El complot contra la ciencia en Venezuela
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_Edgar Cherubini_

29 de noviembre 2014

La eliminación del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, es
la noticia del momento. Sorprende que el gobierno haya tardado tanto tiempo en
tomar la decisión, pues el complot contra la ciencia en Venezuela comenzó a
gestarse en las reuniones del Foro de Sao Paulo desde 1990 y se recrudece a
partir del año 2000, cuando desde Cuba le ordenaron al régimen chavista utilizar
el mismo procedimiento contra científicos e intelectuales implementado por la
antigua URSS en los países ocupados por Esta. El método ya estaba traducido al
español en la isla y solo necesitaba ser adaptado a Venezuela. El objetivo era y
es el de borrar todo trazo de legitimidad intelectual de los subyugados.

Como el desprestigio público y el asesinato intelectual es parte del método,
encargaron a un periodista norteamericano, Patrick Tierney, militante de
izquierda, con buenos nexos académicos y acceso a importantes medios de
comunicación, que creara una matriz de opinión adversa a la ciencia en
Venezuela, con el fin de desprestigiar a conocidos científicos y académicos,
entre ellos al doctor Marcel Roche y a instituciones como el IVIC.

Como es sabido, el doctor Roche (1920-2003) fue un destacado científico, creador
del Instituto de Investigaciones Médicas, director del Instituto Venezolano de
Neurología e Investigaciones Cerebrales, Ivnic, que dio origen al Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC. Fue director de esta
institución durante 10 años como también fundador del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Tecnológicas, Conicit, y editor de la revista
Interciencia. El blanco perfecto.

La confabulación
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Todo comenzó con un memorándum incendiario que los antropólogos marxistas
Terence Turner y Leslie Sponsel dirigieron a la Asociación Americana de
Antropología en los primeros días del mes de septiembre del año 2000, y que
circuló libremente por la red provocando el estupor a quien lo leyera.  Como
parte de la trama, Turner y Sponsel denunciaban que científicos norteamericanos
y venezolanos habían realizado "experimentos fascistas" con indios yanomami,
provocando la muerte a "cientos o miles de ellos". En su comunicado expresaban
en forma panfletaria: "Esta historia de pesadilla es realmente un turbio
misterio antropológico que va incluso más allá de la imaginación de un Joseph
Conrad, aunque no, quizás, la de un Josef Mengele". El escándalo involucraba a
conocidos científicos y antropólogos, así como a diversas instituciones
científicas. El objetivo se cumplió satisfactoriamente, ya que, a partir de ese
momento, los titulares de muchos diarios en todo el mundo comenzaron a hablar de
"un genocidio de indígenas en Venezuela", "científicos aniquilaron a indígenas
en Amazonas para comprobar teoría racista", "experimentos fascistas en el
Amazonas", "yanomami usados como control de la bomba atómica" o "yanomami fueron
tratados como ratones de laboratorio". La fuente que alimentaba todas esas
informaciones era Patrick Tierney, autor de varios artículos sobre el tema que
luego compilaría en el libro "Darkness in El Dorado: How Scientists and
Journalists Devastated the Amazon", publicado meses después.

Sin ningún tipo de evidencias y entrando en el terreno de las teorías
conspirativas, Tierney describe minuciosamente las actividades de un grupo de
científicos que condujeron una investigación en el Amazonas venezolano
patrocinada por la Comisión de Energía Atómica del gobierno norteamericano, en
la cual los indígenas fueron sometidos a experimentos similares a los realizados
con los habitantes de Hiroshima y Nagasaki para estudiar la influencia de la
radiación atómica sobre los genes de los sobrevivientes. Estos supuestos
experimentos formarían parte integral del Proyecto Manhattan y habrían sido
conducidos a finales de los años sesenta, para comprobar "tesis eugenésicas"
sobre la "supervivencia del más fuerte". Tierney acusa de genocidio a James Neel
(1915-2000), una autoridad en genética, y a Marcel Roche, entre otros conocidos
científicos. Igualmente, los asocia a una trama secreta de experimentos
radiactivos con humanos, dirigidos por la Comisión de Contingencia de la Bomba
Atómica (Atomic Bomb Casualty Commission, ABCC). Asimismo, los acusa de haber
inoculado el virus del sarampión a los yanomami manipulándolos sin ningún tipo
de ética, como si fueran ratones de laboratorio y provocando muertes masivas.

Respuesta al complot
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Ante las graves y temerarias denuncias de Tierney, diversas instituciones
científicas y académicas de reconocido prestigio, tales como la Academia
Nacional de Ciencias de Estados Unidos de América, la Asociación Americana de
Antropología, la Sociedad Internacional de Genética, la Universidad de Michigan
y la Universidad de California, para citar algunas de ellas, ordenaron a sus
respectivas comisiones de ética realizar investigaciones para corroborar la
veracidad de tan graves denuncias. Sus conclusiones fueron que dichas
acusaciones y las supuestas pruebas carecían de veracidad. Bruce Alberts,
presidente de la Academia Nacional de Ciencias, NAS, consideró que el contenido
del libro de Tierney es "falso y se puede demostrar su falsedad".  Idéntica fue
la conclusión de la Comisión de Ética de la Sociedad Internacional de
Epidemiología Genética (International Genetic Epidemiology Society). A la misma
conclusión llegó el equipo médico de la Universidad de Río de Janeiro, luego de
una investigación exhaustiva conducida por el reconocido antropólogo Bruce
Albert: "El uso de la vacuna Edmonston B, que administraron Neel y Roche durante
la epidemia de sarampión entre los yanomami, no puede ser considerada
técnicamente incorrecta. Las muerte de yanomami observadas en 1968 en el río
Orinoco fueron el resultado de la epidemia de sarampión proveniente de Brasil y
no tiene relación alguna con la campaña de vacunación que Neel emprendió junto
con Roche", quienes trataron de evitar la propagación de la epidemia.

Posición del IVIC
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Luego de haber publicado artículos y haber ofrecido declaraciones a diversos
medios internacionales, el 11 de noviembre de 2000, el señor Tierney apareció en
uno de los principales diarios venezolanos declarando que "los yanomami fueron
usados como un grupo de control de la bomba atómica", acusando entre otros al
doctor Marcel Roche. Esta patraña fue rebatida y aclarada por el doctor Egidio
Romano, en una ponencia presentada ante la Asociación Americana de Antropología,
AAA. "El principal interés del doctor Roche eran las investigaciones sobre las
hormonas tiroideas y el metabolismo del yodo (…) Marcel Roche junto a otro
distinguido médico venezolano, Francisco de Venanzi, comenzaron por estudiar el
consumo de yodo de la glándula tiroidea en 1954. Las principales líneas de
investigación fueron la anemia por desnutrición, el bocio endémico, la diabetes
y enfermedades parasitarias (…) El doctor Roche y sus colegas fueron quienes por
primera vez utilizaron radioisótopos con fines médicos en Venezuela.  El doctor
Roche decidió estudiar la deficiencia de yodo, la causa más común de bocio
endémico en el país. En primer lugar, estudió la absorción de yodo radioactivo
en la población normal, eutiroidea, de Caracas, y en 1954-1955 condujo un amplio
estudio en los Andes venezolanos donde había muchos pueblos donde el bocio era
la regla y no la excepción. Debido a lo remoto y aislado de la región amazónica,
era lógico realizar estudios similares entre sus indígenas. En 1959, realizó un
primer estudio entre las tribus maquiritare y guajaribo (sanema-yanomami) del
Alto Ventuari. Este estudio se extendió hasta la región del río Mavaca. En el
año 1968, como parte de la misma expedición de Neel, el doctor Roche extendió su
estudio de absorción y excreción de yodo a los yanomami de la región de Ocamo
(…) En todos estos estudios utilizó de 5 a 30 microcuríes para determinar la
absorción de yodo y en algunos casos 100 microcuríes para estudios cinéticos".

El doctor Egidio Romano continúa: "Fueron precisamente los estudios del doctor
Roche los que ayudaron a establecer un programa nacional para la prevención del
bocio mediante el suplemento de yodo en la sal de mesa. ¿Fue entonces criminal
el uso de yodo radioactivo? ¿Es correcto decir que los yanomami fueron
utilizados como conejillos de indias tal como declaró el señor Tierney para un
periódico venezolano?".

La respuesta de otro grupo de científicos venezolanos a las falsas acusaciones
de Tierney apareció publicada en la prestigiosa revista Science (febrero 2001),
bajo el título "Venezuelan Response to Yanomamo Book" (Respuesta venezolana al
libro sobre los yanomami). Está firmada por científicos de primera línea tales
como Virgilio Bosch, Luis Carbonell, Eduardo Coll, Gabriel Chuchani, Miguel
Laufer, Miguel Layrisse, Jorge Vera, Gloria Villegas y Raimundo Villegas.

Satanización de la ciencia --------------------------

En 1990 el Foro de Sao Paulo, la nueva internacional comunista en el hemisferio
occidental, promovida por Cuba, decidió asumir las luchas de los pueblos
latinoamericanos bajo nuevas modalidades, entre otras, la de fomentar
movimientos políticos por los derechos de los indígenas y la promoción del
separatismo étnico, cobijándolos bajo la premisa ideológica de una
identificación panindígena, opuesta a Occidente. Para eso, contactaron a
diversos antropólogos dentro de las universidades latinoamericanas,
norteamericanas y europeas para impulsar una nueva "antropología crítica",
"progresista", "comprometida" o "militante", en contraposición a la ciencia y a
la antropología académica tradicional.

Desde entonces, muchas disciplinas académicas, padecen los embates de una "nueva
inquisición", esta vez contra la ciencia, emprendida por la llamada "izquierda
posmodernista" o "deconstruccionista". Esta nueva visión de la ciencia
argumenta, entre otras cosas, que no hay tal "observación objetiva, que los
hechos son elaboraciones políticas y que la ciencia es un instrumento de
opresión".

Paul Groos, de la Universidad de Virginia, abordó el problema sin ambages en el
libro Higher Superstitions: The Academic Left and Its Quarrels with Science,
1994, John Hopkins University Press. Allí evalúa el impacto de los movimientos
anticientíficos en las universidades norteamericanas. En un artículo titulado
"Exorcizando la sociobiología" ("Exorcising Sociobiology", The New Criterion,
04/02/2001), Gross alude a los antropólogos culturales anticientíficos afirmando
que sus puntos de vista, métodos y procedimientos tienen un parecido asombroso
con la práctica medieval del exorcismo: expulsar el espíritu maligno, a Satanás,
del grupo, utilizando medios mágicos, sobrenaturales y severos. En este caso,
Satanás es el método científico o cualquiera que utilice el método científico
para explicar lo que ocurre en el mundo externo. Gross concluye que el efecto
neto de las acusaciones de Tierney es el de hacer daño a investigadores y
obstaculizar la entrada de científicos para realizar estudios de campo en el
Amazonas, citando específicamente la prohibición del gobierno de Venezuela sobre
la realización de investigaciones en territorio yanomami.

Indígenas versus científicos
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Patrick Tierney y sus asociados nacionales e internacionales, que de alguna
manera estarían confabulados para privilegiar ciertos intereses en las selvas
amazónicas, se anotaron un triunfo al provocar en los indígenas y en la opinión
pública global un sentimiento de animadversión contra los científicos
venezolanos. Sus temerarias acusaciones, cuya trama estaba basada en ficciones,
en testigos inexistentes, en la falsificación de testimonios y datos, así como
en las intrigas de una guerra sucia desatada en la academia por un movimiento
anticientífico alentado por antropólogos y científicos marxistas, lograron su
objetivo, que era el de expulsar a los científicos del estado Amazonas, región
de gran importancia geoestratégica para el país, dejando el campo libre a
quienes deseaban asumir el control de esos territorios: las corporaciones
mineras transnacionales interesadas en la prospección de minerales estratégicos;
la guerrilla colombiana, aliada del narcotráfico, que necesitaba ampliar su
franquicia en la extracción de oro en los ríos dentro de la frontera venezolana,
así como otros grupos y organizaciones de dudoso origen.

"Destruir es fácil, construir requiere años"
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El cobarde ataque contra Roche con la intención de dañar su reputación y su
obra, apuntó también a los valores construidos por toda una generación de
científicos e intelectuales. Es innegable que en Venezuela está en marcha, desde
entonces, una "nueva inquisición" contra las instituciones académicas y
científicas promovida por el régimen chavista tutelado por el  castrocomunismo.

Flor Pujol, presidenta de la Asociación de Investigadores del IVIC, declaró
recientemente a la prensa sobre los logros de esa institución: "30% de la
ciencia hecha en Venezuela surge en el IVIC, 400 egresados en doctorado y
maestrías han salido de la institución y 200 proyectos de investigación se
llevan a cabo en este momento. 80% de sus trabajos son para mejorar la calidad
de vida del venezolano".

Sin embargo, el parte oficial habla de "la ciencia al servicio del pueblo, al
servicio de la liberación, al servicio de la soberanía", eslóganes políticos
para justificar la ocupación y desmantelamiento de la institución, como pasó
anteriormente con el Instituto de Tecnología Venezolana para el Petróleo,
Intevep.

Cuando en otros países se invierte en conocimiento y se promueve la innovación
tecnológica, en Venezuela se asfixia a las universidades, se hostiga a los
científicos y se cierran los centros de investigación, provocando el éxodo de
miles de profesionales hacia otros países.

Jacinto Convit, en una entrevista que le hiciera El Nacional (28/01/01) en
relación con la historia científica del país y los hombres que, como Marcel
Roche y otros eminentes científicos, han dado su vida por el avance de la
ciencia en Venezuela, declaró en forma dramática: "Destruir es fácil, construir
requiere años". En su ignorancia y fanatismo, el régimen terminará suplantando
la ciencia por la superstición.

[Fuente](http://www.el-nacional.com/edgar_cherubini/complot-ciencia-Venezuela_0_527947402.html)