, de sopesar lo ganado y
lo perdido, su obsesión consiste en la crítica escandalizada, en el moralismo
altivo, en el desprecio por cualquier progreso, por cualquier gusto o alegría,
en la convicción de que no hay criatura más repugnante que el ser humano, ni
lugar más inhóspito que la tierra.

El tipo de intelectual en el que estoy pensando es ese que se solaza en la
cultura de la queja, y para el cual la sociedad contemporánea (especialmente la
occidental) es una especie de invento del demonio: la cosa más grosera, burda e
infernal que ha existido en toda la historia del mundo. Lo moderno, para él, es
lo más violento, lo más agresivo, lo más explotador e injusto: una sociedad con
la que tendríamos que arrasar para fundar otra sobre sus ruinas. Lo peor de esta
perorata asqueada, de esta permanente indignación moral, es que esta supuesta
"élite de la inteligencia" ha logrado convencer a millones de jóvenes --como
denunciaba hace años Karl Popper-- de que vivimos en el peor de los mundos que
han existido. Cada vez encuentro con más frecuencia a jóvenes convencidos de que
reproducirse es terrible, pues van a traer nuevos seres humanos solamente a
sufrir. Y la mayoría de estos estériles voluntarios son, precisamente, los
jóvenes que más han estudiado, es decir, aquellos que más han estado expuestos a
la influencia nefasta de esa "intelligentsia" para la que los logros de la
humanidad son una mentira.

Inmunes a toda crítica y a toda lógica, no les importa que uno muestre hechos
innegables: comparar el mundo contemporáneo con un mundo sin anestesia, sin
antibióticos y sin analgésicos (creen que en un mundo "natural" no habría
enfermedades y los humanos vivirían 600 años, como los patriarcas de la Biblia).
Decir que ha habido progreso moral desde los tiempos de la esclavitud (dicen que
al esclavo de ayer se lo mimaba más que al obrero de hoy; a quienes dicen esto
deberían marcarlos con un hierro candente). Demostrar con cifras que las
expectativas de vida han aumentado exponencialmente en el último siglo solo les
produce desprecio pues lo único que hemos logrado es que ahora haya más gente.
Tampoco les parece importante que un pobre de hoy --en Colombia-- reciba una
atención médica mucho mejor que un rey del Renacimiento, ni que tenga mejor
transporte, mejor abrigo y mejores zapatos. Que la mortalidad materno infantil
--incluso entre la nobleza-- era muchísimo más alta que la de los campesinos
contemporáneos.

A estos intelectuales no se les puede decir sin escándalo que las cosas vienen
mejorando desde hace decenios en casi todo el mundo. Que la discriminación
sexual o racial era mucho peor hace 50 años ; que nunca antes los homosexuales
podían defender mejor su derecho a ser libres. Que nunca en la historia ha
habido tantas mujeres estudiando y trabajando en los puestos más importantes,
gracias --entre otras cosas-- a que existen métodos anticonceptivos y a que
ellas mismas han logrado que se las respete. También la pobreza --incluso en
Colombia-- ha venido bajando en términos absolutos y relativos en los últimos
decenios. La misma violencia, como ha demostrado Pinker para disgusto de los
intelectuales pesimistas, es en la actualidad una de las más bajas de toda la
historia humana.

Cuando uno es optimista queda como un bobo ante los intelectuales de la
indignación y de la queja. Por supuesto que nos enfrentamos a perspectivas
gravísimas (el calentamiento global es la peor de ellas), pero quizá nunca antes
la humanidad había estado mejor preparada para enfrentarlas. Por estas
convicciones es que uno puede desear, e incluso esperar, un año 2014 un poco
menos malo que este 13 que se acaba. El mundo en que vivimos es espantoso, pero
es el menos espantoso que haya habido.