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La selección: el relámpago en la botella [1]
['Eva Catalán']
Date: 2025-02-17 12:15:43+00:00
Capturar la electricidad de un relámpago en una botella “de Leiden” (un condensador primitivo) es lo que consiguió el científico estadounidense Benjamin Franklin, experimento con el que demostró que los relámpagos eran un fenómeno eléctrico y cuya dificultad sirvió para acuñar una frase en inglés que se usa cuando algo es prácticamente imposible: “Capture lightning in a bottle”.
A mí me cuesta encontrar una traducción al español, porque nuestras versiones (conseguir la cuadratura del círculo, por ejemplo) no contienen lo que me imagino cuando pienso en un relámpago en una botella: ese destello tan impredecible de inspiración que se produce de vez en cuando en nuestras mentes, y que identificamos con el nacimiento de una idea. Está claro que Benjamin Franklin era una persona creativa, un auténtico “inventor”. Pero nosotros, comunes mortales, ¿podemos ser también “inventores” en nuestros diferentes ámbitos profesionales y personales?
Si usted se considera una persona creativa, quizá experimenta muchos relámpagos o momentos eureka a lo largo de un día, o de una semana. No se trata de descubrir un nuevo teorema o componer una sinfonía. Cada disciplina y área de la vida tiene espacio para la creatividad: también son creativos quienes son capaces de cocinar un plato combinando pocos ingredientes o de elaborar un ingenioso mural en su habitación con diversas fotografías. Quizá podríamos hablar de una creatividad con “C” mayúscula y otra con “c” minúscula, argumentan María Isabel de Vicente-Yagüe Jara y Olivia López Martínez de la Universidad de Murcia.
Incluso leyendo podemos ser creativos, como explica en El susurro del lenguaje el filósofo y semiótico francés Roland Barthes, quien definió el proceso de “escribir la lectura”: la creación en nuestra mente de nuestro propio texto cada vez que levantamos la vista del libro. La escritura creativa y la creatividad verbal, explican estas autoras, son una dimensión apasionante y cotidiana del pensamiento creativo. Y además, puede dar lugar a creaciones tan divertidas y apasionantes como “zapatorrinco”.
¿Y ser creativo es lo mismo que ser inteligente? O, dicho de otra manera, ¿son las personas inteligentes necesariamente creativas? Parece una obviedad, pero la respuesta no está tan clara. Como investigó Robert Stenberg y nos cuenta Eva Aladro, catedrática de Teoría de la Información en la Universidad Complutense, todo depende también de lo que consideremos inteligencia. Uno puede ser extraordinariamente capaz con los números pero en cambio no ser capaz de trascender ese conocimiento y transformarlo en ideas o soluciones nuevas.
Rodeados y casi enterrados en información como vivimos, el pensamiento creativo se nos hace más esquivo, al tiempo que se vuelve más necesario. Esto nos plantea la siguiente cuestión: ¿Se puede enseñar a ser creativo? ¿Cómo y para qué? ¿Y cómo se evaluaría?
No les sorprenderá saber que existen distintos tests específicos, como el que diseñó el psicólogo estadounidense Joy Paul Guilford para medir el pensamiento divergente en función de la fluidez de ideas, su originalidad, flexibilidad y la cantidad de detalles que tienen.
Teniendo esto en cuenta, PISA, ese informe internacional impulsado por la OCDE que evalúa y compara el desempeño de estudiantes de 15 años de distintos países del mundo, lo midió en 2022: analizó no sólo la capacidad de los estudiantes de buscar y expresar ideas sino su relación con las características de los sistemas educativos de los países participantes. Sus conclusiones apuntan, por ejemplo, a que los niños españoles no son tan creativos como los de Singapur, Corea del Sur o Canadá pero están algo por encima de la media europea.
Aunque todos podemos ser creativos, a veces necesitamos un poco de entrenamiento. En el aula existe la opción de hacer el pensamiento “visible”, cuyas pautas incluyen dar tiempo para pensar y reflexionar, fomentar la interacción, crear un ambiente adecuado y sobre todo abrazar los errores y las equivocaciones. No solo ayudaremos a formar adultos con capacidad de innovar, sino que mejorará el ambiente, evitando los comportamientos disruptivos.
Salir al aire libre, cambiar de entorno físico, puede ser el espaldarazo definitivo al momento de inspiración que tanto necesitamos. Por eso, estas expertas en diseño y neurociencia de la UDIT defienden la importancia del diseño en los entornos académicos como escuelas e institutos.
Perder el miedo, hacerse preguntas, cambiar de perspectiva, escuchar otras opiniones. Todo contribuye a sacarnos de esas rutas trilladas que nuestras mentes encuentran cómodas y predecibles. “Thinking outside of the box”: otra frase inglesa, que la profesora Aladro traduce como “salirse de la caja”, y que podemos definir también como “abrir nuestra mente”. Con estas lecturas, les animo a buscar y encontrar su particular relámpago.
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