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Madres chilenas buscan a sus hijos robados en los años de Pinochet [1]

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Date: 2023-09

Bustos Oyarzun y Muñoz son dos entre cientos de madres chilenas que sienten que el Estado las seleccionó para la adopción forzosa e ilegal de sus bebés porque eran vulnerables. La mayoría jóvenes, muchas de ellas vivían en la periferia pobre de Santiago. Aunque estaban en la ciudad, sus experiencias se parecían a las de personas de zonas rurales de todo Chile, especialmente de comunidades indígenas como la mapuche, que también han denunciado el robo de hijos e hijas.

Muchas madres informan que el hijo robado fue el segundo, quizás porque los perpetradores pensaban que no “sufriríamos tanto”, creen estas mujeres.

Karen Alfaro, una destacada investigadora del escándalo de las adopciones forzadas en Chile, afirma que la dictadura de Pinochet “buscaba esto como control de natalidad, sobre todo en el caso de la mujer rural – era una forma de ‘controlar’ la calidad de la población”.

Alfaro, doctora en historia social y política contemporánea, afirma que las mujeres más pobres también fueron sujetas a este ataque debido a la ideología que se les atribuía. Durante la década de 1960 y el ascenso de la coalición de izquierdas Unidad Popular de Salvador Allende, "las mujeres que habían sido protagonistas, durante la Unidad Popular, de todos los procesos de movilización eran libertinas, tenían la sexualidad libre. Entonces controlar sus cuerpos era un objetivo”.

En 1978, Pinochet introdujo el Plan Nacional de Menores, que pretendía consagrar la familia ‘tradicional’, pero se centraba en gran medida en su ingeniería mediante adopciones forzosas. En su investigación, Alfaro señala que el plan se proponía “ampliar significativamente el número de adopciones en Chile, como camino para proporcionar hogar a niños que carecen de él”. Buscaba asimismo “crear un movimiento de opinión pública favorable a la adopción, informar y motivar la adopción y agilizar los trámites”. La esposa de Pinochet, Lucía Hiriart, fue nombrada responsable de las fundaciones e instituciones del gobierno vinculadas a las políticas de infancia y familia en Chile.

Alfaro, que es decana de la Facultad de Filosofía de la Universidad Austral de Chile, dice: "Todo el sistema permitía captar a las madres jóvenes, niñas, tempranamente para poder hacer ese seguimiento y forzarlas a la adopción, o convencerlas o apropiarse de los niños una vez que ella tenían a sus hijos en los hospitales"

‘Era joven, creía mucho en todo lo que me decía el médico’

Una década después de que Muñoz perdiera a su hijo, Mercedes Tapia, de 27 años, se encontró en la misma maternidad del Hospital del Salvador. Era 30 de agosto de 1989 y Jacob, el hijo de Tapia, había nacido por cesárea. Jacob tenía una hermana mayor, Bárbara, de casi seis años, a la que nunca vería.

Bárbara, que ahora tiene 39 años, está sentada con su madre en la casa familiar del norte de Santiago. El salón está lleno de fotografías. Las dos mujeres intercambian miradas de consuelo mientras recuerdan el día en que Jacob nació y desapareció.

Tapia fue trasladada al hospital dos días antes del sexto cumpleaños de Bárbara, y hoy su hija aún recuerda la emoción que sintió al saber de su nuevo hermanito. ""De hecho, repartimos las invitaciones de mi cumpleaños, y mi mamá me dijo cuando llegue tu hermanito, vamos a reír".

“Pero no llegó nunca”, dice Tapia, con la voz entrecortada. A sus 61 años, algunos recuerdos de aquella época se le confunden, pero conserva ciertos detalles. Recuerda que todas las ecografías que le hicieron durante el embarazo fueron normales y que los médicos no encontraron nada malo en el bebé. Pero cuando ingresó al hospital para dar a luz, una comadrona le advirtió de que su bebé moriría. Una trabajadora social le preguntó si permitiría que su cuerpo se utilizara para investigación científica. "Prácticamente te lavan el cerebro. No, tu hijo no va a vivir, se va a morir”. Más tarde apareció alguien pidiéndole que firmara un papel en blanco. “Y yo lo firmé”.

Se acuerda de despertarse sola en una habitación después de la cesárea. “Vino una comadrona y me dijo tu bebé murió. Creo que me durmieron porque desperté como somnolencia, como que no sabía bien dónde estaba. Yo no lo sentí, yo no lo sentí llorar, no lo vi. Entonces no tengo ese recuerdo”.

Cuando Tapia y otros familiares pidieron el cuerpo para organizar el entierro, les dijeron que el niño tenía una deformidad demasiado chocante para que la vieran.

A diferencia de Muñoz, a Tapia le dieron los certificados de nacimiento y defunción de Jacob, pero nunca le pareció que los detalles de ninguno de los dos tuvieran sentido. Me muestra los documentos manuscritos amarillentos por el paso del tiempo. La casilla junto a la palabra "Vivo" está tachada con bolígrafo, lo que significa que nació vivo, pero una nota garabateada al lado dice: "Fallecido el 30.8.89". Debajo, con otro bolígrafo, hay una nota que dice que Jacob fue vacunado contra la tuberculosis, a pesar de que aparentemente vivió solo una hora y media. La vacuna se administra por lo general a los pocos días de nacer y hasta los seis meses de edad.

El certificado de defunción dice que murió de asfixia y fue enterrado en el cementerio general. Su madre cree que fue seleccionada cuando estaba embarazada, tal vez incluso desde el momento en que vio a su primer médico. "Ahí le captan y de ahí sale la información. Era como que de arriba empieza. Era joven, creía mucho en todo lo que me decía el médico. A la [Bárbara] la había tenido, no había tenido problemas. Entonces se suponía que íbamos a tener un bebé sano”.

Tapia agrega: "No hay palabras para explicar el dolor que se siente, el dolor al engaño, a la traición. Porque los médicos te traicionan. La gente que me rodeó me traicionó. El dolor, ni imaginarlo. Es tan personal, es tan propio que te juro que a mí me duele el pecho cuando hablo de esto”.

Cuando openDemocracy preguntó al Hospital del Salvador por los bebés de Muñoz y Tapia, la directora Victoria Pinto Henríquez, contestó en una declaración: "En relación a los dos casos planteados por usted, desconocemos antecedentes al respecto”, La directora del Hospital añadió: "Dada la antigüedad de la información solicitada, no existen funcionarios que nos puedan aportar mayores antecedentes sobre dichos registros”. Pinto Henríquez observó que el hospital había realizado búsquedas similares en sus bases de datos y archivos de papel por casos investigados por las autoridades. Pero, dijo, "pese a la búsqueda, tanto en el archivo local de la oficina como en la bodega externa, no fueron encontrados libros de parto de esa fecha y de ninguna otra”.

Desde que salieron a la luz los primeros casos en 2014, por una investigación del medio chileno CIPER, cientos de adoptados criados en el extranjero empezaron a rastrear sus orígenes en Chile mediante pruebas de ADN y la ayuda de grupos chilenos de apoyo Connecting Roots, Hijos y Madres del Silencio y Nos Buscamos, y de las organizaciones europeas Chilean Adoptees Worldwide y Chileadoption.se. En total, estas organizaciones han facilitado más de 700 reunificaciones.

Se encontraron muchas personas adoptadas, víctimas de procedimientos forzados e ilegales, en Estados Unidos, Suecia, Países Bajos, Italia, Alemania y otros países europeos. Hasta ahora, sólo Países Bajos y Suecia abrieron investigaciones sobre el papel que jugaron en las adopciones internacionales. La investigación de Alfaro registra casos de padres extranjeros que pagaron entre 6.500 y 150.000 dólares por adoptar a un niño o niña.

‘El corazón te dice que no está muerto’

Cuando vieron un reportaje de televisión sobre adopciones ilegales en 2019, Tapia y su familia empezaron a buscar activamente a Jacob. Bárbara, que ahora trabaja con Connecting Roots, fue al cementerio a buscar datos de su hermano, pero no había nada. Cuando fue al hospital, le dijeron que los archivos de Jacob habían sido quemados. Pero, dice su madre Mercedes, "nunca sentí que mi hijo murió. Como que el corazón te dice que no, no está muerto”.

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[1] Url: https://www.opendemocracy.net/es/5050-es/chile-bebas-robadas-adopciones-forzadas-pinochet-dictadura/

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