Ecología y ambientalismo
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Ante todo, no hay que confundir gimnaisa con magnesia. A
pesar de que están irremediablemente ligadas, la ecología y
el ambientalismo no son lo mismo. La ecología, definida como
la biología de los ecosistemas, es una ciencia que estudia a
los seres vivios, su ambiente, distribución y abundancia, y
cómo son afectados por su interacción con el ambiente —su
estudio se fortaleció en la segunda mitad del siglo XX—. El
ambientalismo, por su parte, semeja un ómnibus en el que un
conjunto heterogéneo e incómodo de viajeros comparte la
odisea de «velar por la naturaleza».

La ecología como disciplina científica hereda de sus
homólogas el cariz cientificista: el supuesto de que la
ciencia tiene o tendrá respuestas para todo. Además, carga
el pesado fardo de tres prejuicios:

El principio de origen, que supone que hubo un comienzo, el
cual es cognoscible —aunque remitirse a ese tiempo tiene más
de especulativo que de factual.

La idea de unidad que es heurística, ya que busca la
solución de un problema mediante métodos no rigurosos, pero
enfrenta el inconveniente de la delimitación, el cual no
deja de ser ambiguo.

El concepto de estabilidad, que concibe que la naturaleza
está en o tiende al equilibrio, una idea harto problemática.

Por otra parte, hay diversos tipos de ambientalistas:

1. Ecoeficientes.
2. Prístinos.
3. Ecólogos sociales.

Los dos primeros tienen sus orígenes hacia fines del siglo
XIX en los EE.UU. los ecoeficientes sostienen que se puede
hacer un uso racional y sustentable de recursos naturales,
mientras que los prístinos defienden con vehemencia la
preservación intacta de la naturaleza. Por su parte, la
ecología social está ligada a diversos movimientos
preocupados por el uso que la sociedad industrial hace de
los recursos naturales y las repercusiones que tiene en los
grupos humanos; es difícil precisar su fecha y lugar de
origen, pero se consolidó en las tres últimas décadas del
siglo XX.