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Las filtraciones que no vimos [1]
['Raya Sharbain']
Date: 2025-07-11
El 18 de octubre de 2024, un canal de Telegram publicó una filtración atribuida a una fuente de inteligencia estadounidense. Los documentos —cuya autenticidad no fue cuestionada por las fuentes de inteligencia— dieron a conocer fuertes preparaciones de Israel para atacar Irán. En ese momento, se preveía que Israel atacara Irán en represalia por el ataque de Irán contra Israel el 1 de octubre, que a su vez fue en represalia por el asesinato de Ismail Haniya, jefe del politburó de Hamás, que Israel perpetró en suelo iraní en julio de 2024. Aunque no voy a extender más la cronología, sigue siendo una constante que Israel es el perpetrador de principio a fin.
En su búsqueda por dominio militar en la región, Israel está decidido a evitar que Irán, u otros países, tengan más capacidad militar. Para que Israel persevere (como idea y como nación-Estado), tiene que forzar a sus vecinos a ser sumisos.
La filtración tenía pocas páginas, y fue cuidadosamente ignorada por los titulares. Como resultado, la historia no tuvo atención del público, fueron pocos los artículos que denunciaron el silencio de la prensa sobre el asunto.
Los documentos filtrados revelan las iniciativas estadounidenses para determinar la forma de las preparaciones del Ejército de Israel contra Irán a través de diversos indicadores, articulados sobre todo por análisis de imágenes de satélite y de señales de inteligencia. Se puede especular mucho del contenido de estas filtraciones, aunque Estados Unidos ayuda a Israel con apoyo militar incondicional, tal vez también actúa como padre sobreprotector.
Las filtraciones revelaron que las fuerzas israelíes habían emprendido importantes preparaciones militares, desde ejercicios balísticos con misiles aire-superficie para cubrir operaciones de vigilancia de drones de gran alcance sobre Irán y la región en general. Sobre todo, los documentos revelan por primera vez la existencia de drones furtivos RA-01, que puede abracar operaciones, vigilancia y combate extendidas. Esta es una propiedad antes desconocida del arsenal de Israel. Las filtraciones también detallan la dispersión de misiles y aeronaves a través de diversas bases, lo que sugirió posturas de defensa.
Los autores del documento filtrado advierten: “Definitivamente, no podemos predecir la escala y alcance de un ataque contra Irán, y ese ataque puede ocurrir sin mayor advertencia de GEOINT [Inteligencia Geográfica]”, y señalan : “…no hemos observado indicios de que Israel tenga intenciones de usar un arma nuclear”, e hicieron referencia al misil balístico de medio alcance Jericó II entre el arsenal nuclear.
Los medios tradicionales simplemente informaron del hecho de que hubo una filtración (renunció a su contenido) y al final reveló la identidad del presunto informante.
Quienes sí informaron al respecto, dejaron de lado puntos importantes. Primero, aunque Estados Unidos apruebe y financie activamente su aparato de matar, sus prácticas de vigilancia sobre Israel (y viceversa; o en palabras de Ted Cruz: “amigos y aliados se espían unos a otros”). Segundo, Estados Unidos depende de Israel para parte de su inteligencia sobre Israel (valga la redundancia). Los documentos también incluyeron una admisión de Estados Unidos: al confirmar que Israel no tiene intenciones de usar armas nucleares, admitió que Israel tiene armas nucleares en su arsenal. Es más, la filtración nos dejó con más preguntas que respuestas: ¿por qué Israel tenía tantas operaciones de vehículo aéreo no tripulado encubiertas sobre Irán (y la región en general)? ¿Por qué la fuerza aérea israelí pone pantallas ocultas en seis hangares para aviones F-15I? ¿Y por qué a la filtración le pareció posible que Israel estaba practicando recarga de combustible aire a aire, búsqueda de combate y operaciones de rescate “con gran cantidad de aviones”?
Al final, Israel atacó a Irán el 26 de octubre de 2024. La filtración presuntamente retrasó el ataque, según funcionarios israelíes, un ataque contra múltiples lugares en Irán con misiles aire-superficie disparados de posiblemente más de cien aeronaves en una operación llamada Días de Arrepentimiento. Pero ¿las filtraciones previeron correctamente los ataques de Israel de octubre de 2024, o indicaron mayores preparaciones estratégicas?
El 11 de junio de 2025, el presunto informante de la CIA, Asif Rahman, fue sentenciado a tres años de prisión (37 meses para ser exactos). El 13 de junio, solo dos días después, Israel inició la Operación León Naciente, que prácticamente declaraba la guerra a Irán. Hacia fines de junio, los ataques de Israel contra Irán han matado a más de 639 personas, en su mayoría civiles, y de fondo el presidente Donald Trump ordenaba al pueblo de Teherán que evacuara la capital. Estados Unidos se unió a esta guerra tras los bombardeos a tres sitios nucleares iraníes la mañana del 22 de junio. Y a fines de junio, estamos evaluando si los diligentes informes sobre los detalles de esta filtración hubieran cambiado el curso de los acontecimientos del día, y cómo los entendemos e interpretamos.
Muchos atribuyeron la decisión de no publicar estas filtraciones al efecto paralizador como resultado de que Julian Assange se declaró culpable con la ley de espionaje (declararse culpable de ejercer el periodismo), lo que permitió que lo liberaran de la prisión de Belmarsh y que regresara a Australia en julio de 2024. Aunque el efecto paralizador en asuntos de seguridad nacional fue casi inmediato, también debemos reconocer que este problema es anterior a la liberación de Assange: la prensa y el público ven con frecuencia las filtraciones como sujeto antes que fuente. En otras palabras, el primer plano tiende a centrarse en la acción de filtrar y el informante, y menos en la sustancia de la propia filtración.
La presunta filtración de Rahman y lo que tal vez intentó hacer se parece mucho a otra, solo que 20 años antes. En 2003, Katharine Gun trabajaba como lingüista y traductora para GCHQ, la agencia de inteligencia y ciberseguridad británica, cuando ella y sus colegas recibieron un correo electrónico de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos. El mensaje pedía asistencia de la agencia de inteligencia británica para vigilar las oficinas de Naciones Unidas de seis países que podrían balancear su voto en el Consejo de Seguridad a favor de la invasión de Estados Unidos y Reino Unido a Iraq.
Esta también fue una filtración corta, de apenas un correo electrónico. Como la de octubre de 2024, esta llegó antes de una importante escalada, o una declaración de guerra.
Gun eligió filtrar el correo electrónico a The Observer, que siguió posponiendo su publicación por su postura anterior a favor de Blair y Bush. Aunque al final la publicaron, era demasiado tarde: el eje Estados Unidos-Reino Unido ya se habían decidido con total confianza de su impunidad. Estados Unidos invadió Iraq porque dijo que el entonces presidente iraquí, Saddam Hussein, tenía “armas de destrucción masiva”, y porque Estados Unidos quería “liberar al pueblo iraquí”.
La filtración pretendía revelar a la opinión pública cómo Occidente intentaba fabricar consentimiento para la guerra, para legitimar el consiguiente derramamiento de sangre. Ahora, más de 20 años después, cientos de miles de iraquíes muertos, una nación de cabeza y fracturada indefinidamente, nos queda preguntarnos: ¿habría evitado esto informar exhaustiva y tempranamente sobre el contenido de la filtración?
En gran parte, las filtraciones desempeñan una función preventiva: nos informan de un peligro inminente y nos obligan a actuar de inmediato. Pero los periodistas se han vuelto tímidos.
Incluso las filtraciones en respuesta a un acontecimiento, durante o después de una guerra, contienen un elemento preventivo: representan una petición para que no se repitan los mismos ciclos de muerte, para destituir a quienes están en el poder y siguen agitando las ruedas de la muerte y la destrucción. A menudo proceden de militares que sirven en un ejército y se dan cuenta de que deben estar haciendo algo terriblemente mal; que matar a tanta gente, indiscriminadamente, es probablemente, definitivamente, indefendible. Que nunca hay justificación para la ocupación. Que esto no debe ocurrir en el futuro, nunca más.
En Iraq y Afganistán, el Ejército estadounidense mató a cientos de miles de civiles. Es lo que Chelsea Manning filtró, y por eso terminó entre rejas.
«Una vez que te das cuenta de que las coordenadas de estos registros representan lugares reales, que las fechas son nuestra historia reciente y que los números representan vidas humanas reales –con todo el amor, la esperanza, los sueños, el odio, el miedo y las pesadillas con las que todos convivimos–, no puedes evitar que te recuerden lo importante que es para nosotros comprender y, con suerte, evitar esas tragedias en el futuro», escribió Manning en un editorial en The Guardian en 2015.
Sin embargo, nada se evitó, como demostraron las filtraciones sobre drones de Daniel Hale unos años después. Por Hale aprendimos cómo la guerra con aviones no tripulados normalizó las matanzas en masa, cómo asignar a un soldado la operación de un avión no tripulado que mata a miles de kilómetros de distancia aumenta la distancia psicológica entre el asesino y el «objetivo», y cómo esta distancia se traduce en que los soldados se desapeguen del pecado de matar.
A través de estas filtraciones nos enteramos de quién tiene realmente las armas de destrucción masiva.
En un guiño al derribo de aviones militares, Hale bautizó a su gata con el nombre de Leila, en honor a Leila Jaled, la revolucionaria palestina conocida por ser la primera mujer que secuestró un avión.
Palestina, donde nada se impidió y nada se está impidiendo.
No se está impidiendo nada porque Jeffrey Goldberg se vio fuera de ese chat grupal de Signal. Porque el titular decía «La administración Trump me envió accidentalmente por mensajes de texto sus planes de guerra» en lugar de «La administración Trump envió accidentalmente por mensajes de texto sus crímenes de guerra».
No se evitó nada porque el 17 de abril de 2025, menos de un mes después de las filtraciones de Signal, las fuerzas estadounidenses atacaron el puerto de Ras Al Isa en Yemen, con al menos a 84 civiles muertos, ataque que los organismos de vigilancia de los derechos están pidiendo que se investigue como crimen de guerra. Porque el 28 de abril, solo 11 días después, un ataque aéreo estadounidense alcanzó un centro de detención de migrantes africanos en Yemen, y murieron 68 personas de diferentes nacionalidades africanas.
Estas filtraciones deberían haber sacudido la conciencia pública; deberían haber obligado a quienes financian la matanza (directa o indirectamente) a reconocer sus daños morales. Estas filtraciones insiste en que se trate a las personas como personas y no como mera carne de cañón. Nombrar a quién se mata y quién mata, discernir entre opresor y oprimido, colonizado y colonizador, es lo que debería primar en las conversaciones privadas y públicas.
Vengo de una región que está permanentemente en el extremo que recibe las bombas estadounidenses. También sucede que trabajo en este espacio que a menudo se denomina «la intersección de los derechos y la tecnología», de formación a periodistas sobre cómo proteger a las fuentes, y a las fuentes sobre cómo filtrar de forma segura. Hoy en día, me cuesta encontrar un argumento convincente de por qué trabajo en este espacio o qué me mantiene acá. ¿De qué sirve que las fuentes filtren información de forma segura si los periodistas se niegan a publicar a tiempo o no publican nada? ¿De qué sirve cuando la reacción promedio a la historia del Signalgate fue el humor y el alarde en la administración «rival», o el hecho de que se le llamara Signalgate?
Sí sé qué fue lo primero que me motivó a unirme a este espacio; en mi imaginación infantil, creía que si formaba parte de grupos que están construyendo la infraestructura (tangible o intangible) más resistente contra la vigilancia –que usan los denunciantes más audaces–, entonces podría formar parte de algo que está trabajando para abolir los sistemas que aplastan nuestros medios de vida. Ingenuamente, en mi última carta de presentación, escribí que la encriptación «nos da de una infraestructura esencial para combatir la injusticia y la corrupción mundiales».
Pero crecí rápido; la desilusión me ganó la partida. Nos damos palmaditas en la espalda y nos decimos que estamos haciendo un buen trabajo, pero todo el mundo en este campo colectivamente nadie ve la idea central, y por lo tanto permite colectivamente el daño.
[END]
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[1] Url:
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