LIBRO DE LA VIDA
Santa Teresa de Jes�s
�NDICE DEL LIBRO DE LA VIDA
INTRODUCCI�N
PR�LOGO
CAP�TULO 1
En que trata c�mo comenz� el Se�or a despertar esta alma en su
ni�ez a cosas virtuosas, y la ayuda que es para esto serlo los
padres.
CAP�TULO 2
Trata c�mo fue perdiendo estas virtudes y lo que importa en la
ni�ez tratar con personas virtuosas.
CAP�TULO 3
En que trata c�mo fue parte la buena compa��a para tornar a
despertar sus deseos, y por que manera comenz� el Se�or a darla
alguna luz del enga�o que hab�a tra�do.
CAP�TULO 4
Dice c�mo la ayud� el Se�or para forzarse a s� misma para tomar
h�bito, y las muchas enfermedades que Su Majestad la comenz� a
dar.
CAP�TULO 5
Prosigue en las grandes enfermedades que tuvo y la paciencia que
el Se�or le dio en ellas, y c�mo saca de los males bienes, seg�n
se ver� en una cosa que le acaeci� en este lugar que se fue a
curar.
CAP�TULO 6
Trata de lo mucho que debi� al Se�or en darle conformidad con tan
grandes trabajos, y c�mo tom� por medianero y abogado al glorioso
San Jose, y lo mucho que le aprovech�.
CAP�TULO 7
Trata por los terminos que fue perdiendo las mercedes que el Se�or
le hab�a hecho, y cu�n perdida vida comenz� a tener. �. Dice los
da�os que hay en no ser muy encerrados los monasterios de monjas.
CAP�TULO 8
Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo de la
oraci�n para no perder el alma, y cu�n excelente remedio es para
ganar lo perdido. � Persuade a que todos la tengan. � Dice c�mo es
tan gran ganancia y que, aunque la tornen a dejar, es gran bien
usar alg�n tiempo de tan gran bien (1).
CAP�TULO 9
Trata por que terminos comenz� el Se�or a despertar su alma y
darla luz en tan grandes tinieblas y a fortalecer sus virtudes
para no ofenderle.
CAP�TULO 10
Comienza a declarar las mercedes que el Se�or la hac�a en la
oraci�n, y en lo que nos podemos nosotros ayudar, y lo mucho que
importa que entendamos las mercedes que el Se�or nos hace. � Pide
a quien esto env�a que de aqu� adelante sea secreto lo que
escribiere, pues la mandan (1) diga tan particularmente las
mercedes que la hace el Se�or.
CAP�TULO 11
Dice en que est� la falta de no amar a Dios con perfecci�n en
breve tiempo. � Comienza a declarar, por una comparaci�n que pone,
cuatro grados de oraci�n. � Va tratando aqu� del primero. � Es muy
provechoso para los que comienzan y para los que no tienen gustos
en la oraci�n (1).
CAP�TULO 12
Prosigue en este primer estado. � Dice hasta d�nde podemos llegar
con el favor de Dios por nosotros mismos, y el da�o que es querer,
hasta que el Se�or lo haga, subir el esp�ritu a cosas
sobrenaturales (1).
CAP�TULO 13
Prosigue en este primer estado y pone avisos para algunas
tentaciones que el demonio suele poner algunas veces. � Da avisos
para ellas. � Es muy provechoso.
CAP�TULO 14
Comienza a declarar el segundo grado de oraci�n, que es ya dar el
Se�or al alma a sentir gustos m�s particulares. � Decl�ralo para
dar a entender c�mo son ya sobrenaturales. � Es harto de notar.
CAP�TULO 15
Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de c�mo se han de
haber en esta oraci�n de quietud. � Trata de c�mo hay muchas almas
que lleguen a tener esta oraci�n y pocas que pasen adelante. � Son
muy necesarias y provechosas las cosas que aqu� se tocan.
CAP�TULO 16
Trata tercer grado de oraci�n, y va declarando cosas muy subidas,
y lo que puede el alma que llega aqu�, y los efectos que hacen
estas mercedes tan grandes del Se�or. � Es muy para levantar el
esp�ritu en alabanzas de Dios y para gran consuelo de quien
llegare aqu�.
CAP�TULO 17
Prosigue en la misma materia de declarar este tercer grado de
oraci�n. � Acaba de declarar los efectos que hace. � Dice el da�o
(1) que aqu� hace la imaginaci�n y memoria.
CAP�TULO 18
En que trata del cuarto grado de oraci�n. * � Comienza a declarar
por excelente manera la gran dignidad en que el Se�or pone al alma
que est� en este estado. � Es para animar mucho a los que tratan
oraci�n, para que se esfuercen a llegar a tan alto estado, pues se
puede alcanzar en la tierra, aunque no por merecerlo, sino por la
bondad del Se�or. � Lease con advertencia, porque se declara por
muy delicado modo y tiene cosas mucho de notar (1).
CAP�TULO 19
Prosigue en la misma materia. � Comienza a declarar los efectos
que hace en el alma este grado de oraci�n. � Persuade mucho a que
no tornen atr�s, aunque despues de esta merced tornen a caer, ni
dejen la oraci�n. � Dice los da�os que vendr�n de no hacer esto. �
Es mucho de notar y de gran consolaci�n para los flacos y
pecadores.
CAP�TULO 20
En que trata la diferencia que hay de uni�n a arrobamiento. �
Declara que cosa es arrobamiento, y dice algo del bien que tiene
el alma que el Se�or por su bondad llega a el. � Dice los efectos
que hace. � Es de mucha admiraci�n (1).
CAP�TULO 21
Prosigue y acaba este postrer grado de oraci�n. * � Dice lo que
siente el alma que est� en el de tornar a vivir en el mundo, y de
la luz que la da el Se�or de los enga�os de el. � Tiene buena
doctrina.
CAP�TULO 22
En que trata cu�n seguro camino es para los contemplativos no
levantar el esp�ritu a cosas altas si el Se�or no le levanta, y
c�mo ha de ser el medio para la m�s subida contemplaci�n la
Humanidad de Cristo. � Dice de un enga�o en que ella estuvo un
tiempo. � Es muy provechoso este cap�tulo. *
CAP�TULO 23
En que torna a tratar del discurso de su vida, y c�mo comenz� a
tratar de m�s perfecci�n, y por que medios. � Es provechoso para
las personas que tratan de gobernar almas que tienen oraci�n saber
c�mo se han de haber en los principios, y el provecho que le hizo
saberla llevar. *
CAP�TULO 24
Prosigue en lo comenzado, y dice c�mo fue aprovech�ndose su alma
despues que comenz� a obedecer, y lo poco que le aprovechaba el
resistir las mercedes de Dios, y c�mo Su Majestad se las iba dando
m�s cumplidas.
CAP�TULO 25
En que trata el modo y manera c�mo se entienden estas hablas que
hace Dios al alma sin o�rse, y de algunos enga�os que puede haber
en ello, y en que se conocer� cu�ndo lo es. � Es de mucho provecho
para quien se viere en este grado de oraci�n, porque se declara
muy bien, y de harta doctrina. *
CAP�TULO 26
Prosigue en la misma materia. � Va declarando y diciendo cosas que
le han acaecido, que la hac�an perder el temor y afirmar que era
buen esp�ritu el que la hablaba.
CAP�TULO 27
En que trata otro modo con que ense�a el Se�or al alma y sin
hablarla la da a entender su voluntad por una manera admirable. �
Trata tambien de declarar una visi�n y gran merced que la hizo el
Se�or no imaginaria. � Es mucho de notar este cap�tulo. *
CAP�TULO 28
En que trata las grandes mercedes que la hizo el Se�or y c�mo le
apareci� la primera vez. � Declara que es visi�n imaginaria. �
Dice los grandes efectos y se�ales que deja cuando es de Dios. �
Es muy provechoso cap�tulo y mucho de notar. *
CAP�TULO 29
Prosigue en lo comenzado y dice algunas mercedes grandes que la
hizo el Se�or y las cosas que Su Majestad la dec�a para asegurarla
y para que respondiese a los que la contradec�an. *
CAP�TULO 30
Torna a contar el discurso de su vida y c�mo remedi� el Se�or
mucho de sus trabajos con traer al lugar adonde estaba el santo
Fray Pedro de Alc�ntara, de la orden del glorioso San Francisco. �
Trata de grandes tentaciones y trabajos interiores que pasaba
algunas veces.
CAP�TULO 31
Trata de algunas tentaciones exteriores y representaciones que la
hac�a el demonio, y tormentos que la daba. � Trata tambien algunas
cosas harto buenas para aviso de personas que van camino de
perfecci�n. *
CAP�TULO 32 *
En que trata c�mo quiso el Se�or ponerla en esp�ritu en un lugar
del infierno que ten�a por sus pecados merecido. � Cuenta una
cifra de lo que all� se lo represent� para lo que fue (1). �
Comienza a tratar la manera y modo c�mo se fund� el monasterio,
adonde ahora est�, de San Jose.
CAP�TULO 33
Procede en la misma materia de la fundaci�n del glorioso San Jose.
� Dice c�mo le mandaron que no entendiese (1) en ella y el tiempo
que lo dej� y algunos trabajos que tuvo, y c�mo la consolaba en
ellos el Se�or.
CAP�TULO 34
Trata c�mo en este tiempo convino que se ausentase de este lugar.
� Dice la causa y c�mo la mand� ir su prelado para consuelo de una
se�ora muy principal que estaba muy afligida. � Comienza a tratar
lo que all� le sucedi� y la gran merced que el Se�or la hizo de
ser medio para que Su Majestad despertase a una persona muy
principal para servirle muy de veras, y que ella tuviese favor y
amparo despues en el. � Es mucho de notar.
CAP�TULO 35
Prosigue en la misma materia de la fundaci�n de esta casa de
nuestro glorioso Padre San Jose. � Dice por los terminos que
orden� el Se�or viniese a guardarse en ella la santa pobreza, y la
causa por que se vino de con aquella se�ora que estaba (1), y
otras algunas cosas que le sucedieron.
CAP�TULO 36
Prosigue en la materia comenzada y dice c�mo se acab� de concluir
y se fund� este monasterio del glorioso San Jose y las grandes
contradicciones y persecuciones que despues de tomar h�bito las
religiosas hubo, y los grandes trabajos y tentaciones que ella
pas�, y c�mo de todo la sac� el Se�or con victoria y en gloria y
alabanza suya.
CAP�TULO 37 *.
Trata de los efectos que le quedaban cuando el Se�or le hab�a
hecho alguna merced. � Junta con esto harto buena doctrina. � Dice
c�mo se ha de procurar y tener en mucho ganar alg�n grado m�s de
gloria, y que por ning�n trabajo dejemos bienes que son perpetuos.
CAP�TULO 38
En que trata de algunas grandes mercedes que el Se�or la hizo, as�
en mostrarle algunos secretos del cielo, como otras grandes
visiones y revelaciones que Su Majestad tuvo por bien viese. �.
Dice los efectos con que la dejaban y el gran aprovechamiento que
quedaba en su alma.
CAP�TULO 39
Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que le
ha hecho el Se�or. � Trata de c�mo le prometi� de hacer por las
personas que ella le pidiese. � Dice algunas cosas se�aladas en
que le ha hecho Su Majestad este favor.
CAP�TULO 40
Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que el
Se�or la ha hecho (1). � De algunas se puede tomar harto buena
doctrina, que este ha sido, seg�n ha dicho, su principal intento,
despues de obedecer: poner las que son para provecho de las almas.
� Con este cap�tulo se acaba el discurso de su vida que escribi�.
� Sea para gloria del Se�or, amen.
EP�LOGO
LIBRO DE LA VIDA
INTRODUCCI�N
�La Vida de Santa Teresa escrita de su misma mano� es una
autobiograf�a introspectiva.
En la historia de la literatura religiosa tiene su mejor
antecedente en las Confesiones de San Agust�n. Y un parecido
coet�neo en la Autobiograf�a de San Ignacio de Loyola. Si bien
profundamente diversa de ambas.
La necesidad de introspecci�n y de contar por escrito la propia
vida surgi� en Teresa sobre el rescoldo de su experiencia
religiosa profunda como exigencia inmediata de las gracias
m�sticas que le inundan el alma por los a�os 1555�1560, cuando
ella oscila entre los 40 y 45 de edad.
Lo ins�lito de esas experiencias y la imparable crecida de las
mismas puso a la carmelita en la precisi�n de examinarlas para
entenderlas y discernirlas. La hizo recurrir a te�logos asesores
que la ayudasen en la tarea discernidora. Y de estos recibi� la
orden de ponerlas por escrito para dictaminar sobre su
procedencia.
A partir de ese momento, la mirada introspectiva y autoescrutadora
acompa�ar� a Teresa hasta el fin de sus d�as.
Puesta a escribir, hace un primer esfuerzo fallido: esas sus
experiencias son refractarias a la pluma, irreducibles a un pobre
relato en vocablos profanos. Teresa misma confesar� m�s tarde la
causa de esa impotencia: ella hab�a recibido la �merced� m�stica
de la experiencia de Dios; pero a�n no se le hab�a concedido la
gracia de entenderla, y menos a�n la de expresarla y comunicarla.
S�lo en un segundo momento pudo extender una breve �relaci�n� de
su drama interior. A ese primer esbozo �.hoy perdido�. siguieron
pronto otro y otro (Relaciones 1� y 2�, escritas en 1560 y 1561).
Con ellas, Teresa hab�a superado la barrera de lo inefable
m�stico. Y en el reposo del palacio toledano de D�a. Luisa de la
Cerda, logra escribir por fin el libro. Lo termina en la primavera
de 1562.
Ese mismo a�o estrena en Avila el convento de San Jose, y en el
remanso del nuevo Carmelo redacta de nuevo el libro, con la
intenci�n expresa de enviarlo a San Juan de Avila. Termina la
nueva redacci�n a finales de 1565, y tres a�os despues obtiene el
visto bueno del santo, que le devuelve el manuscrito desde
Montilla. Ser� esta la �nica redacci�n que llegue hasta nosotros.
El contenido del libro: �relato o lecci�n?
Ambas cosas: relato y lecci�n espiritual se van entrecruzando en
el libro. Teresa cuenta su vida, pero no se limita a desgranar
episodios. La suya es una narraci�n con tesis. Es esta la que da
hondura y unidad a lo relatado. Su vida tiene sentido porque Dios
se hace presente en ella, hasta convertirse en el verdadero
protagonista de lo vivido y relatado.
La narraci�n autobiogr�fica se despliega en varios planos
sobrepuestos. Comienza con una serie de cap�tulos (del 1 al 9) que
cuentan la lucha de Teresa por abrirse paso en la vida. Desde el
marco externo del hogar, hasta las crisis de su vida interior y la
lucha por superarlas.
A partir del cap�tulo 10, interrumpe el relato para intercalar un
tratadillo doctrinal, no narrativo. Reanuda la exposici�n
autobiogr�fica en el cap�tulo 23. Pero ahora la desplaza a un
plano interior profundo: su vida m�stica, tupida de ins�litos
sucesos: cc. 23�31.
Sigue un tercer plano, en que cuenta el desbordamiento de sus
gracias m�sticas a favor de una empresa inesperada: la fundaci�n
del Carmelo de San Jose: cc. 32�36.
Y por fin, �ltima mirada al paisaje de sus gracias m�sticas, las
recibidas en el remanso del nuevo Carmelo: cc. 37�40.
La tesis de soporte fluye a lo largo de la narraci�n, pero se
condensa y desarrolla en los cap�tulos intercalados antes del
relato de sus gracias m�sticas: cc. 11�21. En ellos expone cuatro
grados de oraci�n, que marcan los hitos y el sentido de su vida, y
la progresiva irrupci�n de Dios en ella.
La edici�n
En vida de la Santa, el aut�grafo de Vida fue secuestrado por la
Inquisici�n (1575), que lo retuvo hasta que, muerta la autora, se
proyect� editarlo.
Recuperado entonces el manuscrito original, de el se sirvi� fray
Luis de Le�n para publicar la obra en Salamanca: 1588.
En la actualidad el aut�grafo de Vida se custodia en la Biblioteca
del Escorial, con el t�tulo (no aut�grafo): �La Vida de la Madre
Teresa de Jes�s escrita de su misma mano, con una aprobaci�n del
P. Maestro fr. Domingo B��ez su confesor y cathedr�tico de prima
en Salamanca�. De el nos hemos servido para revisar el texto, que
en nuestra edici�n queda adaptado a la ortograf�a y fonetica
modernas.
PR�LOGO
JHS (1)
1. Quisiera yo que, como me han mandado (2) y dado larga licencia
para que escriba el modo de oraci�n y las mercedes que el Se�or me
ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad
dijera mis grandes pecados y ruin vida. Dierame gran consuelo. Mas
no han querido, antes at�dome mucho en este caso. Y por esto pido,
por amor del Se�or, tenga delante de los ojos quien este discurso
de mi vida leyere, que ha sido tan ruin que no he hallado santo de
los que se tornaron a Dios con quien me consolar (3). Porque
considero que, despues que el Se�or los llamaba, no le tornaban a
ofender. Yo no s�lo tornaba a ser peor, sino que parece tra�a
estudio (4) a resistir las mercedes que Su Majestad me hac�a, como
quien se ve�a obligada a servir m�s y entend�a de s� no pod�a
pagar lo menos de lo que deb�a.
2. Sea bendito por siempre, que tanto me esper�, a quien con todo
mi coraz�n suplico me de gracia para que con toda claridad y
verdad yo haga esta relaci�n que mis confesores (5) me mandan (y
aun el Se�or se yo lo quiere muchos d�as ha, sino que yo no me he
atrevido) (6) y que sea para gloria y alabanza suya y para que de
aqu� adelante, conociendome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para
que pueda servir algo de lo que debo al Se�or, a quien siempre
alaben todas las cosas, amen.
NOTAS PR�LOGO
1 JHS: anagrama cl�sico (�Jesus Hominum Salvator�), que preside la
primera p�gina de sus libros (as� en el Camino, Moradas,
Fundaciones, Modo de visitar), y sus Cartas. - Repetir� el
anagrama al comenzar el cap. 1�, y antes del ep�logo.
2 �Mandantes� y destinatarios del libro son sus �confesores� y
consejeros espirituales: Los m�s identificados son: Gaspar Daza
(sacerdote diocesano), Baltasar Alvarez (jesuita), Pedro Ib��ez
(dominico) y Francisco de Salcedo (caballero de Avila), para la
primera redacci�n; y los dominicos Garc�a de Toledo y Domingo
B��ez, para la redacci�n segunda, texto actual del libro.
3 De los que se tornaron a Dios: santos que fueron pecadores
convertidos (S. Pablo, la Magdalena, San Agust�n...). Repetir�
varias veces ese concepto: c. 9, 7; 19, 5.10; 18, 4...
4 Tra�a estudio: pon�a empe�o, cuidado especial.
5 Que mis confesores: repetido en el aut�grafo, por lapsus
involuntario.
6 Es decir, adem�s del �mandato� de los confesores, el libro nace
por impulso interior m�stico.
7 Es patente la �intenci�n� de la escritora: escribe su
autobiograf�a para hacerse conocer y ayudar. A lo largo del libro
aparecer� un segundo objetivo: adoctrinar a los destinatarios del
escrito, �engolosinados� (c. 18, 8) y ayudarlos en su camino
espiritual.
CAP�TULO 1
En que trata c�mo comenz� el Se�or a despertar esta alma en su
ni�ez a cosas virtuosas, y la ayuda que es para esto serlo los
padres.
1. El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo
no fuera tan ruin, con lo que el Se�or me favorec�a, para ser
buena (1). Era mi padre aficionado a leer buenos libros (2) y as�
los ten�a de romance para que leyesen sus hijos. Esto (3), con el
cuidado que mi madre ten�a de hacernos rezar y ponernos en ser
devotos de nuestra Se�ora y de algunos santos, comenz� a
despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete a�os. Ayud�bame
no ver en mis padres favor sino para la virtud. Ten�an muchas.
Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con
los enfermos y aun con los criados; tanta, que jam�s se pudo
acabar con el tuviese esclavos (4), porque los hab�a gran piedad,
y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a
sus hijos. Dec�a que, de que no era libre, no lo pod�a sufrir de
piedad. Era de gran verdad. Jam�s nadie le vio jurar ni murmurar.
Muy honesto en gran manera.
2. Mi madre tambien ten�a muchas virtudes y pas� la vida con
grandes enfermedades (5). Grand�sima honestidad. Con ser de harta
hermosura, jam�s se entendi� que diese ocasi�n a que ella hac�a
caso de ella, porque con morir de treinta y tres a�os (6), ya su
traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto
entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo
que vivi�. Muri� muy cristianamente.
3. Eramos tres hermanas y nueve hermanos (7). Todos parecieron a
sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo,
aunque era la m�s querida de mi padre. Y antes que comenzase a
ofender a Dios, parece ten�a alguna raz�n; porque yo he l�stima
cuando me acuerdo las buenas inclinaciones que el Se�or me hab�a
dado y cu�n mal me supe aprovechar de ellas.
4. Pues mis hermanos ninguna cosa me desayudaban a servir a Dios.
Ten�a uno casi de mi edad (8), junt�bamonos entrambos a leer vidas
de Santos, que era el que yo m�s quer�a, aunque a todos ten�a gran
amor y ellos a m�. Como ve�a los martirios que por Dios las santas
pasaban, parec�ame compraban muy barato el ir a gozar de Dios y
deseaba yo mucho morir as�, no por amor que yo entendiese tenerle,
sino por gozar tan en breve de los grandes bienes que le�a haber
en el cielo, y junt�bame con este mi hermano a tratar que medio
habr�a para esto. Concert�bamos irnos a tierra de moros, pidiendo
por amor de Dios, para que all� nos descabezasen. Y pareceme que
nos daba el Se�or �nimo en tan tierna edad, si vieramos alg�n
medio, sino que el tener padres nos parec�a el mayor embarazo (9).
Espant�banos mucho el decir que pena y gloria era para siempre, en
lo que le�amos. Acaec�anos estar muchos ratos tratando de esto y
gust�bamos de decir muchas veces: �para siempre, siempre, siempre!
En pronunciar esto mucho rato era el Se�or servido me quedase en
esta ni�ez imprimido el camino de la verdad.
5. De que vi que era imposible ir a donde me matasen por Dios,
orden�bamos ser ermita�os; y en una huerta que hab�a en casa
procur�bamos, como pod�amos, hacer ermitas, poniendo unas
pedrecillas que luego se nos ca�an, y as� no hall�bamos remedio en
nada para nuestro deseo; que ahora me pone devoci�n ver c�mo me
daba Dios tan presto lo que yo perd� por mi culpa.
6. Hac�a limosna como pod�a, y pod�a poco. Procuraba soledad para
rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de
que mi madre era muy devota, y as� nos hac�a serlo. Gustaba mucho,
cuando jugaba con otras ni�as, hacer monasterios, como que eramos
monjas, y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las
cosas que he dicho.
7. Acuerdome que cuando muri� mi madre quede yo de edad de doce
a�os, poco menos (10). Como yo comence a entender lo que hab�a
perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Se�ora y
supliquela fuese mi madre, con muchas l�grimas (11). Pareceme que,
aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque
conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he
encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a s� (12).
Fat�game ahora ver y pensar en que estuvo el no haber yo estado
entera en los buenos deseos que comence.
8. �Oh Se�or m�o!, pues parece teneis determinado que me salve,
plega a Vuestra Majestad sea as�; y de hacerme tantas mercedes
como me habeis hecho, �no tuvierais por bien �no por mi ganancia,
sino por vuestro acatamiento� que no se ensuciara tanto posada
adonde tan continuo hab�ais de morar? Fat�game, Se�or, aun decir
esto, porque se que fue m�a toda la culpa; porque no me parece os
qued� a Vos nada por hacer para que desde esta edad no fuera toda
vuestra.
Cuando voy a quejarme de mis padres, tampoco puedo, porque no ve�a
en ellos sino todo bien y cuidado de mi bien.
Pues pasando de esta edad, que comence a entender (13) las gracias
de naturaleza que el Se�or me hab�a dado, que seg�n dec�an eran
muchas, cuando por ellas le hab�a de dar gracias, de todas me
comence a ayudar para ofenderle, como ahora dire.
NOTAS CAP�TULO 1
1 Fueron sus padres Don Alonso S�nchez de Cepeda (1480?-1543) y
Do�a Beatr�z de Ahumada (1495?-1529). Don Alonso hab�a casado en
primeras nupcias con Do�a Catalina del Peso y Henao. Muerta esta
en 1507, cas� en segundas nupcias con Do�a Beatr�z (1509). Ten�an
su residencia familiar en Avila.
2 Buenos libros: en el lexico teresiano equivale a �libros
espirituales o de devoci�n� (cf. c. 3, 4; 3, 7; 4, 7; 6, 4...).
3 Esto: en el aut�grafo �estos�. Lo consideramos lapsus de pluma
por contaminaci�n de sibilantes. Fray Luis edit� �estos� (p. 27);
luego en la fe de erratas enmand� �esto�, y as� lo public� en su
segunda edici�n de 1589 (p. 27). Entre los �buenos libros� de la
biblioteca de Don Alonso por aquellos a�os hab�a un �Retablo de la
Vida de Cristo�, un Tulio �De officiis�, un Boecio, un �Tratado de
la Misa�, �Los siete pecados�, �La conquista de ultramar�,
�Proverbios� de Seneca, Virgilio, �las Trescientas� y �La
coronaci�n� de Juan de Mena, y un �Lunario�. Son los t�tulos que
aparecen en el �Inventario� hecho por Don Alonso en 1507 a la
muerte de su primera mujer.
4 Esclavos: probablemente moros o africanos en situaci�n de
libertad limitada.
5 Do�a Beatr�z hab�a casado con Don Alonso a los 14 � 15 a�os de
edad. De el tuvo nueve o quiz�s diez hijos. M�s adelante aludir�
la Santa a los �grandes trabajos� de Do�a Beatr�z (c., 1).
6 Tendr�a probablemente 34 � 35 a�os. Falleci� a finales de
diciembre de 1528 o principios del a�o siguiente.
7 Las hermanas fueron: Mar�a, Teresa y Juana. Los hermanos: Juan
de Cepeda, Hernando de Ahumada, Rodrigo de Cepeda, Juan de
Ahumada, Lorenzo de Cepeda, Antonio de Ahumada, Pedro, Jer�nimo y
Agust�n de Ahumada.
8 Este hermano preferido era Rodrigo. Hab�a nacido en 1513. Teresa
naci� el 28.3.1515. Nos ha llegado la nota escrita por Don Alonso:
�En miercoles, 28 d�as del mes de marzo de mil y quinientos y
quince a�os, naci� Teresa, mi hija, a las cinco horas de la
ma�ana, media hora m�s o menos, que fue el dicho miercoles casi
amanecido� (BMC, t. 2, p. 91).
9 �Rodrigo de Ahumada�, anota Graci�n al margen de este pasaje en
su ejemplar de las obras de la Santa (Salamanca 1588). - No s�lo
�concertaron� la fuga, sino que la emprendieron: �... tomando
alguna cosilla para comer, se sali� con su hermano de casa de su
padre, determinados los dos a ir a tierra de moros, donde los
cortasen las cabezas por Jesucristo. Y saliendo por la puerta del
Adaja... se fueron por la puente adelante, hasta que un t�o suyo
los encontr� y los volvi� a casa... El ni�o se excusaba con decir
que su hermana le hab�a hecho tomar aquel camino� (FRANCISCO DE
RIBERA, �Vida de la M. Teresa�, I, 4).
10 En realidad, estaba para cumplir ya los 14, cuando muri� su
madre (finales de 1528 o principios de 1529).
11 Desde siempre se ha identificado esa imagen con la de �Nuestra
Se�ora de la Caridad�, actualmente en la catedral de Avila.
12 Me ha tornado a s�: alusi�n a su vocaci�n de carmelita o a su
�conversi�n�. Este segundo sentido es el que reafirma en la Rel.
30, 2.
13 Ender. escribe la Santa por lapsus de pluma. - Gracias de
naturaleza: alusi�n a su belleza y simpat�a, de las que es
consciente.
CAP�TULO 2
Trata c�mo fue perdiendo estas virtudes y lo que importa en la
ni�ez tratar con personas virtuosas.
1. Pareceme que comenz� a hacerme mucho da�o lo que ahora dire.
Considero algunas veces cu�n mal lo hacen los padres que no
procuran que vean sus hijos siempre cosas de virtud de todas
maneras; porque, con serlo tanto mi madre como he dicho (1), de lo
bueno no tome tanto en llegando a uso de raz�n, ni casi nada, y lo
malo me da�� mucho. Era aficionada a libros de caballer�as (2) y
no tan mal tomaba este pasatiempo como yo le tome para m�, porque
no perd�a su labor, sino desenvolv�amonos (3) para leer en ellos,
y por ventura lo hac�a para no pensar en grandes trabajos que
ten�a, y ocupar sus hijos, que no anduviesen en otras cosas
perdidos. De esto le pesaba tanto a mi padre, que se hab�a de
tener aviso a que no lo viese. Yo comence a quedarme en costumbre
de leerlos; y aquella peque�a falta que en ella vi, me comenz� a
enfriar los deseos y comenzar a faltar en lo dem�s; y parec�ame no
era malo, con gastar muchas horas del d�a y de la noche en tan
vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo
lo que en esto me embeb�a que, si no ten�a libro nuevo, no me
parece ten�a contento.
2. Comence a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con
mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades
que en esto pod�a tener, que eran hartas, por ser muy curiosa (4).
No ten�a mala intenci�n, porque no quisiera yo que nadie ofendiera
a Dios por m�. Dur�me mucha curiosidad de limpieza demasiada y
cosas que me parec�a a m� no eran ning�n pecado, muchos a�os.
Ahora veo cu�n malo deb�a ser.
Ten�a primos hermanos algunos (5), que en casa de mi padre no
ten�an otros cabida para entrar, que era muy recatado, y pluguiera
a Dios que lo fuera de estos tambien. Porque ahora veo el peligro
que es tratar en la edad que se han de comenzar a criar virtudes
con personas que no conocen la vanidad del mundo, sino que antes
despiertan para meterse en el. Eran casi de mi edad, poco mayores
que yo. And�bamos siempre juntos. Ten�anme gran amor, y en todas
las cosas que les daba contento los sustentaba pl�tica y o�a
sucesos de sus aficiones y ni�er�as nonada buenas; y lo que peor
fue, mostrarse el alma a lo que fue causa de todo su mal.
3. Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en esta
edad tuviesen gran cuenta con las personas que tratan sus hijos,
porque aqu� est� mucho mal, que se va nuestro natural antes a lo
peor que a lo mejor.
As� me acaeci� a m�, que ten�a una hermana de mucha m�s edad que
yo (6), de cuya honestidad y bondad �que ten�a mucha� de esta no
tomaba nada, y tome todo el da�o de una parienta que trataba mucho
en casa. Era de tan livianos tratos, que mi madre la hab�a mucho
procurado desviar que tratase en casa; parece adivinaba el mal que
por ella me hab�a de venir, y era tanta la ocasi�n que hab�a para
entrar, que no hab�a podido (7). A esta que digo, me aficione a
tratar. Con ella era mi conversaci�n y pl�ticas, porque me ayudaba
a todas las cosas de pasatiempos que yo quer�a, y aun me pon�a en
ellas y daba parte de sus conversaciones y vanidades.
Hasta que trate con ella, que fue de edad de catorce a�os (8), y
creo que m�s (para tener amistad conmigo �digo� y darme parte de
sus cosas), no me parece hab�a dejado a Dios por culpa mortal ni
perdido el temor de Dios, aunque le ten�a mayor de la honra (9).
Este tuvo fuerza para no la perder del todo, ni me parece por
ninguna cosa del mundo en esto me pod�a mudar, ni hab�a amor de
persona de el que a esto me hiciese rendir. �As� tuviera fortaleza
en no ir contra la honra de Dios, como me la daba mi natural para
no perder en lo que me parec�a a m� est� la honra del mundo! �Y no
miraba que la perd�a por otras muchas v�as!
4. En querer esta vanamente ten�a extremo. Los medios que eran
menester para guardarla, no pon�a ninguno. S�lo para no perderme
del todo ten�a gran miramiento.
Mi padre y hermana sent�an mucho esta amistad. Reprend�anmela
muchas veces. Como no pod�an quitar la ocasi�n de entrar ella en
casa, no les aprovechaban sus diligencias, porque mi sagacidad
para cualquier cosa mala era mucha. Esp�ntame algunas veces el
da�o que hace una mala compa��a, y si no hubiera pasado por ello,
no lo pudiera creer. En especial en tiempo de mocedad debe ser
mayor el mal que hace. Querr�a escarmentasen en m� los padres para
mirar mucho en esto. Y es as� que de tal manera me mud� esta
conversaci�n, que de natural y alma virtuoso no me dej� casi
ninguna (10), y me parece me imprim�a sus condiciones ella y otra
que ten�a la misma manera de pasatiempos.
5. Por aqu� entiendo el gran provecho que hace la buena compa��a,
y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas
virtuosas, que estuviera entera en la virtud. Porque si en esta
edad tuviera quien me ense�ara a temer a Dios, fuera tomando
fuerzas el alma para no caer. Despues, quitado este temor del
todo, qued�me s�lo el de la honra, que en todo lo que hac�a me
tra�a atormentada. Con pensar que no se hab�a de saber, me atrev�a
a muchas cosas bien contra ella y contra Dios.
6. Al principio da��ronme las cosas dichas, a lo que me parece, y
no deb�a ser suya la culpa, sino m�a. Porque despues mi malicia
para el mal bastaba, junto con tener criadas, que para todo mal
hallaba en ellas buen aparejo; que si alguna fuera en aconsejarme
bien, por ventura me aprovechara; mas el interes las cegaba, como
a m� la afici�n. Y pues nunca era inclinada a mucho mal �porque
cosas deshonestas naturalmente las aborrec�a�, sino a pasatiempos
de buena conversaci�n, mas puesta en la ocasi�n, estaba en la mano
el peligro, y pon�a en el a mi padre y hermanos. De los cuales
(11) me libr� Dios de manera que se parece bien procuraba contra
mi voluntad que del todo no me perdiese, aunque no pudo ser tan
secreto que no hubiese harta quiebra de mi honra y sospecha en mi
padre.
Porque no me parece hab�a tres meses que andaba en estas
vanidades, cuando me llevaron a un monasterio que hab�a en este
lugar (12), adonde se criaban personas semejantes, aunque no tan
ruines en costumbres como yo; y esto con tan gran disimulaci�n,
que sola yo y alg�n deudo lo supo; porque aguardaron a coyuntura
que no pareciese novedad: porque, haberse mi hermana casado y
quedar sola sin madre, no era bien (13).
7. Era tan demasiado el amor que mi padre me ten�a y la mucha
disimulaci�n m�a, que no hab�a creer tanto mal de m�, y as� no
qued� en desgracia conmigo. Como fue breve el tiempo, aunque se
entendiese algo, no deb�a ser dicho con certinidad (14). Porque
como yo tem�a tanto la honra, todas mis diligencias eran en que
fuese secreto, y no miraba que no pod�a serlo a quien todo lo ve.
�Oh Dios m�o! �Que da�o hace en el mundo tener esto en poco y
pensar que ha de haber cosa secreta que sea contra Vos! Tengo por
cierto que se excusar�an grandes males si entendiesemos que no
est� el negocio en guardarnos de los hombres, sino en no nos
guardar de descontentaros a Vos.
8. Los primeros ocho d�as sent� mucho, y m�s la sospecha que tuve
se hab�a entendido la vanidad m�a, que no de estar all�. Porque ya
yo andaba cansada y no dejaba de tener gran temor de Dios cuando
le ofend�a, y procuraba confesarme con brevedad. Tra�a un
desasosiego, que en ocho d�as �y aun creo menos� estaba muy m�s
contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque
en esto me daba el Se�or gracia, en dar contento adondequiera que
estuviese, y as� era muy querida (15). Y puesto que yo estaba
entonces ya enemigu�sima de ser monja, holg�bame de ver tan buenas
monjas, que lo eran mucho las de aquella casa, y de gran
honestidad y religi�n y recatamiento.
Aun con todo esto no me dejaba el demonio de tentar, y buscar los
de fuera c�mo me desasosegar con recaudos. Como no hab�a lugar,
presto se acab�, y comenz� mi alma a tornarse a acostumbrar en el
bien de mi primera edad y vi la gran merced que hace Dios a quien
pone en compa��a de buenos.
Pareceme andaba Su Majestad mirando y remirando por d�nde me pod�a
tornar a s�. �Bendito se�is Vos, Se�or, que tanto me habeis
sufrido! Amen.
9. Una cosa ten�a que parece me pod�a ser alguna disculpa, si no
tuviera tantas culpas; y es que era el trato con quien por v�a de
casamiento me parec�a pod�a acabar en bien; e informada de con
quien me confesaba y de otras personas, en muchas cosas me dec�an
no iba contra Dios.
10. Dorm�a una monja con las que est�bamos seglares, que por medio
suyo parece quiso el Se�or comenzar a darme luz, como ahora dire
(16).
NOTAS CAP�TULO 2
1 Lo ha dicho en el c. 1, 2.
2 Libros de caballer�as�: son las novelas fant�sticas de su
tiempo, puestas en rid�culo por Cervantes en las primeras p�ginas
del Quijote (I, c. 6). - Teresa misma lleg� a escribir un �libro
de caballer�as� (una de esas novelas) en colaboraci�n con su
hermano Rodrigo: los atestiguan F. de Ribera (�Vida de la M.
Teresa (, c. 5) y Graci�n en nota a ese pasaje de Ribera: �la
misma (Teresa) lo cont� a m�. - De este escrito de Teresa joven,
nada ha llegado hasta nosotros.
3 Desenvolviemonos, escribe ella. En el sentido de �desembarazarse
de ocupaciones�: nos las arregl�bamos para...
4 Curiosa: cuidadosa, arreglada. - En carta del 23.12.1561,
ponderando la belleza de una imagen de la Virgen, enviada desde
Quito por su hermano Lorenzo, escribe: �Si fuera el tiempo que yo
tra�a oro, hubiera harta envidia de la imagen�.
5 Primos hermanos: Alude probablemente a los hijos de Do�a Elvira
de Cepeda, viuda de D. Hernando Mej�a: Vasco (nacido en 1507),
Francisco (1508), y Diego (1513).
6 Una hermana: �Llam�base Do�a Mar�a de Cepeda�, anota Graci�n en
su ejemplar de �Vida�. Era la primogenita de Don Alonso, en su
primer matrimonio. Unos nueve a�os mayor que Teresa.
7 No hab�a podido evitarlo o desviar a la pariente. - Se trataba,
probablemente, de otra hija de Do�a Elvira: Ines de Mej�a.
8 De catorce a�os: Teresa se acerca a los 16 cuando su padre la
lleva al internado de Santa Mar�a de Gracia, para conjurar esa
situaci�n.
9 Temor de la honra: temor de perderla. En realidad, se trata del
�culto de la honra o pundonor�, verdadero �ncubo psicol�gico de su
siglo. Teresa �era tan honrosa�, escribir� enseguida (c. 3, 7).
10 Casi ninguna virtud.
11 De los cuales peligros y ocasiones.
12 Este lugar es Avila, aludida en anonimato a lo largo de todo el
libro. - El monasterio es �Santa Mar�a de Gracia�, de agustinas,
que acog�an y educaban a las j�venes �doncellas se�oras de piso�.
13 Mi hermana: era Do�a Mar�a de Cepeda, casada en enero de 1531
con Don Mart�n Guzm�n y Barrientos. De ellos hablar� en el c, 3,
3; y c. 4, 6.
14 Certinidad: certeza.
15 Muy querida: aspecto muy destacado entre sus recuerdos de
infancia y adolescencia: cf. c. 1, 3.4; 2, 2.7; 3, 3.4.
16 Una monja... como dire: lo dir� en el c. 3, 1. Era Do�a Mar�a
de Brice�o, de Avila, y de unos 33 a�os, agustina en Santa Mar�a
de Gracia desde los 16. Ejercer� influjo decisivo en Teresa.
CAP�TULO 3
En que trata c�mo fue parte la buena compa��a para tornar a
despertar sus deseos, y por que manera comenz� el Se�or a darla
alguna luz del enga�o que hab�a tra�do.
1. Pues comenzando a gustar de la buena y santa conversaci�n de
esta monja, holg�bame de o�rla cu�n bien hablaba de Dios, porque
era muy discreta y santa. Esto, a mi parecer, en ning�n tiempo
deje de holgarme de o�rlo. Comenz�me a contar c�mo ella hab�a
venido a ser monja por s�lo leer lo que dice el evangelio: Muchos
son los llamados y pocos los escogidos (1). Dec�ame el premio que
daba el Se�or a los que todo lo dejan por El.
Comenz� esta buena compa��a a desterrar las costumbres que hab�a
hecho la mala y a tornar a poner en mi pensamiento deseos de las
cosas eternas y a quitar algo la gran enemistad que ten�a con ser
monja, que se me hab�a puesto grand�sima. Y si ve�a alguna tener
l�grimas cuando rezaba, u otras virtudes, hab�ala mucha envidia;
porque era tan recio mi coraz�n en este caso que, si leyera toda
la Pasi�n, no llorara una l�grima. Esto me causaba pena.
2. Estuve a�o y medio en este monasterio harto mejorada. Comence a
rezar muchas oraciones vocales y a procurar con todas me
encomendasen a Dios, que me diese el estado en que le hab�a de
servir. Mas todav�a deseaba no fuese monja, que este no fuese Dios
servido de d�rmele, aunque tambien tem�a el casarme.
A cabo de este tiempo que estuve aqu�, ya ten�a m�s amistad de ser
monja, aunque no en aquella casa, por las cosas m�s virtuosas que
despues entend� ten�an, que me parec�an extremos demasiados; y
hab�a algunas de las m�s mozas que me ayudaban en esto, que si
todas fueran de un parecer, mucho me aprovechara. Tambien ten�a yo
una grande amiga (2) en otro monasterio, y esto me era parte para
no ser monja, si lo hubiese de ser, sino adonde ella estaba.
Miraba m�s el gusto de mi sensualidad (3) y vanidad que lo bien
que me estaba a mi alma. Estos buenos pensamientos de ser monja me
ven�an algunas veces y luego se quitaban, y no pod�a persuadirme a
serlo.
3. En este tiempo, aunque yo no estaba descuidada de mi remedio,
andaba m�s ganoso el Se�or de disponerme para el estado que me
estaba mejor. Diome una gran enfermedad, que hube de tornar en
casa de mi padre. En estando buena, llev�ronme en casa de mi
hermana �que resid�a en una aldea� (4) para verla, que era extremo
el amor que me ten�a y, a su querer, no saliera yo de con ella; y
su marido tambien me amaba mucho, al menos mostr�bame todo regalo,
que aun esto debo m�s al Se�or, que en todas partes siempre le he
tenido, y todo se lo serv�a como la que soy.
4. Estaba en el camino un hermano de mi padre, muy avisado y de
grandes virtudes, viudo, a quien tambien andaba el Se�or
disponiendo para s�, que en su mayor edad dej� todo lo que ten�a y
fue fraile y acab� de suerte que creo goza de Dios (5). Quiso que
me estuviese con el unos d�as. Su ejercicio era buenos libros de
romance, y su hablar era �lo m�s ordinario� de Dios y de la
vanidad del mundo. Hac�ame le leyese y, aunque no era amiga de
ellos (6), mostraba que s�. Porque en esto de dar contento a otros
he tenido extremo, aunque a m� me hiciese pesar; tanto, que en
otras fuera virtud y en m� ha sido gran falta, porque iba muchas
veces muy sin discreci�n.
�Oh, v�lgame Dios, por que terminos me andaba Su Majestad
disponiendo para el estado en que se quiso servir de m�, que, sin
quererlo yo, me forz� a que me hiciese fuerza! Sea bendito por
siempre, amen.
5. Aunque fueron los d�as que estuve pocos, con la fuerza que
hac�an en mi coraz�n las palabras de Dios, as� le�das como o�das,
y la buena compa��a, vine a ir entendiendo la verdad de cuando
ni�a (7), de que no era todo nada, y la vanidad del mundo, y c�mo
acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, c�mo me iba al
infierno. Y aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser
monja, vi era el mejor y m�s seguro estado. Y as� poco a poco me
determine a forzarme para tomarle.
6. En esta batalla estuve tres meses, forz�ndome a m� misma con
esta raz�n: que los trabajos y pena de ser monja no pod�a ser
mayor que la del purgatorio, y que yo hab�a bien merecido el
infierno; que no era mucho estar lo que viviese como en
purgatorio, y que despues me ir�a derecha al cielo, que este era
mi deseo.
Y en este movimiento de tomar estado, m�s me parece me mov�a un
temor servil que amor. Pon�ame (8) el demonio que no podr�a sufrir
los trabajos de la religi�n, por ser tan regalada (9). A esto me
defend�a con los trabajos que pas� Cristo, porque no era mucho yo
pasase algunos por El; que El me ayudar�a a llevarlos �deb�a
pensar�, que esto postrero no me acuerdo. Pase hartas tentaciones
estos d�as.
7. Hab�anme dado, con unas calenturas, unos grandes desmayos, que
siempre ten�a bien poca salud. Diome la vida haber quedado ya
amiga de buenos libros. Le�a en las Ep�stolas de San Jer�nimo
(10), que me animaban de suerte que me determine a decirlo a mi
padre, que casi era como a tomar el h�bito, porque era tan honrosa
(11) que me parece no tornara atr�s por ninguna manera, habiendolo
dicho una vez. Era tanto lo que me quer�a, que en ninguna manera
lo pude acabar con el, ni bastaron ruegos de personas que procure
le hablasen. Lo que m�s (12) se pudo acabar con el fue que despues
de sus d�as har�a lo que quisiese. Yo ya me tem�a a m� y a mi
flaqueza no tornase atr�s, y as� no me pareci� me conven�a esto, y
procurelo por otra v�a, como ahora dire.
NOTAS CAP�TULO 3
1 Mt 20, 16. sigue inmediatamente otra alusi�n al Evangelio: Mt
19, 28.
2 Al margen de su ejemplar anot� el P. Graci�n: �Llam�base Juana
Ju�rez�. - Era monja carmelita en la Encarnaci�n de Avila; por
este tiempo sol�a visitarla la Santa. De estas visitas se acordaba
muchos a�os m�s tarde otra monja del monasterio: �Yo me acuerdo
cuando la Santa Madre ven�a seglar algunas veces a este convento,
y doy por se�as qe tra�a una saya naranjada con unos ribetes de
terciopelo negro� (Cfr. MBC, t. II, p. 113).
3 Sensualidad: en el lexico teresiano tiene acepci�n propia y algo
varia, pero siempre distinta de la moderna; equivale a �la parte
sensitiva o sensible del compuesto humano�, a �sentidos y
sensibilidad�, e incluso a �la carne en cuanto tercer enemigo del
alma� (cf. en esta �ltima acepci�n: Vida 7, 38, 18; Fund. 5, 12. -
La misma acepci�n tiene el adjetivo sensual: cf. Vida 8,5; 10, 2;
12, 1; 29, 9...
4 Se refiere a su hermana mayor Mar�a de Cepeda, de quien hizo el
elogio en el c, 2, n. 3, casada hacia enero de 1531, poco antes de
entrar Teresa en Santa Mar�a de Gracia; su cu�ado era Don Mart�n
de Guzm�n y Barrientos; resid�an en Castellanos de la Ca�ada,
aldehuela avilesa de unos 10 vecinos.
5 Era este t�o de la Santa Pedro S�nchez de Cepeda (viudo de Do�a
Catalina del Aguila), residente en la aldehuela de Hortigosa, a
pocas leguas de Avila. Hombre �espiritual�, dado a la penitencia y
lectura piadosa, viv�a como un fraile, y de hecho muri� monje en
el monasterio de jer�nimos de Guisando.
6 A�n no era amiga de libros espirituales. Momentos de transici�n
entre su afici�n a las lecturas profanas (c. 2, 1) y su
predilecci�n por los buenos libros de los que pronto ser� amiga
(n. 7), y porsteriormente amigu�sima (6, 4).
7 La verdad de cuando ni�a: alusi�n a sus meditaciones infantiles
que refiri� en el c. 1, 4. - Que no era todo nada: doble negaci�n,
con fuerza afirmativa: �que todo (lo creado) era nada (cf. 15,
11).
8 Pon�ame: en acepci�n de �sugerir�: (pon�ame en pensamiento...),
acepci�n de �poner� (= oponer) frecuente en la Santa (cf. 11, 4;
12, 3; 13 t�t.).
9 Tan regalada: amiga de comodidad y regalo (cf. 13, 7: �tan
mirada y regalada�).
10 Muy probablemente las ley� en la versi�n del bachiller JUAN DE
MOLINA: �Las ep�stolas de San Jer�nimo con una narraci�n de la
guerra de las Germanias�, dedicada a Do�a Mar�a Enr�quez de Borja,
Duquesa de Gand�a y Abadesa del Monasterio de Santa Clara de la
misma ciudad, en Valencia, por Juan Jofre, 1520, o quiz� en alguna
de las sucesivas reediciones: Valencia 1522 y 1526, o Sevilla
1532.
11 Tan honrosa: tan pundonorosa ( o �tan esclava de la honra en
mantener la palabra dada). Cf. 31, 23, Acepci�n m�s amplia en
Conc. 3, 7; C. 18, 5.
12 Lo que m�s: lo m�s que...
CAP�TULO 4
Dice c�mo la ayud� el Se�or para forzarse a s� misma para tomar
h�bito, y las muchas enfermedades que Su Majestad la comenz� a
dar.
1. En estos d�as que andaba con estas determinaciones, hab�a
persuadido a un hermano m�o a que se metiese fraile (*,1)
diciendole la vanidad del mundo. Y concertamos entrambos de irnos
un d�a muy de ma�ana al monasterio adonde estaba aquella mi amiga,
que era al que yo ten�a mucha afici�n (2), puesto que ya en esta
postrera determinaci�n ya yo estaba de suerte, que a cualquiera
que pensara servir m�s a Dios o mi padre quisiera, fuera; que m�s
miraba ya el remedio de mi alma, que del descanso ning�n caso
hac�a de el.
Acuerdaseme, a todo mi parecer y con verdad, que cuando sal� de
casa de mi padre no creo ser� m�s el sentimiento cuando me muera
(3). Porque me parece cada hueso se me apartaba por s�, que, como
no hab�a amor de Dios que quitase el amor del padre y parientes,
era todo haciendome una fuerza tan grande que, si el Se�or no me
ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aqu� me
dio �nimo contra m�, de manera que lo puse por obra.
2. En tomando el h�bito (4), luego me dio el Se�or a entender c�mo
favorece a los que se hacen fuerza para servirle, la cual nadie no
entend�a de m� (5), sino grand�sima voluntad. A la hora (6) me dio
un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca jam�s me
falt� hasta hoy, y mud� Dios la sequedad que ten�a mi alma en
grand�sima ternura. D�banme deleite todas las cosas de la
religi�n, y es verdad que andaba algunas veces barriendo en horas
que yo sol�a ocupar en mi regalo y gala, y acord�ndoseme que
estaba libre de aquello, me daba un nuevo gozo, que yo me
espantaba y no pod�a entender por d�nde ven�a.
Cuando de esto me acuerdo, no hay cosa que delante se me pusiese,
por grave que fuese, que dudase de acometerla. Porque ya tengo
experiencia en muchas que, si me ayudo al principio a determinarme
a hacerlo, que, siendo s�lo por Dios, hasta comenzarlo (7) quiere
�para que m�s merezcamos� que el alma sienta aquel espanto, y
mientras mayor, si sale con ello, mayor premio y m�s sabroso se
hace despues. Aun en esta vida lo paga Su Majestad por unas v�as
que s�lo quien goza de ello lo entiende. Esto tengo por
experiencia, como he dicho (8), en muchas cosas harto graves. Y
as� jam�s aconsejar�a �si fuera persona que hubiera de dar
parecer� que, cuando una buena inspiraci�n acomete muchas veces,
se deje, por miedo, de poner por obra; que si va desnudamente por
solo Dios, no hay que temer suceder� mal, que poderoso es para
todo. Sea bendito por siempre, amen.
3. Bastara, �oh sumo Bien y descanso m�o!, las mercedes que me
hab�ais hecho hasta aqu�, de traerme por tantos rodeos vuestra
piedad y grandeza a estado tan seguro y a casa adonde hab�a muchas
siervas de Dios, de quien yo pudiera tomar, para ir creciendo en
su servicio. No se c�mo he de pasar de aqu�, cuando me acuerdo la
manera de mi profesi�n (9) y la gran determinaci�n y contento con
que la hice y el desposorio que hice con Vos. Esto no lo puedo
decir sin l�grimas, y hab�an de ser de sangre y quebr�rseme el
coraz�n, y no era mucho sentimiento para lo que despues os ofend�.
Pareceme ahora que ten�a raz�n de no querer tan gran dignidad,
pues tan mal hab�a de usar de ella. Mas Vos, Se�or m�o, quisisteis
ser �casi veinte a�os que use mal de esta merced� ser el
agraviado, porque yo fuese mejorada. No parece, Dios m�o, sino que
promet� no guardar cosa de lo que os hab�a prometido, aunque
entonces no era esa mi intenci�n. Mas veo tales mis obras despues,
que no se que intenci�n ten�a, para que m�s se vea quien Vos sois,
Esposo m�o, y quien soy yo. Que es verdad, cierto, que muchas
veces me templa el sentimiento de mis grandes culpas el contento
que me da que se entienda la muchedumbre de vuestras misericordias
(10).
4. �En quien, Se�or, pueden as� resplandecer como en m�, que tanto
he oscurecido con mis malas obras las grandes mercedes que me
comenzasteis a hacer? �Ay de m�, Criador m�o, que si quiero dar
disculpa, ninguna tengo! Ni tiene nadie la culpa sino yo. Porque
si os pagara algo del amor que me comenzasteis a mostrar, no le
pudiera yo emplear en nadie sino en Vos, y con esto se remediaba
todo. Pues no lo merec� ni tuve tanta ventura, v�lgame ahora,
Se�or, vuestra misericordia.
5. La mudanza de la vida y de los manjares me hizo da�o a la
salud, que, aunque el contento era mucho, no bast�. Comenz�ronme a
crecer los desmayos y diome un mal de coraz�n tan grand�simo, que
pon�a espanto a quien le ve�a, y otros muchos males juntos, y as�
pase el primer a�o con harta mala salud, aunque no me parece
ofend� a Dios en el mucho. Y como era el mal tan grave que casi me
privaba el sentido siempre y algunas veces del todo quedaba sin
el, era grande la diligencia que tra�a mi padre para buscar
remedio; y como no le dieron los medicos de aqu�, procur� llevarme
a un lugar adonde hab�a mucha fama de que sanaban all� otras
enfermedades, y as� dijeron har�an la m�a (11). Fue conmigo esta
amiga que he dicho que ten�a en casa, que era antigua (12). En la
casa que era monja no se promet�a clausura (13).
6. Estuve casi un a�o por all�, y los tres meses de el padeciendo
tan grand�simo tormento en las curas que me hicieron tan recias,
que yo no se c�mo las pude sufrir; y en fin, aunque las sufr�, no
las pudo sufrir mi sujeto, como dire (14).
Hab�a de comenzarse la cura en el principio del verano, y yo fui
en el principio del invierno. Todo este tiempo estuve en casa de
la hermana que he dicho (15) que estaba en la aldea, esperando el
mes de abril, porque estaba cerca, y no andar yendo y viniendo.
7. Cuando iba, me dio aquel t�o m�o que tengo dicho que estaba en
el camino, un libro: ll�mase Tercer Abecedario (16), que trata de
ense�ar oraci�n de recogimiento; y puesto que este primer a�o
hab�a le�do buenos libros (que no quise m�s usar de otros, porque
ya entend�a el da�o que me hab�an hecho) (17), no sab�a c�mo
proceder en oraci�n ni c�mo recogerme, y as� holgueme mucho con el
y determineme a seguir aquel camino con todas mis fuerzas (18). Y
como ya el Se�or me hab�a dado don de l�grimas y gustaba de leer,
comence a tener ratos de soledad y a confesarme a menudo y
comenzar aquel camino, teniendo a aquel libro por maestro. Porque
yo no halle maestro, digo confesor, que me entendiese, aunque le
busque, en veinte a�os despues de esto que digo, que me hizo harto
da�o para tornar muchas veces atr�s y aun para del todo perderme;
porque todav�a me ayudara a salir de las ocasiones que tuve para
ofender a Dios.
Comenz�me Su Majestad a hacer tantas mercedes en los principios,
que al fin de este tiempo que estuve aqu� (que era casi nueve
meses en esta soledad, aunque no tan libre de ofender a Dios como
el libro me dec�a, mas por esto pasaba yo; parec�ame casi
imposible tanta guarda; ten�ala de no hacer pecado mortal, y
pluguiera a Dios la tuviera siempre; de los veniales hac�a poco
caso, y esto fue lo que me destruy�...) (19), comenz� el Se�or a
regalarme tanto por este camino, que me hac�a merced de darme
oraci�n de quietud, y alguna vez llegaba a uni�n, aunque yo no
entend�a que era lo uno ni lo otro y lo mucho que era de preciar,
que creo me fuera gran bien entenderlo. Verdad es que duraba tan
poco esto de uni�n, que no se si era Avemar�a; (20) mas quedaba
con unos efectos tan grandes que, con no haber en este tiempo
veinte a�os (21), me parece tra�a el mundo debajo de los pies, y
as� me acuerdo que hab�a l�stima a los que le segu�an, aunque
fuese en cosas l�citas.
Procuraba lo m�s que pod�a traer a Jesucristo, nuestro bien y
Se�or, dentro de m� presente, y esta era mi manera de oraci�n. Si
pensaba en alg�n paso (22), le representaba en lo interior; aunque
lo m�s gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreaci�n;
porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni
de aprovecharme con la imaginaci�n, que la tengo tan torpe, que
aun para pensar y representar en m� �como lo procuraba traer� la
Humanidad del Se�or, nunca acababa. Y aunque por esta v�a de no
poder obrar con el entendimiento llegan m�s presto a la
contemplaci�n si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque si
falta la ocupaci�n de la voluntad y el haber en que se ocupe en
cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio,
y da gran pena la soledad y sequedad, y grand�simo combate los
pensamientos.
8. A personas que tienen esta disposici�n les conviene m�s pureza
de conciencia que a las que con el entendimiento pueden obrar.
Porque quien va discurriendo (23) en lo que es el mundo y en lo
que debe a Dios y en lo mucho que sufri� y lo poco que le sirve y
lo que da a quien le ama, saca doctrina para defenderse de los
pensamientos y de las ocasiones y peligros. Pero quien no se puede
aprovechar de esto, tienele mayor y convienele ocuparse mucho en
lecci�n, pues de su parte no puede sacar ninguna (24).
Es tan penos�sima esta manera de proceder, que si el maestro que
ense�a aprieta en que sin lecci�n (25), que ayuda mucho para
recoger (a quien de esta manera procede le es necesario, aunque
sea poco lo que lea, sino en lugar de la oraci�n mental que no
puede tener); digo que si sin esta ayuda le hacen estar mucho rato
en la oraci�n, que ser� imposible durar mucho en ella y le har�
da�o a la salud si porf�a, porque es muy penosa cosa (26).
9. Ahora me parece que provey� el Se�or que yo no hallase quien me
ense�ase, porque fuera imposible, �me parece�, perseverar
dieciocho a�os que pase este trabajo, y en estos (27) grandes
sequedades, por no poder, como digo, discurrir. En todos estos, si
no era acabando de comulgar, jam�s osaba comenzar a tener oraci�n
sin un libro; que tanto tem�a mi alma estar sin el en oraci�n,
como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era
como una compa��a o escudo en que hab�a de recibir los golpes de
los muchos pensamientos, andaba consolada. Porque la sequedad no
era lo ordinario, mas era siempre cuando me faltaba libro, que era
luego desbaratada el alma, y los pensamientos perdidos; con esto
los comenzaba a recoger y como por halago llevaba el alma. Y
muchas veces, en abriendo el libro, no era menester m�s. Otras
le�a poco, otras mucho, conforme a la merced que el Se�or me
hac�a.
Parec�ame a m�, en este principio que digo, que teniendo yo libros
y c�mo tener soledad, que no habr�a peligro que me sacase de tanto
bien; y creo con el favor de Dios fuera as�, si tuviera maestro o
persona que me avisara de huir las ocasiones en los principios y
me hiciera salir de ellas, si entrara, con brevedad. Y si el
demonio me acometiera entonces descubiertamente, parec�ame en
ninguna manera tornara gravemente a pecar; mas fue tan sutil y yo
tan ruin, que todas mis determinaciones me aprovecharon poco,
aunque muy mucho los d�as que serv� a Dios, para poder sufrir las
terribles enfermedades que tuve, con tan gran paciencia como Su
Majestad me dio.
10. Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y
regal�dose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia.
Sea bendito por todo, que he visto claro no dejar sin pagarme, aun
en esta vida, ning�n deseo bueno. Por ruines e imperfectas que
fuesen mis obras, este Se�or m�o las iba mejorando y
perfeccionando y dando valor, y los males y pecados luego los
escond�a. Aun en los ojos de quien los ha visto, permite Su
Majestad se cieguen y los quita de su memoria. Dora las culpas.
Hace que resplandezca una virtud que el mismo Se�or pone en m�
casi haciendome fuerza para que la tenga.
11. Quiero tornar a lo que me han mandado (28). Digo que, si
hubiera de decir por menudo de la manera que el Se�or se hab�a
conmigo en estos principios, que fuera menester otro entendimiento
que el m�o para saber encarecer lo que en este caso le debo y mi
gran ingratitud y maldad, pues todo esto olvide. Sea por siempre
bendito, que tanto me ha sufrido. Amen.
NOTAS CAP�TULO 4
1 Un hermano m�o: probablemente Antonio de Ahumada. As� lo afirma
F. de Ribera en su Vida de la Madre Teresa (Salamanca 1590, p.
59), seg�n el cual Antonio pidi� el h�bito de dominico en el
monasterio de Santo Tom�s: �No le recibieron all� entonces...
Despues entr� en la orden del bienaventurado san Jer�nimo, y
siendo novicio vino a enfermar de manera que no pudo perseverar�
(ib. p. 60). - Antonio pas� a America, donde muri� el 20 de enero
de 1546, de las heridas recibidas en la batalla de I�aquitos
(Ecuador).
2 Monasterio de la Encarnaci�n de Avila, donde era carmelita
�aquella su amiga� Juana Ju�rez: cf. c. 3, n. 2. - Sigue una frase
algo oscura: �ya yo estaba decidida de suerte, que a cualquier
monasterio en que pensara servir m�s a Dios...
3 Al margen de su ejemplar anot� Graci�n: �D�a de las �nimas�. Era
el a�o de 1535, 2 de noviembre.
4 Tom� el h�bito el 2 de noviembre de 1536, tras un a�o de
postulantado, a los 21 de edad.
5 Nadie no entend�a de m�: doble negaci�n, que refuerza la
negativa: nadie se imaginaba que ella tuviese que hacerse fuerza
para vivir de monja.
6 A la hora: inmediatamente, enseguida (cf. 30, 14; 36, 11)).
7 Hasta comenzarlo, escribe la Santa, como en alg�n otro pasaje
(19, 2). Seguimos la lectura hecha por fray Luis (p. 45),
modernizando �comenzarlo�.
8 Lo ha dicho en el n. precedente.
9 Mi profesi�n: fue el 3.11.1532, a sus 22 a�os.
10 Muchedumbre de v. misericordias: reminiscencia de los salmos
(por ejemplo del 50, 2, seg�n el texto de la Vulgata usado por la
Santa: �seg�n la muchedumbre de tus misericordias, borra mi
iniquidad�).
11 Llev�ronme a un lugar: Becedas, a unas 14 leguas de Avila, en
la serran�a de Bejar. All� resid�a la famosa curandera. La Santa
permaneci� en Becedas unos tres meses.
12 La amiga que ten�a en casa (en el convento), era Juana Ju�rez
(cf. 3, 2 y 4, 1).
13 No se promet�a clausura en la Encarnaci�n. Lo repetir� m�s
adelante (7, 3; 36, 8-9). El monasterio de la Encarnaci�n hab�a
sido fundado como beaterio, y las religiosas profesaban los tres
votos, pero no la clausura.
14 Reanudar� el relato en el c. 5, n. 7. - No las pudo sufrir mi
sujeto: mi naturaleza o mi cuerpo, por contraposici�n a �persona�
(cf. 7, 17; 20, 12).
15 Mar�a de Cepeda: cf. 3, 3. En Castellanos de la Ca�ada.
16 Alude a su t�o Pedro S. de Cepeda (cf. c. 3, n. 4). El libro
que puso en sus manos era la famosa obra del franciscano FRANCISCO
DE OSUNA, titulada: Tercera parte del libro llamado Abecedario
espiritual. El ejemplar manejado por la Santa se conserva en San
Jose de Avila, seg�n tradici�n constante del monasterio. Es, sin
duda, uno de los libros espirituales que m�s honda huella dejaron
en Santa Teresa.
17 Alude a las novelas de caballer�as, recordadas en el c. 2.
18 Aquel camino: era el camino de la �oraci�n de recogimiento�
ense�ado por el libro de Osuna (cf. el principio de este n.). -
Sigue: don de l�grimas: Cf. c. 11, n. 9. - En este mismo n�mero
hablar� de �oraci�n de quietud� y oraci�n de �uni�n�: son dos
grados superiores de oraci�n, de que hablar� en los cc. 14-15 y
18-22 respectivamente.
19 Este largo parentesis incluye una de las t�picas digresiones de
la autora. La frase queda incompleta. Tras los suspensivos,
reanuda con las mismas palabras que hab�an iniciado el p�rrafo.
Eliminado el parentesis, el per�odo fluye as�: comenz�me S.M. en
estos principios... que al fin de este tiempo que estuve aqu� me
hac�a merced de darme oraci�n de quietud (cf. fray Luis, p. 48).
20 Avemar�a: el tiempo de un avemar�a (breve tiempo: cf. 38, 1-
10).
21 Contaba en torno a los 23 a�os de edad.
22 Alg�n paso de la Pasi�n del Se�or.
23 La Santa escribi�: discurriendo, dejando inconclusa la frase.
Fray Luis trascribi� discurre (p. 51). Pero probablemente la
Autora quiso decir �va� discurriendo.
24 El sentido es: �quien no es capaz de hacer oraci�n discursiva,
tiene mayor peligro (de distracciones); le conviene hacer oraci�n
leyendo, pues por s� solo es incapaz de sacar doctrina�.
25 Lecci�n: quivale a �lectura�, lo mismo que en la frase
anterior.
26 Pasaje dif�cil, por el largo parentesis y la acumulaci�n de
elipsis. Para aclararlo, fray Luis a�adi� una �y�: �ayuda mucho
para recoger a quien de esta manera procede, y le es necesario...�
(p. 51). El sentido es: �es tan penosa la oraci�n de quien no
puede discurrir, que si el maestro espiritual propone que se haga
sin lectura, ser� imposible durar mucho en ella�. A esa posible
actitud del maestro espiritual, la Santa contrapone su tesis sobre
la conveniencia de la lectura: �que ayuda mucho a la oraci�n, y a
quien no puede discurrir (o meditar), le es necesaria, aunque sea
poco lo que lea�. - En este pasaje �oraci�n mental� equivale a
meditaci�n (cf. 15, 9).
27 Y en estos a�os.
28 Tornar a lo que me han mandado: al relato de su vida.
Recuerdese el comienzo del Pr�logo, n. 1.
CAP�TULO 5
Prosigue en las grandes enfermedades que tuvo y la paciencia que
el Se�or le dio en ellas, y c�mo saca de los males bienes, seg�n
se ver� en una cosa que le acaeci� en este lugar que se fue a
curar.
1. Olvide de decir c�mo en el a�o del noviciado pase grandes
desasosiegos con cosas que en s� ten�an poco tomo; mas culp�banme
sin tener culpa hartas veces. Yo lo llevaba con harta pena e
imperfecci�n, aunque con el gran contento que ten�a de ser monja
todo lo pasaba. Como me ve�an procurar soledad y me ve�an llorar
por mis pecados algunas veces, pensaban era descontento, y as� lo
dec�an.
Era aficionada a todas las cosas de religi�n, mas no a sufrir
ninguna que pareciese menosprecio. Holg�bame de ser estimada. Era
curiosa (1) en cuanto hac�a. Todo me parec�a virtud, aunque esto
no me ser� disculpa, porque para todo sab�a lo que era procurar mi
contento, y as� la ignorancia no quita la culpa. Alguna tiene no
estar fundado el monasterio en mucha perfecci�n; yo, como ruin,
�bame a lo que ve�a falta y dejaba lo bueno.
2. Estaba una monja entonces enferma de grand�sima enfermedad y
muy penosa, porque eran unas bocas en el vientre, que se le hab�an
hecho de opilaciones, por donde echaba lo que com�a. Muri� presto
de ello. Yo ve�a a todas temer aquel mal. A m� hac�ame gran
envidia su paciencia. Ped�a a Dios que, d�ndomela as� a m�, me
diese las enfermedades que fuese servido. Ninguna me parece tem�a,
porque estaba tan puesta en ganar bienes eternos, que por
cualquier medio me determinaba a ganarlos. Y esp�ntome, porque a�n
no ten�a �a mi parecer� amor de Dios, como despues que comence a
tener oraci�n me parec�a a m� le he tenido, sino una luz de
parecerme todo de poca estima lo que se acaba y de mucho precio
los bienes que se pueden ganar con ello, pues son eternos.
Tan bien me oy� en esto Su Majestad, que antes de dos a�os (2)
estaba tal, que aunque no el mal de aquella suerte, creo no fue
menos penoso y trabajoso el que tres a�os tuve, como ahora dire.
3. Venido el tiempo que estaba aguardando en el lugar que digo que
estaba con mi hermana para curarme, llev�ronme con harto cuidado
de mi regalo mi padre y hermana y aquella monja mi amiga que hab�a
salido conmigo, que era muy mucho lo que me quer�a (3).
Aqu� comenz� el demonio a descomponer mi alma, aunque Dios sac� de
ello harto bien. Estaba una persona de la iglesia, que resid�a en
aquel lugar adonde me fui a curar (4), de harto buena calidad y
entendimiento. Ten�a letras, aunque no muchas. Yo comenceme a
confesar con el, que siempre fui amiga de letras (5), aunque gran
da�o hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los
ten�a de tan buenas letras como quisiera.
He visto por experiencia que es mejor, siendo virtuosos y de
santas costumbres, no tener ningunas; porque ni ellos se f�an de
s� sin preguntar a quien las tenga buenas, ni yo me fiara. Y buen
letrado nunca me enga��. Estotros tampoco me deb�an de querer
enga�ar, sino no sab�an m�s. Yo pensaba que s� y que no era
obligada a m�s de creerlos, como era cosa ancha lo que me dec�an y
de m�s libertad; que si fuera apretada, yo soy tan ruin que
buscara otros. Lo que era pecado venial dec�anme que no era
ninguno; lo que era grav�simo mortal, que era venial. Esto me hizo
tanto da�o que no es mucho lo diga aqu� para aviso de otras de tan
gran mal; que para delante de Dios bien veo no me es disculpa, que
bastaban ser las cosas de su natural no buenas para que yo me
guardara de ellas. Creo permiti� Dios, por mis pecados, ellos se
enga�asen y me enga�asen a m�. Yo enga�e a otras hartas con
decirles lo mismo que a m� me hab�an dicho.
Dure en esta ceguedad creo m�s de diecisiete a�os, hasta que un
Padre dominico (6), gran letrado, me desenga�� en cosas, y los de
la Compa��a de Jes�s del todo me hicieron tanto temer,
agravi�ndome (7) tan malos principios, como despues dire.
4. Pues comenz�ndome a confesar con este que digo (8), el se
aficion� en extremo a m�, porque entonces ten�a poco que confesar
para lo que despues tuve, ni lo hab�a tenido despues de monja. No
fue la afici�n (9) de este mala; mas de demasiada afici�n ven�a a
no ser buena. Ten�a entendido de m� que no me determinar�a a hacer
cosa contra Dios que fuese grave por ninguna cosa, y el tambien me
aseguraba lo mismo, y as� era mucha la conversaci�n. Mas mis
tratos entonces, con el embebecimiento de Dios que tra�a, lo que
m�s gusto me daba era tratar cosas de El; y como era tan ni�a,
hac�ale confusi�n ver esto, y con la gran voluntad que me ten�a,
comenz� a declararme su perdici�n. Y no era poca, porque hab�a
casi siete a�os que estaba en muy peligroso estado, con afici�n y
trato con una mujer del mismo lugar, y con esto dec�a misa. Era
cosa tan p�blica, que ten�a perdida la honra y la fama, y nadie le
osaba hablar contra esto.
A m� h�zoseme gran l�stima, porque le quer�a mucho; que esto ten�a
yo de gran liviandad y ceguedad, que me parec�a virtud ser
agradecida y tener ley a quien me quer�a. �Maldita sea tal ley,
que se extiende hasta ser contra la de Dios! Es un desatino que se
usa en el mundo, que me desatina; que debemos todo el bien que nos
hacen a Dios, y tenemos por virtud, aunque sea ir contra El, no
quebrantar esta amistad. �Oh ceguedad del mundo! �Fuerais Vos
servido, Se�or, que yo fuera ingrat�sima contra todo el, y contra
Vos no lo fuera un punto! Mas ha sido todo al reves, por mis
pecados.
5. Procure saber e informarme m�s de personas de su casa. Supe m�s
la perdici�n, y vi que el pobre no ten�a tanta culpa; porque la
desventurada de la mujer le ten�a puestos hechizos en un idolillo
de cobre que le hab�a rogado le trajese por amor de ella al
cuello, y este nadie hab�a sido poderoso de podersele quitar.
Yo no creo es verdad esto de hechizos determinadamente; mas dire
esto que yo vi, para aviso de que se guarden los hombres de
mujeres que este trato quieren tener, y crean que, pues pierden la
verg�enza a Dios (que ellas m�s que los hombres son obligadas a
tener honestidad), que ninguna cosa de ellas pueden confiar; que a
trueco de llevar adelante su voluntad y aquella afici�n que el
demonio les pone, no miran nada. Aunque yo he sido tan ruin, en
ninguna de esta suerte yo no ca�, ni jam�s pretend� hacer mal ni,
aunque pudiera, quisiera forzar la voluntad para que me la
tuvieran, porque me guard� el Se�or de esto; mas si me dejara,
hiciera el mal que hac�a en lo dem�s, que de m� ninguna cosa hay
que fiar.
6. Pues como supe esto, comence a mostrarle m�s amor. Mi intenci�n
buena era, la obra mala, pues por hacer bien, por grande que sea,
no hab�a de hacer un peque�o mal. Trat�bale muy ordinario de Dios.
Esto deb�a aprovecharle, aunque m�s creo le hizo al caso el
quererme mucho; porque, por hacerme placer, me vino a dar el
idolillo, el cual hice echar luego en un r�o. Quitado este,
comenz� �como quien despierta de un gran sue�o� a irse acordando
de todo lo que hab�a hecho aquellos a�os; y espant�ndose de s�,
doliendose de su perdici�n, vino a comenzar a aborrecerla. Nuestra
Se�ora le deb�a ayudar mucho, que era muy devoto de su Concepci�n,
y en aquel d�a hac�a gran fiesta. En fin, dej� del todo de verla y
no se hartaba de dar gracias a Dios por haberle dado luz.
A cabo de un a�o en punto desde el primer d�a que yo le vi, muri�.
Y hab�a estado muy en servicio de Dios, porque aquella afici�n
grande que me ten�a nunca entend� ser mala, aunque pudiera ser con
m�s puridad; (10) mas tambien hubo ocasiones para que, si no se
tuviera muy delante a Dios, hubiera ofensas suyas m�s graves. Como
he dicho (11), cosa que yo entendiera era pecado mortal no la
hiciera entonces. Y pareceme que le ayudaba a tenerme amor ver
esto en m�; que creo todos los hombres deben ser m�s amigos de
mujeres que ven inclinadas a virtud; y aun para lo que ac�
pretenden deben de ganar con ellos m�s por aqu�, seg�n despues
dire.
Tengo por cierto est� en carrera de salvaci�n. Muri� muy bien y
muy quitado de aquella ocasi�n. Parece quiso el Se�or que por
estos medios se salvase.
7. Estuve en aquel lugar (12) tres meses con grand�simos trabajos,
porque la cura fue m�s recia que ped�a mi complexi�n. A los dos
meses, a poder de medicinas, me ten�a casi acabada la vida, y el
rigor del mal de coraz�n de que me fui a curar era mucho m�s
recio, que algunas veces me parec�a con dientes agudos me as�an de
el, tanto que se temi� era rabia. Con la falta grande de virtud
(13) (porque ninguna cosa pod�a comer, si no era bebida, de grande
hast�o) calentura muy continua, y tan gastada, porque casi un mes
me hab�a dado una purga cada d�a, estaba tan abrasada, que se me
comenzaron a encoger los nervios con dolores tan incomportables
(14), que d�a ni noche ning�n sosiego pod�a tener. Una tristeza
muy profunda.
8. Con esta ganancia me torn� a traer mi padre adonde tornaron a
verme medicos. Todos me desahuciaron, que dec�an sobre todo este
mal, dec�an estaba hetica (15). De esto se me daba a m� poco. Los
dolores eran los que me fatigaban, porque eran en un ser (16)
desde los pies hasta la cabeza; porque de nervios son
intolerables, seg�n dec�an los medicos, y como todos se encog�an,
cierto �si yo no lo hubiera por mi culpa perdido� era recio
tormento.
En esta reciedumbre no estar�a m�s de tres meses, que parec�a
imposible poderse sufrir tantos males juntos. Ahora me espanto, y
tengo por gran merced del Se�or la paciencia que Su Majestad me
dio, que se ve�a claro venir de El. Mucho me aprovech� para
tenerla haber le�do la historia de Job en los Morales de San
Gregorio (17), que parece previno el Se�or con esto, y con haber
comenzado a tener oraci�n, para que yo lo pudiese llevar con tanta
conformidad. Todas mis pl�ticas eran con El. Tra�a muy ordinario
estas palabras de Job en el pensamiento y dec�alas: Pues recibimos
los bienes de la mano del Se�or, �por que no sufriremos los males?
(18) Esto parece me pon�a esfuerzo.
9. Vino la fiesta de nuestra Se�ora de Agosto (19), que hasta
entonces desde abril hab�a sido el tormento, aunque los tres
postreros meses mayor. Di prisa a confesarme, que siempre era muy
amiga de confesarme a menudo. Pensaron que era miedo de morirme y,
por no me dar pena, mi padre no me dej�. �Oh amor de carne
demasiado, que aunque sea de tan cat�lico padre y tan avisado �que
lo era harto, que no fue ignorancia� me pudiera hacer gran da�o!
Diome aquella noche un paraxismo (20) que me dur� estar sin ning�n
sentido cuatro d�as, poco menos. En esto me dieron el Sacramento
de la Unci�n y cada hora o momento (21) pensaban expiraba y no
hac�an sino decirme el Credo, como si alguna cosa entendiera.
Ten�anme a veces por tan muerta, que hasta la cera me halle
despues en los ojos (22).
10. La pena de mi padre era grande de no me haber dejado confesar;
clamores y oraciones a Dios, muchas. Bendito sea El que quiso
o�rlas, que teniendo d�a y medio abierta la sepultura en mi
monasterio, esperando el cuerpo all� y hechas las honras (23) en
uno de nuestros frailes fuera de aqu�, quiso el Se�or tornase en
m�.
Luego me quise confesar. Comulgue con hartas l�grimas; mas a mi
parecer que no eran con el sentimiento y pena de s�lo haber
ofendido a Dios, que bastara para salvarme, si el enga�o que tra�a
de los que me hab�an dicho no eran algunas cosas pecado mortal,
que cierto he visto despues lo eran, no me aprovechara. Porque los
dolores eran incomportables, con que quede; el sentido poco,
aunque la confesi�n entera, a mi parecer, de todo lo que entend�
hab�a ofendido a Dios; que esta merced me hizo Su Majestad, entre
otras, que nunca, despues que comence a comulgar, deje cosa por
confesar que yo pensase era pecado, aunque fuese venial, que le
dejase de confesar. Mas sin duda me parece que lo iba harto mi
salvaci�n si entonces me muriera, por ser los confesores tan poco
letrados por una parte, y por otra ser yo ruin, y por muchas.
11. Es verdad, cierto, que me parece estoy con tan gran espanto
llegando aqu� y viendo c�mo parece me resucit� el Se�or, que estoy
casi temblando entre m�. Pareceme fuera bien, oh �nima m�a, que
miraras del peligro que el Se�or te hab�a librado y, ya que por
amor no le dejabas de ofender, lo dejaras por temor que pudiera
otras mil veces matarte en estado m�s peligroso. Creo no a�ado
muchas en decir otras mil, aunque me ri�a quien me mand� moderase
el contar mis pecados, y harto hermoseados van.
Por amor de Dios le pido de mis culpas no quite nada, pues se ve
m�s aqu� la magnificencia de Dios y lo que sufre (24) a un alma.
Sea bendito para siempre. Plega a Su Majestad que antes me consuma
que le deje yo m�s de querer (25).
NOTAS CAP�TULO 5
1 Era curiosa: cuidadosa, atildada (como lo ha definido en 2, 2;
cf. �curiosamente�: 6, 7).
2 Antes de dos a�os: probablemente, antes de dos a�os a partir de
su profesi�n religiosa (1538: a los 23 de edad).
3 El lugar que digo: Castellanos de la Ca�ada; con mi hermana:
Mar�a de Cepeda; mi amiga monja: Juana Ju�rez (4, 6; 3, 2; 4, 5).
4 Aquel lugar: Becedas, (4, 5).
5 Letras / letrado: estudios o ciencia / te�logo u hombre de
saber. - Siempre fui amiga de letras: amiga del saber, de la
ciencia y de los libros: es una de sus cualidades humanas. - A
continuaci�n: no tener ningunas letras... las tenga buenas letras:
tener o no tener buenos estudios.
6 Un padre dominico: Vicente Barr�n, de quien hablar� enseguida:
7, 16-17.
7 Agravi�ndome: agravar, encarecer la gravedad de... Cf. 8, 11. -
Fray Luis trascribe alternativamente �agravi�ndome� (p. 57),
�agravavan� (p. 103).
8 Para evitar que se malentendiese el texto, refiriendolo al
confesor dominico, B��ez anot� al margen del aut�grafo: �Este es
el clerigo cura que arriba en esta otra plana dixo�.
9 La autora escribe indiferentemente afeci�n y afici�n, con
identico sentido de afecto, amor, afici�n. Trascribimos
modernizando: afici�n, aficionar.
10 Con m�s puridad: m�s pureza y perfecci�n en el afecto. As� en
otros pasajes: Vida, 39, 23; C 4, 12.
11 Como he dicho en el n. 4.
12 Aquel lugar: Becedas (manteniendo el anonimato).
13 Virtud: en la acepci�n de vigor, fuerza.
14 Incomportables: intolerables (cf. n. 8) o insoportables (cf. m.
10 y 6, 1).
15 Hetica: t�sica (cf. Fund. 22, 14: �hetica y t�sica hidr�pica�).
16 En un ser: expresi�n usada por la Santa en el doble sentido de
�continuamente� y �totalmente�. En el presente caso: dolores
ininterrumpidos o bien en todo su cuerpo.
17 El famoso libro de San Gregorio fue usado por la Santa en su
versi�n castellana �Los morales de San Gregorio, Papa, Doctor de
la Iglesia� obra del licenciado ALONSO ALVAREZ DE TOLEDO, editada
en Sevilla en 1514 y reeditados en 1527, 1534, 1549... - Las
Carmelitas de San Jose de Avila conservan un ejemplar de esta obra
en dos tomos, el segundo de los cuales lleva esta nota preliminar:
�Estos Morales son los de nuestra Santa Madre, y en las horas de
dormir arrimaba a ellos su santa cabeza, y algunas se�ales que
tienen hizo con sus santas manos apuntando cosas que le hac�an
devoci�n�.
18 Job 2, 10.
19 Era el 15 de agosto de 1539.
20 Parajismo, escribe siempre la Santa: Vida 6, 1; Moradas 6, 4,
3: colapso, estado de coma (�desmayo o parajismo�, escribe en M 6,
4, 3).
21 Escribe frecuentemente �memento� (14, 5; 18, 9; 24, 9).
22 �La sepultura estaba abierta en la Encarnaci�n, y estaban
esperando el cuerpo para enterrarle, y monjas estaban all� [en
casa de D. Alonso] de la Encarnaci�n que hab�an enviado para estar
con el cuerpo, y hubieranla enterrado si su padre no lo estorbara
muchas veces contra el parecer de todos, porque conoc�a mucho el
pulso y no pod�a persuadir que estuviese muerta; y cuando le
dec�an que se enterrase, dec�a: esta hija no es para enterrar�. -
�Vel�ndola una noche de estas Lorenzo de Cepeda, su hermano, se
durmi�, y una vela que ten�a sobre la cama se acab�, y se quemaban
las almohadas y mantas y colcha de la cama, y si el no despertara
al humo, se pudiera quemar o acabar de morir la enferma�. RIBERA,
Vida, I, 1.
23 Hechas las honras f�nebres: los funerales.
24 Lo que /El) sufre: soporta.
25 Repetir� esta fuerte invocaci�n en el c. 19, 9.
CAP�TULO 6
Trata de lo mucho que debi� al Se�or en darle conformidad con tan
grandes trabajos, y c�mo tom� por medianero y abogado al glorioso
San Jose, y lo mucho que le aprovech�.
1. Quede de estos cuatro d�as de paroxismo (1) de manera que s�lo
el Se�or puede saber los incomportables tormentos que sent�a en
m�: la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta, de no haber
pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua
no pod�a pasar; toda me parec�a estaba descoyuntada; con
grand�simo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo,
porque en esto par� el tormento de aquellos d�as, sin poderme
menear, ni brazo ni pie ni mano ni cabeza, m�s que si estuviera
muerta, si no me meneaban; s�lo un dedo me parece pod�a menear de
la mano derecha. Pues llegar a m� no hab�a c�mo, porque todo
estaba tan lastimado que no lo pod�a sufrir. En una s�bana, una de
un cabo y otra de otro, me meneaban (2).
Esto fue hasta Pascua Florida (3). S�lo ten�a que, si no llegaban
a m�, los dolores me cesaban muchas veces y, a cuento de (4)
descansar un poco, me contaba por buena, que tra�a temor me hab�a
de faltar la paciencia; y as� quede muy contenta de verme sin tan
agudos y continuos dolores, aunque a los recios fr�os de cuartanas
dobles (5) con que quede, rec�simas, los ten�a incomportables; el
hast�o muy grande.
2. Di luego tan gran prisa de irme al monasterio, que me hice
llevar as� (6). A la que esperaban muerta, recibieron con alma;
mas el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle. El extremo de
flaqueza no se puede decir, que solos los huesos ten�a ya. Digo
que estar as� me dur� m�s de ocho meses; el estar tullida, aunque
iba mejorando, casi tres a�os (7). Cuando comence a andar a gatas,
alababa a Dios. Todos los pase con gran conformidad y, si no fue
estos principios, con gran alegr�a; porque todo se me hac�a nonada
comparado con los dolores y tormentos del principio. Estaba muy
conforme con la voluntad de Dios, aunque me dejase as� siempre.
Pareceme era toda mi ansia de sanar por estar a solas en oraci�n
como ven�a mostrada (8), porque en la enfermer�a no hab�a aparejo.
Confes�bame muy a menudo. Trataba mucho de Dios, de manera que
edificaba a todas, y se espantaban de la paciencia que el Se�or me
daba; porque, a no venir de mano de Su Majestad, parec�a imposible
poder sufrir tanto mal con tanto contento.
3. Gran cosa fue haberme hecho la merced en la oraci�n que me
hab�a hecho, que esta me hac�a entender que cosa era amarle;
porque de aquel poco tiempo vi nuevas en m� esta virtudes, aunque
no fuertes, pues no bastaron a sustentarme en justicia: no tratar
mal de nadie por poco que fuese, sino lo ordinario era excusar
toda murmuraci�n; porque tra�a muy delante c�mo no hab�a de querer
ni decir de otra persona lo que no quer�a dijesen de m�. Tomaba
esto en harto extremo para las ocasiones que hab�a, aunque no tan
perfectamente que algunas veces, cuando me las daban grandes, en
algo no quebrase; mas lo continuo era esto; y as�, a las que
estaban conmigo y me trataban persuad�a tanto a esto, que se
quedaron en costumbre. V�nose a entender que adonde yo estaba
ten�an seguras las espaldas, y en esto estaban con las que yo
ten�a amistad y deudo (9), y ense�aba; aunque en otras cosas tengo
bien que dar cuenta a Dios del mal ejemplo que les daba.
Plega a Su Majestad me perdone, que de muchos males fui causa,
aunque no con tan da�ada intenci�n como despues suced�a la obra.
4. Qued�me deseo de soledad; amiga de tratar y hablar en Dios
(10), que si yo hallara con quien, m�s contento y recreaci�n me
daba que toda la polic�a (11) �o groser�a, por mejor decir� de la
conversaci�n del mundo; comulgar y confesar muy m�s a menudo, y
desearlo; amigu�sima de leer buenos libros; un grand�simo
arrepentimiento en habiendo ofendido a Dios, que muchas veces me
acuerdo que no osaba tener oraci�n, porque tem�a la grand�sima
pena que hab�a de sentir de haberle ofendido, como un gran
castigo. Esto me fue creciendo despues en tanto extremo, que no se
yo a que compare este tormento. Y no era poco ni mucho por temor
jam�s, sino como se me acordaba los regalos que el Se�or me hac�a
en la oraci�n y lo mucho que le deb�a, y ve�a cu�n mal se lo
pagaba, no lo pod�a sufrir (12), y enoj�bame en extremo de las
muchas l�grimas que por la culpa lloraba, cuando ve�a mi poca
enmienda, que ni bastaban determinaciones ni fatiga en que me ve�a
para no tornar a caer en poniendome en la ocasi�n. Parec�anme
l�grimas enga�osas y parec�ame ser despues mayor la culpa, porque
ve�a la gran merced que me hac�a el Se�or en d�rmelas y tan gran
arrepentimiento. Procuraba confesarme con brevedad (13) y, a mi
parecer, hac�a de mi parte lo que pod�a para tornar en gracia.
Estaba todo el da�o en no quitar de ra�z las ocasiones y en los
confesores, que me ayudaban poco; que, a decirme en el peligro que
andaba y que ten�a obligaci�n a no traer aquellos tratos, sin duda
creo se remediara; porque en ninguna v�a sufriera andar en pecado
mortal s�lo un d�a, si yo lo entendiera.
Todas estas se�ales de temer a Dios me vinieron con la oraci�n, y
la mayor era ir envuelto en amor, porque no se me pon�a delante el
castigo. Todo lo que (14) estuve tan mala, me dur� mucha guarda de
mi conciencia cuanto a pecados mortales. �Oh, v�lgame Dios, que
deseaba yo la salud para m�s servirle, y fue causa de todo mi
da�o!
5. Pues como me vi tan tullida y en tan poca edad y cu�l me hab�an
parado los medicos de la tierra, determine acudir a los del cielo
para que me sanasen; que todav�a deseaba la salud, aunque con
mucha alegr�a lo llevaba, y pensaba algunas veces que, si estando
buena me hab�a de condenar, que mejor estaba as�; mas todav�a
pensaba que servir�a mucho m�s a Dios con la salud. Este es
nuestro enga�o, no nos dejar del todo a lo que el Se�or hace, que
sabe mejor lo que nos conviene.
6. Comence a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de
oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que hacen
algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no
pod�a sufrir y a ellas les hac�a devoci�n; despues se ha dado a
entender no conven�an, que eran supersticiosas. Y tome por abogado
y se�or al glorioso San Jose y encomendeme mucho a el. Vi claro
que as� de esta necesidad como de otras mayores de honra y perdida
de alma este padre y se�or m�o me sac� con m�s bien que yo le
sab�a pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que
la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes
que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de
los peligros que me ha librado, as� de cuerpo como de alma; que a
otros santos parece les dio el Se�or gracia para socorrer en una
necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en
todas y que quiere el Se�or darnos a entender que as� como le fue
sujeto en la tierra �que como ten�a el nombre de padre, siendo
ayo, le pod�a mandar�, as� en el cielo hace cuanto le pide.
Esto han visto otras algunas personas, a quien yo dec�a se
encomendasen a el, tambien por experiencia; y aun hay (15) muchas
que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad.
7. Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que pod�a,
m�s llena de vanidad que de esp�ritu, queriendo se hiciese muy
curiosamente y bien, aunque con buen intento. Mas esto ten�a malo,
si alg�n bien el Se�or me daba gracia que hiciese, que era lleno
de imperfecciones y con muchas faltas. Para el mal y curiosidad y
vanidad ten�a gran ma�a y diligencia. El Se�or me perdone.
Querr�a yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso
Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza
de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga
particulares servicios, que no la vea m�s aprovechada en la
virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a el se
encomiendan. Pareceme ha algunos a�os que cada a�o en su d�a le
pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la
petici�n, el la endereza para m�s bien m�o.
8. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena
gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho
este glorioso Santo a m� y a otras personas; mas por no hacer m�s
de lo que me mandaron, en muchas cosas sere corta m�s de lo que
quisiera, en otras m�s larga que era menester; en fin, como quien
en todo lo bueno tiene poca discreci�n. S�lo pido por amor de Dios
que lo pruebe quien no me creyere, y ver� por experiencia el gran
bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle
devoci�n. En especial, personas de oraci�n siempre le hab�an de
ser aficionadas; que no se c�mo se puede pensar en la Reina de los
�ngeles en el tiempo que tanto pas� con el Ni�o Jes�s, que no den
gracias a San Jose por lo bien que les ayud� en ellos. Quien no
hallare maestro que le ense�e oraci�n, tome este glorioso Santo
por maestro y no errar� en el camino. Plega al Se�or no haya yo
errado en atreverme a hablar en el; (16) porque aunque publico
serle devota, en los servicios y en imitarle siempre he faltado.
Pues el hizo como quien es en hacer de manera que pudiese
levantarme y andar y no estar tullida; y yo como quien soy, en
usar mal de esta merced.
9. �Quien dijera que hab�a tan presto de caer, despues de tantos
regalos de Dios, despues de haber comenzado Su Majestad a darme
virtudes, que ellas mismas me despertaban a servirle, despues de
haberme visto casi muerta y en tan gran peligro de ir condenada,
despues de haberme resucitado alma y cuerpo, que todos los que me
vieron se espantaban de verme viva! �Que es esto, Se�or m�o! �En
tan peligrosa vida hemos de vivir? Que escribiendo esto estoy y me
parece que con vuestro favor y por vuestra misericordia podr�a
decir lo que San Pablo, aunque no con esa perfecci�n, que no vivo
yo ya sino que Vos, Criador m�o, viv�s en m� (17), seg�n ha
algunos a�os que, a lo que puedo entender, me teneis de vuestra
mano y me veo con deseos y determinaciones y en alguna manera
probado por experiencia en estos a�os en muchas cosas, de no hacer
cosa contra vuestra voluntad, por peque�a que sea, aunque debo
hacer hartas ofensas a Vuestra Majestad sin entenderlo. Y tambien
me parece que no se me ofrecer� cosa por vuestro amor, que con
gran determinaci�n me deje de poner a ella, y en algunas me habeis
Vos ayudado para que salga con ellas, y no quiero mundo ni cosa de
el, ni me parece me da contento cosa que salga de Vos (18), y lo
dem�s me parece pesada cruz.
Bien me puedo enga�ar, y as� ser� que no tengo esto que he dicho;
mas bien veis Vos, mi Se�or, que a lo que puedo entender no
miento, y estoy temiendo �y con mucha raz�n� si me habeis de
tornar a dejar; porque ya se a lo que llega mi fortaleza y poca
virtud en no me la estando Vos dando siempre y ayudando para que
no os deje; y plega a Vuestra Majestad que aun ahora no este
dejada de Vos, pareciendome todo esto de m�.
No se c�mo queremos vivir, pues es todo tan incierto. Parec�ame a
m�, Se�or m�o, ya imposible dejaros tan del todo a Vos; y como
tantas veces os deje, no puedo dejar de temer, porque, en
apart�ndoos un poco de m�, daba con todo en el suelo.
Bendito se�is por siempre, que aunque os dejaba yo a Vos, no me
dejasteis Vos a m� tan del todo, que no me tornase a levantar, con
darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Se�or, no la quer�a, ni
quer�a entender c�mo muchas veces me llamabais de nuevo, como
ahora dire.
NOTAS CAP�TULO 6
1 Cuatro d�as de �parajismo�: colapso o estado de coma: del 15 al
18 de agosto de 1539 (cf. 5, 9).
2 De otros: palabras que faltan en el aut�grafo; las supli� fray
Luis (p. 65).
3 Hasta Pascua Florida: Pascua de Resurrecci�n, o sea desde el 18
de agosto hasta el 6 de abril de 1540: 24/25 a�os de Teresa.
4 A cuento de: a condici�n de, a t�tulo de...
5 Cuartanas dobles: eran las calenturas que se repet�an de cuatro
en cuatro d�as. Era doble, la cuartana que se repet�a cada dos
d�as con uno de intervalo.
6 Su regreso a la Encarnaci�n ser�a, probablemente, ese mismo mes
de agosto de 1539.
7 Totalmente tullida, ocho meses: agosto de 1539 - abril de 1540.
Tullida pero mejorando, casi tres a�os: 1539-1542. Este a�o 1542
se reintegrar�a, por fin, a la vida de comunidad: en torno a los
27 de edad. - A continuaci�n: todo se me hac�a nonada: �nonada�
equivale a �nada� y �menos que nada� (cf. 10, 5; 15, 11), usado
alguna vez con funci�n adverbiel: �nonada buenas� (2, 2).
8 Ven�a mostrada: estaba acostumbrada.
9 Amistad y deudos: amistad y parentesco (cf. C. 26, 9).
10 Tratar en y hablar en�tratar de, hablar de.
11 Pulic�a, escribe la Santa: cortes�a y buenas maneras sociales.
12 Sufrir: soportar, tolerar.
13 Con brevedad: con prontitud (cf. 2, 8).
14 Todo lo que...: todo el tiempo que...
15 Y aun hay muchas: frase de lectura dif�cil en el aut�grafo.
Fray Luis edit�: �ya ay muchas� (p. 70). Luego, en la fe de
erratas corrigi�: �... experiencia ya y muchas...�, pero en la
segunda edici�n (1589) mantuvo la primera lectura (p. 57). En
cambio, la edici�n intermedia (Barcelona 1588) acogi� parcialmente
la correci�n: �... por experiencia ay muchas...� (p. 24). - Todo
el pasaje es de alto interes en la historia y la teolog�a de la
devoci�n a San Jose.
16 Hablar en el: hablar de el (como en la nota 10).
17 Gal. 2, 20. - Importante alusi�n a la vivencia m�stica de la
Santa en la epoca en que compone el libro.
18 Cosa que salga de Vos: cosa (o nada) fuera de Vos.
CAP�TULO 7
Trata por los terminos que fue perdiendo las mercedes que el Se�or
le hab�a hecho, y cu�n perdida vida comenz� a tener. � Dice los
da�os que hay en no ser muy encerrados los monasterios de monjas.
1. Pues as� comence, de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en
vanidad, de ocasi�n en ocasi�n, a meterme tanto en muy grandes
ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades, que
ya yo ten�a verg�enza de en tan particular amistad como es tratar
de oraci�n tornarme a llegar a Dios. Y ayud�me a esto que, como
crecieron los pecados, comenz�me a faltar el gusto y regalo en las
cosas de virtud. Ve�a yo muy claro, Se�or m�o, que me faltaba esto
a m� por faltaros yo a Vos (1).
Este fue el m�s terrible enga�o que el demonio me pod�a hacer
debajo de parecer humildad, que comence a temer de tener oraci�n,
de verme tan perdida; (2) y parec�ame era mejor andar como los
muchos (3), pues en ser ruin era de los peores, y rezar lo que
estaba obligada y vocalmente, que no tener oraci�n mental y tanto
trato con Dios la que merec�a estar con los demonios, y que
enga�aba a la gente, porque en lo exterior ten�a buenas
apariencias.
Y as� no es de culpar a la casa adonde estaba, porque con mi ma�a
procuraba me tuviesen en buena opini�n, aunque no de advertencia
fingiendo cristiandad; porque en esto de hipocres�a y vanagloria,
gloria a Dios, jam�s me acuerdo haberle ofendido que yo entienda;
(4) que en viniendome primer movimiento, me daba tanta pena, que
el demonio iba con perdida y yo quedaba con ganancia, y as� en
esto muy poco me ha tentado jam�s. Por ventura si Dios permitiera
me tentara en esto tan recio como en otras cosas, tambien cayera;
mas Su Majestad hasta ahora me ha guardado en esto, sea por
siempre bendito; antes me pesaba mucho de que me tuviesen en buena
opini�n, como yo sab�a lo secreto de m�.
2. Este no me tener por tan ruin ven�a que (5), como me ve�an tan
moza y en tantas ocasiones y apartarme muchas veces a soledad a
rezar y leer, mucho hablar de Dios, amiga de hacer pintar su
imagen en muchas partes y de tener oratorio (6) y procurar en el
cosas que hiciesen devoci�n, no decir mal, otras cosas de esta
suerte que ten�an apariencia de virtud, y yo que de vana me sab�a
estimar en las cosas que en el mundo se suelen tener por estima,
con esto me daban tanta y m�s libertad que a las muy antiguas y
ten�an gran seguridad de m�. Porque tomar yo libertad ni hacer
cosas sin licencia, digo por agujeros o paredes o de noche, nunca
me parece lo pudiera acabar conmigo en monasterio hablar de esta
suerte, ni lo hice, porque me tuvo el Se�or de su mano. Parec�ame
a m� �que con advertencia y de prop�sito miraba muchas cosas� que
poner la honra de tantas en aventura, por ser yo ruin, siendo
ellas buenas, que era muy mal hecho; como si fuera bien otras
cosas que hac�a. A la verdad, no iba el mal de tanto acuerdo como
esto fuera, aunque era mucho.
3. Por esto me parece a m� me hizo harto da�o no estar en
monasterio encerrado; porque la libertad que las que eran buenas
pod�an tener con bondad (porque no deb�an m�s, que no se promet�a
clausura) (7), para m�, que soy ruin, hubierame cierto llevado al
infierno, si con tantos remedios y medios el Se�or con muy
particulares mercedes suyas no me hubiera sacado de este peligro.
Y as� me parece lo es grand�simo (8), monasterio de mujeres con
libertad, y que m�s me parece es paso para caminar al infierno las
que quisieren ser ruines, que remedio para sus flaquezas.
Esto no se tome por el m�o (9), porque hay tantas que sirven muy
de veras y con mucha perfecci�n al Se�or, que no puede Su Majestad
dejar, seg�n es bueno, de favorecerlas, y no es de los muy
abiertos, y en el se guarda toda religi�n, sino de otros que yo se
y he visto.
4. Digo que me hace gran l�stima; que ha menester el Se�or hacer
particulares llamamientos �y no una vez sino muchas� para que se
salven, seg�n est�n autorizadas las honras y recreaciones del
mundo, y tan mal entendido a lo que est�n obligadas, que plega a
Dios no tengan por virtud lo que es pecado, como muchas veces yo
lo hac�a. Y hay tan gran dificultad en hacerlo entender, que es
menester el Se�or ponga muy de veras en ello su mano.
Si los padres tomasen mi consejo, ya que no quieran mirar a poner
sus hijas adonde vayan camino de salvaci�n sino con m�s peligro
que en el mundo, que lo miren por lo que toca a su honra; y
quieran m�s casarlas muy bajamente, que meterlas en monasterios
semejantes, si no son muy bien inclinadas �y plega a Dios
aproveche�, o se las tenga en su casa (10). Porque, si quiere ser
ruin, no se podr� encubrir sino poco tiempo, y ac� muy mucho, y en
fin lo descubre el Se�or; y no s�lo da�a a s�, sino a todas; y a
las veces las pobrecitas no tienen culpa, porque se van por lo que
hallan; (11) y es l�stima de muchas que se quieren apartar del
mundo y, pensando que se van a servir al Se�or y a apartar de los
peligros del mundo, se hallan en diez mundos juntos, que ni saben
c�mo se valer ni remediar; que la mocedad y sensualidad y demonio
las convida e inclina a seguir algunas cosas que son del mismo
mundo. Ve all� que lo tienen por bueno, a manera de decir.
Pareceme como los desventurados de los herejes, en parte, que se
quieren cegar y hacer entender que es bueno aquello que siguen, y
que lo creen as� sin creerlo, porque dentro de s� tienen quien les
diga que es malo.
5. Oh grand�simo mal, grand�simo mal de religiosos �no digo ahora
m�s mujeres que hombres� adonde no se guarda religi�n (12), adonde
en un monasterio hay dos caminos: de virtud y religi�n, y falta de
religi�n, y todos casi se andan por igual; antes mal dije, no por
igual, que por nuestros pecados cam�nase m�s el m�s imperfecto; y
como hay m�s de el, es m�s favorecido. Usase tan poco el de la
verdadera religi�n, que m�s ha de temer el fraile y la monja que
ha de comenzar de veras a seguir del todo su llamamiento a los
mismos de su casa, que a todos los demonios; y m�s cautela y
disimulaci�n ha de tener para hablar en la amistad que desea tener
con Dios, que en otras amistades y voluntades que el demonio
ordena en los monasterios. Y no se de que nos espantamos haya
tantos males en la Iglesia, pues los que hab�an de ser los
dechados para que todos sacasen virtudes tienen tan borrada la
labor que el esp�ritu de los santos pasados dejaron en las
religiones (13).
Plega a la divina Majestad ponga remedio en ello, como ve que es
menester, amen.
6. Pues comenzando yo a tratar estas conversaciones, no me
pareciendo � como ve�a que se usaban� que hab�a de venir a mi alma
el da�o y distraimiento que despues entend� era semejantes tratos,
pareciendome que cosa tan general como es este visitar (14) en
muchos monasterios que no me har�a a m� m�s mal que a las otras
que yo ve�a eran buenas �y no miraba que eran muy mejores, y que
lo que en m� fue peligro en otras no lo ser�a tanto, que alguno
dudo yo le deja de haber, aunque no sea sino tiempo malgastado�,
estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso el
Se�or darme a entender que no me conven�an aquellas amistades, y
avisarme y darme luz en tan gran ceguedad: represent�seme Cristo
delante con mucho rigor, d�ndome a entender lo que de aquello le
pesaba (15). Vile con los ojos del alma m�s claramente que le
pudiera ver con los del cuerpo, y qued�me tan imprimido, que ha
esto m�s de veinte y seis a�os (16) y me parece lo tengo presente.
Yo quede muy espantada y turbada, y no quer�a ver m�s a con quien
estaba.
7. H�zome mucho da�o no saber yo que era posible ver nada si no
era con los ojos del cuerpo, y el demonio que me ayud� a que lo
creyese as� y hacerme entender era imposible y que se me hab�a
antojado y que pod�a ser el demonio y otras cosas de esta suerte,
puesto que siempre me quedaba un parecerme era Dios y que no era
antojo. Mas, como no era a mi gusto, yo me hac�a a m� misma
desmentir; y yo como no lo ose tratar con nadie y torn� despues a
haber gran importunaci�n asegur�ndome que no era mal ver persona
semejante ni perd�a honra, antes que la ganaba, torne a la misma
conversaci�n y aun en otros tiempos a otras, porque fue muchos
a�os los que tomaba esta recreaci�n pestilencial; que no me
parec�a a m� �como estaba en ello� tan malo como era, aunque a
veces claro ve�a no era bueno; mas ninguna no me hizo (17) el
distraimiento que esta que digo, porque la tuve mucha afici�n.
8. Estando otra vez con la misma persona, vimos venir hacia
nosotros �y otras personas que estaban all� tambien lo vieron� una
cosa a manera de sapo grande, con mucha m�s ligereza que ellos
suelen andar (18). De la parte que el vino no puedo yo entender
pudiese haber semejante sabandija en mitad del d�a ni nunca la
habido (19), y la operaci�n que hizo en m� me parece no era sin
misterio. Y tampoco esto se me olvid� jam�s. �Oh grandeza de Dios,
y con cu�nto cuidado y piedad me est�bais avisando de todas
maneras, y que poco me aprovech� a m�!
9. Ten�a all� una monja que era mi parienta (20), antigua y gran
sierva de Dios y de mucha religi�n. Esta tambien me avisaba
algunas veces, y no s�lo no la cre�a, mas disgust�bame con ella y
parec�ame se escandalizaba sin tener por que.
He dicho esto para que se entienda mi maldad y la gran bondad de
Dios y cu�n merecido ten�a el infierno por tan grande ingratitud;
y tambien porque si el Se�or ordenare y fuere servido en alg�n
tiempo lea esto alguna monja (21), escarmienten en m�; y les pido
yo por amor de nuestro Se�or huyan de semejantes recreaciones.
Plega a Su Majestad se desenga�e alguna por m� de cuantas he
enga�ado diciendoles que no era mal y asegurando tan gran peligro
con la ceguedad que yo ten�a, que de prop�sito no las quer�a yo
enga�ar; y por el mal ejemplo que las di �como he dicho� (22) fui
causa de hartos males, no pensando hac�a tanto mal.
10. Estando yo mala en aquellos primeros d�as (23), antes que
supiese valerme a m�, me daba grand�simo deseo de aprovechar a los
otros; tentaci�n muy ordinaria de los que comienzan, aunque a m�
me sucedi� bien.
Como quer�a tanto a mi padre, dese�bale con el bien que yo me
parec�a ten�a con tener oraci�n �que me parec�a que en esta vida
no pod�a ser mayor que tener oraci�n�, y as� por rodeos, como
pude, comence a procurar con el la tuviese. Dile libros para este
prop�sito. Como era tan virtuoso como he dicho, asent�se tan bien
en el este ejercicio, que en cinco o seis a�os (24) �me parece
ser�a� estaba tan adelante, que yo alababa mucho al Se�or, y
d�bame grand�simo consuelo. Eran grand�simos los trabajos que tuvo
de muchas maneras. Todos los pasaba con grand�sima conformidad.
Iba muchas veces a verme, que se consolaba en tratar cosas de
Dios.
11. Ya despues que yo andaba tan destra�da (25) y sin tener
oraci�n, como ve�a pensaba que era la que sol�a, no lo pude sufrir
sin desenga�arle; porque estuve un a�o y m�s (26) sin tener
oraci�n, pareciendome m�s humildad. Y esta, como despues dire
(27), fue la mayor tentaci�n que tuve, que por ella me iba a
acabar de perder; que con la oraci�n un d�a ofend�a a Dios, y
tornaba otros a recogerme y apartarme m�s de la ocasi�n.
Como el bendito hombre ven�a con esto, hac�aseme recio verle tan
enga�ado en que pensase trataba con Dios como sol�a, y d�jele que
ya yo no ten�a oraci�n, aunque no la causa. P�sele mis
enfermedades por inconveniente; que, aunque sane de aquella tan
grave, siempre hasta ahora las he tenido y tengo bien grandes,
aunque de poco ac� no con tanta reciedumbre, mas no se quitan, de
muchas maneras. En especial tuve veinte a�os v�mito por las
ma�anas, que hasta m�s de mediod�a me acaec�a no poder
desayunarme; algunas veces, m�s tarde. Despues ac� que frecuento
m�s a menudo las comuniones, es a la noche, antes que me acueste,
con mucha m�s pena, que tengo yo de procurarle con plumas y otras
cosas, porque si lo dejo, es mucho el mal que siento. Y casi nunca
estoy, a mi parecer, sin muchos dolores, y algunas veces bien
graves, en especial en el coraz�n, aunque el mal que me tomaba muy
continuo es muy de tarde en tarde. Perles�a recia (28) y otras
enfermedades de calenturas que sol�a tener muchas veces, me hallo
buena ocho a�os ha. De estos males se me da ya tan poco, que
muchas veces me huelgo, pareciendome en algo se sirve el Se�or.
12. Y mi padre me crey� que era esta la causa, como el no dec�a
mentira y ya, conforme a lo que yo trataba con el, no la hab�a yo
de decir. D�jele, porque mejor lo creyese (que bien ve�a yo que
para esto no hab�a disculpa), que harto hac�a en poder servir el
coro; (29) y aunque tampoco era causa bastante para dejar cosa que
no son menester fuerzas corporales para ella, sino s�lo amar y
costumbre; que el Se�or da siempre oportunidad, si queremos.
Digo �siempre,� que, aunque con ocasiones y aun enfermedad algunos
ratos impida para muchos ratos de soledad, no deja de haber otros
que hay salud para esto; y en la misma enfermedad y ocasiones es
la verdadera oraci�n, cuando es alma que ama, en ofrecer aquello y
acordarse por quien lo pasa y conformarse con ello y mil cosas que
se ofrecen. Aqu� ejercita el amor, que no es por fuerza que ha de
haberla (30) cuando hay tiempo de soledad, y lo dem�s no ser
oraci�n. Con un poquito de cuidado, grandes bienes se hallan en el
tiempo que con trabajos el Se�or nos quita el tiempo de la
oraci�n, y as� los hab�a yo hallado cuando ten�a buena conciencia.
13. Mas el, con la opini�n que ten�a de m� y el amor que me ten�a,
todo me lo crey�; antes me hubo l�stima. Mas como el estaba ya en
tan subido estado, no estaba despues tanto conmigo, sino como (31)
me hab�a visto, �base, que dec�a era tiempo perdido. Como yo le
gastaba en otras vanidades, d�baseme poco.
No fue s�lo a el, sino a otras algunas personas las que procure
tuviesen oraci�n. Aun andando yo en estas vanidades, como las ve�a
amigas de rezar, las dec�a c�mo tendr�an meditaci�n, y les
aprovechaba, y d�bales libros. Porque este deseo de que otros
sirviesen a Dios, desde que comence oraci�n, como he dicho (32),
le ten�a. Parec�ame a m� que, ya que yo no serv�a al Se�or como lo
entend�a, que no se perdiese lo que me hab�a dado Su Majestad a
entender, y que le sirviesen otros por m�. Digo esto para que se
vea la gran ceguedad en que estaba, que me dejaba perder a m� y
procuraba ganar a otros.
14. En este tiempo dio a mi padre la enfermedad de que muri�, que
dur� algunos d�as. Fuile yo a curar, estando m�s enferma en el
alma que el en el cuerpo, en muchas vanidades, aunque no de manera
que �a cuanto entend�a� estuviese en pecado mortal en todo este
tiempo m�s perdido que digo; porque entendiendolo yo, en ninguna
manera lo estuviera.
Pase harto trabajo en su enfermedad. Creo le serv� algo de los que
el hab�a pasado en las m�as. Con estar yo harto mala, me
esforzaba, y con que en faltarme el me faltaba todo el bien y
regalo, porque en un ser (33) me le hac�a, tuve tan gran �nimo
para no le mostrar pena y estar hasta que muri� como si ninguna
cosa sintiera, pareciendome se arrancaba mi alma cuando ve�a
acabar su vida, porque le quer�a mucho (34).
15. Fue cosa para alabar al Se�or la muerte que muri� y la gana
que ten�a de morirse, los consejos que nos daba despues de haber
recibido la Extremaunci�n, el encargarnos le encomend�semos a Dios
y le pidiesemos misericordia para el y que siempre le sirviesemos,
que mir�semos se acababa todo. Y con l�grimas nos dec�a la pena
grande que ten�a de no haberle el servido, que quisiera ser un
fraile, digo, haber sido de los m�s estrechos que hubiera.
Tengo por muy cierto que quince d�as antes le dio el Se�or a
entender no hab�a de vivir; porque antes de estos, aunque estaba
malo, no lo pensaba; despues, con tener mucha mejor�a y decirlo
los medicos, ning�n caso hac�a de ello, sino entend�a en ordenar
su alma.
16. Fue su principal mal de un dolor grand�simo de espaldas que
jam�s se le quitaba. Algunas veces le apretaba tanto, que le
congojaba mucho. D�jele yo que, pues era tan devoto de cuando el
Se�or llevaba la cruz a cuestas, que pensase Su Majestad le quer�a
dar a sentir algo de lo que hab�a pasado con aquel dolor.
Consol�se tanto, que me parece nunca m�s le o� quejar.
Estuvo tres d�as muy falto el sentido. El d�a que muri� se le
torn� el Se�or tan entero, que nos espant�bamos, y le tuvo hasta
que a la mitad del Credo, diciendole el mismo, expir�. Qued� como
un �ngel. As� me parec�a a m� lo era el �a manera de decir� en
alma y disposici�n, que la ten�a muy buena.
No se para que he dicho esto, si no es para culpar m�s mi ruin
vida despues de haber visto tal muerte y entender tal vida, que
por parecerme en algo a tal padre la hab�a yo de mejorar. Dec�a su
confesor �que era dominico, muy gran letrado� que no dudaba de que
se iba derecho al cielo, porque hab�a algunos a�os que le
confesaba, y loaba su limpieza de conciencia.
17. Este padre dominico (35), que era muy bueno y temeroso de
Dios, me hizo harto provecho; porque me confese con el, y tom� a
hacer bien a mi alma con cuidado y hacerme entender la perdici�n
que tra�a. Hac�ame comulgar de quince a quince d�as. Y poco a
poco, comenz�ndole a tratar, tratele de mi oraci�n. D�jome que no
la dejase, que en ninguna manera me pod�a hacer sino provecho.
Comence a tornar a ella, aunque no a quitarme de las ocasiones, y
nunca m�s la deje.
Pasaba una vida trabajos�sima, porque en la oraci�n entend�a m�s
mis faltas. Por una parte me llamaba Dios; por otra, yo segu�a al
mundo. D�banme gran contento todas las cosas de Dios; ten�anme
atada las del mundo. Parece que quer�a concertar estos dos
contrarios �tan enemigo uno de otro� como es vida espiritual y
contentos y gustos y pasatiempos sensuales. En la oraci�n pasaba
gran trabajo, porque no andaba el esp�ritu se�or sino esclavo; y
as� no me pod�a encerrar dentro de m� (que era todo el modo de
proceder que llevaba en la oraci�n) sin encerrar conmigo mil
vanidades.
Pase as� muchos a�os, que ahora me espanto que sujeto bast� a
sufrir (36) que no dejase lo uno o lo otro. Bien se que dejar la
oraci�n no era ya en mi mano, porque me ten�a con las suyas el que
me quer�a para hacerme mayores mercedes.
18. �Oh, v�lgame Dios, si hubiera de decir las ocasiones que en
estos a�os Dios me quitaba, y c�mo me tornaba yo a meter en ellas,
y de los peligros de perder del todo el credito que me libr�! Yo a
hacer obras para descubrir la que era, y el Se�or encubrir los
males y descubrir alguna peque�a virtud, si ten�a, y hacerla
grande en los ojos de todos, de manera que siempre me ten�an en
mucho (37). Porque aunque algunas veces se trasluc�an mis
vanidades, como ve�an otras cosas que les parec�an buenas, no lo
cre�an.
Y era que hab�a ya visto el Sabedor de todas las cosas que era
menester as�, para que en las que despues he hablado de su
servicio me diesen alg�n credito, y miraba su soberana largueza,
no los grandes pecados, sino los deseos que muchas veces ten�a de
servirle y la pena por no tener fortaleza en m� para ponerlo por
obra.
19. �Oh Se�or de mi alma! �C�mo podre encarecer las mercedes que
en estos a�os me hicisteis! �Y c�mo en el tiempo que yo m�s os
ofend�a, en breve me dispon�ais con un grand�simo arrepentimiento
para que gustase de vuestros regalos y mercedes! A la verdad,
tomabais, Rey m�o, el m�s delicado y penoso castigo por medio que
para m� pod�a ser, como quien bien entend�a lo que me hab�a de ser
m�s penoso (38). Con regalos grandes castig�bais mis delitos.
Y no creo digo desatino, aunque ser�a bien que estuviese
desatinada tornando a la memoria ahora de nuevo mi ingratitud y
maldad.
Era tan m�s penoso para mi condici�n recibir mercedes, cuando
hab�a ca�do en graves culpas, que recibir castigos, que una de
ellas me parece, cierto, me deshac�a y confund�a m�s y fatigaba,
que muchas enfermedades con otros trabajos hartos, juntas. Porque
lo postrero (39) ve�a lo merec�a y parec�ame pagaba algo de mis
pecados, aunque todo era poco, seg�n ellos eran muchos; mas verme
recibir de nuevo mercedes, pagando tan mal las recibidas, es un
genero de tormento para m� terrible, y creo para todos los que
tuvieren alg�n conocimiento o amor de Dios, y esto por una
condici�n virtuosa lo podemos ac� sacar. Aqu� eran mis l�grimas y
mi enojo de ver lo que sent�a, viendome de suerte que estaba en
v�spera de tornar a caer, aunque mis determinaciones y deseos
entonces �por aquel rato, digo� estaban firmes.
20. Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Pareceme a m�
que si yo tuviera con quien tratar todo esto, que me ayudara a no
tornar a caer, siquiera por verg�enza, ya que no la ten�a de Dios.
Por eso, aconsejar�a yo a los que tienen oraci�n, en especial al
principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten
de lo mismo. Es cosa important�sima, aunque no sea sino ayudarse
unos a otros con sus oraciones, �cu�nto m�s que hay muchas m�s
ganancias! Y no se yo por que (pues de conversaciones y voluntades
humanas, aunque no sean muy buenas se procuran amigos con quien
descansar, y para m�s gozar de contar aquellos placeres vanos) no
se ha de permitir (40) que quien comenzare de veras a amar a Dios
y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y
trabajos, que de todo tienen los que tienen oraci�n. Porque si es
de verdad la amistad que quiere tener con Su Majestad, no haya
miedo de vanagloria; y cuando el primer movimiento le acometa,
salga de ello con merito. Y creo que el que tratando con esta
intenci�n lo tratare, que aprovechar� a s� y a los que le oyeren y
saldr� m�s ense�ado; aun sin entender c�mo, ense�ar� (41) a sus
amigos.
21. El que de hablar en esto tuviere vanagloria, tambien la tendr�
en o�r misa con devoci�n, si le ven, y en hacer otras cosas que,
so pena de no ser cristiano, las ha de hacer y no se han de dejar
por miedo de vanagloria.
Pues es tan important�simo esto para almas que no est�n
fortalecidas en virtud �como tienen tantos contrarios, y amigos
para incitar al mal� que no se c�mo lo encarecer. Pareceme que el
demonio ha usado de este ardid como cosa que muy mucho le importa:
que se escondan tanto de que se entienda que de veras quieren
procurar amar y contentar a Dios, como ha incitado se descubran
otras voluntades malhonestas, con ser tan usadas, que ya parece se
toma por gala y se publican las ofensas que en este caso se hacen
a Dios.
22. No se si digo desatinos. Si lo son, vuestra merced (42) los
rompa; y si no lo son, le suplico ayude a mi simpleza con a�adir
aqu� mucho. Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan
flacas, que es menester hacerse espaldas (43) unos a otros los que
le sirven para ir adelante, seg�n se tiene por bueno andar en las
vanidades y contentos del mundo. Y para estos hay pocos ojos; y si
uno comienza a darse a Dios, hay tantos que murmuren, que es
menester buscar compa��a para defenderse, hasta que ya esten
fuertes en no les pesar de padecer; y si no, ver�nse en mucho
aprieto.
Pareceme que por esto deb�an usar algunos santos irse a los
desiertos; y es un genero de humildad no fiar de s�, sino creer
que para aquellos con quien conversa le ayudar� Dios, y crece la
caridad con ser comunicada, y hay mil bienes que no los osar�a
decir, si no tuviese gran experiencia de lo mucho que va en esto.
Verdad es que yo soy m�s flaca y ruin que todos los nacidos; mas
creo no perder� quien, humill�ndose, aunque sea fuerte, no lo crea
de s�, y creyere en esto a quien tiene experiencia. De m� se decir
que, si el Se�or no me descubriera esta verdad y diera medios para
que yo muy ordinario (44) tratara con personas que tienen oraci�n,
que cayendo y levantando iba a dar de ojos en el infierno. Porque
para caer hab�a muchos amigos que me ayudasen; para levantarme
hall�bame tan sola, que ahora me espanto c�mo no me estaba siempre
ca�da, y alabo la misericordia de Dios, que era s�lo el que me
daba la mano.
Sea bendito por siempre jam�s, amen.
NOTAS CAP�TULO 7
1 A lo largo del cap�tulo har� la autora una fuerte autocr�tica de
sus primeros a�os de vida religiosa. No se olvide que la escribe
desde lo hondo de su experiencia m�stica. Por tanto, con ojos
nuevos y coraz�n desbordado. Para orientar la lectura de cuanto
sigue, ofrecemos al lector dos puntos de apoyo: El primero, la
palabra de la Santa en este mismo contexto, n. 7: �Fuile yo a
curar (a su padre moribundo), estando m�s enferma en el alma que
el en el cuerpo, en muchas vanidades, aunque no de manera que -a
cuanto entend�a- estuviese en pecado mortal en todo este tiempo
m�s perdido que digo, porque entendiendolo yo, en ninguna manera
lo estuviera�. - En segundo lugar, la declaraci�n del P. B��ez en
el proceso de canonizaci�n de la Madre Teresa (Salamanca): �En la
vida que hizo en la Encarnaci�n en su mocedad, no entiende (el
declarante) que hubiese otras faltas en ella m�s de las que
com�nmente se hallan en semejantes religiosas que se llaman
mujeres de bien, y que en aquel tiempo que tiene por cierto se
se�al� siempre en ser grande enfermera y tener m�s oraci�n de la
que com�nmente se usa, aunque por su buena gracia y donaire ha
o�do decir que era visitada por muchas personas de diferentes
estados: lo cual ella llor� toda su vida, despues que Dios la hizo
merced de darle m�s luz y �nimo para tratar de perfecci�n en su
estado. Y esto lo sabe no s�lo por haberlo o�do decir a otros que
antes la hab�an tratado, sino tambien por relaci�n de la misma
Teresa de Jes�s� (B.M.C., t. XVIII, pp. 6-7).
2 Lo reitera en el c. 19, 10.
3 Probable reminiscencia evangelica, alusiva a Mt 20, 16: �Muchos
son los llamados, pocos los escogidos�, o bien a Mt 7, 18:
�espacioso es el camino que lleva a la muerte y muchos son los que
van por el�. Abandonar la oraci�n es resignarse a andar �como los
muchos�.
4 Por esas mismas fechas lo hab�a testificado de s� misma en la R.
1, 15.
5 Ven�a que: ven�a de que...
6 Tener oratorio: la celda religiosa de la Santa en la Encarnaci�n
contaba con una segunda pieza que le serv�a de oratorio. A�n hoy
puede verse parcialmente en el monasterio.
7 Cf. c. 4, nota 13.
8 Grand�simo peligro.
9 El m�o: alude a su monasterio de la Encarnaci�n, no al de San
Jose, donde escribe el libro. - El tipo de vida religiosa que se
llevaba en la Encarnaci�n por esas fechas (1540-1550) queda
reflejado en la �Visita� del P. General al monasterio en la decada
de los a�os 60 (en que escribe la Santa). Puede verse su texto
�ntegro en : TOMAS ALVAREZ, �La visita del P. Rubeo a las
carmelitas de la Encarnaci�n de Avila�: en Monte Carmelo 86
(1978), 5-49.
10 Todo el pasaje alude a la presi�n social de la ciudad sobre las
vocaciones religiosas.
11 Se van por lo que hallan: se atienen o adaptan a las costumbre
de las otras.
12 No se guarda religi�n: no se cumple lo exigido por la vida
religiosa. - �Guardar� tiene sentido de �cumplir lo prescrito� (=
observancia religiosa): cf. 4, 3, o el c. 35 t�t. - �Religi�n�
equivale a �vida religiosa�: cf. nota 13.
13 Religiones: congregaciones religiosas.
14 Este visitar: alude a las visitas de seglares a las religiosas;
conversaciones en el �locutorio�.
15 Lo que le pesaba (a Cristo): le apesadumbraba. - Uno de los
censores corrigi� el aut�grafo: �lo que de aquello no le
agradaba�. Fray Luis retuvo la in�til correcci�n del te�logo
censor (p. 80).
16 M�s de 26 a�os: Probablemente eran menos. Escribe a fines de
1565, y el suceso aludido ocurre en torno a 1543: �22 a�os?
17 Ninguna (amistad) no me hizo: doble negaci�n intensiva: ninguna
persona me caus� tanta distracci�n como esta.
18 �A la izquierda de la puerta reglar de entrada al monasterio de
la Encarnaci�n, conservase, en la parte baja, un reducido
locutorio donde es tradici�n vio la Santa el sapo de proporciones
desmesuradas, y tambien a Cristo en la forma que acaba de explicar
unas l�neas m�s arriba� (nota del P. Silverio).
19 Nunca la habido: elipsis por �nunca haberla habido�. Fray Luis
trascribi�: �nunca la ha habido� (p. 81). - Fray Luis modific�
tambien la frase siguiente: la operaci�n (= el efecto) que hizo en
m�. Enmendado: �la operaci�n que se hizo en m� (p. 81).
20 Monja mi parienta: quiz�s Juana Ju�rez, o acaso Do�a Mar�a
Cimbr�n, priora del monasterio durante la enfermedad de Teresa
(1539-42), y priora de nuevo cuando Teresa escribe Vida (1562-65).
21 Hip�tesis latente de la escritora: que su escrito pueda llegar
a ser le�do por sus hermanas carmelitas.
22 En c. 6, n. 3.
23 En aquellos primeros d�as: alude a los primeros meses de
enferma (1538/39).
24 En 5 � 6 a�os: de 1538/39 a 1543, a�o en que muere don Alonso.
25 Distra�da: as� el aut�grafo y fray Luis (83). Otros leen
destruida.
26 Un a�o y m�s sin tener oraci�n: cf. 19, 4: �un a�o y medio�.
27 Lo dir� en 8, 5; 19, 4-10-15.
28 Perles�a: par�lisis.
29 Servir el coro: intervenir en el rezo coral del Oficio Divino
(cf. 31, 23).
30 Ha de haberla: ha de haber oraci�n...
31 Como: una vez que.
32 Dicho en el n. 10.
33 En un ser: de todo en todo (cf. c. 5, nota 16).
34 Muri� don Alonso el 24 de dic. de 1543, �ltimo d�a del a�o
seg�n el c�mputo abulense de entonces. Dos d�as despues
(26.12.1544) se procedi� a la apertura del testamento, que hab�a
sido redactado el 3.12.1543.
35 El P. Dominco: Vicente Barr�n (cf. 5, 3), del convento abulense
de Santo Tom�s.
36 Que �sujeto� bast� a �sufrir�: �sujeto� (cf. 4, nota 14) es
�que naturaleza�; �sufrir� es �soportar / resistir�. El sentido
es: �c�mo yo pude aguantar...�
37 Sobre esa su idea de Dios, cf. 4, 10.
38 Hiperbaton dif�cil. Reordenado, ser�a: �A la verdad, Rey m�o,
tomabais por medio el m�s delicado y penoso castigo...�
39 Lo postrero son los castigos, enfermedades y trabajos, en
contraposici�n a �recibir mercedes�.
40 Por que... no se ha de permitir: a causa del largo parentesis,
alguien borr� el �no� en el aut�grafo. Fray Luis ley� �por que se
ha de permitir� (p. 92).
41 Ense�ar�: palabra de dif�cil lectura en el aut�grafo. Fray Luis
ley�: �saldr� m�s ense�ado ass� en entender como en ense�ar a sus
amigos� (p. 92).
42 Vuestra merced: el P. Garc�a de Toledo.
43 Hacerse espaldas: escudarse, ayudarse.
44 Muy de ordinario.
CAP�TULO 8
Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo de la
oraci�n para no perder el alma, y cu�n excelente remedio es para
ganar lo perdido. � Persuade a que todos la tengan. � Dice c�mo es
tan gran ganancia y que, aunque la tornen a dejar, es gran bien
usar alg�n tiempo de tan gran bien (1).
1. No sin causa he ponderado tanto este tiempo de mi vida, que
bien veo no dar� a nadie gusto ver cosa tan ruin; que, cierto,
querr�a me aborreciesen los que esto leyesen, de ver un alma tan
pertinaz e ingrata con quien (2) tantas mercedes le ha hecho. Y
quisiera tener licencia (3) para decir las muchas veces que en
este tiempo falte a Dios.
2. Por estar arrimada a esta fuerte columna de la oraci�n, pase
este mar tempestuoso casi veinte a�os (4), con estas ca�das y con
levantarme y mal �pues tornaba a caer� y en vida tan baja de
perfecci�n, que ning�n caso casi hac�a de pecados veniales, y los
mortales, aunque los tem�a, no como hab�a de ser, pues no me
apartaba de los peligros. Se decir que es una de las vidas penosas
que me parece se puede imaginar; porque ni yo gozaba de Dios ni
tra�a contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos del
mundo, en acordarme lo que deb�a a Dios era con pena; cuando
estaba con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es
una guerra tan penosa, que no se c�mo un mes la pude sufrir,
cu�nto m�s tantos a�os.
Con todo, veo claro la gran misericordia que el Se�or hizo
conmigo: ya que hab�a de tratar en el mundo, que tuviese �nimo
para tener oraci�n. Digo �nimo, porque no se yo para que cosa de
cuantas hay en el es menester mayor, que tratar traici�n al rey y
saber que lo sabe y nunca se le quitar de delante. Porque, puesto
que (5) siempre estamos delante de Dios, pareceme a m� es de otra
manera los que tratan de oraci�n, porque est�n viendo que los
mira; que los dem�s podr� ser esten algunos d�as que aun no se
acuerden que los ve Dios.
3. Verdad es que en estos a�os hubo muchos meses, y creo alguna
vez a�o, que me guardaba de ofender al Se�or y me daba mucho a la
oraci�n y hac�a algunas y hartas diligencias para no le venir a
ofender. Porque va todo lo que escribo dicho con toda verdad,
trato ahora esto. Mas acuerdaseme poco de estos d�as buenos, y as�
deb�an ser pocos, y mucho de los ruines. Ratos grandes de oraci�n
pocos d�as se pasaban sin tenerlos, si no era estar muy mala o muy
ocupada. Cuando estaba mala, estaba mejor con Dios; procuraba que
las personas que trataban conmigo lo estuviesen, y suplic�balo al
Se�or; hablaba muchas veces en El.
As� que, si no fue el a�o que tengo dicho, en veinte y ocho que ha
que comence oraci�n, m�s de los dieciocho pase esta batalla y
contienda de tratar con Dios y con el mundo (6). Los dem�s que
ahora me quedan por decir, mud�se la causa de la guerra, aunque no
ha sido peque�a; mas con estar, a lo que pienso, en servicio de
Dios y con conocimiento de la vanidad que es el mundo, todo ha
sido suave, como dire despues.
4. Pues para lo que he tanto contado esto es, como he ya dicho
(7), para que se vea la misericordia de Dios y mi ingratitud; lo
otro (8), para que se entienda el gran bien que hace Dios a un
alma que la dispone para tener oraci�n con voluntad, aunque no
este tan dispuesta como es menester, y c�mo si en ella persevera,
por pecados y tentaciones y ca�das de mil manera que ponga el
demonio, en fin tengo por cierto la saca el Se�or a puerto de
salvaci�n, como �a lo que ahora parece� me ha sacado a m�. Plega a
Su Majestad no me torne yo a perder.
5. El bien que tiene quien se ejercita en oraci�n hay muchos
santos y buenos que lo han escrito (9), digo oraci�n mental:
�gloria sea a Dios por ello! Y cuando no fuera esto, aunque soy
poco humilde, no tan soberbia que en esto osara hablar.
De lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que
haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde
puede tornarse a remediar, y sin ella ser� muy m�s dificultoso. Y
no le tiente el demonio por la manera que a m�, a dejarla por
humildad; crea que no pueden faltar sus palabras (10), que en
arrepintiendonos de veras y determin�ndose a no le ofender, se
torna a la amistad que estaba y hacer las mercedes que antes hac�a
y a las veces mucho m�s si el arrepentimiento lo merece.
Y quien no la ha comenzado, por amor del Se�or le ruego yo no
carezca de tanto bien. No hay aqu� que temer, sino que desear;
porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfecto,
que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar
ir� entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo
en la misericordia de Dios, que nadie le tom� por amigo que no se
lo pagase; (11) que no es otra cosa oraci�n mental, a mi parecer,
sino tratar de amistad (12), estando muchas veces tratando a solas
con quien sabemos nos ama. Y si vos a�n no le am�is (porque, para
ser verdadero el amor y que dure la amistad, hanse de encontrar
las condiciones: (13) la del Se�or ya se sabe que no puede tener
falta, la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata), no podeis
acabar con vos (14) de amarle tanto, porque no es de vuestra
condici�n; mas viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo
mucho que os ama, pas�is por esta pena de estar mucho con quien es
tan diferente de vos.
6. �Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo
de esta suerte! �Oh regalo de los �ngeles, que toda me querr�a,
cuando esto veo, deshacer en amaros! �Cu�n cierto es sufrir Vos a
quien os sufre (15) que esteis con el! �Oh, que buen amigo haceis,
Se�or m�o! �C�mo le vais regalando y sufriendo, y esper�is a que
se haga a vuestra condici�n y tan de mientras le sufr�s Vos la
suya! �Tom�is en cuenta, mi Se�or, los ratos que os quiere, y con
un punto de arrepentimiento olvid�is lo que os ha ofendido!
He visto esto claro por m�, y no veo, Criador m�o, por que todo el
mundo no se procure llegar a Vos por esta particular amistad: los
malos, que no son de vuestra condici�n, para que nos hag�is buenos
con que os sufran esteis con ellos siquiera dos horas cada d�a,
aunque ellos no esten con Vos sino con mil revueltas de cuidados y
pensamientos de mundo, como yo hac�a. Por esta fuerza que se hacen
a querer estar en tan buena compa��a, mir�is que en esto a los
principios no pueden m�s, ni despues algunas veces; forz�is vos,
Se�or, los demonios para que no los acometan y que cada d�a tengan
menos fuerza contra ellos, y d�isselas a ellos para vencer. S�,
que no mat�is a nadie ��vida de todas las vidas!� de los que se
f�an de Vos y de los que os quieren por amigo; sino sustent�is la
vida del cuerpo con m�s salud y d�isla al alma.
7. No entiendo esto que temen los que temen comenzar oraci�n
mental, ni se de que han miedo. Bien hace de ponerle el demonio
para hacernos (16) el de verdad mal, si con miedos me hace no
piense en lo que he ofendido a Dios y en lo mucho que le debo y en
que hay infierno y hay gloria y en los grandes trabajos y dolores
que pas� por m�.
Esta fue toda mi oraci�n y ha sido cuando anduve en estos
peligros, y aqu� era mi pensar cuando pod�a; y muy muchas veces,
algunos a�os, ten�a m�s cuenta con desear se acabase la hora que
ten�a por m� de estar, y escuchar cu�ndo daba el reloj, que no en
otras cosas buenas; y hartas veces no se que penitencia grave se
me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que
recogerme a tener oraci�n.
Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me
hac�a o mi ruin costumbre que (17) no fuese a la oraci�n, y la
tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester
ayudarme de todo mi �nimo (que dicen no le tengo peque�o y se ha
visto me le dio Dios harto m�s que de mujer, sino que le he
empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Se�or.
Y despues que me hab�a hecho esta fuerza, me hallaba con m�s
quietud y regalo que algunas veces que ten�a deseo de rezar.
8. Pues si a cosa tan ruin como yo tanto tiempo sufri� el Se�or, y
se ve claro que por aqu� se remediaron todos mis males, �que
persona, por malo que sea, podr� temer? Porque por mucho que lo
sea, no lo ser� tantos a�os despues de haber recibido tantas
mercedes del Se�or. Ni �quien podr� desconfiar, pues a m� tanto me
sufri�, s�lo porque deseaba y procuraba alg�n lugar y tiempo para
que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin voluntad, por gran
fuerza que me hac�a o me la hac�a el mismo Se�or? Pues si a los
que no le sirven sino que le ofenden les est� tan bien la oraci�n
y les es tan necesaria, y no puede nadie hallar con verdad da�o
que pueda hacer, que no fuera mayor el no tenerla, los que sirven
a Dios y le quieren servir �por que lo han de dejar? Por cierto,
si no es por pasar con m�s trabajo los trabajos de la vida, yo no
lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que en ella
no les de contento. Cierto, los he l�stima, que a su costa sirven
a Dios; porque a los que tratan la oraci�n el mismo Se�or les hace
la costa (18), pues por un poco de trabajo da gusto para que con
el se pasen los trabajos.
9. Porque de estos gustos que el Se�or da a los que perseveran en
la oraci�n se tratar� mucho, no digo aqu� nada. S�lo digo que para
estas mercedes tan grandes que me ha hecho a m�, es la puerta la
oraci�n. Cerrada esta, no se c�mo las har�; porque, aunque quiera
entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por d�nde, que
la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos
muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, �c�mo ha de venir
a nosotros? �Y queremos nos haga Dios grandes mercedes!
10. Para que vean su misericordia y el gran bien que fue para m�
no haber dejada la oraci�n y lecci�n (19), dire aqu� �pues va
tanto en entender� la bater�a que da el demonio a un alma para
ganarla, y el artificio y misericordia con que el Se�or procura
tornarla a S�, y se guarden de los peligros que yo no me guarde. Y
sobre todo, por amor de nuestro Se�or y por el grande amor con que
anda granjeando tornarnos a S�, pido yo se guarden de las
ocasiones; porque, puestos en ellas, no hay que fiar donde tantos
enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para
defendernos.
11. Quisiera yo saber figurar la cautividad que en estos tiempos
tra�a mi alma, porque bien entend�a yo que lo estaba, y no acababa
de entender en que ni pod�a creer del todo que lo que los
confesores no me agraviaban (20) tanto, fuese tan malo como yo lo
sent�a en mi alma. D�jome uno, yendo yo a el con escr�pulo, que
aunque tuviese subida contemplaci�n, no me eran inconveniente
semejantes ocasiones y tratos.
Esto era ya a la postre, que yo iba con el favor de Dios
apart�ndome m�s de los peligros grandes; mas no me quitaba del
todo de la ocasi�n. Como me ve�an con buenos deseos y ocupaci�n de
oraci�n, parec�ales hac�a mucho; mas entend�a mi alma que no era
hacer lo que era obligada por quien deb�a tanto (21). L�stima la
tengo ahora de lo mucho que pas� y el poco socorro que de ninguna
parte ten�a, sino de Dios, y la mucha salida que le daban para sus
pasatiempos y contentos con decir eran l�citos.
12. Pues el tormento en los sermones no era peque�o, y era
aficionad�sima a ellos, de manera que si ve�a a alguno predicar
con esp�ritu y bien, un amor particular le cobraba, sin procurarle
yo, que no se quien me le pon�a. Casi nunca me parec�a tan mal
serm�n, que no le oyese de buena gana, aunque al dicho de los que
le o�an no predicase bien. Si era bueno, erame muy particular
recreaci�n.
De hablar de Dios u o�r de El casi nunca me cansaba, y esto
despues que comence oraci�n. Por un cabo ten�a gran consuelo en
los sermones, por otro me atormentaba, porque all� entend�a yo que
no era la que hab�a de ser, con mucha parte (22). Suplicaba al
Se�or me ayudase; mas deb�a faltar �a lo que ahora me parece� de
no poner en todo la confianza en Su Majestad y perderla de todo
punto (23) de m�. Buscaba remedio; hac�a diligencias; mas no deb�a
entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la
confianza de nosotros, no la ponemos en Dios.
Deseaba vivir, que bien entend�a que no viv�a, sino que peleaba
con una sombra de muerte, y no hab�a quien me diese vida, y no la
pod�a yo tomar; y quien me la pod�a dar ten�a raz�n de no
socorrerme, pues tantas veces me hab�a tornado a S� y yo dej�dole.
NOTAS CAP�TULO 8
1 El ep�grafe del cap�tulo anuncia el �elogio� de la oraci�n. De
ah� la reiteraci�n del encomio: �gran bien� que es la oraci�n.
2 Con quien: elipsis, por: �con aquel que�. Cf. n. 14, nota 21:
frecuente en el estilo teresiano.
3 Tener licencia: alusi�n al mandato de escribir (cf. pr�l. n. 1).
- Puntuaci�n fluctuante, la que sigue. Fray Luis (p. 95) y otros
editores han le�do: �... licencia para decir las muchas veces que
en este tiempo falte a Dios, por no estar arrimada a esta fuerte
columna de la oraci�n�. Preferimos otra lectura: porque en el
aut�grafo hay puntuaci�n despues de la palabra �Dios�; y porque el
no (= por �no� estar) es de mano ajena, a�adido entre l�neas.
4 Casi 20 a�os: alude al periodo de bajo tono espiritual, ya
mencionado (c. 7) y volver� a recordar: �20 a�os casi...� (23,
12). El per�odo aludido abarca aproximadamente desde 1534/35 hasta
1553/54.
5 Puesto que: equivale a �aunque�.
6 Datos interesantes para la cronolog�a de la vida interior de
Santa Teresa: escribe esto probablemente (primera redacci�n de
Vida) en 1562. Comenz� vida de oraci�n 28 a�os antes: 1534. M�s de
18 fueron de lucha: hasta 1552/53. Los nueve finales, de intensa
vida m�stica: 1553-1562. Hubo sin embargo un a�o largo sin
oraci�n: 1542-44 (cf. c. 7, n. 11). - Cotejense estos datos con
los que nos ofrece ella misma en el c. 10, n. 9 (�en solos 27 a�os
que ha que tengo oraci�n...�); c. 11, n. 8 (�.. la ha tra�do el
Se�or en 4 meses harto m�s adelante que yo estaba en 17 a�os�); c.
23, n. 12 (�pues a cabo de 20 a�os casi que hab�a que la ten�a
[oraci�n], no hab�a salido con ganancia ...mejor era no la
tener�). Este �ltimo texto se refiere a los sucesos de 1554; para
ella aquella fecha, a los 18 a�os largos de �oraci�n en batalla y
contienda� se hab�a sumado ya un a�o de oraci�n m�stica. - Con
todo, la cronolog�a de la Santa es siempre fluctuante.
7 Lo ha dicho en los nn. 1-2; en el c. 5, 11, y al final del c.
anterior.
8 Lo otro: equivale a �en segundo lugar�.
9 Muchos... lo han escrito: alusi�n a los autores y libros m�s
le�dos por ella (cf. 3, 7; 4, 9; 7, 10.13...), como Osuna (cf. 4,
7), Alonso de Madrid (12, 2), Bernardino de Laredo (23, 12), san
Pedro de Alc�ntara (30, 2) y ciertamente el P. Granada, cuyos
libros recomendar� en las Constituciones, n. 8.
10 Alusi�n b�blica a Mt 24, 35 (�mis palabras no pasar�n�), o bien
a las promesas de Jes�s sobre la eficacia de la oraci�n (Mt 18,
19).
11 Las palabras en cursiva fueron a�adidas por fray Luis en la
edici�n pr�ncipe (p. 98) para completar el sentido. Sin embargo no
es la idea de paga, sino la de correspondencia la que parece
exigir el contexto: �nadie Le tom� por amigo, que no fuese
correspondido por El, o que primero no haya sido amado por El�,
cf. 11, 4.12).
12 Tratar de amistad: tratarse en amistad o como amigos. Es la
famosa definici�n teresiana de oraci�n (cf. 11, 12). De ah� la
espont�nea exclamaci�n del n. siguiente: ��Que buen amigo haceis!�
Cf. 22, 17, o bien Camino 22 y 28, 3. - Hab�a escrito: �... de
amistad y de...� Luego borr� �y de�.
13 Encontrarse las condiciones: congeniar, coincidir la manera de
ser de dos o m�s personas.
14 Acabar con vos: conseguir de ti mismo.
15 Fray Luis corrigi�: �a quien no os sufre� (p. 99). - La
negaci�n �no� adoptada por fray Luis hab�a sido introducida en el
aut�grafo, probablemente, por el P. B��ez. �Sufrir� equivale a
�aguantar, soportar�. Cf. poco m�s abajo: �que os sufran esteis
con ellos� (n. 6).
16 Para hacernos: el �nos� fue a�adido entre l�neas por mano
incierta. Fray Luis trascribi� �hacernos� (p. 100).
17 Que: para que.
18 Hacer la costa: costear, pagar.
19 Oraci�n y lecci�n: oraci�n y lectura.
20 Agraviaban: agravar, encarecer la gravedad (cf. 5, nota 7).
21 Por quien deb�a tanto: por aquel a quien deb�a tanto.
22 Con mucha parte: ni con mucho.
23 De todo punto: totalmente.
CAP�TULO 9
Trata por que terminos comenz� el Se�or a despertar su alma y
darla luz en tan grandes tinieblas y a fortalecer sus virtudes
para no ofenderle.
1. Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quer�a, no le dejaban
descansar las ruines costumbres que ten�a. Acaeci�me que, entrando
un d�a en el oratorio, vi una imagen que hab�an tra�do all� a
guardar, que se hab�a buscado para cierta fiesta que se hac�a en
casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mir�ndola,
toda me turb� de verle tal, porque representaba bien lo que pas�
por nosotros (1). Fue tanto lo que sent� de lo mal que hab�a
agradecido aquellas llagas, que el coraz�n me parece se me part�a,
y arrojeme cabe El (2) con grand�simo derramamiento de l�grimas,
suplic�ndole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.
2. Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces
pensaba en su conversi�n, en especial cuando comulgaba, que como
sab�a estaba all� cierto el Se�or dentro de m�, pon�ame a sus
pies, pareciendome no eran de desechar mis l�grimas (3). Y no
sab�a lo que dec�a, que harto hac�a quien por s� me las consent�a
derramar, pues tan presto se me olvidaba aquel sentimiento. Y
encomend�bame a aquesta gloriosa Santa para que me alcanzase
perd�n.
3. Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me
aprovech� m�s, porque estaba ya muy desconfiada de m� y pon�a toda
mi confianza en Dios (4). Pareceme le dije entonces que no me
hab�a de levantar de all� hasta que hiciese lo que le suplicaba.
Creo cierto me aprovech�, porque fui mejorando mucho desde
entonces.
4. Ten�a este modo de oraci�n: que, como no pod�a discurrir con el
entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de m�, y
hall�bame mejor �a mi parecer� de las partes (5) adonde le ve�a
m�s solo. Parec�ame a m� que, estando solo y afligido, como
persona necesitada me hab�a de admitir a m�. De estas
simplicidades ten�a muchas.
En especial me hallaba muy bien en la oraci�n del Huerto. All� era
mi acompa�arle. Pensaba en aquel sudor y aflicci�n que all� hab�a
tenido, si pod�a. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas
acuerdome que jam�s osaba determinarme a hacerlo, como se me
representaban mis pecados tan graves. Est�bame all� lo m�s que me
dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me
atormentaban. Muchos a�os, las m�s noches antes que me durmiese,
cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco
en este paso de la oraci�n del Huerto, aun desde que no era monja
(6), porque me dijeron se ganaban muchos perdones (7). Y tengo
para m� que por aqu� gan� muy mucho mi alma, porque comence a
tener oraci�n sin saber que era, y ya la costumbre tan ordinaria
me hac�a no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para
dormir.
5. Pues tornando a lo que dec�a del tormento que me daban los
pensamientos, esto tiene este modo de proceder sin discurso del
entendimiento, que el alma ha de estar muy ganada o perdida, digo
perdida la consideraci�n. En aprovechando, aprovecha mucho, porque
es en amar. Mas para llegar aqu� es muy a su costa, salvo a
personas que quiere el Se�or muy en breve llegarlas a oraci�n de
quietud (8), que yo conozco a algunas. Para las que van por aqu�
es bueno un libro para presto recogerse. Aprovech�bame a m�
tambien ver campo o agua, flores (9). En estas cosas hallaba yo
memoria (10) del Criador, digo que me despertaban y recog�an y
serv�an de libro; y en mi ingratitud y pecados. En cosas del cielo
ni en cosas subidas, era mi entendimiento tan grosero que jam�s
por jam�s (11) las pude imaginar, hasta que por otro modo el Se�or
me las represent�.
6. Ten�a tan poca habilidad para con el entendimiento representar
cosas, que si no era lo que ve�a, no me aprovechaba nada de mi
imaginaci�n, como hacen otras personas que pueden hacer
representaciones adonde se recogen. Yo s�lo pod�a pensar en Cristo
como hombre. Mas es as� que jam�s le pude representar en m�, por
m�s que le�a su hermosura y ve�a im�genes, sino como quien est�
ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y ve que est�
con ella porque sabe cierto que est� all� (digo que entiende y
cree que est� all�, mas no la ve), de esta manera me acaec�a a m�
cuando pensaba en nuestro Se�or. A esta causa era tan amiga de
im�genes (12). �Desventurados de los que por su culpa pierden este
bien! Bien parece que no aman al Se�or, porque si le amaran,
holg�ranse de ver su retrato, como ac� aun da contento ver el de
quien se quiere bien.
7. En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agust�n (13),
que parece el Se�or lo orden�, porque yo no las procure ni nunca
las hab�a visto. Yo soy muy aficionada a San Agust�n, porque el
monasterio adonde estuve seglar (14) era de su Orden y tambien por
haber sido pecador, que en los santos que despues de serlo el
Se�or torn� a S� hallaba yo mucho consuelo, pareciendome en ellos
hab�a de hallar ayuda y que como los hab�a el Se�or perdonado,
pod�a hacer a m�; salvo que una cosa me desconsolaba, como he
dicho (15), que a ellos sola una vez los hab�a el Se�or llamado y
no tornaban a caer, y a m� eran ya tantas, que esto me fatigaba.
Mas considerando en el amor que me ten�a, tornaba a animarme, que
de su misericordia jam�s desconfie. De m� muchas veces.
8. �Oh, v�lgame Dios, c�mo me espanta la reciedumbre que tuvo mi
alma, con tener tantas ayudas de Dios! H�ceme estar temerosa lo
poco que pod�a conmigo y cu�n atada me ve�a para no me determinar
a darme del todo a Dios.
Como comence a leer las Confesiones, pareceme me ve�a yo all�.
Comence a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegue
a su conversi�n y le� c�mo oy� aquella voz en el huerto (16), no
me parece sino que el Se�or me la dio a m�, seg�n sinti� mi
coraz�n. Estuve por gran rato que toda me deshac�a en l�grimas, y
entre m� misma con gran aflicci�n y fatiga.
�Oh, que sufre un alma, v�lgame Dios, por perder la libertad que
hab�a de tener de ser se�ora, y que de tormentos padece! Yo me
admiro ahora c�mo pod�a vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado,
que me dio vida para salir de muerte tan mortal.
9. Pareceme que gan� grandes fuerzas mi alma de la divina
Majestad, y que deb�a o�r mis clamores y haber l�stima de tantas
l�grimas. Comenz�me a crecer la afici�n de estar m�s tiempo con El
y a quitarme de los ojos las ocasiones, porque, quitadas, luego me
volv�a a amar a Su Majestad; que bien entend�a yo, a mi parecer,
le amaba, mas no entend�a en que est� el amar de veras a Dios como
lo hab�a de entender.
No me parece acababa yo de disponerme a quererle servir, cuando Su
Majestad me comenzaba a tornar a regalar. No parece sino que lo
que otros procuran con gran trabajo adquirir, granjeaba el Se�or
conmigo que yo lo quisiese recibir, que era ya en estos postreros
a�os darme gustos y regalos (17). Suplicar yo me los diese, ni
ternura de devoci�n, jam�s a ello me atrev�; s�lo le ped�a me
diese gracia para que no le ofendiese, y me perdonase mis grandes
pecados. Como los ve�a tan grandes, aun desear regalos ni gustos
nunca de advertencia osaba. Harto me parece hac�a su piedad, y con
verdad hac�a mucha misericordia conmigo en consentirme delante de
s� y traerme a su presencia; que ve�a yo, si tanto El no lo
procurara, no viniera.
Sola una vez en mi vida me acuerdo pedirle (18) gustos, estando
con mucha sequedad; y como advert� lo que hac�a, quede tan confusa
que la misma fatiga de verme tan poco humilde me dio lo que me
hab�a atrevido a pedir. Bien sab�a yo era l�cito pedirla, mas
parec�ame a m� que lo es a los que est�n dispuestos con haber
procurado lo que es verdadera devoci�n con todas sus fuerzas, que
es no ofender a Dios y estar dispuestos y determinados para todo
bien.
Parec�ame que aquellas mis l�grimas eran mujeriles y sin fuerza,
pues no alcanzaba con ellas lo que deseaba. Pues con todo, creo me
valieron; porque, como digo, en especial despues de estas dos
veces (19) de tan gran compunci�n de ellas y fatiga de mi coraz�n,
comence m�s a darme a oraci�n y a tratar menos en cosas que me
da�asen, aunque a�n no las dejaba del todo, sino �como digo� fueme
ayudando Dios a desviarme.
Como no estaba Su Majestad esperando sino alg�n aparejo en m�,
fueron creciendo las mercedes espirituales de la manera que dire;
(20) cosa no usada darlas el Se�or, sino a los que est�n en m�s
limpieza de conciencia.
NOTAS CAP�TULO 9
1 Una imagen... de Cristo muy llagado: es dif�cil identificar esa
imagen entre las muchas veneradas por la Santa. Existen dos
tradiciones, una en la Encarnaci�n, y otra en San Jose de Avila. -
Fecha del episodio: 1554.
2 Arrojeme cabe El: junto a El.
3 Cf. su testimonio de a�os m�s tarde: C. 34, 7.
4 Es cuanto acaba de afirmar en el c. 8, 12.
5 De las partes: en las partes.
6 Aun desde que no era monja: ya antes de ser monja.
7 Perdones: indulgencias. Este �ltimo vocablo, muy de su epoca, no
es usado por la Santa en sus libros.
8 Oraci�n de quietud: en la terminolog�a de la autora, es uno de
los primeros grados de oraci�n m�stica (cf. 14, 1).
9 Campo, agua, flores: relacionados con la oraci�n personal de la
Santa y con su esfuerzo por �recogerse�, es decir, por
interiorizar su oraci�n. Cf. Relaci�n 1, 11, escrita poco antes:
�Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, campos, flores,
olores, m�sicas, etc...�
10 Memoria: recuerdo.
11 Jam�s por jam�s: nunca jam�s.
12 Amiga de im�genes: ya lo ha dicho en 7, 2; cf. 22, 4; Rel. 30;
C. 26, 9; 34, 11.
13 Pudo leer la Santa la versi�n de Sebasti�n Toscano, publicada
por primera vez en Salamanca 1554, por Andres de Portonariis, con
el t�tulo: �Las Confesiones de San Agust�n, traducidas de lat�n en
romance castellano�. Libro le�do por la Santa, probablemente, ese
mismo a�o.
14 Santa Mar�a de Gracia: cf. 2, 6.
15 En el pr�logo, n. 1.
16 En las Confesiones, libro 8�, c. 12. La voz o�da por Agust�n
fue �tolle et lege�, toma y lee.
17 Gustos y regalos: terminos reservados por la autora para
designar casi exclusivamente ciertas gracias o formas de oraci�n
m�stica. Esa misma connotaci�n tiene el verbo �regalar� de l�neas
anteriores: cf. 4, 10; 20, 25...
18 Pedirle: haberle pedido.
19 Estas dos veces: los episodios de los nn. 1 y 8.
20 De la manera que dire: anuncia el nuevo sector del relato, que
pasar� a referir las �mercedes espirituales� (m�sticas): c. 10;
cc. 21 y ss.
CAP�TULO 10
Comienza a declarar las mercedes que el Se�or la hac�a en la
oraci�n, y en lo que nos podemos nosotros ayudar, y lo mucho que
importa que entendamos las mercedes que el Se�or nos hace. � Pide
a quien esto env�a que de aqu� adelante sea secreto lo que
escribiere, pues la mandan (1) diga tan particularmente las
mercedes que la hace el Se�or.
1. Ten�a yo algunas veces, como he dicho (2), aunque con mucha
brevedad pasaba, comienzo de lo que ahora dire: acaec�ame en esta
representaci�n que hac�a de ponerme cabe Cristo, que he dicho (3),
y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora (4) un sentimiento
de la presencia de Dios que en ninguna manera pod�a dudar que
estaba dentro de m� o yo toda engolfada en El.
Esto no era manera (5) de visi�n; creo lo llaman m�stica teolog�a
(6). Suspende el alma de suerte, que toda parec�a estar fuera de
s�: ama la voluntad, la memoria me parece est� casi perdida, el
entendimiento no discurre (7), a mi parecer, mas no se pierde;
mas, como digo, no obra, sino est� como espantado de lo mucho que
entiende, porque quiere Dios entienda que de aquello que Su
Majestad le representa ninguna cosa entiende.
2. Primero hab�a tenido muy continuo una ternura, que en parte
algo de ella me parece se puede procurar: un regalo, que ni bien
es todo sensual (8) ni bien espiritual. Todo es dado de Dios; mas
parece para esto nos podemos mucho ayudar con considerar nuestra
bajeza y la ingratitud que tenemos con Dios, lo mucho que hizo por
nosotros, su Pasi�n con tan graves dolores, su vida tan afligida;
en deleitarnos de ver sus obras, su grandeza, lo que nos ama,
otras muchas cosas, que quien con cuidado quiera aprovechar
tropieza muchas veces en ellas, aunque no ande con mucha
advertencia. Si con esto hay alg�n amor, reg�lase el alma,
enternecese el coraz�n, vienen l�grimas; algunas veces parece las
sacamos por fuerza, otras el Se�or parece nos la hace para no
podernos resistir. Parece nos paga Su Majestad aquel cuidadito con
un don tan grande como es el consuelo que da a un alma ver que
llora por tan gran Se�or; y no me espanto, que le sobra la raz�n
de consolarse: reg�lase all�, huelgase all�.
3. Pareceme bien esta comparaci�n que ahora se me ofrece: que son
estos gozos de oraci�n como deben ser los que est�n en el cielo,
que como no han visto m�s de (9) lo que el Se�or, conforme a lo
que merecen, quiere que vean, y ven sus pocos meritos, cada uno
est� contento con el lugar en que est�, con haber tan grand�sima
diferencia de gozar a gozar en el cielo, mucho m�s que ac� hay de
unos gozos espirituales a otros, que es grand�sima.
Y verdaderamente un alma en sus principios, cuando Dios la hace
esta merced, ya casi le parece no hay m�s que desear, y se da por
bien pagada de todo cuanto ha servido. Y s�brale la raz�n, que una
l�grima de estas que, como digo, casi nos las procuramos �aunque
sin Dios no se hace cosa�, no me parece a m� que con todos los
trabajos del mundo se puede comprar, porque se gana mucho con
ellas; y �que m�s ganancia que tener alg�n testimonio que
contentamos a Dios? As� que quien aqu� llegare, al�bele mucho,
con�zcase por muy deudor; porque ya parece le quiere para su casa
y escogido para su reino, si no torna atr�s.
4. No cure (10) de unas humildades que hay, de que pienso tratar
(11), que les parece humildad no entender que el Se�or les va
dando dones. Entendamos bien bien, como ello es, que nos los da
Dios sin ning�n merecimiento nuestro, y agradezc�moslo a Su
Majestad; porque si no conocemos que recibimos, no despertamos
(12) a amar. Y es cosa muy cierta que mientras m�s vemos estamos
ricos, sobre conocer somos pobres, m�s aprovechamiento nos viene y
aun m�s verdadera humildad. Lo dem�s es acobardar el �nimo a
parecer (13) que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando
el Se�or a d�rselos comienza el a atemorizarse con miedo de
vanagloria.
Creamos que quien nos da los bienes, nos dar� gracia para que, en
comenzando el demonio a tentarle en este caso, lo entienda, y
fortaleza para resistir; digo, si andamos con llaneza delante de
Dios, pretendiendo contentar s�lo a El y no a los hombres.
5. Es cosa muy clara que amamos m�s a una persona cuando mucho se
nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues si es l�cito y tan
meritorio que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser
y que nos cri� de nonada y que nos sustenta y todos los dem�s
beneficios de su muerte y trabajos, que mucho antes que nos criase
los ten�a hechos por cada uno de los que ahora viven, �por que no
ser� l�cito que entienda yo y vea y considere muchas veces que
sol�a hablar en vanidades, y que ahora me ha dado el Se�or que no
querr�a sino hablar sino en El? He aqu� una joya que, acord�ndonos
que es dada y ya la poseemos, forzado convida a amar, que es todo
el bien de la oraci�n fundada sobre humildad.
Pues �que ser� cuando vean en su poder otras joyas m�s preciosas,
como tienen ya recibidas algunos siervos de Dios, de menosprecio
de mundo, y aun de s� mismos? Est� claro que se han de tener por
m�s deudores y m�s obligados a servir, y entender que no ten�amos
nada de esto, y a conocer la largueza del Se�or, que a un alma tan
pobre y ruin y de ning�n merecimiento como la m�a, que bastaba la
primera joya de estas y sobraba para m�, quiso hacerme con m�s
riquezas que yo supiera desear.
6. Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y procurar no
ser ingratos; porque con esa condici�n las da el Se�or, que si no
usamos bien del tesoro y del gran estado en que pone (14), nos lo
tornar� a tomar y quedarnos hemos muy m�s pobres, y dar� Su
Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a s� y a
los otros.
Pues �c�mo aprovechar� y gastar� con largueza el que no entiende
que est� rico? Es imposible conforme a nuestra naturaleza �a mi
parecer� tener �nimo para cosas grandes quien no entiende est�
favorecido de Dios. Porque somos tan miserables y tan inclinados a
cosas de tierra, que mal podr� aborrecer todo lo de ac� de hecho
con gran desasimiento quien no entiende tiene alguna prenda de lo
de all�. Porque con estos dones es adonde el Se�or nos da la
fortaleza que por nuestros pecados nosotros perdimos. Y mal
desear� se descontenten todos de el y le aborrezcan y todas las
dem�s virtudes grandes que tienen los perfectos, si no tiene
alguna prenda del amor que Dios le tiene, y juntamente fe viva.
Porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a lo que
presente vemos; y as� estos mismos favores son los que despiertan
la fe y la fortalecen. Ya puede ser que yo, como soy tan ruin,
juzgo por m�, que otros habr� que no hayan menester m�s de la
verdad de la fe para hacer obras muy perfectas, que yo, como
miserable, todo lo he habido menester.
7. Estos (15), ellos lo dir�n. Yo digo lo que ha pasado por m�,
como me lo mandan. Y si no fuere bien, romper�lo a quien lo env�o
(16), que sabr� mejor entender lo que va mal que yo; a quien
suplico por amor del Se�or, lo que he dicho hasta aqu� de mi ruin
vida y pecados lo publiquen. Desde ahora doy licencia, y a todos
mis confesores, que as� lo es a quien esto va. Y si quisieren,
luego en mi vida; porque no enga�e m�s el mundo, que piensan hay
en m� alg�n bien. Y cierto cierto (17), con verdad digo, a lo que
ahora entiendo de m�, que me dar� gran consuelo.
Para lo que de aqu� adelante dijere, no se la doy (18). Ni quiero,
si a alguien lo mostraren, digan quien es por quien pas� (19) ni
quien lo escribi�; que por esto no me nombro ni a nadie, sino
escribirlo he todo lo mejor que pueda para no ser conocida, y as�
lo pido por amor de Dios. Bastan personas tan letradas y graves
para autorizar alguna cosa buena, si el Se�or me diere gracia para
decirla, que si lo fuere, ser� suya y no m�a, porque yo sin letras
ni buena vida ni ser informada de letrado ni de persona ninguna
(porque solos los que me lo mandan escribir saben que lo escribo,
y al presente no est�n aqu�) (20) y casi hurtando el tiempo, y con
pena porque me estorbo de hilar, por estar en casa pobre y con
hartas ocupaciones (21). As� que, aunque el Se�or me diera m�s
habilidad y memoria, que aun con esta me pudiera aprovechar de lo
que he o�do o le�do, es poqu�sima la que tengo; as� que si algo
bueno dijere, lo quiere el Se�or para alg�n bien; lo que fuere
malo ser� de m�, y vuestra merced lo quitar�.
Para lo uno ni para lo otro, ning�n provecho tiene decir mi
nombre: (22) en vida est� claro que no se ha de decir de lo bueno;
en muerte no hay para que, sino para que pierda la autoridad el
bien, y no la dar ning�n credito, por ser dicho de persona tan
baja y tan ruin.
8. Y por pensar vuestra merced (23) har� esto que por amor del
Se�or le pido y los dem�s que lo han de ver (24), escribo con
libertad; de otra manera ser�a con gran escr�pulo, fuera de decir
mis pecados, que para esto ninguno tengo; para lo dem�s basta ser
mujer para caerseme las alas, cu�nto m�s mujer y ruin. Y as� lo
que fuere m�s de decir simplemente el discurso de mi vida, tome
vuestra merced para s� �pues tanto me ha importunado escriba
alguna declaraci�n de las mercedes que me hace Dios en la
oraci�n�, si fuere conforme a las verdades de nuestra santa fe
cat�lica; y si no, vuestra merced lo queme luego, que yo a esto me
sujeto. Y dire lo que pasa por m�, para que, cuando sea conforme a
esto, podr� hacer a vuestra merced alg�n provecho; y si no,
desenga�ar� mi alma, para que no gane el demonio adonde me parece
gano yo; que ya sabe el Se�or, como despues dire (25), que siempre
he procurado buscar quien me de luz.
9. Por claro que yo quiera decir estas cosas de oraci�n, ser� bien
oscuro para quien no tuviere experiencia. Algunos impedimentos
dire, que a mi entender lo son para ir adelante en este camino, y
otras cosas en que hay peligro, de lo que el Se�or me ha ense�ado
por experiencia y despues trat�dolo yo con grandes letrados y
personas espirituales de muchos a�os, y ven que en solos veinte y
siete a�os (26) que ha que tengo oraci�n, me ha dado Su Majestad
(27) la experiencia �con andar en tantos tropiezos y tan mal este
camino� que a otros en cuarenta y siete y en treinta y siete, que
con penitencia y siempre virtud han caminado por el.
Sea bendito por todo y s�rvase de m�, por quien Su Majestad es,
que bien sabe mi Se�or que no pretendo otra cosa en esto, sino que
sea alabado y engrandecido un poquito de ver que en un muladar tan
sucio y de mal olor hiciese huerto de tan suaves flores. Plega a
Su Majestad que por mi culpa no las torne yo a arrancar y se torne
a ser lo que era. Esto pido yo por amor del Se�or le pida vuestra
merced (28), pues sabe la que soy con m�s claridad que aqu� me lo
ha dejado decir.
NOTAS CAP�TULO 10
1 Nueva alusi�n al mandato inicial de componer el libro (Pr�logo,
1) insistiendo m�s en las misericordias de Dios que en las
miserias propias. - El ep�grafe del cap�tulo alerta al lector
sobre el relato de las gracias m�sticas a partir del presente
cap�tulo, que la autora quiere queden en secreto: �de aqu�
adelante sea secreto lo que escribiere�. El P. Graci�n, �ntimo
conocedor de la autora, escribi�: �Todo el tiempo que vivi� la
Madre Teresa nunca su pensamiento ni el m�o fue que estos libros
se imprimiesen y viniesen tan a p�blico y a manos de todos los que
los quisiesen leer... No pod�a sufrir que viniesen las cosas altas
de esp�ritu que aqu� se declaran, a bocas de perros
murmuradores..., o a gente engolfada en los vicios, que no les
parece puede haber otros deleites mayores que los sensuales� (BMC,
18, 10).
2 Lo dicho en el c. 9, 9; y 4, 7.
3 Ib. en el c. 9, 4. - Cabe Cristo: junto a Cristo, ante El.
4 A deshora: de improviso, inesperadamente (cf. 20, 9).
5 No era manera de visi�n: probable elisi�n por haplograf�a, en
ves de �a manera de v.� Cf. otros casos: 7, 8; 18, 2; 25, 10; 7, 6
y 11, 3. Respetamos la lectura hecha por fray Luis (p. 112).
6 M�stica teolog�a: equivale aqu� a �experiencia m�stica�. La
expresi�n �creo la llaman� subraya una cierta resistencia de la
autora a utilizar terminos tecnicos de teolog�a. Observese esa
misma reticencia en el c. 11, 5. Otras menciones de esa
terminolog�a: 12, 5 y 18, 2. Esta �ltima vez, con la acotaci�n:
�en la m�stica teolog�a se declara, que yo los vocablos no sabre
nombrarlos�. De hecho no volver� a utilizarlos en los restantes
libros que escriba.
7 No discurre: no �obra� hab�a escrito primero. Luego corrigi�
�discurre� a�adiendo entre l�neas �a mi parecer�. Pero se olvid�
de que una l�nea m�s abajo repet�a el �como digo, no obra�. - La
rectificaci�n de la Santa no disip� los escr�pulos teol�gicos de
los editores, desde fray Luis, quien en su segunda edici�n de Vida
(1599) anot� al margen de este pasaje: �Dice que no obra el
entendimiento, porque, como ha dicho, no discurre de unas cosas en
otras, ni saca consideraciones, porque le tiene ocupado entonces
la grandeza del bien que se le pone delante; pero en realidad de
verdad, s� obra, pues pone los ojos en lo que se le presenta, y
conoce que no lo puede entender como es; pues dice �no obra�, esto
es, �no discurre�, sino est� como espantado de lo mucho que
entiende, esto es, de la grandeza del objeto que ve, no porque
entienda mucho del, sino porque ve que es tanto el en s� que no lo
puede enteramente entender�.
8 Sensual: sensible (cf. c. 3, n. 2, nota 3).
9 M�s de: m�s que.
10 No cure de...: no se preocupe de...
11 Tratar� de esas humillaciones en el c. 13, 4.
12 Hab�a escrito: nos despertamos. Borr� el �nos�. Mantenemos la
lectura de fray Luis (p. 114).
13 Acobardar el �nimo a parecer: acobardarlo hasta parecer o creer
que...
14 Pone: otra mano corrigi� entre l�neas �nos pone�. Fray Luis
retuvo esta segunda lectura (p. 116).
15 Estos: es decir �los perfectos�, que no han menester m�s que la
fe. - �Los perfectos� (n. 6): en el sentido tecnico de la teolog�a
espiritual, en contraposici�n a �principiantes� y �aprovechados�.
16 Probablemente se trata del P. Garc�a de Toledo (cf. pr�logo de
la obra). A continuaci�n hab�a escrito: �sabr�n� y corrigi�
�sabr�. Pero la alusi�n al grupode �mandantes� persiste en el
contexto: �me lo mandan�, �lo publiquen�. Lo cual est� indicando
los dos planos de destinatarios o lectores inmediatos del libro. -
El precedente �romper�lo�, alude a la hip�tesis de que el libro
sea destru�do o �quemado� por el P. Garc�a de Toledo: �aunque v.m.
luego lo queme�, recordar� en el ep�logo (40, 23).
17 Cierto, cierto, es superlativo intensivo o por repetici�n: fue
muy del agrado de la Santa, que lo usa en formas variad�simas y
originales: bien bien, (n. 4); muchas muchas (c. 15, n. 2); muy
muy sobrenatural (c. 20, n. 15); nada nada (c. 15, n. 3); que de
ello, que de ello, que de ello (c. 39, 6); y cu�n vanos, y cu�n
vanos (c. 38, n. 18); ya ya (c. 16, n. 3); luego, luego (c. 28, n.
4); en fin, en fin (Fund., c. 7, n. 7), etc...
18 No se la doy: no le doy licencia.
19 Por quien pas�: la persona por quien pas�. Al margen de la
frase siguiente: para no ser conocida y as� lo pido por amor de
Dios..., uno de los censores -quiz� B��ez o m�s probablemente
Garc�a de Toledo- traz� una l�nea vertical, que permite vislumbrar
el momento en que se par� a hacerse cargo de la responsabilidad de
su cometido.
20 No est�n aqu�: no est�n en Avila los que le han mandado
escribir el libro. Graci�n anot� en su ejemplar: �El Maestro fray
Domingo B��ez y Garc�a de Toledo�. La edici�n facs�mil de V. de La
Fuente ha inducido la lectura err�nea: �no est� aqu�.
21 El largo per�odo que comienza �porque yo� queda inconcluso.
Saltando el inciso diversivo, puede leerse: �porque yo... si algo
bueno dijere...� - Por estar en casa pobre...: escribe estas
p�ginas en San Jose de Avila, y no en el palacio deD�aLuisa
(Toledo), donde redact� la obra por primera vez.
22 Decir mi nombre: efectivamente, el relato mantiene
constantemente ese anonimato. Tampoco menciona por su nombre a
otras personas y poblaciones. Unicos personajes mencionados
expl�citamente ser�n fray Pedro de Alc�ntara (27, 3...) y san
Francisco de Borja �que era duque de Gand�a� (24, 3). -
Frecuentemente se ha explicado esta decisi�n de anonimato, como
encubrimiento, de cara a la Inquisici�n. El contexto del presente
cap�tulo lo hace inveros�mil. Desde luego, �escribo con libertad�,
afirma la autora (n. 8).
23 Por pensar que vuestra merced: la construcci�n infinitiva con
omisi�n del �que� completivo es frecuente en la Santa. - Vuestra
merced: Garc�a de Toledo.
24 Los dem�s lo han de ver: ante todo, B��ez y Garc�a de Toledo;
quiz� tambien el P. Ib��ez; y sin duda, san Juan Avila. Otro
posible lector-censor, el P. Baltasar Alvarez.
25 Despues dire: en el c. 13, 17 y ss.; 28, 6; 22, 3.
26 En solos 27 a�os: nuevo indicio cronol�gico. Est� escribiendo
en 1565. Su c�mputo, por tanto, se eleva a los entornos de 1538, a
sus 23/24 de edad (cf. c. 8, nota 6).
27 Por lapsus o titubeo de pluma, en el aut�grafo repite: �me ha
dado el Se�or me ha dado Su Majestad�. Mantenemos la opci�n de
fray Luis (p. 120).
28 Vuestra merced: de nuevo el P. Garc�a de Toledo, dialogante
n�mero uno en la intenci�n de la escritora.
CAP�TULO 11
Dice en que est� la falta de no amar a Dios con perfecci�n en
breve tiempo. � Comienza a declarar, por una comparaci�n que pone,
cuatro grados de oraci�n. � Va tratando aqu� del primero. � Es muy
provechoso para los que comienzan y para los que no tienen gustos
en la oraci�n (1).
1. Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del amor
(que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este camino
de oraci�n al que tanto nos am�), es una dignidad tan grande, que
me regalo extra�amente en pensar en ella. Porque el temor servil
(2) luego va fuera, si en este primer estado vamos como hemos de
ir. �Oh Se�or de mi alma y bien m�o! �Por que no quisisteis que en
determin�ndose un alma a amaros, con hacer lo que puede en dejarlo
todo para mejor se emplear en este amor de Dios, luego gozase de
subir a tener este amor perfecto? (3) Mal he dicho: hab�a de decir
y quejarme porque no queremos nosotros; pues toda la falta nuestra
es, en no gozar luego de tan gran dignidad, pues en llegando a
tener con perfecci�n este verdadero amor de Dios, trae consigo
todos los bienes. Somos tan caros y tan tard�os de darnos del todo
a Dios, que, como Su Majestad no quiere gocemos de cosa tan
preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos.
2. Bien veo que no le hay con que se pueda comprar tan gran bien
en la tierra; mas si hiciesemos lo que podemos en no nos asir a
cosa de ella, sino que todo nuestro cuidado y trato fuese en el
cielo, creo yo sin duda muy en breve se nos dar�a este bien, si en
breve del todo nos dispusiesemos, como algunos santos lo hicieron.
Mas parecenos que lo damos todo, y es que ofrecemos a Dios la
renta o los frutos y qued�monos con la ra�z y posesi�n (4).
Determin�monos a ser pobres, y es de gran merecimiento; mas muchas
veces tornamos a tener cuidado y diligencia para que no nos falte
no s�lo lo necesario sino lo superfluo, y a granjear los amigos
que nos lo den y ponernos en mayor cuidado, y por ventura peligro,
porque (5) no nos falte, que antes ten�amos en poseer la hacienda.
Parece tambien que dejamos la honra en ser religiosos o en haber
ya comenzado a tener vida espiritual y a seguir perfecci�n, y no
nos han tocado en un punto de honra (6), cuando no se nos acuerda
la hemos ya dado a Dios, y nos queremos tornar a alzar con ella y
tom�rsela �como dicen� de las manos, despues de haberle de nuestra
voluntad (7), al parecer, hecho de ella se�or. As� son todas las
otras cosas.
3. �Donosa manera (8) de buscar amor de Dios! Y luego le queremos
a manos llenas, a manera de decir. Tenernos nuestras aficiones (ya
que no procuramos efectuar nuestros deseos y no acabarlos de
levantar de la tierra) y muchas consolaciones espirituales con
esto, no viene bien, ni me parece se compadece (9) esto con
estotro. As� que, porque no se acaba de dar junto, no se nos da
por junto este tesoro. Plega al Se�or que gota a gota nos le de Su
Majestad, aunque sea cost�ndonos todos los trabajos del mundo.
4. Harto gran misericordia hace a quien da gracia y �nimo para
determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien. Porque si
persevera, no se niega Dios a nadie. Poco a poco va habilitando el
el �nimo para que salga con esta victoria. Digo �nimo, porque son
tantas las cosas que el demonio pone delante a los principios para
que no comiencen este camino de hecho, como quien sabe el da�o que
de aqu� le viene, no s�lo en perder aquel alma sino muchas. Si el
que comienza se esfuerza con el fervor de Dios a llegar a la
cumbre de la perfecci�n, creo jam�s va solo al cielo; siempre
lleva mucha gente tras s�. Como a buen capit�n, le da Dios quien
vaya en su compa��a.
P�neles tantos peligros y dificultades delante (10), que no es
menester poco �nimo para no tornar atr�s, sino muy mucho y mucho
favor de Dios.
5. Pues hablando de los principios de los que ya van determinados
a seguir este bien y a salir con esta empresa (que de lo dem�s que
comence a decir de m�stica teolog�a, que creo se llama as�, dire
m�s adelante) (11), en estos principios est� todo el mayor
trabajo; porque son ellos los que trabajan dando el Se�or el
caudal; que en los otros grados de oraci�n lo m�s es gozar, puesto
que primeros y medianos y postreros (12), todos llevan sus cruces,
aunque diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir
los que le siguen, si no se quieren perder. �Y bienaventurados
trabajos, que aun ac� en la vida tan sobradamente se pagan!
6. Habre de aprovecharme de alguna comparaci�n, aunque yo las
quisiera excusar por ser mujer y escribir simplemente lo que me
mandan. Mas este lenguaje de esp�ritu es tan malo de declarar a
los que no saben letras (13), como yo, que habre de buscar alg�n
modo, y podr� ser las menos veces acierte a que venga bien la
comparaci�n. Servir� de dar recreaci�n a vuestra merced (14) de
ver tanta torpeza.
Pareceme ahora a m� que he le�do u o�do esta comparaci�n �que como
tengo mala memoria, ni se ad�nde ni a que prop�sito, mas para el
m�o ahora contentame�: (15) ha de hacer cuenta el que comienza,
que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva
muy malas hierbas, para que se deleite el Se�or. Su Majestad
arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Pues hagamos
cuenta que est� ya hecho esto cuando se determina a tener oraci�n
un alma y lo ha comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de
procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y
tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan
a echar flores que den de s� gran olor para dar recreaci�n a este
Se�or nuestro, y as� se venga a deleitar muchas veces a esta
huerta y a holgarse entre estas virtudes.
7. Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que
entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de
costar, si es mayor que la ganancia, o hasta que tanto tiempo se
ha de tener.
Pareceme a m� que se puede regar de cuatro maneras:
o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo;
(16).
o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado
algunas veces: (17) es a menos trabajo que estotro y s�case m�s
agua;
o de un r�o o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda m�s harta
la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a
menos trabajo mucho del hortelano;
o con llover mucho, que lo riega el Se�or sin trabajo ninguno
nuestro, y es muy sin comparaci�n mejor que todo lo que queda
dicho.
8. Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se
ha de sustentar este huerto �porque sin ella perderse ha�, es lo
que a m� me hace al caso y ha parecido que se podr� declarar algo
de cuatro grados de oraci�n, en que el Se�or, por su bondad, ha
puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine a decirlo de
manera que aproveche a una de las personas que esto me mandaron
escribir (18), que la ha tra�do el Se�or en cuatro meses harto m�s
adelante que yo estaba en diecisiete a�os. Hase dispuesto mejor, y
as� sin trabajo suyo riega este vergel con todas estas cuatro
aguas, aunque la postrera a�n no se le da sino a gotas; mas va de
suerte que presto se engolfar� en ella con ayuda del Se�or. Y
gustare se r�a, si le pareciere desatino la manera del declarar
(19).
9. De los que comienzan a tener oraci�n podemos decir son los que
sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho
(20), que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como est�n
acostumbrados a andar derramados (21), es harto trabajo. Han
menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni o�r, y
aun ponerlo por obra las horas de la oraci�n, sino estar en
soledad y, apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros
y postreros todos lo han de hacer muchas veces, hay m�s y menos de
pensar en esto, como despues dire (22). Al principio a�n da pena,
que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y s�
hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de
procurar tratar de la vida de Cristo, y c�nsase el entendimiento
en esto.
Hasta aqu� podemos adquirir nosotros, entiendese con el favor de
Dios, que sin este ya se sabe no podemos tener un buen
pensamiento. Esto es comenzar a sacar agua del pozo, y aun plega a
Dios lo quiera tener. Mas al menos no queda por nosotros, que ya
vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas flores.
Y es Dios tan bueno que, cuando por lo que Su Majestad sabe �por
ventura para gran provecho nuestro� quiere que este seco el pozo,
haciendo lo que es en nosotros como buenos hortelanos, sin agua
sustenta las flores y hace crecer las virtudes. Llamo �agua� aqu�
las l�grimas y, aunque no las haya, la ternura y sentimiento
interior de devoci�n.
10. Pues �que har� aqu� el que ve que en muchos d�as no hay sino
sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar
el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al
Se�or de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo
que espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el
caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejar�a todo? Y muchas
veces le acaecer� aun para esto no se le alzar los brazos, ni
podr� tener un buen pensamiento: que este obrar con el
entendimiento, entendido va que es el sacar agua del pozo.
Pues, como digo, �que har� aqu� el hortelano? Alegrarse y
consolarse y tener por grand�sima merced de trabajar en huerto de
tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en aquello y su
intento no ha de ser contentarse a s� sino a El, al�bele mucho,
que hace de el confianza (23), pues ve que sin pagarle nada tiene
tan gran cuidado de lo que le encomend�. Y ay�dele a llevar la
cruz y piense que toda la vida vivi� en ella y no quiera ac� su
reino ni deje jam�s la oraci�n. Y as� se determine, aunque para
toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la
cruz. Tiempo vendr� que se lo pague por junto. No haya miedo que
se pierda el trabajo. A buen amo sirve. Mir�ndole est�. No haga
caso de malos pensamientos. Mire que tambien los representaba el
demonio a San Jer�nimo en el desierto (24).
11. Su precio se tienen estos trabajos, que, como quien los pas�
muchos a�os (que cuando una gota de agua sacaba de este bendito
pozo pensaba me hac�a Dios merced), se que son grand�simos y me
parece es menester m�s �nimo que para otros muchos trabajos del
mundo. Mas he visto claro que no deja Dios sin gran premio, aun en
esta vida; porque es as�, cierto, que una hora (25) de las que el
Se�or me ha dado de gusto de S� despues ac�, me parece quedan
pagadas todas las congojas que en sustentarme en la oraci�n mucho
tiempo pase.
Tengo para m� que quiere el Se�or dar muchas veces al principio, y
otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que
se ofrecen, para probar a sus amadores y saber si podr�n beber el
c�liz (26) y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos
grandes tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad
llevar por aqu�, para que entendamos bien lo poco que somos;
porque son de tan gran dignidad las mercedes de despues, que
quiere por experiencia veamos antes nuestra miseria primero que
nos las de, por que no nos acaezca lo que a Lucifer (27).
12. �Que haceis Vos, Se�or m�o, que no sea para mayor bien del
alma que entendeis que es ya vuestra y que se pone en vuestro
poder para seguiros por donde fuereis hasta muerte de cruz (28) y
que est� determinada a ayud�rosla a llevar y a no dejaros solo con
ella?
Quien viere en s� esta determinaci�n, no, no hay que temer. Gente
espiritual, no hay por que se afligir. Puesto ya en tan alto grado
como es querer tratar a solas con Dios (29) y dejar los
pasatiempos del mundo, lo m�s est� hecho. Alabad por ello a Su
Majestad y fiad de su bondad, que nunca falt� a sus amigos. Tapaos
los ojos de pensar (30) por que da a aquel de tan pocos d�as
devoci�n, y a m� no en tantos a�os. Creamos es todo para m�s bien
nuestro. Gu�e Su Majestad por donde quisiere. Ya no somos
nuestros, sino suyos. Harta merced nos hace en querer que queramos
cavar en su huerto y estarnos cabe el Se�or de el, que cierto est�
con nosotros. Si El quiere que crezcan estas plantas y flores a
unos con dar agua que saquen de este pozo, a otros sin ella, �que
se me da m�? Haced vos, Se�or, lo que quisiereis. No os ofenda yo.
No se pierdan las virtudes, si alguna me habeis ya dado por sola
vuestra bondad. Padecer quiero, Se�or, pues Vos padecisteis.
C�mplase en m� de todas maneras vuestra voluntad. Y no plega a
Vuestra Majestad que cosa de tanto precio como vuestro amor se de
a gente que os sirve s�lo por gustos.
13. Hase de notar mucho �y d�golo porque lo se por experiencia�
que el alma que en este camino de oraci�n mental comienza a
caminar con determinaci�n y puede acabar consigo de no hacer mucho
caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten estos
gustos y ternura (31) o la de el Se�or, que tiene andado gran
parte del camino. Y no haya miedo de tornar atr�s, aunque m�s
tropiece, porque va comenzado el edificio en firme fundamento. S�,
que no est� el amor de Dios en tener l�grimas ni estos gustos y
ternura, que por la mayor parte los deseamos y consolamos con
ellos, sino en servir con justicia y fortaleza de �nima y
humildad. Recibir, m�s me parece a m� eso, que no dar nosotros
nada (32).
14. Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me
parece a m� conviene, como Dios ahora lo hace, llevarme con
regalos (33), porque pueda sufrir algunos trabajos que ha querido
Su Majestad tenga; mas para siervos de Dios, hombres de tomo, de
letras, de entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no
los da devoci�n, que me hace disgusto o�rlo. No digo yo que no la
tomen, si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces
ver� Su Majestad que conviene; mas que cuando no la tuvieren, que
no se fatiguen y que entiendan que no es menester, pues Su
Majestad no la da, y anden se�ores de s� mismos. Crean que es
falta. Yo lo he probado y visto. Crean que es imperfecci�n y no
andar con libertad de esp�ritu, sino flacos para acometer.
15. Esto no lo digo tanto por los que comienzan (aunque pongo
tanto en ello, porque les importa mucho comenzar con esta libertad
y determinaci�n) (34), sino por otros; que habr� muchos que lo ha
que comenzaron y nunca acaban de acabar. Y creo es gran parte este
no abrazar la cruz desde el principio, que andar�n afligidos
pareciendoles no hacen nada. En dejando de obrar el entendimiento,
no lo pueden sufrir y por ventura entonces engorda la voluntad y
toma fuerza, y no lo entienden ellos.
Hemos de pensar que no mira el Se�or en estas cosas, que, aunque a
nosotros nos parecen faltas, no lo son. Ya sabe Su Majestad
nuestra miseria y bajo natural mejor que nosotros mismos, y sabe
que ya estas almas desean siempre pensar en El y amarle. Esta
determinaci�n es la que quiere. Estotro afligimiento que nos damos
no sirve de m�s de inquietar el alma, y si hab�a de estar inh�bil
para aprovechar una hora, que lo este cuatro. Porque muy muchas
veces (yo tengo grand�sima experiencia de ello, y se que es
verdad, porque lo he mirado con cuidado y tratado despues a
personas espirituales) que (35) viene de indisposici�n corporal,
que somos tan miserables que participa esta encarceladita (36) de
esta pobre alma de las miserias del cuerpo. Y las mudanzas de los
tiempos y las vueltas de los humores (37) muchas veces hacen que
sin culpa suya no pueda hacer lo que quiere, sino que padezca de
todas maneras. Y mientras m�s la quieren forzar en estos tiempos,
es peor y dura m�s el mal; sino que haya discreci�n para ver
cu�ndo es de esto, y no la ahoguen a la pobre. Entiendan son
enfermos. M�dese la hora de la oraci�n, y hartas veces ser�
algunos d�as. Pasen como pudieren este destierro, que harta
malaventura es de un alma que ama a Dios ver que vive en esta
miseria y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huesped
como este cuerpo.
16. Dije �con discreci�n�, porque alguna vez el demonio lo har�; y
as� es bien ni siempre dejar la oraci�n cuando hay gran
distraimiento y turbaci�n en el entendimiento, ni siempre
atormentar el alma a lo que no puede.
Otras cosas hay exteriores de obras de caridad y de lecci�n (38),
aunque a veces aun no estar� para esto. Sirva entonces al cuerpo
por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva el al alma, y
tome algunos pasatiempos santos de conversaciones que lo sean, o
irse al campo, como aconsejare el confesor. Y en todo es gran cosa
la experiencia, que da a entender lo que nos conviene. Y en todo
se sirve Dios. Suave es su yugo (39), y es gran negocio no traer
el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad (40)
para su mayor aprovechamiento.
17. As� que torno a avisar �y aunque lo diga muchas veces no va
nada� que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y
distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si
quiere ganar libertad de esp�ritu y no andar siempre atribulado,
comience a no se espantar de la cruz, y ver� c�mo se la ayuda
tambien a llevar el Se�or y con el contento que anda (41) y el
provecho que saca de todo. Porque ya se ve que, si el pozo no
mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no
hemos de estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; (42)
porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las
virtudes.
NOTAS CAP�TULO 11
1 El ep�grafe advierte que este cap�tulo �comienza a declarar...�
los grados de oraci�n. Y que lo har� sirviendose de �una
comparaci�n�: el s�mil del huerto del alma. Esa explicaci�n
doctrinal ocupar� los cc. 11-22, que formar�n un �tratadillo�
doctrinal insertado en pleno relato biogr�fico, en el punto
crucial en que la narraci�n pasa de la vida de lucha (ascetica) de
la Santa a su vida m�stica. En los �ltimos grados (�tercera y
cuarta agua�), la exposici�n se ir� adhiriendo m�s de cerca a la
aventura personal de la autora; de suerte que los cc. 18-22 ser�n
densamente autobiogr�ficos. - El �tratadillo� tiene adem�s una
intenci�n polemica contra una falsa teor�a de iniciaci�n m�stica
muy en boga por aquellas fechas (ver los t�tulos de los cc. 12 y
22, al comienzo y al fin de la exposici�n).
2 Temor servil: miedo o temor del castigo, en contraposici�n al
�temor filial� (vestigios del lexico teol�gico; cf. 3, 6; 15, 14).
3 Interrogante que se plantear� la Santa m�s veces. Ver 22, 15.
4 Esa imagen de corte financiero (la renta, los frutos, la ra�z,
la posesi�n), reaparecer� con relativa frecuencua en sus obras
(cf. C. 2, 2; 22, 5; hasta su �ltimo escrito: R. 6, 1).
5 Porque: para que.
6 Punto de honra: detalle en el imaginario estatuto del honor o de
la propia estima. Escribir� m�s adelante: �no cumple perder punto
en puntos de honra� (37, 10).
7 De nuestra voluntad: voluntariamente. El sentido es: �despues de
haberle hecho voluntariamente se�or de nuestra voluntad�. Fray
Luis omiti� �de ella� (p. 122).
8 Donosa manera: ironiza. Como: �bonita manera...�.
9 No viene bien: no se aviene. - Ni... se compadece: no es
compatible lo uno con lo otro (cf. 13, 8; 37, 8; 40, 4).
10 P�neles el demonio (cf. c. 3, 6, nota).
11 Hab�a �comenzado a decir� de ella en el c. 10, n. 1; de ella
�dir� m�s adelante� en el c. 12, n. 5. - Es digna de notar la
insistencia con que la Santa se remite de un lugar a otro en
materia de �teolog�a m�stica�: en el c. 10, n. 1, escribe: �como
he dicho� en el c. 9, n. 9. Ahora, en el c. 11, n. 5, escribe de
nuevo: �comence a decir� en el c. 10, n. 1 y �dire m�s adelante�
en el c. 12, n. 5; y en este �ltimo lugar, �comence a decir� (en
los textos citados) y �despues declarare� en los cc. 18-22. As� y
todo, al comenzar este �ltimo pasaje (c. 18, n. 2) no tendr�
empacho en escribir: �esta que llaman uni�n y lo que es... en la
m�stica teolog�a se declara, que yo los vocablos no sabre
nombrarlos, ni se entender que es mente, ni que diferencia tenga
el alma o esp�ritu tampoco...�
12 Primeros, medianos, postreros: evita el lexico teol�gico
equivalente: principiantes, aprovechados, perfectos.
13 Lenguaje de esp�ritu: expresi�n tecnica que equivale a: hablar
(�por experiencia?) de cosas espirituales: cf. 12, 5; 14, 8; 23,
16; 27, 6.7; 36, 16. - Tan malo de declarar a los que no saben
letras: a quienes no tienen estudios les es tan dif�cil explicar o
expresar...
14 Vuestra merced: Garc�a de Toledo.
15 Alude quiz� a vagas reminiscencias de los salmos y las
par�bolas evangelicas (Mt 21, 33), o al huerto del Cantar de los
Cantares (1, 5; 4, 12), o a cualquier otro pasaje de los profetas
o de los salmos. - En el Tercer Abecedario hab�a ciertamente le�do
la Santa esta misma comparaci�n (tr. 4, c. 3). - Sin embargo, para
indagar los or�genes de la presente alegor�a teresiana, cf. c. 14,
n. 9 de Vida.
16 A nuestro trabajo: con nuestro esfuerzo. La alternativa �con
trabajo� o �sin trabajo ninguno nuestro�, subraya en el s�mil del
riego las dos vertientes de la oraci�n: ascetica y m�stica.
17 En casa de la Santa hab�a una noria: cuando ella y Rodrigo
huyeron a �tierra de moros�, su madre, �los hac�a buscar por todas
partes con mucha tristeza y miedo no hubiesen ca�do en una noria
de casa y ahog�dose� (RIBERA, Vida de la Santa, L. I, c. 4).
18 Una de las personas que me mandaron escribir: Al margen de su
ejemplar anot� Graci�n: �el P. fr. Pedro Ib��ez�. Con todo, el
aludido es probablemente Garc�a de Toledo, ambos dominicos.
19 La manera de declarar: el estilo o los recursos expositivos de
la autora.
20 Como tengo dicho: en el n. 7.
21 Andar derramados (los sentidos): distra�dos en lo exterior.
Frecuente en la Santa (C. 28, 1.2; Moradas 1, 2, 9).
22 Despues dire: en el c. 13, 14-15; 15, 6.
23 Hace de el confianza: tiene confianza en el.
24 Alusi�n de la carta del Santo a Eustoquio, en que recuerda su
lucha contra las imaginaciones de los placeres, mientras viv�a en
la soledad del desierto. La Santa ley� las Cartas de s. Jer�nimo
(3, 7).
25 Que una hora: que con una hora. As� lo enmend� fray Luis en la
fe de erratas de la 1� edici�n. Y en la de 1589, p. 98.
26 Alusi�n al evangelio de Mt 20, 22.
27 Lucifer, que cay� del cielo por su soberbia (Is 14, 12).
28 Reminiscencia de Fil. 2, 4.
29 Tratar a solas con Dios, es su concepto de oraci�n: cf. 8, 5.
30 Tapaos los ojos de pensar: cerrad los ojos (de la mente) para
no pensar; es decir, no penseis.
31 Gustos y ternura: repetido unas l�neas m�s abajo. En acepci�n
m�stica (cf. 8, 5; 9, 9; 10, 2; 25, 11).
32 Hiperbaton atrevido. Equivale a: �eso m�s me parece a m�
recibir que no dar (= que dar) nosotros nada�.
33 Regalos: en la acepci�n de gracias m�sticas (cf. 8, 5; 9, 9).
34 Comenzar con libertad y determinaci�n: ser�n las consignas que
dar� al principiante en el c. 13, 1 y ss.
35 Que viene: es redundante ese �que�.
36 Esta encarceladita de esta pobre alma: resonancia de la idea
plat�nica del cuerpo c�rcel del alma. �Mal huesped (del alma) este
cuerpo�, escribir� al fin de este n�mero. Y en su poema �Vivo sin
vivir en m�: �esta c�rcel... en que el alma est� metida�.
37 Las vueltas de los humores: alusi�n a las viejas teor�as psico-
f�sicas de los cuatro humores del compuesto humano, y su vario
influjo en los estados de �nimo (cf. Fund. 4, 2).
38 Lecci�n: lectura.
39 Alusi�n a Mt 11, 30.
40 Suavidad: por lapsus, al pasar la l�nea, la Santa esscribi� �su
/ suavidad�. Mantenemos la lectura de fray Luis (p. 134).
41 Y con el contento que anda: por �el contento con que anda�.
42 Cuando la haya, sacarla: frase el�ptica: para que cuando la
haya (agua), podamos sacarla.
CAP�TULO 12
Prosigue en este primer estado. � Dice hasta d�nde podemos llegar
con el favor de Dios por nosotros mismos, y el da�o que es querer,
hasta que el Se�or lo haga, subir el esp�ritu a cosas
sobrenaturales (1).
1. Lo que he pretendido dar a entender en este cap�tulo pasado
�aunque me he divertido (2) mucho en otras cosas por parecerme muy
necesarias� es decir hasta lo que podemos nosotros adquirir, y
c�mo en esta primera devoci�n podemos nosotros ayudarnos algo.
Porque en pensar y escudri�ar lo que el Se�or pas� por nosotros,
muevenos a compasi�n, y es sabrosa esta pena y las l�grimas que
proceden de aqu�. Y de pensar la gloria que esperamos y el amor
que el Se�or nos tuvo y su resurrecci�n, muevenos a gozo que ni es
del todo espiritual ni sensual (3), sino gozo virtuoso y la pena
muy meritoria. De esta manera son todas las cosas que causan
devoci�n adquirida con el entendimiento en parte, aunque no podida
merecer ni ganar si no la de Dios. Est�le muy bien a un alma que
no la ha subido de aqu� (4), no procurar subir ella; y n�tese esto
mucho, porque no le aprovechar� m�s de perder (5).
2. Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a
hacer mucho por Dios y despertar el amor, otros para ayudar a
crecer las virtudes, conforme a lo que dice un libro llamado Arte
de servir a Dios, que es muy bueno y apropiado para los que est�n
en este estado, porque obra el entendimiento (6). Puede
representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho
de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El,
pedirle para sus necesidades y quej�rsele de sus trabajos,
alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin
procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos
y necesidad (7).
Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien
trabajare a traer consigo esta preciosa compa��a y se aprovechare
mucho de ella y de veras cobrare amor a este Se�or a quien tanto
debemos, yo le doy por aprovechado (8).
3. Para esto no se nos ha de dar nada de no tener devoci�n �como
tengo dicho� (9), sino agradecer al Se�or que nos deja andar
deseosos de contentarle, aunque sean flacas las obras. Este modo
de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un
medio segur�simo para ir aprovechando en el primero y llegar en
breve al segundo grado de oraci�n, y para los postreros andar
seguros de los peligros que el demonio puede poner.
4. Pues esto es lo que podemos. Quien quisiere pasar de aqu� y
levantar el esp�ritu a sentir gustos que no se los dan (10), es
perder lo uno y lo otro, a mi parecer, porque es sobrenatural;
(11) y perdido el entendimiento, quedase el alma desierta y con
mucha sequedad. Y como este edificio todo va fundado en humildad,
mientras m�s llegados a Dios, m�s adelante ha de ir esta virtud, y
si no, va todo perdido. Y parece alg�n genero de soberbia querer
nosotros subir a m�s, pues Dios hace demasiado, seg�n somos, en
allegarnos cerca de S�.
No se ha de entender que digo esto por el subir con el pensamiento
a pensar cosas altas del cielo o de Dios y las grandezas que all�
hay y su gran sabidur�a; porque, aunque yo nunca lo hice (que no
ten�a habilidad �como he dicho� (12) y me hallaba tan ruin, que
aun para pensar cosas de la tierra me hac�a Dios merced de que
entendiese esta verdad, que no era poco atrevimiento, cu�nto m�s
para las del cielo), otras personas se aprovechar�n, en especial
si tienen letras (13), que es un gran tesoro para este ejercicio,
a mi parecer, si son con humildad. De unos d�as ac� lo he visto
por algunos letrados (14), que ha poco que comenzaron y han
aprovechado muy mucho; y esto me hace tener grandes ansias porque
muchos fuesen espirituales, como adelante dire.
5. Pues lo que digo �no se suban sin que Dios los suba�, es
lenguaje de esp�ritu (15). Entenderme ha quien tuviere alguna
experiencia, que yo no lo se decir (16) si por aqu� no se
entiende. En la m�stica teolog�a que comence a decir (17), pierde
de obrar el entendimiento, porque le suspende (18) Dios, como
despues declarare m�s, si supiere y El me diere para ello su
favor. Presumir ni pensar de suspenderle nosotros, es lo que digo
no se haga, ni se deje de obrar con el, porque nos quedaremos
bobos y fr�os, y ni haremos lo uno ni lo otro; que cuando el Se�or
le suspende y hace parar, dale de que se espante (19) y se ocupe,
y que sin discurrir entienda m�s en un �credo� (20) que nosotros
podemos entender con todas nuestras diligencias de tierra en
muchos a�os. Ocupar las potencias del alma y pensar hacerlas estar
quedas, es desatino.
Y torno a decir que (21), aunque no se entiende, es de no gran
humildad; aunque no con culpa, con pena s�, que ser� trabajo
perdido, y queda el alma con un disgustillo como quien va a saltar
y la asen por detr�s, que ya parece ha empleado su fuerza, y
h�llase sin efectuar lo que con ella quer�a hacer; y en la poca
ganancia que queda ver� quien lo quisiere mirar esto poquillo de
falta de humildad que he dicho (22). Porque esto tiene excelente
esta virtud, que no hay obra a quien ella acompa�e, que deje el
alma disgustada.
Pareceme lo he dado a entender, y por ventura ser� sola para m�.
Abra el Se�or los ojos de los que lo leyeren, con la experiencia;
que, por poca que sea, luego lo entender�n.
6. Hartos a�os estuve yo que le�a muchas cosas y no entend�a nada
de ellas; y mucho tiempo que, aunque me lo daba Dios, palabra no
sab�a decir para darlo a entender, que no me ha costado esto poco
trabajo. Cuando Su Majestad quiere, en un punto lo ense�a todo, de
manera que yo me espanto.
Una cosa puedo decir con verdad: que, aunque hablaba con muchas
personas espirituales que quer�an darme a entender lo que el Se�or
me daba, para que se lo supiese decir, y (23) es cierto que era
tanta mi torpeza, que poco ni mucho me aprovechaba; o quer�a el
Se�or, como Su Majestad fue siempre mi maestro (sea por todo
bendito, que harta confusi�n es para m� poder decir esto con
verdad), que no tuviese a nadie que agradecer. Y sin querer ni
pedirlo (que en esto no he sido nada curiosa �porque fuera virtud
serlo� sino en otras vanidades), d�rmelo Dios en un punto a
entender con toda claridad y para saberlo decir, de manera que se
espantaban y yo m�s que mis confesores, porque entend�a mejor mi
torpeza. Esto ha poco (24). Y as� lo que el Se�or no me ha
ense�ado no lo procuro, si no es lo que toca a mi conciencia.
7. Torno otra vez a avisar que va mucho en �no subir el esp�ritu
si el Se�or no le subiere�. Que cosa es, se entiende luego. En
especial para mujeres es m�s malo, que podr� el demonio causar
alguna ilusi�n; aunque tengo por cierto no consiente el Se�or da�e
a quien con humildad se procura llegar a El, antes sacar� m�s
provecho y ganancia por donde el demonio le pensare hacer perder.
Por ser este camino de los primeros (25) m�s usado, e importan
mucho los avisos que he dado, me he alargado tanto. Y habr�nlos
escrito en otras partes muy mejor, yo lo confieso, y que con harta
confusi�n y verg�enza lo he escrito, aunque no tanta como hab�a de
tener.
Sea el Se�or bendito por todo, que a una como yo quiere y
consiente hable en cosas suyas, tales y tan subidas.
NOTAS CAP�TULO 12
1 El sentido del cap�tulo es: trata del primer grado de oraci�n. -
Establece la l�nea diferencial entreeste estado y los siguientes:
hasta que punto puede llegar el principiante con su esfuerzo; y
d�nde comienza la oraci�n infusa, a la que el no puede elevarse
por sus fuerzas. - En el cap�tulo insistir� en este sengundo
punto: que la oraci�n infusa o la experiencia de Dios no es fruto
del esfuerzo humano, sino puro don de Dios. - Todo el cap�tulo
tiene tono polemico, contra corrientes de su epoca. Seguir� siendo
objeto de polemica despues de publicado el libro. Fray Luis de
Le�n tendr� que acotarlo con una larga nota marginal en la segunda
edici�n de Vida (Salamanca 1599: pp. 105-107), ante los ataques
provocados por la edici�n primera de la obra (cf. la nota 18 de
este cap�tulo). - �Subir el esp�ritu� y �cosas sobrenaturales� son
expresiones tecnicas: quedar�n aclaradas en el texto. - Al final
del ep�grafe de este cap�tulo, una segunda mano a�adi� en el
aut�grafo �y extraordinarias�. Aunque fray Luis acept� la
correcci�n (p. 135), no la retenemos en el texto.
2 Me he divertido: en su acepci�n etimol�gica �distraer�, �salir
de tema�.
3 Sensual: en la acepci�n de �sensible� (cf. 3, 2). Una distinci�n
psicol�gica muy parecida la har� en C. 4, 13 y 6, 1, a prop�sito
del amor, entre espiritual y sensible.
4 Un alma a la que el Se�or no la ha subido de aqu� (= de este
primer grado de oraci�n a otro superior).
5 M�s de perder: no le aprovechar� m�s que para perder.
6 Porque obra el entendimiento: porque es estado (u oraci�n) en
que act�a el entendimiento. En el fondo de estas afirmaciones est�
la convicci�n de la autora del doble modo de �conocer� que tiene
el entendimiento: activamente (discurriendo, etc.) y pasivamente
(en la contemplaci�n infusa). - El libro aludido l�neas antes, es
el del franciscano Alonso de Madrid, leid�simo en tiempo de la
Santa. Ediciones en Sevilla 1521, Alcal� 1526, Burgos 1530 y
sucesivamente en 1542, 1551, 1555, 1570... Reeditado en 1911 en la
Nueva Biblioteca de Autores Espa�oles, y m�s recientemente por J.B
Gomis en la BAC (Madrid 1948).
7 Cf. un pasaje paralelo en C. 26, 3-6.
8 Aprovechado: en el sentido de �avenyajado�, o bien en la
acepci�n tecnica teol�gica (cf. 11, nota 12), y en este cap., n.
3.
9 Como tengo dicho: en el c. 11, nn. 13-14.
10 Gustos que no se los dan: cuando no se los dan. - �Gustos� en
su acepci�n tecnica de �oraci�n m�stica�, de la que hablar� en el
c. 14 (cf. el t�tulo).
11 Es sobrenatural: �sentir gustos� es cosa sobrenatural�. -
�Sobrenatural en el lexico de la Santa no tiene el significado de
la teolog�a de hoy. Equivale �grosso modo� a m�stico e infuso. La
Santa misma nos dio su definici�n diez a�os m�s tarde:
�sobrenatural llamo yo lo que con industria ni diligencia no se
puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponerse para
ello s� (Rel. 5, 3).
12 Como he dicho: en el c. 9, 5.
13 Si tienen letras: estudios.
14 Algunos letrados que ha poco comenzaron: �letrados�, personas
con estudios, especialmente te�logos, biblistas, fil�sofos... Los
aludidos aqu� coinciden en gran parte con los destinatarios del
libro: Pedro Ib��ez, Garc�a de Toledo, probablemente B��ez, y
alg�n otro. Sobre el af�n de la Santa por �espiritualizar a los
letrados�, cf. c. 33, 5-6 y 34, 6 y ss. Y C. 3.
15 No suban sin que Dios los suba / es lenguaje de esp�ritu: la
primera expresi�n significa, seg�n la autora, hacer un esfuerzo
por suspender el discurso (n. 5) o por sentir �gustos
espirituales� (n. 4), sin que Dios pasivamente los otorgue al
orante. Era terminolog�a en uso en los libros le�dos por la Santa
(Tercer Abecedario de Osuna, 9, c. 8; Subida del Monte Si�n de
Bernardino de Laredo, 3, c. 41). - �Lenguaje de esp�ritu� es la
manera de hablar y escribir de los �espirituales� o los m�sticos
(cf. c. 11, nota 13).
16 En el aut�grafo: no lo se �de� decir: sigo pensando que se
trata de un lapsus material ocasionado por el paso de l�nea, como
en otras ocasiones (c. 13, 14). En la autora es frecuent�simo: �se
decir / saber decir�, nunca: �saber �de� decir�. - Recuerdo el
pasaje del c. 7, 22: �de m� se decir que...�: fray Luis: �se
decir� (p. 138).
17 Comence a decir: en el c. 11, 5, o en el c. 10, 1. - Y lo
declarar� m�s en los cc. 18-22.
18 Le suspende Dios (el entendimiento): Fray Luis, en su 2�
edici�n de la Vida (pp. 105-107), parte de esa expresi�n para
hacer la defensa de la autora. He aqu� su nota marginal: �El
suspender Dios el pensamiento o entendimiento de que habla aqu� la
santa madre, y lo llama Mystica Theolog�a, es presentarle delante
un bulto de cosas sobrenaturales y divinas y infundir en el gran
copia de luz para que las vea con una vista simple y sin discurso,
ni consideraci�n ni trabajo. Y esto con tanta fuerza que no puede
atender a otra cosa, ni divertirse. Y no para el negocio en s�lo
ver y admirar, sino pasa la luz a la voluntad, y t�rnase fuego en
ella que la encienda en amor. De manera que quien esto padece,
tiene el entendimiento enclavado en lo que vee y espantado de
ello, y la voluntad ardiendo en amor dello mismo, y la memoria del
todo ociosa, por que el alma ocupada con el gozo presente no
admite otra memoria. Pues deste elevamiento o suspensi�n, que es
sobrenatural, quiere dezir que nuestra alma en ello m�s
propiamente padece, que haze, y dize que nadie presuma elevarse
desta manera antes que la eleven, lo uno porque excede toda
nuestra industria y ans� ser� en balde, lo otro porque ser� falta
de humildad. Y avisa desto la santa madre con grande causa, porque
ay libros de oraci�n que aconsejan a los que oran, que suspendan
el pensamiento totalmente, y que no figuren en la imaginaci�n cosa
ninguna, ni aun resuellen, de que succede quedarse fr�os e
indevotos�.
19 De que se espante: se asombre o se admire.
20 En un credo: la duraci�n del rezo de un Credo. La Santa sigue
el uso popular de utilizar el credo y el avemar�a como unidades de
medida del tiempo (cf. Vida 4, 7; 38, 1.10; 15, 7; 30, 16).
21 Torno a decir que...: que �presumir suspender el pensamiento�
es de poca humildad. Lo ha dicho en el n. 4.
22 Que he dicho: en el n. 4.
23 Y es cierto: es redundante la �y�. Fray Luis la omite (p. 140).
24 Esto ha poco: hace poco que la autora es consciente de poseer
esa posibilidad de expresar (escribir) sus experiencias profundas.
Testificar� su impotencia expresiva en el c. 13, 11-12. En el c.
17, 5 distinguir� las tres etapas de su proceso expresivo-m�stico:
experimentar, entender, expresar. Cf. c. 30, 4.
25 Este camino de los primeros: el primer grado de oraci�n. �M�s
usado�: los que llegan a este primer grado son m�s que los
iniciados en los grados sucesivos.
CAP�TULO 13
Prosigue en este primer estado y pone avisos para algunas
tentaciones que el demonio suele poner algunas veces. � Da avisos
para ellas. � Es muy provechoso.
1. Hame parecido (1) decir algunas tentaciones que he visto que se
tienen a los principios, y algunas tenido yo, y dar algunos avisos
de cosas que me parecen necesarias.
Pues proc�rese a los principios andar con alegr�a y libertad, que
hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoci�n si se
descuidan un poco. Bien es andar con temor de s� para no se fiar
poco ni mucho de ponerse en ocasi�n donde (2) suele ofender a
Dios, que esto es muy necesario hasta estar ya muy enteros en la
virtud; y no hay muchos que lo puedan estar tanto, que en
ocasiones aparejadas a su natural se puedan descuidar, que
siempre, mientras vivimos, aun por humildad, es bien conocer
nuestra miserable naturaleza. Mas hay muchas cosas adonde se sufre
(3), como he dicho, tomar recreaci�n aun para tornar a la oraci�n
m�s fuertes. En todo es menester discreci�n.
2. Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los
deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco,
aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su
favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco
a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su
Majestad y es amigo de �nimas animosas (4), como vayan con
humildad y ninguna confianza de s�. Y no he visto a ninguna de
estas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con
amparo de humildad (5), que en muchos a�os ande lo que estotros en
muy pocos. Esp�ntame lo mucho que hace en este camino animarse a
grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo
y llega a mucho, aunque �como avecita que tiene pelo malo� cansa y
queda.
3. Otro tiempo tra�a yo delante muchas veces lo que dice San
Pablo, que todo se puede en Dios (6). En m� bien entend�a no pod�a
nada. Esto me aprovech� mucho, y lo que dice San Agust�n: Dame,
Se�or, lo que me mandas, y manda lo que quisieres. Pensaba muchas
veces que no hab�a perdido nada San Pedro en arrojarse en la mar,
aunque despues temi�. Estas primeras determinaciones son gran
cosa, aunque en este primer estado es menester irse m�s deteniendo
y atados a la discreci�n y parecer de maestro; mas han de mirar
que sea tal, que no los ense�e a ser sapos, ni que se contente con
que se muestre el alma a s�lo cazar lagartijas (7). �Siempre la
humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas
de las nuestras!
4. Mas es menester entendamos c�mo ha de ser esta humildad, porque
creo el demonio hace mucho da�o para no ir muy adelante gente que
tiene oraci�n, con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo
que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer imitar a
los santos y desear ser m�rtires. Luego nos dice o hace entender
que las cosas de los santos son para admirar, mas no para hacerlas
los que somos pecadores.
Esto tambien lo digo yo; mas hemos de mirar cu�l es de espantar
(8) y cu�l de imitar. Porque no ser�a bien si una persona flaca y
enferma se pusiese en muchos ayunos y penitencias �speras, yendose
a un desierto adonde ni pudiese dormir ni tuviese que comer, o
casas semejantes. Mas pensar que nos podemos esforzar con el favor
de Dios a tener un gran desprecio de mundo, un no estimar honra,
un no estar atado a la hacienda; que tenemos unos corazones tan
apretados, que parece nos ha de faltar la tierra en queriendonos
descuidar un poco del cuerpo y dar al esp�ritu; luego parece ayuda
al recogimiento tener muy bien lo que es menester, porque los
cuidados inquietan a la oraci�n.
De esto me pesa a m�, que tengamos tan poca confianza de Dios y
tanto amor propio, que nos inquiete ese cuidado. Y es as� que
adonde est� tan poco medrado el esp�ritu como esto, unas nader�as
nos dan tan gran trabajo como a otros cosas grandes y de mucho
tomo. �Y en nuestro seso presumimos de espirituales!
5. Pareceme ahora a m� esta manera de caminar un querer concertar
cuerpo y alma para no perder ac� el descanso y gozar all� de Dios.
Y as� ser� ello si se anda en justicia y vamos asidos a virtud.
Mas es paso de gallina (9). Nunca con el se llegar� a la libertad
de esp�ritu. Manera de proceder muy buena me parece para estado,
de casados, que han de ir conforme a su llamamiento; mas para otro
estado, en ninguna manera deseo tal manera de aprovechar ni me
har�n creer es buena, porque la he probado, y siempre me estuviera
as� si el Se�or por su bondad no me ense�ara otro atajo (10).
6. Aunque en esto de deseos siempre los tuve grandes (11), mas
procuraba esto que he dicho: tener oraci�n, mas vivir a mi placer.
Creo si hubiera quien me sacara a volar, m�s me hubiera puesto en
que estos deseos fueran con obra. Mas hay �por nuestros pecados�
tan pocos, tan contados, que no tengan discreci�n demasiada en
este caso, que creo es harta causa para que los que comienzan no
vayan m�s presto a gran perfecci�n. Porque el Se�or nunca falta ni
queda por El; nosotros somos los faltos y miserables.
7. Tambien se pueden imitar los santos en procurar soledad y
silencio y otras muchas virtudes, que no nos matar�n estos negros
cuerpos (12) que tan concertadamente se quieren llevar para
desconcertar el alma (13), y el demonio ayuda mucho a hacerlos
inh�biles, cuando ve un poco de temor; no quiere el m�s para
hacernos entender que todo nos ha de matar y quitar la salud;
hasta tener l�grimas nos hace temer de cegar. He pasado por esto y
por eso lo se; y no se yo que mejor vista ni salud podemos desear
que perderla por tal causa.
Como soy tan enferma, hasta que me determine en no hacer caso del
cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada; y
ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid
del demonio, y como me pon�a delante el perder la salud, dec�a yo:
�poco va en que me muera�; si el descanso: �no he ya menester
descanso, sino cruz�; as� otras cosas. Vi claro que en muy muchas,
aunque yo de hecho soy harto enferma, que era tentaci�n del
demonio o flojedad m�a; que despues que no estoy tan mirada y
regalada, tengo mucha m�s salud.
As� que va mucho a los principios de comenzar oraci�n a no
amilanar los pensamientos, y creanme esto, porque lo tengo por
experiencia. Y para que escarmienten en m�, aun podr�a aprovechar
decir estas mis faltas.
8. Otra tentaci�n es luego muy ordinaria, que es desear que todos
sean muy espirituales, como comienzan a gustar del sosiego y
ganancia que es. El desearlo no es malo; el procurarlo podr�a ser
no bueno, si no hay mucha discreci�n y disimulaci�n en hacerse de
manera que no parezca ense�an; porque quien hubiere de hacer alg�n
provecho en este caso, es menester que tenga las virtudes muy
fuertes para que no de tentaci�n a los otros.
Acaeci�me a m� �y por eso lo entiendo� cuando, como he dicho (14),
procuraba que otras tuviesen oraci�n, que, como por una parte me
ve�an hablar grandes cosas del gran bien que era tener oraci�n, y
por otra parte me ve�an con gran pobreza de virtudes, tenerla yo
(15) tra�alas tentadas y desatinadas; y �con harta raz�n!, que
despues me lo han venido a decir, porque no sab�an c�mo se pod�a
compadecer (16) lo uno con lo otro; y era causa de no tener por
malo lo que de suyo lo era, por ver que lo hac�a yo algunas veces,
cuando les parec�a algo bien de m�.
9. Y esto hace el demonio, que parece se ayuda de las virtudes que
tenemos buenas para autorizar en lo que puede el mal que pretende,
que, por poco que sea, cuando es en una comunidad, debe ganar
mucho; cu�nto m�s que lo que yo hac�a malo era muy mucho. Y as�,
en muchos a�os solas tres (17) se aprovecharon de lo que les
dec�a, y despues que ya el Se�or me hab�a dado m�s fuerzas en la
virtud, se aprovecharon en dos o tres a�os muchas, como despues
dire (18).
Y, sin esto, hay otro gran inconveniente, que es perder el alma;
(19) porque lo m�s que hemos de procurar al principio es s�lo
tener cuidado de s� sola, y hacer cuenta que no hay en la tierra
sino Dios y ella; y esto es lo que le conviene mucho.
10. Da otra tentaci�n (y todas van con un celo de virtud que es
menester entenderse y andar con cuidado) de pena de los pecados y
faltas que ven en los otros: pone el demonio que es s�lo la pena
de querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra, y luego
querr�an remediarlo. Inquieta esto tanto, que impide la oraci�n; y
el mayor da�o es pensar que es virtud y perfecci�n y gran celo de
Dios.
Dejo las penas que dan pecados p�blicos �si los hubiese en
costumbre� de una congregaci�n, o da�os de la Iglesia de estas
herej�as, adonde vemos perder tantas almas; que esta es muy buena
(20), y como lo es buena, no inquieta. Pues lo seguro ser� del
alma que tuviere oraci�n descuidarse de todo y de todos, y tener
cuenta consigo y con contentar a Dios. Esto conviene muy mucho,
porque �si hubiese de decir los yerros que he visto suceder fiando
en la buena intenci�n!... (21).
Pues procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que
vieremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes
pecados (22). Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga
con perfecci�n, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a
todos por mejores que nosotros, y comienzase a ganar por aqu� con
el favor de Dios, que es menester en todo y, cuando falta,
excusadas son las diligencias, y suplicarle nos de esta virtud,
que con que las hagamos no falta a nadie.
11. Miren tambien este aviso los que discurren mucho con el
entendimiento, sacando muchas cosas de una cosa y muchos
conceptos; que de los que no pueden obrar con el, como yo hac�a
(23), no hay que avisar, sino que tengan paciencia, hasta que el
Se�or les de en que se ocupen y luz, pues ellos pueden tan poco
por s�, que antes los embaraza su entendimiento que los ayuda.
Pues tornando a los que discurren, digo que no se les vaya todo el
tiempo en esto; porque, aunque es muy meritorio, no les parece
�como es oraci�n sabrosa� que ha de haber d�a de domingo (24), ni
rato que no sea trabajar. Luego les parece es perdido el tiempo, y
tengo yo por muy ganada esta perdida; sino que �como he dicho�
(25) se representen delante de Cristo, y sin cansancio del
entendimiento se esten hablando y regalando con El, sin cansarse
en componer razones, sino presentar necesidades y la raz�n que
tiene para no nos sufrir all�: lo uno un tiempo, y lo otro otro,
porque no se canse el alma de comer siempre un manjar. Estos son
muy gustosos y provechosos, si el gusto se usa (26) a comer de
ellos; traen consigo gran sustentamiento para dar vida al alma, y
muchas ganancias.
12. Quierome declarar m�s, porque estas cosas de oraci�n todas son
dificultosas y, si no se halla maestro, muy malas de entender; y
esto hace que, aunque quisiera abreviar y bastaba para el
entendimiento bueno de quien me mand� (27) escribir estas cosas de
oraci�n s�lo tocarlas, mi torpeza no da lugar a decir y dar a
entender en pocas palabras cosa que tanto importa declararla bien;
que como yo pase tanto, he l�stima a los que comienzan con solos
libros (28), que es cosa extra�a cu�n diferentemente se entiende
de lo que despues de experimentado se ve.
Pues tornando a lo que dec�a (29), ponemonos a pensar un paso de
la Pasi�n, digamos el de cuando estaba el Se�or a la columna: anda
el entendimiento buscando las causas que all� da a entender, los
dolores grandes y pena que Su Majestad tendr�a en aquella soledad
y otras muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podr�
sacar de aqu�. �Oh que si es letrado!... (30). Es el modo de
oraci�n en que han de comenzar y demediar y acabar todos, y muy
excelente y seguro camino, hasta que el Se�or los lleve a otras
cosas sobrenaturales.
13. Digo �todos�, porque hay muchas almas que aprovechan m�s en
otras meditaciones que en la de la sagrada Pasi�n; que as� como
hay muchas moradas en el cielo (31), hay muchos caminos. Algunas
personas aprovechan consider�ndose en el infierno, y otras en el
cielo y se afligen en pensar en el infierno, otras en la muerte.
Algunas, si son tiernas de coraz�n, se fatigan mucho de pensar
siempre en la Pasi�n, y se regalan y aprovechan en mirar el poder
y grandeza de Dios en las criaturas y el amor que nos tuvo, que en
todas las cosas se representa, y es admirable manera de proceder,
no dejando muchas veces la Pasi�n y vida de Cristo, que es de
donde nos ha venido y viene todo el bien.
14. Ha menester aviso el que comienza, para mirar en lo que
aprovecha m�s. Para esto es muy necesario el maestro, si es
experimentado; que si no, mucho puede errar y traer un alma sin
entenderla ni dejarla a s� misma entender; porque, como sabe que
es gran merito estar (32) sujeta a maestro, no osa salir de lo que
le manda. Yo he topado almas acorraladas y afligidas por no tener
experiencia quien las ense�aba, que me hac�an l�stima, y alguna
que no sab�a ya que hacer de s�; porque, no entendiendo el
esp�ritu, afligen alma y cuerpo, y estorban el aprovechamiento.
Una trat� conmigo, que la ten�a el maestro atada ocho a�os hab�a
(33) a que no la dejaba salir de propio conocimiento, y ten�ala ya
el Se�or en oraci�n de quietud, y as� pasaba mucho trabajo.
15. Y aunque esto del conocimiento propio jam�s se ha de dejar, ni
hay alma, en este camino, tan gigante que no haya menester muchas
veces tornar a ser ni�o y a mamar (y esto jam�s se olvide, quiz�s
lo dire m�s veces, porque importa mucho); porque no hay estado de
oraci�n tan subido, que muchas veces no sea necesario tornar al
principio, y en esto de los pecados y conocimiento propio (34), es
el pan con que todos los manjares se han de comer, por delicados
que sean, en este camino de oraci�n, y sin este pan no se podr�an
sustentar; mas hase de comer con tasa, que despues que un alma se
ve ya rendida y entiende claro no tiene cosa buena de s� y se ve
avergonzada delante de tan gran Rey y ve lo poco que le paga lo
mucho que le debe, �que necesidad hay de gastar el tiempo aqu�?,
sino irnos a otras cosas que el Se�or pone delante y no es raz�n
las dejemos, que Su Majestad sabe mejor que nosotros de lo que nos
conviene comer.
16. As� que importa mucho ser el maestro avisado �digo de buen
entendimiento� y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras,
es grand�simo negocio. Mas si no se pueden hallar estas tres cosas
(35) juntas, las dos primeras importan m�s; porque letrados pueden
procurar para comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad.
Digo que a los principios, si no tienen oraci�n, aprovechan poco
letras; (36) no digo que no traten con letrados, porque esp�ritu
que no vaya comenzado en verdad yo m�s le querr�a sin oraci�n; y
es gran cosa letras, porque estas nos ense�an a los que poco
sabemos y nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada
Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre
Dios.
17. Quierome declarar m�s, que creo me meto en muchas cosas.
Siempre tuve esta falta de no me saber dar a entender �como he
dicho� (37) sino a costa de muchas palabras. Comienza una monja a
tener oraci�n; si un simple la gobierna y se le antoja, har�la
entender que es mejor que le obedezca a el que a su superior, y
sin malicia suya, sino pensando acierta; porque si no es de
religi�n (38), parecerle ha es as�. Y si es mujer casada, dir�la
que es mejor, cuando ha de entender en su casa, estarse en
oraci�n, aunque descontente a su marido. As� que no sabe ordenar
el tiempo ni las cosas para que vayan conforme a verdad. Por
faltarle a el la luz, no la da a los otros aunque quiere. Y aunque
para esto parece no son menester letras, mi opini�n ha sido
siempre y ser� que cualquier cristiano procure tratar con quien
las tenga buenas, si puede, y mientras m�s, mejor; y los que van
por camino de oraci�n tienen de esto mayor necesidad, y mientras
m�s espirituales, m�s.
18. Y no se enga�e con decir que letrados sin oraci�n no son para
quien la tiene. Yo he tratado hartos, porque de unos a�os ac� lo
he m�s procurado con la mayor necesidad, y siempre fui amiga de
ellos, que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen al
esp�ritu ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan,
siempre hallan la verdad del buen esp�ritu. Tengo para m� que
persona de oraci�n que trate con letrados, si ella no se quiere
enga�ar, no la enga�ar� el demonio con ilusiones, porque creo
temen (39) en gran manera las letras humildes y virtuosas, y saben
ser�n descubiertos y saldr�n con perdida.
19. He dicho esto porque hay opiniones (40) de que no son letrados
para gente de oraci�n, si no tienen esp�ritu. Ya dije es menester
espiritual maestro; mas si este no es letrado, gran inconveniente
es. Y ser� mucha ayuda tratar con ellos, como sean virtuosos.
Aunque no tenga esp�ritu, me aprovechar�, y Dios le dar� a
entender lo que ha de ense�ar y aun le har� espiritual para que
nos aproveche. Y esto no lo digo sin haberlo probado y acaec�dome
a m� con m�s de dos. Digo que para rendirse un alma del todo a
estar sujeta a solo un maestro, que yerra mucho en no procurar que
sea tal, si es religioso, pues ha de estar sujeto a su prelado,
que por ventura le faltar�n todas tres cosas �que no ser� peque�a
cruz� sin que el de su voluntad (41) sujete su entendimiento a
quien no le tenga bueno. Al menos esto no lo he yo podido acabar
conmigo ni me parece conviene. Pues si es seglar, alabe a Dios que
puede escoger a quien ha de estar sujeto, y no pierda esta tan
virtuosa libertad; antes este sin ninguno hasta hallarle, que el
Se�or se le dar�, como vaya fundado todo en humildad y con deseo
de acertar. Yo le alabo mucho, y las mujeres y los que no saben
letras le hab�amos siempre de dar infinitas gracias, porque haya
quien con tantos trabajos haya alcanzado la verdad que los
ignorantes ignoramos.
20. Esp�ntanme (42) muchas veces letrados, religiosos en especial,
con el trabajo que han ganado lo que sin ninguno, m�s que
preguntarlo, me aproveche a m�. �Y que haya personas que no
quieran aprovecharse de esto! �No plega a Dios! Veolos sujetos a
los trabajos de la religi�n (43), que son grandes, con penitencias
y mal comer, sujetos a la obediencia, que algunas veces me es gran
confusi�n, cierto; con esto, mal dormir, todo trabajo, todo cruz.
Pareceme ser�a gran mal que tanto bien ninguno por su culpa lo
pierda. Y podr� ser que pensemos algunos que estamos libres de
estos trabajos, y nos lo dan guisado, como dicen, y viviendo a
nuestro placer, que por tener un poco de m�s oraci�n nos hemos de
aventajar a tantos trabajos (44).
21. �Bendito se�is vos, Se�or, que tan inh�bil y sin provecho me
hicisteis! Mas al�boos muy mucho, porque despert�is a tantos que
nos despierten. Hab�a de ser muy continua nuestra oraci�n por
estos que nos dan luz. �Que ser�amos sin ellos entre tan grandes
tempestades como ahora tiene la Iglesia? Si algunos ha habido
ruines (45), m�s resplandecer�n los buenos. Plega al Se�or los
tenga de su mano y los ayude para que nos ayuden, amen.
22. Mucho he salido de prop�sito de lo que comence a decir; mas
todo es prop�sito para los que comienzan, que comiencen camino tan
alto de manera que vayan puestos en verdadero camino. Pues
tornando a lo que dec�a (46) de pensar a Cristo a la columna, es
bueno discurrir un rato y pensar las penas que all� tuvo y por que
las tuvo y quien es el que las tuvo y el amor con que las pas�.
Mas que no se canse siempre en andar a buscar esto, sino que se
este all� con El, acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle
(47) en que mire que le mira, y le acompa�e y hable y pida y se
humille y regale con El, y acuerde que no merec�a estar all�.
Cuando pudiere hacer esto, aunque sea al principio de comenzar
oraci�n, hallar� grande provecho, y hace muchos provechos esta
manera de oraci�n; al menos hall�le mi alma.
No se si acierto a decirlo. Vuestra merced (48) lo ver�. Plega al
Se�or acierte a contentarle siempre, amen.
NOTAS CAP�TULO 13
1 Hame parecido conveniente decir.
2 Donde: hab�a escrito de adonde. Corregido en el aut�grafo. Fray
Luis ya ley� �donde� (p. 142).
3 Se sufre: se puede, es l�cito.
4 Equivale a: �a Dios le gustan las personas decididas�. Tesis
reiterada por la autora: cf. C. 41, 8; 23, 4.
5 Con amparo de...: so pretexto, a t�tulo de...
6 Se suceden dos citas b�blicas y una de San Agust�n: Fil. 4, 13;
Confesiones, 10, 29; Mt. 14, 29-30.
7 Que el maestro de esp�ritu no les ense�e a ser sapos (= a
caminar lenta y rastreramente) ni a s�lo cazar lagartijas (= dar
importancia a minucias insignificantes); cf. adem�s el n. 5.
8 Espantar: admirar.
9 Es paso de gallina: �manera de caminar� a paso lento,
contrapuesta al �volar� del n. 6, y a la rapidez del �atajo� de
este mismo n�mero.
10 Atajo: el de la osada determinaci�n del n. 2. La propondr�
decididamente en Camino cc. 21 y 23. Sobre camino y atajo cf. Vida
22, 11 y Moradas 5, 3, 4.
11 Lo testifica de s� insistentemente: c. 6, 9; 30, 17; Rel. 1� y
3�; Conc. 2, 29.
12 Estos negros cuerpos: �negros�, como adjetivo descalificador,
equivalente a �malhadados�. (�Negra vicaria�, de las cartas:
�negros puntos de honra� de C. 36, 6; esta negra honra�: C. 36,
4).
13 Concertadamente... desconcertar: es el caminar calculado y poco
osado de que viene hablando. Sobre el ironizar� en las Moradas 2,
5-7.
14 Como he dicho en el c. 7, 10 y ss.
15 Tenerla yo: oraci�n.
16 Compadecer: ser compatible, compaginar.
17 Solas tres. Graci�n anot� en su ejemplar: �Fueron Ma de San
Pablo, Ana de los Angeles, do�a Mar�a de Zepeda�. Las tres eran
carmelitas de la Encarnaci�n.
18 Alude a los cc. 32-36.
19 Perder el alma: que el alma salga perdiendo. - A continuaci�n:
lo m�s que hemos de procurar: lo que m�s hemos de procurar.
20 Que esta (pena) es muy buena.
21 Fray Luis complet� el sentido a�adiendo: �nunca acabar�a� (p.
149).
22 Consigna frecuente en la ascetica teresiana: cf. Moradas 5, 3,
11.
23 Como yo lo hac�a: como era mi caso, cuando no pod�a meditar u
orar discursivamente (c. 4, 7).
24 D�a de domingo: pausa de descanso.
25 Como he dicho en el c. 12, 2.
26 Si el gusto se usa: se habit�a o se acostumbra.
27 Cari�oso elogio dirigido, probablemente, a Garc�a de Toledo.
28 Cf. su caso, ya referido en el c. 4, 7. Y su exclamaci�n �gran
mal un alma sola� (7, 20 y ss.).
29 En el n. 11, y antes en el c. 12, 2.
30 Otra lectura posible del presente texto: �o que si es letrado�,
en alternativa con el orante de �entendimiento obrador�
(�obrador�: activo, pensador). Fray Luis ley� a su modo: �o si es
letrado es el modo...� (p. 151), enmendado en su fe de erratas.
31 Reminiscencia b�blica: Jn 14, 2. Idea germinal de las moradas
de su Castillo interior.
32 Estar: como en otros casos, por lapsus material en el
aut�grafo, repiti� esa palabra al pasar de l�nea. Sin
intencionalidad literaria.
33 Ocho a�os hab�a: hac�a ya ocho a�os.
34 La necesidad de insistir en el propio conocimiento ser� una de
sus consignas fuertes en las Moradas: 1, 2 t�tulo; y 3, c. 2.
35 Tres cosas juntas, requeridas para el buen maestro de esp�ritu:
que sea �de buen entendimiento�, �que tenga experiencia�, y
�letras� (= ciencia)... entonces es �grand�simo negocio�. - En la
frase siguiente, el sujeto de �pueden� y �tuvieron� no es
�letrados�, sino �principiantes� (impl�cito).
36 Frase oscura: al principiante le sirve poco el maestro
�letrado�, si a la vez no es hombre de oraci�n.
37 Como he dicho: en el n. 12, y ya antes en el c. 11, 6.
38 Si no es de religi�n: si no es religioso.
39 Creo temen: los demonios.
40 Hay opiniones: acerca de si los letrados �no espirituales�
pueden ser directores de �gente de oraci�n�. En el n. 18 lo hab�a
enunciado as�: �no se enga�e con decir que letrados sin oraci�n no
son para quien la tiene�. Es un eco de las tensiones entre
�te�logos� y �espirituales� del tiempo de la Santa. Entre los
aludidos figura, probablemente, San Pedro de Alc�ntara, quien poco
antes (14.4.1562) hab�a escrito a la Santa una carta que
comenzaba: �... cierto que me espante que vuestra merced (= la M.
Teresa) pon�a en parecer de letrados lo que no es de su
facultad...; en la perfecci�n de la vida no se ha de tratar sino
con los que la viven...� (BMC, 2, 125-126).
41 De su voluntad: voluntariamente, por propia voluntad.
42 Esp�ntame: me asombro.
43 Religi�n: equivale a vida religiosa, orden religiosa.
44 El sentido es: �podr� ser que algunos que estamos libres de
estos trabajos..., pensemos que, por tener un poco m�s de oraci�n,
hemos de aventajar a (los letrados, sujetos a) tantos trabajos�.
45 Probable alusi�n al reciente caso de Agust�n Cazalla, capell�n
y predicador de Carlos V, castigado en el auto de Valladolid del
24.5.1559. Aludido de nuevo en el c. 16, 7.
46 Lo que dec�a en los nn. 11-12, antes de la digresi�n de los nn.
13-21.
47 Ocuparle: oc�pele... y �le acompa�e�.
48 Vuestra merced: Garc�a de Toledo.
CAP�TULO 14
Comienza a declarar el segundo grado de oraci�n, que es ya dar el
Se�or al alma a sentir gustos m�s particulares. � Decl�ralo para
dar a entender c�mo son ya sobrenaturales. � Es harto de notar.
1. Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega (1) este vergel
y cu�n a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora
el segundo modo de sacar el agua que el Se�or del huerto orden�
para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el
hortelano m�s agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin
estar continuo trabajando.
Pues este modo, aplicado a la oraci�n que llaman de quietud (2),
es lo que yo ahora quiero tratar.
2. Aqu� se comienza a recoger el alma, toca ya aqu� cosa
sobrenatural (3), porque en ninguna manera ella puede ganar
aquello por diligencias que haga. Verdad es que parece que alg�n
tiempo se ha cansado en andar el torno y trabajar con el
entendimiento y hench�dose los arcaduces; mas aqu� est� el agua
m�s alto (4) y as� se trabaja muy menos que en sacarlo del pozo.
Digo que est� m�s cerca el agua, porque la gracia dase m�s
claramente a conocer al alma.
Esto es un recogerse las potencias dentro de s� para gozar de
aquel contento con m�s gusto; mas no se pierden ni se duermen; (5)
sola la voluntad se ocupa de manera que, sin saber c�mo, se
cautiva; s�lo da consentimiento para que la encarcele Dios, como
quien bien sabe ser cautivo de quien ama (6). �Oh Jes�s y Se�or
m�o! �que nos vale aqu� vuestro amor!, porque este tiene al
nuestro tan atado que no deja libertad para amar en aquel punto a
otra cosa sino a Vos.
3. Las otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya
haciendose h�bil para gozar de tanto bien, puesto que (7) algunas
veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas
entonces no haga caso de ellas, sino estese en su gozo y quietud;
porque, si las quiere recoger, ella y ellas perder�n, que son
entonces como unas palomas que no se contentan con el cebo que les
da el due�o del palomar sin trabajarlo ellas, y van a buscar de
comer por otras partes, y hallan tan mal que se tornan; y as� van
y vienen a ver si les da la voluntad de lo que goza. Si el Se�or
quiere echarles cebo, detienense, y si no, tornan a buscar; y
deben pensar que hacen a la voluntad provecho, y a las veces en
querer la memoria o imaginaci�n representarla lo que goza, la
da�ar�. Pues tenga aviso de haberse con ellas como dire (8).
4. Pues todo esto que pasa aqu� es con grand�simo consuelo y con
tan poco trabajo, que no cansa la oraci�n, aunque dure mucho rato;
porque el entendimiento obra aqu� muy paso a paso y saca muy mucha
m�s agua que no sacaba del pozo (9). Las l�grimas que Dios aqu�
da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.
5. Este agua de grandes bienes y mercedes que el Se�or da aqu�,
hacen crecer las virtudes muy m�s sin comparaci�n que en la
oraci�n pasada, porque se va ya esta alma subiendo de su miseria y
d�sele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo
las hace m�s crecer y tambien llegar m�s cerca de la verdadera
virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque
comienza Su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que sienta
ella c�mo se le comunica.
Comienzase luego, en llegando aqu�, a perder la codicia de lo de
ac�, �y pocas gracias! (10) Porque ve claro que un momento de
aquel gusto no se puede haber ac�, ni hay riquezas ni se�or�os ni
honras ni deleites que basten a dar un cierra ojo y abre (11) de
este contentamiento, porque es verdadero y contento que se ve que
nos contenta. Porque los de ac�, por maravilla me parece
entendemos ad�nde est� este contento, porque nunca falta un
�s�no� (12). Aqu� todo es �s� en aquel tiempo; el �no� viene
despues, por ver que se acab� y que no lo puede tornar a cobrar ni
sabe c�mo; porque si se hace pedazos a penitencias y oraci�n y
todas las dem�s cosas, si el Se�or no le quiere dar, aprovecha
poco. Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que est�
Su Majestad tan cerca de ella que ya no ha menester enviarle
mensajeros, sino hablar ella misma con El, y no a voces, porque
est� ya tan cerca que en meneando los labios la entiende.
6. Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos
entiende Dios y est� con nosotros. En esto no hay que dudar que es
as�, mas quiere este Emperador y Se�or nuestro que entendamos aqu�
que nos entiende, y lo que hace su presencia, y que quiere
particularmente comenzar a obrar en el alma, en la gran
satisfacci�n interior y exterior que la da, y en la diferencia
que, como he dicho, hay de este deleite y contento a los de ac�,
que parece hinche el vac�o que por nuestros pecados ten�amos hecho
en el alma. Es en lo muy �ntimo de ella esta satisfacci�n, y no
sabe por d�nde ni c�mo le vino, ni muchas veces sabe que hacer ni
que querer ni que pedir. Todo parece lo halla junto y no sabe lo
que ha hallado, ni aun yo se c�mo darlo a entender, porque para
hartas cosas eran menester letras. Porque aqu� viniera bien dar
aqu� a entender que es auxilio general o particular (13) �que hay
muchos que lo ignoran�, y c�mo este particular quiere el Se�or
aqu� que casi le vea el alma por vista de ojos (14), como dicen, y
tambien para muchas cosas que ir�n erradas. Mas, como lo han de
ver personas que entiendan si hay yerro, voy descuidada; porque
as� de letras como de esp�ritu se que lo puedo estar, yendo a
poder de quien va, que entender�n y quitar�n lo que fuere mal
(15).
7. Pues querr�a dar a entender esto, porque son principios, y
cuando el Se�or comienza a hacer estas mercedes, la misma alma no
las entiende ni sabe que hacer de s�. Porque, si la lleva Dios por
camino de temor, como hizo a m�, es gran trabajo, si no hay quien
la entienda; y esle gran gusto verse pintada (16), y entonces ve
claro va por all�. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para
ir aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado
mucho y perdido harto tiempo por no saber que hacer y he gran
l�stima a almas que se ven solas cuando llegan aqu�; (17) porque
aunque he le�do muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que
hace al caso, decl�ranse muy poco, y si no es alma muy ejercitada,
aun declar�ndose mucho, tendr� harto que hacer en entenderse.
8. Querr�a mucho el Se�or me favoreciese (18) para poner los
efectos que obran en el alma estas cosas, que ya comienzan a ser
sobrenaturales, para que se entienda por los efectos cu�ndo es
esp�ritu de Dios. Digo �se entienda�, conforme a lo que ac� se
puede entender, aunque siempre es bien andemos con temor y recato;
que, aunque sea de Dios, alguna vez podr� transfigurarse el
demonio en �ngel de luz (19), y si no es alma muy ejercitada, no
lo entender�: y tan ejercitada, que para entender esto es menester
llegar muy en la cumbre de la oraci�n.
Ay�dame poco el poco tiempo que tengo, y as� ha menester Su
Majestad hacerlo; porque he de andar con la comunidad y con otras
hartas ocupaciones (como estoy en casa que ahora se comienza (20),
como despues se ver�), y as� es muy sin tener asiento lo que
escribo, sino a pocos a pocos, y esto quisierale (21), porque
cuando el Se�or da esp�ritu, p�nese con facilidad y mejor: parece
como quien tiene un dechado delante, que est� sacando aquella
labor; (22) mas si el esp�ritu falta, no hay m�s concertar este
lenguaje que si fuese algarab�a (23), a manera de decir, aunque
hayan muchos a�os pasado en oraci�n. Y as� me parece es grand�sima
ventaja, cuando lo escribo estar en ello; (24) porque veo claro no
soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimiento ni se
despues c�mo lo acerte a decir. Esto me acaece muchas veces.
9. Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos c�mo
comienzan estos �rboles a empre�arse para florecer y dar despues
fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Reg�lame
esta comparaci�n, porque muchas veces en mis principios (y plega
al Se�or haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad; digo
�principio� de lo que dire de aqu� adelante de mi vida) me era
gran deleite considerar ser mi alma un huerto y al Se�or que se
paseaba en el. Suplic�bale aumentase el olor de las florecitas de
virtudes que comenzaban, a lo que parec�a, a querer salir y que
fuese para su gloria y las sustentase, pues yo no quer�a nada para
m�, y cortase las que quisiese, que ya sab�a hab�an de salir
mejores. Digo �cortar�, porque vienen tiempos en el alma que no
hay memoria de este huerto: todo parece est� seco y que no ha de
haber agua para sustentarle, ni parece hubo jam�s en el alma cosa
de virtud. P�sase mucho trabajo, porque quiere el Se�or que le
parezca al pobre hortelano que todo el que ha tenido en
sustentarle y regarle va perdido. Entonces es el verdadero
escardar y quitar de ra�z las hierbecillas �aunque sean peque�as�
que han quedado malas. Con conocer no hay diligencia que baste si
el agua de la gracia nos quita Dios, y tener en poco nuestra nada,
y aun menos que nada, g�nase aqu� mucha humildad; tornan de nuevo
a crecer las flores.
10. �Oh Se�or m�o y bien m�o! �Que no puedo decir esto sin
l�grimas y gran regalo de mi alma! �Que quer�is Vos, Se�or, estar
as� con nosotros, y est�is en el Sacramento (25) (que con toda
verdad se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer
esta comparaci�n), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar
con Vos, y que Vos os holg�is con nosotros, pues dec�s ser vuestro
deleite estar con los hijos de los hombres! (26) �Oh Se�or m�o!
�Que es esto? Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo,
aun cuando era muy perdida. �Es posible, Se�or, que haya alma que
llegue a que Vos la hag�is mercedes semejantes y regalos, y a
entender que Vos os holg�is con ella, que os torne a ofender
despues de tantos favores y tan grandes muestras del amor que la
teneis, que no se puede dudar, pues se ve clara la obra?
S� hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega
a vuestra bondad, Se�or, que sea yo sola la ingrata y la que haya
hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque aun
ya de ella alg�n bien ha sacado vuestra infinita bondad; y
mientras mayor mal, m�s resplandece el gran bien de vuestras
misericordias. �Y con cu�nta raz�n las puedo yo para siempre
cantar! (27).
11. Supl�coos yo, Dios m�o, sea as� y las cante yo sin fin, ya que
habeis tenido por bien de hacerlas tan grand�simas conmigo, que
espantan los que las ven (28) y a m� me saca de m� (29) muchas
veces, para poderos mejor alabar a Vos. Que estando en m�, sin
Vos, no podr�a, Se�or m�o, nada, sino tornar a ser cortadas estas
flores de este huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase
a servir de muladar como antes. No lo permit�is, Se�or, ni quer�is
se pierda alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces
de nuevo la habeis tornado a rescatar y quitar de los dientes del
espantoso drag�n.
12. Vuestra merced (30) me perdone, que salgo de prop�sito; y como
hablo a mi prop�sito, no se espante, que es como toma el alma lo
que se escribe, que a las veces hace harto de dejar de ir adelante
en alabanzas de Dios, como se le representa, escribiendo, lo mucho
que le debe. Y creo no le har� a vuestra merced mal gusto, porque
entrambos, me parece, podemos cantar una cosa (31), aunque en
diferente manera; porque es mucho m�s lo que yo debo a Dios,
porque me ha perdonado m�s (32), como vuestra merced sabe.
NOTAS CAP�TULO 14
1 En buen orden: �ya queda dicho el trabajo con que...�.
2 Oraci�n que llaman de quietud: �que llaman� remite a la
nomenclatura en uso en los libros espirituales le�dos por ella,
que comparte esa nomenclatura, sin inventarla. Y sin la intenci�n
cr�ptica que se ha atribu�do al texto. En el lugar paralelo de las
Moradas, escribe: �los que yo llamo gustos..., que en otra parte
(= en Vida y en Camino 31) lo he nombrado oraci�n de quietud...�
(M 4, 2, 2).
3 Sobrenatural: en la acepci�n ya indicada (c. 12 nota 11). Aqu�,
la autora misma da su definici�n a rengl�n seguido.
4 Est� el agua m�s alto: (m�s alta en el pozo). �El agua� en
masculino: �sacarlo� (= el agua). Y en el n. 5: �este agua�.
5 Las potencias... no se pierden ni se duermen: paso de la
met�fora al sentido m�stico: �perderse� equivale a �suspenderse�.
Las potencias� se pierden� en el cuarto grado de oraci�n, por
ejemplo en el extasis. �Dormirse� las potencias es quedar absortas
o adormecidas; as�, en el tercer grado de oraci�n, que �es sue�o
de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden c�mo
obran� (16, 1). - En cambio aqu�, en la oraci�n �de quietud� (2�
grado �no se pierden ni se duermen�, es decir, ni se suspenden
(como en el extasis), ni se adormecen; quedan en un cierto sosiego
pasivo (15, nn. 1.6.9): preludio de la pasividad m�stica.
6 Consentimiento para dejarse encarcelar cautivo del amor: eco de
la poes�a amatoria, o quiz� de la �C�rcel de amor�, de Diego de
San Pedro.
7 Pues que: aunque.
8 Dire: en el n. 7 y en el c. 15 passim.
9 Ese �no� hoy nos resulta redundante: m�s agua que (la que)
sacaba del pozo, en el primer grado de oraci�n.
10 Pocas gracias: expresi�n popular, documentada por Covarrubias,
p. 653. El Diccionario de autoridades la explica as�: �frase con
que se explica lo que no es digno de agradecimiento, lo que se
hace por obligaci�n�. - En el texto teresiano equivale a: �no es
de extra�ar que as� ocurra�. - Aparte el uso popular, la Santa
pudo leer esa expresi�n en San Juan de Avila. - Otros editores
creen que se trata de un zeugma sint�ctico, poco usual en la
Santa: �... perder la codicia de lo de ac� y (perder) pocas
gracias (de lo de all�).
11 Un cierra-ojo-abre: en un cierraojos. Momento breve. La Santa
usa tambien: �No dura m�s que abrir y cerrar los ojos� (22, 15).
12 Nunca falta un s�-no: similar a nuestra expresi�n �nunca falta
un pero�.
13 Auxilio (aujillo, escribe ella) general o particular: clara
alusi�n a las dos especies de gracias, discutidas por los te�logos
de su tiempo (B��ez/Molina). Auxilio equivale a gracia. Tambien en
otros pasajes (cf. Moradas 5, 2, 3 y 3, 1, 2 nota marginal de ella
misma). - La frase siguiente: Y tambien ser�an menester letras
para muchas cosas...� - Todo el pasaje testifica la alta estima
que la Santa profesa a letras y letrados.
14 Por vista de ojos: a las claras. Pero aqu� (como en Moradas 7,
1, 6) implica un conocer por experiencia.
15 Nueva alusi�n a los dos o tres destinatarios de la obra, que
desempe�ar�n la funci�n de lectores y censores.
16 Verse pintada: verse descrita al vivo.
17 Nueva alusi�n a la necesidad de maestro, y a la insuficiencia
de las lecturas.
18 querr�a mucho �que� el Se�or me favoreciese...
19 Alusi�n a 2 Cor. 11, 14, como en M. 5, 1, 1; y M. 6, 3, 16.
20 El Carmelo de San Jose de Avila, fundado el 24.8.1562.
21 Esto quisierale: asiento, es decir, calma y tiempo libre. -
Poco antes: a pocos a pocos: poco a poco, en ratos libres.
22 Aquellabor: escribi� ella, por lapsus de pluma, saltando la
duplicaci�n de �la�. Fray Luis �sacando de aquel la labor (p.
165). (�Labor� es siempre femenino en sus p�ginas. De ah� nuestra
lectura: �aquella labor�).
23 Algarab�a: en la acepci�n popular de entonces: lengua �rabe
hablada por los moriscos e ininteligible a las gentes de Castilla.
- O bien: barullo y confusi�n. - El sentido es: �si falta el
esp�ritu (la gracia), es tan dif�cil hablar este lenguaje (cf. c.
11, nota 13) como hablar algarab�a�.
24 Cuando lo escribo, estar en ello: estar bajo el efecto de una
gracia m�stica en el momento de tratar de ella. Dato importante,
como fuente de inspiraci�n de la escritora. Cf. casos concretos:
16, 4.6; 38, 22...
25 Sacramento: eucarist�a.
26 Alusi�n b�blica a Prov. 8, 31. Texto b�blico importante, que
alegar� al comenzar su Castillo Interior: 1, 1, 1.
27 Nueva alusi�n b�blica al salmo 88, 2: �cantare para siempre las
misericordias del Se�or�, lema que acompa�ar� y orlar� los m�s
antiguos retratos de la Santa por fray Juan de la Miseria.
28 Espantan a los que las ven.
29 A m� me saca de m�: me desatina, me hace perder la raz�n. En
otros pasajes: me enajena, me pone en extasis (cf. 16, 6; 22, 10;
33, 14).
30 Vuestra merced: el P. Garc�a de Toledo.
31 Entrambos podemos cantar una (misma) cosa: los dos, ella y
Garc�a de Toledo, pueden cantar el mismo salmo de las
misericordias: se sobreentiende, por las gracias recibidas de
Dios.
32 Alusi�n al episodio evangelico de Mar�a la pecadora: Lc. 7, 47.
CAP�TULO 15
Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de c�mo se han de
haber en esta oraci�n de quietud. � Trata de c�mo hay muchas almas
que lleguen a tener esta oraci�n y pocas que pasen adelante. � Son
muy necesarias y provechosas las cosas que aqu� se tocan.
1. Ahora tornemos al prop�sito (1). Esta quietud y recogimiento
(2) del alma es cosa que se siente mucho en la satisfacci�n y paz
que en ella se pone, con grand�simo contento y sosiego de las
potencias y muy suave deleite. Parecele �como no ha llegado a m�s�
que no le queda que desear y que de buena gana dir�a con San Pedro
que fuese all� su morada (3). No osa bullirse ni menearse, que de
entre las manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resolgar
algunas veces no querr�a (4). No entiende la pobrecita que, pues
ella por s� no pudo nada para traer a s� aquel bien, que menos
podr� detenerle m�s de lo que el Se�or quisiere.
Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no faltan
las potencias del alma (5), mas est� tan satisfecha con Dios que
mientras aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten (6),
como la voluntad est� unida con Dios, no se pierde la quietud y el
sosiego, antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento y
memoria. Porque, aunque ella a�n no est� de todo punto engolfada,
est� tan bien ocupada sin saber c�mo, que por mucha diligencia que
ellas pongan, no la pueden quitar su contento y gozo, antes muy
sin trabajo se va ayudando para que esta centellica de amor de
Dios no se apague (7).
2. Plega a Su Majestad me de gracia para que yo de esto a entender
bien, porque hay muchas, muchas almas (8) que llegan a este estado
y pocas las que pasan adelante, y no se quien tiene la culpa. A
buen seguro que no falta Dios, que ya que Su Majestad hace merced
que llegue a este punto, no creo cesar� de hacer muchas m�s, si no
fuese por nuestra culpa. Y va mucho en que el alma que llega aqu�
conozca la dignidad grande en que est� y la gran merced que le ha
hecho el Se�or y c�mo de buena raz�n no hab�a de ser de la tierra,
porque ya parece la hace su bondad vecina del cielo, si no queda
por su culpa; y desventurada ser� si torna atr�s. Yo pienso ser�
para ir hacia abajo, como yo iba, si la misericordia del Se�or no
me tornara. Porque, por la mayor parte, ser� por graves culpas, a
mi parecer, ni es posible dejar tan gran bien sin gran ceguedad de
mucho mal.
3. Y as� ruego yo, por amor del Se�or, a las almas a quien Su
Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado,
que se conozcan y tengan en mucho, con una humilde y santa
presunci�n para no tornar a las ollas de Egipto (9) Y si por su
flaqueza y maldad y ruin y miserable natural cayeren, como yo
hice, siempre tengan delante el bien que perdieron, y tengan
sospecha y anden con temor (que tienen raz�n de tenerle) que, si
no tornan a la oraci�n, han de ir de mal en peor. Que esta llamo
yo verdadera ca�da, la que aborrece el camino por donde gan� tanto
bien, y con estas almas hablo; que no digo que no han de ofender a
Dios y caer en pecados, aunque ser�a raz�n se guardase mucho de
ellos quien ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos
miserables. Lo que aviso mucho es que no deje la oraci�n, que all�
entender� lo que hace y ganar� arrepentimiento del Se�or y
fortaleza para levantarse; y crea que, si de esta se aparta, que
lleva, a mi parecer, peligro. No se si entiendo lo que digo,
porque �como he dicho� (10) juzgo por m�...
4. Es, pues, esta oraci�n una centellica que comienza el Se�or a
encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma
vaya entendiendo que cosa es este amor con regalo, esta quietud y
recogimiento y centellica, si es esp�ritu de Dios y no gusto dado
del demonio o procurado por nosotros. Aunque a quien tiene
experiencia es imposible no entender luego que no es cosa que se
puede adquirir, sino que este natural nuestro es tan ganoso (11)
de cosas sabrosas que todo lo prueba. Mas quedase muy en fr�o bien
en breve, porque, por mucho que quiera comenzar a hacer arder el
fuego para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua
para matarle (12). Pues esta centellica puesta por Dios, por
peque�ita que es, hace mucho ruido, y si no la mata por su culpa,
esta es la que comienza a encender el gran fuego que echa llamas
de s�, como dire en su lugar (13), del grand�simo amor de Dios que
hace Su Majestad tengan las almas perfectas.
5. Es esta centella una se�al o prenda que da Dios a esta alma de
que la escoge ya para grandes cosas, si ella se apareja para
recibirlas. Es gran don, mucho m�s de lo que yo podre decir.
Esme gran l�stima, porque �como digo� (14) conozco muchas almas
que llegan aqu�, y que pasen de aqu� como han de pasar, son tan
pocas, que se me hace verg�enza decirlo (15). No digo yo que hay
pocas, que muchas debe haber, que por algo nos sustenta Dios. Digo
lo que he visto. Querr�alas mucho avisar que miren no escondan el
talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de
otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos
fuertes de Dios para sustentar los flacos. Y los que esta merced
conocieren en s�, tenganse por tales (16), si saben responder con
las leyes que aun la buena amistad del mundo pide; y si no �como
he dicho� (17), teman y hayan miedo no se hagan a s� mal y �plega
a Dios sea a s� solos!
6. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no
es m�s de con suavidad y sin ruido. Llamo �ruido� andar con el
entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar
gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas para
ver que no lo merece. Todo esto se mueve aqu�, y representa el
entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a m�
me cansan a ratos, que con tener poca memoria no la puedo
sojuzgar. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se
negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que estos (18) son
unos le�os grandes puestos sin discreci�n para ahogar esta
centella, y con�zcalo y con humildad diga: �Se�or, �que puedo yo
aqu�? �Que tiene que ver la sierva con el Se�or, y la tierra con
el cielo?�, o palabras que se ofrecen aqu� de amor, fundada mucho
en conocer que es verdad lo que dice, y no haga caso del
entendimiento, que es un moledor (19). Y si ella le quiere dar
parte de lo que goza, o trabaja por recogerle, que muchas veces se
ver� en esta uni�n de la voluntad y sosiego, y el entendimiento
muy desbaratado (20), y vale m�s que le deje que no que vaya ella
tras el, digo la voluntad, sino estese ella gozando de aquella
merced y recogida como sabia abeja; porque si ninguna entrase en
la colmena, sino que por traerse unas a otras se fuesen todas, mal
se podr�a labrar la miel (21).
7. As� que perder� mucho el alma si no tiene aviso en esto; en
especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a
ordenar pl�ticas y buscar razones, en tantito (22), si son bien
dichas, pensar� hace algo. La raz�n que aqu� ha de haber es
entender claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran
merced, sino sola su bondad, y ver que estamos tan cerca, y pedir
a Su Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se
nos han encomendado y por las �nimas de purgatorio, no con ruido
de palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga. Es
oraci�n que comprende mucho y se alcanza m�s que por mucho relatar
el entendimiento. Despierte en s� la voluntad algunas razones que
de la misma raz�n se representar�n de verse tan mejorada, para
avivar este amor, y haga algunos actos amorosos de que har� por
quien tanto debe, sin �como he dicho� (23) admitir ruido del
entendimiento a que busque grandes cosas. M�s hacen aqu� al caso
unas pajitas puestas con humildad (y menos ser�n que pajas, si las
ponemos nosotros) y m�s le ayudan a encender, que no (24) mucha
le�a junta de razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un
credo (25) la ahogar�n.
Esto es bueno para los letrados que me lo mandan escribir; porque,
por la bondad de Dios, todos llegan aqu�, y podr� ser se les vaya
el tiempo en aplicar Escrituras. Y aunque no les dejar�n de
aprovechar mucho las letras antes y despues, aqu� en estos ratos
de oraci�n poca necesidad hay de ellas, a mi parecer, si no es
para entibiar la voluntad; porque el entendimiento est� entonces,
de verse cerca de la luz, con grand�sima claridad, que aun yo, con
ser la que soy, parezco otra.
8. Y es as� que me ha acaecido estando en esta quietud, con no
entender casi cosa que rece en lat�n, en especial del Salterio, no
s�lo entender el verso en romance, sino pasar adelante en
regalarme de ver lo que el romance quiere decir (26).
Dejemos si hubiesen de predicar o ense�ar, que entonces bien es
ayudarse de aquel bien para ayudar a los pobres de poco saber,
como yo, que es gran cosa la caridad y este aprovechar almas
siempre, yendo desnudamente por Dios.
As� que en estos tiempos de quietud, dejar (27) descansar el alma
con su descanso. Quedense las letras a un cabo. Tiempo vendr� que
aprovechen al Se�or y las tengan en tanto, que por ning�n tesoro
quisieran haberlas dejado de saber, s�lo para servir a Su
Majestad, porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabidur�a
infinita, creanme que vale m�s un poco de estudio de humildad y un
acto de ella, que toda la ciencia del mundo. Aqu� no hay que
arg�ir (28), sino que conocer lo que somos con llaneza, y con
simpleza representarnos delante de Dios, que quiere se haga el
alma boba, como a la verdad lo es delante de su presencia, pues Su
Majestad se humilla (29) tanto que la sufre cabe s� siendo
nosotros lo que somos.
9. Tambien se mueve el entendimiento a dar gracias muy compuestas;
mas la voluntad, con sosiego, con un no osar alzar los ojos con el
publicano (30), hace m�s hacimiento de gracias que cuanto el
entendimiento, con trastornar la ret�rica, por ventura puede
hacer. En fin, aqu� no se ha de dejar del todo la oraci�n mental
(31) ni algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez o
pudieren; porque, si la quietud es grande, puedese mal hablar, si
no es con mucha pena.
Sientese, a mi parecer, cu�ndo es esp�ritu de Dios, o procurado de
nosotros con comienzo de devoci�n que da Dios y queremos �como he
dicho� (32) pasar nosotros a esta quietud de la voluntad: no hace
efecto ninguno, ac�base presto, deja sequedad.
10. Si es del demonio, alma ejercitada pareceme lo entender�;
porque deja inquietud y poca humildad y poco aparejo para los
efectos que hace el de Dios. No deja luz en el entendimiento ni
firmeza en la verdad. Puede (33) hacer aqu� poco da�o o ninguno,
si el alma endereza su deleite y suavidad, que all� siente, a
Dios, y poner en El sus pensamientos y deseos, como queda avisado;
no puede ganar nada el demonio, antes permitir� Dios que con el
mismo deleite que causa en el alma pierda mucho; porque este
ayudar� a que el alma, como piense que es Dios, venga muchas veces
a la oraci�n con codicia de El; y si es alma humilde y no curiosa
ni interesal de deleites, aunque sean espirituales, sino amiga de
cruz, har� poco caso del gusto que da el demonio; lo que no podr�
as� hacer si es esp�ritu de Dios, sino tenerlo en muy mucho. Mas
cosa que pone el demonio, como el es todo mentira (34), con ver
que el alma con el gusto y deleite se humilla (que en esto ha de
tener mucho: en todas las cosas de oraci�n y gustos procurar salir
humilde), no tornar� muchas veces el demonio, viendo su perdida.
11. Por esto y por otras muchas cosas, avise yo en el primer modo
de oraci�n, en la primera agua (35), que es gran negoci�n comenzar
las almas oraci�n comenz�ndose a desasir de todo genero de
contentos, y entrar determinadas a s�lo ayudar a llevar la cruz a
Cristo, como buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su
rey, pues le tienen bien seguro. Los ojos en el verdadero y
perpetuo reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto
siempre delante, en especial en los principios; que despues tanto
se ve claro (36), que antes es menester olvidarlo para vivir, que
procurarlo: traer a la memoria lo poco que dura todo y c�mo no es
todo nada y en lo nonada que se ha de estimar el descanso.
12. Parece que esto es cosa muy baja, y as� es verdad, que los que
est�n adelante en m�s perfecci�n tendr�an por afrenta y entre s�
se correr�an (37) si pensasen que porque se han de acabar los
bienes de este mundo los dejan, sino que, aunque durasen para
siempre, se alegran de dejarlos por Dios. Y mientras m�s perfectos
fueren, m�s; y mientras m�s duraren, m�s. Aqu� en estos est� ya
crecido el amor, y el es el que obra. Mas a los que comienzan
esles cosa important�sima, y no lo tengan por bajo, que es gran
bien el que se gana, y por eso lo aviso tanto; que les ser�
menester, aun a los muy encumbrados en oraci�n, algunos tiempos
que los quiere Dios probar, y parece que Su Majestad los deja.
Que, como ya he dicho (38) y no querr�a esto se olvidase, en esta
vida que vivimos no crece el alma como el cuerpo, aunque decimos
que s�, y de verdad crece. Mas un ni�o, despues que crece y echa
gran cuerpo y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer y a
tener peque�o cuerpo; ac� quiere el Se�or que s�, a lo que yo he
visto por m�, que no lo se por m�s (39). Debe ser por humillarnos
para nuestro gran bien y para que no nos descuidemos mientras
estuvieremos en este destierro, pues el que m�s alto estuviere,
m�s se ha de temer y fiar menos de s�. Vienen veces que es
menester, para librarse de ofender a Dios estos que ya est�n tan
puesta su voluntad en la suya, que por no hacer una imperfecci�n
se dejar�an atormentar y pasar�an mil muertes, que para no hacer
pecados �seg�n se ven combatidos de tentaciones y persecuciones�
sea menester aprovecharse de las primeras armas de la oraci�n y
tornen a pensar que todo se acaba y que hay cielo e infierno y
otras cosas de esta suerte.
13. Pues tornando a lo que dec�a (40), gran fundamento es, para
librarse de los ardides y gustos que da el demonio, el comenzar
con determinaci�n de llevar camino de cruz desde el principio y no
los desear, pues el mismo Se�or mostr� ese camino de perfecci�n
diciendo: Toma tu cruz y s�gueme (41). El es nuestro dechado; no
hay que temer quien por s�lo contentarle siguiere sus consejos.
14. En el aprovechamiento que vieren en s� entender�n que no es
demonio; que, aunque tornen a caer, queda una se�al de que estuvo
all� el Se�or, que es levantarse presto, y estas que ahora dire:
�cuando es esp�ritu de Dios, no es menester andar rastreando cosas
para sacar humildad y confusi�n, porque el mismo Se�or la da de
manera bien diferente de la que nosotros podemos ganar con
nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparaci�n de
una verdadera humildad con luz que ense�a aqu� el Se�or, que hace
una confusi�n que hace deshacer (42). Esto es cosa muy conocida,
el conocimiento que da Dios para que conozcamos que ning�n bien
tenemos de nosotros, y mientras mayores mercedes, m�s.
�Pone un gran deseo de ir adelante en la oraci�n y no la dejar por
ninguna cosa de trabajo que le pudiese suceder.
�A todo se ofrece.
�Una seguridad, con humildad y temor, de que ha de salvarse.
�Echa luego el temor servil del alma y p�nele el fiel temor muy
m�s crecido.
�Ve que se le comienza un amor con Dios muy sin interes suyo.
�Desea ratos de soledad para gozar m�s de aquel bien.
15. � En fin, por no me cansar, es un principio de todos los
bienes, un estar ya las flores en termino que no les falta casi
nada para brotar. Y esto ver� muy claro el alma, y en ninguna
manera por entonces se podr� determinar a que no estuvo Dios con
ella, hasta que se torna a ver con quiebras e imperfecciones, que
entonces todo lo teme. Y es bien que tema. Aunque almas hay que
les aprovecha m�s creer cierto que es Dios, que todos los temores
que la puedan poner; porque, si de suyo es amorosa y agradecida,
m�s la hace tornar a Dios la memoria de la merced que la hizo, que
todos los castigos del infierno que la representen. Al menos la
m�a, aunque tan ruin, esto me acaec�a.
16. Porque las se�ales del buen esp�ritu se ir�n diciendo, mas
como a quien le cuestan muchos trabajos sacarlas en limpio, no las
digo ahora aqu�. Creo, con el favor de Dios, en esto atinare algo;
porque, dejado la experiencia en que he mucho entendido, selo de
algunos letrados muy letrados y personas muy santas, a quien es
raz�n se de credito, y no anden las almas tan fatigadas, cuando
llegaren aqu� por la bondad del Se�or, como yo he andado.
NOTAS CAP�TULO 15
1 Cf. 14, 12, en que reconoce haber �salido de prop�sito�,
introduciendo lo �autobiogr�fico� en la exposici�n doctrinal:
ahora reanuda el tema del 2� grado de oraci�n.
2 Quietud y recogimiento: en este mismo n�mero escribir� �este
primer recogimiento y quietud�. Ambos terminos designan el 2�
grado de oraci�n (= ingreso en la oraci�n m�stica). En el Castillo
Interior distinguir� el �recogimiento� m�stico (M. 4, c. 3), de la
quietud m�stica (M. 4, c. 1). En cambio, en Camino hablar� de
�recogimiento/recogerse� en acepci�n no-m�stica: C. 28. Evidentes
oscilaciones del lexico teresiano.
3 Alusi�n al episodio evangelico de Mt. 17, 4.
4 Resolgar: resollar, respirar. Sigue una doble negaci�n, que
refuerza la negativa.
5 No faltan las potencias, es decir, �ni se pierden ni se duermen,
como ha dicho en el c. 14, n. 2: cf. nota 5.
6 Disbaraten, escribe la Santa (= disparaten): se desordenen,
salgan de raz�n (cf. 4, 9; 18, 3).
7 Centellica de amor: imagen frecuente en la m�stica occidental
(�scintilla animae�), tambien frecuente en la Santa (29, 11; 39,
23; Moradas 6, 1, 11; 6, 2, 4; 6, 3, 8; 6, 4, 3; 6, 7, 11; y en C.
28, 8). A veces, �saeta de fuego�: V. 39, 10; M. 6, 11, 2; R. 5,
17).
8 Muchas muchas almas: repetici�n intensiva. Su afirmaci�n de las
muchas que llegan y las pocas personas que pasan adelante, se
reitera en el lugar paralelo de Moradas 5, 1, 1-2.
9 Alusi�n b�blica: Ex. 16, 3.
10 Lo ha dicho en los nn. 2-3. Su �aviso� reiterado de no
abandonar la oraci�n: 8, 5. - Los suspensivos son de la autora.
11 Este natural nuestro tan ganoso: nuestra �ndole o naturaleza,
tan deseosa de... (cf. 3, 3: �ganoso el Se�or�).
12 De nuevo los suspensivos son de la autora, que deja pendiente
el sentido, para reanudar el tema de la centellica. Fray Luis (p.
172) introdujo un largo parentesis, desde �aunque a quien�, hasta
�matarle�.
13 Lo dir� en el c. 18, 2; 29, 10; 32, 2-3.
14 Alude a lo dicho en el n. 2.
15 Cf. M. 5, 1, 2.
16 Tenganse por tales, es decir, por �amigos fuertes de Dios�. -
Poco antes: �no escondan el talento�, alusi�n a la par�bola
evangelica de los talentos (Mt. 25, 25...).
17 Lo ha dicho en el n. 3.
18 Estos: los brazos, es decir, el bracear de nuestros
razonamientos, identificados aqu� con �le�os grandes� que ahogan
el fuego de la �centellica�, es decir, el amor infuso de la
voluntad. Imagen ampliada en el n. 7.
19 El entendimiento... es un moledor: �moledor se llama al necio
que cansa o fatiga a otro con pesadez� (Dicc. de Autoridades).
�Tarabilla de molino�, llamar� al pensamiento en M. 6, 1, 13.
20 Disbaratado, escribe la Santa (= disparatado): cf. nota 6.
21 La imagen de la abeja y la miel aparece en Camino, 28, 7 y
Moradas, 1, 2, 8.
22 En tantito: muy en breve, o en muy poca cosa (como en 35, 14:
�tantico�).
23 En el n. 6.
24 No: redundante.
25 En un credo la ahogar�n: en breve tiempo, apagar�n �la
centellica� de amor.
26 Santa Teresa no sab�a lat�n, si bien a veces comprend�a el
significado del Salterio que ella rezaba diariamente en lat�n. -
Entender versos en romance: entender el significado castellano de
los vers�culos (latinos) de los salmos.
27 Dejar descansar: deje (imperativo) descansar.
28 Arg�ir: razonar. El termino contiene una alusi�n al modo de
razonar t�pico de aquellos letrados. �Arg�ir� se dec�a
tecnicamente de la parte de la �disputa p�blica� en que el
objetante opon�a dificultades a la tesis del ponente, incluso
�aplicando Escrituras� (n. 7).
29 Se humilla: B��ez (?) tach� �humilla� y escribi� �humana�. Fray
Luis (p. 177) trascribi� �humilla�. Es b�blico ese concepto: San
Pablo escribe que Jesus �se humill�...� (Fil. 2, 8).
30 Alusi�n a Lc 18, 13.
31 Oraci�n mental discursiva; es decir, la del primer grado (c.
11...).
32 O sea: cu�ndo es esp�ritu de Dios, y cu�ndo es cosa procurada
por nosotros. - Como he dicho: en el n. 4.
33 Puede el demonio.
34 El es todo mentira: eco de la palabra de Jes�s en Jn 8, 44.
35 Cf. c. 11, nn. 12-16 y c. 12, n. 3.
36 Tan claro se ve. - A continuaci�n: c�mo no es todo nada: doble
negaci�n. Equivale a �la verdad de cuando ni�a, de que no era todo
nada� (3, 5), - Nonada: �cosa de poco momento� (Cobarruvias).
37 Se correr�an: se avergonzar�an.
38 En el c. 13, n. 15.
39 Por m�s: por otros, o por ninguno m�s.
40 Lo que dec�a: en el n. 11. - A continuaci�n, no los desear: no
desear �gustos�.
41 Mt. 16, 24.
42 Hace deshacer: induce a confusi�n hasta el anonadamiento. - La
Santa usa frecuentemente el verbo �deshacer� en el sentido de
anhelar intensamente, morirse de ganas por una cosa: �toda me
deshago� (38, 16); ��mpetu grande de deshacerme por Dios� (33,
15), ��que hace quien no se deshace toda por Vos?� (39, 6).
CAP�TULO 16
Trata tercer grado de oraci�n, y va declarando cosas muy subidas,
y lo que puede el alma que llega aqu�, y los efectos que hacen
estas mercedes tan grandes del Se�or. � Es muy para levantar el
esp�ritu en alabanzas de Dios y para gran consuelo de quien
llegare aqu�.
1. Vengamos ahora a hablar de la tercera agua con que se riega
esta huerta, que es agua corriente de r�o o de fuente, que se
riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua.
Quiere el Se�or aqu� ayudar al hortelano de manera que casi El es
el hortelano y el que lo hace todo.
Es un sue�o de las potencias, que ni del todo se pierden ni
entienden c�mo obran (1). El gusto y suavidad y deleite es m�s sin
comparaci�n que lo pasado; es que da el agua a la garganta, a esta
alma, de la gracia (2), que no puede ya ir adelante, ni sabe c�mo,
ni tornar atr�s. Querr�a gozar de grand�sima gloria. Es como uno
que est�, la candela en la mano (3), que le falta poco para morir
muerte que la desea; est� gozando en aquella agon�a con el mayor
deleite que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un
morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de
Dios (4).
Yo no se otros terminos c�mo lo decir ni c�mo lo declarar, ni
entonces sabe el alma que hacer; porque ni sabe si hable ni si
calle, ni si r�a (5), ni si llore. Es un glorioso desatino, una
celestial locura, adonde se deprende la verdadera sabidur�a, y es
deleitos�sima manera de gozar el alma.
2. Y es as� que ha que me dio el Se�or en abundancia esta oraci�n
creo cinco y aun seis a�os (6), muchas veces, y que ni yo la
entend�a ni la supiera decir; y as� ten�a por m�, llegada aqu�,
decir muy poco o nonada. Bien entend�a que no era del todo uni�n
de todas las potencias y que era m�s que la pasada, muy claro; mas
yo confieso que no pod�a determinar ni entender c�mo era esta
diferencia.
Creo por la humildad que vuestra merced (7) ha tenido en quererse
ayudar de una simpleza tan grande como la m�a, me dio el Se�or
hoy, acabando de comulgar, esta oraci�n, sin poder ir adelante, y
me puso estas comparaciones y ense�� la manera de decirlo y lo que
ha de hacer aqu� el alma; que, cierto, yo me espante y entend� en
un punto.
Muchas veces estaba as� como desatinada y embriagada en este amor
(8), y jam�s hab�a podido entender c�mo era. Bien entend�a que era
Dios, mas no pod�a entender c�mo obraba aqu�; porque en hecho de
verdad est�n casi del todo unidas las potencias (9), mas no tan
engolfadas que no obren. Gustado he en extremo de haberlo ahora
entendido. �Bendito sea el Se�or, que as� me ha regalado!
3. S�lo tienen habilidad las potencias para ocuparse todas en
Dios. No parece se osa bullir ninguna ni la podemos hacer menear,
si con mucho estudio (10) no quisieramos divertirnos, y aun no me
parece que del todo se podr�a entonces hacer. H�blanse aqu� muchas
palabras en alabanzas de Dios sin concierto, si el mismo Se�or no
las concierta. Al menos el entendimiento no vale aqu� nada.
Querr�a dar voces en alabanzas el alma, y est� que no cabe en s�;
un desasosiego sabroso. Ya ya se abren las flores, ya comienzan a
dar olor. Aqu� querr�a el alma que todos la viesen y entendiesen
su gloria para alabanzas de Dios, y que la ayudasen a ella, y
darles parte de su gozo, porque no puede tanto gozar. Pareceme que
es como la que dice el Evangelio que quer�a llamar o llamaba a sus
vecinas (11). Esto me parece deb�a sentir el admirable esp�ritu
del real profeta David, cuando ta��a y cantaba con el arpa en
alabanzas de Dios (12). De este glorioso Rey soy yo muy devota y
querr�a todos lo fuesen, en especial los que somos pecadores.
4. �Oh, v�lgame Dios! �Cu�l est� un alma cuando est� as�! Toda
ella querr�a fuese lenguas para alabar al Se�or. Dice mil
desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene
as�. Yo se persona (13) que, con no ser poeta, que le acaec�a
hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena bien, no
hechas de su entendimiento, sino que, para m�s gozar la gloria que
tan sabrosa pena le daba, se quejaba de ella a su Dios. Todo su
cuerpo y alma querr�a se despedazase para mostrar el gozo que con
esta pena siente. �Que se le pondr� entonces delante de tormentos,
que no le fuese sabroso pasarlos por su Se�or? Ve claro que no
hac�an nada (14) los m�rtires de su parte en pasar tormentos,
porque conoce bien el alma viene de otra parte la fortaleza. Mas
�que sentir� de tornar a tener seso para vivir en el mundo, y de
haber de tornar a los cuidados y cumplimientos de el?
Pues no me parece he encarecido cosa que no quede baja en este
modo de gozo que el Se�or quiere en este destierro que goce un
alma. �Bendito se�is por siempre, Se�or! �Alaben os todas las
cosas por siempre! �Quered ahora, Rey m�o, supl�cooslo yo, que,
pues cuando esto escribo (15), no estoy fuera de esta santa locura
celestial por vuestra bondad y misericordia �que tan sin meritos
m�os me haceis esta merced�, que o esten todos los que yo tratare
locos de vuestro amor, o permit�is que no trate yo con nadie, u
ordenad, Se�or, c�mo no tenga ya cuenta en cosa del mundo o me
sacad de el! �No puede ya, Dios m�o, esta vuestra sierva sufrir
tantos trabajos como de verse sin Vos le vienen, que si ha de
vivir, no quiere descanso en esta vida, ni se le deis Vos! Querr�a
ya esta alma verse libre: el comer la mata; el dormir la congoja;
ve que se le pasa el tiempo de la vida pasar en regalos, y que
nada ya la puede regalar fuera de Vos; (16) que parece vive contra
natura, pues ya no querr�a vivir en s� sino en Vos (17).
5. �Oh verdadero Se�or y gloria m�a! �Que delgada y pesad�sima
cruz teneis aparejada a los que llegan a este estado! Delgada,
porque es suave; pesada, porque vienen veces que no hay
sufrimiento que la sufra, y no se querr�a jam�s ver libre de ella,
si no fuese para verse ya con Vos. Cuando se acuerda que no os ha
servido en nada, y que viviendo (18) os puede servir, querr�a
cargarse muy m�s pesada y nunca hasta el fin del mundo morirse. No
tiene en nada su descanso, a trueco de haceros un peque�o
servicio. No sabe que desee, mas bien entiende que no desea otra
cosa sino a Vos.
6. �Oh hijo m�o! (19) (que es tan humilde, que as� se quiere
nombrar a quien va esto dirigido y me lo mand� escribir), sea s�lo
para vos algunas cosas de las que viere vuestra merced salgo de
terminos; (20) porque no hay raz�n que baste a no me sacar de
ella, cuando me saca el Se�or de m�, ni creo soy yo la que hablo
desde esta ma�ana que comulgue. Parece que sue�o lo que veo (21) y
no querr�a ver sino enfermos de este mal que estoy yo ahora.
Suplico a vuestra merced seamos todos locos por amor de quien por
nosotros se lo llamaron. Pues dice vuestra merced que me quiere,
en disponerse para que Dios le haga esta merced quiero que me lo
muestre, porque veo muy pocos que no los vea con seso demasiado
para lo que les cumple. Ya puede ser que tenga yo m�s que todos.
No me lo consienta vuestra merced, Padre m�o, pues tambien lo es
como hijo (22), pues es mi confesor y a quien he fiado mi alma.
Deseng��eme con verdad, que se usan muy poco estas verdades.
7. Este concierto querr�a hiciesemos los cinco (23) que al
presente nos amamos en Cristo, que como otros en estos tiempos se
juntaban en secreto para contra Su Majestad (24) y ordenar
maldades y herej�as, procur�semos juntarnos alguna vez para
desenga�ar unos a otros, y decir en lo que podr�amos enmendarnos y
contentar m�s a Dios; que no hay quien tan bien se conozca a s�
como conocen los que nos miran, si es con amor y cuidado de
aprovecharnos.
Digo �en secreto� (25), porque no se usa ya este lenguaje. Hasta
los predicadores van ordenando sus sermones para no descontentar
(26). Buena intenci�n tendr�n y la obra lo ser�; mas �as� se
enmiendan pocos! Mas �c�mo no son muchos los que por los sermones
dejan los vicios p�blicos? �Sabe que me parece? Porque tienen
mucho seso los que los predican. No est�n sin el, con el gran
fuego de amor de Dios, como lo estaban los Ap�stoles, y as�
calienta poco esta llama. No digo yo sea tanta como ellos ten�an,
mas querr�a que fuese m�s de lo que veo. �Sabe vuestra merced en
que debe ir mucho? En tener ya aborrecida la vida y en poca estima
la honra; que no se les daba m�s �a trueco de decir una verdad y
sustentarla para gloria de Dios� perderlo todo, que ganarlo todo;
que a quien de veras lo tiene todo arriscado (27) por Dios,
igualmente lleva lo uno que lo otro. No digo yo que soy esta, mas
querr�alo ser.
8. �Oh gran libertad, tener por cautiverio haber de vivir (28) y
tratar conforme a las leyes del mundo!, que como esta se alcance
del Se�or, no hay esclavo que no lo arrisque todo por rescatarse y
tornar a su tierra. Y pues este es el verdadero camino, no hay que
parar en el, que nunca acabaremos de ganar tan gran tesoro, hasta
que se nos acabe la vida. El Se�or nos de para esto su favor.
Rompa vuestra merced esto que he dicho, si le pareciere, y t�melo
por carta para s�, y perd�neme, que he estado muy atrevida (29).
NOTAS CAP�TULO 16
A este tercer grado de oraci�n le dedica los cc. 16-17.
-Volver� a tratarlo muy de pasada en el lugar paralelo de Moradas
4, 3, 11; Rel 5, 5; Conc. 4, 4; Fund. 6, 1.
1 Terminos tecnicos: �sue�o de las potencias�, para designar un
grado de oraci�n �pre-ext�tica�, en el que las potencias �no se
pierden del todo� (como en el extasis). - �C�mo obran�: cf. c. 10,
1.
2 En orden: �da el agua de la gracia a la garganta de esta alma�.
3 �Con� la candela, corrigi� uno de los censores. Fray Luis
admiti� la correcci�n (p. 184). La Santa alude al uso de su tiempo
en el modo de administrar la Unci�n de los enfermos.
4 Un morir... y estar gozando: recurso a la paradoja para expresar
la experiencia m�stica. Aqu� mismo: �gozar aquella agon�a�. -
Recurso expresivo que abunda en todo el cap�tulo: �desasosiego
sabroso� (3), �dice mil desatinos... atinando� (4), �tan sabrosa
pena� (4), �tormentos... sabrosos� (4), �santa locura celestial�
(4), �delgada y pesad�sima cruz� (5) ...
5 Se r�a, escribi� la Santa por lapsus de pluma. Leemos como fray
Luis (p. 184).
6 Ser�an sus experiencias de oraci�n en los a�os 1559/1560.
7 Sigue aludiendo al P. Garc�a de Toledo. Como en el n. 6 y al
final del cap�tulo. Aqu� aparece no tanto como mandante censor,
sino como disc�pulo necesitado de ayuda.
8 Como desatinada y embriagada en amor: tres im�genes de origen
psicol�gico utilizadas en el cap�tulo, son: el sue�o, la
embriaguez, la locura de amor. Dentro de esta �ltima, el
�desatino�. En los Conceptos (4, 3-4) dir�: �borrachez divina�,
�sue�o y embriaguez celestial (en que) queda como cosa espantada y
embobada y con un santo desatino�. - En ambos pasajes (de Vida y
de Conc.) el �como� (�como desatinada�, �como cosa espantada�) no
tiene funci�n cr�ptica, sino comparativa o aproximativa.
9 Unidas las potencias: �unidas� en su acepci�n tecnica: en uni�n
m�stica con Dios o con el objeto amado o contemplado.
10 Con mucho estudio: esfuerzo, trabajo.
11 Alude a la par�bola de la moneda perdida: Lc. 15, 9.
12 Libro 2 de los Reyes 6, 14. - En el calendario lit�rgico de los
Carmelitas, aprobado por el cap�tulo general de 1564, la
festividad del Rey David figura el 29 de diciembre. - En la lista
de Santos preferidos �que ella tra�a escrita�, figura �el Rey
David� (Ribera, p. 425). - En su breviario, la fiesta de San
David, rey y profeta, figuraba el 30 de diciembre.
13 Yo se persona (conozco una persona): Ella misma. Expresi�n que
utilizar� numerosas veces en las Moradas para mantener el
anonimato (M. 1, 2, 2...). La frase parece un remedo de la usada
por San Pablo (2 Cor 12, 2) para contar su rapto �al tercer
cielo�. - Para esas fechas (1565), ya la Santa hab�a compuesto al
menos el poema �Oh hermosura que excedeis� (carta a Lorenzo de
Cepeda, del 2.1.1577).
14 �Casi� nada: corrigi� B��ez en el aut�grafo, por escr�pulo
teol�gico. Fray Luis no lo sigui� (p. 186).
15 Cuando esto escribo: escribe bajo los efectos de la gracia
m�stica recibida esa misma ma�ana (cf. n. 6). - Es su mejor
recurso literario ante lo inefable del tema m�stico. Recuerdese lo
dicho en el c. 14, n. 8, nota 24.
16 Fuera de: a excepci�n de.
17 Vive contra natura: expresi�n escol�stica equivalente a �contra
la inclinaci�n natural�. - No vivir en s� sino en Vos:
reminiscencia del pasaje de San Pablo: �vivo yo, mas no yo...�
(Gal. 2, 20). Ya lo ha testificado de s� misma en el c. 6, 9. -
Tema m�stico que celebrar� en su poema �Vivo sin vivir en m� (1�
estrofa).
18 Viendo, escribi� la Santa. Parece un claro lapsus (por
haplograf�a). As� lo entendi� fray Luis (p. 188). La lectura
�viendo� tiene dif�cil sentido. - Sigue: cargarse muy m�s pesada
cruz.
19 Oh hijo m�o: se dirige al P. Garc�a de Toledo. Esta frase fue
retocada en el aut�grafo, y casi toda la siguiente borrada, de
suerte que se leyese: �Oh Padre m�o, a quien esto va dirigido�,
omitiendo �que es tan humilde, que as� se quiere nombrar (hijo)�.
Autora de la enmienda parece ser la misma Santa, que borrar� otra
expresi�n similar al fin de este n. 6. - Fray Luis prefiri� en
ambos casos el texto primitivo) pp. 188-189).
20 Salgo de terminos: como �salir de prop�sito� (cf. 13, 22), pero
implicando el �salir de raz�n� de la frase siguiente: �cuando el
Se�or me saca de m� / y de raz�n�.
21 Sue�o lo que veo�: n�tese la relaci�n con el tema del cap�tulo,
�sue�o de potencias�. Volver� a testificar esa su situaci�n
psicol�gica y espiritual en el c. final: �hame dado una manera de
sue�o en la vida, que casi siempre me parece estoy so�ando lo que
veo� (40, 22; y c. 38, 7).
22 Tambien lo es como hijo: tachadas por la mima Santa. Cf. nota
19.
23 Los cinco que al presente nos amamos en Cristo: es el grupo de
�ntimos de esas fechas: 1562-1565. Lo forman: Garc�a de Toledo, F.
de Salcedo, D. B��ez... y quiz�s P. Ib��ez (a�n en vida), el
maestro Daza y Do�a Guiomar de Ulloa.
24 En estos tiempos se juntaban en secreto contra S.M: probable
alusi�n a Agust�n Cazalla y sus adeptos, sospechosos de herej�a,
condenados en el auto de fe del 24.5.1559. (Cf. el testimonio de
Ana de Jes�s en los procesos de la Santa: BMC, t. 18, p. 471-472).
25 Digo �en secreto�: peque�a confusi�n de la Santa. �En secreto�,
ha dicho que se reun�an otros �para maldades�. No �los cinco�.
26 Al margen apostill� B��ez con cierta iron�a: �legant
praedicatores�.
27 Arriscado: arriesgado. Lo usar� de nuevo en el n. siguiente.
28 Cautiverio... vivir: la �vida-c�rcel�, es tema que reaparecer�
en el poema �Vivo sin vivir en m�. Cf. Vida, 20, 25; 21, 6: �el
cautiverio que traemos en los cuerpos�; y Exc. 17, 3.
29 Esa breve conclusi�n del cap�tulo subraya el car�cter de
ciertos pasajes del libro, escritos a modo de carta reservada para
el principal destinatario, P. Garc�a de Toledo: cf. 10, 8. A el
dirige la encomienda de �quemar� o romper las p�ginas
inconvenientes (ib., y 40, 23).
CAP�TULO 17
Prosigue en la misma materia de declarar este tercer grado de
oraci�n. � Acaba de declarar los efectos que hace. � Dice el da�o
(1) que aqu� hace la imaginaci�n y memoria.
1. Razonablemente est� dicho de este modo de oraci�n y lo que ha
de hacer el alma o, por mejor decir, hace Dios en ella, que es el
que toma ya el oficio de hortelano y quiere que ella huelgue. S�lo
consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza. Y se ha de
ofrecer a todo lo que en ella quisiere hacer la verdadera
sabidur�a, porque es menester �nimo, cierto. Porque es tanto el
gozo, que parece algunas veces no queda un punto para acabar el
�nima de salir de este cuerpo. �Y que venturosa muerte ser�a!
2. Aqu� me parece viene bien, como a vuestra merced se dijo (2),
dejarse del todo en los brazos de Dios. Si quiere llevarla al
cielo, vaya; si al infierno, no tiene pena, como vaya con su Bien;
si acabar del todo la vida, eso quiere; si que viva mil a�os,
tambien. Haga Su Majestad como de cosa propia; ya no es suya el
alma de s� misma; dada est� del todo al Se�or; descu�dese del
todo.
Digo que en tan alta oraci�n como esta, que cuando la da Dios al
alma puede hacer todo esto. Y mucho m�s que estos son sus efectos.
Y entiende que lo hace sin ning�n cansancio del entendimiento.
S�lo me parece est� como espantada (3) de ver c�mo el Se�or hace
tan buen hortelano y no quiere que tome el trabajo ninguno, sino
que se deleite en comenzar a oler las flores; que en una llegada
de estas, por poco que dure, como es tal el hortelano, en fin
criador del agua, dala sin medida, y lo que la pobre del alma con
trabajo por ventura (4) de veinte a�os de cansar el entendimiento
no ha podido acaudalar, h�celo este hortelano celestial en un
punto (5), y crece la fruta y mad�rala de manera que se puede
sustentar de su huerto, queriendolo el Se�or. Mas no le da
licencia que reparta la fruta, hasta que el este tan fuerte con lo
que ha comido de ella, que no se le vaya en gustaduras (6) y no
d�ndole nada de provecho ni pag�ndosela a quien la diere (7), sino
que los mantenga y de de comer a su costa, y quedarse ha el por
ventura muerto de hambre.
Esto bien entendido va para tales entendimientos (8), y sabr�nlo
aplicar mejor que yo lo sabre decir, y c�nsome.
3. En fin, es que las virtudes quedan ahora m�s fuertes que en la
oraci�n de quietud pasada, que el alma no las puede ignorar (9),
porque se ve otra y no sabe c�mo. Comienza a obrar grandes cosas
con el olor que dan de s� las flores, que quiere el Se�or se abran
para que ella vea (10) que tiene virtudes, aunque ve muy bien que
no las pod�a ella �ni ha podido� ganar en muchos a�os, y que en
aquello poquito el celestial hortelano se las dio. Aqu� es muy
mayor la humildad y m�s profunda que al alma queda, que en lo
pasado; porque ve m�s claro que poco ni mucho hizo, sino consentir
que la hiciese el Se�or mercedes y abrazarlas la voluntad.
Pareceme este modo de oraci�n uni�n muy conocida de toda el alma
con Dios, sino que parece quiere Su Majestad dar licencia a las
potencias para que entiendan y gocen de lo mucho que obra all�
(11).
4. Acaece algunas y muy muchas veces, estando unida la voluntad
(para que vea vuestra merced puede ser esto, y lo entienda cuando
lo tuviere; al menos a m� tr�jome tonta, y por eso lo digo aqu�),
vese claro (12) y entiendese que est� la voluntad atada y gozando;
digo que �se ve claro�, y en mucha quietud est� sola la voluntad,
y est� por otra parte el entendimiento y memoria (13) tan libres,
que pueden tratar en negocios y entender en obras de caridad.
Esto, aunque parece todo uno, es diferente de la oraci�n de
quietud que dije (14), en parte, porque all� est� el alma que no
se querr�a bullir ni menear, gozando en aquel ocio santo de Mar�a;
en esta oraci�n puede tambien ser Marta (15). As� que est� casi
obrando juntamente en vida activa y contemplativa, y entender en
obras de caridad y negocios que convengan a su estado, y leer,
aunque no del todo est�n se�ores de s�, y entienden bien que est�
la mejor parte del alma en otro cabo. Es como si estuviesemos
hablando con uno y por otra parte nos hablase otra persona, que ni
bien estaremos en lo uno ni bien en lo otro.
Es cosa que se siente muy claro y da mucha satisfacci�n y contento
cuando se tiene, y es muy gran aparejo para que, en teniendo
tiempo de soledad o desocupaci�n de negocios, venga el alma a muy
sosegada quietud. Es un andar como una persona que est� en s�
satisfecha, que no tiene necesidad de comer, sino que siente el
est�mago contento, de manera que no a todo manjar arrostrar�a; mas
no tan harta que, si los ve buenos, deje de comer de buena gana.
As�, no le satisface ni querr�a entonces contento del mundo,
porque en s� tiene el que le satisface m�s: mayores contentos de
Dios, deseos de satisfacer su deseo, de gozar m�s, de estar con
El. Esto es lo que quiere.
5. Hay otra manera de uni�n, que a�n no es entera uni�n, mas es
m�s que la que acabo de decir, y no tanto como la que se ha dicho
de esta tercera agua (16).
Gustar� vuestra merced mucho, de que el Se�or se las de todas si
no las tiene ya, de hallarlo escrito y entender lo que es. Porque
una merced es dar el Se�or la merced, y otra es entender que
merced es y que gracia, otra es saber decirla y dar a entender
c�mo es (17). Y aunque no parece es menester m�s de la primera,
para no andar el alma confusa y medrosa e ir con m�s �nimo por el
camino del Se�or llevando debajo de los pies todas las cosas del
mundo, es gran provecho entenderlo y merced; que por cada una es
raz�n alabe mucho al Se�or quien la tiene, y quien no, porque la
dio Su Majestad a alguno de los que viven, para que nos
aprovechase a nosotros.
Ahora pues, acaece muchas veces esta manera de uni�n que quiero
decir (en especial a m�, que me hace Dios esta merced de esta
suerte muy muchas), que coge Dios la voluntad y aun el
entendimiento, a mi parecer, porque no discurre, sino est� ocupado
gozando de Dios, como quien est� mirando y ve tanto que no sabe
hacia d�nde mirar; uno por otro se le pierde de vista, que no dar�
se�as de cosa. La memoria queda libre, y junto con la imaginaci�n
(18) debe ser; y ella, como se ve sola, es para alabar a Dios la
guerra que da y c�mo procura desasosegarlo todo. A m� cansada me
tiene y aborrecida la tengo, y muchas veces suplico al Se�or, si
tanto me ha de estorbar, me la quite en estos tiempos. Alguna
veces le digo: ��Cu�ndo, mi Dios, ha de estar ya toda junta mi
alma en vuestra alabanza y no hecha pedazos, sin poder valerse a
s�?�. Aqu� veo el mal que nos causa el pecado, pues as� nos sujet�
a no hacer lo que queremos de estar siempre ocupados en Dios.
6. Digo que me acaece a veces (19) �y hoy ha sido la una, y as� lo
tengo bien en la memoria� que veo deshacerse mi alma, por verse
junta donde est� la mayor parte (20), y ser imposible, sino que le
da tal guerra la memoria e imaginaci�n que no la dejan valer; y
como faltan las otras potencias, no valen, aun para hacer mal,
nada. Harto hacen en desasosegar. Digo �para hacer mal�, porque no
tienen fuerza ni paran en un ser (21). Como el entendimiento no la
ayuda poco ni mucho a lo que le representa, no para en nada, sino
de uno en otro, que no parece sino de estas maripositas de las
noches, importunas y desasosegadas: as� anda de un cabo a otro. En
extremo me parece le viene al propio esta comparaci�n, porque
aunque no tiene fuerza para hacer ning�n mal, importuna a los que
la ven.
Para esto no se que remedio haya, que hasta ahora no me le ha dado
Dios a entender; que de buena gana le tomar�a para m�, que me
atormenta, como digo (22), muchas veces. Representase aqu� nuestra
miseria, y muy claro el gran poder de Dios; pues esta, que queda
suelta, tanto nos da�a y nos cansa, y las otras que est�n con Su
Majestad, el descanso que nos dan.
7. El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado
hartos a�os, es lo que dije en la oraci�n de quietud: (23) que no
se haga caso de ella m�s que de un loco, sino dejarla con su tema,
que s�lo Dios se la puede quitar; y, en fin, aqu� por esclava
queda. Hemoslo de sufrir con paciencia, como hizo Jacob a L�a,
porque harta merced nos hace el Se�or que gocemos de Raquel (24).
Digo que �queda esclava�, porque, en fin, no puede �por mucho que
haga� traer a s� las otras potencias; antes ellas, sin ning�n
trabajo, la hacen venir muchas veces a s�. Algunas, es Dios
servido de haber l�stima de verla tan perdida y desasosegada, con
deseo de estar con las otras, y consientela Su Majestad se queme
en el fuego de aquella vela divina, donde las otras est�n ya
hechas polvo, perdido su ser natural, casi estando sobrenatural
(25), gozando tan grandes bienes.
8. En todas estas maneras que de esta postrera agua de fuente he
dicho (26), es tan grande la gloria y descanso del alma, que muy
conocidamente aquel gozo y deleite participa de el el cuerpo, y
esto muy conocidamente, y quedan tan crecidas las virtudes como he
dicho (27).
Parece ha querido el Se�or declarar estos estados en que se ve el
alma, a mi parecer, lo m�s que (28) ac� se puede dar a entender.
Tr�telo vuestra merced (29) con persona espiritual que haya
llegado aqu� y tenga letras. Si le dijere que est� bien, crea que
se lo ha dicho Dios y tengalo en mucho a Su Majestad; porque, como
he dicho (30), andando el tiempo se holgar� mucho de entender lo
que es, mientras no le diere la gracia (aunque se la de de
gozarlo) para entenderlo. Como le haya dado Su Majestad la primera
(31), con su entendimiento y letras lo entender� por aqu�.
Sea alabado por todos los siglos de los siglos por todo, amen.
NOTAS CAP�TULO 17
1 En el aut�grafo otra mano tach� da�o, y escribi� impredimento. -
Fray Luis trascribi� da�o (p. 190).
2 Sigue dirigiendose a Garc�a de Toledo. Nuevas alusiones a los
nn. 2 (al final), 4 y 8. - Como a v.m. se dijo: probable alusi�n a
pl�ticas espirituales tenidas con el.
3 Est� como espantada el alma. - Refiriendose a la misma alma,
escribir� a continuaci�n varias veces el por ella.
4 Con trabajo por ventura: quiz�s con trabajo de... (de nuevo al
final del p�rrafo). - Los veinte a�os de cansar el entendimiento
en la oraci�n: alude nuevamente al caso personal de la Santa (cf.
4, 3; 4, 7; 4, 9, etc...).
5 En un punto: en un momento.
6 Gustaduras: gastar en catar, o en dar a probar.
7 Ni pag�ndosela (a ella, aquel) a quien se la diere... Sigue
desarrollando la imagen-refr�n de las �gustaduras�.
8 Bien entendido, es decir, bien explicado o dado a entender (cf.
19, 13). - Por tales entendimientos: bondadosa alusi�n a los
�inteligentes letrados� con quienes viene dialogando (cf. 15, 16:
�letrados muy letrados�).
9 Que el alma no las puede ignorar: palabras tachadas en el
aut�grafo por B��ez (?), quien redonde� as� la frase: �porque se
ve otra (el alma)�. Fray Luis descifr� las palabras tachadas y las
mantuvo en su texto (p. 192). La correcci�n de B��ez est� motivada
por un escr�pulo teol�gico: era arriesgado afirmar que el alma
posee la certeza de sus propias virtudes sobrenaturales. Identico
purismo teol�gico motiv� las tres correcciones que siguen en este
n. y en el siguiente.
10 Para que ella vea: B��ez (?) enmend� el �vea� en �crea�. - Fray
Luis adopt� la enmienda de B��ez (p. 192). Se trata de tener
certeza y evidencia, o no tenerlas. - La Santa es constante en
afirmar que �ve muy bien�, �ve m�s claro� (en este mismo n.), o
�se ve claro� (en el n. 4).
11 Quiere decir: esta oraci�n es uni�n de toda el alma, pero las
potencias de ella, aunque unidas, no se suspenden, sino que
�entienden y gozan� de lo que Dios �obra� en ellas.
12 Vese claro: B��ez (?) intent� un arreglo de estas palabras, y
luego las borr�. Fray Luis opt� por trascribir: �con�cese� (p.
193). - Identica situaci�n en la l�nea siguiente: la Santa
reafirma que �se ve claro�; B��ez lo tacha; fray Luis trascribe
�digo que se conoce� (ib.). - Sigue de por medio el escr�pulo
teol�gico de la certeza de lo sobrenatural debatida en el Concilio
de Trento.
13 Entendimiento y memoria: o bien �imaginaci�n y memoria�, como
anticip� en el t�tulo del cap�tulo, y de nuevo en los nn. 5 y 6.
En Moradas 5, 3, 10 confesar� que no sabe �entender las
diferencias de potencias e imaginaci�n�.
14 Lo dijo en c. 14, n. 2.
15 El sentido es: all� (en la oraci�n de quietud: c. 14, 2)
est�... en ocio... de Mar�a: en cambio, en esta oraci�n (del c.
17) es tambien Marta, juntando vida activa y contemplativa. -
Alusi�n al pasaje evangelico de Lc. 10, 38-42. - Mar�a y Marta
simbolizan tradicionalmente �contemplaci�n y acci�n�.
16 Distingue, por tanto, tres maneras de uni�n: la que acaba de
decir (grado �nfimo: n. 4), otra superior, pero que a�n no es
�entera uni�n� (n. 5), y la uni�n plena (�entera uni�n�) de que
habl� en el c. 16 (= 3� agua). Gustar� v.m.: alude a Garc�a de
Toledo.
17 Interesante gradaci�n de �tres gracias� o triple dotaci�n,
desde la experiencia m�stica hasta la expresi�n literaria:
experimentar, entender, expresar. En la moderna psicolog�a
corresponden a los tres momentos: sentir, entender, comunicar.
Parcial coincidencia con un texto de Osuna en el �Tercer
Abecedario�, tr. 3, c. 2. Cf. c. 12, nota 24.
18 Memoria... imaginaci�n: cf. supra, nota 13. - Ella... se ve
sola: alusi�n a la imaginaci�n.
19 Lo ven�a diciendo en el n. 5. - Hoy ha sido una de esas veces.
20 Es decir: desea vivamente que toda su alma se halle unida (o
reunida) all� donde est� la mayor parte del alma misma. En el n. 4
hab�a asegurado �entender bien que est� la mejor parte del alma en
otro cabo...�
21 Ni paran en un ser: carecen de estabilidad (cf. c. 5, nota 16).
- A continuaci�n: no para en nada, aludiendo a �memoria e
imaginaci�n�. (Cf. c. 14, n. 3: �memoria o imaginaci�n�).
22 Como digo: en el n. 5.
23 Dije en la oraci�n de quietud: c. 14, 3; c. 15, nn. 6.7 y 9,
aunque all� parece referirse al entendimiento, pero tengase en
cuenta el oscilante lexico psicol�gico de la Santa (cf. Moradas,
4, c. 1, t�tulo). - Dejarla con su tema, que s�lo Dios se �la�
puede quitar: la tema (femenino).
24 L�a y Raquel: alusi�n a Genesis 29, 16 ss. L�a y Raquel, como
Marta y Mar�a, simbolizan la vida activa y la contemplativa.
25 Casi estando sobrenatural: uso adverbial del adjetivo
�sobrenatural�, como har� en otros pasajes (c. 28, nn. 2 y 9; 29,
7; y Moradas 6, 4, 8). - El �casi� lo a�adi� la Santa en un
segundo momento al margen del ms. (evidente eco de los escr�pulos
de sus te�logos asesores). Fray Luis trascribi�: �casi perdido su
ser natural estando sobrenaturalmente� (p. 197). - En la serie de
im�genes: �se queme en el fuego de aquella vela divina�, �est�n
hechas polvo�, �perdido su ser natural�... se intenta describir un
estado m�stico a base de la comparaci�n con la mariposa importuna
de las noches, apenas desarrollada en el n. anterior, y que luego
utilizar� en el c. 18, n. 14, y m�s ampliamente en las Moradas
quintas y sextas.
26 En el n. 5. Ver nota 16.
27 En el c. 16, 3; y 17, 2-3.
28 Lo m�s que ac� se puede dar a entender: B��ez (?) tach� �lo m�s
que� y escribi� en el aut�grafo: �como ac� se puede...�. Fray Luis
fue fiel al aut�grafo (p. 198).
29 Vuestra merced: como al principio del cap�tulo, alude a Garc�a
de Toledo. Inicia as� el ep�logo del cap., como en otros casos
(cf. 16, 8).
30 En los nn. 4 y 5.
31 Como le haya dado S.M. la primera gracia: alude a las tres
gracias mencionadas en el n. 5 (nota 17).
CAP�TULO 18
En que trata del cuarto grado de oraci�n. * � Comienza a declarar
por excelente manera la gran dignidad en que el Se�or pone al alma
que est� en este estado. � Es para animar mucho a los que tratan
oraci�n, para que se esfuercen a llegar a tan alto estado, pues se
puede alcanzar en la tierra, aunque no por merecerlo, sino por la
bondad del Se�or. � Lease con advertencia, porque se declara por
muy delicado modo y tiene cosas mucho de notar (1).
1. El Se�or me ense�e palabras c�mo se pueda decir algo de la
cuarta agua (2). Bien es menester su favor, aun m�s que para la
pasada; porque en ella (3) a�n siente el alma no est� muerta del
todo, que as� lo podemos decir, pues lo est� al mundo; mas, como
dije (4), tiene sentido para entender que est� en el y sentir su
soledad, y aprovechase de lo exterior para dar a entender lo que
siente, siquiera por se�as.
En toda la oraci�n y modos de ella que queda dicho, alguna cosa
trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo
acompa�ado de tanta gloria y consuelo del alma, que jam�s querr�a
salir de el, y as� no se siente por trabajo, sino por gloria.
Ac� (5) no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.
Entiendese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos
los bienes, mas no se comprende este bien. Oc�panse todos los
sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado
para poder (6) en otra cosa, exterior ni interiormente.
Antes d�baseles licencia para que, como digo, hagan algunas
muestras del gran gozo que sienten; ac� el alma goza m�s sin
comparaci�n, y puedese dar a entender muy menos, porque no queda
poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar aquel
gozo. En aquel tiempo todo le ser�a gran embarazo y tormento y
estorbo de su descanso; y digo que si es uni�n de todas las
potencias, que, aunque quiera �estando en ello digo� no puede, y
si puede, ya no es uni�n (7).
2. El c�mo es esta que llaman uni�n (8) y lo que es, yo no lo se
dar a entender. En la m�stica teolog�a se declara, que yo los
vocablos no sabre nombrarlos, ni se entender que es mente, ni que
diferencia tenga del alma o esp�ritu tampoco; (9) todo me parece
una cosa, bien que el alma alguna vez sale de s� misma, a manera
de un fuego que est� ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece
este fuego con �mpetu; esta llama sube muy arriba del fuego, mas
no por eso es cosa diferente, sino la misma llama que est� en el
fuego.
Esto vuestras mercedes lo entender�n �que yo no lo se m�s decir�
con sus letras (10). Lo que yo pretendo declarar es que siente el
alma cuando est� en esta divina uni�n.
3. Lo que es uni�n ya se est� entendido, que es dos cosas divisas
hacerse una. �Oh Se�or m�o, que bueno sois! �Bendito se�is para
siempre! �Alaben os, Dios m�o, todas las cosas, que as� nos
amasteis, de manera que con verdad podamos hablar de esta
comunicaci�n que aun en este destierro teneis con las almas!; y
aun con las que son buenas es gran largueza y magnanimidad. En
fin, vuestra, Se�or m�o, que dais como quien sois. �Oh largueza
infinita, cu�n magn�ficas son vuestras obras! (11) Espanta a quien
no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra, que no
tenga ninguno para entender verdades. Pues que hag�is a almas que
tanto os han ofendido mercedes tan soberanas, cierto, a m� me
acaba el entendimiento (12), y cuando llego a pensar en esto, no
puedo ir adelante. �D�nde ha de ir que no sea tornar atr�s? Pues
daros gracias por tan grandes mercedes, no sabe c�mo. Con decir
disparates me remedio algunas veces.
4. Acaeceme muchas, cuando acabo de recibir estas mercedes o me
las comienza Dios a hacer (que estando en ellas ya he dicho que no
hay poder hacer nada), decir: �Se�or, mirad lo que haceis, no
olvideis tan presto tan grandes males m�os; ya que para perdonarme
lo hay�is olvidado, para poner tasa en las mercedes os suplico se
os acuerde. No pong�is, Criador m�o, tan precioso licor en vaso
tan quebrado (13), pues habeis ya visto de otras veces que le
torno a derramar. No pong�is tesoro semejante adonde a�n no est�
�como ha de estar� perdida del todo la codicia de consolaciones de
la vida, que lo gastar� mal gastado. �C�mo dais la fuerza de esta
ciudad y llaves de la fortaleza de ella a tan cobarde alcaide, que
al primer combate de los enemigos los deja entrar dentro? No sea
tanto el amor, oh Rey eterno, que pong�is en aventura joyas tan
preciosas. Parece, Se�or m�o, se da ocasi�n para que se tengan en
poco, pues las poneis en poder de cosa tan ruin, tan baja, tan
flaca y miserable, y de tan poco tomo, que ya que trabaje por no
las perder con vuestro favor (y no es menester peque�o, seg�n yo
soy), no puede dar con ellas a ganar a nadie; en fin, mujer, y no
buena, sino ruin. Parece que no s�lo se esconden los talentos,
sino que se entierran (14), en ponerlos en tierra tan astrosa. No
soleis Vos hacer, Se�or, semejantes grandezas y mercedes a un
alma, sino para que aproveche a muchas. Ya sabeis, Dios m�o, que
de toda voluntad y coraz�n os lo suplico y he suplicado algunas
veces, y tengo por bien de perder el mayor bien que se posee en la
tierra, por que las hag�is Vos a quien con este bien m�s
aproveche, porque crezca vuestra gloria� (15).
5. Estas y otras cosas me ha acaecido decir muchas veces. Ve�a
despues mi necedad y poca humildad. Porque bien sabe el Se�or lo
que conviene, y que no hab�a fuerzas en mi alma para salvarse, si
Su Majestad con tantas mercedes no se las pusiera.
6. Tambien pretendo decir las gracias y efectos que quedan en el
alma (16), y que es lo que puede de suyo hacer, o si es parte para
llegar a tan gran estado.
7. Acaece venir este levantamiento de esp�ritu o juntamiento con
el amor celestial: que, a mi entender, es diferente la uni�n del
levantamiento en esta misma uni�n (17). A quien no lo hubiere
probado lo postrero (18), parecerle ha que no; y a mi parecer, que
con ser todo uno, obra el Se�or de diferente manera; y en el
crecimiento del desasir de las criaturas, m�s mucho en el vuelo
del esp�ritu. Yo he visto claro ser particular merced, aunque,
como digo, sea todo uno o lo parezca; mas un fuego peque�o tambien
es fuego como un grande, y ya se ve la diferencia que hay de lo
uno a lo otro: en un fuego peque�o, primero que un hierro peque�o
se hace ascua, pasa mucho espacio; mas si el fuego es grande,
aunque sea mayor el hierro, en muy poquito pierde del todo su ser,
al parecer (19). As� me parece es en estas dos maneras de mercedes
del Se�or, y se que quien hubiere llegado a arrobamientos lo
entender� bien. Si no lo ha probado, parecerle ha desatino, y ya
puede ser; porque querer una como yo hablar en una cosa tal y dar
a entender algo de lo que parece imposible aun haber palabras con
que lo comenzar (20), no es mucho que desatine.
8. Mas creo esto del Se�or (que sabe Su Majestad que, despues de
obedecer, es mi intenci�n engolosinar las almas de un bien tan
alto) que me ha en ello de ayudar. No dire cosa que no la haya
experimentado mucho (21). Y es as� que cuando comence esta
postrera agua a escribir, que me parec�a imposible saber tratar
cosa m�s que hablar en griego, que as� es ello dificultoso. Con
esto, lo deje y fui a comulgar. �Bendito sea el Se�or que as�
favorece a los ignorantes! �Oh virtud de obedecer, que todo lo
puedes!: aclar� Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y
otras poniendome delante c�mo lo hab�a de decir, que, como hizo en
la oraci�n pasada (22), Su Majestad parece quiere decir lo que yo
no puedo ni se.
Esto que digo es entera verdad, y as� lo que fuere bueno es suya
la doctrina; lo malo, est� claro es del pielago de los males, que
soy yo. Y as�, digo que si hubiere personas que hayan llegado a
las cosas de oraci�n que el Se�or ha hecho merced a esta miserable
�que debe haber muchas� y quisiesen tratar estas cosas conmigo,
pareciendoles descaminadas, que ayudara el Se�or a su sierva para
que saliera con su verdad adelante.
9. Ahora, hablando de esta agua que viene del cielo para con su
abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua, si nunca
dejara, cuando lo hubiera menester, de darlo el Se�or, ya se ve
que descanso tuviera el hortelano. Y a no haber invierno, sino ser
siempre el tiempo templado, nunca faltaran flores y frutas; ya se
ve que deleite tuviera; mas mientras vivimos es imposible: siempre
ha de haber cuidado de cuando faltare la una agua procurar la otra
(23). Esta del cielo viene muchas veces cuando m�s descuidado est�
el hortelano. Verdad es que a los principios casi siempre es
despues de larga oraci�n mental, que de un grado en otro viene el
Se�or a tomar esta avecita y ponerla en el nido para que descanse
(24). Como la ha visto volar mucho rato, procurando con el
entendimiento y voluntad y con todas sus fuerzas buscar a Dios y
contentarle, quierela dar el premio aun en esta vida. �Y que gran
premio!, que basta un momento para quedar pagados todos los
trabajos que en ella puede haber.
10. Estando as� el alma buscando a Dios, siente con un deleite
grand�simo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo
que le va faltando el huelgo (25) y todas las fuerzas corporales,
de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las
manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o si los tiene
abiertos, no ve casi nada; ni, si lee, acierta a decir letra, ni
casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas, como el
entendimiento no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no
entiende lo que oye. As� que de los sentidos no se aprovecha nada,
si no es para no la acabar de dejar a su placer; y as� antes la
da�an. Hablar es por dem�s, que no atina a formar palabra, ni hay
fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; porque toda la
fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor
poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es
grande y muy conocido (26).
11. Esta oraci�n no hace da�o, por larga que sea. Al menos a m�
nunca me le hizo, ni me acuerdo hacerme el Se�or ninguna vez esta
merced, por mala que estuviese, que sintiese mal, antes quedaba
con gran mejor�a. Mas �que mal puede hacer tan gran bien? Es cosa
tan conocida las operaciones exteriores, que no se puede dudar que
hubo gran ocasi�n, pues as� quit� las fuerzas con tanto deleite
para dejarlas mayores.
12. Verdad es que a los principios pasa en tan breve tiempo �al
menos a m� as� me acaec�a�, que en estas se�ales exteriores ni en
la falta de los sentidos no se da tanto a entender cuando pasa con
brevedad. Mas bien se entiende en la sobra (27) de las mercedes
que ha sido grande la claridad del sol que ha estado all�, pues
as� la ha derretido. Y n�tese esto, que a mi parecer por largo que
sea el espacio de estar el alma en esta suspensi�n de todas las
potencias, es bien breve: cuando estuviese media hora, es muy
mucho; yo nunca, a mi parecer, estuve tanto. Verdad es que se
puede mal sentir lo que se est�, pues no se siente; mas digo que
de una vez es muy poco espacio sin tornar alguna potencia en s�.
La voluntad es la que mantiene la tela (28), mas las otras dos
potencias presto tornan a importunar. Como la voluntad est� queda,
t�rnalas a suspender y est�n otro poco y tornan a vivir.
13. En esto se puede pasar algunas horas de oraci�n y se pasan.
Porque, comenzadas las dos potencias a emborrachar y gustar de
aquel vino divino, con facilidad se tornan a perder de s� para
estar muy m�s ganadas (29), y acompa�an a la voluntad y se gozan
todas tres. Mas este estar perdidas del todo y sin ninguna
imaginaci�n en nada �que a mi entender tambien se pierde del todo�
digo que es breve espacio; aunque no tan del todo tornan en s� que
no pueden estar algunas horas como desatinadas, tornando de poco
en poco a cogerlas Dios consigo.
14. Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma aqu� siente.
�D�galo quien lo sabe, que no se puede entender, cu�nto m�s decir!
Estaba yo pensando cuando quise escribir esto, acabando de
comulgar y de estar en esta misma oraci�n que escribo, que hac�a
el alma en aquel tiempo. D�jome el Se�or estas palabras: Desh�cese
toda, hija, para ponerse m�s en M�. Ya no es ella la que vive,
sino Yo (30). Como no puede comprender lo que entiende, es no
entender entendiendo.
Quien lo hubiere probado entender� algo de esto, porque no se
puede decir m�s claro, por ser tan oscuro lo que all� pasa. S�lo
podre decir que se representa estar junto con Dios, y queda una
certidumbre que en ninguna manera se puede dejar de creer. Aqu�
faltan todas las potencias y se suspenden de manera que en ninguna
manera �como he dicho� (31) se entiende que obran. Si estaba
pensando en un paso (32), as� se pierde de la memoria como si
nunca la hubiera habido de el. Si lee, en lo que le�a no hay
acuerdo, ni parar. Si rezar, tampoco (33). As� que a esta
mariposilla importuna de la memoria aqu� se le queman las alas:
(34) ya no puede m�s bullir. La voluntad debe estar bien ocupada
en amar, mas no entiende c�mo ama. El entendimiento, si entiende,
no se entiende c�mo entiende; al menos no puede comprender nada de
lo que entiende. A m� no me parece que entiende, porque �como
digo� no se entiende. �Yo no acabo de entender esto!
15. Acaeci�me a m� una ignorancia al principio, que no sab�a que
estaba Dios en todas las cosas. Y como me parec�a estar tan
presente, parec�ame imposible. Dejar de creer (35) que estaba all�
no pod�a, por parecerme casi claro hab�a entendido estar all� su
misma presencia. Los que no ten�an letras me dec�an que estaba
s�lo por gracia. Yo no lo pod�a creer; porque, como digo,
parec�ame estar presente, y as� andaba con pena. Un gran letrado
de la Orden del glorioso Santo Domingo (36) me quit� de esta duda,
que me dijo estar presente, y c�mo se comunicaba con nosotros, que
me consol� harto.
Es de notar y entender que siempre esta agua del cielo, este
grand�simo favor del Se�or, deja el alma con grand�simas
ganancias, como ahora dire.
NOTAS CAP�TULO 18
Del cuarto grado de oraci�n (�cuarta agua�, n. 1) tratar� en los
cc. 18-21. Vuelve a apoyarse en el s�mil del huerto, el hortelano
y el agua: �la cuarta agua� es lluvia del cielo (11, 7), que
tem�ticamente corresponde a la oraci�n o estado m�stico de
�extasis� (nn. 10-14), aunque ese termino s�lo comparezca m�s
adelante (c. 20, 1.28; 21, 12; 28, 9; 29, 14). - M�s ampliamente
desarrollar� el tema en las Moradas quintas, sextas y septimas, y
en los cc. 5-7 de Conceptos.
1 Uno de los censores -probablemente el P. B��ez- tach� en el
aut�grafo las palabras por excelente manera y lease con
advertencia, porque se declara por muy delicado modo y tiene cosas
mucho de notar, tal vez molestado por el autoelogio que contienen.
Fray Luis no lleg� a tanto, pero todav�a accedi� a omitir el
�ltimo miembro (�porque... notar�, p. 198). Sin embargo las
expresiones tachadas constituyen un hermoso ejemplo de la
ingenuidad con que la Autora extend�a el t�tulo de los cap�tulos
de sus libros. Comp�rese con los ep�grafes de los cc. 14, 16, 19,
20, 21, 22, 55, etc. y casi todos los de las Moradas.
2 Es menester su favor: recurso a una actitud profundamente
religiosa, al entrar en lo hondo del tema m�stico. Comp�rese con
un gesto similar en el lugar paralelo de las Moradas V 1, 1. Tiene
intenci�n mistag�gica: no tratar el tema m�stico de forma
doctrinaria sino vivencial.
3 En ella: en la pasada, o tercera agua.
4 Como dije: en el c. 16, 3 (cf. c. 17, nota 11).
5 Ac�: en esta �cuarta agua�. Igual paralelismo entre 3� y 4�
agua, se establecer� m�s abajo: �antes� (3� agua), �ac� (4�
agua).
6 Para poder ocuparse.
7 No puede (ocuparse), y si puede ocuparse o comunicarlo...
8 Esta que llaman uni�n: la Santa se remite a la nomenclatura en
uso, le�da por ella misma en los libros de Osuna, Laredo, Bernabe
de Palma. Cf. c. 14, 1: �oraci�n que llaman de quietud�; y 20, 1:
�vuelo que llaman de esp�ritu... y tambien se llama extasis�.
9 Sobre la �diferencia entre alma y esp�ritu�, cf. Moradas 7, 1,
t�tulo y M. 7, 2, 9-11.
10 En buen orden: �esto vuestras mercedes lo entender�n con sus
letras, que yo no lo se decir mejor�. As� fray Luis (p. 200). -
Alude a los �letrados� destinatarios del libro.
11 Reminiscencia de los salmos 91, 6; 103, 24.
12 A m� me acaba el entendimiento: me lo desborda, agota su
capacidad de entender. O acaso aluda a que �lo saca de s� (lo
acerca al extasis): cf. 16, 6.
13 Vaso tan quebrado: reminiscencia probable de la imagen paulina
de Cor 4, 7.
14 Talentos... se entierran: alusi�n a la par�bola de los talentos
en Mt 25, 81. - Se han sucedido tres im�genes b�blicas: el vaso
quebrado, el rey y el fort�n, los talentos. - Tierra tan astrosa:
imagen de su propia alma. �Astrosa� tiene el doble sentido de
�desaseada� y de �infausta� por alusi�n a los �astros�.
Cobarruvias la define como �desastrado... que no tiene ning�n
astro que le favoreciese, y vive toda su vida miserable, abatido y
sin que nadie en vida ni en muerte haga caso del�.
15 Repetir� esa idea de dar lo mejor de s� misma: c. 21, 2:
d�rselo a �los que mandan� o a �los reyes�.
16 A �los efectos� que producen estas gracias, dedicar� parte del
c. 20: nn. 7 y ss.
17 Pasaje de puntuaci�n dif�cil. - En cuanto al lexico usado por
la Santa, n�tese que �levantamiento de esp�ritu�, �juntamiento con
Dios�, �vuelo de esp�ritu�, �arrobamiento�, �suspensi�n� (cf. n.
12), �elevamiento y arrebatamiento� (cf. c. 20 1), son terminos
an�logos, que en el �lenguaje de esp�ritu� de la Santa equivalen a
�extasis� (cf. 20, 1), aunque con leves diferencias, que ella
explica en la Rel. 5, 7-10, y en M. 6, c. 4. - N�tese adem�s, que
la expresi�n �este levantamiento� equivale a �el levantamiento
siguiente, que dire ahora� (vease el �esto� con que comienza el n.
8 y el c. 17, 5). Con todo, enseguida la Santa se distrae con una
larga digresi�n, de suerte que hasta el n. 10 no describir� �este
levantamiento� que ahora iba a decir.
18 Hab�a escrito: �a quien no lo hubiere probado todo�. Corrigi�:
�a quien no lo hubiere probado lo postrero�. Fray Luis complet� la
correcci�n, omitiendo el �lo� (p. 203). - En la frase siguiente:
�que con ser�, el �que� es redundante: ya fray Luis lo omiti� (p.
203).
19 Al parecer: lo a�adi� la Santa entre l�neas para atenuar la
afirmaci�n que precede.
20 Palabras con que comenzar a decirlo: alusi�n a lo inefable de
la experiencia m�stica.
21 Es uno de los criterios literarios, al escribir de tema
espiritual. Cf. Camino, pr�l. 3.
22 En la oraci�n pasada: en la �cuarta agua�; c. 16, 2. En los dos
casos se afirma la relaci�n entre �experiencia eucar�stica� y
expresi�n literaria.
23 Cuando faltare un agua, procurar la otra: cuando falte la
oraci�n m�stica, recurrir a la �oraci�n mental� (primera agua).
24 Vuelve la comparaci�n de �la avecica� (s�mbolo del alma). La
hab�a introducido en el c. 13, 2.
25 Huelgo: respiro. - Comienza aqu� la descripci�n del extasis
(nn. 10-14).
26 Muy conocido: notorio y perceptible. Como en el n. siguiente:
�cosa tan conocida�. En la misma acepci�n ha usado el adverbio
�conocidamente� (por ej.: 1, 7; 17, 8) con la connotaci�n de
perceptible y experimentado.
27 La sobra de mercedes: abundancia de gracias.
28 Mantener la tela: dec�ase del principal sostenedor en las
justas y torneos. Con esta met�fora expresa la Santa el papel
prioritario de la voluntad en esta oraci�n. Ella es la que se
mantiene en acci�n, mientras �las otras potencias� moment�neamente
desfallecen.
29 Perderse y ganarse (= recuperarse) las potencias; o bien estar
perdidas y tornar en s�, es �el lenguaje de esp�ritu� ya utilizado
en el c. 14, 2 (ver nota 5) y 16, 1, para indicar que las
potencias entran en el extasis o salen de el.
30 Cf. el texto paulino en Gal. 2, 20.
31 Lo ha dicho en los nn. 10-13. Cf. n. 1.
32 Pensando en un paso: en un pasaje evangelico o de la vida de
Jes�s.
33 M�s bien: si reza, tampoco. (Probable lapsus de pluma).
34 La mariposilla, imagen del alma, o de la imaginaci�n y memoria,
ya fue introducida en el c. 17, 6.
35 Creerlo, hab�a escrito, y borr� �lo�.
36 Fr. Vicente Barr�n anota Graci�n en su ejemplar. De el ha
hablado en el c. 7, 16 s. Del mismo episodio hablar� en Moradas 5,
1, 10, utilizando la f�rmula de la teolog�a tradicional: �estar en
todas las cosas por presencia y potencia y esencia�, como en la
Rel. 54.
CAP�TULO 19
Prosigue en la misma materia. � Comienza a declarar los efectos
que hace en el alma este grado de oraci�n. � Persuade mucho a que
no tornen atr�s, aunque despues de esta merced tornen a caer, ni
dejen la oraci�n. � Dice los da�os que vendr�n de no hacer esto. �
Es mucho de notar y de gran consolaci�n para los flacos y
pecadores.
1. Queda el alma de esta oraci�n y uni�n con grand�sima ternura,
de manera que se querr�a deshacer, no de pena, sino de unas
l�grimas gozosas. H�llase ba�ada de ellas sin sentirlo ni saber
cu�ndo ni c�mo las llor�; mas dale gran deleite ver aplacado aquel
�mpetu del fuego con agua que le hace m�s crecer (1).
Parece esto algarab�a (2), y pasa as�. Acaec�dome ha algunas veces
en este termino de oraci�n estar tan fuera de m�, que no sab�a si
era sue�o o si pasaba en verdad la gloria que hab�a sentido; y de
verme llena de agua que sin pena destilaba con tanto �mpetu y
presteza que parece lo echaba de s� aquella nube del cielo, ve�a
que no hab�a sino sue�o. Esto era a los principios, que pasaba con
brevedad.
2. Queda el �nima animosa, que si en aquel punto la hiciesen
pedazos por Dios, le ser�a gran consuelo. All� son las promesas y
determinaciones heroicas, la viveza de los deseos, el comenzar (3)
a aborrecer el mundo, el ver muy claro su vanidad, esto muy m�s
aprovechada y altamente que en las oraciones pasadas, y la
humildad m�s crecida; porque ve claro que para aquella excesiva
merced y grandiosa no hubo diligencia suya, ni fue parte (4) para
traerla ni para tenerla. Vese claro indign�sima, porque en pieza
adonde entra mucho sol no hay telara�a escondida: ve su miseria.
Va tan fuera la vanagloria, que no le parece la podr�a tener,
porque ya es por vista de ojos lo poco o ninguna cosa que puede
(5), que all� no hubo casi consentimiento, sino que parece, aunque
no quiso, le cerraron la puerta a todos los sentidos para que m�s
pudiese gozar del Se�or. Quedase sola con El, �que ha de hacer
sino amarle? Ni ve ni oye, si no fuese a fuerza de brazos: poco
hay que la agradecer. Su vida pasada se le representa despues y la
gran misericordia de Dios, con gran verdad y sin haber menester
andar a caza el entendimiento (6), que all� ve guisado lo que ha
de comer y entender. De s� ve que merece el infierno y que le
castigan con gloria. Desh�cese en alabanzas de Dios, y yo me
querr�a deshacer ahora. �Bendito se�is, Se�or m�o, que as� haceis
de pecina (7) tan sucia como yo, agua tan clara que sea para
vuestra mesa! �Se�is alabado, oh regalo de los �ngeles, que as�
quereis levantar un gusano tan vil!
3. Queda alg�n tiempo este aprovechamiento en el alma: puede ya,
con entender claro que no es suya la fruta, comenzar a repartir de
ella, y no le hace falta a s� (8). Comienza a dar muestras de alma
que guarda tesoros del cielo, y a tener deseo de repartirlos con
otros, y suplicar a Dios no sea ella sola la rica. Comienza a
aprovechar a los pr�jimos casi sin entenderlo ni hacer nada de s�;
ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el
olor, que les hace desear llegarse a ellas. Entienden que tiene
virtudes y ven la fruta que es codiciosa. Querr�anle ayudar a
comer.
Si esta tierra est� muy cavada con trabajos y persecuciones y
murmuraciones y enfermedades �que pocos deben llegar aqu� sin
esto� y si est� mullida con ir muy desasida de propio interes, el
agua se embebe tanto, que casi nunca se seca; mas si es tierra que
aun se est� en la tierra y con tantas espinas como yo al principio
estaba, y aun no quitada de las ocasiones ni tan agradecida como
merece tan gran merced, t�rnase la tierra a secar.
Y si el hortelano se descuida y el Se�or por sola su bondad no
torna a querer llover, dad por perdida la huerta, que as� me
acaeci� a m� algunas veces; que, cierto, yo me espanto y, si no
hubiera pasado por m�, no lo pudiera creer.
Escr�bolo para consuelo de almas flacas, como la m�a, que nunca
desesperen ni dejen de confiar en la grandeza de Dios. Aunque
despues de tan encumbradas, como es llegarlas el Se�or aqu�,
caigan, no desmayen, si no se quieren perder del todo; que
l�grimas todo lo ganan: un agua trae otra (9).
4. Una de las cosas por que me anime �siendo la que soy� a
obedecer en escribir esto y dar cuenta de mi ruin vida y de las
mercedes que me ha hecho el Se�or, con no servirle sino ofenderle,
ha sido esta. Que cierto, yo quisiera aqu� tener gran autoridad
para que se me creyera esto. Al Se�or suplico Su Majestad la de.
Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener
oraci�n, con decir: �si torno a ser malo, es peor ir adelante con
el ejercicio de ella�. Yo lo creo, si se deja la oraci�n y no se
enmienda del mal; mas, si no la deja, crea que la sacar� a puerto
de luz. H�zome en esto gran bater�a (10) el demonio, y pase tanto
en parecerme poca humildad tenerla, siendo tan ruin, que, como ya
he dicho (11), la deje a�o y medio �al menos un a�o, que del medio
no me acuerdo bien� Y no fuera m�s, ni fue, que meterme yo misma
sin haber menester demonios que me hiciesen ir al infierno. �Oh,
v�lgame Dios, que ceguedad tan grande! �Y que bien acierta el
demonio para su prop�sito en cargar aqu� la mano! Sabe el traidor
que alma que tenga con perseverancia oraci�n la tiene perdida y
que todas las ca�das que la hace dar la ayudan, por la bondad de
Dios, a dar despues mayor salto en lo que es su servicio: �algo le
va en ello!
5. �Oh Jes�s m�o! �Que es ver un alma que ha llegado aqu�, ca�da
en un pecado, cuando Vos por vuestra misericordia la torn�is a dar
la mano y la levant�is! �C�mo conoce la multitud de vuestras
grandezas y misericordias y su miseria! Aqu� es el deshacerse de
veras y conocer vuestras grandezas; aqu� el no osar alzar los
ojos; aqu� es el levantarlos para conocer lo que os debe; aqu� se
hace devota de la Reina del Cielo para que os aplaque; aqu� invoca
los Santos que cayeron despues de haberlos Vos llamado (12), para
que la ayuden; aqu� es el parecer que todo le viene ancho lo que
le dais, porque ve no merece la tierra que pisa; el acudir a los
Sacramentos; la fe viva que aqu� le queda de ver la virtud que
Dios en ellos puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y
ung�ento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del
todo las quitan (13). Esp�ntanse de esto. Y �quien, Se�or de mi
alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan
crecida a traici�n tan fea y abominable? Que no se c�mo no se me
parte el coraz�n, cuando esto escribo; porque soy ruin.
6. Con estas lagrimillas que aqu� lloro, dadas de Vos �agua de tan
mal pozo en lo que es de mi parte� parece que os hago pago de
tantas traiciones, siempre haciendo males y procurando deshacer
las mercedes que Vos me habeis hecho. Ponedlas Vos, Se�or m�o,
valor; aclarad agua tan turbia, siquiera porque no de a alguno
tentaci�n en echar juicios, como me la ha dado a m�, pensando por
que, Se�or, dej�is unas personas muy santas, que siempre os han
servido y trabajado, criadas en religi�n y siendolo, y no como yo
que no ten�a m�s del nombre (14), y ver claro que no las haceis
las mercedes que a m�. Bien ve�a yo, Bien m�o, que les guard�is
Vos el premio para d�rsele junto, y que mi flaqueza ha menester
esto. Ya ellos, como fuertes, os sirven sin ello y los trat�is
como a gente esforzada y no interesal (15).
7. Mas con todo, sabeis Vos, mi Se�or, que clamaba muchas veces
delante de Vos, disculpando a las personas que me murmuraban,
porque me parec�a les sobraba raz�n. Esto era ya, Se�or, despues
que me ten�ais por vuestra bondad para que tanto no os ofendiese,
y yo estaba ya desvi�ndome de todo lo que me parec�a os pod�a
enojar; que en haciendo yo esto, comenzasteis, Se�or, a abrir
vuestros tesoros para vuestra sierva. No parece esperabais otra
cosa sino que hubiese voluntad y aparejo en m� para recibirlos,
seg�n con brevedad comenzasteis a no s�lo darlos, sino a querer
entendiesen me los dabais.
8. Esto entendido, comenz� a tenerse buena opini�n de la que todas
a�n no ten�an bien entendido cu�n mala era, aunque mucho se
trasluc�a. Comenz� la murmuraci�n y persecuci�n de golpe y, a mi
parecer, con mucha causa; y as� no tomaba con nadie enemistad,
sino suplic�baos a Vos miraseis la raz�n que ten�an. Dec�an que me
quer�a hacer santa y que inventaba novedades no habiendo llegado
entonces con gran parte (16) aun a cumplir toda mi Regla, ni a las
muy buenas y santas monjas que en casa (17) hab�a (ni creo
llegare, si Dios por su bondad no lo hace todo de su parte), sino
antes lo era yo para quitar lo bueno y poner costumbres que no lo
eran; al menos hac�a lo que pod�a para ponerlas, y en el mal pod�a
mucho. As� que sin culpa suya me culpaban. No digo eran s�lo
monjas, sino otras personas; descubr�anme verdades, porque lo
permit�ais Vos.
9. Una vez rezando las Horas, como yo algunas ten�a esta
tentaci�n, llegue al verso que dice: Justus es, Domine, y tus
juicios; (18) comence a pensar cu�n gran verdad era, que en esto
no ten�a el demonio fuerza jam�s para tentarme de manera que yo
dudase teneis Vos, mi Se�or, todos los bienes, ni en ninguna cosa
de la fe, antes me parec�a mientras m�s sin camino natural iban,
m�s firme la ten�a, y me daba devoci�n grande: en ser todopoderoso
quedaban conclusas (19) en m� todas las grandezas que hicierais
Vos, y en esto �como digo� jam�s ten�a duda. Pues pensando c�mo
con justicia permit�ais a muchas que hab�a �como tengo dicho� (20)
muy vuestras siervas, y que no ten�an los regalos y mercedes que
me hac�ais a m�, siendo la que era, respond�steisme, Se�or:
S�rveme t� a M�, y no te metas en eso. Fue la primera palabra que
entend� hablarme Vos, y as� me espant� mucho.
Porque despues declarare esta manera de entender (21), con otras
cosas, no lo digo aqu�, que es salir del prop�sito, y creo harto
he salido: casi no se lo que me he dicho. No puede ser menos, mi
hijo (22), sino que ha vuestra merced de sufrir estos intervalos;
porque cuando veo lo que Dios me ha sufrido y me veo en este
estado, no es mucho pierda el tino de lo que digo y he de decir.
Plega al Se�or que siempre sean esos mis desatinos y que no
permita ya Su Majestad tenga yo poder para ser contra El un punto,
antes en este que estoy me consuma (23).
10. Basta ya para ver sus grandes misericordias, no una sino
muchas veces que ha perdonado tanta ingratitud. A San Pedro una
vez que lo fue (24), a m� muchas; que con raz�n me tentaba el
demonio no pretendiese amistad estrecha con quien trataba
enemistad tan p�blica. �Que ceguedad tan grande la m�a! �Ad�nde
pensaba, Se�or m�o, hallar remedio sino en Vos? �Que disparate
huir de la luz para andar siempre tropezando! �Que humildad tan
soberbia inventaba en m� el demonio: apartarme de estar arrimada a
la columna y b�culo que me ha de sustentar para no dar tan gran
ca�da! (25) Ahora me santiguo y no me parece que he pasado peligro
tan peligroso como esta invenci�n que el demonio me ense�aba por
v�a de humildad. Pon�ame en el pensamiento que c�mo cosa tan ruin
y habiendo recibido tantas mercedes, hab�a de llegarme a la
oraci�n; que me bastaba rezar lo que deb�a, como todas; mas que
aun pues esto (26) no hac�a bien, c�mo quer�a hacer m�s; que era
poco acatamiento y tener en poco las mercedes de Dios.
Bien era pensar y entender esto; mas ponerlo por obra fue el
grand�simo mal. Bendito se�is Vos, Se�or, que as� me remediasteis.
11. Principio de la tentaci�n que hac�a a Judas me parece esta,
sino que no osaba el traidor tan al descubierto; mas el viniera de
poco en poco a dar conmigo adonde dio con el (27). Miren esto, por
amor de Dios, todos los que tratan oraci�n. Sepan que el tiempo
que estuve sin ella era mucho m�s perdida mi vida; m�rese que buen
remedio me daba el demonio y que donosa humildad; un desasosiego
en m� grande. Mas �c�mo hab�a de sosegar mi alma? Apart�base la
cuitada de su sosiego; ten�a presentes las mercedes y favores;
ve�a los contentos de ac� ser asco. C�mo pudo pasar, me espanto.
Era con esperanza que nunca yo pensaba (28) (a lo que ahora me
acuerdo, porque debe haber esto m�s de veinte y un a�os), dejaba
de estar determinada de tornar a la oraci�n; mas esperaba a estar
muy limpia de pecados. �Oh, que mal encaminada iba en esta
esperanza! Hasta el d�a del juicio me la libraba (29) el demonio,
para de all� llevarme al infierno.
12. Pues teniendo oraci�n y lecci�n (30) �que era ver verdades y
el ruin camino que llevaba� e importunando al Se�or con l�grimas
muchas veces, era tan ruin que no me pod�a valer, apartada de
esto, puesta en pasatiempos con muchas ocasiones y pocas ayudas �y
osare decir ninguna sino para ayudarme a caer�, �que esperaba sino
lo dicho?
Creo tiene mucho delante de Dios un fraile de Santo Domingo (31),
gran letrado, que el me despert� de este sue�o; el me hizo, como
creo he dicho, comulgar de quince a quince d�as; y del mal, no
tanto (32). Comence a tornar en m�, aunque no dejaba de hacer
ofensas al Se�or; mas como no hab�a perdido el camino, aunque poco
a poco, cayendo y levantando, iba por el; y el que no deja de
andar e ir adelante, aunque tarde, llega. No me parece es otra
cosa perder el camino sino dejar la oraci�n. �Dios nos libre, por
quien El es!
13. Queda de aqu� entendido �y n�tese mucho, por amor del Se�or�
que aunque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en
la oraci�n, que no se f�e de s�, pues puede caer, ni se ponga en
ocasiones en ninguna manera. M�rese mucho, que va mucho; (33) que
el enga�o que aqu� puede hacer el demonio despues, aunque la
merced sea cierto de Dios, es aprovecharse el traidor de la misma
merced en lo que puede, y (34) a personas no crecidas en las
virtudes, ni mortificadas, ni desasidas; porque aqu� no quedan
fortalecidas tanto que baste, como adelante dire (35), para
ponerse en las ocasiones y peligros, por grandes deseos y
determinaciones que tengan... Es excelente doctrina esta, y no
m�a, sino ense�ada de Dios; y as� querr�a que personas ignorantes,
como yo, la supiesen. Porque aunque este un alma en este estado,
no ha de fiar de s� para salir a combatir, porque har� harto en
defenderse. Aqu� son menester armas para defenderse de los
demonios, y a�n no tienen fuerzas para pelear contra ellos y
traerlos debajo de los pies, como hacen los que est�n en el estado
que dire despues (36).
14. Este es el enga�o con que coge el demonio: que, como se ve un
alma tan llegada a Dios y ve la diferencia que hay del bien del
cielo al de la tierra y el amor que la muestra el Se�or, de este
amor nace confianza y seguridad de no caer de lo que goza;
parecele que ve claro el premio, que no es posible ya en cosa que
aun para la vida es tan deleitosa y suave, dejarla por cosa tan
baja y sucia como es el deleite; y con esta confianza qu�tale el
demonio la poca que ha de tener de s�; y, como digo, p�nese en los
peligros y comienza con buen celo a dar de la fruta sin tasa (37),
creyendo que ya no hay que temer de s�. Y esto no va con soberbia,
que bien entiende el alma que no puede de s� nada, sino de mucha
confianza de Dios sin discreci�n, porque no mira que a�n tiene
pelo malo. Puede salir del nido, y s�cala Dios; mas a�n no est�n
para volar; porque las virtudes a�n no est�n fuertes, ni tiene
experiencia para conocer los peligros, ni sabe el da�o que hace en
confiar de s�.
15. Esto fue lo que a m� me destruy�. Y para esto y para todo hay
gran necesidad de maestros y trato con personas espirituales. Bien
creo que alma que llega Dios a este estado, si muy del todo no
deja a Su Majestad, que no la dejar� de favorecer ni la dejar�
perder. Mas cuando, como he dicho (38), cayere, mire, mire por
amor del Se�or no la enga�e en que deje la oraci�n, como hac�a a
m� con humildad falsa, como ya lo he dicho y muchas veces lo
querr�a decir.
F�e de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que
podemos hacer, y no se acuerda de nuestra ingratitud, cuando
nosotros, conociendonos, queremos tornar a su amistad, ni de las
mercedes que nos ha hecho para castigarnos por ellas; antes ayudan
a perdonarnos m�s presto, como a gente que ya era de su casa y ha
comido, como dicen, de su pan.
Acuerdense de sus palabras (39) y miren lo que ha hecho conmigo,
que primero me canse de ofenderle, que Su Majestad dej� de
perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus
misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir.
Sea bendito para siempre, amen, y al�benle todas las cosas.
NOTAS CAP�TULO 19
Doble tema del cap�tulo: efectos o influjo de este grado de
oraci�n en la vida del orante (seg�n lo prometido en el c. 18,6),
y la consigna de no abandonar la oraci�n: comp�rese con el t�tulo.
1 La imagen de �fuego y agua� hermanados, la desarrollar� en
Camino 19, 8-15, donde insiste en el tema parad�jico del agua que
enciende m�s y m�s el fuego.
2 Algarab�a: en el sentido de lenguaje ininteligible (cf. 14, 8
nota; y Camino 20, 5).
3 Al encomenzar, escribe la Santa (como en 4, 2 nota).
Modernizamos la lectura. Texto mal le�do por los editores
modernos, que omiten el art�culo. Tambien trascriben mal la frase
siguiente (�est� muy m�s aprovechada...�). Texto bien le�do por
fray Luis (p. 211).
4 Ni fue parte: no particip� o no contribuy� a...
5 Que puede: est� borrado el �que� en el aut�grafo. Leemos como
fray Luis (p. 211).
6 Andar a caza (de razones) el entendimiento.
7 Pecina: cieno.
8 Reaparece la alegor�a del huerto (11, 6): repartir la fruta es
comunicar a otros las gracias propias (Cf. 17, 2; y el n. 14 de
este cap�tulo).
9 Un agua trae (consigue) otra agua. Especie de axioma teresiano.
Aqu� quiere decir que el agua de las l�grimas consigue el agua de
gracias superiores para regar el huerto. - En el aut�grafo alguien
subray� la frase anterior: l�grimas todo lo ganan.
10 Bater�a: guerra.
11 �Un a�o y m�s�, hab�a dicho en el c. 7, 11.
12 Es el tema de los �santos pecadores�, reiterado en la
narraci�n: pr�l. 1; 9, 7, etc.
13 Probable alusi�n a la doctrina luterana, seg�n la cual la
gracia s�lo �cubre�, no �quita� (elimina) las llagas del pecado.
14 Es decir: �personas... criadas en religi�n y siendo religiosas
de verdad, y no como yo que no ten�a m�s que el nombre de
religiosa�.
15 Gente no interesal: que no obra por interes.
16 Con gran parte: ni con mucho.
17 En casa: en la Encarnaci�n de Avila. - A continuaci�n: lo era
yo, es decir, �era yo parte�, en la acepci�n de participar,
contribuir a...
18 Es el salmo 118, 137: �iustus es, Domine, et rectum iudicium
tuum�.
19 Conclusas: incluidas.
20 Se remite a lo dicho en el n. 6. - En el aut�grafo, la frase
comienza con un signo que prodr�a leerse �Oh�.
21 Lo declarar� en los cc. 25-27.
22 Mi hijo: borrado en el aut�grafo (por B��ez ?). Ya hab�a
ocurrido lo mismo en el c. 16, 6. Motivo probable: juzgar
demasiado confidencial la expresi�n. - El aludido es Garc�a de
Toledo.
23 Especie de oraci�n auto-imprecatoria. Ya aflor� en el c. 5, 11.
24 Es decir: a San Pedro lo perdon�, tras serle ingrato una sola
vez. Sigue aludiendo a lo referido en el c. 7, 11.
25 Im�genes ya utilizadas en el c. 8, 1. - A continuaci�n: yo me
santiguo: me hago cruces de asombro (cf. c. 37, 9).
26 En recto orden: �pues aun esto no hac�a bien�.
27 Alusiones a la narraci�n de Hechos 1, 18.
28 Pensaba: puede omitirse este verbo (as� lo hizo fray Luis, p.
220), pues la frase se reinicia tras el parentesis. -M�s de 21
a�os: escribe esto en 1565 (2� redacci�n), y los hechos aludidos
datan de 1543/1544 (cf. 7, 17).
29 Libraba: en su acepci�n financiera: �dar carta de libranza o de
pago�. Ironiza: el demonio se la dar�a hasta el d�a del juicio.
30 Lecci�n: lectura.
31 �Fr. Vicente Barr�n�, anota Graci�n en su ejemplar. Ya lo narr�
ella en el c. 7, 17 y c. 5, 3.
32 Del mal no tanto. A modo de exclamaci�n: �del mal el menos�.
Cf. la misma expresi�n en Camino 1, 4.
33 Va mucho: importa mucho.
34 Se sobreentiende: y �enga�a� el traidor (demonio).
35 Lo tratar� en el c. 20, 22-29, y c. 21, 11. - Queda suspenso el
sentido de la frase, por estar borradas e ilegibles varias
palabras en el aut�grafo. No trascritas por fray Luis (p. 222).
36 Ib.
37 Dar la fruta sin tasa (no s�lo para �gustaduras�) (c. 17, 2):
equivale, en la imagen del �huerto�, a preocuparse imprudentemente
por las cosas de los otros. - Reaparece enseguida la imagen del
�avecica�, �que a�n tiene pelo malo� (c. 13, 2; 18, 9).
38 En los nn. 3-5 y 10 de este cap�tulo; y en el c. 7, 11. Lo de
�humildad falsa�, lo ha dicho en el n. 4.
39 Alusi�n a los pasajes b�blicos en que el Se�or promete el
perd�n: Ezech. 33, 11; Mt 9, 13; Luc 15. - Ya el pasaje anterior
(�comer de su pan�) es reminiscencia de las palabras de Jes�s en
Jn 13, 18.
CAP�TULO 20
En que trata la diferencia que hay de uni�n a arrobamiento. �
Declara que cosa es arrobamiento, y dice algo del bien que tiene
el alma que el Se�or por su bondad llega a el. � Dice los efectos
que hace. � Es de mucha admiraci�n (1).
1. Querr�a saber declarar con el favor de Dios la diferencia que
hay de uni�n a arrobamiento o elevamiento o vuelo que llaman de
esp�ritu o arrebatamiento, que todo es uno. Digo que estos
diferentes nombres todo es una cosa, y tambien se llama extasis
(2). Es grande la ventaja que hace a la uni�n. Los efectos muy
mayores hace y otras hartas operaciones, porque la uni�n parece
principio y medio y fin, y lo es en lo interior; mas as� como
estotros fines son en m�s alto grado, hace los efectos interior y
exteriormente (3). Decl�relo el Se�or, como ha hecho lo dem�s,
que, cierto, si Su Majestad no me hubiera dado a entender por que
modos y maneras se puede algo decir, yo no supiera (4).
2. Consideremos ahora que esta agua postrera, que hemos dicho (5),
es tan copiosa que, si no es por no lo consentir la tierra,
podemos creer que se est� con nosotros esta nube de la gran
Majestad ac� en esta tierra. Mas cuando este gran bien le
agradecemos, acudiendo con obras seg�n nuestras fuerzas, coge el
Se�or el alma, digamos ahora, a manera que las nubes cogen los
vapores de la tierra, y lev�ntala toda de ella (helo o�do as� esto
de que cogen las nubes los vapores, o el sol) (6), y sube la nube
al cielo y llevala consigo, y comienzala a mostrar cosas del reino
que le tiene aparejado. No se si la comparaci�n cuadra, mas en
hecho de verdad ello pasa as�.
3. En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo, y
as� se siente muy sentido faltar de el el calor natural; vase
enfriando, aunque con grand�sima suavidad y deleite. Aqu� no hay
ning�n remedio de resistir, que en la uni�n, como estamos en
nuestra tierra, remedio hay: aunque con pena y fuerza, resistir se
puede casi siempre. Ac� (7), las m�s veces, ning�n remedio hay,
sino que muchas, sin prevenir el pensamiento ni ayuda ninguna,
viene un �mpetu tan acelerado y fuerte, que veis y sent�s
levantarse esta nube o esta �guila caudalosa (8) y cogeros con sus
alas.
4. Y digo que se entiende y veisos llevar, y no sabeis d�nde.
Porque, aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace
temer a los principios, y es menester �nima determinada y animosa
�mucho m�s que para lo que queda dicho� (9) para arriscarlo todo,
venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios e ir adonde
nos llevaren, de grado, pues os llevan aunque os pese. Y en tanto
extremo, que muy muchas veces querr�a yo resistir, y pongo todas
mis fuerzas, en especial algunas que es en p�blico y otras hartas
en secreto, temiendo ser enga�ada. Algunas pod�a algo, con gran
quebrantamiento: como quien pelea con un jay�n fuerte, quedaba
despues cansada; otras era imposible, sino que me llevaba el alma
y aun casi ordinario la cabeza tras ella, sin poderla tener (10),
y algunas toda el cuerpo, hasta levantarle.
5. Esto ha sido pocas, porque como una vez fuese adonde est�bamos
juntas en el coro y yendo a comulgar, estando de rodillas, d�bame
grand�sima pena, porque me parec�a cosa muy extraordinaria y que
hab�a de haber luego mucha nota; (11) y as� mande a las monjas
(porque es ahora despues que tengo oficio de Priora), no lo
dijesen. Mas otras veces, como comenzaba a ver que iba a hacer el
Se�or lo mismo (y una estando personas principales de se�oras, que
era la fiesta de la vocaci�n (12), en un serm�n), tend�ame en el
suelo y alleg�banse a tenerme el cuerpo, y todav�a se echaba de
ver. Suplique mucho al Se�or que no quisiese ya darme m�s mercedes
que tuviesen muestras exteriores; porque yo estaba cansada ya de
andar en tanta cuenta (13) y que aquella merced pod�a Su Majestad
hacermela sin que se entendiese. Parece ha sido por su bondad
servido de o�rme, que nunca m�s hasta ahora lo he tenido; verdad
es que ha poco (14).
6. Es as� que me parec�a, cuando quer�a resistir, que desde debajo
de los pies me levantaban fuerzas tan grandes que no se c�mo lo
comparar, que era con mucho m�s �mpetu que estotras cosas de
esp�ritu, y as� quedaba hecha pedazos; porque es una pelea grande
y, en fin, aprovecha poco cuando el Se�or quiere, que no hay poder
contra su poder. Otras veces es servido de contentarse con que
veamos nos quiere hacer la merced y que no queda por Su Majestad,
y resistiendose por humildad, deja los mismos efectos que si del
todo se consintiese.
7. A los que esto hace son grandes: lo uno (15), muestrase el gran
poder del Se�or y c�mo no somos parte, cuando Su Majestad quiere,
de detener tan poco el cuerpo como el alma, ni somos se�ores de
ello; sino que, mal que nos pese, vemos que hay superior y que
estas mercedes son dadas de El y que nosotros no podemos en nada
nada, e impr�mese mucha humildad. Y aun yo confieso que gran temor
me hizo; al principio, grand�simo; porque (16) verse as� levantar
un cuerpo de la tierra, que aunque el esp�ritu le lleva tras s� y
es con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el sentido;
al menos yo estaba de manera en m�, que pod�a entender era
llevada. Muestrase una majestad de quien puede hacer aquello, que
espeluza los cabellos (17), y queda un gran temor de ofender a tan
gran Dios; este, envuelto en grand�simo amor que se cobra de nuevo
a quien vemos le tiene tan grande a un gusano tan podrido, que no
parece se contenta con llevar tan de veras el alma a S�, sino que
quiere el cuerpo, aun siendo tan mortal y de tierra tan sucia como
por tantas ofensas se ha hecho.
8. Tambien deja un desasimiento extra�o, que yo no podre decir
c�mo es. Pareceme que puedo decir es diferente en alguna manera,
�digo, m�s que estotras cosas de s�lo esp�ritu�; porque ya que
esten cuanto al esp�ritu con todo desasimiento de las cosas, aqu�
parece quiere el Se�or el mismo cuerpo lo ponga por obra, y h�cese
una extra�eza nueva para con las cosas de la tierra, que es muy
penosa la vida.
9. Despues da una pena, que ni la podemos traer a nosotros ni
venida se puede quitar. Yo quisiera harto dar a entender esta gran
pena y creo no podre, mas dire algo si supiere. Y hase de notar,
que estas cosas (18) son ahora muy a la postre, despues de todas
las visiones y revelaciones que escribire; y el tiempo que sol�a
tener oraci�n, adonde el Se�or me daba tan grandes gustos y
regalos, ahora, ya que eso no cesa algunas veces, las m�s y lo m�s
ordinario es esta pena que ahora dire.
Es mayor y menor. De cuando es mayor quiero ahora decir, porque,
aunque adelante dire de estos grandes �mpetus (19) que me daban
cuando me quiso el Se�or dar los arrobamientos, no tiene m�s que
ver, a mi parecer, que una cosa muy corporal a una muy espiritual,
y creo no lo encarezco mucho. Porque aquella pena parece, aunque
la siente el alma, es en compa��a del cuerpo; entrambos parece
participan de ella, y no es con el extremo del desamparo que en
esta.
Para la cual �como he dicho� (20) no somos parte, sino muchas
veces a deshora viene un deseo que no se c�mo se mueve, y de este
deseo, que penetra toda el alma en un punto, se comienza tanto a
fatigar, que sube muy sobre s� y de todo lo criado, y p�nela Dios
tan desierta de todas las cosas, que por mucho que ella trabaje,
ninguna que la acompa�e le parece hay en la tierra, ni ella la
querr�a, sino morir en aquella soledad. Que la hablen y ella se
quiera hacer toda la fuerza posible a hablar, aprovecha poco; que
su esp�ritu, aunque ella m�s haga, no se quita de aquella soledad.
Y con parecerme que est� entonces lej�simo Dios, a veces comunica
sus grandezas por un modo el m�s extra�o que se puede pensar; y
as� no (21) se sabe decir, ni creo lo creer� ni entender� sino
quien hubiere pasado por ello; porque no es la comunicaci�n para
consolar, sino para mostrar la raz�n que tiene de fatigarse de
estar ausente de bien que en s� tiene todos los bienes.
10. Con esta comunicaci�n crece el deseo y el extremo de soledad
en que se ve, con una pena tan delgada y penetrativa que, aunque
el alma se estaba puesta en aquel desierto, que al pie de la letra
me parece se puede entonces decir (y por ventura lo dijo el real
Profeta estando en la misma soledad, sino que como a santo se la
dar�a el Se�or a sentir en m�s excesiva manera): Vigilavi, et
factus sum sicut passer solitarius in tecto; (22) y as�, se me
representa este verso entonces que me parece lo veo yo en m�, y
consuelame ver que han sentido otras personas tan gran extremo de
soledad, cu�nto m�s tales.
As� parece que est� el alma no en s�, sino en el tejado o techo de
s� misma y de todo lo criado; porque aun encima de lo muy superior
del alma me parece que est�.
11. Otras veces parece anda el alma como necesitad�sima, diciendo
y preguntando a s� misma: �D�nde est� tu Dios? (23) Es de mirar
que el romance de estos versos yo no sab�a bien el que era, y
despues que lo entend�a me consolaba de ver que me los hab�a
tra�do el Se�or a la memoria sin procurarlo yo. Otras me acordaba
de lo que dice San Pablo, que est� crucificado al mundo (24). No
digo yo que sea esto as�, que ya lo veo; mas pareceme que est� as�
el alma, que ni del cielo le viene consuelo ni est� en el, ni de
la tierra le quiere ni est� en ella, sino como crucificada entre
el cielo y la tierra, padeciendo sin venirle socorro de ning�n
cabo. Porque el que le viene del cielo (que es, como he dicho
(25), una noticia de Dios tan admirable, muy sobre todo lo que
podemos desear), es para m�s tormento; porque acrecienta el deseo
de manera que, a mi parecer, la gran pena algunas veces quita el
sentido, sino que dura poco sin el.
Parecen unos tr�nsitos de la muerte, salvo que trae consigo un tan
gran contento este padecer, que no se yo a que lo comparar. Ello
es un recio martirio sabroso, pues todo lo que se le puede
representar al alma de la tierra, aunque sea lo que le suele ser
m�s sabroso, ninguna cosa admite; luego parece lo lanza de s�.
Bien entiende que no quiere sino a su Dios; (26) mas no ama cosa
particular de El, sino todo junto le quiere y no sabe lo que
quiere. Digo �no sabe�, porque no representa nada la imaginaci�n;
ni, a mi parecer, mucho tiempo de lo que est� as� no obran las
potencias. Como en la uni�n y arrobamiento el gozo, aqu� la pena
las suspende.
12. �Oh Jes�s! �Quien pudiera dar a entender bien a vuestra merced
(27) esto, aun para que me dijera lo que es, porque es en lo que
ahora anda siempre mi alma!
Lo m�s ordinario, en viendose desocupada, es puesta en estas
ansias de muerte, y teme, cuando ve que comienzan, porque no se ha
de morir; mas llegada a estar en ello, lo que hubiese de vivir
querr�a en este padecer; (28) aunque es tan excesivo, que el
sujeto le puede mal llevar, y as� algunas veces se me quitan todos
los pulsos casi, seg�n dicen las que algunas veces se llegan a m�
de las hermanas que ya m�s lo entienden, y las canillas (29) muy
abiertas, y las manos tan yertas que yo no las puedo algunas veces
juntar; y as� me queda dolor hasta otro d�a en los pulsos y en el
cuerpo, que parece me han descoyuntado (30).
13. Yo bien pienso alguna vez ha de ser el Se�or servido, si va
adelante como ahora, que se acabe con acabar la vida, que, a mi
parecer, bastante es tan gran pena para ello (31), sino que no lo
merezco yo. Toda la ansia es morirme entonces. Ni me acuerdo de
purgatorio, ni de los grandes pecados que he hecho, por donde
merec�a el infierno. Todo se me olvida con aquella ansia de ver a
Dios; y aquel desierto y soledad le parece mejor que toda la
compa��a del mundo.
Si algo la podr�a dar consuelo, es tratar con quien hubiese pasado
por este tormento; y ver que, aunque se queje de el, nadie le
parece la ha de creer, [14] tambien la atormenta; (32) que esta
pena es tan crecida que no querr�a soledad como otras, ni compa��a
sino con quien se pueda quejar. Es como uno que tiene la soga a la
garganta y se est� ahogando, que procura tomar huelgo. As� me
parece que este deseo de compa��a es de nuestra flaqueza; que como
nos pone la pena en peligro de muerte (que esto s�, cierto, hace;
yo me he visto en este peligro algunas veces con grandes
enfermedades y ocasiones, como he dicho, y creo podr�a decir es
este tan grande como todos), as� el deseo que el cuerpo y alma
tienen de no se apartar es el que pide socorro para tomar huelgo
y, con decirlo y quejarse y divertirse (33), buscar remedio para
vivir muy contra voluntad del esp�ritu o de lo superior del alma,
que no querr�a salir de esta pena.
15. No se yo si atino a lo que digo o si lo se decir, mas, a todo
mi parecer, pasa as�. Mire vuestra merced que descanso puede tener
en esta vida, pues el que hab�a �que era la oraci�n y soledad,
porque all� me consolaba el Se�or� es ya lo m�s ordinario este
tormento, y es tan sabroso y ve el alma que es de tanto precio,
que ya le quiere m�s que todos los regalos que sol�a tener.
Parecele m�s seguro, porque es camino de cruz, y en s� tiene un
gusto muy de valor (34), a mi parecer, porque no participa con el
cuerpo sino pena, y el alma es la que padece y goza sola del gozo
y contento que da este padecer.
No se yo c�mo puede ser esto, mas as� pasa, que, a mi parecer, no
trocar�a esta merced que el Se�or me hace (que bien de su mano
(35) �y como he dicho� nonada adquirida de m�, porque es muy muy
sobrenatural) por todas las que despues dire; no digo juntas, sino
tomada cada una por s�. Y no se deje de tener acuerdo que es
despues de todo lo que va escrito en este libro y en lo que ahora
me tiene el Se�or.
Digo que estos �mpetus es despues de las mercedes que aqu� van,
que me ha hecho el Se�or (36).
16. Estando yo a los principios con temor (como me acaece casi en
cada merced que me hace el Se�or, hasta que con ir adelante Su
Majestad asegura), me dijo que no temiese y que tuviese en m�s
esta merced que todas las que me hab�a hecho; que en esta pena se
purificaba el alma, y se labra o purifica como el oro en el crisol
(37), para poder mejor poner los esmaltes de sus dones, y que se
purgaba all� lo que hab�a de estar en purgatorio.
Bien entend�a yo era gran merced, mas quede con mucha m�s
seguridad, y mi confesor me dice que es bueno. Y aunque yo tem�,
por ser yo tan ruin, nunca pod�a creer que era malo; antes, el muy
sobrado bien me hac�a temer, acord�ndome cu�n mal lo tengo
merecido. Bendito sea el Se�or que tan bueno es. Amen.
17. Parece que he salido de prop�sito, porque comence a decir de
arrobamientos y esto que he dicho aun es m�s que arrobamiento, y
as� deja los efectos que he dicho (38).
18. Ahora tornemos a arrobamiento, de lo que en ellos es m�s
ordinario.
Digo que muchas veces me parec�a me dejaba el cuerpo tan ligero,
que toda la pesadumbre de el me quitaba, y algunas era tanto, que
casi no entend�a poner los pies en el suelo. Pues cuando est� en
el arrobamiento, el cuerpo queda como muerto, sin poder nada de s�
muchas veces, y como le toma se queda: si en pie, si sentado, si
las manos abiertas, si cerradas (39). Porque aunque pocas veces se
pierde el sentido, algunas me ha acaecido a m� perderle del todo,
pocas y poco rato. Mas lo ordinario es que se turba y aunque no
puede hacer nada de s� cuanto a lo exterior, no deja de entender y
o�r como cosa de lejos.
No digo que entiende y oye cuando est� en lo subido de el (digo
subido, en los tiempos que se pierden las potencias, porque est�n
muy unidas con Dios), que entonces no ve ni oye ni siente, a mi
parecer; mas, como dije en la oraci�n de uni�n pasada (40), este
transformamiento del alma del todo en Dios dura poco; mas eso que
dura, ninguna potencia se siente, ni sabe lo que pasa all�.
No debe ser para que se entienda mientras vivimos en la tierra, al
menos no lo quiere Dios, que no debemos ser capaces para ello. Yo
esto he visto por m�.
19. Dir�me vuestra merced que c�mo dura alguna vez tantas horas el
arrobamiento, y muchas veces. Lo que pasa por m� es que �como dije
en la oraci�n pasada� (41) g�zase con intervalos. Muchas veces se
engolfa el alma o la engolfa el Se�or en s�, por mejor decir, y
teniendola as� un poco, quedase con sola la voluntad. Pareceme es
este bullicio de estotras dos potencias como el que tiene una
leng�ecilla de estos relojes de sol, que nunca para; mas cuando el
sol de justicia (42) quiere, h�celas detener.
Esto digo que es poco rato. Mas como fue grande el �mpetu, y
levantamiento de esp�ritu, y aunque estas tornen a bullirse, queda
engolfada la voluntad, hace, como se�ora del todo, aquella
operaci�n en el cuerpo; (43) porque, ya que las otras dos
potencias bullidoras la quieren estorbar, de los enemigos los
menos: no la estorben tambien los sentidos; y as� hace que esten
suspendidos, porque lo quiere as� el Se�or. Y por la mayor parte
est�n cerrados los ojos, aunque no queramos cerrarlos; y si
abiertos alguna vez, como ya dije (44), no atina ni advierte lo
que ve.
20. Aqu� es mucho menos lo que puede hacer de s�, para que cuando
se tornaren las potencias a juntar no haya tanto que hacer. Por
eso, a quien el Se�or diere esto, no se desconsuele cuando se vea
as� atado el cuerpo muchas horas, y a veces el entendimiento y
memoria divertidos. Verdad es que lo ordinario es estar embebidas
en alabanzas de Dios o en querer comprender y entender lo que ha
pasado por ellas; y aun para esto no est�n bien despiertas, sino
como una persona que ha mucho dormido y so�ado, y a�n no acaba de
despertar.
21. Decl�rome tanto en esto, porque se que hay ahora, aun en este
lugar (45), personas a quien el Se�or hace estas mercedes, y si
los que las gobiernan no han pasado por esto, por ventura les
parecer� que han de estar como muertas en arrobamiento, en
especial si no son letrados, y lastima lo que se padece con los
confesores que no lo entienden, como yo dire despues (46). Quiz�
yo no se lo que digo. Vuestra merced lo entender�, si atino en
algo, pues el Se�or le ha ya dado experiencia de ello, aunque como
no es de mucho tiempo, quiz� no habr� mir�dolo tanto como yo.
As� que, aunque mucho lo procuro, por buenos ratos no hay fuerza
en el cuerpo para poderse menear; todas las llev� el alma consigo.
Muchas veces queda sano �que estaba bien enfermo y lleno de
grandes dolores� y con m�s habilidad, porque es cosa grande lo que
all� se da, y quiere el Se�or algunas veces �como digo� lo goce el
cuerpo, pues ya obedece a lo que quiere el alma. Despues que torna
en s�, si ha sido grande el arrobamiento, acaece andar un d�a o
dos y aun tres tan absortas las potencias, o como embobecida (47),
que no parece anda en s�.
22. Aqu� es la pena de haber de tornar a vivir. Aqu� le nacieron
las alas para bien volar. Ya se le ha ca�do el pelo malo (48).
Aqu� se levanta ya del todo la bandera por Cristo, que no parece
otra cosa sino que este alcaide de esta fortaleza se sube o le
suben a la torre m�s alta a levantar la bandera por Dios. Mira a
los de abajo como quien est� en salvo. Ya no teme los peligros,
antes los desea, como quien por cierta manera se le da all�
seguridad de la victoria. Vese aqu� muy claro en lo poco que todo
lo de ac� se ha de estimar y lo nonada que es. Quien est� de lo
alto, alcanza muchas cosas. Ya no quiere querer, ni tener libre
albedr�o no querr�a (49), y as� lo suplica al Se�or. Dale las
llaves de su voluntad.
Hele aqu� el hortelano hecho alcaide (50). No quiere hacer cosa,
sino la voluntad del Se�or, ni serlo el de s� (51) ni de nada ni
de un pero de esta huerta, sino que, si algo bueno hay en ella, lo
reparta Su Majestad; que de aqu� adelante no quiere cosa propia,
sino que haga de todo conforme a su gloria y a su voluntad.
23. Y en hecho de verdad pasa as� todo esto, si los arrobamientos
son verdaderos, que queda el alma con los efectos y
aprovechamiento que queda dicho. Y si no son estos, dudar�a yo
mucho serlos de parte de Dios, antes temer�a no sean los
rabiamientos que dice San Vicente (52). Esto entiendo yo y he
visto por experiencia: quedar aqu� el alma se�ora de todo y con
libertad en una hora y menos, que ella no se puede conocer. Bien
ve que no es suyo, ni sabe c�mo se le dio tanto bien, mas entiende
claro el grand�simo provecho que cada rapto de estos trae (53).
No hay quien lo crea si no ha pasado por ello; y as� no creen a la
pobre alma, como la han visto ruin y tan presto la ven pretender
cosas tan animosas; porque luego da en no se contentar con servir
en poco al Se�or, sino en lo m�s que ella puede. Piensan es
tentaci�n y disparate. Si entendiesen no nace de ella sino del
Se�or a quien ya ha dado las llaves de su voluntad, no se
espantar�an.
24. Tengo para m� que un alma que allega a este estado, que ya
ella no habla ni hace cosa por s�, sino (54) que de todo lo que ha
de hacer tiene cuidado este soberano Rey. �Oh, v�lgame Dios, que
claro se ve aqu� la declaraci�n del verso, y c�mo se entiende
ten�a raz�n y la tendr�n todos de pedir alas de paloma! (55)
Entiendese claro es vuelo el que da el esp�ritu para levantarse de
todo lo criado, y de s� mismo el primero; mas es vuelo suave, es
vuelo deleitoso, vuelo sin ruido.
25. �Que se�or�o tiene un alma que el Se�or llega aqu�, que lo
mire todo sin estar enredada en ello! �Que corrida est� del tiempo
que lo estuvo! �Que espantada de su ceguedad! �Que lastimada de
los que est�n en ella, en especial si es gente de oraci�n y a
quien Dios ya regala! Querr�a dar voces para dar a entender que
enga�ados est�n, y aun as� lo hace algunas veces, y lluevenle en
la cabeza mil persecuciones. Tienenla por poco humilde y que
quiere ense�ar a de quien (56) hab�a de aprender, en especial si
es mujer. Aqu� es el condenar �y con raz�n�, porque no saben el
�mpetu que la mueve, que a veces no se puede valer, ni puede
sufrir no desenga�ar a los que quiere bien y desea ver sueltos de
esta c�rcel de esta vida (57), que no es menos ni le parece menos
en la que ella ha estado.
26. Fat�gase del tiempo en que mir� puntos de honra y en el enga�o
que tra�a de creer que era honra lo que el mundo llama honra; ve
que es grand�sima mentira y que todos andamos en ella; entiende
que la verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, teniendo
en algo lo que es algo, y lo que no es nada tenerlo en nonada,
pues todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a
Dios.
27. R�ese de s�, del tiempo que ten�a en algo los dineros y
codicia de ellos, aunque en esta nunca creo �y es as� verdad�
confese culpa; harta culpa era tenerlos en algo. Si con ellos se
pudiera comprar el bien que ahora veo en m�, tuvieralos en mucho;
mas ve que este bien se gana con dejarlo todo. �Que es esto que se
compra con estos dineros que deseamos? �Es cosa de precio? �Es
cosa durable? �O para que los queremos? Negro descanso se procura,
que tan caro cuesta. Muchas veces se procura con ellos el infierno
y se compra fuego perdurable y pena sin fin. �Oh, si todos diesen
en tenerlos por tierra sin provecho, que concertado andar�a el
mundo, que sin tr�fagos! (58) �Con que amistad se tratar�an todos
si faltase interes de honra y de dineros! Tengo para m� se
remediar�a todo.
28. Ve de los deleites tan gran ceguedad, y c�mo con ellos compra
trabajo, aun para esta vida, y desasosiego. �Que inquietud! �Que
poco contento! �Que trabajar en vano!
Aqu� no s�lo las telara�as ve de su alma y las faltas grandes,
sino un polvito que haya, por peque�o que sea, porque el sol est�
muy claro; y as�, por mucho que trabaje un alma en perfeccionarse,
si de veras la coge este Sol, toda se ve muy turbia. Es como el
agua que est� en un vaso, que si no le da el sol est� muy claro;
si da en el, vese que est� todo lleno de motas. Al pie de la letra
es esta comparaci�n. Antes de estar el alma en este extasis,
parecele que trae cuidado de no ofender a Dios y que conforme a
sus fuerzas hace lo que puede; mas llegada aqu�, que le da este
sol de justicia (59) que la hace abrir los ojos, ve tanta motas,
que los querr�a tornar a cerrar; porque a�n no es tan hija de esta
�guila caudalosa, que pueda mirar este sol de en hito en hito;
(60) mas, por poco que los tenga abiertos, vese toda turbia.
Acuerdase del verso que dice; �Quien ser� justo delante de Ti?
(61).
29. Cuando mira este divino sol, desl�mbrale la claridad. Como se
mira a s�, el barro la tapa los ojos: ciega est� esta palomita.
As� acaece muy muchas veces quedarse as� ciega del todo, absorta,
espantada, desvanecida de tantas grandezas como ve.
Aqu� se gana la verdadera humildad, para no se le dar nada de
decir bienes de s�, ni que lo digan otros. Reparte el Se�or del
huerto la fruta y no ella, y as� no se le pega nada a las manos.
Todo el bien que tiene va guiado a Dios. Si algo dice de s�, es
para su gloria. Sabe que no tiene nada el (62) all� y, aunque
quiera, no puede ignorarlo, porque lo ve por vista de ojos, que,
mal que le pese, se los hace cerrar a las cosas del mundo, y que
los tenga abiertos para entender verdades.
NOTAS CAP�TULO 20
El tema del cap�tulo puede formularse con la palabra �extasis�.
Dentro del estado m�stico (= uni�n: cuarta agua), se produce un
fen�meno exaltante: arrobamiento o extasis. La exposici�n pasa de
lo doctrinal a lo autobiogr�fico y testifical: es la situaci�n que
est� viviendo �ahora� (nn. 9 y 12). Lugares paralelos en sus
escritos: Moradas 6, cc. 4-5; Conceptos c. 6; Rel. 5, 7-11; los
textos cronol�gicamente m�s cercanos a Vida son: Rel. 1, 2 s.;
Rel. 3, 10. Por esas fechas escribi� uno de los letrados asesores
de la Santa un �Dictamen� sobre ella: �En oyendo hablar a Dios con
devoci�n y fuerza, se suele arrebatar muchas veces, y con procurar
resistir, no puede, y queda entonces tal a los que la ven, que
pone grand�sima devoci�n� (BMC, t. 2, p. 132).
1 En el aut�grafo est� borrada esta �ltima cl�usula por uno de los
letrados asesores.
2 Nueva insinuaci�n de que la autora recurre a la nomenclatura
usada por los autores espirituales. - Merece ser recordado aqu� el
elogio que de esta doctrina teresiana hace SAN JUAN DE LA CRUZ:
�Lugar era este conveniente para tratar de las diferencias de
raptos y extasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de
esp�ritu que a los espirituales suelen acaecer. Mas, porque mi
intento no es sino declarar brevemente estas canciones...,
quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo, y porque
tambien la bienaventurada Teresa de Jes�s, nuestra Madre, dej�
escritas de estas cosas de esp�ritu admirablemente, las cuales
espero en Dios saldr�n presto impresas a la luz�. (C�ntico A 12,
6, pasaje trasladado intacto al C�ntico B 13, 7). - De hecho el
propio San Juan de la Cruz hab�a promovido la edici�n de las obras
de la Santa en el Definitorio de 1 de septiembre de 1586 (cf.
JERONIMO DE SAN JOSE, Historia del Carmen Descalzo, t. I, L. 5, c.
13, p. 878 s.).
3 El sentido es: �as� como estotros fines (arrobamiento, vuelo de
esp�ritu, etc.) son en m�s alto grado, as� hacen efectos m�s
aventajados que la simple uni�n.
4 Recuerdense los testimonios del c. 16, 2 y 18, 14.
5 La �cuarta agua� de que tratan estos cc. 18-21. Cf. c. 18, 1.19;
c. 19, 1.
6 La frase entre parentesis fue a�adida por la Santa al margen del
aut�grafo. Fray Luis la omiti� (p. 225).
7 Ac�: en los arrobamientos.
8 Aguila caudalosa: �guila caudal.
9 Lo que queda dicho: alude a las gracias m�sticas de los cc.
anteriores. - Arriscar: arriesgar (cf. 16, 7-8).
10 Tener: equivale a detener o sostener (como en el n. 7).
11 Haber mucha nota: llamar la atenci�n. Quiz�s con cierta
connotaci�n negativa: �nota� en Cobarruvias, indica �infamia en
alguna persona�. - Despues que tengo el oficio de priora: en el
carmelo de San Jose de Avila, es priora desde principios de 1563.
12 Fiesta de la vocaci�n: fiesta de la advocaci�n o titular de la
casa, �San Jose� (vease el mismo vocablo en Fund. pr�l. n. 5). -
La gracia m�stica aqu� insinuada por la Santa se identifica, muy
probablemente, con una de las dos descritas en el Proceso de Avila
por la M. Petronila Bautista: �Otra vez, estando el padre fray
Domingo B��ez, dominico, grave religioso y catedr�tico de la
Universidad de Salamanca y confesor de la Santa Madre, haciendo
una pl�tica a las religiosas de este convento al locutorio, la
santa Madre se qued� arrobada; y el dicho Padre se quit� la
capilla, y dej� la pl�tica y puso gran silencio hasta que volvi�
en s�, y as� lo oy� decir luego que esta declarante entr� en este
convento... Tuvo muchos arrobamientos en diversas partes, y uno
fue tan grande, d�a del bienaventurado San Jose, estando oyendo
misa a la red del coro de este convento, que sintiendo ella que la
parec�a que la levantaban, se asi� a la red del coro y dijo a una
hermana que la tuviese, procurando no se echase de ver, y m�s por
estar all� una persona muy espiritual que ten�a licencia de Su
Santidad para poder entrar en este convento, y entonces esta
persona estaba junto a la Santa Madre� (BMC. t. 19, p. 582).
13 Andar en tanta cuenta: andar con tantas cautelas y cuidados.
14 Hace poco que han cesado las formas exteriores del extasis.
Escribe a fines de 1565 (2� redacci�n de Vida). Volvi� a tenerlos
m�s tarde: cf. Rel. 15 (extasis de Salamanca, 1571), Rel. 35
(comuni�n de manos de san Juan de la Cruz, 1572) y carta a Lorenzo
de Cepeda: 17.1.1577, poco antes de escribir las Moradas.
15 Lo uno: en primer lugar. (Seguir� la enumeraci�n de �efectos�
en los nn. 8 y 9). - El enunciado inicial: �son grandes los
efectos (del extasis) en aquellos a quienes el Se�or hace esta
gracia�.
16 Porque: equivale a �por�.
17 Espeluza: como despeluza o espeluzna (cf. 38, 19; y 39, 3).
18 Estas dos cosas, hab�a escrito la Santa, aludiendo al
�desasimiento extra�o� (n. 8) y a la �pena� (n. 9). Luego borr� la
palabra �dos�, dando mayor alcance a la afirmaci�n. - De visiones
y revelaciones, escribir� en los cc. 27, 28, 29, 32, 38, 39, 40.
19 De estos �mpetus grandes hablar� en el c. 29, 8-14.
20 Lo ha dicho en este mismo n�mero: �pena que no la podamos traer
a nosotros�, es decir no la podamos inducir.
21 No se sabe: as� en el aut�grafo. La deformaci�n de la edici�n
facs�mil (1873) ha provocado en los editores la falsa lectura �me
se sabe�. Fray Luis ley� correctamente: �no� (p. 230).
25 Lo ha dicho en el n. 9.
26 Ya lo ha afirmado en el c. 16, 5.
27 Sigue dialogando con el P. Garc�a de Toledo. Y luego los nn. 15
y 19. - N�tese la hondura de la confidencia. El di�logo apunta
igualmente a lo hondo de la vida del P. Garc�a (ver la alusi�n del
n. 21).
28 Morir/padecer: tema persistente hasta el final del libro: c.
40, 20. El sujeto le puede mal llevar: el f�sico, o la persona,
apenas lo puede soportar (�sujeto�: como �nuestro natural� del n.
4).
29 Los pulsos... las canillas: los latidos... las articulaziones.
- Comentando este pasaje de la Santa, escribe el �Diccionario de
Autoridades�: �Tambien se llama canillas a los huesos de que se
compone el brazo, desde la espaldilla hasta la mano�.
30Descoyuntado: como tras el paroxismo de sus a�os j�venes (cf. c.
6, 1).
31 Lo repetir� en Moradas 6, 11, 11.
32 Puntuaci�n dudosa. Fray Luis cierra la frase en �creer� (p.
133).
33 Divertirse: distraerse.
34 Muy de valor: muy valioso.
35 Desde fray Luis los editores han leido: �que viene de su mano�
(p. 234). - Alude a lo dicho en el n. 9 (nota 20).
36 Toda esta frase fue a�adida por la Santa al margen de su
aut�grafo. Fray Luis la retoc� para introducirla en el texto (p.
235). - Recuerdese que est� escribiendo en 1565.
37 Frase t�pica, de origen b�blico: Prov. 27, 21; Sab. 3, 6.
38 Comenz� a decir de arrobamientos en el n. 1..., hasta tratar de
la levitaci�n corporal en el n. 6: y esto que he dicho -el
�desasimiento extra�o� y �la pena infusa�- en los nn. 9-16. - En
el n. siguiente reanudar� el tema de la �levitaci�n�.
39 Elipsis: �si en pie le toma, en pie se queda, etc. - Fray Luis
ley� equivocadamente: �y como le toma se queda siempre, si
tentado...� (p. 236), seguido por todos los editores.
40 En el c. 18, 12.
41 Ib. - La frase siguiente: �muchas veces se engolfa el alma� -en
suspensi�n de todas las potencias- un poco de tiempo, y luego
sigue suspendida �sola la voluntad�.
42 Sol de justicia: expresi�n b�blica (Mal 4, 2), incorporada a la
liturgia navide�a.
43 La voluntad hace aquella operaci�n en el cuerpo: la suspensi�n
de las funciones som�ticas y la ligereza de la levitaci�n de que
habl� en el n. 18.
44 En el c. 18, n. 10.
45 En este lugar: en Avila.
46 Lo tratar� en los cc. 23 y 24.
47 Como embobecida: como aturdida. En el resto del libro preferir�
la expresi�n �como embobada� (cf. 25, 4; 29, 14; 34, 11; 37, 7;
38, 11).
48 Regresa de nuevo a la �avecica�, imagen del alma (c. 13, 2; 18,
9).
49 Por los acostumbados escr�pulos teol�gicos, B��ez tach� en el
aut�grafo: �libre albedr�o no querr�a�, y lo sustituy� por �otra
voluntad, sino hacer la de nuestro Se�or�. Fray Luis acogi� la
correcci�n de B��ez (p. 239). - Estaba de por medio la contienda
entre cat�licos y protestantes sobre el �de libero (o �de servo�)
arbitrio�. Y quiz�s la sombra de los alumbrados.
50 Hortelano / alcaide: la Santa funde las dos im�genes del
�huerto� y de la �fortaleza militar� (c. 18, 4). �Alcaide es el
castellano de un castillo o fuerza con gente y guarnici�n�
(Cobarruvias).
51 Ni ser el se�or de s�...
52 En el Tractatus de vita spirituali escribi� San Vicente Ferrer:
�Et scias pro certo quod maior pars raptuum, immo rabierum,
nuntiorum antichristi venit per istum modum� (c. 14).
�...abhorreas earum visionem... tamquam stultas dementias et eorum
raptus sicut rabiamenta� (c. 15. Cito por la edici�n de la B.A.C.,
1956, pp. 517 y 519). La Santa pudo leer estos pasajes en la
edici�n castellana publicada por Cisneros (Toledo, 1515). El mismo
juego de palabras (�arrobamientos como si tuvieran rabiamientos�)
pudo leerlo en OSUNA, Tercer Abecedario, t. 5, c. 2.
53 Rapto: como extasis (cf. 21, 8). Termino de procedencia b�blica
(2 Cor 12, 2: rapto de San Pablo, que ella recordar� m�s adelante
(38, 1).
54 Que ya ella... sino que: frase borrada en el aut�grafo, quiz�s
por el mismo P. B��ez, cuya correcci�n anterior (n. 22, nota 49)
hac�a que se repitiese esta frase tres veces casi seguidas. Fray
Luis reprodujo fielmente el aut�grafo (p. 241).
55 La declaraci�n del verso: el significado del vers�culo que cita
a continuaci�n, del Salmo 54, 7.
56 Es decir: quiere ense�ar �a aquellos� de quienes hab�a de
aprender.
57 Recurre nuevamente la imagen de �vida-c�rcel� (cf. 16, 8, nota
28; y en el c. 21, 6). - Aqu� con probable reminiscencia del texto
de San Pablo (Rom. 7, 27: cuerpo-c�rcel), alegado expresamente en
c. 21, 6.
58 Que sin tr�fagos: cu�n sin enredos, con cu�nta quietud.
�Tr�fago... es termino de mercaderes y vale tanto como trato,
comercio� (Cobarruvias). En Vida, cf. 21, 1.
59 Sol de justicia: Dios. Imagen b�blica (Mal 4, 2). Cf. n. 19,
nota 42.
60 Probable alusi�n a la f�bula popular del �guila real (imagen
utilizada en el n. 3) que ense�a a sus polluelos a mirar fijamente
al sol (Cf. L. DE GRANADA, Introducci�n al S�mbolo de la fe, l. I,
c. 17. - Obras, t. 5, Madrid 1908, p. 158).
61 Verso (vers�culo) del Salmo 142, 2.
62 El: el hortelano o el alma de la frase anterior.
CAP�TULO 21
Prosigue y acaba este postrer grado de oraci�n. * � Dice lo que
siente el alma que est� en el de tornar a vivir en el mundo, y de
la luz que la da el Se�or de los enga�os de el. � Tiene buena
doctrina.
1. Pues acabando en lo que iba (1), digo que no ha menester aqu�
consentimiento de esta alma; ya se le tiene dado, y sabe que con
voluntad se entreg� en sus manos y que no le puede enga�ar, porque
es sabedor de todo. No es como ac�, que est� toda la vida llena de
enga�os y dobleces: cuando pens�is teneis una voluntad ganada,
seg�n lo que os muestra, ven�s a entender que todo es mentira. No
hay ya quien viva en tanto tr�fago, en especial si hay alg�n poco
de interes.
�Bienaventurada alma que la trae el Se�or a entender verdades! (2)
�Oh, que estado este para los reyes! �C�mo les valdr�a mucho m�s
procurarle, que no gran se�or�o! �Que rectitud habr�a en el reino!
�Que de males se excusar�an y habr�an excusado! Aqu� no se teme
perder vida ni honra por amor de Dios. �Que gran bien este para
quien est� m�s obligado a mirar la honra del Se�or, que todos los
que son menos, pues han de ser los reyes a quien sigan! Por un
punto de aumento en la fe y de haber dado luz en algo a los
herejes, perder�a mil reinos, y con raz�n. Otro ganar es. Un reino
que no se acaba. Que con sola una gota que gusta un alma de esta
agua de el, parece asco todo lo de ac�. Pues cuando fuere estar
engolfada en todo (3) �que ser�?
2. �Oh Se�or! Si me dierais estado para decir a voces esto (4), no
me creyeran, como hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte
que yo; mas al menos satisficierame yo. Pareceme que tuviera en
poco la vida por dar a entender una sola verdad de estas; no se
despues lo que hiciera, que no hay que fiar de m�. Con ser la que
soy, me dan grandes �mpetus por decir esto a los que mandan, que
me deshacen (5). De que no puedo m�s, t�rnome a Vos, Se�or m�o, a
pediros remedio para todo; y bien sabeis Vos que muy de buena gana
me desposeer�a yo de las mercedes que me habeis hecho, con quedar
en estado que no os ofendiese, y se las dar�a a los reyes; porque
se que ser�a imposible consentir cosas que ahora se consienten, ni
dejar de haber grand�simos bienes (6).
3. �Oh Dios m�o! Dadles a entender a lo que est�n obligados, pues
los quisisteis Vos se�alar en la tierra de manera, que aun he o�do
decir hay se�ales en el cielo cuando llev�is a alguno (7). Que,
cierto, cuando pienso esto, me hace devoci�n que quer�is Vos, Rey
m�o, que hasta en esto entiendan os han de imitar en vida, pues en
alguna manera hay se�al en el cielo, como cuando moristeis Vos, en
su muerte.
4. Mucho me atrevo. R�mpalo vuestra merced (8) si mal le parece, y
crea se lo dir�a mejor en presencia, si pudiese o pensase me han
de creer, porque los encomiendo a Dios mucho, y querr�a me
aprovechase. Todo lo hace aventurar la vida, que deseo muchas
veces estar sin ella, y era por poco precio aventurar a ganar
mucho. Porque no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el
gran enga�o en que andamos y la ceguedad que traemos.
5. Llegada un alma aqu�, no es s�lo deseos los que tiene por Dios;
Su Majestad la da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone
cosa delante, en que piense le sirve, a que no se abalance; y no
hace nada, porque �como digo� (9) ve claro que no es todo nada,
sino contentar a Dios. El trabajo es que no hay que se ofrezca a
las que son de tan poco provecho como yo. Sed Vos, Bien m�o,
servido venga alg�n tiempo en que yo pueda pagar alg�n cornado
(10) de lo mucho que os debo. Ordenad Vos, Se�or, como fuereis
servido, c�mo esta vuestra sierva os sirva en algo. Mujeres eran
otras y han hecho cosas heroicas por amor de Vos (11). Yo no soy
para m�s de parlar, y as� no quereis Vos, Dios m�o, ponerme en
obras. Todo se va en palabras y deseos cuanto he de servir, y aun
para esto no tengo libertad, porque por ventura faltara en todo.
Fortaleced Vos mi alma y disponedla primero, Bien de todos los
bienes y Jes�s m�o, y ordenad luego modos c�mo haga algo por Vos,
que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo
que costare, Se�or, no quer�is que vaya delante de Vos tan vac�as
las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio. Aqu�
est� mi vida, aqu� est� mi honra y mi voluntad; todo os lo he
dado, vuestra soy, disponed de m� conforme a la vuestra. Bien veo
yo, mi Se�or, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta
atalaya adonde se ven verdades, no os apartando de m�, todo lo
podre; que si os apart�is, por poco que sea, ire adonde estaba,
que era al infierno.
6. �Oh, que es un alma que se ve aqu�, haber de tornar a tratar
con todos, a mirar y ver esta farsa de esta vida tan mal
concertada, a gastar el tiempo en cumplir con el cuerpo, durmiendo
y comiendo! Todo la cansa, no sabe c�mo huir, vese encadenada y
presa. Entonces siente m�s verdaderamente el cautiverio que
traemos con los cuerpos, y la miseria de la vida. Conoce la raz�n
que ten�a San Pablo de suplicar a Dios le librase de ella (12). Da
voces con el. Pide a Dios libertad, como otras veces he dicho;
(13) mas aqu� es con tan gran �mpetu muchas veces, que parece se
quiere salir el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya que no
la sacan. Anda como vendida en tierra ajena, y lo que m�s la
fatiga es no hallar muchos que se quejen con ella y pidan esto,
sino lo m�s ordinario es desear vivir. �Oh, si no estuviesemos
asidos a nada ni tuviesemos puesto nuestro contento en cosa de la
tierra, c�mo la pena que nos dar�a vivir siempre sin el templar�a
el miedo de la muerte con el deseo de gozar de la vida verdadera!
7. Considero algunas veces cuando una como yo, por haberme el
Se�or dado esta luz, con tan tibia caridad y tan incierto el
descanso verdadero por no lo haber merecido mis obras, siento
tanto verme en este destierro muchas veces, �que ser�a el
sentimiento de los santos? �Que deb�a de pasar San Pablo y la
Magdalena y otros semejantes, en quien tan crecido estaba este
fuego de amor de Dios? Deb�a ser un continuo martirio.
Pareceme que quien me da alg�n alivio y con quien descanso de
tratar, son las personas que hallo de estos deseos; digo deseos
con obras; digo con obras, porque hay algunas personas que, a su
parecer, est�n desasidas, y as� lo publican y hab�a ello de ser,
pues su estado lo pide y los muchos a�os que ha que algunas han
comenzado camino de perfecci�n, mas conoce bien esta alma desde
muy lejos los que lo son de palabras, o los que ya estas palabras
han confirmado con obras; porque tiene entendido el poco provecho
que hacen los unos y el mucho los otros, y es cosa que a quien
tiene experiencia lo ve muy claramente.
8. Pues dicho ya estos efectos que hacen los arrobamientos que son
de esp�ritu de Dios... (14), verdad es que hay m�s o menos. Digo
menos, porque a los principios, aunque hace estos efectos, no
est�n experimentados con obras, y no se puede as� entender que los
tiene. Y tambien va creciendo la perfecci�n y procurando no haya
memoria de telara�a (15), y esto requiere alg�n tiempo. Y mientras
m�s crece el amor y humildad en el alma, mayor olor dan de s�
estas flores de virtudes, para s� y para los otros.
Verdad es que de manera puede obrar el Se�or en el alma en un
rapto de estos, que quede poco que trabajar al alma en adquirir
perfecci�n, porque no podr� nadie creer, si no lo experimenta, lo
que el Se�or la da aqu�, que no hay diligencia nuestra que a esto
llegue, a mi parecer. No digo que con el favor del Se�or,
ayud�ndose muchos a�os, por los terminos que escriben los que han
escrito de oraci�n, principios y medios, no llegar�n a la
perfecci�n y desasimiento mucho con hartos trabajos; (16) mas no
en tan breve tiempo como, sin ninguno nuestro, obra el Se�or aqu�
y determinadamente saca el alma de la tierra y le da se�or�o sobre
lo que hay en ella, aunque en esta alma no haya m�s merecimientos
que hab�a en la m�a, que no lo puedo m�s encarecer, porque era
casi ninguno.
9. El por que lo hace Su Majestad (17), es porque quiere, y como
quiere h�celo, y aunque no haya en ella disposici�n, la dispone
para recibir el bien que Su Majestad le da (18). As� que no todas
veces los da porque se lo han merecido en granjear bien el huerto
�aunque es muy cierto a quien esto hace bien y procura desasirse,
no dejar de regalarle�, sino que es su voluntad mostrar su
grandeza algunas veces en la tierra que es m�s ruin, como tengo
dicho (19), y disp�nela para todo bien, de manera que parece no es
ya parte (20) en cierta manera para tornar a vivir en las ofensas
de Dios que sol�a. Tiene el pensamiento tan habituado a entender
lo que es verdadera verdad, que todo lo dem�s le parece juego de
ni�os. R�ese entre s� algunas veces cuando ve a personas graves de
oraci�n y religi�n hacer mucho caso de unos puntos de honra que
esta alma tiene ya debajo de los pies. Dicen que es discreci�n y
autoridad de su estado para m�s aprovechar. Sabe ella muy bien que
aprovechar�a m�s en un d�a que pospusiese aquella autoridad de
estado por amor de Dios, que con ella en diez a�os.
10. As� vive vida trabajosa y con siempre cruz (21), mas va en
gran crecimiento. Cuando parece a los que la tratan, est�n muy en
la cumbre. Desde a poco est�n muy m�s mejoradas, porque siempre
las va favoreciendo m�s Dios. Es alma suya. Es El que la tiene ya
a cargo, y as� le luce. Porque parece asistentemente (22) la est�
siempre guardando para que no le ofenda, y favoreciendo y
despertando para que le sirva.
En llegando mi alma a que Dios la hiciese esta tan gran merced,
cesaron mis males y me dio el Se�or fortaleza para salir de ellos,
y no me hac�a m�s estar en las ocasiones y con gente que me sol�a
distraer, que si no estuviera, antes me ayudaba lo que me sol�a
da�ar. Todo me era medios para conocer m�s a Dios y amarle y ver
lo que le deb�a y pesarme de la que hab�a sido.
11. Bien entend�a yo no ven�a aquello de m� ni lo hab�a ganado con
mi diligencia, que a�n no hab�a habido tiempo para ello. Su
Majestad me hab�a dado fortaleza para ello por su sola bondad.
Hasta ahora, desde que me comenz� el Se�or a hacer esta merced de
estos arrobamientos, siempre ha ido creciendo esta fortaleza, y
por su bondad me ha tenido de su mano para no tornar atr�s. Ni me
parece, como es as�, hago nada casi de mi parte, sino que entiendo
claro el Se�or es el que obra.
Y por esto me parece que a almas que el Se�or hace estas mercedes
que, yendo con humildad y temor, siempre entendiendo el mismo
Se�or lo hace y nosotros casi nonada, que se pod�a poner entre
cualquiera gente; aunque sea m�s distra�da y viciosa, no le har�
al caso, ni mover� en nada; antes, como he dicho (23), le ayudar�
y serle ha modo para sacar muy mayor aprovechamiento. Son ya almas
fuertes que escoge el Se�or para aprovechar a otras; aunque esta
fortaleza no viene de s�. De poco en poco, en llegando el Se�or
aqu� un alma, le va comunicando muy grandes secretos.
12. Aqu� son las verdaderas revelaciones en este extasis y las
grandes mercedes y visiones, y todo aprovecha para humillar y
fortalecer el alma y que tenga en menos las cosas de esta vida y
conozca m�s claro las grandezas del premio que el Se�or tiene
aparejado a los que le sirven.
Plega a Su Majestad sea alguna parte (24) la grand�sima largueza
que con esta miserable pecadora ha tenido, para que se esfuercen y
animen los que esto leyeren a dejarlo todo del todo por Dios. Pues
tan cumplidamente paga Su Majestad, que aun en esta vida se ve
claro el premio y la ganancia que tienen los que le sirven, �que
ser� en la otra?
NOTAS CAP�TULO 21
Ultimo cap�tulo del tratadillo dedicado a exponer los grados de
oraci�n (cc. 11-21). Suavemente la exposici�n doctrinal se vuelve
autobiogr�fica. En el presente cap�tulo se funden esas dos l�neas,
te�rica y narrativa-testifical. Este 4� grado de oraci�n se
identifica con la experiencia m�stica que �ahora� vive la autora
(cf. n. 11), y cuya narraci�n reanudar� en el c. 23.
1 Acabando en lo que iba: reanuda el tema de los efectos y el
estado correspondientes al 4� grado de oraci�n. Comenz� a tratarlo
en el c. 19, n. 1. Volvi� sobre el tema fragmentariamente en el c.
20, nn. 7 y 23. - Ahora comienza aludiendo a una afirmaci�n del c.
19, 2: �all� no hubo casi consentimiento...�. - El sentido de la
primera frase es: Dios �no ha menester en este estado m�stico
consentimiento del alma�.
2 Con identica afirmaci�n hab�a concluido el c. 20: Ya tiene �los
ojos abiertos para entender las verdades�. �Subida a esta atalaya
(desde) donde se ven verdades� (n. 5).
3 Es decir: �estar totalmente engolfada� en el.
4 Decir a voces, o bien �dar voces�: es deseo suyo reiterado y mal
reprimido. Ver c. 16, 2; 20, 25... O la Rel. 1, 5, poco anterior a
Vida.
5 Es decir: me dan tan grandes �mpetus, que me deshacen.
6 �Yendo a la fundaci�n de Toledo en 1569, y pasando por la Corte,
hizo la Santa llegar a Felipe II, por medio de la
PrincesaD�aJuana, algunos avisos que impresionaron vivamente al
Rey, quien mostr� deseos de conocer personalmente a la celebre
fundadora. A�n no se tiene noticia segura de si llegaron a verse;
pero el Rey prudente hizo siempre mucha estima de la Santa y la
favoreci� no poco para llevar adelante su obra de reformaci�n� (P.
Silverio).
7 Alusi�n a una creencia popular antiqu�sima: de la muerte de
Cesar cant� Virgilio que el sol �caput obscura nitidum ferrugine
texit�. Y casi en tiempo de la Santa se divulg� el rumor de una
horripilante lluvia de estrellas en la muerte de Felipe el Hermoso
(1506). - Sigue una alusi�n a Mt. 27, 45.
8 Alude al P. Garc�a de Toledo, a quien ya ha incitado a �romper�
o �quemar� las p�ginas atrevidas (cf. 7, 22; 10, 7; 16, 8; 36, 29;
ep�l. n. 2).
9 Como digo: cf. n. 1 y cap. 20, nn. 22 y 26. - La frase no hace
nada equivale a �no le cuesta trabajo�, �no precisa esforzarse�.
Acentuando el factor pasivo de esta situaci�n, dir� en el n. 11:
ni me parece... hago casi nada de mi parte. - Ve claro que no es
todo nada: hoy decimos sin la negativa: �que todo es nada�.
10 Cornado: moneda de vell�n que corri� desde el tiempo de Sancho
IV de Castilla hasta los Reyes Cat�licos, llamada as� por llevar
grabada una corona (coronado). Por su �nfimo valor (seg�n
Cobarruvias, �tres cornados val�an una blanca�), pas� a significar
�cosa de escaso precio�. - La Santa usa tambien �cornadillo� (cf.
carta del 6 de julio de 1568), y m�s frecuentemente �blanca�
(Fund. 3, 2; 21, 2; 24, 17, etc.).
11 Cf. c. 1, 4.
12 Alude al anhelo de San Pablo en Rom. 7, 24 (cf. 20, nota 57).
13 Ha dicho reiteradamente las dos cosas: �dar voces� (ver nota 4)
y �pedir libertad� (c. 20, nota 57).
14 Frase anacol�tica: parece ser que la Santa la trunc� de intento
con dos fuertes trazos de pluma, pasando sin m�s al per�odo
siguiente. Fray Luis la enmend� en parte: �pues dicho he ya...�
(p. 250).
15 Memoria de telara�a: recuerdo de faltas propias (cf. c. 19, 2;
20, 28). - En el aut�grafo: hay, en lugar de haya. Trascribimos
como fray Luis (p. 250).
16 O sea: �No digo que... no llegar�n, con hartos trabajos, a la
perfecci�n...�. - La terna �principios y medios y... perfecci�n�,
alude a las tres etapas de la vida espiritual, tradicionales entre
�los escritores de oraci�n� (cf. c. 11, 3; 12, 2, nota 8).
17 Es decir, por que a veces Dios da gracias m�sticas a quien est�
menos dotado de virtudes y meritos... Comp�rese con San Juan de la
Cruz, Subida 3, 42, 3: �porque estas mercedes h�celas Dios cuando
y como y donde quiere...�. Cf. Rom. 9, 15-16.
18 Tratar� de ello en el Camino. El c. 16 se titula: �... c�mo es
posible algunas veces subir Dios un alma distra�da a perfecta
contemplaci�n...�.
19 Cf. c. 19, nn. 6-10; y c. 18, 4; c. 10, 4.
20 No es ya parte... para tornar a vivir: no es capaz, no puede
concurrir a... (cf. 19, 2 nota 4; 20, 7).
21 Es decir: �y siempre sin cruz�. - En la frase siguiente:
parece, en acepci�n de aparecer, ser vista. Y �est�n�, por �est�,
esto es: �cuando se deja ver de los que la tratan, est� muy en la
cumbre; desde a poco (en breve) est� mucho m�s mejorada...�.
22 Asistentemente: con especial asistencia divina: la explicaci�n
de este termino se da en el n. 11.
23 Antes, muy usado por la Santa en la acepci�n de antes bien (cf.
n. 10). - Todo el per�odo que precede es de sentido dif�cil, por
los incisos, los cambios de n�mero y aun de sujeto: �... me parece
que ... almas a quienes (transposici�n) yendo con humildad y temor
(y) entendiendo siempre (que es) el Se�or mismo (quien) lo hace y
nosotros (ellas, las almas) casi nonada, que (redundante) se
pod�a(n) poner entre cualquiera gente: aunque sea (la gente) m�s
distra�da y viciosa, no le(s) har� al caso... antes las ayudar�...
- El como he dicho, alude a lo afirmado al fin del n. 10.
24 Sea alguna parte: contribuya algo (ver nota 20).
CAP�TULO 22
En que trata cu�n seguro camino es para los contemplativos no
levantar el esp�ritu a cosas altas si el Se�or no le levanta, y
c�mo ha de ser el medio para la m�s subida contemplaci�n la
Humanidad de Cristo. � Dice de un enga�o en que ella estuvo un
tiempo. � Es muy provechoso este cap�tulo. *
1. Una cosa quiero decir, a mi parecer importante; si a vuestra
merced (1) le pareciere bien, servir� de aviso, que podr�a ser
haberle menester; porque en algunos libros (2) que est�n escritos
de oraci�n tratan que, aunque el alma no puede por s� llegar a
este estado, porque es todo obra sobrenatural que el Se�or obra en
ella, que podr� ayudarse levantando el esp�ritu de todo lo criado
y subiendole con humildad, despues de muchos a�os que haya ido por
la vida purgativa, y aprovechando por la iluminativa (3).
No se yo bien por que dicen �iluminativa�; entiendo que de los que
van aprovechando.
Y avisan mucho que aparten de s� toda imaginaci�n corp�rea y que
se lleguen a contemplar en la Divinidad; porque dicen que, aunque
sea la Humanidad de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que
embaraza o impide a la m�s perfecta contemplaci�n.
Traen lo que dijo el Se�or a los Ap�stoles (4) cuando la venida
del Esp�ritu Santo �digo cuando subi� a los cielos� para este
prop�sito. Pareceme a m� que si tuvieran la fe, como la tuvieron
despues que vino el Esp�ritu Santo, de que era Dios y hombre, no
les impidiera, pues no se dijo esto a la Madre de Dios, aunque le
amaba m�s que todos (5).
Porque les parece que como esta obra toda es esp�ritu (6), que
cualquier cosa corp�rea la puede estorbar o impedir; y que
considerarse en cuadrada manera (7), y que est� Dios de todas
partes y verse engolfado en El, es lo que han de procurar.
Esto bien me parece a m�, algunas veces; mas apartarse del todo de
Cristo y que entre en cuenta este divino Cuerpo con nuestras
miserias ni con todo lo criado, no lo puedo sufrir. Plega a Su
Majestad que me sepa dar a entender.
2. Yo no lo contradigo, porque son letrados y espirituales (8), y
saben lo que dicen, y por muchos caminos y v�as lleva Dios las
almas. C�mo ha llevado la m�a quiero yo ahora decir �en lo dem�s
no me entremeto� y en el peligro en que me vi por querer
conformarme con lo que le�a. Bien creo que quien llegare a tener
uni�n y no pasare adelante �digo a arrobamientos y visiones y
otras mercedes que hace Dios a las almas�, que tendr� lo dicho por
lo mejor, como yo lo hac�a; y si me hubiera estado en ello, creo
nunca hubiera llegado a lo que ahora, porque a mi parecer es
enga�o. Ya puede ser yo sea la enga�ada; mas dire lo que me
acaeci�.
3. Como yo no ten�a maestro y le�a en estos libros, por donde poco
a poco yo pensaba entender algo (y despues entend� que, si el
Se�or no me mostrara, yo pudiera poco con los libros deprender
(9), porque no era nada lo que entend�a hasta que Su Majestad por
experiencia me lo daba a entender, ni sab�a lo que hac�a), en
comenzando a tener algo de oraci�n sobrenatural, digo de quietud,
procuraba desviar toda cosa corp�rea, aunque ir levantando el alma
yo no osaba, que, como era siempre tan ruin, ve�a que era
atrevimiento. Mas parec�ame sentir la presencia de Dios, como es
as�, y procuraba estarme recogida con El; y es oraci�n sabrosa, si
Dios all� ayuda, y el deleite mucho. Y como se ve aquella ganancia
y aquel gusto, ya no hab�a quien me hiciese tornar a la Humanidad
(10), sino que, en hecho de verdad, me parec�a me era impedimento.
�Oh Se�or de mi alma y Bien m�o, Jesucristo crucificado! No me
acuerdo vez de esta opini�n que tuve, que no me da pena, y me
parece que hice una gran traici�n, aunque con ignorancia.
4. Hab�a sido yo tan devota toda mi vida de Cristo. Porque esto
era ya a la postre (digo a la postre de antes que el Se�or me
hiciese estas mercedes de arrobamientos y visiones) (11), y en
tanto extremo dur� muy poco estar en esta opini�n. Y as� siempre
tornaba a mi costumbre de holgarme con este Se�or, en especial
cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su
retrato e imagen, ya que no pod�a traerle tan esculpido en mi alma
como yo quisiera. �Es posible, Se�or m�o, que cupo en mi
pensamiento ni una hora que Vos me hab�ais de impedir para mayor
bien? �De d�nde me vinieron a m� todos los bienes sino de Vos?
No quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho,
que cierto era ignorancia; y as� quisisteis Vos, por vuestra
bondad, remediarla con darme quien me sacase de este yerro, y
despues con que os viese yo tantas veces, como adelante dire (12),
para que m�s claro entendiese cu�n grande era (13), y que lo
dijese a muchas personas que lo he dicho, y para que lo pusiese
ahora aqu�.
5. Tengo para m� que la causa de no aprovechar m�s muchas almas y
llegar a muy gran libertad de esp�ritu, cuando llegan a tener
oraci�n de uni�n, es por esto.
Pareceme que hay dos razones en que puedo fundar mi raz�n, y quiz�
no digo nada, mas lo que dijere helo visto por experiencia, que se
hallaba muy mal mi alma hasta que el Se�or la dio luz; porque
todos sus gozos eran a sorbos, y salida de all�, no se hallaba con
la compa��a que despues para los trabajos y tentaciones.
La una es (14), que va un poco de poca humildad tan solapada y
escondida, que no se siente. Y �quien ser� el soberbio y
miserable, como yo, que cuando hubiere trabajado toda su vida con
cuantas penitencias y oraciones y persecuciones se pudieren
imaginar, no se halle por muy rico y muy bien pagado, cuando le
consienta el Se�or estar al pie de la Cruz con San Juan? (15) No
se en que seso cabe no se contentar con esto, sino en el m�o que
de todas maneras fue perdido en lo que hab�a de ganar.
6. Pues si todas veces la condici�n o enfermedad, por ser penoso
pensar en la Pasi�n, no se sufre, �quien nos quita estar con El
despues de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento,
adonde ya est� glorificado, y no le miraremos tan fatigado y hecho
pedazos, corriendo sangre, cansado por los caminos, perseguido de
los que hac�a tanto bien, no cre�do de los Ap�stoles? (16) Porque,
cierto, no todas veces hay quien sufra pensar en tantos trabajos
como pas�. Hele aqu� sin pena, lleno de gloria, esforzando a los
unos, animando a los otros, antes que subiese a los cielos,
compa�ero nuestro en el Sant�simo Sacramento, que no parece fue en
su mano apartarse un momento de nosotros. �Y que haya sido en la
m�a apartarme yo de Vos, Se�or m�o, por m�s serviros! Que ya
cuando os ofend�a, no os conoc�a; �mas que, conociendoos, pensase
ganar m�s por este camino! �Oh, que mal camino llevaba, Se�or! Ya
me parece iba sin camino, si Vos no me tornarais a el, que en
veros cabe m�, he visto todos los bienes. No me ha venido trabajo
que, mir�ndoos a Vos cu�l estuvisteis delante de los jueces, no se
me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen
capit�n que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede
sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y
veo yo claro, y he visto despues, que para contentar a Dios y que
nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad
sacrat�sima, en quien dijo Su Majestad se deleita (17). Muy muy
muchas veces lo he visto por experiencia. H�melo dicho el Se�or.
He visto claro que por esta puerta hemos de entrar (18), si
queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos.
7. As� que vuestra merced, se�or (19), no quiera otro camino,
aunque este en la cumbre de contemplaci�n; por aqu� va seguro.
Este Se�or nuestro es por quien nos vienen todos los bienes (20).
El le ense�ar�. Mirando su vida, es el mejor dechado. �Que m�s
queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejar� en los
trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado
quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe s�. Miremos al
glorioso San Pablo, que no parece se le ca�a de la boca siempre
Jes�s, como quien le ten�a bien en el coraz�n. Yo he mirado con
cuidado, despues que esto he entendido, de algunos santos, grandes
contemplativos, y no iban por otro camino. San Francisco da
muestra de ello en las llagas; San Antonio de Padua, el Ni�o; San
Bernardo se deleitaba en la Humanidad; Santa Catalina de Sena...
otros muchos que vuestra merced (21) sabr� mejor que yo.
8. Esto de apartarse de lo corp�reo, bueno debe ser, cierto, pues
gente tan espiritual lo dice; mas, a mi parecer, ha de ser estando
el alma muy aprovechada, porque hasta esto, est� claro, se ha de
buscar al Criador por las criaturas (22). Todo es como la merced
el Se�or hace a cada alma; en eso no me entremeto. Lo que querr�a
dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta la
sacrat�sima Humanidad de Cristo. Y entiendase bien este punto, que
querr�a saberme declarar.
9. Cuando Dios quiere suspender todas las potencias, como en los
modos de oraci�n que quedan dichos hemos visto (23), claro est�
que, aunque no queramos, se quita esta presencia. Entonces vaya
enhorabuena; dichosa tal perdida que es para gozar m�s de lo que
nos parece se pierde; porque entonces se emplea el alma toda en
amar a quien el entendimiento ha trabajado conocer (24), y ama lo
que no comprendi�, y goza de lo que no pudiera tan bien gozar si
no fuera perdiendose a s�, para, como digo, m�s ganarse.
Mas que nosotros de ma�a y con cuidado nos acostumbremos a no
procurar con todas nuestras fuerzas traer delante siempre �y
pluguiese al Se�or fuese siempre� esta sacrat�sima Humanidad, esto
digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como
dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le parece anda
llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos,
traerle humano (25), que este es el otro inconveniente que digo
hay. El primero, ya comence a decir (26) es un poco de falta de
humildad de quererse levantar el alma hasta que el Se�or la
levante, y no contentarse con meditar cosa tan preciosa, y querer
ser Mar�a antes que haya trabajado con Marta. Cuando el Se�or
quiere que lo sea, aunque sea desde el primer d�a, no hay que
temer; mas comid�monos nosotros, como ya creo otra vez he dicho.
Esta motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para
querer aprovechar en la contemplaci�n hace mucho da�o.
10. Tornando al segundo punto (27), nosotros no somos �ngeles,
sino tenemos cuerpo. Querernos hacer �ngeles estando en la tierra
�y tan en la tierra como yo estaba� es desatino, sino que ha
menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario. Ya que
algunas veces el alma salga de s� o ande muchas tan llena de Dios
que no haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan
ordinario, que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no
se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy
buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vemosle con
flaquezas y trabajos, y es compa��a y, habiendo costumbre, es muy
f�cil hallarle cabe s�, aunque veces vendr�n que lo uno ni lo otro
se pueda.
Para esto es bien lo que ya he dicho: (28) no nos mostrar a
procurar consolaciones de esp�ritu; venga lo que viniere, abrazado
con la cruz, es gran cosa. Desierto qued� este Se�or de toda
consolaci�n; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos
nosotros, que, para m�s sufrir, El nos dar� mejor la mano que
nuestra diligencia, y se ausentar� cuando viere que conviene y que
quiere el Se�or sacar el alma de s�, como he dicho (29).
11. Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por
tercero (30) a su Hijo y le ama tanto, que aun queriendo Su
Majestad subirle a muy gran contemplaci�n �como tengo dicho� (31),
se conoce por indigno, diciendo con San Pedro: Apartaos de m�, que
soy hombre pecador (32).
Esto he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma. Otros ir�n
�como he dicho� (33) por otro atajo. Lo que yo he entendido es que
todo este cimiento de la oraci�n va fundado en humildad y que
mientras m�s se abaja un alma en la oraci�n, m�s la sube Dios
(34). No me acuerdo haberme hecho merced muy se�alada, de las que
adelante dire, que no sea estando deshecha de verme tan ruin. Y
aun procuraba Su Majestad darme a entender cosas para ayudarme a
conocerme, que yo no las supiera imaginar.
Tengo para m� que cuando el alma hace de su parte algo para
ayudarse en esta oraci�n de uni�n, que aunque luego luego parece
la aprovecha, que como cosa no fundada se tornar� muy presto a
caer; y he miedo que nunca llegar� a la verdadera pobreza de
esp�ritu, que es no buscar consuelo ni gusto en la oraci�n �que
los de la tierra ya est�n dejados�, sino consolaci�n en los
trabajos por amor de El que siempre vivi� en ellos, y estar en
ellos y en las sequedades quieta. Aunque algo se sienta, no para
dar inquietud y la pena que a algunas personas, que, si no est�n
siempre trabajando con el entendimiento y con tener devoci�n,
piensan que va todo perdido, como si por su trabajo se mereciese
tanto bien.
No digo que no se procure y esten con cuidado delante de Dios; mas
que si no pudieren tener aun un buen pensamiento, como otra vez he
dicho (35), que no se maten; siervos sin provecho somos, �que
pensamos poder?
12. M�s quiere el Se�or que conozcamos esto y andemos hechos
asnillos para traer la noria del agua que queda dicha (36), que,
aunque cerrados los ojos y no entendiendo lo que hacen, sacar�n
m�s que el hortelano con toda su diligencia. Con libertad se ha de
andar en este camino, puestos en las manos de Dios. Si Su Majestad
nos quisiere subir a ser de los de su c�mara y secreto, ir de
buena gana; si no, servir en oficios bajos y no sentarnos en el
mejor lugar (37), como he dicho alguna vez. Dios tiene cuidado m�s
que nosotros y sabe para lo que es cada uno. �De que sirve
gobernarse a s� quien tiene dada ya toda su voluntad a Dios?
A mi parecer, muy menos se sufre (38) aqu� que en el primer grado
de la oraci�n, y mucho m�s da�a. Son bienes sobrenatural (39). Si
uno tiene mala voz, por mucho que se esfuerce a cantar no se le
hace buena; si Dios quiere d�rsela, no ha el menester antes dar
voces. Pues supliquemos siempre nos haga mercedes, rendida el
alma, aunque confiada de la grandeza de Dios. Pues para que este a
los pies de Cristo la dan licencia, que procure no quitarse de
all� (40), este como quiera; imite a la Magdalena, que de que este
fuerte, Dios la llevar� al desierto.
13. As� que vuestra merced, hasta que halle quien tenga m�s
experiencia que yo y lo sepa mejor, estese en esto (41). Si son
personas que comienzan a gustar de Dios, no las crea, que les
parece les aprovecha y gustan m�s ayud�ndose (42). �Oh, cuando
Dios quiere, c�mo viene al descubierto sin estas ayuditas!; que,
aunque m�s hagamos, arrebata el esp�ritu, como un gigante tomar�a
una paja, y no basta resistencia. �Que manera para creer que,
cuando El quiere, espera a que vuele el sapo por s� mismo! (43) Y
aun m�s dificultoso y pesado me parece levantarse nuestro
esp�ritu, si Dios no le levanta; porque est� cargado de tierra y
de mil impedimentos, y aprovechale poco querer volar; que, aunque
es m�s su natural que del sapo, est� ya tan metido en el cieno,
que lo perdi� por su culpa.
14. Pues quiero concluir con esto: que siempre que se piense de
Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y
cu�n grande nos le mostr� Dios en darnos tal prenda del que nos
tiene; que amor saca amor. Y aunque sea muy a los principios y
nosotros muy ruines, procuremos ir mirando esto siempre y
despert�ndonos para amar; porque si una vez nos hace el Se�or
merced que se nos imprima en el coraz�n este amor, sernos ha todo
f�cil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo. Denosle Su
Majestad �pues sabe lo mucho que nos conviene� por el que El nos
tuvo y por su glorioso Hijo, a quien tan a su costa nos le mostr�,
amen (44).
15. Una cosa querr�a preguntar a vuestra merced: c�mo en
comenzando el Se�or a hacer mercedes a un alma, tan subidas, como
es ponerla en perfecta contemplaci�n, que de raz�n hab�a de quedar
perfecta del todo luego (de raz�n, s� por cierto, porque quien tan
gran merced recibe no hab�a m�s de querer consuelos de la tierra),
pues �por que en arrobamiento y en cuando est� ya el alma m�s
habituada a recibir mercedes, parece que trae consigo los efectos
tan m�s subidos, y mientras m�s, m�s desasida, pues en un punto
que el Se�or llega la puede dejar santificada, como despues,
andando el tiempo, la deja el mismo Se�or con perfecci�n en las
virtudes? (45).
Esto quiero yo saber, que no lo se. Mas bien se es diferente lo
que Dios deja de fortaleza cuando al principio no dura m�s que
cerrar y abrir los ojos y casi no se siente sino en los efectos
que deja, o cuando va m�s a la larga esta merced. Y muchas veces
pareceme a m� si es el no se disponer del todo luego el alma,
hasta que el Se�or poco a poco la cr�a y la hace determinar y da
fuerzas de var�n, para que de del todo con todo en el suelo. Como
lo hizo con la Magdalena con brevedad (46), h�celo en otras
personas, conforme a lo que ellas hacen en dejar a Su Majestad
hacer. No acabamos de creer que aun en esta vida da Dios ciento
por uno (47).
16. Tambien pensaba yo esta comparaci�n: que puesto que sea todo
uno lo que se da a los que m�s adelante van que en el principio,
es como un manjar que comen de el muchas personas, y las que comen
poquito, quedales s�lo buen sabor por un rato; las que m�s, ayuda
a sustentar; las que comen mucho, da vida y fuerza; y tantas veces
se puede comer y tan cumplido de este manjar de vida, que ya no
coman cosa que les sepa bien sino el; porque ve el provecho que le
hace, y tiene ya tan hecho el gusto a esta suavidad, que querr�a
m�s no vivir que haber de comer otras cosas que no sean sino para
quitar el buen sabor que el buen manjar dej�.
Tambien una compa��a santa no hace su conversaci�n tanto provecho
de un d�a como de muchos; y tantos pueden ser los que estemos con
ella, que seamos como ella, si nos favorece Dios. Y en fin, todo
est� en lo que Su Majestad quiere y a quien quiere darlo; mas
mucho va en determinarse, a quien ya comienza a recibir esta
merced, en desasirse de todo y tenerla en lo que es raz�n.
17. Tambien me parece que anda Su Majestad a probar quien le
quiere, si no uno, si no otro, descubriendo quien es con deleite
tan soberano, por avivar la fe �si est� muerta� de lo que nos ha
de dar, diciendo: �Mirad, que esto es una gota del mar grand�simo
de bienes�, por no dejar nada por hacer con los que ama, y como ve
que le reciben, as� da y se da (48). Quiere a quien le quiere. Y
�que bien querido! Y �que buen amigo!
�Oh Se�or de mi alma, y quien tuviera palabras para dar a entender
que dais a los que se f�an de Vos, y que pierden los que llegan a
este estado, y se quedan consigo mismos! No quereis Vos esto,
Se�or, pues m�s que esto haceis Vos, que os ven�s a una posada tan
ruin como la m�a. �Bendito se�is por siempre jam�s!
18.�Torno a suplicar a vuestra merced (49) que estas cosas que he
escrito de oraci�n, si las tratare con personas espirituales, lo
sean. Porque si no saben m�s de un camino o se han quedado en el
medio, no podr�n as� atinar. Y hay algunas que desde luego las
lleva Dios por muy subido camino, y pareceles que as� podr�n los
otros aprovechar all� y quietar el entendimiento y no se
aprovechar de medios de cosas corp�reas, y quedarse han secos como
un palo. Y algunos que hayan tenido un poco de quietud, luego
piensan que como tienen lo uno pueden hacer lo otro; y en lugar de
aprovechar, desaprovechar�n, como he dicho (50). As� que en todo
es menester experiencia y discreci�n. El Se�or nos la de por su
bondad.
NOTAS CAP�TULO 22
Cap�tulo intermedio entre el tratadillo doctrinal de los grados de
oraci�n y el regreso a la narraci�n autobiogr�fica. En el se
entrelazan dos temas: no forzar las gracias m�sticas; no
prescindir de la Humanidad de Cristo dentro de la vida m�stica. El
1� ya ha sido tratado en el c. 12 (ver el t�tulo). El 2� lo
tratar� m�s a fondo en las Moradas VI, c. 7. - Polemiza con libros
y maestros espirituales. Y empalma con el magisterio oral de la
misma Santa (ver los nn. 4 y 8), en di�logo con el lector
principal del escrito, P. Garc�a de Toledo (nn. 1. 7. 13. 15).
1 Dialoga con el P. Garc�a de Toledo. Con reclamos intermitentes
de su atenci�n: nn. 7 y 13, y final del cap�tulo.
2 Entre los libros aludidos por la Santa est�n el �Tercer
Abecedario� de F. de Osuna, la �Subida del Monte Si�n� de B. de
Laredo, y m�s directamente la �Via Spiritus� de Bernabe de Palma.
Quiz�s tambien el �Enquiridi�n o manual del caballero cristiano�
de Erasmo, uno de cuyos cap�tulos se titula: �Que todas las cosas
visibles se deben tener en poco, y que estas son las que el
Ap�stol llama carne, y c�mo conviene levantarnos siempre a las
invisibles� (c. 32). - Abundante documentaci�n sobre el tema puede
verse en: TOMAS ALVAREZ, Jesucristo en la experiencia de Santa
Teresa, en �Monte Carmelo� 88, 1980, pp. 78-86. - Cf. adem�s el n.
3 de este cap�tulo.
3 Vida (o via) purgativa... iluminativa: alusi�n aproximativa a la
teor�a tradicional de las �tres v�as o etapas de la vida
espiritual�. Cf. c. 20 nota 16.
4 Jn 16, 7: �os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no
os vendr� el Par�clito�.
5 Todo el pasaje �Pareceme a m�... m�s que todos�, fue a�adido por
la autora al margen del aut�grafo. Fray Luis lo introdujo en el
texto con ciertos retoques (p. 255).
6 Cita textual del libro de Bernabe de Palma: �esta obra es toda
de esp�ritu�, �esta obra es toda espiritual� (Via spiritus III, c.
4).
7 Considerarse en cuadrada manera: tambien es cita de la �Via
Spiritus�, cuyo c 4� del tratado 3�, se titula: �C�mo nos habemos
de haber en el pensar, conforme a este tercero estado y c�mo
debemos cuadrar el entendimiento�. En Laredo pudo tambien leer la
Santa el modo de �cuadrarse la inteligencia sobre un abismo de
gracias� (Subida, P. 3, c. 13). M�s datos en el art�culo citado en
nota 2, p. 85.
8 Opositores de la tesis teresiana eran no s�lo los libros sino
algunos de sus �letrados� asesores.
9 Cf. lo dicho en el c. 12, 6 y 14, 7.
10 Tornar a fundar mi oraci�n en la Humanidad de Cristo.
11 Toda la aclaraci�n contenida en el parentesis: �digo a la
postre... y visiones�, fue a�adida por la Santa al margen del
aut�grafo. - Fray Luis la incluy� en el texto (p. 257). - Data
aproximativa de ese hecho: iniciado ya su estado de �uni�n
m�stica� (c. 18: cuarta agua), y antes de que comenzase su
experiencia ext�tica (c. 19-21). - A continuaci�n hab�a escrito
�dur� muy poco estar en este error�; luego borr� �error� y
escribi� �opini�n�, por respeto a sus opositores.
12 En el c. 28 y siguientes.
13 Es decir, �cu�n gran yerro era�.
14 La una: es decir, la primera de las dos razones que alega. La
segunda aparecer� en los nn. 9-10.
15 Jn 19, 26.
16 Pasaje de puntuaci�n dif�cil. Adoptamos la de fray Luis (p.
259). El sentido es: pues si nuestra condici�n no sufre que
pensemos siempre en la Pasi�n, por ser penoso, �quien nos quita
estar con El despues de resucitado, pues tan cerca le tenemos en
el Sacramento..., adonde ya est� glorificado, y (donde) no le
miraremos tan... hecho pedazos...; es decir, donde no nos veremos
precisados a contemplarle en forma tan penosa...
17 Alusi�n al texto de Mt 3, 17.
18 Alusi�n a Jn 10, 9.
19 Se dirige a Garc�a de Toledo. Antes le ha llamado �hijo� (16, )
y �padre� (ib.). Ahora le da el t�tulo de �se�or�, que le
corresponde por ser hijo de los Condes de Oropesa. Ese t�tulo le
da tambien en su Epistolario (carta del 6.7.1567 a Don Alvaro de
Mendoza).
20 Reminiscencia b�blica: Heb 2, 10 y 2 Pe 1, 4.
21 Igual referencia b�blica al texto de Sab 13, 5. - El sentido de
la frase siguiente es: �todo es seg�n la merced que el Se�or hace
a cada alma�. Repite de intento la idea del n. 2.
22 Graci�n anot� en su ejemplar: �habla aqu� con el P. Garc�a de
Toledo�.
23 Lo ha dicho en la 4� agua (cc. 19-21). Es lo que sucede en el
extasis.
24 Ha trabajado en conocer.
25 Traer arrimo o apoyo humano. - A continuaci�n: �comenz� a
decir� la primera de estas dos razones en el n. 5.
26 Mar�a / Marta (Lc 10, 42), s�mbolo de las dos vidas,
contemplativa y activa. Aqu�: querer ascender a la contemplaci�n
m�stica, sin haber trabajado en oraci�n y virtudes.
27 El apuntado en el n. 9.
28 En el c. 11, 13; y en c. 12, 3.
29 Dicho en el n. 9: �sacar el alma de s�, en extasis.
30 Pone por tercero: por mediador o intercesor.
31 Alude al mismo n. 9.
32 Lc 5, 8.
33 En los nn. 2 y 8.
34 Alusi�n del dicho evangelico: Lc 14, 11.
35 En el c. 11, 10. - Sigue la alusi�n a Lc 17, 10.
36 En el c. 14. Regresa a la imagen del �riego del huerto�. La
frase tiene sentido figurado, y se basa en la tarea del asnillo
que da vueltas a la noria con los ojos vendados y sin saber lo que
hace. La tarea del asnillo son los actos de humildad; los
esfuerzos del hortelano es el discurrir del entendimiento. �M�s
quiere Dios� lo primero que lo segundo.
37 Dos alusiones b�blicas: �la c�mara secreta� alude al Cantar de
los Cantares 1, 3; la elecci�n de lugar, repite la consigna de
Jes�s en Lc 14, 10.
38 Muy menos se sufre: mucho menos se permite o tolera.
39 Sobrenatural: as� escribe la Santa, como en otros pasajes. Fray
Luis trascribi�: �bienes sobrenaturales� (p. 266). Cf. c. 12 nota
11.
40 Lc 10, 39. La frase siguiente alude a la leyenda de Santa Mar�a
Magdalena, que la Autora ley� en el Flos Sanctorum.
41 Estese en esto: atengase a esto, o mantengase en la
contemplaci�n de la Humanidad de Cristo.
42 Ayud�ndose: aqu� tiene sentido tecnico: intentando �levantar el
esp�ritu� a cosas sobrenaturales (a la experiencia m�stica).
Ironiza enseguida, al decir que Dios no necesita de nuestras
�ayuditas� para darnos su gracia.
43 Ironiza de nuevo con la imagen del �sapo que intenta volar�.
Imagen tomada de los libros que ella est� combatiendo. En la �Via
Spiritus� (III, c. 4) se lee: �m�s lejos son de nos las cosas
divinas para propiamente entenderlas, que el volar del �guila de
la torpeza del sapo�.
44 El sentido de la frase: �Denosle (ese amor) Su Majestad... por
su glorioso Hijo a (= en) quien tan a su costa nos mostr� ese
amor�. Quiz�s la preposici�n �a� sea redundante. O bien, la frase
sea el�ptica: denos ese amor �a nosotros� a quienes etc...�. Fray
Luis enmend� todo el per�odo (p. 267).
45 El sentido de la pregunta que la Santa hace a Garc�a de Toledo
queda oscuro por culpa de los incisos que truncan el per�odo. Su
problema es: por que esas grandes gracias m�sticas no dejan al
alma �santificada�, como llegar� a estar �despues, andando el
tiempo�. El mismo problema hab�a aflorado ya en el c. 11, 1.
46 La Santa tiene la convicci�n de que la Magdalena pas�
r�pidamente de la vida de pecadora al amor perfecto. Lo mismo -
piensa ella- que ocurri� a San Pablo. Cf. Camino 40, 3.
47 Lc 18, 29-30, y Mc 10, 29-30.
48 Es decir: �conforme ve le reciben, as� da y se da�.
49 De nuevo dialoga con Garc�a de Toledo. El consejo que le da
implica una cierta desconfianza de los maestros espirituales que
tercian en la polemica del cap�tulo.
50 En el n. 5.
CAP�TULO 23
En que torna a tratar del discurso de su vida, y c�mo comenz� a
tratar de m�s perfecci�n, y por que medios. � Es provechoso para
las personas que tratan de gobernar almas que tienen oraci�n saber
c�mo se han de haber en los principios, y el provecho que le hizo
saberla llevar. *
1. Quiero ahora tornar adonde deje de mi vida (1), �que me he
detenido, creo, m�s de lo que me hab�a de detener�, porque se
entienda mejor lo que est� por venir. Es otro libro nuevo de aqu�
adelante, digo otra vida nueva. La de hasta aqu� era m�a; la que
he vivido desde que comence a declarar estas cosas de oraci�n, es
que viv�a Dios en m� (2), a lo que me parec�a; porque entiendo yo
era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y
obras. Sea el Se�or alabado que me libr� de m�.
2. Pues comenzando a quitar ocasiones y a darme m�s a la oraci�n,
comenz� el Se�or a hacerme las mercedes, como quien deseaba, a lo
que pareci�, que yo las quisiese recibir. Comenz� Su Majestad a
darme muy ordinario oraci�n de quietud, y muchas veces de uni�n,
que duraba mucho rato (3).
Yo, como en estos tiempos hab�an acaecido grandes ilusiones en
mujeres y enga�os que las hab�a hecho el demonio (4), comence a
temer, como era tan grande el deleite y suavidad que sent�a, y
muchas veces sin poderlo excusar, puesto que ve�a en m� por otra
parte una grand�sima seguridad que era Dios, en especial cuando
estaba en la oraci�n, y ve�a que quedaba de all� muy mejorada y
con m�s fortaleza. Mas en distrayendome un poco, tornaba a temer y
a pensar si quer�a el demonio, haciendome entender que era bueno,
suspender el entendimiento para quitarme la oraci�n mental y que
no pudiese pensar en la Pasi�n ni aprovecharme del entendimiento,
que me parec�a a m� mayor perdida, como no lo entend�a.
3. Mas como Su Majestad quer�a ya darme luz para que no le
ofendiese ya y conociese lo mucho que le deb�a, creci� de suerte
este miedo, que me hizo buscar con diligencia personas
espirituales con quien tratar, que ya ten�a noticia de algunos,
porque hab�an venido aqu� los de la Compa��a de Jes�s (5), a quien
yo �sin conocer a ninguno� era muy aficionada, de s�lo saber el
modo que llevaban de vida y oraci�n; mas no me hallaba digna de
hablarlos ni fuerte para obedecerlos, que esto me hac�a m�s temer,
porque tratar con ellos y ser la que era hac�aseme cosa recia.
4. En esto anduve alg�n tiempo, hasta que ya, con mucha bater�a
(6) que pase en m� y temores, me determine a tratar con una
persona espiritual para preguntarle que era la oraci�n que yo
ten�a, y que me diese luz, si iba errada, y hacer todo lo que
pudiese por no ofender a Dios. Porque la falta �como he dicho� (7)
que ve�a en m� de fortaleza me hac�a estar tan t�mida.
�Que enga�o tan grande, v�lgame Dios, que para querer ser buena me
apartaba del bien! En esto debe poner mucho el demonio en el
principio de la virtud, porque yo no pod�a acabarlo conmigo. Sabe
el que est� todo el medio (8) de un alma en tratar con amigos de
Dios, y as� no hab�a termino para que yo a esto me determinase.
Aguardaba a enmendarme primero, como cuando deje la oraci�n (9), y
por ventura nunca lo hiciera, porque estaba ya tan ca�da en
cosillas de mala costumbre que no acababa de entender eran malas,
que era menester ayuda de otros y darme la mano para levantarme.
Bendito sea el Se�or que, en fin, la suya fue la primera.
5. Como yo vi iba tan adelante mi temor, porque crec�a la oraci�n,
pareci�me que en esto hab�a alg�n gran bien o grand�simo mal.
Porque bien entend�a ya era cosa sobrenatural lo que ten�a, porque
algunas veces no lo pod�a resistir. Tenerlo cuando yo quer�a, era
excusado. Pense en m� que no ten�a remedio si no procuraba tener
limpia conciencia y apartarme de toda ocasi�n, aunque fuese de
pecados veniales, porque, siendo esp�ritu de Dios, clara estaba la
ganancia; si era demonio, procurando yo tener contento al Se�or y
no ofenderle, poco da�o me pod�a hacer, antes el quedar�a con
perdida. Determinada en esto y suplicando siempre a Dios me
ayudase, procurando lo dicho algunos d�as, vi que no ten�a fuerza
mi alma para salir con tanta perfecci�n a solas, por algunas
aficiones que ten�a a cosas que, aunque de suyo no eran muy malas,
bastaban para estragarlo todo.
6. Dijeronme de un clerigo letrado que hab�a en este lugar (10),
que comenzaba el Se�or a dar a entender a la gente su bondad y
buena vida. Yo procure por medio de un caballero santo que hay en
este lugar (11). Es casado, mas de vida tan ejemplar y virtuosa, y
de tanta oraci�n y caridad, que en todo el resplandece su bondad y
perfecci�n. Y con mucha raz�n, porque grande bien ha venido a
muchas almas por su medio, por tener tantos talentos, que, aun con
no le ayudar su estado, no puede dejar con ellos de obrar. Mucho
entendimiento y muy apacible para todos. Su conversaci�n no
pesada, tan suave y agraciada, junto con ser recta y santa, que da
contento grande a los que trata. Todo lo ordena para gran bien de
las almas que conversa, y no parece trae otro estudio sino hacer
por todos los que el ve se sufre (12) y contentar a todos.
7. Pues este bendito y santo hombre, con su industria (13), me
parece fue principio para que mi alma se salvase. Su humildad a m�
esp�ntame, que con haber, a lo que creo, poco menos de cuarenta
a�os que tiene oraci�n �no se si son dos o tres menos�, y lleva
toda la vida de perfecci�n (14), que, a lo que parece, sufre su
estado. Porque tiene una mujer tan gran sierva de Dios y de tanta
caridad, que por ella no se pierde; en fin, como mujer de quien
Dios sab�a hab�a de ser tan gran siervo suyo, la escogi�. Estaban
deudos suyos casados con parientes m�os (15). Y tambien con otro
harto siervo de Dios, que estaba casado con una prima m�a, ten�a
mucha comunicaci�n.
8. Por esta v�a procure viniese a hablarme este clerigo que digo
(16) tan siervo de Dios, que era muy su amigo, con quien pense
confesarme y tener por maestro. Pues trayendole para que me
hablase, y yo con grand�sima confusi�n de verme presente de hombre
tan santo, dile parte (17) de mi alma y oraci�n, que confesarme no
quiso: dijo que era muy ocupado, y era as�. Comenz� con
determinaci�n santa a llevarme como a fuerte, que de raz�n hab�a
de estar seg�n la oraci�n vio que ten�a, para que en ninguna
manera ofendiese a Dios.
Yo, como vi su determinaci�n tan de presto en cosillas que, como
digo (18), yo no ten�a fortaleza para salir luego con tanta
perfecci�n, aflig�me; y como vi que tomaba las cosas de mi alma
como cosa que en una vez hab�a de acabar con ella, yo ve�a que
hab�a menester mucho m�s cuidado.
9. En fin, entend� no eran por los medios que el me daba por donde
yo me hab�a de remediar, porque eran para alma m�s perfecta; y yo,
aunque en las mercedes de Dios estaba adelante, estaba muy en los
principios en las virtudes y mortificaci�n. Y cierto, si no
hubiera de tratar m�s de con el, yo creo nunca medrara mi alma;
porque de la aflicci�n que me daba de ver c�mo yo no hac�a �ni me
parece pod�a� lo que el me dec�a, bastaba para perder la esperanza
y dejarlo todo.
Algunas veces me maravillo, que siendo persona que tiene gracia
particular en comenzar a llegar almas a Dios, c�mo no fue servido
entendiese la m�a ni se quisiese encargar de ella, y veo fue todo
para mayor bien m�o, porque yo conociese y tratase gente tan santa
como la de la Compa��a de Jes�s.
10. De esta vez quede concertada con este caballero santo, para
que alguna vez me viniese a ver. Aqu� se vio su gran humildad,
querer tratar con persona tan ruin como yo. Comenz�me a visitar y
a animarme y decirme que no pensase que en un d�a me hab�a de
apartar de todo, que poco a poco lo har�a Dios; que en cosas bien
livianas hab�a el estado algunos a�os, que no las hab�a podido
acabar consigo. �Oh humildad, que grandes bienes haces adonde
est�s y a los que se llegan a quien la tiene! Dec�ame este santo
(que a mi parecer con raz�n le puedo poner este nombre) flaquezas,
que a el le parec�an que lo eran, con su humildad, para mi
remedio; y mirado conforme a su estado, no era falta ni
imperfecci�n, y conforme al m�o, era grand�sima tenerlas.
Yo no digo esto sin prop�sito, porque parece me alargo en
menudencias, e importan tanto para comenzar a aprovechar un alma y
sacarla a volar (que a�n no tiene plumas, como dicen), que no lo
creer� nadie, sino quien ha pasado por ello. Y porque espero yo en
Dios vuestra merced ha de aprovechar muchas (19), lo digo aqu�,
que fue toda mi salud saberme curar y tener humildad y caridad
para estar conmigo, y sufrimiento de ver que no en todo me
enmendaba. Iba con discreci�n, poco a poco dando maneras para
vencer el demonio. Yo le comence a tener tan grande amor, que no
hab�a para m� mayor descanso que el d�a que le ve�a, aunque eran
pocos. Cuando tardaba, luego me fatigaba mucho, pareciendome que
por ser tan ruin no me ve�a.
11. Como el fue entendiendo mis imperfecciones tan grandes, y aun
ser�an pecados (aunque despues que le trate, m�s enmendada
estaba), y como le dije las mercedes que Dios me hac�a, para que
me diese luz, d�jome que no ven�a lo uno con lo otro (20), que
aquellos regalos eran ya de personas que estaban muy aprovechadas
y mortificadas, que no pod�a dejar de temer mucho, porque le
parec�a mal esp�ritu (21) en algunas cosas, aunque no se
determinaba, mas que pensase bien todo lo que entend�a de mi
oraci�n y se lo dijese. Y era el trabajo que yo no sab�a poco ni
mucho decir lo que era mi oraci�n; porque esta merced de saber
entender que es, y saberlo decir, ha poco que me lo dio Dios (22).
12. Como me dijo esto, con el miedo que yo tra�a, fue grande mi
aflicci�n y l�grimas. Porque, cierto, yo deseaba contentar a Dios
y no me pod�a persuadir a que fuese demonio; mas tem�a por mis
grandes pecados me cegase Dios para no lo entender.
Mirando libros para ver si sabr�a decir la oraci�n que ten�a,
halle en uno que se llama Subida del Monte (23), en lo que toca a
uni�n del alma con Dios, todas las se�ales que yo ten�a en aquel
no pensar nada, que esto era lo que yo m�s dec�a: que no pod�a
pensar nada cuando ten�a aquella oraci�n; y se�ale con unas rayas
las partes que eran, y dile el libro para que el y el otro clerigo
que he dicho, santo y siervo de Dios, lo mirasen y me dijesen lo
que hab�a de hacer; y que, si les pareciese, dejar�a la oraci�n
del todo, que para que me hab�a yo de meter en esos peligros; pues
a cabo de veinte a�os casi que hab�a que la ten�a (24), no hab�a
salido con ganancia, sino con enga�os del demonio, que mejor era
no la tener; aunque tambien esto se me hac�a recio, porque ya yo
hab�a probado cu�l estaba mi alma sin oraci�n.
As� que todo lo ve�a trabajoso, como el que est� metido en un r�o,
que a cualquier parte que vaya de el teme m�s peligro, y el se
est� casi ahogando.
Es un trabajo muy grande este, y de estos he pasado muchos, como
dire adelante; (25) que aunque parece no importa, por ventura har�
provecho entender c�mo se ha de probar el esp�ritu.
13. Y es grande, cierto, el trabajo que se pasa, y es menester
tiento, en especial con mujeres, porque es mucha nuestra flaqueza
y podr�a venir a mucho mal diciendoles muy claro es demonio; sino
mirarlo muy bien, y apartarlas de los peligros que puede haber, y
avisarlas en secreto pongan mucho (26) y le tengan ellos, que
conviene.
Y en esto hablo como quien le cuesta harto trabajo no le tener
algunas personas con quien he tratado mi oraci�n, sino preguntando
unos y otros, por bien me han hecho harto da�o, que se han
divulgado cosas que estuvieran bien secretas �pues no son para
todos� y parec�a las publicaba yo. Creo sin culpa suya lo ha
permitido el Se�or para que yo padeciese. No digo que dec�an lo
que trataba con ellos en confesi�n; mas, como eran personas a
quien yo daba cuenta por mis temores para que me diesen luz,
parec�ame a m� hab�an de callar. Con todo, nunca osaba callar cosa
a personas semejantes.
Pues digo que se avise con mucha discreci�n, anim�ndolas y
aguardando tiempo, que el Se�or las ayudar� como ha hecho a m�;
que si no, grand�simo da�o me hiciera, seg�n era temerosa y
medrosa. Con el gran mal de coraz�n que ten�a, esp�ntome c�mo no
me hizo mucho mal (27).
14. Pues como di el libro, y hecha relaci�n de mi vida (28) y
pecados lo mejor que pude por junto (que no confesi�n, por ser
seglar, mas bien di a entender cu�n ruin era), los dos siervos de
Dios miraron con gran caridad y amor lo que me conven�a.
Venida la respuesta que yo con harto temor esperaba, y habiendo
encomendado a muchas personas que me encomendasen a Dios y yo con
harta oraci�n aquellos d�as, con harta fatiga vino a m� y d�jome
que, a todo su parecer de entrambos, era demonio; que lo que me
conven�a era tratar con un padre de la Compa��a de Jes�s, que como
yo le llamase diciendo ten�a necesidad vendr�a, y que le diese
cuenta de toda mi vida por una confesi�n general, y de mi
condici�n, y todo con mucha claridad; que por la virtud del
sacramento de la confesi�n le dar�a Dios m�s luz; que eran muy
experimentados en cosas de esp�ritu; que no saliese de lo que me
dijese en todo, porque estaba en mucho peligro si no hab�a quien
me gobernase.
15. A m� me dio tanto temor y pena, que no sab�a que me hacer.
Todo era llorar. Y estando en un oratorio muy afligida, no
sabiendo que hab�a de ser de m�, le� en un libro �que parece el
Se�or me lo puso en las manos� que dec�a San Pablo: Que era Dios
muy fiel, que nunca a los que le amaban consent�a ser del demonio
enga�ados (29). Esto me consol� mucho.
Comence a tratar de mi confesi�n general y poner por escrito todos
los males y bienes, un discurso de mi vida lo m�s claramente que
yo entend� y supe, sin dejar nada por decir (30).
Acuerdome que como vi, despues que lo escrib�, tantos males y casi
ning�n bien, que me dio una aflicci�n y fatiga grand�sima. Tambien
me daba pena que me viesen en casa tratar con gente tan santa como
los de la Compa��a de Jes�s, porque tem�a mi ruindad y parec�ame
quedaba obligada m�s a no lo ser y quitarme de mis pasatiempos, y
si esto no hac�a, que era peor; y as�, procure con la sacristana y
portera no lo dijesen a nadie. Aprovech�me poco, que acert� a
estar a la puerta, cuando me llamaron, quien lo dijo por todo el
convento. Mas �que de embarazos pone el demonio y que de temores a
quien se quiere llegar a Dios!
16. Tratando con aquel siervo de Dios (31) �que lo era harto y
bien avisado� toda mi alma, como quien bien sab�a este lenguaje
(32), me declar� lo que era y me anim� mucho. Dijo ser esp�ritu de
Dios muy conocidamente, sino que era menester tornar de nuevo a la
oraci�n: porque no iba bien fundada, ni hab�a comenzado a entender
mortificaci�n (y era as�, que aun el nombre no me parece
entend�a), y que en ninguna manera dejase la oraci�n, sino que me
esforzase mucho, pues Dios me hac�a tan particulares mercedes; que
que sab�a si por mis medios quer�a el Se�or hacer bien a muchas
personas, y otras cosas (que parece profetiz� lo que despues el
Se�or ha hecho conmigo); que tendr�a mucha culpa si no respond�a a
las mercedes que Dios me hac�a.
En todo me parec�a hablaba en el el Esp�ritu Santo para curar mi
alma, seg�n se imprim�a en ella.
17. H�zome gran confusi�n. Llev�me por medios que parec�a del todo
me tornaba otra. �Que gran cosa es entender un alma! D�jome
tuviese cada d�a oraci�n en un paso de la Pasi�n, y que me
aprovechase de el, y que no pensase sino en la Humanidad (33), y
que aquellos recogimientos y gustos resistiese cuanto pudiese, de
manera que no los diese lugar hasta que el me dijese otra cosa.
18. Dej�me consolada y esforzada, y el Se�or que me ayud� y a el
para que entendiese mi condici�n y c�mo me hab�a de gobernar.
Quede determinada de no salir de lo que me mandase en ninguna
cosa, y as� lo hice hasta hoy. Alabado sea el Se�or, que me ha
dado gracia para obedecer a mis confesores, aunque
imperfectamente; y casi siempre han sido de estos benditos hombres
de la Compa��a de Jes�s; aunque imperfectamente, como digo, los he
seguido.
Conocida mejor�a comenz� a tener mi alma, como ahora dire.
NOTAS CAP�TULO 23
Reanuda el relato autobiogr�fico. Lo hab�a interrumpido en el c.
10. Los cap�tulos 11-21 intercalan un tratado doctrinal sobre la
oraci�n y sus grados. Lo introdujo para �declarar algo de cuatro
grados de oraci�n en que el Se�or... ha puesto algunas veces mi
alma� (11, 8). Ahora asegura que servir�n para que �se entienda
mejor lo que est� por venir� (23, 1), es decir, para hacer
comprensible el relato autobiogr�fico que se desplaza del plano
exterior al plano de los hechos y experiencias m�sticas: �libro
nuevo de aqu� adelante, digo otra vida nueva� (23, 1). - Para
ello, regresa a �los principios�, no de su vida, sino de su
�experiencia m�stica�: en torno a 1554/1555, cuando ella contaba
40 a�os.
1 Interrumpi� el relato en el c. 10, albores de su vida m�stica.
2 Paralelismo con el dicho y la experiencia de San Pablo: Gal 2,
20 (�no vivo yo, vive en m� Cristo�), ya recordada en el c. 6, 9.
3 Oraci�n de quietud y... de uni�n: las dos modalidades m�sticas
expuestas en la 2� y 4� agua: cc. 14-15 y 18-21.
4 Los casos de visionarias embusteras hab�an sido una plaga de la
espiritualidad espa�ola de los decenios anteriores a estas
efemerides vividas por la Santa. Hab�an pululado entre
�alumbrados� y �espirituales�, motivando intervenciones ruidosas
de la Inquisici�n. A�n era reciente y sonado el caso de sor
Magdalena de la Cruz, abadesa de las Clarisas de C�rdoba, cuyos
embustes llegaron a embaucar la propia corte imperial, y cuyo
proceso inquisitorial (1544-1546) �puso espanto a toda Espa�a�, en
frase del P. RIBERA (Vida de Santa Teresa, I, c. 11). �Tiempos
recios�, los definir�a ella (33, 5).
5 Los jesuitas hab�an fundado en Avila el Colegio de San Gil en
1544. De este a�o datan los hechos que ahora cuenta la Santa.
6 Bater�a: turbaci�n, guerra interior. - La persona espiritual
aludida a continuaci�n es dif�cil de identificar. Quiz�s coincida
con �el caballero santo� del n. 6.
7 En el n. 3.
8 Medio: remedio.
9 Referido en el c. 7, 1 y deplorado en el c. 19, 10 ss.
10 �El maestro Daza�, anota Graci�n en su ejemplar. - Este lugar:
Avila. - El clerigo letrado, Gaspar Daza ( 1592), sacerdote
secular de Avila que en adelante intervendr� activamente en las
cosas de la Santa y la ayudar� en la fudaci�n de San Jose (32, 18;
y 36, 18).
11 �Francisco de Salcedo�, anota Graci�n en su ejemplar.
Inmortalizado por la Santa con el t�tulo de �caballero santo�.
Asisti� 20 a�os a las clases de teolog�a en Santo Tom�s de Avila,
y vivi� como un autentico �espiritual� de su siglo. Al enviudar
(1570), se orden� sacerdote. Muerto en 1580, fue sepultado en el
primer carmelo teresiano, en la capilla de San Pablo, fundada por
el mismo.
12 Se sufre: se puede.
13 Industria: diligencia, habilidad.
14 La frase queda m�s clara suprimiento la �y�. Fray Luis retoc�
todo el pasaje (p. 275). - A continuaci�n: sufre su estado: es
compatible con su estado de casado.
15 Salcedo estaba casado conD�aMenc�a del Aguila (prima
deD�aCatalina del Aguila que fue mujer de Pedro S. de Cepeda, el
t�o aquel que inici� a la Santa en la lectura de libros
espirituales: c. 3, 4 y c. 4, 7). -El otro harto siervo de Dios
era D. Alonso Alvarez D�vila, �hombre -seg�n el P. Ribera- muy
noble en linaje, y m�s en virtudes, por cuya causa le llamaban
Alonso Alvarez el santo� (Vida de S. Teresa L. 2, c. 5). Una de
sus hijas se har� carmelita en San Jose de Avila con el nombre de
Mar�a de San Jer�nimo, (cf. Ribera, ib. ).
16 Gaspar Daza.
17 Dile parte: lo informe.
18 Cf. n. 5.
19 Vuestra merced: Garc�a de Toledo. Ha de aprovechar a muchas
almas. - A continuaci�n: saberme el curar.
20 Es decir: que no eran compatibles los pecados y las mercedes
m�sticas.
21 Mal esp�ritu: eufemismo por �demonio�, como la Santa entender�
enseguida (nn. 12 y 13).
22 Cf. c. 17 nota 17.
23 Subida del Monte Si�n, por la v�a contemplativa. Contiene el
conocimiento nuestro y el seguimiento de Cristo y el reverenciar a
Dios en la contemplaci�n quieta, copilado en un convento de
frailes menores... Impreso por primera vez en Sevilla en 1535, fue
su autor BERNARDINO DE LAREDO, lego franciscano y medico que hab�a
sido de D. Juan II de Portugal.
24 Veinte a�os: desde 1536/1537 aproximadamente (cf. 4, 7). En
1554/55 eran algo menos de 20 a�os. Cf. otras alusiones a este
per�odo en el c. 17, 2; 19, 11; y 8, 3 notas 4 y 6.
25 Cf. c. 28, nn. 5-6 y los �ltimos cc. de Vida.
26 En orden: �avisarlas pongan mucho cuidado en tener secreto...�.
27 Ya ha hablado de su �mal de coraz�n� en el c. 4, 5; 7, 11; y lo
dir� especialmente en el c. 25, 14.
28 O sea, el libro de B. de Laredo (cf. n. 12), anotado, y adem�s
una relaci�n autobiogr�fica, probablemente la primera escrita por
la Santa. No ha llegado hasta nosotros.
29 Es el pasaje de 1 Cor 10, 13. El libro en que, probablemente,
lo ley� ella, fue el �Tercer Abecedario� de Osuna (Tr. 5, c. 4).
Cf. ROMAN LLAMAS: Una cita teresiana en Vida 23, 15�. En Monte
Carmelo 92 (1984), pp. 461-468. - El mismo episodio se repetir�
a�os m�s tarde (1575) y lo referir� ella en la Rel 58.
30 Nueva Relaci�n autobiogr�fica, tambien perdida.
31 �El P. Zetina�, anota el P. Graci�n en su ejemplar. El jesuita
Diego de Cetina (1531-1572), ordenado sacerdote en 1544, es a�n
estudiante de teolog�a. Nacido en Huete (Cuenca), contaba s�lo
23/24 a�os cuando se hace cargo de los problemas de la Santa.
32 Bien sab�a este lenguaje: entend�a de cosas de esp�ritu. Cf.
11, 6; 12, 5; 14, 8 y de nuevo en 27, 7.
33 La Humanidad de Cristo.
CAP�TULO 24
Prosigue en lo comenzado, y dice c�mo fue aprovech�ndose su alma
despues que comenz� a obedecer, y lo poco que le aprovechaba el
resistir las mercedes de Dios, y c�mo Su Majestad se las iba dando
m�s cumplidas.
1. Qued� mi alma de esta confesi�n tan blanda, que me parec�a no
hubiera cosa a que no me dispusiera; y as� comence a hacer mudanza
en muchas cosas, aunque el confesor (1) no me apretaba, antes
parec�a hac�a poco caso de todo. Y esto me mov�a m�s, porque lo
llevaba por modo de amar a Dios y como que dejaba libertad y no
apremio (2), si yo no me le pusiese por amor.
Estuve as� casi dos meses, haciendo todo mi poder en resistir los
regalos y mercedes de Dios. Cuanto a lo exterior, ve�ase la
mudanza, porque ya el Se�or me comenzaba a dar �nimo para pasar
por algunas cosas que dec�an personas que me conoc�an,
pareciendoles extremos, y aun en la misma casa (3). Y de lo que
antes hac�a, raz�n ten�an, que era extremo; mas de lo que era
obligada al h�bito y profesi�n que hac�a, quedaba corta.
2. Gane de este resistir gustos y regalos de Dios, ense�arme Su
Majestad. Porque antes me parec�a que para darme regalos en la
oraci�n era menester mucho arrinconamiento, y casi no me osaba
bullir. Despues vi lo poco que hac�a al caso; porque cuando m�s
procuraba divertirme (4), m�s me cubr�a el Se�or de aquella
suavidad y gloria, que me parec�a toda me rodeaba y que por
ninguna parte pod�a huir, y as� era. Yo tra�a tanto cuidado, que
me daba pena. El Se�or le tra�a mayor a hacerme mercedes y a
se�alarse mucho m�s que sol�a en estos dos meses, para que yo
mejor entendiese no era m�s en mi mano (5).
Comence a tomar de nuevo amor a la sacrat�sima Humanidad.
Comenz�se a asentar la oraci�n como edificio que ya llevaba
cimiento, y a aficionarme a m�s penitencia, de que yo estaba
descuidada por ser tan grandes mis enfermedades. D�jome aquel
var�n santo que me confes�, que algunas cosas no me podr�an da�ar;
que por ventura me daba Dios tanto mal, porque yo no hac�a
penitencia, me la quer�a dar Su Majestad. Mand�bame hacer algunas
mortificaciones no muy sabrosas para m�. Todo lo hac�a, porque
parec�ame que me lo mandaba el Se�or, y d�bale gracia para que me
lo mandase de manera que yo le obedeciese. Iba ya sintiendo mi
alma cualquiera ofensa que hiciese a Dios, por peque�a que fuese,
de manera que si alguna cosa superflua tra�a, no pod�a recogerme
hasta que me la quitaba. Hac�a mucha oraci�n porque el Se�or me
tuviese de su mano; pues trataba con sus siervos, permitiese no
tornase atr�s, que me parec�a fuera gran delito y que hab�an ellos
de perder credito por m�.
3. En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era
duque de Gand�a (6) y hab�a algunos a�os que, dej�ndolo todo,
hab�a entrado en la Compa��a de Jes�s. Procur� mi confesor, y el
caballero que he dicho tambien vino a m�, para que le hablase y
diese cuenta de la oraci�n que ten�a, porque sab�a iba adelante en
ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien hab�a mucho
dejado por El, aun en esta vida le pagaba.
Pues despues que me hubo o�do, d�jome que era esp�ritu de Dios y
que le parec�a que no era bien ya resistirle m�s, que hasta
entonces estaba bien hecho, sino que siempre comenzase la oraci�n
en un paso de la Pasi�n, y que si despues el Se�or me llevase el
esp�ritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su
Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien adelante, dio
la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo
que era yerro resistir ya m�s.
Yo quede muy consolada, y el caballero (7) tambien holg�base mucho
que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo
que pod�a, que era mucho.
4. En este tiempo mudaron a mi confesor de este lugar a otro (8),
lo que yo sent� muy mucho, porque pense me hab�a de tornar a ser
ruin y no me parec�a posible hallar otro como el. Qued� mi alma
como en un desierto, muy desconsolada y temerosa. No sab�a que
hacer de m�. Procur�me llevar una parienta m�a a su casa (9), y yo
procure ir luego a procurar otro confesor en la Compa��a. Fue el
Se�or servido que comence a tomar amistad con una se�ora viuda
(10), de mucha calidad y oraci�n, que trataba con ellos mucho.
H�zome confesar a su confesor (11), y estuve en su casa muchos
d�as. Viv�a cerca. Yo me holgaba por tratar mucho con ellos, que,
de s�lo entender la santidad de su trato, era grande el provecho
que mi alma sent�a.
5. Este Padre me comenz� a poner en m�s perfecci�n. Dec�ame que
para del todo contentar a Dios no hab�a de dejar nada por hacer;
tambien con harta ma�a y blandura, porque no estaba a�n mi alma
nada fuerte, sino muy tierna, en especial en dejar algunas
amistades que ten�a. Aunque no ofend�a a Dios con ellas, era mucha
afici�n, y parec�ame a m� era ingratitud dejarlas, y as� le dec�a
que, pues no ofend�a a Dios, que por que hab�a de ser
desagradecida. El me dijo que lo encomendase a Dios unos d�as y
rezase el himno de Veni, Creator (12), porque me diese luz de cu�l
era lo mejor. Habiendo estado un d�a mucho en oraci�n y suplicando
al Se�or me ayudase a contentarle en todo, comence el himno, y
est�ndole diciendo, v�nome un arrebatamiento tan s�bito que casi
me sac� de m�, cosa que yo no pude dudar, porque fue muy conocido.
Fue la primera vez que el Se�or me hizo esta merced de
arrobamientos (13). Entend� estas palabras: Ya no quiero que
tengas conversaci�n con hombres, sino con �ngeles. A m� me hizo
mucho espanto, porque el movimiento del �nima fue grande, y muy en
el esp�ritu se me dijeron estas palabras, y as� me hizo temor,
aunque por otra parte gran consuelo, que en quit�ndoseme el temor
que �a mi parecer� caus� la novedad, me qued�.
6. Ello se ha cumplido bien, que nunca m�s yo he podido asentar en
amistad ni tener consolaci�n ni amor particular sino a personas
que entiendo le tienen a Dios y le procuran servir, ni ha sido en
mi mano (14), ni me hace el caso ser deudos ni amigos. Si no
entiendo esto o es persona que trata de oraci�n, esme cruz penosa
tratar con nadie. Esto es as�, a todo mi parecer, sin ninguna
falta.
7. Desde aquel d�a yo quede tan animosa para dejarlo todo por Dios
como quien hab�a querido en aquel momento �que no me parece fue
m�s� dejar otra a su sierva. As� que no fue menester mand�rmelo
m�s; que como me ve�a el confesor tan asida en esto, no hab�a
osado determinadamente decir que lo hiciese. Deb�a aguardar a que
el Se�or obrase, como lo hizo. Ni yo pense salir con ello, porque
ya yo misma lo hab�a procurado, y era tanta la pena que me daba,
que como cosa que me parec�a no era inconveniente, lo dejaba; ya
aqu� me dio el Se�or libertad y fuerza para ponerlo por obra. As�
se lo dije al confesor y lo deje todo conforme a como me lo mand�.
Hizo harto provecho a quien yo trataba ver en m� esta
determinaci�n.
8. Sea Dios bendito por siempre, que en un punto me dio la
libertad que yo, con todas cuantas diligencias hab�a hecho muchos
a�os hab�a (15), no pude alcanzar conmigo, haciendo hartas veces
tan gran fuerza, que me costaba harto de mi salud. Como fue hecho
de quien es poderoso y Se�or verdadero de todo, ninguna pena me
dio.
NOTAS CAP�TULO 24
1 El confesor: Diego de Cetina.
2 Premio, escribe la Santa, como en otros pasajes (3, 12).
3 La misma casa: el monasterio de la Encarnaci�n.
4 Divertirme: distraerme.
5 O sea: no estaba en mi mano, no depend�a de m�.
6 Es san Francisco de Borja. Primer personaje coet�neo que aparece
en el relato con nombre propio. M�s adelante saldr� tambien del
anonimato Pedro de Alc�ntara (27, 16). - El Padre Francisco hab�a
sido nombrado por San Ignacio Comisario para las Provincias de
Espa�a (7.1.1554). Invitado por el cabildo de Avila en Mayo de
1554, predic� en la Catedral uno de los d�as de la octava del
Corpus (junio de 1554). Por esas fechas se encontrar�a con la
Santa por vez primera. - En la Rel. 5� asegura ella que �al P.
Francisco... trat� dos veces�. La segunda vez ser�a,
probablemente, en 1557. En el proceso de beatificaci�n de la Santa
depuso la Duquesa de Gand�a, Do�a Juana de Velasco: �En especial
se acuerda... haber o�do que alababa el esp�ritu, vida y santidad
de la dicha madre Teresa de Jes�s el padre Francisco de Borja, que
fue general de la Compa��a de Jes�s� (BMC, t. 20, p. 262). - Mi
confesor y el caballero santo: eran Diego de Cetina y Francisco de
Salcedo.
7 El caballero: el mismo F. de Salcedo.
8 El P. Diego de Cetina hubo de regresar a Salamanca para
proseguir sus estudios.
9 Una parienta m�a: no es f�cil de identificar.
10 Una se�ora viuda: �D� Guiomar de Ulloa, mujer que fue de
Francisco de Avila�, anota Graci�n en su ejemplar. Ella y la Santa
se hab�an conocido en la Encarnaci�n, donde era monja Do�a Aldonza
de Guzm�n, hermana de Do�a Guiomar. Lleg� a tener gran amistad con
la Madre Teresa, �m�s estrecha amistad que pudiera tener con
hermana�, escribir�a la propia Santa a su hermano Lorenzo el
23.12.1561. De ella seguir� hablando la Santa en el resto del
relato. En 1578 entr� en el carmelo de San Jose, pero hubo de
abandonar la vida carmelita por falta de salud.
11 �El P. Pr�danos�, anota Graci�n en su ejemplar. El jesuita Juan
de Pr�danos, nacido en Calahorra (1528), se hab�a ordenado
sacerdote poco antes (1554), y pronto ser�a rector del Colegio de
San Gil (1555. Muri� en Valladolid el 4.11.1597).
12 Es el himno lit�rgico de la fiesta de Pentecostes, pero de
recitaci�n ordinaria fuera de esa fecha lit�rgica. En 1556,
Pentecostes se celebr� el 24 de mayo; en 1557, el 6 de junio.
13 Este primer arrobamiento ocurri� probablemente en 1556, o
quiz�s en 1557. - Comp�rese con otras �primeras gracias m�sticas�:
cf. c. 19, 9: �primera palabra�; c. 7, 6: �primera visi�n�. - La
resistencia de la Santa a los arrobamientos dur� dos a�os (c. 25,
15; c. 27, 1-2) o �casi dos a�os� (c. 25, 1).
14 Ni ha sido en mi mano: no me ha sido posible. Deudos:
familiares.
15 Hac�a muchos a�os.
CAP�TULO 25
En que trata el modo y manera c�mo se entienden estas hablas que
hace Dios al alma sin o�rse, y de algunos enga�os que puede haber
en ello, y en que se conocer� cu�ndo lo es. � Es de mucho provecho
para quien se viere en este grado de oraci�n, porque se declara
muy bien, y de harta doctrina. *
1. Pareceme ser� bien declarar c�mo es este hablar que hace Dios
al alma y lo que ella siente, para que vuestra merced lo entienda
(1). Porque desde esta vez que he dicho que el Se�or me hizo esta
merced (2), es muy ordinario hasta ahora, como se ver� en lo que
est� por decir.
Son unas palabras muy formadas (3), mas con los o�dos corporales
no se oyen, sino entiendense muy m�s claro que si se oyesen; y
dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por dem�s. Porque
cuando ac� no queremos o�r, podemos tapar los o�dos o advertir a
otra cosa, de manera que, aunque se oiga, no se entienda. En esta
pl�tica que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que,
aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan
entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta
querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que
entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra se�or
verdadero de nosotros. Esto tengo muy experimentado, porque me
dur� casi dos a�os el resistir (4), con el gran miedo que tra�a, y
ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecha.
2. Yo querr�a declarar los enga�os que puede haber aqu� (aunque a
quien tiene mucha experiencia pareceme ser� poco o ninguno, mas ha
de ser mucha la experiencia) y la diferencia que hay cuando es
esp�ritu bueno o cuando es malo, o c�mo puede tambien ser
aprensi�n del mismo entendimiento (5) �que podr�a acaecer� o
hablar el mismo esp�ritu a s� mismo. Esto no se yo si puede ser,
mas a�n hoy me ha parecido que s�.
Cuando es de Dios, tengo muy probado en muchas cosas que se me
dec�an dos o tres a�os antes, y todas se han cumplido, y hasta
ahora ninguna ha salido mentira, y otras cosas adonde se ve claro
ser esp�ritu de Dios, como despues se dir�.
3. Pareceme a m� que podr�a una persona, estando encomendando una
cosa a Dios con gran afecto y aprensi�n, parecerle entiende alguna
cosa si se har� o no, y es muy posible; aunque a quien ha
entendido de estotra suerte (6), ver� claro lo que es, porque es
mucha la diferencia, y si es cosa que el entendimiento fabrica,
por delegado que vaya, entiende que ordena el algo y que habla;
que no es otra cosa sino ordenar uno la pl�tica, o escuchar lo que
otro le dice; y ver� el entendimiento que entonces no escucha,
pues que obra; y las palabras que el fabrica son como cosa sorda,
fantaseada, y no con la claridad que estotras. Y aqu� est� en
nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos; en estotro
no hay terminos.
Y otra se�al m�s que todas: (7) que no hace operaci�n. Porque
estotra que habla el Se�or es palabras y obras; y aunque las
palabras no sean de devoci�n, sino de reprensi�n, a la primera
disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz y regala y
quieta; y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma,
como con la mano se le quita, y aun mejor, que parece quiere el
Se�or se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras.
4. Pareceme que hay la diferencia que si nosotros habl�semos u
oyesemos, ni m�s ni menos. Porque lo que hablo, como he dicho (8),
voy ordenando con el entendimiento lo que digo. Mas si me hablan,
no hago m�s de o�r sin ning�n trabajo.
Lo uno va como una cosa que no nos podemos bien determinar si es,
como uno que est� medio dormido; estotro es voz tan clara que no
se pierde una s�laba de lo que se dice. Y acaece ser a tiempos que
est� el entendimiento y alma tan alborotada y distra�da, que no
acertar�a a concertar una buena raz�n, y (9) halla guisadas
grandes sentencias que le dicen, que ella, aun estando muy
recogida, no pudiera alcanzar, y a la primera palabra, como digo,
la mudan toda. En especial si est� en arrobamiento, que las
potencias est�n suspendidas, �c�mo se entender�n cosas que no
hab�an venido a la memoria aun antes? �C�mo vendr�n entonces, que
no obra casi, y la imaginaci�n est� como embobada?
5. Entiendase que cuando se ven visiones o se entienden estas
palabras, a mi parecer, nunca es en tiempo que est� unida el alma
en el mismo arrobamiento; que en este tiempo �como ya dejo
declarado, creo en la segunda agua� (10) del todo se pierden todas
las potencias y a mi parecer all� ni se puede ver ni entender ni
o�r: est� en otro poder toda, y en este tiempo, que es muy breve,
no me parece la deja el Se�or para nada libertad. Pasado este
breve tiempo, que se queda a�n en el arrobamiento el alma, es esto
que digo; (11) porque quedan las potencias de manera que, aunque
no est�n perdidas, casi nada obran; est�n como absortas y no
h�biles para concertar razones. Hay tantas para entender la
diferencia, que si una vez se enga�ase, no ser�n muchas.
6. Y digo que si es alma ejercitada y est� sobre aviso, lo ver�
muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he
dicho (12), ning�n efecto hace, ni el alma lo admite (porque
estotro, mal que nos pese) (13), y no se da credito, antes se
entiende que es devanear del entendimiento, casi como no se har�a
caso de una persona que sabeis tiene frenes�.
Estotro es como si lo oyesemos a una persona muy santa o letrada y
de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir. Y aun es baja
comparaci�n, porque traen algunas veces una majestad consigo estas
palabras, que, sin acordarnos quien las dicen (14), si son de
reprensi�n hacen temblar, y si son de amor, hacen deshacerse en
amar. Y son cosas, como he dicho (15), que estaban bien lejos de
la memoria, y d�cense tan de presto sentencias tan grandes, que
era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna
manera me parece se puede entonces ignorar no ser cosa fabricada
de nosotros.
As� que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece
puede haber enga�o en persona ejercitada, si ella misma de
advertencia no se quiere enga�ar.
7. Acaec�dome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo
que me dicen, y pensar si se me antoj� (esto despues de pasado,
que entonces es imposible), y verlo cumplido desde a mucho tiempo;
(16) porque hace el Se�or que quede en la memoria, que no se puede
olvidar. Y lo que es del entendimiento (17) es como primer
movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como
obra que, aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo que
se pierda la memoria de que, en fin, se dijo, salvo si no ha mucho
tiempo o son palabras de favor o doctrina; mas de profec�a no hay
olvidarse, a mi parecer, al menos a m�, aunque tengo poca memoria.
8. Y torno a decir que me parece (18) si un alma no fuese tan
desalmada que lo quiera fingir (que ser�a harto mal) y decir que
lo entiende no siendo as�; mas dejar de ver claro que ella lo
ordena y lo parla entre s�, pareceme no lleva camino, si ha
entendido el esp�ritu de Dios, que si no, toda su vida podr�
estarse en ese enga�o y parecerle que entiende, aunque yo no se
c�mo. O esta alma lo quiere entender, o no: si se est� deshaciendo
de lo que entiende y en ninguna manera querr�a entender nada por
mil temores y otras muchas causas que hay para tener deseo de
estar quieta en su oraci�n sin estas cosas, �c�mo da tanto espacio
al entendimiento que ordene razones? Tiempo es menester para esto.
Ac� (19) sin perder ninguno, quedamos ense�adas y se entienden
cosas que parece era menester un mes para ordenarlas, y el mismo
entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se
entienden.
9. Esto es as�, y quien tuviere experiencia ver� que es al pie de
la letra todo lo que he dicho. Alabo a Dios porque lo he sabido
as� decir. Y acabo con que me parece, siendo del entendimiento
(20), cuando lo quisiesemos lo podr�amos entender, y cada vez que
tenemos oraci�n nos podr�a parecer entendemos. Mas en estotro no
es as�, sino que estare muchos d�as que aunque quiera entender
algo es imposible, y cuando otras veces no quiero, como he dicho
(21), lo tengo de entender.
Pareceme que quien quisiese enga�ar a los otros, diciendo que
entiende de Dios lo que es de s�, que poco le cuesta decir que lo
oye con los o�dos corporales; y es as� cierto con verdad, que
jam�s pense hab�a otra manera de o�r ni entender hasta que lo vi
por m�; y as�, como he dicho, me cuesta harto trabajo (22).
10. Cuando es demonio (23), no s�lo no deja buenos efectos, mas
dejalos malos. Esto me ha acaecido no m�s de dos o tres veces, y
he sido luego avisada del Se�or c�mo era demonio. Dejado la gran
sequedad que queda, es una inquietud en el alma a manera de otras
muchas veces que ha permitido el Se�or que tenga grandes
tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me
atormenta hartas veces, como adelante dire (24), es una inquietud
que no se sabe entender de d�nde viene, sino que parece resiste el
alma y se alborota y aflige sin saber de que, porque lo que el
dice no es malo sino bueno. Pienso si siente un esp�ritu a otro.
El gusto y deleite que el da, a mi parecer, es diferente en gran
manera. Podr� el enga�ar con estos gustos a quien no tuviere o
hubiere tenido otros de Dios.
11. De veras digo gustos (25), una recreaci�n suave, fuerte,
impresa, deleitosa, quieta; que unas devocioncitas del alma, de
l�grimas y otros sentimientos peque�os, que al primer airecito de
persecuci�n se pierden estas florecitas, no las llamo devociones,
aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para
determinar estos efectos de buen esp�ritu o malo. Y as� es bien
andar siempre con gran aviso, porque cuando a personas que no
est�n m�s adelante en la oraci�n que hasta esto, f�cilmente
podr�an ser enga�adas si tuviesen visiones o revelaciones (26).
Yo nunca tuve cosa de estas postreras hasta haberme Dios dado, por
s�lo su bondad, oraci�n de uni�n, si no fue la primera vez que
dije, que ha muchos a�os (27), que vi a Cristo, que pluguiera a Su
Majestad entendiera yo era verdadera visi�n como despues lo he
entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el
alma, sino como espantada y con gran disgusto (28).
12. Tengo por muy cierto que el demonio no enga�ar� �ni lo
permitir� Dios� a alma que de ninguna cosa se f�a de s� y est�
fortalecida en la fe, que entienda ella de s� que por un punto de
ella morir� mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde
luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir
conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros,
como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no
la mover�an cuantas revelaciones pueda imaginar �aunque viese
abiertos los cielos� un punto de lo que tiene la Iglesia (29)
Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, o
detenerse en decir: �pues si Dios me dice esto, tambien puede ser
verdad, como lo que dec�a a los santos� (no digo que lo crea, sino
que el demonio la comience a tentar por primer movimiento; que
detenerse en ello ya se ve que es mal�simo, mas aun primeros
movimientos muchas veces en este caso creo no vendr�n si el alma
est� en esto tan fuerte como la hace el Se�or a quien da estas
cosas, que le parece desmenuzar�a los demonios sobre una verdad de
lo que tiene la Iglesia, muy peque�a), [13] digo que si no viere
en s� esta fortaleza grande y que ayude a ella la devoci�n o
visi�n, que no la tenga por segura (30).
Porque, aunque no se sienta luego el da�o, poco a poco podr�a
hacerse grande. Que, a lo que yo veo y se de experiencia, de tal
manera queda el credito de que es Dios, que vaya conforme a la
Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha m�s
firmeza sin comparaci�n me parece tendr�a en que es demonio que
ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque
entonces no es menester andar a buscar se�ales ni que esp�ritu es,
pues est� tan clara esta se�al para creer que es demonio, que si
entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creer�a.
El caso es que, cuando es demonio parece que se esconden todos los
bienes y huyen del alma, seg�n queda desabrida y alborotada y sin
ning�n efecto bueno. Porque aunque parece pone deseos, no son
fuertes. La humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad.
Pareceme que a (31) quien tiene experiencia del buen esp�ritu, lo
entender�.
14. Con todo, puede hacer muchos embustes el demonio, y as� no hay
cosa en esto tan cierta que no lo sea m�s temer e ir siempre con
aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada, y con
esto ning�n da�o puede venir; aunque a m� hartos me han venido por
estos temores demasiados que tienen algunas personas.
En especial me acaeci� una vez que se hab�an juntado muchos a
quien yo daba gran credito �y era raz�n se le diese� que, aunque
yo ya no trataba sino con uno, y cuando el me lo mandaba hablaba a
otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me ten�an
mucho amor y tem�an no fuese enga�ada. Yo tambien tra�a grand�simo
temor cuando no estaba en la oraci�n, que estando en ella y
haciendome el Se�or alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran
cinco o seis, todos muy siervos de Dios (32). Y d�jome mi confesor
que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan
a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese
soledad.
Yo era temerosa en extremo, como he dicho (33). Ayud�bame el mal
de coraz�n, que aun en una pieza sola no osaba estar de d�a muchas
veces. Yo, como vi que tantos lo afirmaban y yo no lo pod�a creer,
diome grand�simo escr�pulo, pareciendo poca humildad; porque todos
eran (34) m�s de buena vida sin comparaci�n que yo, y letrados,
que por que no los hab�a de creer. Forz�bame lo que pod�a para
creerlo, y pensaba que mi ruin vida (35) y que conforme a esto
deb�an de decir verdad.
15. Fuime de la iglesia con esta aflicci�n y entreme en un
oratorio, habiendome quitado muchos d�as de comulgar, quitada la
soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien
tratar, porque todos eran contra m�: unos me parec�a burlaban de
m� cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban
al confesor que se guardase de m�; otros dec�an que era claro
demonio; s�lo el confesor (36), que, aunque conformaba con ellos
por probarme �seg�n despues supe�, siempre me consolaba y me dec�a
que, aunque fuese demonio, no ofendiendo yo a Dios, no me pod�a
hacer nada, que ello se me quitar�a, que lo rogase mucho a Dios. Y
el y todas las personas que confesaba lo hac�an harto, y otras
muchas, y yo toda mi oraci�n, y cuantos entend�a eran siervos de
Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino. Y esto me
dur� no se si dos a�os, que era continuo pedirlo al Se�or.
16. A m� ning�n consuelo me bastaba, cuando pensaba que era
posible que tantas veces me hab�a de hablar el demonio. Porque de
que no tomaba horas de soledad para oraci�n, en conversaci�n me
hac�a el Se�or recoger y, sin poderlo yo excusar, me dec�a lo que
era servido y, aunque me pesaba, lo hab�a de o�r.
17. Pues est�ndome sola, sin tener una persona con quien
descansar, ni pod�a rezar ni leer, sino como persona espantada de
tanta tribulaci�n y temor de si me hab�a de enga�ar el demonio,
toda alborotada y fatigada, sin saber que hacer de m�. En esta
aflicci�n me vi algunas y muchas veces, aunque no me parece
ninguna en tanto extremo. Estuve as� cuatro o cinco horas, que
consuelo del cielo ni de la tierra no hab�a para m�, sino que me
dej� el Se�or padecer, temiendo mil peligros. �Oh Se�or m�o, c�mo
sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando quereis
podeis, y (37) nunca dej�is de querer si os quieren! �Alaben os
todas las cosas, Se�or del mundo! �Oh, quien diese voces por el,
para decir cu�n fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas
faltan; Vos Se�or de todas ellas, nunca falt�is. Poco es lo que
dej�is padecer a quien os ama. �Oh Se�or m�o!, �que delicada y
pulida y sabrosamente los sabeis tratar! �Quien nunca se hubiera
detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Se�or, que prob�is
con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se
entienda el mayor extremo de vuestro amor. �Oh Dios m�o, quien
tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer
vuestras obras como lo entiende mi alma! F�ltame todo, Se�or m�o;
mas si Vos no me desampar�is, no os faltare yo a Vos. Lev�ntense
contra m� todos los letrados; pers�ganme todas las cosas criadas,
atormentenme los demonios, no me falteis Vos, Se�or, que ya tengo
experiencia de la ganancia con que sac�is a quien s�lo en Vos
conf�a.
18. Pues estando en esta gran fatiga (a�n entonces no hab�a
comenzado a tener ninguna visi�n), solas estas palabras bastaban
para quit�rmela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo
soy y no te desamparare; no temas (38). Pareceme a m�, seg�n
estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me
sosegase y que no bastara nadie.
Heme aqu� con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con
�nimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi
alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que
era Dios. �Oh, que buen Dios! �Oh, que buen Se�or y que poderoso!
No s�lo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras
(39). �Oh, v�lgame Dios, y c�mo fortalece la fe y se aumenta el
amor!
19. Es as�, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el
Se�or mand� a los vientos que estuviesen quedos, en la mar, cuando
se levant� la tempestad (40) y as� dec�a yo: �Quien es este que
as� le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran
oscuridad en un momento, y hace blando un coraz�n que parec�a
piedra, da agua de l�grimas suaves adonde parec�a hab�a de haber
mucho tiempo sequedad? �Quien pone estos deseos? �Quien da este
�nimo? Que me acaeci� pensar: �de que temo? �Que es esto? Yo deseo
servir a este Se�or. No pretendo otra cosa sino contentarle. No
quiero contento ni descanso ni otro bien sino hacer su voluntad
(que de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo pod�a
afirmar). Pues si este Se�or es poderoso, como veo que lo es y se
que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay
que dudar, pues es fe) (41), siendo yo sierva de este Se�or y Rey,
�que mal me pueden ellos hacer a m�? �Por que no he yo de tener
fortaleza para combatirme con todo el infierno?
Tomaba una cruz en la mano y parec�a verdaderamente darme Dios
�nimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera
tomarme con ellos a brazos (42), que me parec�a f�cilmente con
aquella cruz los venciera a todos. Y as� dije: �ahora venid todos,
que siendo sierva del Se�or yo quiero ver que me podeis hacer�.
20. Es sin duda que me parec�a me hab�an miedo, porque yo quede
sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos
los miedos que sol�a tener, hasta hoy. Porque, aunque algunas
veces los ve�a, como dire despues (43), no los he habido m�s casi
miedo, antes me parec�a ellos me le hab�an a m�.
Qued�me un se�or�o contra ellos bien dado del Se�or de todos, que
no se me da m�s de ellos que de moscas. Parecenme tan cobardes
que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No
saben estos enemigos de hecho acometer, sino a quien ven que se
les rinde, o cuando lo permite Dios para m�s bien de sus siervos
que los tienten y atormenten.
Pluguiese a Su Majestad temiesemos a quien hemos de temer y
entendiesemos nos puede venir mayor da�o de un pecado venial que
de todo el infierno junto, pues es ello as�.
21. �Que espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos
nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y
deleites! (44), que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que
nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer,
mucho da�o nos har�n. Porque con nuestras mismas armas les hacemos
que peleen contra nosotros, poniendo en sus manos con las que nos
hemos de defender. Esta es la gran l�stima. Mas si todo lo
aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos
servirle de verdad, huye el de estas verdades como de pestilencia.
Es amigo de mentiras, y la misma mentira; no har� pacto con quien
anda en verdad (45).
Cuando el ve oscurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que
se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su
descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo
cosa de juego de ni�os, ya el ve que este es ni�o, pues trata como
tal, y atrevese a luchar con el una y muchas veces (46).
22. Plega al Se�or que no sea yo de estos, sino que me favorezca
Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por
honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo
al reves, y �una higa (47) para todos los demonios!, que ellos me
temer�n a m�. No entiendo estos miedos: ��demonio! �demonio!�,
adonde podemos decir: ��Dios �Dios!�, y hacerle temblar (48). S�,
que ya sabemos que no se puede menear si el Se�or no lo permite.
�Que es esto? Es sin duda que tengo ya m�s miedo a los que tan
grande le tienen al demonio que a el mismo; porque el no me puede
hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan
mucho, y he pasado algunos a�os de tan gran trabajo, que ahora me
espanto c�mo lo he podido sufrir. �Bendito sea el Se�or que tan de
veras me ha ayudado!.
NOTAS CAP�TULO 25
De nuevo introduce en el relato autobiogr�fico un parentesis
doctrinal. Lo motiva la �palabra interior� referida en el c. 24,
5, que resolvi� su problema afectivo. Desde ella se propone
explicar �las hablas m�sticas�: en que consisten y c�mo
discernirlas. La exposici�n se ilustra con hechos personales (nn.
7, 14-15), y culmina en el relato de una nueva �palabra interior�,
decisiva: �no hayas miedo, hija, yo soy� (n. 18). - Desarrollar�
el tema en el lugar paralelo de las Moradas VI, c. 3.
1 El cap�tulo reanuda el di�logo con el P. Garc�a de Toledo. Al
final del cap�tulo, el di�logo se extender� a todo el grupo de
letrados asesores.
2 Se refiere a la palabra escuchada en ese �primer arrobamiento�,
referido en el c. anterior, n. 5.
3 Palabras muy formadas: en acepci�n m�stica. Son experiencias
m�sticas con contenido ideol�gico y expresi�n verbal, por
oposici�n a las noticias puras, comunicadas en las visiones
intelectuales, sin verbalizaci�n. Vease la nota 18 al cap�tulo 27,
n. 6, y las anotaciones al c. 3 de las Moradas VI. - San Juan de
la Cruz emplea una terminolog�a parecida (�palabras sucesivas,
formales y sustanciales� pero en un cuadro doctrinal diverso del
teresiano (Subida II, c. 28, 2; y cc. 30-31).
4 Dur� casi dos a�os el resistir a las hablas interiores, a pesar
de la respuesta de san Francisco de Borja (24, 3). De nuevo
testificar� esa dolorosa resistencia en el n. 15 y en el c. 27, 1.
5 Aprensi�n del mismo entendimiento (en el aut�grafo: apreensi�n,
repetido en el n. 3). Termino que proviene del lexico escol�stico
de sus letrados asesores. �Aprehensio� era el acto germinal de la
mente que concibe una idea. En el texto teresiano indica la
formulaci�n de una palabra interior por la propia mente
(autoescucha, autosugesti�n), en contraposici�n a las otras dos
formas de palabra interior: la sugerida por el demonio, o la
infundida por Dios. Para la autora el problema del cap�tulo es
c�mo discernirlas.
6 Entendido de estotra suerte: en forma de habla m�stica, como ha
dicho en el n. 1. - A partir del n. 2 establece la Santa un
paralelo entre las hablas m�sticas y las ficticias (fantaseadas
por el sujeto o sugeridas por el demonio). El termino �estotro�
designar� constantemente las hablas m�sticas, por contraposici�n a
las otras dos.
7 Otra se�al m�s distinta (= m�s se�al) que todas es que no hace
operaci�n. Es decir, que las hablas fantaseadas no producen
efectos interiores. Al contrario las del Se�or, �son palabras y
obras�: alusi�n b�blica a Fil. 4, 13, insinuada dos veces en este
n�mero; y ya antes en el c. 13, 3.
8 En los nn. 2-3.
9 �Y�: en cambio...
10 No en la segunda sino en la cuarta agua: c. 18, 1 y s.; y c.
20, 3 y ss.
11 Lo ha dicho al final del n. 4. - Las dos cosas que aqu� afirma
son: que durante el arrobamiento propiamente dicho (con suspensi�n
de las potencias), no se dan las hablas m�sticas; que despues de
el, al cesar dicha suspensi�n, �a�n queda en una especie de
arrobamiento el alma...�. Entonces �es esto que digo�: entonces
tienen lugar las hablas m�sticas (como ha dicho del �primer
arrobamiento�: c. 24, 5). - Para inteligencia de todo este pasaje,
tengase en cuenta la doctrina teresiana del extasis: cc. 18 y 20;
especialmente, los nn. 12-13 del c. 18.
12 Por donde se ve lo que he dicho: la diferencia entre hablas
m�sticas y pseudom�sticas, de que viene hablando desde el n. 2.
13 Es decir: �porque estotro (las hablas m�sticas) lo admitimos
mal que nos pese�. Vease el mismo pensamiento formulado en el n.
1.
14 Quien las dicen: fray Luis corrige el probable lapsus: �quien
las dice� (p. 295).
15 Dicho en el n. 4.
16 O sea, �de all� a mucho tiempo�.
17 Y en cambio, lo que es fabricado del entendimiento... - La
Santa usa con frecuencia la conjunci�n �y� en sentido adversativo:
en cambio, sin embargo (cf. nota 9).
18 Frase incompleta: me parece imposible enga�arse. El �torno a
decir� enlaza con el final del n. 6. - Alma tan desalmada:
�Desalmado, el que tiene mala conciencia y no cura de vivir como
hombre de raz�n� (Cobarruvias).
19 Ac�: en las genuinas hablas m�sticas. - Sin perder ning�n
tiempo.
20 Es decir: �acabo diciendo que me parece que, siendo fantaseado
por el entendimiento, cuando lo quisieremos lo podr�amos
entender�.
21 Lo ha dicho en los nn. 1 y 6.
22 Se refiere a los episodios narrados en el c. 23.
23 Cuando es demonio: cuando las hablas provienen del demonio.
24 Hablar� de ello especialmente en el c. 31. Cf. adem�s los cc.
32, 1; 36, 7-11; 38, 23-24; 39, 4.
25 De veras digo gustos: digo gustos, que sean realmente tales, en
la acepci�n m�stica del termino.
26 Frase inconclusa. Fray Luis la reelabor� a su modo (p. 299).
Podr�a completarse as�: porque cuando es a personas que no est�n
m�s adelante en la oraci�n que hasta esto (= a personas que en la
oraci�n no han llegado m�s que a devocioncitas y l�grimas...),
f�cilmente podr�an ser enga�ados (= enga�adas).
27 Alude a la visi�n del rostro de Cristo en el locutorio de la
Encarnaci�n: c. 7, 6-7.
28 Se sobreentiende �cuando es cosa del demonio�.
29 Vea los cielos abiertos: frase b�blica de los Hechos (7, 55).
Lo que tiene la Iglesia: f�rmula usada por la Santa (dos veces en
este mismo n�mero) para designar lo que la Iglesia cree o ense�a
en materia de fe (cf. los pr�logos a Moradas, n. 3 y Fundaciones,
n. 6; la Protestaci�n de Camino; y Vida, c. 30, 12).
30 Periodo diversamente puntuado por los editores de la Santa.
Seguimos la puntuaci�n de fray Luis (p. 300). La frase �digo que
si no tiene...� reanuda el pensamiento que dej� suspenso antes del
largo parentesis: �Si alguna vez se viese vacilar...�.
31 Es redundante esa �a�.
32 Los cinco o seis: podemos indicar �nicamente nombres probables:
como Gaspar Daza, Gonzalo de Aranda, Baltasar Alvarez (o su
predecesor, P. Pr�danos), y quiz�s Alonso Alvarez D�vila. - Mi
confesor: probablemente el P. Baltasar Alvarez, joven jesuita de
San Gil, ordenado sacerdote en 1558, a los 25 a�os de edad. Tanto
F. de Ribera (Vida de la Santa, I, c. 11), como L. de la Puente
(Vida del P. Baltasar, c. 11), afirman que este �ltimo fue quien
la someti� a esa prueba.
33 Lo ha recordado en el c. 23, 13.
34 En el aut�grafo siguen unas palabras borradas e ilegibles. No
aparecen en la ed. de fray Luis (p. 302).
35 Fray Luis corrigi�: �pensaba en mi ruin vida� (p. 302).
36 Probablemente el P. Baltasar Alvarez. - El dolor de esas
jornadas, especialmente la privaci�n de la comuni�n, ser�
recordado por la Santa en Fund. 6, 20.
37 Probable reminiscencia b�blica: Lc 5, 12.
38 Son un condensado de las palabras del Resucitado; Lc 24, 36, y
de su promesa en Jn 14, 18.
39 Fil. 4, 13 (cf. n. 3).
40 Mc 4, 39.
41 Es fe: es verdad de fe.
42 Tomarme con ellos a brazos: luchar cuerpo a cuerpo: Cf. Camino
16, 3.
43 En los cc. 31, 32, 38 y 39. (cf. nota 24 de este c.).
44 Honras, haciendas, deleites: categor�as frecuentes en la Santa:
cf. c. 20, 26-28.
45 Las dos afirmaciones tienen ascendencia evangelica: Satan�s es
�el mendaz� y �el padre de la mentira� (Jn 8, 44). Andar en verdad
(cf. Jn 8, 44) ser� la famosa definici�n de la humildad seg�n la
Santa (Moradas 6, 10, 7; y Vida 26, 1).
46 Sobre el mismo tema vease Camino 23, 4-5.
47 Cobarruvias en su Tesoro de la lengua define as� la higa: �Es
una manera de menosprecio que hacemos cerrando el pu�o y mostrando
el dedo pulgar por el �ndice y el medio: es disfrazada pulla�. M�s
adelante reaparecer� el termino en contexto m�s doloroso (c. 29, 5
y 6; cf. Moradas 6, 9, 13 y Fund. 8, 3).
48 Alude ir�nicamente al grupo de letrados miedosos (n. 14) que la
amedrantaron. M�s adelante, uno de sus te�logos asesores
reconoc�a: �Hale dado Dios un tan fuerte y valeroso �nimo, que
espanta. Sol�a ser temerosa; agora atropella a todos los demonios.
Es muy fuera de melindres y ni�er�as de mujeres; muy sin
escr�pulos. Es rect�sima� (Dictamen del P. Pedro Ib��ez, escrito
poco antes que estas p�ginas de Vida: BMC, t. 2, p. 132, n. 28).
CAP�TULO 26
Prosigue en la misma materia. � Va declarando y diciendo cosas que
le han acaecido, que la hac�an perder el temor y afirmar que era
buen esp�ritu el que la hablaba.
1. Tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Se�or
este �nimo que me dio contra los demonios. Porque andar un alma
acobardada y temerosa de nada sino de ofender a Dios, es
grand�simo inconveniente. Pues tenemos Rey todopoderoso y tan gran
Se�or que todo lo puede y a todos sujeta, no hay que temer,
andando �como he dicho� (1) en verdad delante de Su Majestad y con
limpia conciencia. Para esto, como he dicho (2), querr�a yo todos
los temores: para no ofender en un punto a quien en el mismo punto
nos puede deshacer; que contento Su Majestad, no hay quien sea
contra nosotros que no lleve las manos en la cabeza (3).
Podr�se decir que as� es, mas que �quien ser� esta alma tan recta
que del todo le contente?, y que por eso teme. �No la m�a, por
cierto, que es muy miserable y sin provecho y llena de mil
miserias. Mas no ejecuta Dios como las gentes, que entiende
nuestras flaquezas (4). Mas por grandes conjeturas siente el alma
en s� si le ama de verdad, porque las que llegan a este estado (5)
no anda el amor disimulado como a los principios, sino con tan
grandes �mpetus y deseo de ver a Dios, como despues dire o queda
ya dicho: (6) todo cansa, todo fatiga, todo atormenta. Si no es
con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse, porque se ve
ausente de su verdadero descanso, y as� es cosa muy clara que,
como digo, no pasa en disimulaci�n.
2. Acaeci�me otras veces verme con grandes tribulaciones y
murmuraciones sobre cierto negocio que despues dire (7), de casi
todo el lugar adonde estoy y de mi Orden, y afligida con muchas
ocasiones que hab�a para inquietarme, y decirme el Se�or: �De que
temes? �No sabes que soy todopoderoso? Yo cumplire lo que te he
prometido (8) (y as� se cumpli� bien despues), y quedar luego con
una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en emprender
otras cosas, aunque me costasen m�s trabajos, para servirle, y me
pusiera de nuevo a padecer.
Es esto tantas veces, que no lo podr�a yo contar. Muchas las que
me hac�a reprensiones y hace, cuando hago imperfecciones, que
bastan a deshacer un alma; al menos traen consigo el enmendarse,
porque Su Majestad �como he dicho� (9) da el consejo y el remedio.
Otras, traerme a la memoria mis pecados pasados, en especial
cuando el Se�or me quiere hacer alguna se�alada merced, que parece
ya se ve el alma en el verdadero juicio; porque le representan la
verdad con conocimiento claro, que no sabe ad�nde se meter. Otras
avisarme de algunos peligros m�os y de otras personas, cosas por
venir, tres o cuatro a�os antes muchas, y todas se han cumplido.
Algunas podr� ser se�alar.
As� que hay tantas cosas para entender que es Dios, que no se
puede ignorar, a mi parecer.
3. Lo m�s seguro es (yo as� lo hago, y sin esto no tendr�a
sosiego, ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemos
letras) (10) y aqu� no puede haber da�o sino muchos provechos,
como muchas veces me ha dicho el Se�or, que no deje de comunicar
toda mi alma y las mercedes que el Se�or me hace, con el confesor,
y que sea letrado, y que le obedezca. Esto muchas veces.
Ten�a yo un confesor (11) que me mortificaba mucho y algunas veces
me aflig�a (12) y daba gran trabajo, porque me inquietaba mucho, y
era el que m�s me aprovech�, a lo que me parece. Y aunque le ten�a
mucho amor, ten�a algunas tentaciones por dejarle, y parec�ame me
estorbaban aquellas penas que me daba de la oraci�n. Cada vez que
estaba determinada a esto, entend�a luego que no lo hiciese, y una
reprensi�n que me deshac�a m�s que cuanto el confesor hac�a.
Algunas veces me fatigaba: cuesti�n por un cabo y reprensi�n por
otro, y todo lo hab�a menester, seg�n ten�a poco doblada la
voluntad.
D�jome una vez que no era obedecer si no estaba determinada a
padecer; que pusiese los ojos en lo que El hab�a padecido, y todo
se me har�a f�cil (13).
4. Aconsej�me una vez un confesor que a los principios me hab�a
confesado, que ya que estaba probado ser buen esp�ritu, que
callase y no diese ya parte a nadie, porque mejor era ya estas
cosas callarlas. A m� no me pareci� mal, porque yo sent�a tanto
cada vez que las dec�a al confesor, y era tanta mi afrenta, que
mucho m�s que confesar pecados graves lo sent�a algunas veces; en
especial si eran las mercedes grandes, parec�ame no me hab�an de
creer y que burlaban de m�. Sent�a yo tanto esto, que me parec�a
era desacato a las maravillas de Dios, que por esto quisiera
callar. Entend� entonces que hab�a sido muy mal aconsejada de
aquel confesor, que en ninguna manera callase cosa al que me
confesaba, porque en esto hab�a gran seguridad, y haciendo lo
contrario podr�a ser enga�arme alguna vez.
5. Siempre que el Se�or me mandaba una cosa en la oraci�n, si el
confesor me dec�a otra, me tornaba el mismo Se�or a decir que le
obedeciese; despues Su Majestad le volv�a para que me lo tornase a
mandar (14).
Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen
(15), yo sent� mucho, porque algunos me daba recreaci�n leerlos y
yo no pod�a ya, por dejarlos en lat�n; me dijo el Se�or. No tengas
pena, que Yo te dare libro vivo. Yo no pod�a entender por que se
me hab�a dicho esto, porque a�n no ten�a visiones (16). Despues,
desde a bien pocos d�as, lo entend� muy bien, porque he tenido
tanto en que pensar y recogerme en lo que ve�a presente, y ha
tenido tanto amor el Se�or conmigo para ense�arme de muchas
maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de
libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las
verdades �Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha
de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar! �Quien ve al
Se�or cubierto de llagas y afligido con persecuciones que no las
abrace y las ame y las desee? �Quien ve algo de la gloria que da a
los que le sirven que no conozca es todo nonada cuanto se puede
hacer y padecer, pues tal premio esperamos? �Quien ve los
tormentos que pasan los condenados, que no se le hagan deleites
los tormentos de ac� en su comparaci�n, y conozcan lo mucho que
deben al Se�or en haberlos librado tantas veces de aquel lugar?
6. Porque con el favor de Dios se dir� m�s de algunas cosas,
quiero ir adelante en el proceso de mi vida (17). Plega al Se�or
haya sabido declararme en esto que he dicho. Bien creo que quien
tuviere experiencia lo entender� y ver� que he atinado a decir
algo; quien no, no me espanto le parezca desatino todo. Basta
decirlo yo para quedar disculpado, ni yo culpare a quien lo
dijere.
El Se�or me deje atinar en cumplir su voluntad. Amen.
NOTAS CAP�TULO 26
1 Lo ha dicho en el c. 25, 21.
2 Remite al n. 20 del mismo c. 25.
3 Lleve las manos en la cabeza: ir derrotado, salir escarmentado.
4 Dios... entiende nuestras flaquezas: faceta t�pica de la imagen
de Dios en la Santa: cf. 37, 5; y 4, 10.
5 En las que llegan, corrigi� fray Luis (p. 309).
6 Despues dire: c. 29, 8-14 y 30, 19. - O queda dicho: c. 20, 9-14
y 22; c. 21, 6, etc.
7 Despues dire: alude al peque�o drama de la fundaci�n de San Jose
(cc. 32-36). - Este lugar: Avila. - Y mi Orden: la Orden del
Carmen. N�tese la constancia del anonimato: a lo largo del relato
nunca se dice que las cosas suceden �en Avila�, o que la
protagonista es monja �carmelita� en �la Encarnaci�n de Avila�.
Recuerdese el criterio adoptado en el c. 10.
8 De nuevo, las palabras interiores son un condensado de pasajes
b�blicos: Jn 6, 20, etc.
9 Lo ha dicho en el c. 25, 3 y 18.
10 No tenemos letras: no tenemos estudios, no somos �letradas�.
11 Un confesor: el P. Baltasar Alvarez (cf. 28, n. 14).
12 Hab�a escrito: me aflig�a mucho; luego borr� esta �ltima
palabra, por hallarse repetida cuatro veces en pocas l�neas. Fray
Luis tambien la omiti� (p. 311).
13 Palabra interior, que pasar� a ser una de sus consignas
cristol�gicas: cf. Moradas I, 2, 11; 7, 4, 8: Camino 2, 1.
Reaparecer� en Vida 35, 14; 39, 12; y en las Relaciones: 8. 11.
15. 36.
14 Es una de sus normas de discernimiento interior: cf. Rel. 4,
11: �Jam�s hizo cosa (habla de s� misma) por lo que entend�a en la
oraci�n, antes si le dec�an sus confesores al contrario, lo hac�a
luego�.
15 Alude al �Indice de libros prohibidos�, publicado por el
inquisidor Fernando de Valdes en Valladolid el 17 de agosto de
1559. - En el se prohib�an no s�lo libros hereticos de allende los
Pirineos, sino obras de los �espirituales espa�oles�, como san
Juan de Avila, san Francisco de Borja, Bernabe de Palma, Bartolome
de Carranza, Luis de Granada, etc. Este �ltimo, en carta al
arzobispo Carranza escrib�a a prop�sito del Indice: �Con todo esto
habr� un pedazo de trabajo, por estar el Arzobispo (= el
inquisidor Valdes) tan contrario a cosas que el llama de
contemplaci�n para mujeres de carpinteros� (Obras de fr. L. de
Granada, t. 14, p. 441). - En el Camino de Perfecci�n, la Santa
ironizar� repetidas veces contra ese �Indice�: cf. Camino E. 35,
4; 36, 4.
16 A�n no ten�a visiones: el episodio del �Indice� es, pues, un
buen hito cronol�gico: anuncia el comienzo de las �visiones� (cc.
27-28...), dentro del periodo de �uni�n m�stica� y de
�arrobamientos� que preceden a esa fecha (agosto de 1559).
17 Concluye aqu� el parentesis doctrinal (c. 25...) dedicado a
fijar criterios para discernir las �palabras interiores�, si bien
en este �ltimo cap�tulo la exposici�n se ha entrelazado con nuevos
datos autobiogr�ficos.
CAP�TULO 27
En que trata otro modo con que ense�a el Se�or al alma y sin
hablarla la da a entender su voluntad por una manera admirable. �
Trata tambien de declarar una visi�n y gran merced que la hizo el
Se�or no imaginaria. � Es mucho de notar este cap�tulo. *
1. Pues tornando al discurso de mi vida (1), yo estaba con esta
aflicci�n de penas y con grandes oraciones como he dicho (2) que
se hac�an porque el Se�or me llevase por otro camino que fuese m�s
seguro, pues este me dec�an era tan sospechoso. Verdad es que,
aunque yo lo suplicaba a Dios, por mucho que quer�a desear otro
camino, como ve�a tan mejorada mi alma, si no era alguna vez
cuando estaba muy fatigada de las cosas que me dec�an y miedos que
me pon�an, no era en mi mano desearlo, aunque siempre lo ped�a. Yo
me ve�a otra en todo. No pod�a (3), sino pon�ame en las manos de
Dios, que El sab�a lo que me conven�a, que cumpliese en m� lo que
era su voluntad en todo.
Ve�a que por este camino le llevaba para el cielo, y que antes iba
al infierno. Que hab�a de desear esto ni creer que era demonio, no
me pod�a forzar a m�, aunque hac�a cuanto pod�a por creerlo y
desearlo, mas no era en mi mano.
Ofrec�a lo que hac�a, si era alguna buena obra, por eso. Tomaba
santos devotos porque me librasen del demonio. Andaba novenas (4).
Encomend�bame a San Hilari�n (5), a San Miguel Angel, con quien
por esto tome nuevamente devoci�n; y otros muchos santos
importunaba mostrase el Se�or la verdad, digo que lo acabasen con
Su Majestad.
2. A cabo de dos a�os que andaba con toda esta oraci�n m�a y de
otras personas para lo dicho (6), o que el Se�or me llevase por
otro camino, o declarase la verdad, porque eran muy continuo las
hablas que he dicho me hac�a el Se�or (7), me acaeci� esto:
estando un d�a del glorioso San Pedro (8) en oraci�n, vi cabe m� o
sent�, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no
vi nada, mas parec�ame estaba junto cabe mi Cristo y ve�a ser El
el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorant�sima de
que pod�a haber semejante visi�n, diome gran temor al principio, y
no hac�a sino llorar, aunque, en diciendome una palabra sola de
asegurarme, quedaba como sol�a, quieta y con regalo y sin ning�n
temor. Parec�ame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era
visi�n imaginaria (9), no ve�a en que forma; mas estar siempre al
lado derecho, sent�alo muy claro, y que era testigo de todo lo que
yo hac�a, y que ninguna vez que me recogiese un poco o no
estuviese muy divertida (10) pod�a ignorar que estaba cabe m�.
3. Luego fui a mi confesor (11), harto fatigada, a dec�rselo.
Pregunt�me que en que forma le ve�a. Yo le dije que no le ve�a.
D�jome que c�mo sab�a yo que era Cristo. Yo le dije que no sab�a
c�mo, mas que no pod�a dejar de entender estaba cabe m� y lo ve�a
claro y sent�a, y que el recogimiento del alma era muy mayor, en
oraci�n de quietud y muy continua, y los efectos que eran muy
otros que sol�a tener (12), y que era cosa muy clara.
No hac�a sino poner comparaciones para darme a entender; y,
cierto, para esta manera de visi�n, a mi parecer, no la hay que
mucho cuadre. As� como es de las m�s subidas (seg�n despues me
dijo un santo hombre y de gran esp�ritu, llamado Fray Pedro de
Alc�ntara, de quien despues hare menci�n (13), y me han dicho
otros letrados grandes, y que es adonde menos se puede entremeter
el demonio de todas), as� no hay terminos para decirla ac� las que
poco sabemos, que los letrados mejor lo dar�n a entender. Porque
si digo que con los ojos del cuerpo ni del alma (14) no lo veo,
porque no es imaginaria visi�n, �c�mo entiendo y me afirmo con m�s
claridad que est� cabe m� que si lo viese? (15) Porque parecer que
es como una persona que est� a oscuras, que no ve a otra que est�
cabe ella, o si es ciega, no va bien. Alguna semejanza tiene, mas
no mucha, porque siente con los sentidos, o la oye hablar o
menear, o la toca. Ac� no hay nada de esto, ni se ve oscuridad,
sino que se representa por una noticia al alma m�s clara que el
sol. No digo que se ve sol ni claridad, sino una luz que, sin ver
luz, alumbra el entendimiento, para que goce el alma de tan gran
bien. Trae consigo grandes bienes.
4. No es como una presencia de Dios que se siente muchas veces, en
especial los que tienen oraci�n de uni�n y quietud (16), que
parece en queriendo comenzar a tener oraci�n hallamos con quien
hablar, y parece entendemos nos oye por los efectos y sentimientos
espirituales que sentimos de gran amor y fe, y otras
determinaciones, con ternura. Esta gran merced es de Dios, y
tengalo en mucho a quien lo ha dado, porque es muy subida oraci�n,
mas no es visi�n, que entiendese que est� all� Dios por los
efectos que, como digo, hace al alma, que por aquel modo quiere Su
Majestad darse a sentir (17). Ac� vese claro que est� aqu�
Jesucristo, hijo de la Virgen. En estotra oraci�n representanse
unas influencias de la Divinidad; aqu�, junto con estas, se ve nos
acompa�a y quiere hacer mercedes tambien la Humanidad Sacrat�sima.
5. Pues pregunt�me el confesor: �quien dijo que era Jesucristo?
�.El me lo dice muchas veces, respond� yo; mas antes que me lo
dijese se imprimi� en mi entendimiento que era El, y antes de esto
me lo dec�a y no le ve�a. Si una persona que yo nunca hubiese
visto sino o�do nuevas de ella, me viniese a hablar estando ciega
o en gran oscuridad, y me dijese quien era, lo creer�a, mas no tan
determinadamente lo podr�a afirmar ser aquella persona como si la
hubiera visto. Ac� s�, que sin verse, se imprime con una noticia
tan clara que no parece se puede dudar; que quiere el Se�or este
tan esculpido en el entendimiento, que no se puede dudar m�s que
lo que se ve, ni tanto. Porque en esto algunas veces nos queda
sospecha, si se nos antoj�; ac�, aunque de presto de esta
sospecha, queda por una parte gran certidumbre que no tiene fuerza
la duda.
6. As� es tambien en otra manera que Dios ense�a el alma y la
habla de la manera que queda dicha (18). Es un lenguaje tan del
cielo, que ac� se puede mal dar a entender aunque m�s queramos
decir, si el Se�or por experiencia no lo ense�a. Pone el Se�or lo
que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma, y
all� lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a manera
de esta visi�n que queda dicha (19). Y n�tese mucho esta manera de
hacer Dios que entienda el alma lo que El quiere y grandes
verdades y misterios; porque muchas veces lo que entiendo cuando
el Se�or me declara alguna visi�n que quiere Su Majestad
representarme es as�, y pareceme que es adonde el demonio se puede
entremeter menos, por estas razones. Si ellas no son buenas, yo me
debo enga�ar.
7. Es una cosa tan de esp�ritu esta manera de visi�n y de lenguaje
(20), que ning�n bullicio hay en las potencias ni en los sentidos,
a mi parecer, por donde el demonio pueda sacar nada. Esto es
alguna vez y con brevedad, que otras bien me parece a m� que no
est�n suspendidas las potencias ni quitados los sentidos, sino muy
en s�; que no es siempre esto en contemplaci�n, antes muy pocas
veces; mas estas que son, digo que no obramos nosotros nada ni
hacemos nada. Todo parece obra el Se�or.
Es como cuando ya est� puesto el manjar en el est�mago, sin
comerle, ni saber nosotros c�mo se puso all�, mas entiende bien
que est�, aunque aqu� no se entiende el manjar que es, ni quien le
puso. Ac� s�; (21) mas c�mo se puso no lo se, que ni se vio, ni se
entiende, ni jam�s se hab�a movido a desearlo, ni hab�a venido a
mi noticia pod�a ser (22).
8. En la habla que hemos dicho antes (23), hace Dios al
entendimiento que advierta, aunque le pese, a entender lo que se
dice, que all� parece tiene el alma otros o�dos con que oye, y que
la hace escuchar y que no se divierta; (24) como a uno que oyese
bien y no le consistiesen tapar los o�dos y le hablasen junto a
voces, aunque no quisiese, lo oir�a; y, en fin, algo hace, pues
est� atento a entender lo que le hablan. Ac�, ninguna cosa; que
aun esto poco que es s�lo escuchar, que hac�a en lo pasado, se le
quita. Todo lo halla guisado y comido; no hay m�s que hacer de
gozar, como uno que sin deprender ni haber trabajado nada para
saber leer ni tampoco hubiese estudiado nada, hallase toda la
ciencia sabida ya en s�, sin saber c�mo ni d�nde, pues aun nunca
hab�a trabajado aun para desprender el abece.
9. Esta comparaci�n postrera me parece declara algo de este don
celestial, porque se ve el alma en un punto sabia, y tan declarado
el misterio de la Sant�sima Trinidad y de otras cosas muy subidas,
que no hay te�logo con quien no se atreviese a disputar la verdad
de estas grandezas (25). Quedase tan espantada, que basta una
merced de estas para trocar toda un alma y hacerla no amar cosa,
sino a quien ve que, sin trabajo ninguno suyo, la hace capaz de
tan grandes bienes y le comunica secretos y trata con ella con
tanta amistad y amor que no se sufre escribir (26). Porque hace
algunas mercedes que consigo traen la sospecha, por ser de tanta
admiraci�n y hechas a quien tan poco las ha merecido, que si no
hay muy viva fe no se podr�n creer. Y as� yo pienso decir pocas de
las que el Se�or me ha hecho a m� �si no me mandaren otra cosa�,
si no son algunas visiones que pueden para alguna cosa aprovechar,
o para que, a quien el Se�or las diere, no se espante pareciendole
imposible, como hac�a yo, o para declararle el modo y camino por
donde el Se�or me ha llevado, que es lo que me mandan escribir
(27).
10. Pues tornando a esta manera de entender, lo que me parece es
que quiere el Se�or de todas maneras tenga esta alma alguna
noticia de lo que pasa en el cielo, y pareceme a m� que as� como
all� sin hablar se entiende (lo que yo nunca supe cierto es as�,
hasta que el Se�or por su bondad quiso que lo viese y me lo mostr�
en un arrobamiento), as� es ac�, que se entienden Dios y el alma
con s�lo querer Su Majestad que lo entienda, sin otro artificio
para darse a entender el amor que se tienen estos dos amigos. Como
ac� si dos personas se quieren mucho y tienen buen entendimiento,
aun sin se�as parece que se entienden con s�lo mirarse. Esto debe
ser aqu�, que sin ver nosotros c�mo, de en hito en hito se miran
estos dos amantes, como lo dice el Esposo a la Esposa en los
Cantares; (28) a lo que creo, lo he o�do que es aqu�.
11. �Oh benignidad admirable de Dios, que as� os (29) dej�is mirar
de unos ojos que tan mal han mirado como los de mi alma! �Queden
ya, Se�or, de esta vista acostumbrados en no mirar cosas bajas, ni
que les contente (30) ninguna fuera de Vos! �Oh ingratitud de los
mortales! �Hasta cu�ndo ha de llegar? Que se yo por experiencia
que es verdad esto que digo, y que es lo menos de lo que Vos
haceis con un alma que traeis a tales terminos, lo que se puede
decir. �Oh almas que habeis comenzado a tener oraci�n y las que
teneis verdadera fe!, �que bienes podeis buscar aun en esta vida
�dejemos lo que se gana para sin fin�, que sea como el menor de
estos?
12. Mirad que es as� cierto, que se da Dios a S� (31) a los que
todo lo dejan por El. No es aceptador de personas; (32) a todos
ama. No tiene nadie excusa por ruin que sea, pues as� lo hace
conmigo trayendome a tal estado. Mirad que no es cifra (33) lo que
digo, de lo que se puede decir; s�lo va dicho lo que es menester
para darse a entender esta manera de visi�n y merced que hace Dios
al alma; mas no puedo decir lo que se siente cuando el Se�or la da
a entender secretos y grandezas suyas, el deleite tan sobre
cuantos ac� se pueden entender, que bien con raz�n hace aborrecer
los deleites de la vida, que son basura todos juntos. Es asco
traerlos a ninguna comparaci�n aqu�, aunque sea para gozarlos sin
fin, y de estos que da el Se�or sola una gota de agua del gran r�o
caudaloso que nos est� aparejado (34).
13. �Verg�enza es y yo cierto la he de m� y, si pudiera haber
afrenta en el cielo, con raz�n estuviera yo all� m�s afrentada que
nadie! �Por que hemos de querer tantos bienes y deleites y gloria
para sin fin, todos a costa del buen Jes�s? �No lloraremos
siquiera con las hijas de Jerusalen, ya que no le ayudemos a
llevar la cruz con el Cirineo? (35) �Que con placeres y
pasatiempos hemos de gozar lo que El nos gan� a costa de tanta
sangre? �Es imposible. �Y con honras vanas pensamos remedar un
desprecio como El sufri� para que nosotros reinemos para
siempre?�No lleva camino, errado, errado va el camino. Nunca
llegaremos all�.
De voces vuestra merced (36) en decir estas verdades, pues Dios me
quit� a mi esta libertad. A m� me las querr�a dar siempre, y
�igome tan tarde (37) y entend� a Dios, como se ver� por lo
escrito, que me es gran confusi�n hablar en esto, y as� quiero
callar. S�lo dire lo que algunas veces considero. Plega al Se�or
me traiga a terminos que yo pueda gozar de este bien.
14. �Que gloria accidental ser� (38) y que contento de los
bienaventurados que ya gozan de esto, cuando vieren que, aunque
tarde, no les qued� cosa por hacer por Dios de las que le fue
posible, ni dejaron cosa por darle de todas las maneras que
pudieron, conforme a sus fuerzas y estado, y el que m�s, m�s! �Que
rico se hallar� el que todas las riquezas dej� por Cristo! (39)
�Que honrado el que no quiso honra por El, sino que gustaba (40)
de verse muy abatido! �Que sabio el que se holg� de que le
tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabidur�a! �Que
pocos hay ahora, por nuestros pecados! Ya, ya parece se acabaron
los que las gentes ten�an por locos, de verlos hacer obras
heroicas de verdaderos amadores de Cristo. �Oh mundo, mundo, c�mo
vas ganando honra en haber pocos que te conozcan!
15. Mas �si pensamos se sirve ya m�s Dios de que nos tengan por
sabios y por discretos! �Eso, eso debe ser, seg�n se usa
discreci�n. Luego nos parece es poca edificaci�n no andar con
mucha compostura y autoridad cada uno en su estado. Hasta el
fraile y clerigo y monja nos parecer� que traer cosa vieja y
remendada es novedad y dar esc�ndalo a los flacos; y aun estar muy
recogidos y tener oraci�n, seg�n est� el mundo y tan olvidadas las
cosas de perfecci�n de grandes �mpetus que ten�an los santos, que
pienso hace m�s da�o a las desventuras que pasan en estos tiempos,
que no har�a esc�ndalo a nadie dar a entender los religiosos por
obras, como lo dicen por palabras, en lo poco que se ha de tener
el mundo; que de estos esc�ndalos el Se�or saca de ellos grandes
provechos. Y si unos se escandalizan, otros se remuerden. Siquiera
que hubiese un dibujo de lo que pas� por Cristo y sus Ap�stoles,
pues ahora m�s que nunca es menester.
16. �Y que bueno nos le llev� Dios ahora (41) en el bendito Fray
Pedro de Alc�ntara! No est� ya el mundo para sufrir tanta
perfecci�n. Dicen que est�n las saludes m�s flacas y que no son
los tiempos pasados. Este santo hombre de este tiempo era; estaba
grueso el esp�ritu como en los otros tiempos, y as� ten�a el mundo
debajo de los pies. Que, aunque no anden desnudos, ni hagan tan
�spera penitencia como el, muchas cosas hay �como otras veces he
dicho� (42) para repisar el mundo, y el Se�or las ense�a cuando ve
�nimo. �Y cu�n grande le dio Su Majestad a este santo que digo,
para hacer cuarenta y siete a�os tan �spera penitencia, como todos
saben! Quiero decir algo de ella, que se es toda verdad.
17. D�jome a m� y a otra persona (43), de quien se guardaba poco
(y a m� el amor que me ten�a era la causa, porque quiso el Se�or
le tuviese para volver por m� y animarme en tiempo de tanta
necesidad, como he dicho y dire) (44), pareceme fueron cuarenta
a�os los que me dijo hab�a dormido sola hora y media entre noche y
d�a, y que este era el mayor trabajo de penitencia que hab�a
tenido en los principios, de vencer el sue�o, y para esto estaba
siempre o de rodillas o en pie. Lo que dorm�a era sentado, y la
cabeza arrimada a un maderillo que ten�a hincado en la pared.
Echado, aunque quisiera, no pod�a, porque su celda �como se sabe�
no era m�s larga de cuatro pies y medio.
En todos estos a�os jam�s se puso la capilla, por grandes soles y
aguas que hiciese, ni cosa en los pies ni vestida; sino un h�bito
de sayal, sin ninguna otra cosa sobre las carnes, y este tan
angosto como se pod�a sufrir, y un mantillo de lo mismo encima.
Dec�ame que en los grandes fr�os se le quitaba, y dejaba la puerta
y ventanilla abierta de la celda, para que con ponerse despues el
manto y cerrar la puerta, contentaba al cuerpo, para que sosegase
con m�s abrigo. Comer a tercer d�a era muy ordinario; (45) y
d�jome que de que me espantaba, que muy posible era a quien se
acostumbraba a ello. Un su compa�ero me dijo que le acaec�a estar
ocho d�as sin comer. Deb�a ser estando en oraci�n, porque ten�a
grandes arrobamientos e �mpetus de amor de Dios, de que una vez yo
fui testigo (46).
18. Su pobreza era extrema y mortificaci�n en la mocedad, que me
dijo que le hab�a acaecido estar tres a�os en una casa de su Orden
y no conocer fraile, si no era por el habla; porque no alzaba los
ojos jam�s, y as� a las partes que de necesidad hab�a de ir no
sab�a, sino �base tras los frailes. Esto le acaec�a por los
caminos. A mujeres jam�s miraba; esto muchos a�os. Dec�ame que ya
no se le daba m�s ver que no ver. Mas era muy viejo cuando le vine
a conocer (47), y tan extrema su flaqueza, que no parec�a sino
hecho de ra�ces de �rboles.
Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras,
si no era con preguntarle. En estas era muy sabroso, porque ten�a
muy lindo entendimiento. Otras cosas muchas quisiera decir, sino
que he miedo dir� vuestra merced que para que me meto en esto, y
con el lo he escrito. Y as� lo dejo con que fue su fin como la
vida, predicando y amonestando a sus frailes. Como vio ya se
acababa, dijo el salmo de Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi
(48), e, hincado de rodillas, muri�.
19. Despues ha sido el Se�or servido yo tenga m�s en el que en la
vida (49), aconsej�ndome en muchas cosas. Hele visto muchas veces
con grand�sima gloria. D�jome la primera que me apareci�, que
bienaventurada penitencia que tanto premio hab�a merecido y otras
muchas cosas. Un a�o antes que muriese, me apareci� estando
ausente (50), y supe se hab�a de morir, y se lo avise. Estando
algunas leguas de aqu� cuando expir�, me apareci� y dijo c�mo se
iba a descansar (51). Yo no lo cre�, y d�jelo a algunas personas,
y desde a ocho d�as vino la nueva c�mo era muerto, o comenzado a
vivir para siempre, por mejor decir.
20. Hela aqu� acabada esta aspereza de vida con tan gran gloria.
Pareceme que mucho m�s me consuela que cuando ac� estaba. D�jome
una vez el Se�or que no le pedir�an cosa en su nombre que no la
oyese (52). Muchas que le he encomendado pida al Se�or, las he
visto cumplidas. Sea bendito por siempre, amen.
21. Mas �que hablar he hecho, para despertar a vuestra merced (53)
a no estimar en nada cosa de esta vida, como si no lo supiese, o
no estuviera ya determinado a dejarlo todo y puestolo por obra!
Veo tanta perdici�n en el mundo, que, aunque no aproveche m�s
decirlo yo de cansarme de escribirlo (54), me es descanso; que
todo es contra m� lo que digo. El Se�or me perdone lo que en este
caso le he ofendido, y vuestra merced, que le canso sin prop�sito.
Parece que quiero haga penitencia de lo que yo en esto peque.
NOTAS CAP�TULO 27
Reanuda la narraci�n. Refiere �el hecho decisivo� de su vida: la
experiencia m�stica de Cristo presente. - El ep�grafe del cap�tulo
comienza anunciando otro tema doctrinal: �otro modo� de
comunicaci�n m�stica de Dios con el alma. El �modo primero� son
las �hablas o palabras interiores�, tratadas en el c. 25, a ra�z
de la sorprendente palabra interior referida en el c. 24, 5. - El
�hecho decisivo� lo referir� en el lugar paralelo de las Moradas
6, c. 4, si bien con lexico diverso.
1 Torna al discurso de su vida, interrumpido al final del c. 24,
mantenido con breves alusiones en los cc. 25 y 26. - Para
completar el sentido del periodo, inconcluso, fray Luis a�adi�
aqu�: yo estaba con esta aflicci�n... (p. 314).
2 Lo ha dicho en el c. 25, 15.
3 No pod�a desearlo. Cf. c. 29, 5.
4 Andaba novenas: hac�a novenas.
5 San Hilari�n: monje oriental del siglo IV. Figura en la lista de
�devociones particulares� de la Santa, que le dedic� uno de sus
poemas festivos: �Hoy ha vencido un guerrero / al mundo y sus
valedores...�. La leyenda carmelitana, muy viva en tiempo de la
Santa, lo contaba entre los ermita�os del Carmelo. En el breviario
de la Santa (1568) figura su fiesta lit�rgica el 22 de octubre (en
el misal carmelitano, el 21 de octubre).
6 Para lo dicho en el c. 25, 15: �que Dios me llevase por otro
camino�, y no por el de las gracias m�sticas.
7 Un d�a del glorioso San Pedro: probablemente el 29 de junio de
1560. Despues de serle comunicado el contenido del �Indice de
libros prohibidos� de Valdes (26, 5). M�s adelante recordar� que
esta primera visi�n ocurri� en la fiesta de San Pedro y San Pablo
(c. 29, 5), que se celebraba el 29 de junio.
9 No era visi�n imaginaria: es decir, era visi�n sin imagen alguna
de lo visto. - �Imaginaria�, en su acepci�n tecnica: intermedia
entre �visi�n corporal� y �visi�n intelectual�. La Santa distingue
estas tres clases de visiones m�sticas (cf. c. 30, 4):
intelectuales, como la presente, que describir� en el n. 3;
imaginarias, percibidas con �los ojos del alma� (n. 3), es decir,
con los sentidos interiores, como la visi�n de que hablar� en el
c. 28, 1 y ss. (porque �all� -adentro- parece tiene el alma otros
o�dos con que oye� y otros sentidos: n. 8); y corporales,
percibidas con los ojos de la cara (sentidos exteriores), de las
que dir� que ella nunca las tuvo (c. 28, 4). - Con todo, en Vida
nunca designar� a las primeras con el termino culto de
�intelectuales�. Este termino escol�stico lo utilizar� mucho m�s
tarde: en las Relaciones (4, 15; 6, 3; 12, 6; 24; 25, 1, etc.) y
en las Moradas (6, 3, 12; 6, 4, 5; 6, 4, 9, etc., y especialmente
en el c. 8 de esas Moradas sextas, desde el ep�grafe del
cap�tulo). A causa de esa carencia lexical, en Vida las designa
con la circunlocuci�n: �las visiones que no se ven� (33, 15),
porque �con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada� (27, 2).
10 Divertida: distra�da.
11 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez.
12 Los efectos eran muy otros (diversos) que los que sol�a tener.
13 Har� menci�n de el en este mismo cap�tulo, nn. 16-20, y en el
c. 30, 2-7, etc.
14 Ojos del alma: sentidos interiores. En contraposici�n a los
�ojos del cuerpo�: cf. 28, 4; 30, 4-5.
15 Reordenando la frase: �c�mo entiendo y afirmo que est� cabe m�,
con m�s claridad que si lo viese?
16 Oraci�n de uni�n y quietud: en su acepci�n tecnica, oraci�n de
�cuarto grado� (uni�n incipiente), y de �segundo grado� (quietud).
17 Ac�: en la visi�n m�stica del n. 2. Con el termino generico
�ac� seguir� design�ndola en adelante.
18 La (le) habla sin hablar: alude a las palabras m�sticas de que
trat� el c. 25, titulado �c�mo se entienden estas hablas que hace
Dios sin o�rse� (cf. su definici�n en 25, 1). - Son hablas
m�sticas de la misma especie que las visiones no imaginarias que
viene exponiendo. Por su parecido con estas, las definir�
enseguida: hablas �sin imagen ni forma de palabras, sino a manera
de esta visi�n que queda dicha� (alude a la referida en el n. 2 de
este cap�tulo). - En el presente contexto parece distinguir dos
formas de hablas m�sticas: hablas con palabras formadas, si bien
�se entienden sin o�rse� (c. 25); y hablas no formadas, sin
palabras, como �lo que pasa en el cielo�, �que as� como all� sin
hablar se entiende... as� es ac�, que se entienden Dios y el alma
con s�lo querer S.M. que lo entienda, sin otro artificio� (27,
10). De estas �ltimas comienza a tratar a partir del n. 6.
19 Sigue refiriendose a la visi�n del n. 2.
20 Esta manera de visi�n y lenguaje son las dos formas de
comunicaci�n divina: por visi�n, y en palabras interiores.
21 Ac� s�: en las hablas m�sticas.
22 A que esto pod�a ser: �a� redundante. Fray Luis (p. 321) ley�:
�ni hab�a venido a mi noticia aquesto pod�a ser�.
23 La referida en el c. 25 passim.
24 No se divierta: no se distraiga.
25 Uno de aquellos te�logos escribe de ella por estas mismas
fechas: �Estas cosas causan en ella una claridad de entendimiento
y una luz en las cosas de Dios ardmirable� (Dictamen del dominico
Pedro Ib��ez: BMC, II, p. 132). - Acerca de su penetraci�n del
misterio de la Trinidad, veanse las Relaciones 16, 24, 47. - De
esa seguridad personal frente a los te�logos, hab�a escrito poco
antes en la Relaci�n 1, n. 6: �cuando estoy en oraci�n y los d�as
que ando quieta y el pensamiento en Dios, aunque se junten cuantos
letrados y santos hay en el mundo y me diesen todos los tormentos
imaginables y yo quisiese creerlo, no me podr�an hacer creer que
esto es demonio, porque no puedo�. - El mismo P. Ib��ez se hace
eco de esa seguridad: �Si todos los de la Compa��a y siervos de
Dios que hay en la tierra le dicen que es demonio o dijesen, teme
y tiembla antes de las visiones, pero estando en oraci�n y
recogimiento, aunque la hagan mil pedazos, no se persuadir�a sino
que es Dios el que trata y habla� (Dictamen, BMC, II, p. 132).
26 Que no se sufre escribir: no se pueden escribir, o no son para
escritos.
27 Pasaje que apunta los motivos de fondo por los que la Santa
cuenta sus gracias m�sticas, las �que se sufre escribir�.
28 Ct. 4, 9 y 6, 4: �Con una sola mirada, hermana y novia m�a, me
has robado el coraz�n�. En los Conceptos, ella citar� Ct. 6, 2:
�que mire yo a mi Amado y mi Amado a m�; y que mire El por mis
cosas, y yo por las suyas� (Conc. 4, 8).
29 Que as� os: palabras a�adidas al margen del aut�grafo y
aceptadas por fray Luis (p. 323) para suplir una l�nea ilegible,
tachada en el texto quiz�s por la autora.
30 Por lapsus material, la Santa escribe: ni que les que contente.
Ya corregido por fray Luis (p. 323).
31 Fray Luis edit�: �que se da Dios as� (p. 324).
32 Palabra b�blica: Mt 22, 16; Rom 2, 11. Citada de nuevo en C.
16, 12.
33 Cifra: en la acepci�n de �muestra�, �suma y compendio�: �mirad
que lo que digo no es ni cifra (muestra, indicio) de lo que se
puede decir�. Cf. el t�tulo del c. 32, o Moradas 7, 1, 1.
34 Frase lac�nica y vigorosa. Su sentido es: Es asco establecer
comparaci�n entre los goces m�sticos y los terrenos, aunque los
terrenos fuesen para sin fin, y los m�sticos fuesen una sola gota
del gran r�o caudaloso que nos est� aparejado en el cielo�. - Fray
Luis puntu� mal este pasaje (p. 234), y tras el, casi todos los
editores.
35 Doble alusi�n evangelica: a Lc 23, 27 y a Mt 27, 32.
36 De voces vuestra merced: �Habla con el Padre fray Garc�a de
Toledo�, anota Graci�n en su ejemplar.
37 La Santa escribi�: �y oyome�. Fray Luys (p. 235) dio pie a una
lectura err�nea, que el mismo enmend� en la segunda edici�n (p.
233). El sentido es: �De voces v.m... A m� me las querr�a dar yo
siempre, y (= y sin embargo) he tardado tanto en oirme...�
38 Gloria accidental: gloria sobrea�adida a la visi�n beat�fica.
39 Alusi�n al pasaje evangelico de Mt 19, 29.
40 Por lapsus de pluma, escribi� gustaban. Todo el pasaje est�
cuajado de reminiscencias b�blicas: Mt 19, 21-29; 27, 28; 2 Cor
11, 16...
41 San Pedro de Alc�ntara hab�a muerto el 18.10.1562 en Arenas de
San Pedro (Avila).
42 Cf. n. 14 y c. 16, nn. 1.4.8, y c. 21 passim. - Repisar el
mundo: pisar una y otra vez, en sentido metaf�rico,
�menospreciarlo�. Cf. Camino 1, 5.
43 �Esta persona de quien habla aqu� la Santa, era la venerable
Mar�a D�az (Marid�az), de mucha fama en Avila por sus grandes
virtudes. Tuvo por maestro de esp�ritu a San Pedro de Alc�ntara.
En su correspondencia habla la Santa de esta piadosa mujer con
mucho encarecimiento. Atrib�yese a San Pedro de Alc�ntara el dicho
de que Avila encerraba dentro de sus muros tres santas a la vez:
la Madre Teresa, Mar�a D�az de Vivar y Catalina D�vila, de noble
familia esta �ltima� (P. Silverio). - Una anecdota curiosa de
Marid�az puede verse en la carta de la Santa a Leonor de la
Misericordia, de mayo 1582.
44 Lo ha dicho en el n. 3, y lo dir� en el c. 30.
45 Ordinario: frecuente.
46 Episodio sucedido en la Encarnaci�n de Avila, en 1561. La Santa
hubo de servirle la comida en el locutorio del monasterio, y all�
pudo sorprenderlo en extasis. Lo refiere Francisco Marchese en la
biograf�a del Santo (Li�n 1670), L. 7�, c. 5).
47 No tan viejo: La Santa lo conoci� en el verano de 1558, cuando
a�n no llegaba a los 60 a�os de edad. Hab�a nacido en Alc�ntara en
1499, y muri� en Arenas de San Pedro (Avila) en 1562.
48 Salmo 121, 1. La Santa escribi� a su modo: �letatum sun yn is
que dita sun miqui�.
49 Ya tenga m�s ayuda... que en vida.
50 Debi� suceder en el oto�o de 1561. La Santa se hallaba en
dificultad con motivo del Breve para la fundaci�n de San Jose de
Avila. (Cf. la biograf�a del Santo por F. Marchese, L. III, c. 11;
y en la autobiograf�a de la Santa, el c. 36, n. 20). - El episodio
mereci� ser citado en la Bula de canonizaci�n de S. Pedro de
Alc�ntara.
51 �Acuerdome que me dijo la primera vez que le vi (= en esta
primera aparici�n), entre otras cosas, diciendome lo mucho que
gozaba, que dichosa penitencia hab�a sido la que hab�a hecho, que
tanto premio hab�a alcanzado� (c. 36, n. 20).
52 Es un remedo del texto evangelico de Jes�s en Jn 14, 13.
53 Ep�logo del cap�tulo, en di�logo con Garc�a de Toledo, como en
cc. anteriores.
54 En otro orden: �aunque decirlo yo no aproveche m�s que cansarme
en escribirlo�.
CAP�TULO 28
En que trata las grandes mercedes que la hizo el Se�or y c�mo le
apareci� la primera vez. � Declara que es visi�n imaginaria. �
Dice los grandes efectos y se�ales que deja cuando es de Dios. �
Es muy provechoso cap�tulo y mucho de notar. *
1 Tornando a nuestro prop�sito (1), pase algunos d�as, pocos, con
esta visi�n muy continua, y hac�ame tanto provecho, que no sal�a
de oraci�n, y aun cuanto hac�a, procuraba fuese de suerte que no
descontentase al que claramente ve�a estaba por testigo. Y aunque
a veces tem�a, con lo mucho que me dec�an, dur�bame poco el temor,
porque el Se�or me aseguraba.
Estando un d�a en oraci�n, quiso el Se�or mostrarme solas las
manos con tan grand�sima hermosura que no lo podr�a yo encarecer.
H�zome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en
los principios de cualquiera merced sobrenatural que el Se�or me
haga. Desde a pocos d�as, vi tambien aquel divino rostro, que del
todo me parece me dej� absorta. No pod�a yo entender por que el
Se�or se mostraba as� poco a poco, pues despues me hab�a de hacer
merced de que yo le viese del todo, hasta despues que he entendido
que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural.
�Sea bendito por siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y
ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y como quien esto sab�a, iba el
piadoso Se�or disponiendo.
2. Parecer� a vuestra merced (2) que no era menester mucho
esfuerzo para ver unas manos y rostro tan hermoso. �Sonlo tanto
los cuerpos glorificados, que la gloria que traen consigo ver cosa
tan sobrenatural (3) hermosa desatina; y as� me hac�a tanto temor,
que toda me turbaba y alborotaba, aunque despues quedaba con
certidumbre y seguridad y con tales efectos, que presto se perd�a
el temor.
3. Un d�a de San Pablo (4), estando en misa, se me represent� toda
esta Humanidad sacrat�sima como se pinta resucitado, con tanta
hermosura y majestad como particularmente escrib� a vuestra merced
(5) cuando mucho me lo mand�, y hac�aseme harto de mal, porque no
se puede decir que no sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo
dije, y as� no hay para que tornarlo a decir aqu�. S�lo digo que,
cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo
sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grand�sima
gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Se�or nuestro,
aun ac� que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir
nuestra miseria; �que ser� adonde del todo se goza tal bien?
4. Esta visi�n, aunque es imaginaria, nunca la vi con los ojos
corporales, ni ninguna, sino con los ojos del alma.
Dicen los que lo saben mejor que yo, que es m�s perfecta la pasada
que esta, y esta m�s mucho que las que se ven con los ojos
corporales. Esta dicen que es la m�s baja (6) y adonde m�s
ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces no pod�a yo
entender tal, sino que deseaba, ya que se me hac�a esta merced,
que fuese viendola con los ojos corporales, para que no me dijese
el confesor se me antojaba. Y tambien despues de pasada me acaec�a
�esto era luego luego� pensar yo tambien esto: que se me hab�a
antojado. Y fatig�bame de haberlo dicho al confesor, pensando si
le hab�a enga�ado. Este era otro llanto, e iba a el y dec�aselo.
Pregunt�bame que si me parec�a a m� as� o si hab�a querido
enga�ar. Yo le dec�a la verdad, porque, a mi parecer, no ment�a,
ni tal hab�a pretendido, ni por cosa del mundo dijera una cosa por
otra. Esto bien lo sab�a el, y as� procuraba sosegarme, y yo
sent�a tanto en irle con estas cosas, que no se c�mo el demonio me
pon�a lo hab�a de fingir para atormentarme a m� misma.
Mas el Se�or se dio tanta prisa a hacerme esta merced y declarar
esta verdad, que bien presto se me quit� la duda de si era antojo,
y despues veo muy claro mi bober�a; porque, si estuviera muchos
a�os imaginando c�mo figurar cosa tan hermosa, no pudiera ni
supiera, porque excede a todo lo que ac� se puede imaginar, aun
sola la blancura y resplandor.
5. No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el
resplandor infuso, que da deleite grand�simo a la vista y no la
cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan
divina. Es una luz tan diferente de las de ac�, que parece una
cosa tan deslustrada la claridad del sol que vemos, en comparaci�n
de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se
querr�an abrir los ojos despues. Es como ver un agua clara, que
corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia
(7) y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque
se representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin,
luz natural y estotra cosa artificial. Es luz que no tiene noche,
sino que, como siempre es luz, no la turba nada. En fin, es de
suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en
todos los d�as de su vida podr�a imaginar c�mo es. Y p�nela Dios
delante tan presto (8), que aun no hubiera lugar para abrir los
ojos, si fuera menester abrirlos; mas no hace m�s estar abiertos
que cerrados, cuando el Se�or quiere; que, aunque no queramos, se
ve. No hay divertimiento (9) que baste, ni hay poder resistir, ni
basta diligencia ni cuidado para ello. Esto tengo yo bien
experimentado, como dire (10).
6. Lo que yo ahora querr�a decir es el modo c�mo el Se�or se
muestra por estas visiones. No digo que declarare de que manera
puede ser poner esta luz tan fuerte en el sentido interior, y en
el entendimiento imagen tan clara, que parece verdaderamente est�
all�, porque esto es de letrados (11). No ha querido el Se�or
darme a entender el c�mo, y soy tan ignorante y de tan rudo
entendimiento, que, aunque mucho me lo han querido declarar, no he
aun acabado de entender el c�mo. Y esto es cierto, que aunque a
vuestra merced (12) le parezca que tengo vivo entendimiento, que
no le tengo; porque en muchas cosas lo he experimentado, que no
comprende m�s de lo que le dan de comer, como dicen. Algunas veces
se espantaba el que me confesaba de mis ignorancias; y jam�s me di
a entender, ni aun lo deseaba, c�mo hizo Dios esto o pudo ser
esto, ni lo preguntaba, aunque �como he dicho� (13) de muchos a�os
ac� trataba con buenos letrados. Si era una cosa pecado o no, esto
s�; en lo dem�s no era menester m�s para m� de pensar h�zolo Dios
todo, y ve�a que no hab�a de que me espantar, sino por que le
alabar; y antes me hacen devoci�n las cosas dificultosas, y
mientras m�s, m�s (14).
7. Dire, pues, lo que he visto por experiencia. El c�mo el Se�or
lo hace, vuestra merced lo dir� mejor, y declarar� todo lo que
fuere oscuro y yo no supiere decir (15).
Bien me parec�a en algunas cosas que era imagen lo que ve�a, mas
por otras muchas no, sino que era el mismo Cristo, conforme a la
claridad con que era servido mostr�rseme. Unas veces era tan en
confuso, que me parec�a imagen, no como los dibujos de ac�, por
muy perfectos que sean, que hartos he visto buenos; (16) es
disparate pensar que tiene semejanza lo uno con lo otro en ninguna
manera, no m�s ni menos que la tiene una persona viva a su
retrato, que por bien que este sacado no puede ser tan al natural,
que, en fin, se ve es cosa muerta. Mas dejemos esto, que aqu�
viene bien y muy al pie de la letra.
8. No digo que es comparaci�n, que nunca son tan cabales, sino
verdad, que hay la diferencia que de lo vivo a lo pintado, no m�s
ni menos. Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto,
sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como
estaba en el sepulcro, sino como sali� de el despues de
resucitado; y viene a veces con tan grande majestad, que no hay
quien pueda dudar sino que es el mismo Se�or, en especial en
acabando de comulgar, que ya sabemos que est� all�, que nos lo
dice la fe. Representase tan se�or de aquella posada, que parece
toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. �Oh Jes�s m�o!,
�quien pudiese dar a entender la majestad con que os mostr�is! Y
cu�n Se�or de todo el mundo y de los cielos y de otros mil mundos
y sin cuento mundos y cielos (17) que Vos crearais, entiende el
alma, seg�n con la majestad que os represent�is, que no es nada
para ser Vos se�or de ello.
9. Aqu� se ve claro, Jes�s m�o, el poco poder de todos los
demonios en comparaci�n del vuestro, y c�mo quien os tuviere
contento puede repisar el infierno todo. Aqu� ve la raz�n que
tuvieron los demonios de temer cuando bajasteis al limbo (18), y
tuvieran de desear otros mil infiernos m�s bajos para huir de tan
gran majestad, y veo que quereis dar a entender al alma cu�n
grande es, y el poder que tiene esta sacrat�sima Humanidad junto
con la Divinidad. Aqu� se representa bien que ser� el d�a del
juicio ver esta majestad de este Rey, y verle con rigor para los
malos (19). Aqu� es la verdadera humildad que deja en el alma
(20), de ver su miseria, que no la puede ignorar. Aqu� la
confusi�n y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con
verle que muestra amor, no sabe adonde se meter, y as� se deshace
toda.
Digo que tiene tan grand�sima fuerza esta visi�n, cuando el Se�or
quiere mostrar al alma mucha parte de su grandeza y majestad, que
tengo por imposible, si muy sobrenatural (21) no la quisiese el
Se�or ayudar con quedar puesta en arrobamiento y extasis (que
pierde el ver la visi�n de aquella divina presencia con gozar),
ser�a, como digo, imposible sufrirla ning�n sujeto.
�Es verdad que se olvida despues? �Tan imprimida queda aquella
majestad y hermosura, que no hay poderlo olvidar, si no es cuando
quiere el Se�or que padezca el alma una sequedad y soledad grande
que dire adelante (22), que aun entonces de Dios parece se olvida.
Queda el alma otra, siempre embebida. Parecele comienza de nuevo
amor vivo de Dios en muy alto grado, a mi parecer; que, aunque la
visi�n pasada que dije (23) que representa Dios sin imagen es m�s
subida, que para durar la memoria conforme a nuestra flaqueza,
para traer bien ocupado el pensamiento, es gran cosa el quedar
representado y puesta en la imaginaci�n tan divina presencia. Y
casi vienen juntas estas dos maneras de visi�n siempre; y aun es
as� que lo vienen, porque con los ojos del alma vese la excelencia
y hermosura y gloria de la sant�sima Humanidad, y por estotra
manera que queda dicha se nos da a entender c�mo es Dios y
poderoso y que todo lo puede y todo lo manda y todo lo gobierna y
todo lo hinche su amor.
10. Es muy mucho de estimar esta visi�n, y sin peligro, a mi
parecer, porque en los efectos se conoce no tiene fuerza aqu� el
demonio. Pareceme que tres o cuatro veces me ha querido
representar de esta suerte al mismo Se�or en representaci�n falsa:
toma la forma de carne, mas no puede contrahacerla (24) con la
gloria que cuando es de Dios. Hace representaciones para deshacer
la verdadera visi�n que ha visto el alma; mas as� la resiste de s�
y se alborota y se desabre e inquieta, que pierde la devoci�n y
gusto que antes ten�a, y queda sin ninguna oraci�n.
A los principios fue esto �como he dicho� (25) tres o cuatro
veces. Es cosa tan diferent�sima, que, aun quien hubiere tenido
sola oraci�n de quietud, creo lo entender� por los efectos que
quedan dichos (26) en las hablas. Es cosa muy conocida y, si no se
quiere dejar enga�ar un alma, no me parece la enga�ar�, si anda
con humildad y simplicidad. A quien hubiere tenido verdadera
visi�n de Dios, desde luego casi se siente; porque, aunque
comienza con regalo y gusto, el alma lo lanza de s�; y aun, a mi
parecer, debe ser diferente el gusto; y no muestra apariencia de
amor puro y casto. Muy en breve da a entender quien es. As� que,
adonde hay experiencia, a mi parecer, no podr� el demonio hacer
da�o.
11. Pues ser imaginaci�n esto, es imposible de toda imposibilidad.
Ning�n camino lleva, porque sola la hermosura y blancura de una
mano es sobre toda nuestra imaginaci�n: pues sin acordarnos de
ello ni haberlo jam�s pensado, ver en un punto presentes cosas que
en gran tiempo no pudieran concertarse con la imaginaci�n, porque
va muy m�s alto �como ya he dicho� (27) de lo que ac� podemos
comprender...; as� que esto es imposible. Y si pudiesemos algo en
esto, aun se ve claro por estotro que ahora dire: porque si fuese
representado con el entendimiento, dejado que no har�a las grandes
operaciones que esto hace, ni ninguna (28) (porque ser�a como uno
que quisiese hacer que dorm�a y est�se despierto porque no le ha
venido el sue�o: el, como si tiene necesidad o flaqueza en la
cabeza, lo desea, adormecese el en s� y hace sus diligencias y a
las veces parece hace algo, mas si no es sue�o de veras, no le
sustentar� ni dar� fuerza a la cabeza, antes a las veces queda m�s
desvanecida), as� ser�a en parte ac� (29), quedar el alma
desvanecida, mas no sustentada y fuerte, antes cansada y
disgustada. Ac� no se puede encarecer la riqueza que queda: aun al
cuerpo da salud y queda confortado.
12. Esta raz�n, con otras, daba yo cuando me dec�an que era
demonio y que se me antojaba �que fue muchas veces� y pon�a
comparaciones como yo pod�a y el Se�or me daba a entender. Mas
todo aprovechaba poco. Porque como hab�a personas muy santas en
este lugar (30) (y yo en su comparaci�n una perdici�n) y no los
llevaba Dios por este camino, luego era el temor en ellos; que mis
pecados parece lo hac�an, que de uno en otro se rodeaba de manera
(31), que lo ven�an a saber, sin decirlo yo sino a mi confesor o a
quien el me mandaba.
13. Yo les dije una vez que si los que me dec�an esto me dijeran
que a una persona (32) que hubiese acabado de hablar y la
conociese mucho, que no era ella, sino que se me antojaba, que
ellos lo sab�an, que sin duda yo lo creyera m�s que lo que hab�a
visto. Mas si esta persona me dejara algunas joyas y se me
quedaban en las manos por prendas de mucho amor, y que antes no
ten�a ninguna y me ve�a rica siendo pobre, que no podr�a creerlo,
aunque yo quisiese. Y que estas joyas se las podr�a mostrar,
porque todos los que me conoc�an ve�an claro estar otra mi alma, y
as� lo dec�a mi confesor. Porque era muy grande la diferencia en
todas las cosas, y no disimulada, sino muy con claridad lo pod�an
todos ver. Porque, como antes era tan ruin, dec�a yo que no pod�a
creer que si el demonio hac�a esto para enga�arme y llevarme al
infierno, tomase medio tan contrario como era quitarme los vicios
y poner virtudes y fortaleza. Porque ve�a claro con estas cosas
quedar en una vez otra (33).
14. Mi confesor, como digo �que era un padre bien santo de la
Compa��a de Jes�s� (34), respond�a esto mismo seg�n yo supe. Era
muy discreto y de gran humildad, y esta humildad tan grande me
acarre� a m� hartos trabajos; porque, con ser de mucha oraci�n y
letrado, no se fiaba de s�, como el Se�or no le llevaba por este
camino (35). Pas�los harto grandes conmigo de muchas maneras. Supe
que le dec�an que se guardase de m�, no le enga�ase el demonio con
creerme algo de lo que le dec�a. Tra�anle ejemplos de otras
personas. Todo esto me fatigaba a m�. Tem�a que no hab�a de haber
con quien me confesar, sino que todos hab�an de huir de m�. No
hac�a sino llorar.
15. Fue providencia de Dios querer el durar en o�rme, sino que era
tan gran siervo de Dios, que a todo se pusiera por El. Y as� me
dec�a que no ofendiese yo a Dios ni saliese de lo que el me dec�a;
que no hubiese miedo me faltase. Siempre me animaba y sosegaba.
Mand�bame siempre que no le callase ninguna cosa. Yo as� lo hac�a.
El me dec�a que haciendo yo esto, que aunque fuese demonio, no me
har�a da�o, antes sacar�a el Se�or bien del mal que el quer�a
hacer a mi alma. Procuraba perfeccionarla en todo lo que el pod�a.
Yo, como tra�a tanto miedo, obedec�ale en todo, aunque
imperfectamente, que harto pas� conmigo tres a�os y m�s (36), que
me confes�, con estos trabajos; porque en grandes persecuciones
que tuve, y cosas hartas que permit�a el Se�or me juzgasen mal, y
muchas estando sin culpa, con todo ven�an a el y era culpado por
m�, estando el sin ninguna culpa.
16. Fuera imposible, si no tuviera tanta santidad �y el Se�or que
le animaba� poder sufrir tanto, porque hab�a de responder a los
que les parec�a iba perdida, y no le cre�an; y por otra parte,
hab�ame de sosegar a m� y de curar el miedo que yo tra�a,
poniendomele mayor. Me hab�a por otra parte de asegurar, porque a
cada visi�n, siendo cosa nueva, permit�a Dios me quedasen despues
grandes temores. Todo me proced�a de ser tan pecadora yo y haberlo
sido. El me consolaba con mucha piedad y, si el se creyera a s�
mismo, no padeciera yo tanto; que Dios le daba a entender la
verdad en todo, porque el mismo Sacramento (37) le daba luz, a lo
que yo creo.
17. Los siervos de Dios, que no se aseguraban, trat�banme mucho
(38). Yo, como hablaba con descuido algunas cosas que ellos
tomaban por diferente intenci�n (yo quer�a mucho al uno de ellos,
porque le deb�a infinito mi alma y era muy santo; yo sent�a
infinito de que ve�a no me entend�a, y el deseaba en gran manera
mi aprovechamiento y que el Se�or me diese luz), y as� lo que yo
dec�a �como digo� sin mirar en ello, parec�ales poca humildad. En
viendome alguna falta �que ver�an muchas�, luego era todo
condenado. Pregunt�banme algunas cosas; yo respond�a con llaneza y
descuido. Luego les parec�a los quer�a ense�ar, y que me ten�a por
sabia. Todo iba a mi confesor, porque, cierto, ellos deseaban mi
provecho. El a re�irme.
18. Dur� esto harto tiempo, afligida por muchas partes, y con las
mercedes que me hac�a el Se�or todo lo pasaba.
Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haber
quien tenga experiencia en este camino espiritual, que a no me
favorecer tanto el Se�or, no se que fuera de m�. Bastantes cosas
hab�a para quitarme el juicio, y algunas veces me ve�a en terminos
que no sab�a que hacer, sino alzar los ojos al Se�or. Porque
contradicci�n de buenos (39) a una mujercilla ruin y flaca como yo
y temerosa, no parece nada as� dicho, y con haber yo pasado en la
vida grand�simos trabajos, es este de los mayores.
Plega al Se�or que yo haya servido a Su Majestad algo en esto; que
de que le serv�an los que me condenaban y arg��an, bien cierta
estoy, y que era todo para gran bien m�o.
NOTAS CAP�TULO 28
Avanza en el relato de sus experiencias m�sticas. Primera
aparici�n del Se�or: �c�mo le apareci� por primera vez�. Trata de
explicarlo en clave doctrinal. Usa el termino �aparecer� en
acepci�n m�stica. En adelante lo utilizar� con frecuencia (31, 2;
33, 12-13; 34, 19; 36, 20...). Anteriormente le ha servido para
referir la �aparici�n� de fray Pedro de Alc�ntara, a�n en vida
(37, 29).
1 Torna al tema de la visi�n referida en el c. 27, 2-5: �visi�n
muy continua�.
2 Garc�a de Toledo.
3 Sobrenaturalmente hermosa. Uso del termino tecnico
�sobrenatural� como adverbio. De nuevo en el n. 9. Cf. 17, 7 nota
25.
4 Probablemente el 25 de enero de 1561, fiesta de la conversi�n de
San Pablo.
5 Vuestra merced: Garc�a de Toledo. Alude la Santa a una
�Relaci�n� hecha anteriormente para dicho Padre. No ha llegado
hasta nosotros. El �mucho me lo mand� indica una vez m�s el vivo
interes de este te�logo por los escritos de la Santa (cf. ep�logo,
n. 2).
6 Trata de evaluar tres �maneras de visi�n�. Es m�s perfecta la
pasada (visi�n espiritual: c. 27, 2); m�s perfecta que esta
(visi�n imaginaria de que viene hablando); y esta mucho m�s que
las corporales (de las que acaba de decir que nunca las vio). Esta
(la corporal) dicen que es la m�s baja (de menor calidad). -
N�tese que en toda esta evaluaci�n la Santa se remite a �lo que
dicen los entendidos�.
7 Es decir: en comparaci�n de una muy turbia...
8 Tan de presto, tan s�bitamente.
9 Divertimiento: distracci�n.
10 Lo dir� en el c. 29, 7.
11 Es decir, la explicaci�n teol�gica (o psicol�gica) la deja para
los hombres de ciencia.
12 Garc�a de Toledo.
13 Lo ha dicho en los cc. 10, 9 y 13, 18.
14 Y mientras m�s, m�s: cuanto m�s dificultosas son, m�s devoci�n
me producen.
15 N�tese en todo el pasaje la neta contraposici�n de los dos
tipos de saber: ella �dir� lo que ha visto por experiencia�; a los
tecnicos de la teolog�a les tocar� explicarlo.
16 Hartos (dibujos) he visto buenos: quedan numerosos testimonios
del gusto de la Santa por la buena pintura. Y de su afici�n a las
im�genes, especialmente de Cristo (Camino 34, 11). Ella misma
bordaba primorosamente.
17 Mil mundos y sin cuento mundos: mundos sin fin. - En la frase
final: no es nada: el �no� es redundante.
18 Reminiscencia de los textos lit�rgicos que presentan el
descenso del Resucitado �a los infiernos� (al limbo).
19 Alusi�n a los textos evangelicos: Mt 24, 30; 25, 31...
20 Humildad que deja la visi�n.
21 Muy sobrenaturalmente (cf. nota 3).
22 Lo dir� en el c. 30, nn. 12, 15, 18...
23 Alude a la visi�n �intelectual� referida en el c. 27, 2. Dice
que aunque esta es �m�s subida� (cf. n. 4), sin embargo las
�visiones imaginarias�, por quedar m�s impresas en la memoria,
pueden ser m�s �tiles.
24 Contrahacerla: imitarla o simularla.
25 Lo ha dicho en este mismo n�mero.
26 En el c. 27, n. 7 y siguientes.
27 Lo ha dicho en el n. 4 de este cap�tulo.
28 Dejar� la frase inconclusa, por introducir la comparaci�n y el
largo parentesis. El sentido es: �si fuese fantaseado por el
propio entendimiento, aparte que no har�a los grandes efectos que
hace la visi�n verdadera, la visi�n falsa dejar�a al alma
desvanecida...�
29 Ac�: en la visi�n falsa. Pero sigue inmediatamente otro �ac�,
que designa la visi�n verdadera. - Al final del n�mero:
conhortado, escribe la Santa (cf. 30, 9; 31, 4).
30 En este lugar: Avila.
31 Es decir, que los secretos de la Santa pasaban o se corr�an de
manera que se hac�an p�blicos...
32 M�s claro: �si... me dijeran de una persona a quien etc...�.
33 Es decir: �quedar de una vez cambiada o trasformada�.
34 �El P. Baltasar Alvarez�, anot� el P. Graci�n en su ejemplar. -
El P. Baltasar -�de los mayores amigos que tengo�, escrib�a la
Santa ya al fin de su vida (carta a Isabel de Osorio, 8 de abril
de 1580)-, fue jesuita, nacido en Cervera (La Rioja) en 1553.
Rector de los Colegios de Medina, Salamanca y Villagarc�a de
Campos, Provincial varias veces y Visitador. Contaba de 25 a 26
a�os cuando asumi� la direcci�n del alma de Santa Teresa (1558 �
1559), de modo que la fina observaci�n que hace enseguida la
Santa: �no se fiaba de s�, es la m�s cabal alabanza que pueda
hacerse de la prudencia de este joven jesuita recien ordenado
sacerdote (1588).
35 El Se�or no le llevaba por este camino de gracias m�sticas.
�Hizo en ella (en la Santa) rigurosas pruebas... y muy grandes
ex�menes y, entre otros, la hizo confesarse generalmente con el
rostro descubierto en el colegio de San Gil de esta ciudad�.
(Dicho de Ana de los Angeles: BMC 19, 554). - Y el bi�grafo del P.
Baltasar a�ade: �Quit�la la comuni�n 20 d�as, para ver c�mo lo
llevaba� (L. DE LA PUENTE: Vida del P. Baltasar, c. 11).
36 Pero fue su confesor por espacio de seis a�os, seg�n confesi�n
de la propia Santa: �Baltasar Alvarez, que es ahora (1576) rector
de Salamanca, la confes� seis a�os� (Rel. 4, 1). Los tres a�os
largos a que aqu� alude la Santa, fueron los primeros,
especialmente penosos: 1558-1561.
37 El bi�grafo de Baltasar Alvarez glosa as� este pasaje: �En lo
que dice en las �ltimas palabras 'que el sacramento le daba luz',
apunta las revelaciones que (el P. Baltasar) ten�a en la misa
acerca de las personas que ten�a a su cargo� (op. cit. c. 11). Con
todo, cf. c. 23, 14 de Vida.
38 Los siervos de Dios: los �cinco o seis� a que aludi� en el c.
25. 14. - El m�s reacio, recordado enseguida, es el �caballero
santo�, Francisco de Salcedo.
39 Contradicci�n de buenos a una mujercilla... parece cosa de
nada, dicho as� en suma (cf. c. 36, 22, y 30, 6).
CAP�TULO 29
Prosigue en lo comenzado y dice algunas mercedes grandes que la
hizo el Se�or y las cosas que Su Majestad la dec�a para asegurarla
y para que respondiese a los que la contradec�an. *
l. Mucho he salido del prop�sito, porque trataba de decir las
causas que hay para ver que no es imaginaci�n; (1) porque �c�mo
podr�amos representar con estudio la Humanidad de Cristo y
ordenando con la imaginaci�n su gran hermosura? Y no era menester
poco tiempo, si en algo se hab�a de parecer a ella. Bien la puede
representar delante de su imaginaci�n y estarla mirando alg�n
espacio, y las figuras que tiene y la blancura, y poco a poco irla
m�s perfeccionando y encomendando a la memoria aquella imagen.
Esto �quien se lo quita, pues con el entendimiento la pudo
fabricar?
En lo que tratamos (2), ning�n remedio hay de esto, sino que la
hemos de mirar cuando el Se�or lo quiere representar y como quiere
y lo que quiere. Y no hay quitar ni poner, ni modo para ello
aunque m�s hagamos, ni para verlo cuando queremos, ni para dejarlo
de ver; en queriendo mirar alguna cosa particular, luego se pierde
Cristo (3).
2. Dos a�os y medio me dur� que muy ordinario me hac�a Dios esta
merced. Habr� m�s de tres que tan continuo me la quit� de este
modo, con otra cosa m�s subida �como quiz� dire despues�; (4) y
con ver que me estaba hablando y yo mirando aquella gran hermosura
y la suavidad con que habla aquellas palabras por aquella
hermos�sima y divina boca, y otras veces con rigor, y desear yo en
extremo entender el color de sus ojos o del tama�o que era, para
que lo supiese decir, jam�s lo he merecido ver, ni me basta
procurarlo, antes se me pierde la visi�n del todo. Bien que
algunas veces veo mirarme con piedad; mas tiene tanta fuerza esta
vista, que el alma no la puede sufrir, y queda en tan subido
arrobamiento que, para m�s gozarlo todo, pierde esta hermosa
vista. As� que aqu� no hay que querer y no querer (5). Claro se ve
quiere el Se�or que no haya sino humildad y confusi�n, y tomar lo
que nos dieren y alabar a quien lo da.
3. Esto es en todas las visiones, sin quedar ninguna, que ninguna
cosa se puede, ni para ver menos ni m�s, hace ni deshace nuestra
diligencia. Quiere el Se�or que veamos muy claro no es esta obra
nuestra, sino de Su Majestad; porque muy menos podemos tener
soberbia, antes nos hace estar muy humildes y temerosos, viendo
que, como el Se�or nos quita el poder para ver lo que queremos,
nos puede quitar estas mercedes y la gracia, y quedar perdidos del
todo; y que siempre andemos con miedo, mientras en este destierro
vivimos.
4. Casi siempre se me representaba el Se�or as� resucitado, y en
la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme, si
estaba en tribulaci�n, que me mostraba las llagas; algunas veces
en la cruz y en el Huerto; y con la corona de espinas, pocas; y
llevando la cruz tambien algunas veces, para �como digo�
necesidades m�as y de otras personas, mas siempre la carne
glorificada.
Hartas afrentas y trabajos he pasado en decirlo, y hartos temores
y hartas persecuciones. Tan cierto les parec�a que ten�a demonio,
que me quer�an conjurar (6) algunas personas. De esto poco se me
daba a m�: m�s sent�a cuando ve�a yo que tem�an los confesores de
confesarme, o cuando sab�a les dec�an algo. Con todo, jam�s me
pod�a pesar de haber visto estas visiones celestiales, y por todos
los bienes y deleites del mundo sola una vez no lo trocara.
Siempre lo ten�a por gran merced del Se�or, y me parece un
grand�simo tesoro, y el mismo Se�or me aseguraba muchas veces. Yo
me ve�a crecer en amarle muy mucho; �bame a quejar a El de todos
estos trabajos; siempre sal�a consolada de la oraci�n y con nuevas
fuerzas. A ellos (7) no los osaba yo contradecir, porque ve�a era
todo peor, que les parec�a poca humildad. Con mi confesor trataba;
el siempre me consolaba mucho, cuando me ve�a fatigada.
5. Como las visiones fueron creciendo, uno de ellos que antes me
ayudaba (8) (que era con quien me confesaba algunas veces que no
pod�a el ministro) (9), comenz� a decir que claro era demonio.
M�ndanme que, ya que no hab�a remedio de resistir, que siempre me
santiguase cuando alguna visi�n viese, y diese higas, porque
tuviese por cierto era demonio, y con esto no vendr�a; y que no
hubiese miedo, que Dios me guardar�a y me lo quitar�a. A m� me era
esto gran pena; porque, como yo no pod�a creer sino que era Dios,
era cosa terrible para m�. Y tampoco pod�a �como he dicho� (10)
desear se me quitase; mas, en fin, hac�a cuanto me mandaban.
Suplicaba mucho a Dios que me librase de ser enga�ada. Esto
siempre lo hac�a y con hartas l�grimas, y a San Pedro y a San
Pablo, que me dijo el Se�or, como fue la primera vez que me
apareci� en su d�a (11), que ellos me guardar�an no fuese
enga�ada; y as� muchas veces los ve�a al lado izquierdo muy
claramente, aunque no con visi�n imaginaria. Eran estos gloriosos
Santos muy mis se�ores.
6 D�bame este dar higas grand�sima pena cuando ve�a esta visi�n
del Se�or; porque cuando yo le ve�a presente, si me hicieran
pedazos no pudiera yo creer que era demonio, y as� era un genero
de penitencia grande para m�. Y, por no andar tanto santigu�ndome,
tomaba una cruz en la mano (12). Esto hac�a casi siempre; las
higas no tan continuo, porque sent�a mucho. Acord�bame de las
injurias que le hab�an hecho los jud�os (13), y suplic�bale me
perdonase, pues yo lo hac�a por obedecer al que ten�a en su lugar,
y que no me culpase, pues eran los ministros que El ten�a puestos
en su Iglesia. Dec�ame que no se me diese nada, que bien hac�a en
obedecer, mas que el har�a que se entendiese la verdad. Cuando me
quitaban la oraci�n, me pareci� se hab�a enojado. D�jome que les
dijese que ya aquello era tiran�a. D�bame causas (14) para que
entendiese que no era demonio. Alguna dire despues (15).
7. Una vez, teniendo yo la cruz en la mano, que la tra�a en un
rosario, me la tom� con la suya (16), y cuando me la torn� a dar,
era de cuatro piedras grandes muy m�s preciosas que diamantes, sin
comparaci�n, porque no la hay casi a lo que se ve sobrenatural.
Diamante parece cosa contrahecha e imperfecta, de las piedras
preciosas que se ven all�. Ten�a las cinco llagas de muy linda
hechura. D�jome que as� la ver�a de aqu� adelante, y as� me
acaec�a, que no ve�a la madera de que era, sino estas piedras. Mas
no lo ve�a nadie sino yo.
En comenzando a mandarme hiciese estas pruebas y resistiese, era
muy mayor el crecimiento de las mercedes. En queriendome divertir,
nunca sal�a de oraci�n. Aun durmiendo me parec�a estaba en ella.
Porque aqu� era crecer el amor y las l�stimas que yo dec�a al
Se�or y el no lo poder sufrir; ni era en mi mano (17), aunque yo
quer�a y m�s lo procuraba, de dejar de pensar en El. Con todo,
obedec�a cuando pod�a, mas pod�a poco o nonada en esto, y el Se�or
nunca me lo quit�; mas, aunque me dec�a lo hiciese, asegur�bame
por otro cabo, y ense��bame lo que les hab�a de decir, y as� lo
hace ahora, y d�bame tan bastantes razones, que a m� me hac�a toda
seguridad.
8. Desde a poco tiempo comenz� Su Majestad, como me lo ten�a
prometido (18), a se�alar m�s que era El, creciendo en m� un amor
tan grande de Dios, que no sab�a quien me le pon�a, porque era muy
sobrenatural, ni yo le procuraba. Ve�ame morir con deseo de ver a
Dios, y no sab�a ad�nde hab�a de buscar esta vida, si no era con
la muerte. D�banme unos �mpetus grandes de este amor, que, aunque
no eran tan insufrideros como los que ya otra vez he dicho (19) ni
de tanto valor, yo no sab�a que me hacer; porque nada me
satisfac�a, ni cab�a en m�, sino que verdaderamente me parec�a se
me arrancaba el alma. �Oh artificio soberano del Se�or! �Que
industria tan delicada hac�ais con vuestra esclava miserable!
Escond�aisos de m� y apret�baisme (20) con vuestro amor, con una
muerte tan sabrosa que nunca el alma querr�a salir de ella.
9. Quien no hubiere pasado estos �mpetus tan grandes, es imposible
poderlo entender, que no es desasosiego del pecho, ni unas
devociones que suelen dar muchas veces, que parece ahogan el
esp�ritu, que no caben en s�. Esta es oraci�n m�s baja, y hanse de
evitar estos aceleramientos con procurar con suavidad recogerlos
dentro en s� y acallar el alma; que es esto como unos ni�os que
tienen un acelerado llorar, que parece van a ahogarse, y con
darlos a beber, cesa aquel demasiado sentimiento. As� ac� la raz�n
ataje a encoger la rienda, porque podr�a ser ayudar el mismo
natural; vuelva la consideraci�n con temer no es todo perfecto,
sino que puede ser mucha parte sensual (21), y acalle este ni�o
con un regalo de amor que la haga mover a amar por v�a suave y no
a pu�adas, como dicen. Que recojan este amor dentro, y no como
olla que cuece demasiado, porque se pone la le�a sin discreci�n y
se vierte toda; sino que moderen la causa que tomaron para ese
fuego y procuren matar la llama con l�grimas suaves y no penosas,
que lo son las de estos sentimientos y hacen mucho da�o. Yo las
tuve algunas veces a los principios, y dej�banme perdida la cabeza
y cansado el esp�ritu de suerte que otro d�a y m�s no estaba para
tornar a la oraci�n. As� que es menester gran discreci�n a los
principios para que vaya todo con suavidad y se muestre el
esp�ritu a obrar interiormente. Lo exterior se procure mucho
evitar.
10. Estotros �mpetus son diferent�simos. No ponemos nosotros la
le�a, sino que parece que, hecho ya el fuego, de presto nos echan
dentro para que nos quememos. No procura el alma que duela esta
llaga de la ausencia del Se�or, sino hincan una saeta en lo m�s
vivo de las entra�as y coraz�n, a las veces, que no sabe el alma
que ha ni que quiere. Bien entiende que quiere a Dios, y que la
saeta parece tra�a hierba (22) para aborrecerse a s� por amor de
este Se�or, y perder�a de buena gana la vida por El.
No se puede encarecer ni decir el modo con que llaga Dios el alma,
y la grand�sima pena que da, que la hace no saber de s�; mas es
esta pena tan sabrosa, que no hay deleite en la vida que m�s
contento de. Siempre querr�a el alma �como he dicho� (23) estar
muriendo de este mal.
11. Esta pena y gloria junta me tra�a desatinada, que no pod�a yo
entender c�mo pod�a ser aquello. �Oh, que es ver un alma herida!
Que digo que se entiende de manera que se puede decir herida por
tan excelente causa; y ve claro que no movi� ella por d�nde le
viniese este amor, sino que del muy grande que el Se�or la tiene,
parece cay� de presto aquella centella en ella que la hace toda
arder. �Oh, cu�ntas veces me acuerdo, cuando as� estoy, de aquel
verso de David: Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum
(24) que me parece lo veo al pie de la letra en m�!
12. Cuando no da esto muy recio, parece se aplaca algo, al menos
busca el alma alg�n remedio �porque no sabe que hacer� con algunas
penitencias, y no se sienten m�s ni hace m�s pena derramar sangre
que si estuviese el cuerpo muerto. Busca modos y maneras para
hacer algo que sienta por amor de Dios; mas es tan grande el
primer dolor (25), que no se yo que tormento corporal le quitase.
Como no est� all� el remedio, son muy bajas estas medicinas para
tan subido mal; alguna cosa se aplaca y pasa algo con esto,
pidiendo a Dios la de remedio para su mal, y ninguno ve sino la
muerte, que con esta piensa gozar del todo a su Bien. Otras veces
da tan recio, que eso ni nada no se puede hacer, que corta todo el
cuerpo. Ni pies ni brazos no puede menear; antes si est� en pie se
sienta, como una cosa trasportada que no puede ni aun resolgar;
s�lo da unos gemidos no grandes, porque no puede m�s; sonlo en el
sentimiento.
13. Quiso el Se�or que viese aqu� algunas veces esta visi�n: ve�a
un �ngel cabe m� hacia el lado izquierdo, en forma corporal (26),
lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me
representan �ngeles, es sin verlos, sino como la visi�n pasada que
dije primero (27). En esta visi�n quiso el Se�or le viese as�: no
era grande, sino peque�o, hermoso mucho, el rostro tan encendido
que parec�a de los �ngeles muy subidos que parecen todos se
abrasan. Deben ser los que llaman querubines (28), que los nombres
no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia
de unos �ngeles a otros y de otros a otros, que no lo sabr�a
decir. Ve�ale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del
hierro me parec�a tener un poco de fuego. Este me parec�a meter
por el coraz�n algunas veces y que me llegaba a las entra�as. Al
sacarle, me parec�a las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada
en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hac�a dar
aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone
este grand�simo dolor, que no hay desear que se quite, ni se
contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino
espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun
harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios,
que suplico yo a su bondad lo de a gustar a quien pensare que
miento (30).
14. Los d�as que duraba esto andaba como embobada. No quisiera ver
ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para m� era mayor
gloria que cuantas hay en todo lo criado.
Esto ten�a algunas veces (31), cuando quiso el Se�or me viniesen
estos arrobamientos tan grandes, que aun estando entre gentes no
los pod�a resistir, sino que con harta pena m�a se comenzaron a
publicar. Despues que los tengo, no siento esta pena tanto, sino
la que dije en otra parte antes �no me acuerdo en que cap�tulo�
(32), que es muy diferente en hartas cosas y de mayor precio;
antes en comenzando esta pena de que ahora hablo, parece arrebata
el Se�or el alma y la pone en extasis, y as� no hay lugar de tener
pena ni de padecer, porque viene luego el gozar.
Sea bendito por siempre, que tantas mercedes hace a quien tan mal
responde a tan grandes beneficios.
NOTAS CAP�TULO 29
Sigue desarrollando la doble l�nea tem�tica de los cap�tulos
anteriores: gracias m�sticas en crescendo; y preocupaci�n
doctrinal por ofrecer criterios de discernimiento. - Entre las
�mercedes grandes� que anuncia el ep�grafe, destacan dos: los
��mpetus� de deseo; y las �heridas de amor�. - El hecho de los
�grandes �mpetus� lo testificar� por esos a�os (1560...) en las
Relaciones 1, 3-4; 3, 5-7; y m�s tarde en la el. 15 (a�o 1571) y
Rel. 6, 13-17 (a�o 1576). - Lo desarrollar� por extenso en las
Moradas VI, cc. 2 y 11.
1 Para ver que no es imaginaci�n la visi�n intelectual o las
hablas m�sticas de que trat� en el cap�tulo 27, nn. 2 y 7. All�
comenz� a exponer �razones� por las que �el demonio no se puede
entrometer... en esta manera de visi�n y lenguaje�. Ahora reanuda
el tema para tratar de solas las visiones, especialmente de las
imaginarias.
2 En lo que tratamos: en las visiones m�sticas.
3 Luego se pierde Cristo de vista: cesa la visi�n.
4 Dire despues: se refiere a los ��mpetus� de que hablar� en los
nn. 8-14 de este cap�tulo. - De estos ��mpetus tan grandes�
volver� a tratar en las Moradas VI, c. 11. - El sentido de la
frase que precede es: �esta merced hace m�s de tres a�os que ces�
de ser tan frecuente, sustituida por otra gracia m�stica m�s
subida�. - Podemos fijar aproximadamente la cronolog�a de la vida
anterior de la Santa: las visiones no son anteriores al a�o 1560
(cf. c. 26, 5); las visiones �imaginarias� comenzaron m�s tarde,
probablemente en la segunda mitad de 1560 (cf. c. 28, nn. 1 y 3),
y persistieron con frecuencia especial durante �dos a�os y medio�
(c. 29, 2), o sea, hasta entrado el a�o 1562; siguen
inmediatamente otras gracias m�sticas que duran �m�s de tres a�os�
(ib.), segunda mitad de 1565: es precisamente el momento en que la
Santa escribe estas l�neas de Vida.
5 As� que aqu� no hay que querer y no querer: no influye en la
visi�n el desearla o no.
6 Me quer�an conjurar: someter a los conjuros o exorcismos
rituales.
7 A ellos: a los confesores y asesores de esp�ritu, ya aludidos en
los cap�tulos 23 y 25, aunque siempre en anonimato.
8 Uno de ellos: �Gonzalo de Aranda�, anota Graci�n en su ejemplar
de Vida. Gonzalo de Aranda es un sacerdote de Avila, confesor en
la Encarnaci�n, que m�s tarde ayudar� a la Santa en la fundaci�n
de San Jose y en el pleito entre esta fundaci�n y la ciudad. Ahora
forma parte de los �cinco o seis� recelosos de la vida m�stica de
la autora. - Con todo, no es segura la afirmaci�n de Graci�n.
9 El ministro: el P. Baltasar Alvarez.
10 Lo ha dicho en el c. 27, 1; y en el n. 4 del presente cap�tulo.
11 En su d�a: es decir, en su fiesta. Alude a la gracia referida
en el c. 27, 2 (en la fiesta de San Pedro); o m�s probablemente a
la primera �aparici�n�, c. 28, 3 (en la fiesta de San Pablo).
N�tese el t�pico lexico teresiano �aparecer�.
12Santigu�ndose... tomaba una cruz en la mano: el consejo de los
letrados para combatir el demonio era: �hacer higas�, gesto de
desprecio; �santiguarse�, gesto de defensa para ahuyentar al
enemigo; y �oponerle la cruz�, gesto de conjuro. �Las higas no tan
continuo�: no tantas veces, por la repugnancia que le causaban. -
El recuerdo dolorido de este �ltimo gesto reaparece en las
Fundaciones c. 8, 3 (hacia 1573) y en las Moras VI, 9, 12-13 (a�o
1577). - Para esas fechas, ya hab�a llegado a la Santa el parecer
del �Maestro� san Juan de Avila, horrorizado al leer estas p�ginas
en el aut�grafo de Vida: esas visiones �si vienen sin ser
deseadas, aun se han de huir (evitar) lo posible, aunque no por
medio de dar higas...; cierto a m� me hizo horror las que en este
caso se dieron, y me dio mucha pena� (carta del 12 de septiembre
de 1568: BMC, II, 209).
13 Se refiere a los gestos de mofa con que la turba provoca al
Crucificado: Mt 27, 40-42.
14 D�bame causas: igual que �d�bame razones� (n. 7), para
discernir o demostrar �que no era demonio� (cf. c. 33, 16).
15 Hablar� de ellas en el n. 8 y en los cc. 30, 8 y sigs. y 34,
16.
16 Me la tom� el Se�or en su mano. Sobre la historia de esta cruz
puede verse F. de Ribera, �Vida de la Santa�, P. I, c. 11;
Jer�nimo de San Jose, �Historia del Carmen Descalzo�, L. II, c.
20.
17 Ni era en mi mano: no estaba en mi poder.
18 En el n. 6.
19 Lo ha dicho en el c. 20, 8 y ss. - Poco antes: insufrideros:
insufribles (tambien utiliza esta segunda forma en Moradas VI, 1,
8.
20 La Santa escribe: escond�adesos... apret�badesme: formas
arcaizantes, poco frecuentes en sus escritos.
21 Sensual equivale a sensible, o no espiritual (cf.
�sensualidad�: c. 3, 2 nota 3).
22 La saeta... tra�a hierba: saeta con hierba o enherbolada era la
untada con el zumo de hierbas ponzo�osas, para envenenar o herir
(Cobarruvias). Usado aqu� en sentido metaf�rico. En uno de sus
poemas, cantar� la Santa: �Tir�me con una flecha / enherbolada de
amor, / y mi alma qued� hecha / una con su Criador�.
23 En los nn. 8 y 10.
24 Salmo 42, 1. La Santa escribe el lat�n a o�do: �quemadmodun
desiderad cervus a fontes aguarun�.
25 El primer dolor: el causado por la pena m�stica, no el de las
mortificaciones que se hacen para aplacarla.
26 En forma corporal: no quiere decir que fuese visi�n corporal,
pues ya ha asegurado que ella nunca las tuvo (c. 28, 4), sino que
lo ha visto �con forma y figura� como en las visiones imaginarias
(cf. c. 28; y 31, 9). - Lo que no veo sino �por maravilla�: muy
rara vez (cf. 14, 5; 25, 6; 30, 16).
27 Alude a la visi�n intelectual del c. 27, 2.
28 Los que llaman querubines: n�tese la circunlocuci�n
aproximativa del nombre. B��ez anot� al margen del aut�grafo: �m�s
parece de los que llaman serafines�. Fray Luis acogi� en el texto
la nomenclatura de B��ez (p. 255).
29 Aquellos quejidos: alude probablemente a los �gemindos no
grandes� del n. 12.
30 Es esta la famosa gracia de la transververaci�n del coraz�n o
merced del dardo, inmortalizada por Bernini en el grupo marm�reo
de Santa Mar�a della Vittoria (Roma). - La Santa vuelve a referir
este fenomeno m�stico en las Moradas 6, 2, 4, y en la Relaci�n 5,
nn. 15-17.
31 Clara afirmaci�n de que la Santa recibi� esa gracia m�s de una
vez.
32 No me acuerdo en que cap�tulo: en el c. 20, 9 y ss.
CAP�TULO 30
Torna a contar el discurso de su vida y c�mo remedi� el Se�or
mucho de sus trabajos con traer al lugar adonde estaba el santo
Fray Pedro de Alc�ntara, de la orden del glorioso San Francisco. �
Trata de grandes tentaciones y trabajos interiores que pasaba
algunas veces.
1. Pues viendo yo lo poco o nonada que pod�a hacer para no tener
estos �mpetus tan grandes, tambien tem�a de tenerlos; porque pena
y contento no pod�a yo entender c�mo pod�a estar junto; (1) que ya
pena corporal y contento espiritual, ya lo sab�a que era bien
posible; mas tan excesiva pena espiritual y con tan grand�simo
gusto, esto me desatinaba.
A�n no cesaba en procurar resistir, mas pod�a tan poco, que
algunas veces me cansaba. Ampar�bame con la cruz y quer�ame
defender del que con ella nos ampar� a todos (2). Ve�a que no me
entend�a nadie, que esto muy claro lo entend�a yo; mas no lo osaba
decir sino a mi confesor (3), porque esto fuera decir bien de
verdad que no ten�a humildad.
2. Fue el Se�or servido remediar gran parte de mi trabajo �y por
entonces todo� con traer a este lugar (4) al bendito Fray Pedro de
Alc�ntara, de quien ya hice menci�n y dije algo de su penitencia
(5), que, entre otras cosas, me certificaron hab�a tra�do veinte
a�os cilicio de hoja de lata continuo. Es autor de unos libros
peque�os de oraci�n que ahora se tratan mucho, de romance, porque
como quien bien la hab�a ejercitado, escribi� harto
provechosamente para los que la tienen (6). Guard� la primera
Regla del bienaventurado San Francisco con todo rigor y lo dem�s
que all� (7) queda algo dicho.
3. Pues como la viuda sierva de Dios, que he dicho (8), y amiga
m�a, supo que estaba aqu� tan gran var�n, y sab�a mi necesidad,
porque era testigo de mis aflicciones y me consolaba harto, porque
era tanta su fe que no pod�a sino creer que era esp�ritu de Dios
el que todos los m�s dec�an era del demonio, y como es persona de
harto buen entendimiento y de mucho secreto y a quien el Se�or
hac�a harta merced en la oraci�n, quiso Su Majestad darla luz en
lo que los letrados ignoraban. D�banme licencia mis confesores que
descansase con ella algunas cosas, porque por hartas causas cab�a
en ella (9). Cab�ale parte algunas veces de las mercedes que el
Se�or me hac�a, con avisos harto provechosos para su alma.
Pues como lo supo, para que mejor le pudiese tratar, sin decirme
nada recaud� licencia de mi Provincial (10) para que ocho d�as
estuviese en su casa, y en ella y en algunas iglesias le hable
muchas veces esta primera vez que estuvo aqu�, que despues en
diversos tiempos le comunique mucho (11). Como le di cuenta en
suma de mi vida y manera de proceder de oraci�n, con la mayor
claridad que yo supe, que esto he tenido siempre, tratar con toda
claridad y verdad con los que comunico mi alma, hasta los primeros
movimientos querr�a yo les fuesen p�blicos, y las cosas m�s
dudosas y de sospecha yo les arg��a con razones contra m�, as� que
sin doblez ni encubierta (12) le trate mi alma.
4. Casi a los principio vi que me entend�a por experiencia, que
era todo lo que yo hab�a menester; porque entonces no me sab�a
entender como ahora, para saberlo decir, que despues me lo ha dado
Dios que sepa entender y decir las mercedes que Su Majestad me
hace (13), y era menester que hubiese pasado por ello quien del
todo me entendiese y declarase lo que era. El me dio grand�sima
luz, porque al menos en las visiones que no eran imaginarias no
pod�a yo entender que pod�a ser aquello, y parec�ame que en las
que ve�a con los ojos del alma tampoco entend�a c�mo pod�a ser;
que �como he dicho� (14) s�lo las que se ven con los ojos
corporales era de las que me parec�a a m� hab�a de hacer caso, y
estas no ten�a.
5. Este santo hombre me dio luz en todo y me lo declar�, y dijo
que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan
cierta que era esp�ritu suyo, que, si no era la fe, cosa m�s
verdadera no pod�a haber, ni que tanto pudiese creer. Y el se
consolaba mucho conmigo y hac�ame todo favor y merced, y siempre
despues tuvo mucha cuenta conmigo y daba parte (15) de sus cosas y
negocios. Y como me ve�a con los deseos que el ya pose�a por obra
�que estos d�bamelos el Se�or muy determinados� y me ve�a con
tanto �nimo, holg�base de tratar conmigo; que a quien el Se�or
llega a este estado no hay placer ni consuelo que se iguale a
topar con quien le parece le ha dado el Se�or principios de esto;
que entonces no deb�a yo tener mucho m�s, a lo que me parece, y
plega al Se�or lo tenga ahora.
6. H�bome grand�sima l�stima. D�jome que uno de los mayores
trabajos de la tierra era el que hab�a padecido, que es
contradicci�n de buenos, y que todav�a me quedaba harto, porque
siempre ten�a necesidad y no hab�a en esta ciudad quien me
entendiese; mas que el hablar�a al que me confesaba (16) y a uno
de los que me daban m�s pena, que era este caballero casado que ya
he dicho (17). Porque, como quien me ten�a mayor voluntad, me
hac�a toda la guerra. Y es alma temerosa y santa, y como me hab�a
visto tan poco hab�a tan ruin, no acababa de asegurarse.
Y as� lo hizo el santo var�n, que los habl� a entrambos y les dio
causas y razones para que se asegurasen y no me inquietasen m�s.
El confesor poco hab�a menester; el caballero tanto, que aun no
del todo bast�, mas fue parte para que no tanto me amedrentase.
7. Quedamos concertados que le escribiese lo que me sucediese m�s
de ah� adelante, y de encomendarnos mucho a Dios; que era tanta su
humildad, que ten�a en algo las oraciones de esta miserable, que
era harta mi confusi�n. Dej�me con grand�simo consuelo y contento,
y con que tuviese la oraci�n con seguridad, y que no dudase de que
era Dios; y de lo que tuviese alguna duda y, por m�s seguridad, de
todo diese parte al confesor, y con esto viviese segura.
Mas tampoco pod�a tener esa seguridad del todo, porque me llevaba
el Se�or por camino de temer, como creer que era demonio cuando me
dec�an que lo era. As� que temor ni seguridad nadie pod�a que yo
la tuviese de manera que les pudiese dar m�s credito del que el
Se�or pon�a en mi alma. As� que, aunque me consol� y soseg�, no le
di tanto credito para quedar del todo sin temor, en especial
cuando el Se�or me dejaba en los trabajos de alma que ahora dire.
Con todo, quede �como digo� muy consolada.
No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso padre m�o San
Jose, que me pareci� le hab�a el tra�do, porque era Comisario
General de la Custodia de San Jose (18), a quien yo mucho me
encomendaba y a nuestra Se�ora.
8. Acaec�ame algunas veces �y aun ahora me acaece, aunque no
tantas� estar con tan grand�simos trabajos de alma junto con
tormentos y dolores de cuerpo, de males tan recios, que no me
pod�a valer (19).
Otras veces ten�a males corporales m�s graves, y como no ten�a los
del alma, los pasaba con mucha alegr�a; mas cuando era todo junto,
era tan gran trabajo que me apretaba muy mucho. Todas las mercedes
que me hab�a hecho el Se�or se me olvidaban. S�lo quedaba una
memoria como cosa que se ha so�ado, para dar pena. Porque se
entorpece el entendimiento de suerte, que me hac�a andar en mil
dudas y sospecha, pareciendome que yo no lo hab�a sabido entender
y que quiz� se me antojaba y que bastaba que anduviese yo enga�ada
sin que enga�ase a los buenos. Parec�ame yo tan mala, que cuantos
males y herej�as se hab�an levantado me parec�a eran por mis
pecados.
9. Esta es una humildad falsa que el demonio inventaba para
desasosegarme y probar si puede traer el alma a desesperaci�n.
Tengo ya tanta experiencia que es cosa de demonio, que, como ya ve
que le entiendo, no me atormenta en esto tantas veces como sol�a.
Vese claro en la inquietud y desasosiego con que comienza, y el
alboroto que da en el alma todo lo que dura, y la oscuridad y
aflicci�n que en ella pone, la sequedad y mala disposici�n para
oraci�n ni para ning�n bien. Parece que ahoga el alma y ata el
cuerpo para que de nada aproveche. Porque la humildad verdadera,
aunque se conoce el alma por ruin, y da pena ver lo que somos, y
pensamos grandes encarecimientos de nuestra maldad, tan grandes
como los dichos (20), y se sienten con verdad, no viene con
alboroto ni desasosiega el alma ni la oscurece ni da sequedad;
antes la regala, y es todo al reves: con quietud, con suavidad,
con luz. Pena que, por otra parte conforta de ver cu�n gran merced
la hace Dios en que tenga aquella pena y cu�n bien empleada es.
Duelele lo que ofendi� a Dios. Por otra parte, la ensancha su
misericordia. Tiene luz para confundirse a s� y alaba a Su
Majestad porque tanto la sufri�.
En estotra humildad que pone el demonio, no hay luz para ning�n
bien, todo parece lo pone Dios a fuego y a sangre (21).
Representale la justicia, y aunque tiene fe que hay misericordia,
porque no puede tanto el demonio que la haga perder, es de manera
que no me consuela, antes cuando mira tanta misericordia, le ayuda
a mayor tormento, porque me parece estaba obligada a m�s.
10. Es una invenci�n del demonio de las m�s penosas y sutiles y
disimuladas que yo he entendido de el, y as� querr�a avisar a
vuestra merced (22) para que, si por aqu� le tentare, tenga alguna
luz y lo conozca, si le dejare el entendimiento para conocerlo.
Que no piense que va en letras y saber, que, aunque a m� todo me
falta, despues de salida de ello bien entiendo es desatino. Lo que
he entendido es que quiere y permite el Se�or y le da licencia,
como se la dio para que tentase a Job (23), aunque a m� �como a
ruin� no es con aquel rigor.
11. Hame acaecido y me acuerdo ser un d�a antes de la v�spera de
Corpus Christi, fiesta de quien yo soy devota (24), aunque no
tanto como es raz�n. Esta vez dur�me s�lo hasta el d�a (25), que
otras d�rame ocho y quince d�as, y aun tres semanas, y no se si
m�s, en especial las Semanas Santas, que sol�a ser mi regalo de
oraci�n. Me acaece que coge de presto el entendimiento por cosas
tan livianas a las veces, que otras me riera yo de ellas; y h�cele
estar trabucado en todo lo que el quiere y el alma aherrojada
all�, sin ser se�ora de s� ni poder pensar otra cosa m�s de los
disparates que el la representa, que casi ni tienen tomo (26) ni
atan ni desatan; s�lo ata para ahogar de manera el alma, que no
cabe en s�. Y es as� que me ha acaecido parecerme que andan los
demonios como jugando a la pelota con el alma, y ella que no es
parte (27) para librarse de su poder.
No se puede decir lo que en este caso se padece. Ella anda a
buscar reparo, y permite Dios no le halle. S�lo queda siempre la
raz�n del libre albedr�o, no clara (28). Digo yo que debe ser casi
tapados los ojos, como una persona que muchas veces ha ido por una
parte, que, aunque sea noche y a oscuras, ya por el tino pasado
sabe ad�nde puede tropezar, porque lo ha visto de d�a, y gu�rdase
de aquel peligro. As� es para no ofender a Dios, que parece se va
por la costumbre. Dejemos aparte el tenerla el Se�or (29), que es
lo que hace al caso.
12. La fe est� entonces tan amortiguada y dormida como todas las
dem�s virtudes, aunque no perdida, que bien cree lo que tiene la
Iglesia, mas pronunciado por la boca, y que parece por otro cabo
la aprietan y entorpecen para que, casi como cosa que oy� de
lejos, le parece conoce a Dios.
El amor tiene tan tibio que, si oye hablar en El, escucha como una
cosa que cree ser el que es porque lo tiene la Iglesia; mas no hay
memoria de lo que ha experimentado en s�.
Irse a rezar, no es sino m�s congoja, o estar en soledad; porque
el tormento que en s� se siente, sin saber de que, es
incomportable (30).
A mi parecer, es un poco del traslado del infierno (31). Esto es
as�, seg�n el Se�or en una visi�n me dio a entender; porque el
alma se quema en s�, sin saber quien ni por d�nde le ponen fuego,
ni c�mo huir de el, ni con que le matar.
Pues quererse remediar con leer, es como si no se supiese. Una vez
me acaeci� ir a leer una vida de un santo para ver si me embeber�a
y para consolarme de lo que el padeci�, y leer cuatro o cinco
veces otros tantos renglones y, con ser romance, menos entend�a de
ellos a la postre que al principio, y as� lo deje. Esto me acaeci�
muchas veces, sino que esta se me acuerda m�s en particular.
13. Tener, pues, conversaci�n con nadie, es peor. Porque un
esp�ritu tan disgustado de ira pone el demonio, que parece a todos
me querr�a comer, sin poder hacer m�s, y algo parece se hace en
irme a la mano (32), o hace el Se�or en tener de su mano a quien
as� est�, para que no diga ni haga contra sus pr�jimos cosa que
los perjudique y en que ofenda a Dios.
Pues ir al confesor, esto es cierto que muchas veces me acaec�a lo
que dire, que, con ser tan santos como lo son los que en este
tiempo he tratado y trato, me dec�an palabras y me re��an con una
aspereza, que despues que se las dec�a yo ellos mismos se
espantaban y me dec�an que no era m�s en su mano. Porque, aunque
pon�an muy por s� de no lo hacer otras veces (que se les hac�a
despues l�stima y a�n escr�pulo), cuando tuviese semejantes
trabajos de cuerpo y de alma, y se determinaban a consolarme con
piedad, no pod�an. No dec�an ellos malas palabras �digo en que
ofendiesen a Dios�, mas las m�s disgustadas que se sufr�an para
confesor (33). Deb�an pretender mortificarme, y aunque otras veces
me holgaba y estaba para sufrirlo, entonces todo me era tormento.
Pues dame tambien parecer que los enga�o, e iba a ellos y
avis�balos muy a las veras que se guardasen de m�, que podr�a ser
los enga�ase. Bien ve�a yo que de advertencia no lo har�a, ni les
dir�a mentira, mas todo me era temor. Uno me dijo una vez (34),
como entendi� la tentaci�n, que no tuviese pena, que aunque yo
quisiese enga�arle, seso ten�a el para no dejarse enga�ar. Esto me
dio mucho consuelo.
14. Algunas veces �y casi ordinario, al menos lo m�s continuo� en
acabando de comulgar descansaba; y aun algunas, en llegando al
Sacramento, luego a la hora (35) quedaba tan buena, alma y cuerpo,
que yo me espanto. No parece sino que en un punto se deshacen
todas las tinieblas del alma y, salido el sol, conoc�a las
tonter�as en que hab�a estado.
Otras, con sola una palabra que me dec�a el Se�or, con s�lo decir:
No estes fatigada; no hayas miedo �como ya dejo otra vez dicho�
(36), quedaba del todo sana, o con ver alguna visi�n, como si no
hubiera tenido nada. Regal�bame con Dios; quej�bame a El c�mo
consent�a tantos tormentos que padeciese; mas ello era bien
pagado, que casi siempre eran despues en gran abundancia las
mercedes.
No me parece sino que sale el alma del crisol como el oro (37),
m�s afinada y clarificada, para ver en s� al Se�or. Y as� se hacen
despues peque�os estos trabajos con parecer incomportables, y se
desean tornar a padecer, si el Se�or se ha de servir m�s de ello.
Y aunque haya mas tribulaciones y persecuciones, como se pasen sin
ofender al Se�or, sino holg�ndose de padecerlo por El, todo es
para mayor ganancia, aunque como se han de llevar no los llevo yo,
sino harto imperfectamente.
15.Otras veces me ven�an de otra suerte, y vienen, que de todo
punto me parece se me quita la posibilidad de pensar cosa buena ni
desearla hacer, sino un alma y cuerpo del todo in�til y pesado;
mas no tengo con esto estotras tentaciones y desasosiegos, sino un
disgusto, sin entender de que, ni nada contenta al alma. Procuraba
hacer buenas obras exteriores para ocuparme medio por fuerza, y
conozco bien lo poco que es un alma cuando se esconde la gracia.
No me daba mucha pena, porque este ver mi bajeza me daba alguna
satisfacci�n.
16. Otras veces me hallo que tampoco cosa formada puedo pensar de
Dios ni de bien que vaya con asiento, ni tener oraci�n, aunque
este en soledad; mas siento que le conozco. El entendimiento e
imaginaci�n (38) entiendo yo es aqu� lo que me da�a, que la
voluntad buena me parece a m� que est� y dispuesta para todo bien.
Mas este entendimiento est� tan perdido, que no parece sino un
loco furioso que nadie le puede atar, ni soy se�ora de hacerle
estar quedo un credo (39). Algunas veces me r�o y conozco mi
miseria, y estoyle mirando y dejole a ver que hace; y �gloria a
Dios� nunca por maravilla va a cosa mala, sino indiferentes: si
algo hay que hacer aqu� y all� y acull�. Conozco m�s entonces la
grand�sima merced que me hace el Se�or cuando tiene atado este
loco en perfecta contemplaci�n. Miro que ser�a si me viesen este
desvar�o las personas que me tienen por buena. He l�stima grande
al alma de verla en tan mala compa��a. Deseo verla con libertad, y
as� digo al Se�or: ��cu�ndo, Dios m�o, acabare ya de ver mi alma
junta en vuestra alabanza, que os gocen todas las potencias? �No
permit�is, Se�or, sea ya m�s despedazada, que no parece sino que
cada pedazo anda por su cabo!�.
Esto paso muchas veces. Algunas bien entiendo le hace harto al
caso la poca salud corporal. Acuerdome mucho del da�o que nos hizo
el primer pecado (40), que de aqu� me parece nos vino ser
incapaces de gozar tanto bien en un ser (41), y deben ser los
m�os, que, si yo no hubiera tenido tantos, estuviera m�s entera en
el bien.
17. Pase tambien otro gran trabajo: que como todos los libros que
le�a que tratan de oraci�n me parec�a los entend�a todos y que ya
me hab�a dado aquello el Se�or, que no los hab�a menester, y as�
no los le�a, sino vidas de Santos, que, como yo me hallo tan corta
en lo que ellos serv�an a Dios, esto parece me aprovecha y anima.
Parec�ame muy poca humildad pensar yo hab�a llegado a tener
aquella oraci�n; y como no pod�a acabar conmigo otra cosa, d�bame
mucha pena, hasta que letrados y el bendito Fray Pedro de
Alc�ntara me dijeron que no se me diese nada. Bien veo yo que en
el servir a Dios no he comenzado �aunque en hacerme Su Majestad
mercedes es como a muchos buenos� y que estoy hecha una
imperfecci�n, si no es en los deseos y en amar (42), que en esto
bien veo me ha favorecido el Se�or para que le pueda en algo
servir. Bien me parece a m� que le amo, mas las obras me
desconsuelan y las muchas imperfecciones que veo en m�.
18. Otras veces me da una bober�a de alma �digo yo que es�, que ni
bien ni mal me parece que hago, sino andar al hilo de la gente,
como dicen: ni con pena ni con gloria, ni la da vida ni muerte, ni
placer ni pesar. No parece se siente nada. Pareceme a m� que anda
el alma como un asnillo que pace, que se sustenta porque lo dan de
comer y come casi sin sentirlo; porque el alma en este estado no
debe estar sin comer algunas grandes mercedes de Dios, pues en
vida tan miserable no le pesa de vivir y lo pasa con igualdad, mas
no se sienten movimientos ni efectos para que se entienda el alma.
19. Pareceme ahora a m� como un navegar con un aire muy sosegado,
que se anda mucho sin entender c�mo; porque en estotras maneras
son tan grandes los efectos, que casi luego ve el alma su mejora.
Porque luego bullen (43) los deseos y nunca acaba de satisfacerse
un alma. Esto tienen los grandes �mpetus de amor que he dicho
(44), a quien Dios los da. Es como unas fontecicas que yo he visto
manar, que nunca cesa de hacer movimiento la arena hacia arriba.
Al natural me parece este ejemplo o comparaci�n de las almas que
aqu� llegan: siempre est� bullendo el amor y pensando que har�. No
cabe en s�, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que
la echa de s�. As� est� el alma muy ordinario, que no sosiega ni
cabe en s� con el amor que tiene; ya la tiene a ella empapada en
s�. Querr�a bebiesen los otros, pues a ella no la hace falta, para
que la ayudasen a alabar a Dios. �Oh, que de veces me acuerdo del
agua viva que dijo el Se�or a la Samaritana!, y as� soy muy
aficionada a aquel Evangelio; (45) y es as�, cierto, que sin
entender como ahora este bien, desde muy ni�a lo era, y suplicaba
muchas veces al Se�or me diese aquel agua, y la ten�a dibujada
adonde estaba siempre, con este letrero, cuando el Se�or lleg� al
pozo. Domine, da mihi aquam (46).
20. Parece tambien como un fuego que es grande y, para que no se
aplaque, es menester haya siempre que quemar. As� son las almas
que digo. Aunque fuese muy a su costa, querr�an traer le�a para
que no cesase este fuego. Yo soy tal que aun con pajas que pudiese
echar en el me contentar�a, y as� me acaece algunas y muchas
veces; unas me r�o y otras me fatigo mucho. El movimiento interior
me incita a que sirva en algo �de que no soy para m�s� en poner
ramitos y flores a im�genes, en barrer, en poner un oratorio, en
unas cositas tan bajas que me hac�a confusi�n. Si hac�a o hago
algo de penitencia, todo poco y de manera que, a no tomar el Se�or
la voluntad, ve�a yo era sin ning�n tomo (47), y yo misma burlaba
de m�.
Pues no tienen poco trabajo a �nimas que da Dios por su bondad
este fuego de amor suyo en abundancia, faltar fuerzas corporales
para hacer algo por El. Es una pena bien grande. Porque, como le
faltan fuerzas para echar alguna le�a en este fuego y ella muere
porque no se mate (48), pareceme que ella entre s� se consume y
hace ceniza y se deshace en l�grimas y se quema; y es harto
tormento, aunque es sabroso.
21. Alabe muy mucho al Se�or el alma que ha llegado aqu� y le da
fuerzas corporales para hacer penitencia, o le dio letras y
talentos y libertad para predicar y confesar y llegar almas a Dios
(49). Que no sabe ni entiende el bien que tiene, si no ha pasado
por gustar que es no poder hacer nada en servicio del Se�or, y
recibir siempre mucho. Sea bendito por todo y denle gloria los
�ngeles, amen.
22. No se si hago bien de escribir tantas menudencias. Como
vuestra merced (50) me torn� a enviar a mandar que no se me diese
nada de alargarme ni dejase nada, voy tratando con claridad y
verdad lo que se me acuerda. Y no puede ser menos de dejarse
mucho, porque ser�a gastar mucho m�s tiempo, y tengo tan poco como
he dicho (51), y por ventura no sacar ning�n provecho.
NOTAS CAP�TULO 30
Los cap�tulos 30-31 forman una especie de d�ptico; doble serie de
episodios de la vida interior de la autora: el c. 30, �tentaciones
y trabajos interiores�; el 31, �tentaciones exteriores y
representaciones� demon�acas. Abunda en �menudencias�,
probablemente instada por el destinatario del escrito, P. Garc�a
de Toledo: c. 30, 22.
1 Alude a lo dicho en el c. 29, 11: �esta pena y gloria junta me
tra�a desatinada... no pod�a yo entender c�mo pod�a ser aquello�.
2 N�tese el juego de palabras: �yo me amparaba con la cruz, y con
ella me quer�a defender de quien con ella nos ampar� a todos�.
3 Mi confesor: P. Baltasar Alvarez.
4 Este lugar: Avila, pero evita nombrarlo, como en el t�tulo del
cap�tulo.
5 Habl� de ambas cosas en el c. 27, 16 y s.
6 Se refiere el Tratado de oraci�n y meditaci�n (Lisboa 1556-
1557), y varios otros tratadillos publicados tambien en Lisboa
(1560): Breve introducci�n para los que comienzan a servir a Dios,
Tres cosas que debe hacer el que desea salvarse, Oraci�n
devot�sima, Petici�n especial de amor de Dios. En sus
Constituciones (n. 8), la Santa recomendar� a sus monjas �los
libros... del padre fray Pedro de Alc�ntara�.
7 Por lapsus de pluma, en el aut�grafo escribi�: �ella�.
8 �Do�a Guiomar de Ulloa�, anota Graci�n en su ejemplar de Vida.
Su elogio lo ha hecho la Santa en el c. 24, 4.
9 Descansase con ella algunas cosas: confi�ndole sus problemas.
10 Mi provincial: el P. Angel de Salazar, que era Provincial de
las carmelitas de la Encarnaci�n.
11 Los encuentros de ambos fueron en casa de Do�a Guiomar y �en
algunas iglesias�: capilla de Mosen Rub�, parroquia de Santo Tome
y en la Catedral. - Tuvieron lugar a mediados de agosto de 1560. -
De nuevo se entrevistaron en Toledo (abril 1562) y en Avila
(junio/julio de ese mismo a�o): cf. 36, 1-2.
12 Sin doblez ni encubierta: sin dolo ni tapujos. La Santa hab�a
escrito: �sin doblez y encubierta�, que luego corrigi�. Bien le�do
ya por fray Luis (p. 359).
13 Nuevamente recuerda la Santa que su capacitaci�n expresiva
frente a lo inefable de la experiencia m�stica es reciente.
Posterior a 1560, fecha del primer encuentro con fray Pedro de
Alc�ntara. Cf. c. 12, 6 nota 24.
14 En el c. 28, 4.
15 Daba parte: comunicar, informar de. - Poco antes: tuvo mucha
cuenta conmigo: tener atenci�n o atenciones (cf. 2, 3).
16 P. Baltasar Alvarez. - De ello hablan los tres bi�grafos:
Ribera en su vida de la Santa (I, c. 11), F. Marchese, en la vida
de san Pedro de Alc�ntara (II, c. 12), y La Puente, en su vida del
P. Baltasar (c. 11).
17 Era el �caballero santo�, Francisco de Salcedo, de quien habl�
en el c. 23, 6-11.
18 La Custodia de San Jose: semi-provincia franciscana que llevaba
el t�tulo de San Jose.
19 Una segunda mano retoc� el aut�grafo: �valerme (�me�, a�adido
fuera de la caja de escritura). Fray Luis edit� como nosotros:
�valer� (p. 362).
20 Dichos al final del n. 8.
21 Equivale a nuestra expresi�n: �a sangre y fuego�.
22 Vuestra merced: es el P. Garc�a de Toledo.
23 Cf. el libro b�blico de Job, 2, 6.
24 Fiesta de quien: equivale a �fiesta de la que�.
25 Dur�me hasta el d�a: frase oscura. Probablemente, que le dur�
desde la antev�spera del Corpus hasta el d�a de la fiesta.
26 Ni tienen tomo: sin importancia (cf. 5, 1; 18, 4). - A
continuaci�n, en el aut�grafo: �desata� escribi� la Santa, creemos
que por lapsus (as� lo pens� fray Luis, p. 365). La frase hecha
�ni atan ni desatan�: repite la idea de �disparatar�, no decir
cosa concertada.
27 No es parte: no es capaz (cf. el final del n. 6), no tiene
parte...
28 La raz�n del libre albedr�o: raz�n y libertad. Le queda apenas
la luz mental suficiente para el libre uso de la voluntad...
29 Tenerla: en el sentido de mantener, sostener. La tiene de su
mano el Se�or.
30 Incomportable (y de nuevo en el n. 14): insoportable (cf. 5,
7.10 nota 14).
31 Traslado del infierno: �traslado� en acepci�n de �copia o
trasunto� (Cobarruvias, p. 140 b 63).
32 Irme a la mano: refrenarme, retenerme.
33 Para confesor: en un confesor, o �para ser dichas por un
confesor�.
34 �El P. Baltasar Alvarez�, anota Graci�n en su ejemplar.
35 Luego a la hora: inmediatamente.
36 Otras dos veces lo ha mencionado: c. 25, 18; y c. 26, 2.
37 Imagen b�blica, muy repetida en la liturgia: �como el oro en el
crisol, as� los prueba el Se�or� (Sab. 3, 6; Ecli 2, 5; Prov 27,
21).
38 No siempre distingue la Santa entre entendimiento, pensamiento
e imaginaci�n. Vease el ep�grafe del cap. 1 de las Moradas IV.
39 Estar quedo (quieto) un credo: �un credo� es una fracci�n breve
de tiempo (cf. c. 15, 7, nota 25).
40 El primer pecado: de Ad�n, pecado original. La Santa nunca
utilizar� este termino tecnico de los te�logos.
41 En un ser: expresi�n polivalente en la Santa (cf. c. 5, 8 nota
16: �continuamente� y �totalmente�). Aqu� quiere decir que, a
causa del pecado original, no podemos gozar establemente de las
gracias m�sticas, sin las turbulencias de la imaginaci�n. M�s
expl�cito en el c. 40, 18.
42 Sobre esa constante de deseos, cf. c. 15, 14; y los testimonios
de ese mismo periodo en R. 1, 8; 3, 9.
43 Bullan, en el aut�grafo.
44 En el c. 28, 8-14; y c. 26, 1.
45 Este evangelio: cap�tulo 4 de San Juan.
46 Jn 4, 15. Ella escribi� el lat�n: �domine da miqui aguan�.
47 Sin ning�n tomo: sin valor alguno.
48 Porque no se mate: porque no se apague el fuego.
49 Llegar almas a Dios: allegarle almas...
50 Vuestra merced: P. Garc�a de Toledo. Como otras veces, el
ep�logo del cap�tulo reanuda el di�logo con el.
51 Lo ha dicho en el c. 10, n. 7; y c. 14, n. 8.
CAP�TULO 31
Trata de algunas tentaciones exteriores y representaciones que la
hac�a el demonio, y tormentos que la daba. � Trata tambien algunas
cosas harto buenas para aviso de personas que van camino de
perfecci�n. *
1. Quiero decir, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones
interiores y secretas que el demonio me causaba (1), otras que
hac�a casi p�blicas en que no se pod�a ignorar que era el.
2. Estaba una vez en un oratorio, y apareci�me hacia el lado
izquierdo, de abominable figura; en especial mire la boca, porque
me habl�, que la ten�a espantable. Parec�a le sal�a una gran llama
del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. D�jome
espantablemente que bien me hab�a librado de sus manos, mas que el
me tornar�a a ellas. Yo tuve gran temor y santig�eme como pude, y
desapareci� y torn� luego. Por dos veces me acaeci� esto. Yo no
sab�a que me hacer. Ten�a all� agua bendita y echelo (2) hacia
aquella parte, y nunca m�s torn�.
3. Otra vez me estuvo cinco horas atormentando, con tan terribles
dolores y desasosiego interior y exterior, que no me parece se
pod�a ya sufrir. Las que estaban conmigo estaban espantadas y no
sab�an que se hacer ni yo c�mo valerme. Tengo por costumbre,
cuando los dolores y mal corporal es muy intolerable, hacer actos
como puedo entre m�, suplicando al Se�or, si se sirve de aquello,
que me de Su Majestad paciencia y me este yo as� hasta el fin del
mundo.
Pues como esta vez vi el padecer con tanto rigor, remedi�bame con
estos actos para poderlo llevar, y determinaciones. Quiso el Se�or
entendiese c�mo era el demonio, porque vi cabe m� un negrillo muy
abominable, rega�ando como desesperado de que adonde pretend�a
ganar perd�a. Yo, como le vi, re�me, y no hube miedo, porque hab�a
all� algunas conmigo que no se pod�an valer ni sab�an que remedio
poner a tanto tormento, que eran grandes los golpes que me hac�a
dar sin poderme resistir, con cuerpo y cabeza y brazos. Y lo peor
era el desasosiego interior, que de ninguna suerte pod�a tener
sosiego. No osaba pedir agua bendita por no las poner miedo y
porque no entendiesen lo que era.
4. De muchas veces tengo experiencia que no hay cosa con que huyan
m�s para no tornar. De la cruz tambien huyen, mas vuelven. Debe
ser grande la virtud del agua bendita. Para m� es particular y muy
conocida consolaci�n que siente mi alma cuando lo tomo. Es cierto
que lo muy ordinario es sentir una recreaci�n que no sabr�a yo
darla a entender, como un deleite interior que toda el alma me
conforta. Esto no es antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una
vez, sino muy muchas, y mirado con gran advertencia. Digamos como
si uno estuviese con mucha calor y sed y bebiese un jarro de agua
fr�a, que parece todo el sinti� el refrigerio. Considero yo que
gran cosa es todo lo que est� ordenado por la Iglesia, y reg�lame
mucho ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que as� la
pongan en el agua, para que sea tan grande la diferencia que hace
a lo que no es bendito (3).
5. Pues como no cesaba el tormento, dije: si no se riesen, pedir�a
agua bendita. Trajeronmelo y ech�ronmelo a m�, y no aprovechaba;
echelo hacia donde estaba, y en un punto se fue (4) y se me quit�
todo el mal como si con la mano me lo quitaran, salvo que quede
cansada como si me hubieran dado muchos palos. H�zome gran
provecho ver que, aun no siendo un alma y cuerpo suyo, cuando el
Se�or le da licencia hace tanto mal, �que har� cuando el lo posea
por suyo? Diome de nuevo gana de librarme de tan ruin compa��a.
6. Otra vez poco ha, me acaeci� lo mismo, aunque no dur� tanto, y
yo estaba sola. Ped� agua bendita, y las que entraron despues que
ya se hab�an ido (5) (que eran dos monjas bien de creer, que por
ninguna suerte dijeran mentira), olieron un olor muy malo, como de
piedra azufre. Yo no lo ol�. Dur� de manera que se pudo advertir a
ello.
Otra vez estaba en el coro y diome un gran �mpetu de recogimiento.
Fuime de all� porque no lo entendiesen, aunque cerca oyeron todas
dar golpes grandes adonde yo estaba, y yo cabe m� o� hablar como
que concertaban algo, aunque no entend� que; habla gruesa; mas
estaba tan en oraci�n, que no entend� cosa ni hube ning�n miedo.
Casi cada vez era cuando el Se�or me hac�a merced de que por mi
persuasi�n se aprovechase alg�n alma.
Y es cierto que me acaeci� lo que ahora dire, y de esto hay muchos
testigos, en especial quien ahora me confiesa (6), que lo vio por
escrito en una carta; sin decirle yo quien era la persona cuya era
la carta, bien sab�a el quien era.
7. Vino una persona a m� que hab�a dos a�os y medio que estaba en
un pecado mortal, de los m�s abominables que yo he o�do, y en todo
este tiempo ni le confesaba ni se enmendaba, y dec�a misa. Y
aunque confesaba otros, este dec�a que c�mo le hab�a de confesar,
cosa tan fea. Y ten�a gran deseo de salir de el y no se pod�a
valer a s�. A m� h�zome gran l�stima; y ver que se ofend�a Dios
(7) de tal manera, me dio mucha pena. Promet�le de suplicar mucho
a Dios le remediase y hacer que otras personas lo hiciesen, que
eran mejores que yo, y escrib�a a cierta persona que el me dijo
pod�a dar las cartas (8). Y es as� que a la primera se confes�;
que quiso Dios (por las muchas personas muy santas que lo hab�an
suplicado a Dios, que se lo hab�a yo encomendado) hacer con esta
alma esta misericordia, y yo, aunque miserable, hac�a lo que pod�a
con harto cuidado.
Escribi�me que estaba ya con tanta mejor�a, que hab�a (9) d�as que
no ca�a en el; mas que era tan grande el tormento que le daba la
tentaci�n, que parec�a estaba en el infierno, seg�n lo que
padec�a; que le encomendase a Dios. Yo lo torne a encomendar a mis
Hermanas, por cuyas oraciones deb�a el Se�or hacerme esta merced,
que lo tomaron muy a pechos. Era persona que no pod�a nadie atinar
en quien era. Yo suplique a Su Majestad se aplacasen aquellos
tormentos y tentaciones, y se viniesen aquellos demonios a
atormentarme a m�, con que yo no ofendiese (10) en nada al Se�or.
Es as� que pase un mes de grand�simos tormentos. Entonces eran
estas dos cosas que he dicho (11).
8. Fue el Se�or servido que le dejaron a el. As� me lo
escribieron, porque yo le dije lo que pasaba en este mes. Tom�
fuerza su alma y qued� del todo libre, que no se hartaba de dar
gracias al Se�or y a m�, como si yo hubiera hecho algo, sino que
ya el credito que ten�a de que el Se�or me hac�a mercedes le
aprovechaba. Dec�a que cuando se ve�a muy apretado, le�a mis
cartas y se le quitaba la tentaci�n, y estaba muy espantado de lo
que yo hab�a padecido y c�mo se hab�a librado el. Y aun yo me
espante y lo sufriera otros muchos a�os por ver aquel alma libre.
Sea alabado por todo, que mucho puede la oraci�n de los que sirven
al Se�or, como yo creo lo hacen en esta casa (12) estas hermanas;
sino que, como yo lo procuraba, deb�an los demonios indignarse m�s
conmigo, y el Se�or por mis pecados lo permit�a.
9. En este tiempo tambien una noche pense me ahogaban; y como
echaron mucha agua bendita, vi ir mucha multitud de ellos, como
quien se va desempe�ando. Son tantas veces las que estos malditos
me atormentan y tan poco el miedo que yo ya los he, con ver que no
se pueden menear si el Se�or no les da licencia, que cansar�a a
vuestra merced y me cansar�a si las dijese.
10. Lo dicho aproveche de que (13) el verdadero siervo de Dios se
le de poco de estos espantajos que estos ponen para hacer temer.
Sepan que, a cada vez que se nos da poco de ellos, quedan con
menos fuerza y el alma muy m�s se�ora. Siempre queda alg�n gran
provecho, que por no alargar no lo digo.
S�lo dire esto que me acaeci� una noche de las �nimas: (14)
estando en un oratorio, habiendo rezado un nocturno (15) y
diciendo unas oraciones muy devotas �que est�n al fin de el� muy
devotas (16) que tenemos en nuestro rezado, se me puso sobre el
libro para que no acabase la oraci�n. Yo me santig�e, y fuese.
Tornando a comenzar, torn�se. Creo fueron tres veces las que la
comence y, hasta que eche agua bendita, no pude acabar. Vi que
salieron algunas almas del purgatorio en el instante, que deb�a
faltarlas poco, y pense si pretend�a estorbar esto.
Pocas veces le he visto tomando forma y muchas sin ninguna forma,
como la visi�n que sin forma se ve claro est� all�, como he dicho
(17).
11. Quiero tambien decir esto, porque me espant� mucho: estando un
d�a de la Trinidad en cierto monasterio en el coro y en
arrobamiento, vi una gran contienda de demonios contra �ngeles. Yo
no pod�a entender que querr�a decir aquella visi�n. Antes de
quince d�as se entendi� bien en cierta contienda que acaeci� entre
gente de oraci�n y muchos que no lo eran, y vino harto da�o a la
casa que era; fue contienda que dur� mucho y de harto desasosiego.
Otras veces ve�a mucha multitud de ellos en rededor de m�, y
parec�ame estar una gran claridad que me cercaba toda, y esta no
les consent�a llegar a m� (18). Entend� que me guardaba Dios, para
que no llegasen a m� de manera que me hiciesen ofenderle. En lo
que he visto en m� algunas veces, entend� que era verdadera
visi�n.
El caso es que ya tengo tan entendido su poco poder, si yo no soy
contra Dios, que casi ning�n temor los tengo. Porque no son nada
sus fuerzas, si no ven almas rendidas a ellos y cobardes, que aqu�
muestran ellos su poder (19).
Algunas veces, en las tentaciones que ya dije (20), me parec�a que
todas las vanidades y flaquezas de tiempos pasados tornaban a
despertar en m�, que ten�a bien que encomendarme a Dios. Luego era
el tormento de parecerme que, pues me ven�an aquellos
pensamientos, que deb�a de ser todo demonio, hasta que me sosegaba
el confesor. Porque aun primer movimiento de mal pensamiento me
parec�a a m� no hab�a de tener quien tantas mercedes recib�a del
Se�or.
12. Otras veces me atormentaba mucho y a�n ahora me atormenta ver
que se hace mucho caso de m�, en especial personas principales, y
de que dec�an mucho bien. En esto he pasado y paso mucho. Miro
luego a la vida de Cristo y de los santos, y pareceme que voy al
reves, que ellos no iban sino por desprecio e injurias. H�ceme
andar temerosa y como que no oso alzar la cabeza ni querr�a
parecer (21), lo que no hago cuando tengo persecuciones. Anda el
�nima tan se�ora, aunque el cuerpo lo siente, y por otra parte
ando afligida, que yo no se c�mo esto puede ser; mas pasa as�, que
entonces parece est� el alma en su reino y que lo trae todo debajo
de los pies.
D�bame algunas veces (22) y dur�me hartos d�as, y parec�a era
virtud y humildad por una parte, y ahora veo claro que era
tentaci�n. Un fraile dominico, gran letrado, me lo declar� bien.
Cuando pensaba que estas mercedes que el Se�or me hace se hab�an
de venir a saber en p�blico, era tan excesivo el tormento, que me
inquietaba mucho el �nima. Vino a terminos que, consider�ndolo, de
mejor gana me parece me determinaba a que me enterraran viva que
por esto. Y as�, cuando me comenzaron estos grandes recogimientos
o arrobamientos a no poder resistirlos aun en p�blico, quedaba yo
despues tan corrida, que no quisiera parecer adonde nadie me
viera.
13. Estando una vez muy fatigada de esto, me dijo el Se�or, que
que tem�a; que en esto no pod�a, sino haber dos cosas: o que
murmurasen de m�, o alabarle a El; (23) dando a entender que los
que lo cre�an, le alabar�an, y los que no, era condenarme sin
culpa, y que entrambas cosas eran ganancia para m�; que no me
fatigase. Mucho me soseg� esto, y me consuela cuando se me
acuerda.
Vino a terminos la tentaci�n, que me quer�a ir de este lugar (24)
y dotar en otro monasterio muy m�s encerrado que en el que yo al
presente estaba, que hab�a o�do decir muchos extremos de el. Era
tambien de mi Orden (25), y muy lejos, que eso es lo que a m� me
consolara, estar adonde no me conocieran; y nunca mi confesor me
dej�.
14. Mucho me quitaban la libertad (26) del esp�ritu estos temores,
que despues vine yo a entender no era buena humildad, pues tanto
inquietaba, y me ense�� el Se�or esta verdad: que yo tan
determinada y cierta estuviera que no era ninguna cosa buena m�a,
sino de Dios, que as� como no me pesaba de o�r loar a otras
personas, antes me holgaba y consolaba mucho de ver que all� se
mostraba Dios, que tampoco me pesar�a mostrase en m� sus obras.
15. Tambien di en otro extremo, que fue suplicar a Dios �y hac�a
oraci�n particular� que cuando a alguna persona le pareciese algo
bien en m�, que Su Majestad le declarase mis pecados, para que
viese cu�n sin merito m�o me hac�a mercedes, que esto deseo yo
siempre mucho. Mi confesor me dijo que no lo hiciese. Mas hasta
ahora poco ha, si ve�a yo que una persona pensaba de m� bien
mucho, por rodeos o como pod�a le daba a entender mis pecados, y
con esto parece descansaba. Tambien me han puesto mucho escr�pulo
en esto.
16. Proced�a esto no de humildad, a mi parecer, sino de una
tentaci�n ven�an muchas. Parec�ame que a todos los tra�a enga�ados
y, aunque es verdad que andan enga�ados en pensar que hay alg�n
bien en m�, no era mi deseo enga�arlos, ni jam�s tal pretend�,
sino que el Se�or por alg�n fin lo permite; y as�, aun con los
confesores, si no viera era necesario, no tratara ninguna cosa,
que se me hiciera gran escr�pulo.
Todos estos temorcillos y penas y sombra de humildad entiendo yo
ahora era harta imperfecci�n, y de no estar mortificada; porque un
alma dejada en las manos de Dios no se le da m�s que digan bien
que mal, si ella entiende bien bien entendido �como el Se�or
quiere hacerle merced que lo entienda� que no tiene nada de s�.
F�ese de quien se lo da, que sabr� por que lo descubre, y
aparejese a la persecuci�n, que est� cierta en los tiempos de
ahora, cuando de alguna persona quiere el Se�or se entienda que la
hace semejantes mercedes; porque hay mil ojos para un alma de
estas, adonde para mil almas de otra hechura no hay ninguno (27).
17. A la verdad, no hay poca raz�n de temer, y este deb�a ser mi
temor, y no humildad, sino pusilanimidad. Porque bien se puede
aparejar un alma que as� permite Dios que ande en los ojos del
mundo, a ser m�rtir del mundo, porque si ella no se quiere morir a
el, el mismo mundo los matar� (28). No veo, cierto, otra cosa en
el que bien me parezca, sino no consentir faltas en los buenos que
a poder de murmuraciones no las perfeccione. Digo que es menester
m�s �nimo para, si uno no est� perfecto, llevar camino de
perfecci�n, que para ser de presto m�rtires. Porque la perfecci�n
no se alcanza en breve, si no es a quien el Se�or quiere por
particular privilegio hacerle esta merced. El mundo, en viendole
comenzar, le quiere perfecto y de mil lenguas le entiende una
falta que por ventura en el es virtud, y quien le condena usa de
aquello mismo por vicio y as� lo juzga en el otro. No ha de haber
comer ni dormir ni, como dicen, resolgar; y mientras en m�s le
tienen, m�s deben olvidar que a�n se est�n en el cuerpo, por
perfecta que tengan el alma. Viven a�n en la tierra sujetos a sus
miserias, aunque m�s la tengan debajo de los pies. Y as�, como
digo, es menester gran �nimo, porque la pobre alma a�n no ha
comenzado a andar, y quierenla que vuele. A�n no tiene vencidas
las pasiones, y quieren que en grandes ocasiones esten tan enteras
(29) como ellos leen estaban los santos despues de confirmados en
gracia (30).
Es para alabar al Se�or lo que en esto pasa, y aun para lastimar
mucho el coraz�n; porque muy muchas almas tornan atr�s, que no
saben las pobrecitas valerse. Y as� creo hiciera la m�a, si el
Se�or tan misericordiosamente no lo hiciera todo de su parte; y
hasta que por su bondad lo puso todo, ya ver� vuestra merced que
no ha habido en m� sino caer y levantar.
18. Querr�a saberlo decir, porque creo se enga�an aqu� muchas
almas que quieren volar antes que Dios les de alas. Ya creo he
dicho otra vez esta comparaci�n (31), mas viene bien aqu�. Tratare
esto, porque veo a algunas almas muy afligidas por esta causa:
como comienzan con grandes deseos y hervor y determinaci�n de ir
adelante en la virtud, y algunas cuanto a lo exterior todo lo
dejan por El, como ven en otras personas, que son m�s crecidas
(32), cosas muy grandes de virtudes que les da el Se�or, que no
nos la podemos nosotros tomar, ven en todos los libros que est�n
escritos de oraci�n y contemplaci�n poner cosas que hemos de hacer
para subir a esta dignidad, que ellos no las pueden luego acabar
consigo, desconsuelanse. Como es: un no se nos dar nada que digan
mal de nosotros, antes tener mayor contento que cuando dicen bien;
una poca estima de honra; un desasimiento de sus deudos, que, si
no tienen oraci�n, no los querr�a tratar, antes le cansan; otras
cosas de esta manera muchas, que, a mi parecer, las ha de dar
Dios, porque me parece son ya bienes sobrenaturales o contra
nuestra natural inclinaci�n.
No se fatiguen; esperen en el Se�or, que lo que ahora tienen en
deseos Su Majestad har� que lleguen a tenerlo por obra, con
oraci�n y haciendo de su parte lo que es en s�; porque es muy
necesario para este nuestro flaco natural tener gran confianza y
no desmayar, ni pensar que, si nos esforzamos, dejaremos de salir
con victoria (33).
19. Y porque tengo mucha experiencia de esto, dire algo para aviso
de vuestra merced (34). No piense, aunque le parezca que s�, que
est� ya ganada la virtud, si no la experimenta con su contrario
(35). Y siempre hemos de estar sospechosos y no descuidarnos
mientras vivimos; porque mucho se nos pega luego, si �como digo�
no est� ya dada del todo la gracia para conocer lo que es todo, y
en esta vida nunca hay todo sin muchos peligros (36).
Parec�ame a m�, pocos a�os ha, que no s�lo no estaba asida a mis
deudos, sino que me cansaban. Y era cierto as�, que su
conversaci�n no pod�a llevar. Ofreci�se cierto negocio de harta
importancia, y hube de estar con una hermana m�a (37) a quien yo
quer�a muy mucho antes y, puesto que en la conversaci�n, aunque
ella es mejor que yo, no me hac�a con ella (38) (porque como tiene
diferente estado, que es casada, no puede ser la conversaci�n
siempre en lo que yo la querr�a, y lo m�s que pod�a me estaba
sola), vi que me daban pena sus penas m�s harto que de pr�jimo, y
alg�n cuidado. En fin, entend� de m� que no estaba tan libre como
yo pensaba, y que a�n hab�a menester huir la ocasi�n, para que
esta virtud que el Se�or me hab�a comenzado a dar fuese en
crecimiento, y as� con su favor lo he procurado hacer siempre
despues ac� (39).
20. En mucho se ha de tener una virtud cuando el Se�or la comienza
a dar, y en ninguna manera ponernos en peligro de perderla. As� es
en cosas de honra y en otras muchas; que crea vuestra merced que
no todos los que pensamos estamos desasidos del todo, lo est�n
(40), y es menester nunca descuidar en esto; y cualquiera persona
que sienta en s� alg�n punto de honra, si quiere aprovechar,
creame y de tras este atamiento, que es una cadena que no hay lima
que la quiebre, si no es Dios con oraci�n y hacer mucho de nuestra
parte. Pareceme que es una ligadura para este camino, que yo me
espanto el da�o que hace.
Veo a algunas personas santas en sus obras, que las hacen tan
grandes que espantan las gentes. �V�lgame Dios! �Por que est� a�n
en la tierra esta alma? �C�mo no est� en la cumbre de la
perfecci�n? �Que es esto? �Quien detiene a quien tanto hace por
Dios? (41) ��Oh, que tiene un punto de honra...! Y lo peor que
tiene es que no quiere entender que le tiene, y es porque algunas
veces le hace entender el demonio que es obligado a tenerle.
21. Pues creanme, crean por amor del Se�or a esta hormiguilla que
el Se�or quiere que hable, que si no quitan esta oruga, que ya que
a todo el �rbol no da�e (porque algunas otras virtudes quedar�n,
mas todas carcomidas), no es �rbol hermoso, sino que el no medra,
ni aun deja medrar a los que andan cabe el. Porque la fruta que da
de buen ejemplo no es nada sana; poco durar�.
Muchas veces lo digo: (42) que por poco que sea el punto de honra,
es como en el canto de �rgano, que un punto o comp�s que se yerre,
disuena toda la m�sica. Y es cosa que en todas partes hace harto
da�o al alma, mas en este camino de oraci�n es pestilencia (43).
22. Andas procurando juntarte con Dios por uni�n, y queremos
seguir sus consejos de Cristo, cargado de injurias y testimonios,
�y queremos muy entera nuestra honra y credito? �No es posible
llegar all�, que no van por un camino. Llega el Se�or al alma,
esforz�ndonos nosotros y procurando perder de nuestro derecho en
muchas cosas.
Dir�n algunos: �no tengo en que ni se me ofrece�. �Yo creo que a
quien tuviere esta determinaci�n, que no querr� el Se�or pierda
tanto bien. Su Majestad ordenar� tantas cosas en que gane esta
virtud que no quiera tantas. Manos a la obra.
23. Quiero decir las nader�as y poquedades que yo hac�a cuando
comence, o alguna de ellas: las pajitas que tengo dichas (44)
pongo en el fuego, que no soy yo para m�s. Todo lo recibe el
Se�or. Sea bendito por siempre.
Entre mis faltas ten�a esta: que sab�a poco del rezado (45) y de
lo que hab�a de hacer en el coro y c�mo lo regir, de puro
descuidada y metida en otras vanidades, y ve�a a otras novicias
que me pod�an ense�ar. Acaec�ame no les preguntar, porque no
entendiesen yo sab�a poco. Luego se pone delante el buen ejemplo.
Esto es muy ordinario. Ya que Dios me abri� un poco los ojos, aun
sabiendolo, tantito (46) que estaba en duda, lo preguntaba a las
ni�as (47). Ni perd� honra ni credito; antes quiso el Se�or, a mi
parecer, darme despues m�s memoria.
Sab�a mal cantar. Sent�a tanto si no ten�a estudiando lo que me
encomendaban (y no por el hacer falta delante del Se�or, que esto
fuera virtud, sino por las muchas que me o�an), que de puro
honrosa (48) me turbaba tanto, que dec�a muy menos de lo que
sab�a. Tome despues por m�, cuando no lo sab�a muy bien, decir que
no lo sab�a. Sent�a harto a los principios, y despues gustaba de
ello. Y es as� que como comence a no se me dar nada de que se
entendiese no lo sab�a, que lo dec�a muy mejor, y que la negra
honra (49) me quitaba supiese hacer esto que yo ten�a por honra,
que cada uno la pone en lo que quiere.
24. Con estas nader�as, que no son nada � y harto nada soy yo,
pues esto me daba pena� de poco en poco se van haciendo con actos
(50). Y cosas poquitas como estas, que en ser hechas por Dios les
da Su Majestad tomo (51), ayuda Su Majestad para cosas mayores. Y
as� en cosas de humildad me acaec�a que, de ver que todas
aprovechaban sino yo (52) �porque nunca fui para nada� de que se
iban del coro, coger todos los mantos; parec�ame serv�a a aquellos
�ngeles que all� alababan a Dios. Hasta que, no se c�mo, vinieron
a entenderlo, que no me corr� yo poco; porque no llegaba mi virtud
a querer que entendiesen estas cosas, y no deb�a ser por humilde,
sino porque no se riesen de m�, como eran tan nonada.
25. �Oh Se�or m�o!, �que verg�enza es ver tantas maldades, y
contar unas arenitas, que aun no las levantaba de la tierra por
vuestro servicio, sino que todo iba envuelto en mil miserias! No
manaba a�n el agua, debajo de estas arenas, de vuestra gracia,
para que las hiciese levantar (53).
�Oh Criador m�o, quien tuviera alguna cosa que contar, entre
tantos males, que fuera de tomo, pues cuento las grandes mercedes
que he recibido de Vos! Es as�, Se�or m�o, que no se c�mo puede
sufrirlo mi coraz�n, ni c�mo podr� quien esto leyere dejarme de
aborrecer, viendo tan mal servidas tan grand�simas mercedes, y que
no he verg�enza de contar estos servicios, en fin, como m�os. �S�
tengo (54), Se�or m�o; mas el no tener otra cosa que contar de mi
parte me hace decir tan bajos principios, para que tenga esperanza
quien los hiciere grandes, que, pues estos parece ha tomado el
Se�or en cuenta, los tomar� mejor (55). Plega a Su Majestad me de
gracia para que no este siempre en principios. Amen.
NOTAS CAP�TULO 31
El cuadro de �tentaciones y trabajos interiores� del cap�tulo
anterior se completa ahora con dos pinceladas m�s: �las
tentaciones exteriores� de origen diab�lico (un sartal de
episodios), y las tentaciones de falsa humildad, motivadas por la
excesiva estima ajena de sus gracias m�sticas.
1 Son las referidas en el cap�tulo anterior: 30, 9 ss.
2 Echelo: el agua (masculino, como en los nn. 4 y 5: trajeronmelo,
ech�ronmelo).
3 Es decir: la diferencia que hay entre el agua bendita y la no
bendita. - Una de las compa�eras de la Santa, Ana de Jes�s, cuenta
en el proceso de beatificaci�n: �Nunca quer�a que camin�semos sin
ella (sin agua bendita). Y por la pena que le daba si alguna vez
se nos olvidaba, llev�bamos calabacillas de ella colgadas a la
cinta, y siempre quer�a la pusieramos una en la suya, diciendonos:
'no saben ellas el refrigerio que se siente teniendo agua bendita;
que es un gran bien gozar tan f�cilmente de la sangre de Cristo'.
Y cuantas veces comenz�bamos por el camino a rezar el Oficio
Divino, nos lo hac�a tomar� (BMC, 18, p. 465).
4 Se fue el demonio.
5 Se hab�an ido los demonios.
6 Quien ahora me confiesa: probablemente, el P. Domingo B��ez
(escribe en 1565).
7 Otra lectura posible: �se ofend�a a Dios�. Frecuentemente la
Santa elide la doble �a�. Seguimos la lectura de fray Luis (p.
379).
8 Es decir, la Santa la escrib�a por medio de un tercero. - A
continuaci�n: a la primera carta se confes�.
r9 Hab�a: en el aut�grafo �v�a� (= b�a). En el habla popular, a�n
hoy se usa �ber� por �haber�. Fray Luis trascribi�: �av�a� (p.
379).
10 Con que yo no ofendiese: con tal de que, a condici�n de... (cf.
n. 9).
11 Los dos episodios referidos en el n. 6.
12 Esta casa: San Jose de Avila.
13 Aproveche de que: para que...
14 Noche de las �nimas: del 1 al 2 de noviembre.
15 Un nocturno: una de las partes del oficio de maitines, que
sol�a rezarse de noche.
16 Muy devotas: un corrector tach� estas dos palabras. La Santa
repite, por distracci�n, toda la frase. Fray Luis omiti� lo
tachado (p. 381). - Nuestro rezado: alude al breviario propio de
la Orden del Carmen, por el que ella rezaba el Oficio Divino.
17 De nuevo alude a la visi�n referida en el c. 27, 2.
18 Por distracci�n (como en el n. 10 nota 16), la Santa repiti�
las dos frases que preceden, con una ligera variante: �parec�ame
estaba... a m�. Seguimos la lectura de fray Luis (p. 382).
19 Al margen del aut�grafo escribi� el P. B��ez: �San Gregorio en
los Morales dice de el demonio que es hormiga y le�n: viene a este
prop�sito bien�. La afirmaci�n de San Gregorio se halla en el
libro V, c. 20 de los Morales (P.L., 75, 700-701), en el
comentario al c. 4, v. 11 del libro de Job: �muri� el tigre por no
tener presa�, comentado por el Santo Doctor seg�n la versi�n de
los Setenta, en que se lee: �muri� la hormigale�n, por no tener
presa�. La hormigale�n es el diablo. - Recuerdese que la Santa
hab�a le�do Los Morales en su juventud (cf. c. 5, 8).
20 Lo ha dicho en los nn. 1 y ss., y en el c. 30, 9 y ss.
21 Parecer: hacer acto de presencia (como al final de este
n�mero).
22 El sujeto de la frase est� impl�cito en el �ltimo miembro:
�D�bame algunas veces... esta tentaci�n: cuando pensaba que...
23 Recordar� esa consigna en Moradas sextas, 4, 16.
24 Avila, monasterio de la Encarnaci�n.
25 De mi Orden: de carmelitas. N�tese que sigue manteniendo el
anonimato. - El monasterio aludido por la Santa era probablemente
el de la Encarnaci�n de Valencia, que gozaba fama de �muy
encerrado�. Hab�a sido fundado en 1502 por el maestro Mercader.
26 Por descuido de pluma escribi�: quitaba, que falsear�a el
sentido de la frase. Ya fray Luis edit� en plural (p. 385).
27 Nueva alusi�n dolorida al ambiente de sospecha que por aquellas
fechas (�los tiempos de ahora�) cund�a contra m�sticos y
espirituales.
28 Los matar�: cambio de sujeto, por �las� o �la� (alma/s). Fray
Luis: �las matar� (p. 387).
29 Tan enteras: las almas.
30 Confirmados en gracia: expresi�n teol�gica, que indica la
situaci�n especial�sima de algunos cristianos privilegiados, para
preservarlos de ulteriores pecados.
31 Comparaci�n utilizada argumentalmente en el c. 22, 13; pero muy
presente a lo largo del libro en la imagen de la �avecita que
tiene pelo malo� (13, 2; y 20, 22), o en la mariposica de la
memoria a la que se le queman las alas (18, 14), o la �avecita�
del alma puesta por el Se�or en el nido (18, 9), el ave fenix (39,
23), o la paloma y el palomar (14, 3; 20, 24; 38, 10.12...).
32 M�s crecidas en perfecci�n.
33 El sentido es: �y pensar que si nos esforzamos no dejaremos de
salir con la victoria�.
34 De nuevo abre el di�logo con el P. Garc�a de Toledo.
35 Si no lo experimenta con su contrario: no lo pone a prueba en
ocasiones contrarias. Es reminiscencia de la moral escol�stica y
del viejo axioma �contraria contrariis curantur�.
36 El sentido de la �ltima frase: �nada� (importante) hay jam�s
sin muchos peligros�. En ese juego de palabras, �nunca / todo�
equivale a �jam�s / nada�.
37 Una hermana m�a: era Do�a Juana de Ahumada, su hermana menor,
casada con Juan de Ovalle. Los dos hubieron de venir a Avila para
ayudar a la Santa en la fundaci�n del Carmelo de San Jose (1562):
cf. 33, 11; 36, 3.
38 No me hac�a con ella: no congeniaba, no me hallaba con...
39 Siempre despues ac�: desde entonces hasta ahora.
40 Lo est�n: lo estamos. Cambio brusco de sujeto.
41 �Quien detiene a quien tanto hace por Dios?. - Lo a�adi� la
Santa en el margen superior del folio. - Lo que ella entiende por
�punto de honra� puede verse en Camino cc. 12 y 36, 3...
42 Muchas veces lo digo: probable alusi�n a sus conversaciones con
los destinatarios del libro.
43 Es pestilencia: es un mal mort�fero. En sentido figurado.
Especie de anatema en la pluma de la Santa: cf. 25, 21; y Camino
4, 7-8-
44 Us� esa figura en el c. 30, 20.
45 Sab�a poco del rezado: de las r�bricas y ceremonias del rezo
coral del Oficio lit�rgico.
46 Tantito: poco, poquito. El sentido es: �por porquito que
estuviese en duda...�
47 Las ni�as: las monjas j�venes.
48 De puro honrosa: pundonorosa, v�ctima del punto de honra. Cf.
c. 3, 7.
49 La negra honra: malhadada o maldita honra. Cf. c. 20, 27.
50 Se van haciendo con actos: se van habituando a hacer actos de
virtudes. Est� impl�cita la alusi�n a la teor�a escol�stica de
h�bitos y actos. Otros editores transcriben: �se va haciendo
conatos�, vocablo este inusitado en los escritos de la Santa.
51 Les da S.M. tomo: les da valor.
52 Todas aprovechaban sino yo: menos yo. - De que se iban del
coro: una vez que se iban...
53 Hiperbaton dif�cil. En orden: �no manaba a�n el agua de vuestra
gracia debajo de estas arenas...�. La imagen de la fuente y las
arenitas ya apareci� en el c. 30, 19.
54 S� tengo: se sobreentiende �verg�enza�. "S� me averg�enzo,
Se�or m�o�.
55 Es decir: �pues estos bajos principios ha tomado el Se�or en
cuenta, mejor (= m�s en cuenta) se los tomar� a quien los hiciere
grandes�.
CAP�TULO 32. *
En que trata c�mo quiso el Se�or ponerla en esp�ritu en un lugar
del infierno que ten�a por sus pecados merecido. � Cuenta una
cifra de lo que all� se lo represent� para lo que fue (1). �
Comienza a tratar la manera y modo c�mo se fund� el monasterio,
adonde ahora est�, de San Jose.
1. Despues de mucho tiempo que el Se�or me hab�a hecho ya muchas
de las mercedes que he dicho (2) y otras muy grandes, estando un
d�a en oraci�n me halle en un punto toda, sin saber c�mo, que me
parec�a estar metida en el infierno. Entend� que quer�a el Se�or
que viese el lugar que los demonios all� me ten�an aparejado, y yo
merecido por mis pecados. Ello fue en brev�simo espacio, mas
aunque yo viviese muchos a�os, me parece imposible olvid�rseme.
Parec�ame la entrada a manera de un callej�n muy largo y estrecho,
a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareci�
de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas
sabandijas malas en el. Al cabo estaba una concavidad metida en
una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho
estrecho (3).
Todo esto era deleitoso a la vista en comparaci�n de lo que all�
sent�. Esto que he dicho va mal encarecido.
2. Estotro (4) me parece que aun principio de encarecerse como es
no le puede haber, ni se puede entender; mas sent� un fuego en el
alma, que yo no puedo entender c�mo poder decir de la manera que
es. Los dolores corporales tan incomportables (5), que, con
haberlos pasado en esta vida grav�simos y, seg�n dicen los
medicos, los mayores que se pueden ac� pasar (porque fue
encogerseme todos los nervios cuando me tull�, sin otros muchos de
muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he dicho (6),
causados del demonio), no es todo nada en comparaci�n de lo que
all� sent�, y ver que hab�an de ser sin fin y sin jam�s cesar.
Esto no es, pues, nada en comparaci�n del agonizar del alma: un
apretamiento, un ahogamiento, una aflicci�n tan sentible (7) y con
tan desesperado y afligido descontento, que yo no se c�mo lo
encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el
alma, es poco, porque aun parece que otro os acaba la vida; mas
aqu� el alma misma es la que se despedaza.
El caso es que yo no se c�mo encarezca aquel fuego interior y
aquel desesperamiento, sobre tan grav�simos tormentos y dolores.
No ve�a yo quien me los daba, mas sent�ame quemar y desmenuzar, a
lo que me parece. Y digo que aquel fuego y desesperaci�n interior
es lo peor.
3. Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar
consuelo, no hay sentarse ni echarse (8), ni hay lugar, aunque me
pusieron en este como agujero hecho en la pared. Porque estas
paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y
todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscur�simas. Yo no
entiendo c�mo puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la
vista ha de dar pena todo se ve.
No quiso el Se�or entonces viese m�s de todo el infierno. Despues
he visto otra visi�n de cosas espantosas, de algunos vicios el
castigo. Cuanto a la vista, muy m�s espantosos me parecieron, mas
como no sent�a la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta
visi�n quiso el Se�or que verdaderamente yo sintiese aquellos
tormentos y aflicci�n en el esp�ritu, como si el cuerpo lo
estuviera padeciendo.
Yo no se c�mo ello fue, mas bien entend� ser gran merced y que
quiso el Se�or yo viese por vista de ojos de d�nde me hab�a
librado su misericordia. Porque no es nada o�rlo decir, ni haber
yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocas, que
por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios
atenazan, ni otros diferentes tormentos que he le�do, no es nada
con esta pena (9), porque es otra cosa. En fin como de dibujo a la
verdad, y el quemarse ac� es muy poco en comparaci�n de este fuego
de all�.
4. Yo quede tan espantada, y a�n lo estoy ahora escribiendolo, con
que ha casi seis a�os (10), y es as� que me parece el calor
natural me falta de temor aqu� adonde estoy. Y as� no me acuerdo
vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parece nonada todo lo
que ac� se puede pasar, y as� me parece en parte que nos quejamos
sin prop�sito. Y as� torno a decir que fue una de las mayores
mercedes que el Se�or me ha hecho, porque me ha aprovechado muy
mucho, as� para perder el miedo a las tribulaciones y
contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y
dar gracias al Se�or que me libr�, a lo que ahora me parece, de
males tan perpetuos y terribles.
5. Despues ac�, como digo, todo me parece f�cil en comparaci�n de
un momento que se haya de sufrir lo que yo en el all� padec�.
Esp�ntame c�mo habiendo le�do muchas veces libros adonde se da
algo a entender las penas del infierno, c�mo no las tem�a ni ten�a
en lo que son. �Ad�nde estaba? �C�mo me pod�a dar cosa descanso de
lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? �Se�is bendito, Dios m�o,
por siempre! Y �c�mo se ha parecido (11) que me quer�ais Vos mucho
m�s a m� que yo me quiero! �Que de veces, Se�or, me librasteis de
c�rcel tan tenebrosa, y c�mo me tornaba yo a meter en ella contra
vuestra voluntad!
6. De aqu� tambien gane la grand�sima pena que me da las muchas
almas que se condenan (de estos luteranos en especial (12), porque
eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los �mpetus
grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a m� que, por
librar una sola de tan grav�simos tormentos, pasar�a yo muchas
muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos ac� una persona que
bien queremos, en especial con un gran trabajo o dolor, parece que
nuestro mismo natural nos convida a compasi�n y, si es grande, nos
aprieta a nosotros. Pues ver a un alma para sin fin en el sumo
trabajo de los trabajos, �quien lo ha de poder sufrir? No hay
coraz�n que lo lleve sin gran pena (13). Pues ac� con saber que,
en fin, se acabar� con la vida y que ya tiene termino, aun nos
mueve a tanta compasi�n, estotro que no le tiene no se c�mo
podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada d�a el demonio
consigo.
7. Esto tambien me hace desear que, en cosa que tanto importa, no
nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudieremos de
nuestra parte. No dejemos nada, y plega al Se�or sea servido de
darnos gracia para ello.
Cuando yo considero que, aunque era tan mal�sima, tra�a alg�n
cuidado de servir a Dios y no hac�a algunas cosas que veo que,
como quien no hace nada, se las tragan en el mundo y, en fin,
pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba
el Se�or; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni
me parece pod�a querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia
jam�s me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave del Se�or,
y otras algunas cosas, que, aunque era tan ruin, tra�a temor de
Dios lo m�s continuo; y (14) veo adonde me ten�an ya los demonios
aposentada, y es verdad que, seg�n mis culpas, aun me parece
merec�a m�s castigo. Mas, con todo, digo que era terrible
tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego
ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal;
sino que por amor de Dios nos quitemos de las ocasiones, que el
Se�or nos ayudar� como ha hecho a m�. Plega a Su Majestad que no
me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto
ad�nde he de ir a parar. No lo permita el Se�or, por quien Su
Majestad es, amen.
8. Andando yo, despues de haber visto esto y otras grandes cosas y
secretos que el Se�or, por quien es, me quiso mostrar de la gloria
que se dar� a los buenos y pena a los malos, deseando modo y
manera en que pudiese hacer penitencia de tanto mal y merecer algo
para ganar tanto bien, deseaba huir de gentes y acabar ya de en
todo en todo (15) apartarme del mundo. No sosegaba mi esp�ritu,
mas no desasosiego inquieto, sino sabroso. Bien se ve�a que era de
Dios, y que le hab�a dado Su Majestad al alma calor para digerir
otros manjares m�s gruesos de los que com�a.
9. Pensaba que podr�a hacer por Dios. Y pense que lo primero era
seguir el llamamiento que Su majestad me hab�a hecho a religi�n,
guardando mi Regla con la mayor perfecci�n que pudiese (16). Y
aunque en la casa adonde estaba hab�a muchas siervas de Dios y era
harto servido en ella, a causa de tener gran necesidad sal�an las
monjas muchas veces a partes adonde con toda honestidad y religi�n
pod�amos estar; y tambien no estaba fundada en su primer rigor la
Regla, sino guard�base conforme a lo que en toda la Orden, que es
con bula de relajaci�n (17). Y tambien otros inconvenientes, que
me parec�a a m� ten�a mucho regalo, por ser la casa (18) grande y
deleitosa. Mas este inconveniente de salir, aunque yo era la que
mucho lo usaba, era grande para m� ya, porque algunas personas, a
quien los prelados no pod�an decir de no, gustaban estuviese yo en
su compa��a, e, importunados, mand�banmelo (19). Y as�, seg�n se
iba ordenando, pudiera poco estar en el monasterio, porque el
demonio en parte deb�a ayudar para que no estuviese en casa, que
todav�a, como comunicaba con algunas (20) lo que los que me
trataban me ense�aban, hac�ase gran provecho.
10. Ofreci�se una vez, estando con una persona, decirme a m� y a
otras (21) que si no ser�amos para ser monjas de la manera de las
descalzas, que aun posible era poder hacer un monasterio. Yo, como
andaba en estos deseos, comencelo a tratar con aquella se�ora mi
compa�era viuda (22) que ya he dicho, que ten�a el mismo deseo.
Ella comenz� a dar trazas para darle renta, que ahora veo yo que
no llevaban mucho camino y el deseo que de ello ten�amos nos hac�a
parecer que s�.
Mas yo, por otra parte, como ten�a tan grand�simo contento en la
casa que estaba (23), porque era muy a mi gusto y la celda en que
estaba hecha muy a mi prop�sito, todav�a me deten�a. Con todo
concertamos de encomendarlo mucho a Dios.
11. Habiendo un d�a comulgado, mand�me mucho Su Majestad lo
procurase con todas mis fuerzas, haciendome grandes promesas de
que no se dejar�a de hacer el monasterio, y que se servir�a mucho
en el, y que se llamase San Jose, y que a la una puerta nos
guardar�a el y nuestra Se�ora la otra, y que Cristo andar�a con
nosotras, y que ser�a una estrella que diese de s� gran
resplandor, y que, aunque las religiones (24) estaban relajadas,
que no pensase se serv�a poco en ellas; que que ser�a del mundo si
no fuese por los religiosos; que dijese a mi confesor (25) esto
que me mandaba, y que le rogaba El que no fuese contra ello ni me
lo estorbase.
12. Era esta visi�n con tan grandes efectos, y de tal manera esta
habla que me hac�a el Se�or, que yo no pod�a dudar que era El. Yo
sent� grand�sima pena, porque en parte se me representaron los
grandes desasosiegos y trabajos que me hab�a de costar, y como
estaba content�sima en aquella casa; que, aunque antes lo trataba,
no era con tanta determinaci�n ni certidumbre que ser�a. Aqu� (26)
parec�a se me pon�a apremio y, como ve�a comenzaba cosa de gran
desasosiego, estaba en duda de lo que har�a. Mas fueron muchas
veces las que el Se�or me torn� a hablar en ello, poniendome
delante tantas causas y razones que yo ve�a ser claras y que era
su voluntad, que ya no ose hacer otra cosa sino decirlo a mi
confesor, y dile por escrito todo lo que pasaba (27).
13. El no os� determinadamente decirme que lo dejase, mas ve�a que
no llevaba camino conforme a raz�n natural, por haber poqu�sima y
casi ninguna posibilidad en mi compa�era, que era la que lo hab�a
de hacer. D�jome que lo tratase con mi prelado (28), y que lo que
el hiciese, eso hiciese yo.
Yo no trataba estas visiones con el prelado, sino aquella se�ora
trat� con el que quer�a hacer este monasterio. Y el provincial
vino muy bien en ello, que es amigo de toda religi�n, y diole todo
el favor que fue menester, y d�jole que el admitir�a la casa (29).
Trataron de la renta que hab�a de tener. Y nunca quer�amos fuesen
m�s de trece (30) por muchas causas.
Antes que lo comenz�semos a tratar, escribimos al santo Fray Pedro
de Alc�ntara todo lo que pasaba, y aconsej�nos que no lo dej�semos
de hacer, y dionos su parecer en todo.
14. No se hubo comenzado a saber por el lugar, cuando (31) no se
podr� escribir en breve la gran persecuci�n que vino sobre
nosotras, los dichos, las risas, el decir que era disparate. A m�,
que bien me estaba en mi monasterio. A la mi compa�era tanta
persecuci�n, que la tra�an fatigada. Yo no sab�a que me hacer. En
parte me parec�a que ten�an raz�n.
Estando as� muy fatigada encomend�ndome a Dios, comenz� Su
majestad a consolarme y a animarme. D�jome que aqu� ver�a lo que
hab�an pasado los santos que hab�an fundado las Religiones; que
mucha m�s persecuci�n ten�a por pasar de las que yo pod�a pensar;
(32) que no se nos diese nada. Dec�ame algunas cosas que dijese a
mi compa�era; y lo que m�s me espantaba yo es que luego qued�bamos
consoladas de lo pasado y con �nimo para resistir a todos. Y es
as� que de gente de oraci�n y todo, en fin, el lugar no hab�a casi
persona que entonces no fuese contra nosotras y le pareciese
grand�simo disparate.
15. Fueron tantos los dichos y el alboroto de mi mismo monasterio,
que al Provincial le pareci� recio ponerse contra todos, y as�
mud� el parecer y no la quiso admitir (33). Dijo que la renta no
era segura y que era poca, y que era mucha la contradicci�n. Y en
todo parece ten�a raz�n. Y, en fin, lo dej� y no lo quiso admitir.
Nosotras, que ya parec�a ten�amos recibidos los primeros golpes,
dionos muy gran pena; en especial me la dio a m� de ver al
Provincial contrario, que, con quererlo el, ten�a yo disculpa con
todos. A la mi compa�era ya no la quer�an absolver si no lo
dejaba, porque dec�an era obligada a quitar el esc�ndalo (34).
16. Ella fue a un gran letrado (35) muy gran siervo de Dios, de la
Orden de Santo Domingo, a dec�rselo y darle cuenta de todo. Esto
fue aun antes que el Provincial lo tuviese dejado, porque en todo
el lugar no ten�amos quien nos quisiese dar parecer. Y as� dec�an
que s�lo era por nuestras cabezas. Dio esta se�ora relaci�n de
todo y cuenta de la renta que ten�a de su mayorazgo a este santo
var�n, con harto deseo nos ayudase, porque era el mayor letrado
que entonces hab�a en el lugar, y pocos m�s en su Orden (36). Yo
le dije todo lo que pens�bamos hacer y algunas causas. No le dije
cosa de revelaci�n ninguna, sino las razones naturales que me
mov�an, porque no quer�a yo nos diese parecer sino conforme a
ellas.
El nos dijo que le diesemos de termino ocho d�as para responder, y
que si est�bamos determinadas a hacer lo que el dijese. Yo le dije
que s�; mas aunque yo esto dec�a y me parece lo hiciera (porque no
ve�a camino por entonces de llevarlo adelante) (37), nunca jam�s
se me quitaba una seguridad de que se hab�a de hacer. Mi compa�era
ten�a m�s fe; nunca ella, por cosa que la dijesen, se determinaba
a dejarlo.
17. Yo, aunque como digo me parec�a imposible dejarse de hacer, de
tal manera creo ser verdadera la revelaci�n, como no vaya contra
lo que est� en la Sagrada Escritura o contra las leyes de la
Iglesia que somos obligadas a hacer. Porque, aunque a m�
verdaderamente me parec�a era de Dios, si aquel letrado me dijera
que no lo pod�amos hacer sin ofenderle y que �bamos contra
conciencia, pareceme luego me apartara de ello o buscara otro
medio. Mas a m� no me daba el se�or sino este.
Dec�ame despues este siervo de Dios que lo hab�a tomado a cargo
con toda determinaci�n de poner mucho en que nos apart�semos de
hacerlo, porque ya hab�a venido a su noticia el clamor del pueblo,
y tambien le parec�a desatino, como a todos, y en sabiendo
hab�amos ido a el, le envi� a avisar un caballero que mirase lo
que hac�a, que no nos ayudase. Y que, en comenzando a mirar en lo
que nos hab�a de responder y a pensar en el negocio y el intento
que llev�bamos y manera de concierto y religi�n, se le asent� ser
muy en servicio de Dios, y que no hab�a de dejar de hacerse.
Y as� nos respondi� nos diesemos prisa a concluirlo, y dijo la
manera y traza que se hab�a de tener; y aunque la hacienda era
poca, que algo se hab�a de fiar de Dios; que quien lo contradijese
fuese a el, que el responder�a. Y as� siempre nos ayud�, como
despues dire (38).
18. Con esto fuimos muy consoladas y con que algunas personas
santas, que nos sol�an ser contrarias, estaban ya m�s aplacadas, y
algunas nos ayudaban.
Entre ellas era el caballero santo (39), de quien ya he hecho
menci�n,que, como lo es y le parec�a llevaba camino de tanta
perfecci�n, por ser todo nuestro fundamento en oraci�n, aunque los
medios le parec�an muy dificultosos y sin camino, rend�a su
parecer a que pod�a ser cosa de Dios, que el mismo se�or le deb�a
mover.
Y as� hizo al maestro, que es el clerigo siervo de Dios que dije
que hab�a hablado primero (40), que es espejo de todo el lugar,
como persona que le tiene Dios en el para remedio y
aprovechamiento de muchas almas, y ya ven�a en ayudarme en el
negocio.
Y estando en estos terminos y siempre con ayuda de muchas
oraciones y teniendo comprada ya la casa en buena parte, aunque
peque�a...; mas de esto a m� no se me daba nada, que me hab�a
dicho el Se�or (41) que entrase como pudiese, que despues yo ver�a
lo que Su majestad hac�a. �Y cu�n bien que lo he visto! Y as�,
aunque ve�a ser poca la renta, ten�a cre�do el Se�or lo hab�a por
otros medios de ordenar y favorecernos.
NOTAS CAP�TULO 32
Comienza una nueva secci�n del libro: los cap�tulos 32-36 cuentan
la fundaci�n del Carmelo de San Jose, estrechamente vinculada a
las gracias m�sticas recibidas por la autora. Desea ella que si
los te�logos asesores deciden destruir el libro, conserven al
menos esos cap�tulos y los entreguen a las monjas de su primer
Carmelo (c. 36, 29). - El c. 32 cuenta su visi�n del infierno (nn.
1-9) y los primeros tr�mites de fundaci�n (10-18).
1 Cuenta una cifra (un resumen o muestra: cf. c. 27, 12 nota
33)... - Para lo que fue: en comparaci�n de lo que fue la terrible
visi�n.
2 Se remite a las gracias m�sticas referidas en los cc. 23-31.
3 En mucho estrecho: en gran aprieto.
4 Estotro: es lo que va a referirse en contraposici�n al �esto� de
la �ltima frase: �lo referido�.
5 Incomportables: insoportables (cf. c. 5, 7 nota 14, pasaje al
que alude enseguida).
6 Los referidos en los cc. 30-31. - A continuaci�n: no es todo
nada: todo es nada.
7 Tan sentible: tan de sentir (cf. Moradas 6, 1, 9 y 6, 11, 7).
8 No hay sentarse... no hay posibilidad de sentarse...
9 No es nada comparado con esta pena.
10 Con que ha casi seis a�os: haciendo ya casi seis a�os que
acaeci�. - La Santa escribe a finales de 1565: la visi�n del
infierno data por tanto de la primera mitad de 1560.
11 C�mo se ha parecido: c�mo se ha evidenciado... (cf. c. 35, 13;
36, 3; o bien, Fund. c. 2, 7).
12 Estos luteranos: bajo el apelativo de �luteranos� alude
globalmente a los protestantes (cf. Camino 1, 2; Fund. 3, 10;
Moradas 7, 5, 4.
13 Cf. un texto paralelo en las Moradas septimas, 1, 4.
14 Y (sin embargo) veo: �y� adversativa, como en otros casos.
15 Hoy dir�amos: �de todo en todo�: totalmente.
16 Mi Regla: es la Regla de la Orden del Carmen, dada por el
patriarca de Jerusalen, San Alberto, a los ermita�os del Carmelo
hacia el a�o 1210. -Con la mayor perfecci�n que (yo) pudiese:
alude probablemente al �voto de perfecci�n� que ella hizo por esas
fechas (cf. BMC, t. 2, p. 128), aludido igualmente en pasajes
paralelos a este: Camino 1, 2; Rel. 1, 9; y Vida 36, 5.12.27.
17 Con bula de relajaci�n: se refiere a la bula �Romani
Pontificis� de Eugenio IV (15.2.1432).
18 La casa: el monasterio de la Encarnaci�n de Avila (cf. nn. 12-
13; y c. 33, 2). - Este inconveniente de salir: ya ha dicho que en
la Encarnaci�n �no se promet�a clausura� (c. 4, 5; 7, 3: cf. nota
13 del c. 4).
19 Mand�banmelo: lo referir� m�s adelante: c. 34 t�tulo.
20 Comunicaba con algunas: por esas fechas escrib�a el P. Pedro
Ib��ez en su �Dictamen�: �Es tan grande el aprovechamiento de su
alma con estas cosas y la buena edificaci�n que da con su ejemplo,
que m�s de cuarenta monjas tratan en su casa (de la Encarnaci�n)
de grande recogimiento� (BMC, t, 2, p. 131).
21 Estando con una persona, decirme a m� y a otras... - Se trata
por tanto de un grupito de interlocutoras, entre las que destaca
una principal. Conocemos el nombre de casi todas ellas. La
�persona�, autora del dicho, fue Mar�a de Ocampo, hija de primos
de la Santa, que muy pronto se hizo carmelita en San Jose, con el
nombre de Mar�a Bautista. Casi todas las restantes componentes del
grupo eran parientes de la Madre Teresa, carmelitas las unas, y
seglares amigas las otras: todas ellas pasaban deliciosas veladas
espirituales en la celda de la Santa en la Encarnaci�n. Tales
fueron: Beatriz de Cepeda, Leonor de Cepeda, Mar�a de Cepeda,
Isabel de S. Pablo, Ines de Tapia, Ana de Tapia, Juana Su�rez (ya
conocida del lector), etc. Mar�a de San Jose, una de las grandes
escritoras disc�pulas de la Santa, refiere el episodio: �Estando
un d�a la Santa con ella (Mar�a de Ocampo) y otras religiosas de
la Encarnaci�n comenzaron a discutir de vidas de Santos del Yermo,
y en este tiempo dijeron algunas de ellas que ya que no pod�an ir
al Yermo, que si hubiera un monasterio peque�o y de pocas monjas,
que all� se juntaran todas a hacer penitencia; y la dicha Madre
Teresa de Jes�s les dijo que tratasen de reformarse y guardar la
Regla primitiva, que ella pedir�a a Dios les alumbrase lo que m�s
conven�a, y que entonces dijo Mar�a Bautista a la dicha Madre:
Madre, haga un monasterio como decimos, que yo ayudare a V. R. con
mi leg�tima. Y estando en esta conversaci�n, lleg� la se�ora Do�a
Guiomar de Ulloa, a la cual cont� la dicha Madre Teresa de Jes�s
el discurso que hab�an ella y aquellas muchachas sus parientes; y
la dicha Do�a Guiomar de Ulloa dijo: Madre, yo tambien ayudare con
lo que pudiere a esta obra tan santa� (en Memorias Historiales,
letra R, n. 141). - Las Descalzas, cuya manera de vida propuso por
modelo Mar�a de Ocampo, son las llamadas Descalzas Reales de
Madrid, de origen aviles; fundadas en Avila por la princesa Do�a
Juana, hermana de Felipe II, con un grupo de Franciscanas del
monasterio de esta ciudad y siguiendo la iniciativa de San Pedro
de Alc�ntara. La fundaci�n pas� sucesivamente a Valladolid y
Madrid.
22 Mi compa�era viuda: Do�a Guiomar de Ulloa (cf. c. 30, 3; 24,
4), a quien en adelante designar� con ese nombre (nn. 13, 15, 16).
23 Estaba en el monasterio de la Encarnaci�n.
24 Las religiones: las �rdenes religiosas.
24 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez.
26 Aqu�: en esta palabra del Se�or. - A continuaci�n, la Santa
escribe �premio� por �apremio�. Cf. 24, 1.
27 Su confesor, el P. Baltasar Alvarez. Se ha perdido ese
�escrito� de la Santa.
28 Mi prelado: el provincial carmelita, de que hablar� enseguida:
�el P. fray Angel de Salazar�, anot� Graci�n en su ejemplar de
Vida. Hab�a sucedido en el provincialato de Castilla al P.
Gregorio Fern�ndez. Cuando esto escribe la Santa, ya ha estado en
el Cap�tulo General de la Orden (Roma 1564).
29 Admitir�a la casa: (la fundaci�n) bajo su jurisdicci�n.
30 No fuesen m�s de trece: las futuras religiosas del monasterio.
�Solas doce mujeres y la priora, que no han de ser m�s�, escribir�
en el c. 36, n. 19. Y en el Camino: �En esta casa no son m�s de
trece ni lo han de ser� (c. 4, n. 7). Cf. Fundaciones c. 1, n, 1;
Modo de visitar, nn. 27-28 y cartas 16, 81, 210, 350, 386
(numeraci�n de la B.M.C.). A pesar de ello, el 23 de diciembre de
1561 hab�a escrito a su hermano Lorenzo de Cepeda: �ha de haber
s�lo quince, sin poder crecer el n�mero, con grand�simo
encerramiento�. - Posteriormente la Santa cambi� de parecer, y
elev� considerablemente el n�mero de monjas de cada Carmelo.
31 No se hubo comenzado a saber..., cuando...: apenas se comenz� a
saber, cuando...
32 Reordenado: �que ten�a por pasar mucha m�s persecuci�n que las
que yo pod�a pensar.
33 No quiso admitir �la fundaci�n� bajo su jurisdicci�n.
34 Cf. la deposici�n de Teresita de Cepeda en el Proceso de
beatificaci�n de la Santa (Avila, 1610): BMC, t. 2, p. 333).
35 �El P. fray Pedro Yb��ez�, anota el P. Graci�n en su ejemplar.
- De el volver� a hablar la Santa, especialmente en los cc. 33, 5-
6; y 38, 12.13.32.
36 Pocos m�s (letrados) en su Orden.
37 La frase entre parentesis se halla tachada en el aut�grafo.
S�lo recientemente hemos podido recuperar su lectura �ntegra. Fue
omitida por fray Luis (p. 407).
38 Cf. c. 35, 4-6; c. 36, 23.
39 Francisco de Salcedo: cf. c. 23, 6-8.
40 Gaspar Daza: cf. c. 23, 6...
41 Se lo repetir� el Se�or en el c. 33, 12.
CAP�TULO 33
Procede en la misma materia de la fundaci�n del glorioso San Jose.
� Dice c�mo le mandaron que no entendiese (1) en ella y el tiempo
que lo dej� y algunos trabajos que tuvo, y c�mo la consolaba en
ellos el Se�or.
1. Pues estando los negocios en este estado y tan al punto de
acabarse que otro d�a se hab�an de hacer las escrituras, fue
cuando el Padre Provincial (2) nuestro mud� parecer. Creo fue
movido por ordenaci�n divina, seg�n despues ha parecido; porque
como las oraciones eran tantas, iba el Se�or perfeccionando la
obra y ordenando que se hiciese de otra suerte. Como el no lo
quiso admitir (3), luego mi confesor me mand� no entendiese m�s en
ello, con que sabe el Se�or los grandes trabajos y aflicciones que
hasta traerlo a aquel estado me hab�a costado. Como se dej� y
qued� as�, confirm�se m�s ser todo disparate de mujeres y a crecer
la murmuraci�n sobre m�, con habermelo mandado hasta entonces mi
Provincial.
2. Estaba muy malquista en todo mi monasterio (4), porque quer�a
hacer monasterio m�s encerrado. Dec�an que las afrentaba, que all�
pod�a tambien servir a Dios, pues hab�a otras mejores que yo; que
no ten�a amor a la casa, que mejor era procurar renta para ella
que para otra parte. Unas dec�an que me echasen en la c�rcel; (5)
otras, bien pocas, tornaban algo de m�. Yo bien ve�a que en muchas
cosas ten�an raz�n, y algunas veces d�bales descuento; (6) aunque,
como no hab�a de decir lo principal, que era mand�rmelo el Se�or,
no sab�a que hacer, y as� callaba otras. Hac�ame Dios muy gran
merced que todo esto no me daba inquietud, sino con tanta
facilidad y contento lo deje como si no me hubiera costado nada. Y
esto no lo pod�a nadie creer, ni aun las mismas personas de
oraci�n que me trataban, sino que pensaban estaba muy penada y
corrida, y aun mi mismo confesor no lo acababa de creer. Yo, como
me parec�a hab�a hecho todo lo que hab�a podido, parec�ame no era
m�s obligada para lo que me hab�a mandado el Se�or, y qued�bame en
la casa (7), que yo estaba muy contenta y a mi placer. Aunque
jam�s pod�a dejar de creer que hab�a de hacerse, yo no ve�a ya
medio, ni sab�a c�mo ni cu�ndo, mas ten�alo muy cierto.
3. Lo que mucho me fatig� fue una vez que mi confesor (8), como si
yo hubiera hecho cosa contra su voluntad (tambien deb�a el Se�or
querer que de aquella parte que m�s me hab�a de doler no me dejase
de venir trabajo), y as� en esta multitud de persecuciones que a
m� me parec�a hab�a de venirme de el consuelo, me escribi� que ya
ver�a que era todo sue�o en lo que hab�a sucedido, que me
enmendase de all� adelante en no querer salir con nada ni hablar
m�s en ello, pues ve�a el esc�ndalo que hab�a sucedido, y otras
cosas, todas para dar pena. Esto me la dio mayor que todo junto,
pareciendome si hab�a sido yo ocasi�n y tenido culpa en que se
ofendiese, y que, si estas visiones eran ilusi�n, que toda la
oraci�n que ten�a era enga�o, y que yo andaba muy enga�ada y
perdida.
Apret�me esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con
grand�sima aflicci�n. Mas el Se�or, que nunca me falt�, que en
todos estos trabajos que he contado hartas veces me consolaba y
esforzaba �que no hay para que lo decir aqu�, me dijo entonces
que no me fatigase, que yo hab�a mucho servido a Dios y no
ofend�dole en aquel negocio; que hiciese lo que me mandaba el
confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de tornar
a ello. Quede tan consolada y contenta, que me parec�a todo nada
la persecuci�n que hab�a sobre m�.
4. Aqu� me ense�� el Se�or el grand�simo bien que es pasar
trabajos y persecuciones por El (9), porque fue tanto el
acrecentamiento que vi en mi alma de amor de Dios y otras muchas
cosas, que yo me espantaba; y esto me hace no poder dejar de
desear trabajos. Y las otras personas pensaban que estaba muy
corrida, y s� estuviera si el Se�or no me favoreciera en tanto
extremo con merced tan grande.
Entonces me comenzaron m�s grandes los �mpetus de amor de Dios que
tengo dicho (10) y mayores arrobamientos, aunque yo callaba y no
dec�a a nadie estas ganancias. El santo var�n dominico (11) no
dejaba de tener por tan cierto como yo que se hab�a de hacer; y
como yo no quer�a entender en ello por no ir contra la obediencia
de mi confesor, negoci�balo el con mi compa�era y escrib�an a Roma
y daban trazas (12).
5. Tambien comenz� aqu� el demonio, de una persona en otra,
procurar (13) se entendiese que hab�a yo visto alguna revelaci�n
en este negocio, e iban a m� con mucho miedo a decirme que andaban
los tiempos recios (14) y que podr�a ser me levantasen algo y
fuesen a los inquisidores. A m� me cay� esto en gracia y me hizo
re�r, porque en este caso jam�s yo tem�, que sab�a bien de m� que
en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que
alguien viese yo iba, por ella o por cualquier verdad de la
Sagrada Escritura me pondr�a yo a morir mil muertes. Y dije que de
eso no temiesen; que harto mal ser�a para mi alma, si en ella
hubiese cosa que fuese de suerte que yo temiese la Inquisici�n;
que si pensase hab�a para que, yo me la ir�a a buscar; y que si
era levantado (15), que el Se�or me librar�a y quedar�a con
ganancia.
Y tratelo con este Padre m�o dominico que �como digo� (16) era tan
letrado que pod�a bien asegurar con lo que el me dijese, y d�jele
entonces todas las visiones y modo de oraci�n y las grandes
mercedes que me hac�a el Se�or, con la mayor claridad que pude, y
supliquele lo mirase muy bien, y me dijese si hab�a algo contra la
Sagrada Escritura y lo que de todo sent�a. El me asegur� mucho
(17) y, a mi parecer, le hizo provecho; porque aunque el era muy
bueno, de ah� adelante se dio mucho m�s a la oraci�n y se apart�
en un monasterio de su Orden, adonde hay mucha soledad (18), para
mejor poder ejercitarse en esto adonde estuvo m�s de dos a�os, y
sac�le de all� la obediencia �que sinti� harto� porque le hubieron
menester, como era persona tal.
6. Yo en parte sent� mucho cuando se fue �aunque no se lo
estorbe�, por la gran falta que me hac�a. Mas entend� su ganancia;
porque estando con harta pena de su ida, me dijo el Se�or que me
consolase y no la tuviese, que bien guiado iba. Vino tan
aprovechada su alma de all� y tan adelante en aprovechamiento de
esp�ritu, que me dijo, cuando vino, que por ninguna cosa quisiera
haber dejado de ir all�. Y yo tambien pod�a decir lo mismo; porque
lo que antes me aseguraba y consolaba con solas sus letras, ya lo
hac�a tambien con la experiencia de esp�ritu, que ten�a harta de
cosas sobrenaturales (19). Y tr�jole Dios a tiempo que vio Su
Majestad hab�a de ser menester para ayudar a su obra de este
monasterio que quer�a Su Majestad se hiciese.
7. Pues estuve en este silencio y no entendiendo ni hablando en
este negocio cinco o seis meses, y nunca el Se�or me lo mand�
(20). Yo no entend�a que era la causa, mas no se me pod�a quitar
del pensamiento que se hab�a de hacer.
Al fin de este tiempo, habiendose ido de aqu� el rector que estaba
en la Compa��a de Jes�s (21), trajo Su Majestad aqu� otro muy
espiritual y de gran �nimo y entendimiento y buenas letras, a
tiempo que yo estaba con harta necesidad; porque, como el que me
confesaba ten�a superior y ellos tienen esta virtud en extremo de
no se bullir sino conforme a la voluntad de su mayor (22), aunque
el entend�a bien mi esp�ritu y ten�a deseo de que fuese muy
adelante, no se osaba en algunas cosas determinar, por hartas
causas que para ello ten�a. Y ya mi esp�ritu iba con �mpetus tan
grandes, que sent�a mucho tenerle atado y, con todo, no sal�a de
lo que me mandaba.
8. Estando un d�a con gran aflicci�n de parecerme el confesor no
me cre�a, d�jome el Se�or que no me fatigase, que presto se
acabar�a aquella pena. Yo me alegre mucho pensando que era que me
hab�a de morir presto, y tra�a mucho contento cuando se me
acordaba. Despues vi claro era la venida de este rector que digo;
porque aquella pena nunca m�s se ofreci� en que la tener, a causa
de que el rector que vino no iba a la mano al ministro que era mi
confesor, antes le dec�a que me consolase y que no hab�a de que
temer y que no me llevase por camino tan apretado, que dejase
obrar el esp�ritu del Se�or, que a veces parec�a con estos grandes
�mpetus de esp�ritu no le quedaba al alma c�mo resolgar.
9. Fueme a ver este rector (23), y mand�me el confesor tratase con
el con toda libertad y claridad. Yo sol�a sentir grand�sima
contradicci�n (24) en decirlo. Y es as� que, en entrando en el
confesonario, sent� en mi esp�ritu un no se que, que antes ni
despues no me acuerdo haberlo (25) con nadie sentido, ni yo sabre
decir c�mo fue, ni por comparaciones podr�a. Porque fue un gozo
espiritual y un entender mi alma que aquella alma la hab�a de
entender y que conformaba con ella, aunque �como digo� no entiendo
c�mo; porque si le hubiera hablado o me hubieran dado grandes
nuevas de el, no era mucho darme gozo en entender que hab�a de
entenderme; mas ninguna palabra el a m� ni yo a el nos hab�amos
hablado, ni era persona de quien yo ten�a antes ninguna noticia.
Despues he visto bien que no se enga�� mi esp�ritu, porque de
todas maneras ha hecho gran provecho a m� y a mi alma tratarle.
Porque su trato es mucho para personas que ya parece el Se�or
tiene ya muy adelante, porque el las hace correr y no ir paso a
paso; y su modo es para desasirlas de todo y mortificarlas, que en
esto le dio el Se�or grand�simo talento tambien como en otras
muchas cosas.
10. Como le comence a tratar, luego entend� su estilo y vi ser un
alma pura, santa y con don particular del Se�or para conocer
esp�ritus. Consoleme mucho. Desde a poco que le trataba (26),
comenz� el Se�or a tornarme a apretar que tornase a tratar el
negocio del monasterio y que dijese a mi confesor (27) y a este
rector muchas razones y cosas para que no me lo estorbasen; y
algunas los hac�a temer, porque este padre rector nunca dud� en
que era esp�ritu de Dios, porque con mucho estudio y cuidado
miraba todos los efectos. En fin de muchas cosas, no se osaron
atrever a estorb�rmelo (28).
11. Torn� mi confesor a darme licencia que pusiese en ello todo lo
que pudiese. Yo bien ve�a al trabajo que me pon�a, por ser muy
sola y tener poqu�sima posibilidad. Concertamos se tratase con
todo secreto, y as� procure que una hermana m�a (29) que viv�a
fuera de aqu� comprase la casa y la labrase como que era para s�,
con dineros que el Se�or dio por algunas v�as para comprarla, que
ser�a largo de contar c�mo el Se�or lo fue proveyendo; porque yo
tra�a gran cuenta de no hacer cosa contra obediencia; mas sab�a
que, si lo dec�a a mis prelados, era todo perdido, como la vez
pasada (30), y aun ya fuera peor.
En tener los dineros, en procurarlo, en concertarlo y hacerlo
labrar, pase tantos trabajos y algunos bien a solas, aunque mi
compa�era (31) hac�a lo que pod�a, mas pod�a poco, y tan poco que
era casi nonada, m�s de hacerse en su nombre y con su favor, y
todo el m�s trabajo era m�o, de tantas maneras, que ahora me
espanto c�mo lo pude sufrir. Algunas veces afligida dec�a: �Se�or
m�o, �c�mo me mand�is cosas que parecen imposibles? que, aunque
fuera mujer, �si tuviera libertad...!; mas atada por tantas
partes, sin dineros ni de d�nde los tener, ni para Breve (32), ni
para nada, �que puedo yo hacer, Se�or?�.
12. Una vez estando en una necesidad que no sab�a que me hacer ni
con que pagar unos oficiales, me apareci� San Jose, mi verdadero
padre y se�or, y me dio a entender que no me faltar�an, que los
concertase. Y as� lo hice sin ninguna blanca (33), y el Se�or, por
maneras que se espantaban los que lo o�an, me provey� (34).
Hac�aseme la casa muy chica, porque lo era tanto, que no parece
llevaba camino ser monasterio, y quer�a comprar otra (ni hab�a con
que, ni hab�a manera para comprarse, ni sab�a que me hacer) que
estaba junto a ella, tambien harto peque�a, para hacer la iglesia;
y acabando un d�a de comulgar, d�jome el Se�or: Ya te he dicho que
entres como pudieres (35). Y a manera de exclamaci�n tambien me
dijo: �Oh codicia del genero humano, que aun tierra piensas que te
ha de faltar! �Cu�ntas veces dorm� yo al sereno por no tener
adonde me meter! (36).
Yo quede muy espantada y vi que ten�a raz�n. Y voy a la casita y
tracela y halle, aunque bien peque�o, monasterio cabal, y no cure
(37) de comprar m�s sitio, sino procure se labrase en ella de
manera que se pueda vivir, todo tosco y sin labrar (38), no m�s de
como no fuese da�oso a la salud, y as� se ha de hacer siempre.
13. El d�a de Santa Clara (39), yendo a comulgar, se me apareci�
con mucha hermosura. D�jome que me esforzase y fuese adelante en
lo comenzado, que ella me ayudar�a. Yo la tome gran devoci�n, y ha
salido tan verdad, que un monasterio de monjas de su Orden que
est� cerca de este (40), nos ayuda a sustentar; y lo que ha sido
m�s, que poco a poco trajo este deseo m�o a tanta perfecci�n, que
en la pobreza que la bienaventurada Santa ten�a en su casa, se
tiene en esta, y vivimos de limosna; que no me ha costado poco
trabajo que sea con toda firmeza y autoridad del Padre Santo que
no se pueda hacer otra cosa, ni jam�s haya renta (41). Y m�s hace
el Se�or, y debe por ventura ser por ruegos de esta bendita Santa,
que sin demanda ninguna nos provee Su Majestad muy cumplidamente
lo necesario. Sea bendito por todo, amen.
14. Estando en estos mismos d�as, el de nuestra Se�ora de la
Asunci�n, en un monasterio de la Orden del glorioso Santo Domingo
(42), estaba considerando los muchos pecados que en tiempos
pasados hab�a en aquella casa confesado y cosas de mi ruin vida.
V�nome un arrobamiento tan grande, que casi me sac� de m�.
Senteme, y aun pareceme que no pude ver alzar ni o�r misa, que
despues quede con escr�pulo de esto. Pareci�me, estando as�, que
me ve�a vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y al
principio no ve�a quien me la vest�a. Despues vi a nuestra Se�ora
hacia el lado derecho y a mi padre San Jose al izquierdo, que me
vest�an aquella ropa. Di�seme a entender que estaba ya limpia de
mis pecados. Acabada de vestir, y yo con grand�simo deleite y
gloria, luego me pareci� asirme de las manos nuestra Se�ora:
d�jome que la daba mucho contento en servir al glorioso San Jose,
que creyese que lo que pretend�a del monasterio se har�a y en el
se servir�a mucho el Se�or y ellos dos; que no temiese habr�a
quiebra en esto jam�s, aunque la obediencia que daba no fuese a mi
gusto (43), porque ellos nos guardar�an, y que ya su Hijo nos
hab�a prometido andar con nosotras; (44) que para se�al que ser�a
esto verdad me daba aquella joya.
Parec�ame haberme echado al cuello un collar de oro muy hermoso,
asida una cruz a el de mucho valor. Este oro y piedras es tan
diferente de lo de ac�, que no tiene comparaci�n; porque es su
hermosura muy diferente de lo que podemos ac� imaginar, que no
alcanza el entendimiento a entender de que era la ropa ni c�mo
imaginar el blanco que el Se�or quiere que se represente, que
parece todo lo de ac� como un dibujo de tizne, a manera de decir.
15. Era grand�sima la hermosura que vi en nuestra Se�ora, aunque
por figuras no determine ninguna particular, sino toda junta la
hechura del rostro, vestida de blanco con grand�simo resplandor,
no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San Jose no vi tan
claro, aunque bien vi que estaba all�, como las visiones que he
dicho que no se ven (45). Parec�ame nuestra Se�ora muy ni�a (46).
Estando as� conmigo un poco, y yo con grand�sima gloria y
contento, m�s a mi parecer que nunca le hab�a tenido y nunca
quisiera quitarme de el, pareci�me que los ve�a subir al cielo con
mucha multitud de �ngeles. Yo quede con mucha soledad, aunque tan
consolada y elevada y recogida en oraci�n y enternecida, que
estuve alg�n espacio que menearme ni hablar no pod�a, sino casi
fuera de m�. Quede con un �mpetu grande de deshacerme por Dios y
con tales efectos, y todo pas� de suerte que nunca pude dudar,
aunque mucho lo procurase, no ser cosa de Dios (47). Dej�me
consolad�sima y con mucha paz.
16. En lo que dijo la Reina de los Angeles de la obediencia (48),
es que a m� se me hac�a de mal no darla a la Orden, y hab�ame
dicho el Se�or que no conven�a d�rsela a ellos. Diome las causas
para que en ninguna manera conven�a lo hiciese, sino que enviase a
Roma por cierta v�a, que tambien me dijo, que El har�a viniese
recado por all�. Y as� fue, que se envi� por donde el Se�or me
dijo �que nunca acab�bamos de negociarlo� y vino muy bien. Y para
las cosas que despues han sucedido, convino mucho se diese la
obediencia al Obispo (49). Mas entonces no le conoc�a yo, ni aun
sab�a que prelado ser�a, y quiso el Se�or fuese tan bueno y
favoreciese tanto esta casa, como ha sido menester para la gran
contradicci�n que ha habido en ella �como despues dire� (50) y
para ponerla en el estado que est�. Bendito sea El que as� lo ha
hecho todo, amen.
NOTAS CAP�TULO 33
1 Entender en: es �ocuparse de�. Giro que se repetir� en este
cap�tulo.
2 Provincial nuestro: el P. Angel de Salazar, provincial de los
carmelitas de Castilla.
3 Admitir: en sentido jur�dico: aceptar bajo su jurisdicci�n,
�admitir en la Orden�. Cf. 32, 13.15.
4 Mi monasterio: de la Encarnaci�n.
5 C�rcel conventual: celdilla separada, que todav�a hoy existe en
el monasterio de la Encarnaci�n. - Tornaban por m�.
6 D�bales descuento: dar cuenta o explicaciones en abono de la
propia conducta.
7 La casa: el monasterio de la Encarnaci�n.
8 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez. El sentido de la frase
principal es: me fatig� que una vez mi confesor... me escribi� que
ya ver�a que era todo sue�o...�
9 Es un eco de la bienaventuranza evangelica: Mt 5, 10.
10 Los �mpetus de que habl� en el c. 29, 9 y ss.
11 P. Pedro Ib��ez (cf. c. 32, 16).
12 Daban trazas: tramitaban, buscaban medios (cf. 32, 10).
13 Comenz�... �a� procurar. Como otras veces, la Santa simplifica
la graf�a (=haplograf�a).
14 Andaban los tiempos recios: En verdad lo eran. Apenas un par de
a�os antes (1559) se hab�a iniciado el proceso contra el Arzobispo
de Toledo, Bartolome Carranza, y ese mismo a�o se celebr� en
Valladolid el auto de Antonio Cazalla, y se public� en esta ciudad
el famoso Indice de Valdes.
15 Si era levantado: si era calumnia.
16 Ponder� ya sus �letras� en el c. 32, 16.
17 Me asegur� mucho: me dio seguridad. Fue entonces cuando
escribi� su precioso Dictamen en 33 puntos a favor de la M. Teresa
(cf. BMC, t. 2, pp. 130-132).
18 Se retir� al convento de Trianos (Le�n), donde morir�a el 2 de
febrero de 1565 (cf. c. 38, 13).
19 De sus gracias m�sticas (�sobrenaturales�) hablar� la santa en
el mismo c. 38, 12.13.32.
20 Es decir, no volvi� a mandarme �negociarlo�.
21 El rector cesante era el P. Dionisio V�zquez. El que le
sucedi�, �muy espiritual�, Gaspar de Salazar. - �El Rector que
sali� de Avila fue el P. Dionisio V�zquez, confesor de S.
Francisco de Borja y famoso en la Compa��a por sus intrigas con
Felipe II, la Inquisici�n y la Santa Sede para sustraer las casas
de Espa�a de la jurisdicci�n del General de Roma. Le sustituy� en
el oficio del P. Gaspar de Salazar en abril de 1561. Por ciertas
desaveniencias que surgieron entre el Colegio de San Gil y el
Obispo de Avila, D. Alvaro de Mendoza, el Visitador, P. Nadal,
juzg� oportuno, cuando pas� por Avila a principios de 1562, quitar
de Rector al P. Salazar. - Cuando Santa Teresa regres� de su viaje
a Toledo, ya no le hall� en el oficio. El poco tiempo que el P.
Salazar estuvo en Avila bast� para que la Santa le cobrase cari�o.
De el hace honor�fica menci�n en varias de sus cartas. Despues de
haber desempe�ado el cargo de Rector en el Colegio de Madrid y
otros de la Compa��a, muri� santamente en Alcal� el 25 de
septiembre de 1593� (P. Silverio). - El nuevo Rector lleg� a Avila
el 9 de abril de 1561. Sobre la actitud del predecesor, P.
Dionisio V�zquez, frente a la Santa, vease RIBERA, Vida de Santa
Teresa, L. I, c. 14.
22 Su mayor: el superior de San Gil.
23 El rector: Gaspar de Salazar. - El confesor: �el P. Baltasar
Alvarez�, anota Graci�n en su ejemplar.
24 Contradicci�n: contrariedad interior.
25 Haberlo: por lapsus de pluma al pasar la p�gina escribi�
�halo�. Fray Luis ley� �haberlo� (p. 416).
26 Desde a poco: poco despues...
27 Mi confesor: P. Baltasar; y a este rector: Gaspar de Salazar.
28 RIBERA en su Vida de la Santa nos proporciona un dato que
ilustra este pasaje: �Vino el Ministro (el P. Baltasar) a entender
la voluntad de Dios de esta manera: Dijo un d�a N. Se�or a la M.
Teresa de Jes�s: �Di a tu confesor que tenga ma�ana su meditaci�n
sobre este verso: �quam magnificata sunt opera tua, Domine!; nimis
profundae factae sunt cogitationes tuae�, que son palabras del
salmo 91 y quieren decir: ��Cu�n engrandecidas son, Se�or,
vuestras obras, muy hondos son vuestros pensamientos�. Escribi�le
luego un billete que conten�a lo que el Se�or la hab�a dicho. El
lo hizo as�, y... tan claramente vio por aquello lo que Dios
quer�a, meditando en aquel verso, y que por medio de una mujer
hab�a de mostrar sus maravillas, que luego la dijo que no hab�a de
dudar m�s, sino que volviese a tratar de veras de la fundaci�n del
monasterio. Esto se yo de un Padre de la Compa��a, digno de toda
fe, a quien aquella misma tarde el P. Baltasar mostr� el billete
que la Madre le hab�a enviado� (Vida de Santa Teresa, L. I, c.
14).
29 Una hermana m�a: Juana de Ahumada, que resid�a en Alba de
Tormes con su esposo Juan de Ovalle.
30 Alude al momento en que el P. Angel de Salazar �mud� de parecer
y no quiso admitir la fundaci�n�: cf. c. 32, 15.
31 Mi compa�era: do�a Guiomar de Ulloa (Cf. c. 32 nota 22).
32 Breve pontificio que hab�a solicitado de Roma.
33 Sin ninguna blanca: como nuestro �sin un centimo�... �Blanca�
era una antigua moneda de vell�n, que en tiempo de la Santa era
considerada como el prototipo de la moneda sin valor alguno (cf.
Fund. 3, 2).
34 La ayuda providencial le lleg� de Quito, enviada por su hermano
Lorenzo de Cepeda en manos de Antonio Mor�n y otros indianos (cf.
la carta de la Santa a Lorenzo: 23.12.1561, que fija la fecha de
este suceso). - Lorenzo era hermano menor de la Santa. Hab�a
embarcado para America en 1540. Despues de la batalla de I�aquito
se estableci� en Quito, donde cas� con Juana Fuentes y Espinosa, y
ocup� en la ciudad puestos de alta responsabilidad: tesorero,
regidor del cabildo, y alcalde. Regresar� de America, viudo y con
tres hijos, en 1575. Muri� en La Serna (Avila) el 26.6.1580.
35 Lo ha referido ella en el c. 32, 18.
36 Alusi�n al pasaje evangelico: �Las zorras tienen madrigueras y
los p�jaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar
la cabeza� (Lc 9, 58).
37 No cure: sin�nimo de �procure� (en la frase siguiente).
38 Sin hablar: sin pulir o refinar (cf. Const. 32), si bien en el
n. anterior el mismo termino tiene acepci�n m�s amplia.
39 El d�a de Santa Clara: 12 de agosto de 1561.
40 Era el convento de clarisas, cercano al de San Jose. Se lo
llamaba com�nmente de �Las Gordillas�, por alusi�n a la primera
residencia que ocup�.
41 Efectivamente le hab�a costado nada menos que tres documentos
pontificios consecutivos: 1� un Breve de 7/2/1562 dirigido a Do�a
Aldonza de Guzm�n y Do�a Guiomar de Ulloa, que no conten�a
concesiones en materia de pobreza absoluta. 2� un rescrito de la
Sagrada Penitenciaria de 5/12/1562, facultando al monasterio para
vivir sin rentas; y el 3� una Bula de 17/7/1565 dando car�cter
definitivo al documento anterior.
42 Fue el 15 de octubre de 1561, en la capilla del santo Cristo de
Santo Tom�s de Avila.
43 Cf. m�s adelante el n. 16. �Dar la obediencia�, equival�a a
estar bajo la jurisdicci�n religiosa de...
44 Alude a lo referido en el c. 32, 11: �que Cristo andar�a con
nosotras�
45 Las visiones que he dicho que no se ven: Cf. c. 27, n. 2
(visiones intelectuales).
46 Muy ni�a: muy joven (como en el c. 31, 23).
47 Nunca pude dudar... no ser cosa de Dios: el �no� es redundante.
48 Al rehusar el Provincial, Angel de Salazar, aceptar la
fundaci�n bajo su obediencia, la Santa puso la casa bajo la
jurisdicci�n del Obispo de Avila. M�s adelante, en momentos muy
cr�ticos, ella misma pas� la casa a la obediencia de la Orden
(Fund. c. 31).
49 Obispo de Avila: �Don Alvaro de Mendoza�, anota Graci�n en su
ejemplar. Cf. c. 36, 2. D. Alvaro ser� en lo sucesivo amigo
incondicional de la Madre Teresa.
50 En el c. 36, 15 y ss.
CAP�TULO 34
Trata c�mo en este tiempo convino que se ausentase de este lugar.
� Dice la causa y c�mo la mand� ir su prelado para consuelo de una
se�ora muy principal que estaba muy afligida. � Comienza a tratar
lo que all� le sucedi� y la gran merced que el Se�or la hizo de
ser medio para que Su Majestad despertase a una persona muy
principal para servirle muy de veras, y que ella tuviese favor y
amparo despues en el. � Es mucho de notar.
1. Pues por mucho cuidado que yo tra�a para que no se entendiese,
no pod�a hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese
mucho en algunas personas. Unas lo cre�an y otras no. Yo tem�a
harto que, venido el Provincial, si algo le dijesen de ello, me
hab�a de mandar no entender en ello (1), y luego era todo cesado.
Provey�lo el Se�or de esta manera: que se ofreci� en un lugar
grande (2), m�s de veinte leguas de este, que estaba una se�ora
muy afligida a causa de habersele muerto su marido. Est�balo en
tanto extremo, que se tem�a su salud (3). Tuvo noticia de esta
pecadorcilla, que lo orden� el Se�or as�, que la dijesen bien de
m� para otros bienes que de aqu� sucedieron. Conoc�a esta se�ora
mucho al Provincial (4), y como era persona principal y supo que
yo estaba en monasterio que sal�an (5), p�nele el Se�or tan gran
deseo de verme, pareciendole que se consolar�a conmigo, que no
deb�a ser en su mano, sino luego procur�, por todas las v�as que
pudo, llevarme all�, enviando al Provincial (6), que estaba bien
lejos. El me envi� un mandamiento, con precepto de obediencia, que
luego fuese con otra compa�era. Yo lo supe la noche de Navidad
(7).
2. H�zome alg�n alboroto y mucha pena ver que, por pensar que
hab�a en m� alg�n bien, me quer�a llevar, que, como yo me ve�a tan
ruin no pod�a sufrir esto. Encomend�ndome mucho a Dios, estuve
todos los maitines, o gran parte de ellos, en gran arrobamiento.
D�jome el Se�or que no dejase de ir y que no escuchase pareceres,
porque pocos me aconsejar�an sin temeridad; que, aunque tuviese
trabajos, se servir�a mucho Dios, y que para este negocio del
monasterio conven�a ausentarme hasta ser venido el Breve; (8)
porque el demonio ten�a armada una gran trama, venido el
Provincial; que no temiese de nada, que El me ayudar�a all�.
Yo quede muy esforzada y consolada. D�jelo al rector (9). D�jome
que en ninguna manera dejase de ir, porque otros me dec�an que no
se sufr�a, que era invenci�n del demonio para que all� me viniese
alg�n mal: que tornase a enviar al Provincial.
3. Yo obedec� al rector, y con lo que en la oraci�n hab�a
entendido iba sin miedo aunque no sin grand�sima confusi�n de ver
el t�tulo con que me llevaban y c�mo se enga�aban tanto. Esto me
hac�a importunar m�s al Se�or para que no me dejase. Consol�bame
mucho que hab�a casa de la Compa��a de Jes�s en aquel lugar adonde
iba (10) y, con estar sujeta a lo que me mandasen, como lo estaba
ac�, me parec�a estar�a con alguna seguridad.
Fue el Se�or servido que aquella se�ora se consol� tanto, que
conocida mejor�a comenz� luego a tener y cada d�a m�s se hallaba
consolada. T�vose a mucho, porque �como he dicho� (11) la pena la
ten�a en gran aprieto; y deb�alo de hacer el Se�or por las muchas
oraciones que hac�an por m� las personas buenas que yo conoc�a
porque me sucediese bien. Era muy temerosa de Dios y tan buena,
que su mucha cristiandad supli� lo que a m� me faltaba. Tom�
grande amor conmigo. Yo se le ten�a harto de ver su bondad, mas
casi todo me era cruz; porque los regalos me daban gran tormento y
el hacer tanto caso de m� me tra�a con gran temor. Andaba mi alma
tan encogida, que no me osaba descuidar, ni se descuidaba el
Se�or. Porque estando all� me hizo grand�simas mercedes, y estas
me daban tanta libertad y tanto me hac�an menospreciar todo lo que
ve�a �y mientras m�s eran, m�s�, que no dejaba de tratar con
aquellas tan se�oras, que muy a mi honra pudiera yo servirlas, con
la libertad que si yo fuera su igual.
4. Saque una ganancia muy grande, y dec�aselo. Vi que era mujer y
tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha
de tener el se�or�o, y c�mo, mientras es mayor, tienen m�s
cuidados y trabajos, y un cuidado de tener la compostura conforme
a su estado, que no las deja vivir; comer sin tiempo ni concierto,
porque ha de andar todo conforme al estado (12) y no a las
complexiones. Han de comer muchas veces los manjares m�s conformes
a su estado que no a su gusto.
Es as� que de todo aborrec� el desear ser se�ora. � �Dios me libre
de mala compostura!�, aunque esta, con ser de las principales del
reino, creo hay pocas m�s humildes, y de mucha llaneza. Yo la
hab�a l�stima, y se la he, de ver c�mo va muchas veces no conforme
a su inclinaci�n por cumplir con su estado. Pues con los criados
es poco lo poco que hay que fiar, aunque ella los ten�a buenos. No
se ha de hablar m�s con uno que con otro, sino al que se favorece
ha de ser el malquisto.
Ello es una sujeci�n, que una de las mentiras que dice el mundo es
llamar se�ores a las personas semejantes, que no me parece son
sino esclavos de mil cosas.
5. Fue el Se�or servido (13) que el tiempo que estuve en aquella
casa se mejoraban en servir a Su Majestad las personas de ella,
aunque no estuve libre de trabajos y algunas envidias que ten�an
algunas personas del mucho amor que aquella se�ora me ten�a.
Deb�an por ventura pensar que pretend�a alg�n interes. Deb�a
permitir el Se�or me diesen algunos trabajos cosas semejantes y
otras de otras suertes, porque no me embebiese en el regalo que
hab�a por otra parte, y fue servido sacarme de todo con mejor�a de
mi alma.
6. Estando all� acert� a venir un religioso, persona muy principal
y con quien yo, muchos a�os hab�a, hab�a tratado algunas veces
(14). Y estando en misa en un monasterio de su Orden que estaba
cerca de donde yo estaba, diome deseo de saber en que disposici�n
estaba aquella alma, que deseaba yo fuese muy siervo de Dios, y
levanteme para irle a hablar. Como yo estaba recogida ya en
oraci�n, pareci�me despues era perder tiempo, que quien me met�a a
m� en aquello, y torneme a sentar. Pareceme que fueron tres veces
(15) las que esto me acaeci� y, en fin, pudo m�s el �ngel bueno
que el malo, y fuile a llamar y vino a hablarme a un confesonario.
Comencele a preguntar y el a m� �porque hab�a muchos a�os que no
nos hab�amos visto� (16) de nuestras vidas. Yo le comence a decir
que hab�a sido la m�a de muchos trabajos de alma. Puso muy mucho
en que le dijese que eran los trabajos. Yo le dije que no eran
para saber ni para que yo los dijese. El dijo que, pues lo sab�a
el padre dominico que he dicho �que era muy su amigo� (17), que
luego se los dir�a y que no se me diese nada.
7. El caso es que ni fue en su mano dejarme de importunar ni en la
m�a, me parece, dej�rselo de decir. Porque con toda la pesadumbre
y verg�enza que sol�a tener cuando trataba estas cosas, con el y
con el rector que he dicho (18) no tuve ninguna pena, antes me
console mucho. D�jeselo debajo de confesi�n (19).
Pareci�me m�s avisado que nunca, aunque siempre le ten�a por de
gran entendimiento. Mire los grandes talentos y partes que ten�a
para aprovechar mucho, si del todo se diese a Dios. Porque esto
tengo yo de unos a�os ac�, que no veo persona que mucho me
contente, que luego querr�a verla del todo dar a Dios, con unas
ansias que algunas veces no me puedo valer. Y aunque deseo que
todos le sirvan, estas personas que me contentan es con muy gran
�mpetu, y as� importuno mucho al Se�or por ellas. Con el religioso
que digo, me acaeci� as�.
8. Rog�me le encomendase mucho a Dios, y no hab�a menester
dec�rmelo, que ya yo estaba de suerte que no pudiera hacer otra
cosa. Y voyme adonde sol�a a solas tener oraci�n, y comienzo a
tratar con el Se�or, estando muy recogida, con un estilo abobado
que muchas veces, sin saber lo que digo, trato; que el amor es el
que habla, y est� el alma tan enajenada, que no miro la diferencia
que haya de ella a Dios. Porque el amor que conoce que la tiene Su
Majestad, la olvida de s� y le parece est� en El y, como una cosa
propia sin divisi�n (20), habla desatinos. Acuerdome que le dije
esto, despues de pedirle con hartas l�grimas aquella alma pusiese
en su servicio muy de veras, que aunque yo le ten�a por bueno, no
me contentaba, que le quer�a muy bueno, y as� le dije: �Se�or, no
me habeis de negar esta merced; mirad que es bueno este sujeto
para nuestro amigo�.
9. �Oh bondad y humanidad grande de Dios, c�mo no mira las
palabras, sino los deseos y voluntad con que se dicen! �C�mo sufre
que una como yo hable a Su Majestad tan atrevidamente! Sea bendito
por siempre jam�s.
10. Acuerdome que me dio en aquellas horas de oraci�n aquella
noche un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de
Dios. Y como no pod�a yo saber si estaba en gracia o no (no para
que yo lo desease saber, mas dese�bame morir por no me ver en vida
adonde no estaba segura si estaba muerta, porque no pod�a haber
muerte m�s recia para m� que pensar si ten�a ofendido a Dios) y
apret�bame esta pena; suplic�bale no lo permitiese, toda regalada
(21) y derretida en l�grimas. Entonces entend� que bien me pod�a
consolar y estar cierta que estaba en gracia; (22) porque
semejante amor de Dios y hacer Su Majestad aquellas mercedes y
sentimientos que daba al alma, que no se compadec�a (23) hacerse a
alma que estuviese en pecado mortal.
Quede confiada que hab�a de hacer el Se�or lo que le suplicaba de
esta persona. D�jome que le dijese unas palabras. Esto sent� yo
mucho, porque no sab�a c�mo las decir, que esto de dar recado a
tercera persona;� como he dicho,� (24) es lo que m�s siento
siempre, en especial a quien no sab�a c�mo lo tomar�a, o si
burlar�a de m�. P�some en mucha congoja. En fin, fui tan
persuadida, que, a mi parecer, promet� a Dios no dej�rselas de
decir y, por la gran verg�enza que hab�a, las escrib� y se las di.
11. Bien pareci� ser cosa de Dios en la operaci�n que le hicieron
(25). Determin�se muy de veras de darse a oraci�n, aunque no lo
hizo desde luego. El Se�or, como le quer�a para S�, por mi medio
le enviaba a decir unas verdades, que, sin entenderlo yo, iban tan
a su prop�sito que el se espantaba, y el Se�or que deb�a
disponerle para creer que era Su Majestad. Yo, aunque miserable,
era mucho lo que suplicaba al Se�or muy del todo lo tornase a S� y
le hiciese aborrecer los contentos y cosas de la vida. Y as� ��sea
alabado por siempre!� lo hizo tan de hecho, que cada vez que me
habla me tiene como embobada; y si yo no lo hubiera visto, lo
tuviera por dudoso en tan breve tiempo hacerle tan crecidas
mercedes y tenerle tan ocupado en S�, que no parece vive ya para
cosa de la tierra.
Su Majestad le tenga de su mano, que si as� va adelante (lo que
espero en el Se�or s� har�, por ir muy fundado en conocerse), ser�
uno de los muy se�alados siervos suyos y para gran provecho de
muchas almas; porque en cosas de esp�ritu en poco tiempo tiene
mucha experiencia, que estos son dones que da Dios cuando quiere y
como quiere (26), y ni va en el tiempo ni en los servicios. No
digo que no hace esto mucho, mas que muchas veces no da el Se�or
en veinte a�os la contemplaci�n que a otros da en uno. Su Majestad
sabe la causa.
Y es el enga�o, que nos parece por los a�os hemos de entender lo
que en ninguna manera se puede alcanzar sin experiencia. Y as�
yerran muchos �como he dicho� (27) en querer conocer esp�ritus sin
tenerle (28). No digo que quien no tuviere esp�ritu, si es
letrado, no gobierne a quien le tiene; mas entiendese en lo
exterior e interior que va conforme a v�a natural por obra del
entendimiento, y en lo sobrenatural que mire (29) vaya conforme a
la Sagrada Escritura. En lo dem�s no se mate, ni piense entender
lo que no entiende, ni ahogue los esp�ritus (30), que ya, cuanto
en aquello, otro mayor Se�or los gobierna, que no est�n sin
superior.
12. No se espante ni le parezcan cosas imposibles �todo es posible
al Se�or�, sino procure esforzar la fe y humillarse de que hace el
Se�or en esta ciencia a una vejecita m�s sabia, por ventura, que a
el aunque sea muy letrado; y con esta humildad aprovechar� m�s a
las almas y a s� que por hacerse contemplativo sin serlo. Porque
torno a decir que si no tiene experiencia, si no tiene muy mucha
humildad en entender que no lo entiende y que no por eso es
imposible, que ganar� poco y dar� a ganar menos a quien trata. No
haya miedo, si tiene humildad, permita el Se�or que se enga�e el
uno ni el otro.
13. Pues a este Padre que digo (31), como en muchas cosas se la ha
dado el Se�or, ha procurado estudiar todo lo que por estudio ha
podido en este caso �que es buen letrado� y lo que no entiende por
experiencia inf�rmase de quien la tiene, y con esto ay�dale el
Se�or con darle mucha fe, y as� ha aprovechado mucho a s� y a
algunas �nimas, y la m�a es una de ellas; que como el Se�or sab�a
en los trabajos que me hab�a de ver, parece provey� Su Majestad
que, pues hab�a de llevar consigo a algunos que me gobernaban
(32), quedasen otros que me han ayudado a hartos trabajos y hecho
gran bien. Hale mudado el Se�or casi del todo, de manera que casi
el no se conoce �a manera de decir� y dado fuerzas corporales para
penitencia (que antes no ten�a, sino enfermo), y animoso para todo
lo que es bueno y otras cosas, que se parece bien ser muy
particular llamamiento del Se�or. Sea bendito por siempre.
14. Creo todo el bien le viene de las mercedes que el Se�or le ha
hecho en la oraci�n, porque no son postizos (33). Porque ya en
algunas cosas ha querido el Se�or sea ya experimentado, porque
sale de ellas como quien tiene ya conocida la verdad del merito
que se gana en sufrir persecuciones. Espero en la grandeza del
Se�or ha de venir mucho bien a algunos de su Orden por el, y a
ella misma (34). Ya se comienza esto a entender. He visto grandes
visiones, y d�chome el Se�or algunas cosas de el y del rector de
la Compa��a de Jes�s que tengo dicho (35), de grande admiraci�n, y
de otros dos religiosos de la Orden de Santo Domingo, en especial
de uno (36), que tambien ha dado ya a entender el Se�or por obra
en su aprovechamiento algunas cosas que antes yo hab�a entendido
de el. Mas de quien ahora hablo han sido muchas.
15. Una cosa quiero decir ahora aqu�. Estaba yo una vez con el en
un locutorio, y era tanto el amor que mi alma y esp�ritu entend�a
que ard�a en el suyo, que me ten�a a m� casi absorta; porque
consideraba las grandezas de Dios en cu�n poco tiempo hab�a subido
un alma a tan gran estado. Hac�ame gran confusi�n, porque le ve�a
con tanta humildad escuchar lo que yo le dec�a en algunas cosas de
oraci�n, como yo ten�a poca (37) de tratar as� con persona
semejante. Deb�amelo sufrir el Se�or, por el gran deseo que yo
ten�a de verle muy adelante. Hac�ame tanto provecho estar con el,
que parece dejaba a mi �nima puesto nuevo fuego para desear servir
al Se�or de principio.
�Oh Jes�s m�o, que hace un alma abrasada en vuestro amor! �C�mo la
hab�amos de estimar en mucho y suplicar al Se�or la dejase en esta
vida! Quien tiene el mismo amor, tras estas almas se hab�a de
andar si pudiese.
16. Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de aquel mal. Mucho
se consuela de ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y aun
a merecer. Excelentes espaldas se hacen ya gente determinada a
arriscar (38) mil vidas por Dios y desean que se les ofrezca en
que perderlas. Son como soldados que, por ganar el despojo y
hacerse con el ricos, desean que haya guerra (39). Tienen
entendido no lo pueden ser sino por aqu�. Es este su oficio, el
trabajar. �Oh, gran cosa es adonde el Se�or da esta luz de
entender lo mucho que se gana en padecer por El! No se entiende
esto bien hasta que se deja todo, porque quien en ello se est�,
se�al es que lo tiene en algo; pues si lo tiene en algo, forzado
le ha de pesar de dejarlo, y ya va imperfecto todo y perdido. Bien
viene aqu�, que es perdido quien tras perdido anda (40). �Y que
m�s perdici�n, y que m�s ceguedad, que m�s desventura que tener en
mucho lo que no es nada?
17. Pues, tornando a lo que dec�a (41), estando yo en grand�simo
gozo mirando aquel alma, que me parece quer�a el Se�or viese claro
los tesoros que hab�a puesto en ella, y viendo la merced que me
hab�a hecho en que fuese por medio m�o �hall�ndome indigna de
ella�, en mucho m�s ten�a yo las mercedes que el Se�or le hab�a
hecho y m�s a mi cuenta las tomaba que si fuera a m� y alababa
mucho al Se�or de ver que Su Majestad iba cumpliendo mis deseos y
hab�a o�do mi oraci�n, que era despertase el Se�or personas
semejantes.
Estando ya mi alma que no pod�a sufrir en s� tanto gozo, sali� de
s� y perdi�se para m�s ganar (42). Perdi� las consideraciones, y
de o�r aquella lengua divina en quien parece hablaba el Esp�ritu
Santo, diome un gran arrobamiento que me hizo casi perder el
sentido, aunque dur� poco tiempo. Vi a Cristo con grand�sima
majestad y gloria, mostrando gran contento de lo que all� pasaba;
y as� me lo dijo, y quiso viese claro que a semejantes pl�ticas
siempre se hallaba presente y lo mucho que se sirve en que as� se
deleiten en hablar en El.
Otra vez estando lejos de este lugar (43), le vi con mucha gloria
levantar, a los �ngeles; (44) entend� iba su alma muy adelante,
por esta visi�n. Y as� fue, que le hab�an levantado un gran
testimonio bien contra su honra, persona a quien el hab�a hecho
mucho bien y remediado la suya y el alma, y hab�alo pasado con
mucho contento y hecho otras obras muy en servicio de Dios y
pasado otras persecuciones.
18. No me parece conviene ahora declarar m�s cosas. Si despues le
pareciere a vuestra merced (45), pues las sabe, se podr�n poner
para gloria del Se�or. De todas las que he dicho de profec�as de
esta casa, y otras que dire de ella y de otras cosas, todas se han
cumplido. Algunas, tres a�os antes que se supiesen �otras m�s y
otras menos� me las dec�a el Se�or. Y siempre las dec�a al
confesor y a esta mi amiga viuda con quien ten�a licencia de
hablar, como he dicho; (46) y ella he sabido que las dec�a a otras
personas, y estas saben que ni miento, ni Dios me de tal lugar,
que en ninguna cosa, cu�nto m�s siendo tan graves, tratase yo sino
toda verdad.
19. Habiendose muerto un cu�ado m�o s�bitamente (47), y estando yo
con mucha pena por no se haber viado a confesarse (48), se me dijo
en la oraci�n que hab�a as� de morir mi hermana, que fuese all� y
procurase se dispusiese para ello. D�jelo a mi confesor y, como no
me dejaba ir, entend�lo otras veces. Ya como esto vio, d�jome que
fuese all�, que no se perd�a nada.
Ella estaba en una aldea (49), y, como fui, sin decirla nada la
fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se confesase
muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy
buena e h�zolo as�. Desde a cuatro o cinco a�os que ten�a esta
costumbre (50) y muy buena cuenta con su conciencia, se muri� sin
verla nadie ni poderse confesar. Fue el bien que, como lo
acostumbraba, no hab�a poco m�s de ocho d�as que estaba confesada.
A m� me dio gran alegr�a cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en
el purgatorio. Ser�an a�n no me parece ocho d�as cuando, acabando
de comulgar, me apareci� el Se�or y quiso la viese c�mo la llevaba
a la gloria. En todos estos a�os, desde que se me dijo hasta que
muri�, no se me olvidaba lo que se me hab�a dado a entender, ni a
mi compa�era (51), que, as� como muri�, vino a m� muy espantada de
ver c�mo se hab�a cumplido.
Sea Dios alabado por siempre, que tanto cuidado trae de las almas
para que no se pierdan.
NOTAS CAP�TULO 34
1 No entender en ello: no ocuparse de ello (como en el c. 33,
t�tulo).
2 Lugar grande: Toledo. N�tese el anonimato. Como en el caso de la
nota 3.
3 Una se�ora: �Do�a Luisa de la Cerda, mujer que fue de Arias
Pardo�, apostill� Graci�n en su ejemplar. - Se tem�a su salud: por
su salud. - Do�a Luisa era viuda reciente de Arias Pardo de
Saavedra, mariscal de Castilla, se�or de las villas de Malag�n,
Paracuellos, etc., y sobrino del Cardenal Arzobispo de Toledo
Pardo de Tavera. Su esposo hab�a muerto el 13 de enero de 1561.
Do�a Luisa era hija del Duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, y
resid�a en Toledo. Se har� gran amiga de la Santa. Por su
mediaci�n, el libro de la Vida llegar� a manos de san Juan de
Avila (Cf. cartas del 18 y del 27 de mayo de 1568 a Do�a Luisa).
4 Provincial de los carmelitas de Castilla: Angel de Salazar.
5 Monasterio que sal�an: en que las monjas no promet�an clausura
(cf. c. 4, 5).
6 Enviando carta al provincial. Como al final del n. 2.
7 Era el 24 de diciembre de 1561.
8 Hasta que llegase el Breve pontificio, que ser�a expedido en
Roma el 7.2.1562.
9 Rector de San Gil, P. Gaspar de Salazar.
10 En Toledo. Fundaci�n reciente de los jesuitas, gracias a la
intervenci�n de san Francisco de Borja ante el Arzobispo B.
Carranca (1558). Superior de la casa era el P. Pedro Domenech, y
Ministro el P. Gil Gonz�lez D�vila. Con ambos entrabl� enseguida
la Santa �ntimas relaciones espirituales. El P. Domenech fue su
confesor.
11 En el n. 1.
12 Conforme al estado: conforme a su rango nobiliario o categor�a
social.
13 Por error material, en el aut�grafo se repite la frase �fue...
servido�. Ocurrir� de nuevo en el n. siguiente.
14 �El P. fray Garc�a de Toledo�, advierte Graci�n en su ejemplar.
Los primitivos bi�grafos de la Santa, Ribera y Yepes, dan por
aludido al P. Vicente Barr�n, de quien habl� la Santa en el c. 7,
17. - Garc�a de Toledo era �persona principal�, nieto de los
Condes de Oropesa, sobrino del futuro Virrey del Per�, F. de
Toledo. Ya en 1535 hab�a estado en Mejico, militando a las �rdenes
del virrey Antonio de Mendoza. En marzo de 1569 pasar� de nuevo el
Atl�ntico, acompa�ando al virrey F. de Toledo como asesor
religioso. Ya no regresar� a Espa�a hasta 1581 (cf. la carta de la
Santa a Mar�a de San Jose, del 8.22.1581).
15 Por lapsus material, en el aut�grafo repite �tres tres veces�.
16 El P. Garc�a de Toledo hab�a sido prior de Santo Tom�s de Avila
en 1555.
17 El P. Pedro Ib��ez. Lo ha dicho en el c. 33, 5.
18 P. Gaspar de Salazar, rector de San Gil: c. 33, nn. 9-10.
19 Debajo de confesi�n: bajo secreto de confesi�n.
20 Como una cosa propia sin divisi�n: como de cosa propia y como
si no hubiese divisi�n (distancia) entre Dios y ella...
21 Toda regalada: feliz, inundada de gozo.
22 En la edici�n pr�ncipe, fray Luis trascribi� �consolar y
confiar�, en lugar de �consolar y estar cierta� (p. 431). Como
otras correcciones del aut�grafo, tambien esta enmienda est�
motivada por el acostumbrado escr�pulo teol�gico-tridentino sobre
la certeza del estado de gracia (cf. Denz. 802 y 805). En
realidad, la afirmaci�n de la Santa est� en pleno acuerdo con la
ortodoxia tridentina.
23 No se compadec�a: no era compatible.
24 En el c. 32, 12; cf. c. 33, 2.
25 La operaci�n que le hicieron: efecto que le produjeron las
palabras de la Santa. - El hecho fue referido con m�s detalles por
el autor del �Informe sobre el esp�ritu de la Madre Teresa�,
atribuido al propio Pedro Ib��ez: �A una persona que no se acaba
de determinar en tratar con gran delizadeza con Dios, pensando yo
que hab�a comenzado ya, porque as� lo hab�amos concertado el y yo,
y como en cosa hecha no quer�a yo volver por donde esta persona
estaba, habl�me esta santa y d�jome que su Maestro (que es Cristo)
dec�a que volviese yo por donde estaba y que le llevase un recaudo
bien breve, pero era todo de Dios y de su parte, y a�n hasta
entonces se quer�a excusar Do�a Teresa con Dios... Vengo y
prop�ngole mi recaudo: comienza a llorar, que le penetr� las
entra�as, y es un hombrazo que puede gobernar el mundo, y que no
es nada mujeril y afeminado para llorar, sino muy hombrazo� (BMC,
t. II, pp. 149-150).
26 Afirmaci�n de la absoluta gratuidad de los dones m�sticos: cf.
c. 21, 9 nota 17.
27 Cf. c. 13, 14.
28 Esta afirmaci�n y las que siguen son un eco de cuando escribi�
a la Santa fray Pedro de Alc�ntara en carta del 14.4.1562 (BMC, t.
II, p. 125-126).
29 Mira, hab�a escrito. Y lo corrigi�. Fray Luis trascribe �mire�
(p. 433).
30 Repite la frase de San Pablo en 1Tes 5, 19.
31 Garc�a de Toledo.
32 Cuando esto escribe, ya han muerto san Pedro de Alc�ntara
(18.10.1562) y el P. Pedro Ib��ez (12.2.1565). - La frase
siguiente: me han ayudado a sobrellevar hartos trabajos.
33 Postizas, trascribe fray Luis (p. 434), concordando con
�mercedes�. La Santa une �postizos� con �bienes�. As� se entiende
mejor lo que sigue.
34 La Orden de Santo Domingo.
35 El P. Gaspar de Salazar, de quien ha hablado en el c. 33, 9-10.
36 �Los Padres Pedro Ib��ez y Domingo B��ez, especialmente el
primero� (P. Silverio).
37 Yo ten�a poca humildad.
38 Determinada arriscar, escribe la Santa: �Arriscar�: arriesgar.
39 La misma imagen belica est� presente en Camino 38, 1.
40 Refr�n algo m�s culto que el conocido �dime con quien
andas...�.
41 En el n. 15.
42 Expresi�n gr�fica, que designa el ingreso en arrobamiento. Los
dos verbos �perderse / ganar(se)�, en acepci�n m�stica: perderse a
s� mismo, para ganarse en Dios. En el poema �Vivo sin vivir en
m�, escribe: �Mira que el amor es fuerte; / vida no me seas
molesta, / mira que s�lo me resta / para ganarte, perderte�.
43 Estando lejos de Avila.
44 �El P. fray Garc�a de Toledo�, anota Graci�n en su ejemplar. -
Reordenando la frase: �vi a los �ngeles levantarle�.
45 Si le pareciere a v.m., pues las sabe... Reanuda el di�logo con
el P. Garc�a de Toledo. La Santa viene hablando de las
interioridades del propio P. Garc�a, quien se identifica con ese
�vuestra merced�, y �las sabe�. Pero como el no es el �nico
destinatario del libro, la autora tiende un velo de discreci�n
sobre el relato.
46 Do�a Guiomar de Ulloa. Lo ha dicho en el c. 30, 3.
47 Cu�ado m�o: �Mart�n de Guzm�n�, anota Graci�n. Estaba casado
con Mar�a de Cepeda, hermana mayor de la Santa. Cf. c. 3, 3.
48 En el aut�grafo se lee: �por no se haber uyado� (= viado) a
confesarse. B��ez lo corrigi�: �por no haber tenido lugar a
confesarse�. Fray Luis imprimi�: �por no haber vuiado (= uviado) a
confesar� (p. 438).
49 En una aldea: Castellanos de la Ca�ada, adonde hab�a ido la
Santa con ocasi�n de sus enfermedades (c. 3, 3; y 4, 6). - La
frase siguiente: sin decirla nada de la revelaci�n que yo hab�a
tenido...
50 Desde a cuatro o cinco a�os, equivale a �cuatro o cinco a�os
despues...�.
51 Mi compa�era: Do�a Guiomar (cf. n. 18).
CAP�TULO 35
Prosigue en la misma materia de la fundaci�n de esta casa de
nuestro glorioso Padre San Jose. � Dice por los terminos que
orden� el Se�or viniese a guardarse en ella la santa pobreza, y la
causa por que se vino de con aquella se�ora que estaba (1), y
otras algunas cosas que le sucedieron.
1. Pues estando con esta se�ora que he dicho (2), adonde estuve
m�s de medio a�o, orden� el Se�or que tuviese noticia de m� una
beata de nuestra Orden, de m�s de setenta leguas de aqu� de este
lugar (3), y acert� a venir por ac� y rode� algunas por hablarme.
Hab�ala el Se�or movido el mismo a�o y mes que a m� para hacer
otro monasterio de esta Orden; y como le puso este deseo, vendi�
todo lo que ten�a y fuese a Roma a traer despacho para ello, a pie
y descalza.
2. Es mujer de mucha penitencia y oraci�n, y hac�ala el Se�or
muchas mercedes, y aparec�dola nuestra Se�ora y mand�dola lo
hiciese. Hac�ame tantas ventajas en servir al Se�or, que yo hab�a
verg�enza de estar delante de ella. Mostr�me los despachos que
tra�a de Roma y, en quince d�as que estuvo conmigo, dimos orden en
c�mo hab�amos de hacer estos monasterios (4). Y hasta que yo la
hable, no hab�a venido a mi noticia que nuestra Regla �antes que
se relajase� mandaba no se tuviese propio (5), ni yo estaba en
fundarle sin renta, que iba mi intento a que no tuviesemos cuidado
de lo que hab�amos menester, y no miraba a los muchos cuidados que
trae consigo tener propio.
Esta bendita mujer, como la ense�aba el Se�or, ten�a bien
entendido, con no saber leer, lo que yo con tanto haber andado a
leer las Constituciones, ignoraba. Y como me lo dijo, pereci�me
bien, aunque tem� que no me lo hab�an de consentir, sino decir que
hac�a desatinos y que no hiciese cosa que padeciesen otras por m�,
que, a ser yo sola, poco ni mucho me detuviera, antes me era gran
regalo pensar de guardar los consejos de Cristo Se�or nuestro,
porque grandes deseos de pobreza ya me los hab�a dado Su Majestad
(6).
As� que para m� no dudaba ser lo mejor; porque d�as hab�a que
deseaba fuera posible a mi estado andar pidiendo por amor de Dios
y no tener casa ni otra cosa. Mas tem�a que, si a las dem�s no
daba el Se�or estos deseos, vivir�an descontentas, y tambien no
fuese causa de alguna distracci�n, porque ve�a algunos monasterios
pobres no muy recogidos, y no miraba que el no serlo era causa de
ser pobres, y no la pobreza de la distracci�n; (7) porque esta no
hace m�s ricas, ni falta Dios jam�s a quien le sirve. En fin ten�a
flaca la fe, lo que no hac�a a esta sierva de Dios.
3. Como yo en todo tomaba tantos pareceres, casi a nadie hallaba
de este parecer: ni confesor (8), ni los letrados que trataba.
Tra�anme tantas razones, que no sab�a que hacer, porque, como ya
yo sab�a era Regla y ve�a ser m�s perfecci�n, no pod�a persuadirme
a tener renta. Y ya que algunas veces me ten�an convencida, en
tornando a la oraci�n y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y
desnudo, no pod�a poner a paciencia ser rica. Suplic�bale con
l�grimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El.
4. Hallaba tantos inconvenientes para tener renta y ve�a ser tanta
causa de inquietud y aun distracci�n, que no hac�a sino disputar
con los letrados. Escrib�lo al religioso dominico que nos ayudaba
(9). Envi�me escritos dos pliegos de contradicci�n y teolog�a para
que no lo hiciese, y as� me lo dec�a, que lo hab�a estudiado
mucho. Yo le respond� que para no seguir mi llamamiento y el voto
que ten�a hecho de pobreza y los consejos de Cristo con toda
perfecci�n, que no quer�a aprovecharme de teolog�a, ni con sus
letras en este caso me hiciese merced.
Si hallaba alguna persona que me ayudase, alegr�bame mucho.
Aquella se�ora con quien estaba (10), para esto me ayudaba mucho.
Algunos luego al principio dec�anme que les parec�a bien; despues,
como m�s lo miraban, hallaban tantos inconvenientes, que tornaban
a poner mucho en que no lo hiciese. Dec�ales yo que, si ellos tan
presto mudaban parecer, que yo al primero me quer�a llegar.
5. En este tiempo, por ruegos m�os, porque esta se�ora no hab�a
visto al santo Fray Pedro de Alc�ntara, fue el Se�or servido
viniese a su casa, y como el que era bien amador de la pobreza y
tantos a�os la hab�a tenido, sab�a bien la riqueza que en ella
estaba , y as� me ayud� mucho y mand� que en ninguna manera dejase
de llevarlo muy adelante. Ya con este parecer y favor, como quien
mejor le pod�a dar por tenerlo sabido por larga experiencia, yo
determine no andar buscando otros (11).
6. Estando un d�a mucho encomend�ndolo a Dios, me dijo el Se�or
que en ninguna manera dejase de hacerle pobre (12), que esta era
la voluntad de su Padre y suya, que El me ayudar�a. Fue con tan
grandes efectos, en un gran arrobamiento, que en ninguna manera
pude tener duda de que era Dios.
Otra vez me dijo que en la renta estaba la confusi�n, y otras
cosas en loor de la pobreza, y asegur�ndome que a quien le serv�a
no le faltaba lo necesario para vivir; y esta falta, como digo,
nunca yo la tem� por m�.
Tambien volvi� el Se�or el coraz�n del Presentado (13), digo del
religioso dominico, de quien he dicho me escribi� no lo hiciese
sin renta. Ya yo estaba muy contenta con haber entendido esto y
tener tales pareceres; no me parec�a sino que pose�a toda la
riqueza del mundo, en determin�ndome a vivir de por amor de Dios.
7. En este tiempo, mi Provincial (14) me alz� el mandamiento y
obediencia que me hab�a puesto para estar all�, y dej� en mi
voluntad que si me quisiese ir que pudiese, y si estar, tambien,
por cierto tiempo; y en este hab�a de haber elecci�n en mi
monasterio (15), y avis�ronme que muchas quer�an darme aquel
cuidado de prelada, que para m� s�lo pensarlo era tan gran
tormento que a cualquier martirio me determinaba a pasar por Dios
con facilidad, a este en ning�n arte me pod�a persuadir. Porque
dejado el trabajo grande, por ser muy muchas (16) y otras causas
de que yo nunca fui amiga, ni de ning�n oficio, antes siempre los
hab�a rehusado, parec�ame gran peligro para la conciencia, y as�
alabe a Dios de no me hallar all�. Escrib� a mis amigas para que
no me diesen voto.
8. Estando muy contenta de no me hallar en aquel ruido, d�jome el
Se�or que en ninguna manera deje de ir, que pues deseo cruz, que
buena se me apareja, que no la deseche, que vaya con �nimo, que El
me ayudar�, y que me fuese luego. Yo me fatigue mucho y no hac�a
sino llorar, porque pense que era la cruz ser prelada y, como
digo, no pod�a persuadirme a que estaba bien a mi alma en ninguna
manera, ni yo hallaba terminos para ello.
Contelo a mi confesor (17). Mand�me que luego procurase ir, que
claro estaba era m�s perfecci�n y que, porque hac�a gran calor,
que bastaba hallarme all� a la elecci�n, y que me estuviese unos
d�as, porque no me hiciese mal el camino; (18) mas el Se�or, que
ten�a ordenado otra cosa, h�bose de hacer; porque era tan grande
el desasosiego que tra�a en m� y el no poder tener oraci�n y
parecerme faltaba de lo que el Se�or me hab�a mandado, y que, como
estaba all� a mi placer y con regalo, no quer�a irme a ofrecer al
trabajo; que todo era palabras con Dios; que, por que pudiendo
estar adonde era m�s perfecci�n, hab�a de dejarlo; que si me
muriese, muriese..., y con esto un apretamiento de alma, un
quitarme el Se�or todo el gusto en la oraci�n..., en fin, yo
estaba tal, que ya me era tormento tan grande, que suplique a
aquella se�ora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi
confesor �como me vio as� me dijo que me fuese, que tambien le
mov�a Dios como a m�.
9. Ella sent�a tanto que la dejase, que era otro tormento; que le
hab�a costado mucho acabarlo con el Provincial por muchas maneras
de importunaciones. Tuve por grand�sima cosa querer venir en ello
(19), seg�n lo que sent�a; sino, como era muy temerosa de Dios y
como le dije que se le pod�a hacer gran servicio y otras hartas
cosas, y dila esperanza que era posible tornarla a ver, y as�, con
harta pena, lo tuvo por bien.
10. Ya yo no la ten�a de venirme, porque entendiendo yo era m�s
perfecci�n una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da
contentarle, pase la pena de dejar a aquella se�ora que tanto la
ve�a sentir, y a otras personas a quien deb�a mucho, en especial a
mi confesor, que era de la Compa��a de Jes�s, y hall�bame muy bien
con el (20). Mas mientras m�s ve�a que perd�a de consuelo por el
Se�or, m�s contento me daba perderle. No pod�a entender c�mo era
esto, porque ve�a claro estos dos contrarios: holgarme y
consolarme y alegrarme de lo que me pesaba en el alma. Porque yo
estaba consolada y sosegada y ten�a lugar para tener muchas horas
de oraci�n; ve�a que ven�a a meterme en un fuego, que ya el Se�or
me lo hab�a dicho (21) que ven�a a pasar gran cruz, aunque nunca
yo pense lo fuera tanto como despues vi. Y con todo, ven�a yo
alegre, y estaba deshecha de que no me pon�a luego en la batalla,
pues el Se�or quer�a la tuviese; y as� enviaba Su Majestad el
esfuerzo y le pon�a en mi flaqueza.
11. No pod�a, como digo, entender c�mo pod�a ser esto. Pense esta
comparaci�n: si poseyendo yo una joya o cosa que me da gran
contento, ofreceseme (22) saber que la quiere una persona que yo
quiero m�s que a m� y deseo m�s contentarla que mi mismo descanso,
dame gran contento quedarme sin el que me daba lo que pose�a, por
contentar a aquella persona; y como este contento de contentarla
excede a mi mismo contento, qu�tase la pena de la falta que me
hace la joya o lo que amo, y de perder el contento que daba. De
manera que, aunque quer�a tenerla de ver que dejaba personas que
tanto sent�an apartarse de m�, con ser yo de mi condici�n tan
agradecida que bastara en otro tiempo a fatigarme mucho, y ahora,
aunque quisiera tener pena, no pod�a.
12. Import� tanto el no me tardar un d�a m�s para lo que tocaba al
negocio de esta bendita casa (23), que yo no se c�mo pudiera
concluirse si entonces me detuviera. �Oh grandeza de Dios!, muchas
veces me espanta cuando lo considero y veo cu�n particularmente
quer�a Su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito
de Dios, que yo creo lo es, y morada en que Su Majestad se
deleita, como una vez estando en oraci�n me dijo, que era esta
casa para�so de su deleite. Y as� parece ha Su Majestad escogido
las almas que ha tra�do a el, en cuya compa��a yo vivo con harta
harta confusi�n; porque yo no supiera desearlas tales para este
prop�sito de tanta estrechura y pobreza y oraci�n; (24) y llevanlo
con una alegr�a y contento, que cada una se halla indigna de haber
merecido venir a tal lugar; en especial algunas, que las llam� el
Se�or de mucha vanidad y gala del mundo, adonde pudieran estar
contentas conforme a sus leyes, y hales dado el Se�or tan doblados
los contentos aqu�, que claramente conocen haberles el Se�or dado
ciento por uno que dejaron (25), y no se hartan de dar gracias a
Su Majestad. A otras ha mudado de bien en mejor. A las de poca
edad da fortaleza y conocimiento para que no puedan desear otra
cosa, y que entiendan que es vivir en mayor descanso, aun para lo
de ac�, estar apartadas de todas las cosas de la vida. A las que
son de m�s edad y con poca salud, da fuerzas y se las ha dado para
poder llevar la aspereza y penitencia que todas.
13. �Oh Se�or m�o, c�mo se os parece que sois poderoso! (26) No es
menester buscar razones para lo que Vos quereis, porque sobre toda
raz�n natural haceis las cosas tan posibles que dais a entender
bien que no es menester m�s de amaros de veras y dejarlo de veras
todo por Vos, para que Vos, Se�or m�o, lo hag�is todo f�cil. Bien
viene aqu� decir que fing�s trabajo en vuestra ley; (27) porque yo
no le veo, Se�or, ni se c�mo es estrecho el camino que lleva a
Vos. Camino real veo que es, que no senda. Camino que, quien de
verdad se pone en el, va m�s seguro. Muy lejos est�n los puertos y
rocas para caer, porque lo est�n de las ocasiones. Senda llamo yo,
y ruin senda y angosto camino, el que de una parte est� un valle
muy hondo adonde caer y de la otra un despe�adero: no se han
descuidado, cuando se despe�an y se hacen pedazos.
14. El que os ama de verdad, Bien m�o, seguro va por ancho camino
y real. Lejos est� el despe�adero. No ha tropezado tantico (28),
cuando le dais Vos, Se�or, la mano. No basta una ca�da ni muchas,
si os tiene amor y no a las cosas del mundo, para perderse. Va por
el valle de la humildad. No puedo entender que es lo que temen de
ponerse en el camino de la perfecci�n.
El Se�or, por quien es, nos de a entender cu�n mala es la
seguridad en tan manifiestos peligros como hay en andar con el
hilo de la gente (29), y c�mo est� la verdadera seguridad en
procurar ir muy adelante en el camino de Dios. Los ojos en El, y
no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia (30), ni nos deje
caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a
El.
15. No temen andar entre leones, que cada uno parece que quiere
llevar un pedazo, que son las honras y deleites y contentos
semejantes que llama el mundo; (31) y ac� parece hace el demonio
temer de musara�as. Mil veces me espanto y diez mil querr�a
hartarme de llorar y dar voces a todos para decir la gran ceguedad
y maldad m�a, porque si aprovechase algo para que ellos abriesen
los ojos, �braselos el que puede (32), por su bondad, y no permita
se me tornen a cegar a m�, amen.
NOTAS CAP�TULO 35
1 Es decir, �se vino de aquella se�ora con quien estaba�. Estuvo
en casa de Do�a Luisa de la Cerda desde primeros de enero hasta
fines de junio o principios de julio de 1562. Cf. c. 34, 1-2.
2 En el c. 34.
3 Una beata de nuestra Orden: n�tese el anonimato. �Beata� se
dec�a de quienes sin ser monjas, llevaban el h�bito de la Orden y
viv�an ciertas consignas de la Regla. Esta �beata� se llamaba
Mar�a de Jes�s, nacida en Granada en 1522. Al enviudar, muy joven
todav�a, entr� carmelita en el monasterio de su ciudad natal. Pero
sintiendose llamada a fundar un Carmelo reformado, antes de
profesar sali� del convento y a pie descalzo fue a Roma, donde
consigui� el deseado Breve que le conced�a facultades para fundar
un convento en Granada. De hecho, no logr� realizarlo. En cambio,
pudo realizarlo al a�o siguiente (1563) en Alcal� de Henares con
el t�tulo de �La Imagen�, encauzando la vida reformada hacia un
rigorismo extremoso, que fue mitigado por la propia Santa Teresa,
al pasar por el monasterio de La Imagen camino de Malag�n (1568).
4 Los despachos que tra�a de Roma: Tra�a un Breve, emitido -como
el otorgado a la Santa- por la Sagrada Penitenciar�a. Se conserva
actualmente, aunque mutilado, en el Carmelo de La Imagen. - Dimos
orden c�mo... hacer: de hecho, el Carmelo de La Imagen pasar�a m�s
adelante a regirse por las Constituciones de la Santa.
5 Nuestra Regla: la Regla de la Orden del Carmen, en su redacci�n
original, hab�a sido dada por San Alberto, patriarca de Jerusalen
a los ermita�os latinos del Carmelo hacia 1210. - Antes que se
relajase: m�s que a la mitigaci�n de la Regla por Inocencio IV
(1247), alude a las bulas de relajaci�n del Papa Eugenio IV (1432)
y sus sucesores. - Mandaba que no se tuviese propio: �propio�
equivale a no tener bienes en propiedad, que era una forma de
pobreza absoluta. En el lexico de la Santa: �sin renta�. La Regla,
en su tenor primitivo, prescrib�a: �Ninguno de los hermanos tenga
cosa propia, sino que todo sea com�n, y de las cosas que el Se�or
os diere, el prior las distribuya a cada uno...�. - La
prescripci�n de pobreza absoluta quedaba zanjada para los
carmelitas por la bula de Gregorio IX �Ex officii� del 6.4.1229.
6 Por esas mismas fechas (entre 1560 y 1562) hab�a testificado de
s� misma: �Deseo de pobreza...: pareceme que aunque tuviese muchos
tesoros no tendr�a renta particular ni dineros para m� sola...�
(R. 1, 9). �En lo de pobreza... aun lo necesario no querr�a
tener... Pareceme tengo mucha m�s piedad de los pobres...; si
mirase a mi voluntad, les dar�a lo que traigo vestido� (R. 2, 3-
4).
7 Son conceptos que le ha inculcado fray Pedro de Alc�ntara en su
carta del 14 de abril de 1562.
8 Mi confesor: Baltasar Alvarez.
9 El P. Pedro Ib��ez, que viv�a en la soledad de Trianos (cf. c.
32, 16-17).
10 Do�a Luisa de la Cerda.
11 Aparte los consejos orales, san Pedro de Alc�ntara le escribi�
la famosa �carta de la pobreza� (14.4.1562), en pro de la radical
pobreza evangelica, y en contraste con las teor�as de los letrados
(BMC, t. II, pp. 125-126).
12 Hacerle pobre: fundar el monasterio en pobreza.
13 Presentado: t�tulo academico del P. Pedro Ib��ez: cf. n. 4.
14 Provincial: Angel de Salazar.
15 Mi monasterio: la Encarnaci�n de Avila.
16 Por ser muy muchas monjas en la Encarnaci�n: eran �m�s de 150
el n�mero�, escribir� en Fund. c. 2, 1. En realidad, m�s de 180
monjas profesas.
17 Mi confesor: P. Pedro Domenech, jesuita.
18 Sobra alg�n �que�. La serie de �ques� y �porques� refleja el
estado emocional provocado por el recuerdo de aquellos d�as.
19 Venir en ello: avenirse a ello.
20 �El Padre Domeneque�, escribe Graci�n en su ejemplar. Cf. el n.
8 nota 17.
21 Cf. el n. 8.
22 En el aut�grafo: escribi� �ofreceme�, corregido entre l�neas
�ofreceseme�. Fray Luis: �se me ofreciese saber...� (p. 447).
23 Esta bendita casa: el carmelo de San Jose, en el que est�
escribiendo. �Rinconcito de Dios�, �morada� en que El se deleita,
dir� luego.
24 �Estrechura, pobreza y oraci�n�, condensado del ideal que ella
propone a la nueva casa. �Grand�simo encerramiento..., fundadas en
oraci�n y en mortificaci�n�, escrib�a por esas fechas (23.12.1561)
a su hermano Lorenzo en Quito.
25 Recuerdo evangelico de Mt 19, 29.
26 C�mo se os parece...: cu�n claro es que... (cf. c. 32, 5 nota
11).
27 Alude sucesivamente a tres pasajes b�blicos: Mc 10, 28 (�lo
hemos dejado todo por seguirte�); Salmo 93, 20 (�... finges
trabajo en la ley�); y Mt 7, 14 (�cu�n angosta es la puerta y
estrecho el camino que conduce a la vida�).
28 Tantico: un poquito; es decir, apenas ha tropezado... Como
�tantito� (cf. 31, 23 nota 46; o 15, 7: �tantico�: 25, 13).
29 Andar con el hilo de la gente: seguir rutinariamente el modo
com�n de obrar. Cf. 30, 18.
30 Sol de justicia: imagen b�blica (Mal. 4, 2) para designar a
Dios. (Cf. c. 20, 19).
31 �Honras y deleites y contentos...�: cf. c. 20, 26-28.
32 Recuerdo latente de los pasajes evangelicos: �si quieres,
puedes curarme� (Lc 5, 12), o �abre los ojos del ciego de
nacimiento� (Jn 11, 37).
CAP�TULO 36
Prosigue en la materia comenzada y dice c�mo se acab� de concluir
y se fund� este monasterio del glorioso San Jose y las grandes
contradicciones y persecuciones que despues de tomar h�bito las
religiosas hubo, y los grandes trabajos y tentaciones que ella
pas�, y c�mo de todo la sac� el Se�or con victoria y en gloria y
alabanza suya.
1. Partida ya de aquella ciudad (1), ven�a muy contenta por el
camino, determin�ndome a pasar todo lo que el Se�or fuese servido
muy con toda voluntad.
La noche misma que llegue a esta tierra, llega nuestro despacho
para el monasterio y Breve de Roma (2), que yo me espante, y se
espantaron los que sab�an la prisa que me hab�a dado el Se�or a la
venida, cuando supieron la gran necesidad que hab�a de ello y a la
coyuntura que el Se�or me tra�a; porque halle aqu� al Obispo (3) y
al santo fray Pedro de Alc�ntara y a otro caballero muy siervo de
Dios (4), en cuya casa este santo hombre posaba, que era persona
adonde los siervos de Dios hallaban espaldas y cabida (5).
2. Entrambos a dos acabaron con el Obispo admitiese el monasterio,
que no fue poco, por ser pobre, sino que era tan amigo de personas
que ve�a as� determinadas a servir al Se�or, que luego se aficion�
a favorecerle; y el aprobarlo este santo viejo (6) y poner mucho
con unos y con otros en que nos ayudasen, fue el que lo hizo todo.
Si no viniera a esta coyuntura �como ya he dicho�, no puedo
entender c�mo pudiera hacerse. Porque estuvo poco aqu� este santo
hombre, que no creo fueron ocho d�as, y esos muy enfermo, y desde
a muy poco le llev� el Se�or consigo (7). Parece que le hab�a
guardado Su Majestad hasta acabar este negocio, que hab�a muchos
d�as �no se si m�s de dos a�os� que andaba muy malo.
3. Todo se hizo debajo de gran secreto, porque a no ser as� no se
pudiera hacer nada, seg�n el pueblo estaba mal con ello, como se
pareci� despues (8). Orden� el Se�or que estuviese malo un cu�ado
m�o, y su mujer no aqu� (9), y en tanta necesidad, que me dieron
licencia para estar con el. Y con esta ocasi�n no se entendi�
nada, aunque en algunas personas (10) no dejaba de sospecharse
algo, mas a�n no lo cre�an. Fue cosa para espantar, que no estuvo
m�s malo de lo que fue menester para el negocio y, en siendo
menester tuviese salud para que yo me desocupase y el dejase
desembarazada la casa, se la dio luego el Se�or, que el estaba
maravillado.
4. Pase harto trabajo en procurar con unos y con otros que se
admitiese (11), y con el enfermo, y con oficiales para que se
acabase la casa a mucha prisa, para que tuviese forma de
monasterio, que faltaba mucho de acabarse. Y la mi compa�era (12)
no estaba aqu�, que nos pareci� era mejor estar ausente para m�s
disimular, y yo ve�a que iba el todo en la brevedad por muchas
causas; y la una era porque cada hora tem�a me hab�an de mandar
ir. Fueron tantas las cosas de trabajos que tuve, que me hizo
pensar si era esta la cruz; aunque todav�a me parec�a era poco
para la gran cruz que yo hab�a entendido del Se�or hab�a de pasar
(13).
5. Pues todo concertado, fue el Se�or servido que, d�a de San
Bartolome (14), tomaron h�bito (15) algunas y se puso el Sant�simo
Sacramento, y con toda autoridad y fuerza qued� hecho nuestro
monasterio del glorios�simo padre nuestro San Jose, a�o de mil y
quinientos y sesenta y dos. Estuve yo a darles el h�bito, y otras
dos monjas de nuestra casa misma (16), que acertaron a estar
fuera. Como en esta que se hizo el monasterio era la que estaba mi
cu�ado (que, como he dicho (17), la hab�a el comprado por
disimular mejor el negocio), con licencia estaba yo en ella, y no
hac�a cosa que no fuese con parecer de letrados, para no ir un
punto contra obediencia. Y como ve�an ser muy provechoso para toda
la Orden por muchas causas, que aunque iba con secreto y
guard�ndome no lo supiesen mis prelados, me dec�an lo pod�a hacer.
Porque por muy poca imperfecci�n que me dijeran era, mil
monasterios me parece dejara, cu�nto m�s uno. Esto es cierto.
Porque aunque lo deseaba por apartarme m�s de todo y llevar mi
profesi�n y llamamiento con m�s perfecci�n y encerramiento, de tal
manera lo deseaba, que cuando entendiera era m�s servicio del
Se�or dejarlo todo, lo hiciera �como lo hice la otra vez� (18) con
todo sosiego y paz.
6. Pues fue para m� como estar en una gloria ver poner el
Sant�simo Sacramento y que se remediaron cuatro huerfanas pobres
(porque no se tomaban con dote) (19) y grandes siervas de Dios,
que esto se pretendi� al principio, que entrasen personas que con
su ejemplo fuesen fundamento para en que se pudiese el intento que
llev�bamos, de mucha perfecci�n y oraci�n, efectuar, y hecha una
obra que ten�a entendido era para servicio del Se�or y honra del
h�bito de su gloriosa Madre, que estas eran mis ansias.
Y tambien me dio gran consuelo de haber hecho lo que tanto el
Se�or me hab�a mandado, y otra iglesia m�s en este lugar, de mi
padre glorioso San Jose, que no la hab�a. No porque a m� me
pareciese hab�a hecho en ello nada, que nunca me lo parec�a, ni
parece. Siempre entiendo lo hac�a el Se�or, y lo que era de mi
parte iba con tantas imperfecciones, que antes veo hab�a que me
culpar que no que me agradecer. Mas erame gran regalo ver que
hubiese Su Majestad tom�dome por instrumento �siendo tan ruin�
para tan gran obra.
As� que estuve con tan gran contento, que estaba como fuera de m�,
con grande oraci�n.
7. Acabado todo, ser�a como desde a tres o cuatro horas (20), me
revolvi� el demonio una batalla espiritual, como ahora dire.
P�some delante si hab�a sido mal hecho lo que hab�a hecho, si iba
contra obediencia en haberlo procurado sin que me lo mandase el
Provincial (que bien me parec�a a m� le hab�a de ser alg�n
disgusto, a causa de sujetarle al Ordinario (21), por no se lo
haber primero dicho; aunque como el no le hab�a querido admitir, y
yo no la mudaba (22), tambien me parec�a no se le dar�a nada por
otra parte), y que si hab�an de tener contento las que aqu�
estaban en tanta estrechura, si les hab�a de faltar de comer, si
hab�a sido disparate, que quien me met�a en esto, pues yo ten�a
monasterio.
Todo lo que el Se�or me hab�a mandado y los muchos pareceres y
oraciones que hab�a m�s de dos a�os que no casi cesaban, todo tan
quitado de mi memoria como si nunca hubiera sido. S�lo de mi
parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en m�
entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase
ni me defendiese de tantos golpes.
8. Tambien me pon�a el demonio (23) que c�mo me quer�a encerrar en
casa tan estrecha, y con tantas enfermedades, que c�mo hab�a de
poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y
deleitosa y adonde tan contenta siempre hab�a estado, y tantas
amigas; que quiz�s las de ac� no ser�an a mi gusto, que me hab�a
obligado a mucho, que quiz� estar�a desesperada, y que por ventura
hab�a pretendido esto el demonio, quitarme la paz y quietud, y que
as� no podr�a tener oraci�n, estando desasosegada, y perder�a el
alma.
Cosas de esta hechura juntas me pon�a delante, que no era en mi
mano pensar en otra cosa, y con esto una aflicci�n y oscuridad y
tinieblas en el alma, que yo no lo se encarecer. De que me vi as�,
fuime a ver el Sant�simo Sacramento, aunque encomendarme a El no
pod�a. Pareceme estaba con una congoja como quien est� en agon�a
de muerte. Tratarlo con nadie no hab�a de osar, porque aun
confesor no ten�a se�alado (14).
9. �Oh, v�lgame Dios, que vida esta tan miserable! No hay contento
seguro ni cosa sin mudanza. Hab�a tan poquito que no me parece
trocara mi contento con ninguno de la tierra, y la misma causa de
el me atormentaba ahora de tal suerte que no sab�a que hacer de
m�. �Oh, si mir�semos con advertencia las cosas de nuestra vida!
Cada uno ver�a por experiencia en lo poco que se ha de tener
contento ni descontento de ella.
Es cierto que me parece fue uno de los recios ratos que he pasado
en mi vida. Parece que adivinaba el esp�ritu lo mucho que estaba
por pasar, aunque no lleg� a ser tanto como esto si durara. Mas no
dej� el Se�or padecer mucho a su pobre sierva; porque nunca en las
tribulaciones me dej� de socorrer, y as� fue en esta, que me dio
un poco de luz para ver que era demonio y para que pudiese
entender la verdad y que todo era quererme espantar con mentiras.
Y as� comence a acordarme de mis grandes determinaciones de servir
al Se�or y deseos de padecer por El; y pense que si hab�a de
cumplirlos, que no hab�a de andar a procurar descanso, y que si
tuviese trabajos, que ese era el merecer, y si descontento, como
lo tomase por servir a Dios, me servir�a de purgatorio; que de que
tem�a, que pues deseaba trabajos, que buenos eran estos; que en la
mayor contradicci�n estaba la ganancia; que por que (25) me hab�a
de faltar �nimo para servir a quien tanto deb�a.
Con estas y otras consideraciones, haciendome gran fuerza, promet�
delante del Sant�simo Sacramento de hacer todo lo que pudiese para
tener licencia de venirme a esta casa (26), y en pudiendolo hacer
con buena conciencia, prometer clausura.
10. En haciendo esto, en un instante huy� el demonio y me dej�
sosegada y contenta, y lo quede y lo he estado siempre, y todo lo
que en esta casa se guarda de encerramiento y penitencia y lo
dem�s, se me hace en extremo suave y poco. El contento es tan
grand�simo que pienso yo algunas veces que pudiera escoger en la
tierra que fuera m�s sabroso. No se si es esto parte para tener
mucha m�s salud que nunca, o querer el Se�or �por ser menester y
raz�n que haga lo que todas� darme este consuelo que pueda
hacerlo, aunque con trabajo. Mas del poder se espantan todas las
personas que saben mis enfermedades. �Bendito sea El, que todo lo
da y en cuyo poder se puede! (27).
11. Quede bien cansada de tal contienda y riendome del demonio,
que vi claro ser el. Creo lo permiti� el Se�or, porque yo nunca
supe que cosa era descontento de ser monja ni un momento, en
veinte y ocho a�os y m�s que ha que lo soy (28), para que
entendiese la merced grande que en esto me hab�a hecho, y del
tormento que me hab�a librado; y tambien para que si alguna viese
lo estaba, no me espantase y me apiadase de ella y la supiese
consolar.
Pues pasado esto, queriendo despues de comer descansar un poco
(porque en toda la noche no hab�a casi sosegado, ni en otras
algunas dejado de tener trabajo y cuidado, y todos los d�as bien
cansada), como se hab�a sabido en mi monasterio (29) y en la
ciudad lo que estaba hecho, hab�a en el mucho alboroto por las
causas que ya he dicho (30), que parec�a llevaban alg�n color.
Luego la prelada (31) me envi� a mandar que a la hora (32) me
fuese all�. Yo en viendo su mandamiento, dejo mis monjas harto
penadas, y voyme luego.
Bien vi que se me hab�an de ofrecer hartos trabajos; mas como ya
quedaba hecho, muy poco se me daba. Hice oraci�n suplicando al
Se�or me favoreciese, y a mi padre San Jose que me trajese a su
casa, y ofrec�le lo que hab�a de pasar y, muy contenta se
ofreciese algo en que yo padeciese por el y le pudiese servir, me
fui, con tener cre�do luego me hab�an de echar en la c�rcel (33).
Mas a mi parecer me diera mucho contento, por no hablar a nadie y
descansar un poco en soledad, de lo que yo estaba bien necesitada,
porque me tra�a molida tanto andar con gente.
12. Como llegue y di mi descuento (34) a la prelada, aplac�se
algo, y todas enviaron al Provincial (35), y qued�se la causa para
delante de el. Y venido, fui a juicio con harto gran contento de
ver que padec�a algo por el Se�or (36), porque contra Su Majestad
ni la Orden no hallaba haber ofendido nada en este caso; antes
procuraba aumentarla con todas mis fuerzas, y muriera de buena
gana por ello, que todo mi deseo era que se cumpliese con toda
perfecci�n. Acordeme del juicio de Cristo y vi cu�n nonada era
aquel. Hice mi culpa (37) como muy culpada, y as� lo parec�a a
quien no sab�a todas las causas.
Despues de haberme hecho una gran reprensi�n, aunque no con tanto
rigor como merec�a el delito y lo que muchos dec�an al Provincial,
yo no quisiera disculparme, porque iba determinada a ello, antes
ped� me perdonase y castigase y no estuviese desabrido conmigo.
13. En algunas cosas bien ve�a yo me condenaban sin culpa, porque
me dec�an lo hab�a hecho porque me tuviesen en algo y por ser
nombrada y otras semejantes. Mas en otras claro entend�a que
dec�an verdad, en que era yo m�s ruin que otras, y que pues no
hab�a guardado la mucha religi�n que se llevaba en aquella casa,
c�mo pensaba guardarla en otra con m�s rigor, que escandalizaba el
pueblo y levantaba cosas nuevas. Todo no me hac�a ning�n alboroto
ni pena, aunque yo mostraba tenerla porque no pareciese ten�a en
poco lo que me dec�an. En fin, me mand� delante de las monjas
diese descuento, y h�belo de hacer.
14. Como yo ten�a quietud en m� y me ayudaba el Se�or, di mi
descuento de manera que no hall� el Provincial, ni las que all�
estaban, por que me condenar. Y despues a solas le hable m�s
claro, y qued� muy satisfecho, y prometi�me �si fuese adelante�
(38) en soseg�ndose la ciudad, de darme licencia que me fuese a
el, porque el alboroto de toda la ciudad era tan grande como ahora
dire.
15. Desde a dos o tres d�as, junt�ronse algunos de los regidores y
corregidor y del cabildo (39), y todos juntos dijeron que en
ninguna manera se hab�a de consentir, que ven�a conocido da�o a la
rep�blica (40), y que hab�an de quitar el Sant�simo Sacramento, y
que en ninguna manera sufrir�an pasase adelante. Hicieron juntar
todas las Ordenes para que digan su parecer (41), de cada una dos
letrados. Unos callaban, otros condenaban; en fin, concluyeron que
luego se deshiciese. S�lo un Presentado de la Orden de Santo
Domingo (42), aunque era contrario �no del monasterio, sino de que
fuese pobre�, dijo que no era cosa que as� se hab�a de deshacer,
que se mirase bien, que tiempo hab�a para ello, que este era caso
del Obispo, o cosas de este arte, que hizo mucho provecho. Porque
seg�n la furia, fue dicha no lo poner luego por obra. Era, en fin,
que hab�a de ser; que era el Se�or servido de ello, y pod�an todos
poco contra su voluntad. Daban sus razones y llevaban buen celo, y
as�, sin ofender ellos a Dios, hac�anme padecer y a todas las
personas que lo favorec�an, que eran algunas, y pasaron mucha
persecuci�n.
16. Era tanto el alboroto del pueblo, que no se hablaba en otra
cosa, y todos condenarme e ir al Provincial y a mi monasterio. Yo
ninguna pena ten�a de cuanto dec�an de m� m�s que si no lo
dijeran, sino temor si se hab�a de deshacer. Esto me daba gran
pena, y ver que perd�an credito las personas que me ayudaban y el
mucho trabajo que pasaban, que de lo que dec�an de m� antes me
parece me holgaba; y si tuviera alguna fe, ninguna alteraci�n
tuviera, sino que faltar algo en una virtud basta a adormecerlas
todas; y as� estuve muy penada dos d�as que hubo estas juntas que
digo en el pueblo (43), y estando bien fatigada me dijo el Se�or:
�No sabes que soy poderoso?; �de que temes?, y me asegur� que no
se deshar�a. Con esto quede muy consolada.
Enviaron al Consejo Real con su informaci�n (44). Vino provisi�n
para que se diese relaci�n de c�mo se hab�a hecho.
17. Hela aqu� comenzado un gran pleito; porque de la ciudad fueron
a la Corte, y hubieron de ir de parte del monasterio, y ni hab�a
dineros ni yo sab�a que hacer. Provey�lo el Se�or, que nunca mi
Padre Provincial me mand� dejase de entender en ello; porque es
tan amigo de toda virtud, que aunque no ayudaba, no quer�a ser
contra ello. No me dio licencia, hasta ver en lo que paraba, para
venir ac�. Estas siervas de Dios (45) estaban solas y hac�an m�s
con sus oraciones que con cuanto yo andaba negociando, aunque fue
menester harta diligencia.
Algunas veces parec�a que todo faltaba, en especial un d�a antes
que viniese el Provincial, que me mand� la priora (46) no tratase
en nada, y era dejarse todo. Yo me fui a Dios y d�jele: �Se�or,
esta casa no es m�a; por Vos se ha hecho; ahora que no hay nadie
que negocie, h�galo Vuestra Majestad�. Quedaba tan descansada y
tan sin pena, como si tuviera a todo el mundo que negociara por
m�, y luego ten�a por seguro el negocio.
18. Un muy siervo de Dios, sacerdote (47), que siempre me hab�a
ayudado, amigo de toda perfecci�n, fue a la Corte a entender en el
negocio, y trabajaba mucho; y el caballero santo �de quien he
hecho menci�n� (48) hac�a en este caso muy mucho, y de todas
maneras lo favorec�a. Pas� hartos trabajos y persecuci�n, y
siempre en todo le ten�a por padre y aun ahora le tengo.
Y en los que nos ayudaban pon�a el Se�or tanto hervor, que cada
uno lo tomaba por cosa tan propia suya, como si en ello les fuera
la vida y la honra, y no les iba m�s de ser cosa en que a ellos
les parec�a se serv�a el Se�or. Pareci� claro ayudar Su Majestad
al Maestro que he dicho, clerigo (49), que tambien era de los que
mucho me ayudaban, a quien el Obispo puso de su parte en una junta
grande (50) que se hizo, y el estaba solo contra todos y en fin,
los aplac� con decirles ciertos medios, que fue harto para que se
entretuviesen, mas ninguno bastaba para que luego no tornasen a
poner la vida, como dicen, en deshacerle. Este siervo de Dios que
digo, fue quien dio los h�bitos y puso el Sant�simo Sacramento, y
se vio en harta persecuci�n. Dur� esta bater�a casi medio a�o
(51), que decir los grandes trabajos que se pasaron por menudo,
ser�a largo.
19. Espant�bame yo de lo que pon�a el demonio contra unas
mujercitas y c�mo les parec�a a todos era gran da�o para el lugar
solas doce mujeres y la priora, que no han de ser m�s �digo a los
que lo contradec�an�, y de vida tan estrecha; que ya que fuera
da�o o yerro, era para s� mismas; mas da�o al lugar, no parece
llevaba camino; y ellos hallaban tantos, que con buena conciencia
lo contradec�an. Ya vinieron a decir que, como tuviese renta,
pasar�an por ello y que fuese adelante. Yo estaba ya tan cansada
de ver el trabajo de todos los que me ayudaban, m�s que del m�o,
que me parec�a no ser�a malo hasta que se sosegasen tener renta, y
dejarla despues. Y otras veces, como ruin e imperfecta, me parec�a
que por ventura lo quer�a el Se�or, pues sin ella no pod�amos
salir con ello, y ven�a ya en este concierto (52).
20. Estando la noche antes que se hab�a de tratar en oraci�n, y ya
se hab�a comenzado el concierto, d�jome el Se�or que no hiciese
tal, que si comenz�semos a tener renta, que no nos dejar�an
despues que lo dej�semos, y otras algunas cosas. La misma noche me
apareci� el santo fray Pedro de Alc�ntara, que era ya muerto (53),
y antes que muriese me escribi� �como supo la gran contradicci�n y
persecuci�n que ten�amos� que se holgaba fuese la fundaci�n con
contradicci�n tan grande, que era se�al se hab�a el Se�or servir
muy mucho en este monasterio, pues el demonio tanto pon�a en que
no se hiciese, y que en ninguna manera viniese en tener renta; y
aun dos o tres veces me persuadi� en la carta, y que, como esto
hiciese, ello vendr�a a hacerse todo como yo quer�a. Ya yo le
hab�a visto otras dos veces despues que muri�, y la gran gloria
que ten�a, y as� no me hizo temor, antes me holgue mucho; porque
siempre aparec�a como cuerpo glorificado, lleno de mucha gloria, y
d�bamela muy grand�sima verle. Acuerdome que me dijo la primera
vez que le vi, entre otras cosas, diciendome lo mucho que gozaba,
que dichosa penitencia hab�a sido la que hab�a hecho, que tanto
premio hab�a alcanzado.
21. Porque ya creo tengo dicho algo de esto (54), no digo aqu� m�s
de c�mo esta vez me mostr� rigor y s�lo me dijo que en ninguna
manera tomase renta y que por que no quer�a tomar su consejo, y
desapareci� luego.
Yo quede espantada, y luego otro d�a dije al caballero (55) �que
era a quien en todo acud�a como el que m�s en ello hac�a� lo que
pasaba, y que no se concertase en ninguna manera tener renta, sino
que fuese adelante el pleito. El estaba en esto mucho m�s fuerte
que yo, y holg�se mucho; despues me dijo cu�n de mala gana hablaba
en el concierto.
22. Despues se torn� a levantar otra persona (56), y sierva de
Dios harto, y con buen celo; ya que estaba en buenos terminos,
dec�a se pusiese en manos de letrados. Aqu� tuve hartos
desasosiegos, porque algunos de los que me ayudaban ven�an en
esto, y fue esta mara�a que hizo el demonio, de la m�s mala
digesti�n de todas. En todo me ayud� el Se�or, que as� dicho en
suma no se puede bien dar a entender lo que se pas� en dos a�os
(57) que se estuvo comenzada esta casa, hasta que se acab�. Este
medio postrero y lo primero fue lo m�s trabajoso.
23. Pues aplacada ya algo la ciudad, diose tan buena ma�a el Padre
Presentado Dominico que nos ayudaba (58), aunque no estaba
presente, mas hab�ale tra�do el Se�or a un tiempo que nos hizo
harto bien y pareci� haberle Su Majestad para solo este fin
tra�do, que me dijo el despues que no hab�a tenido para que venir,
sino que acaso lo hab�a sabido. Estuvo lo que fue menester.
Tornado a ir, procur� por algunas v�as que nos diese licencia
nuestro Padre Provincial para venir yo a esta casa con otras
algunas conmigo (59), (que parec�a casi imposible darla tan en
breve), para hacer el oficio (60) y ense�ar a las que estaban. Fue
grand�simo consuelo para m� el d�a que vinimos.
24. Estando haciendo oraci�n en la iglesia antes que entrase en el
monasterio, estando casi en arrobamiento, vi a Cristo que con
grande amor me pareci� me recib�a y pon�a una corona y
agradeciendome lo que hab�a hecho por su Madre.
Otra vez, estando todas en el coro en oraci�n despues de
Completas, vi a nuestra Se�ora con grand�sima gloria, con manto
blanco, y debajo de el parec�a ampararnos a todas; entend� cu�n
alto grado de gloria dar�a el Se�or a las de esta casa.
25. Comenzado a hacer el oficio (61), era mucha la devoci�n que el
pueblo comenz� a tener con esta casa. Tom�ronse m�s monjas, y
comenz� el Se�or a mover a los que m�s nos hab�an perseguido para
que mucho nos favoreciesen e hiciesen limosna; y as� aprobaban lo
que tanto hab�an reprobado, y poco a poco se dejaran del pleito y
dec�an que ya entend�an ser obra de Dios, pues con tanta
contracci�n Su Majestad hab�a querido fuese adelante. Y no hay al
presente nadie que le parezca fuera acertado dejarse de hacer, y
as� tienen tanta cuenta con proveernos de limosna, que sin haber
demanda (62) ni pedir a nadie, los despierta el Se�or para que nos
la env�en, y pasamos sin que nos falte lo necesario, y espero en
el Se�or ser� as� siempre; que, como son pocas, si hacen lo que
deben como Su Majestad ahora les da gracia para hacerlo, segura
estoy que no les faltar� ni habr�n menester ser cansosas (63), ni
importunar a nadie, que el Se�or se tendr� cuidado como hasta
aqu�. [26] Que es para m� grand�simo consuelo de verme aqu� metida
con almas tan desasidas. Su trato es entender c�mo ir�n adelante
en el servicio de Dios. La soledad es su consuelo, y pensar de ver
a nadie que no sea para ayudarlas a encender m�s el amor de su
Esposo, les es trabajo, aunque sean muy deudos; (64) y as� no
viene nadie a esta casa, sino quien trata de esto, porque ni las
contenta ni los contenta. No es su lenguaje otro sino hablar de
Dios, y as� no entienden ni las entiende sino quien habla el mismo
(65).
Guardamos la Regla de nuestra Se�ora del Carmen, y cumplida esta
sin relajaci�n, sino como la orden� fray Hugo, Cardenal de Santa
Sabina, que fue dada a 1248 a�os, en el a�o quinto del Pontificado
del Papa Inocencio IV (66).
27. Me parece ser�n bien empleados todos los trabajos que se han
pasado. Ahora, aunque tiene alg�n rigor, porque no se come jam�s
carne sin necesidad y ayuno de ocho meses y otras cosas, como se
ve en la misma primera Regla, en muchas aun se les hace poco a las
hermanas y guardan otras cosas que para cumplir esta con m�s
perfecci�n nos han parecido necesarias (67). Y espero en el Se�or
ha de ir muy delante lo comenzado, como Su Majestad me lo ha dicho
(68).
28. La otra casa que la beata que dije procuraba hacer, tambien la
favoreci� el Se�or, y est� hecha en Alcal� (69), y no le falt�
harta contradicci�n ni dej� de pasar trabajos grandes. Se que se
guarda en ella toda religi�n, conforme a esta primera Regla
nuestra (70). Plega al Se�or sea todo para gloria y alabanza suya
y de la gloriosa Virgen Mar�a, cuyo h�bito traemos, amen.
29. Creo se enfadar� vuestra merced (71) de la larga relaci�n que
he dado de este monasterio, y va muy corta para los muchos
trabajos y maravillas que el Se�or en esto ha obrado, que hay de
ello muchos testigos que lo podr�n jurar, y as� pido yo a vuestra
merced por amor de Dios, que si le pareciere romper lo dem�s que
aqu� va escrito (72), lo que toca a este monasterio vuestra merced
lo guarde y, muerta yo, lo de a las hermanas que aqu� estuvieren,
que animar� mucho para servir a Dios las que vinieren, y a
procurar no caiga lo comenzado, sino que vaya siempre adelante,
cuando vean lo mucho que puso Su Majestad en hacerla por medio de
cosa tan ruin y baja como yo.
Y pues el Se�or tan particularmente se ha querido mostrar en
favorecer para que se hiciese, pareceme a m� que har� mucho mal y
ser� muy castigada de Dios la que comenzare a relajar la
perfecci�n que aqu� el Se�or ha comenzado y favorecido para que se
lleve con tanta suavidad, que se ve muy bien es tolerable y se
puede llevar con descanso, y el gran aparejo que hay para vivir
siempre en el las que a solas quisieren gozar de su esposo Cristo;
que esto es siempre lo que han de pretender, y solas con El solo,
y no ser m�s de trece; porque esto tengo por muchos pareceres
sabido que conviene, y visto por experiencia, que para llevar el
esp�ritu que se lleva y vivir de limosna y sin demanda, que no se
sufre m�s (73). Y siempre crean m�s a quien con trabajos muchos y
oraci�n de muchas personas procur� lo que ser�a mejor; y en el
gran contento y alegr�a y poco trabajo que en estos a�os que ha
estamos en esta casa vemos tener todas, y con mucha m�s salud que
sol�an, se ver� ser esto lo que conviene. Y quien le pareciere
�spero (74), eche la culpa a su falta de esp�ritu y no a lo que
aqu� se guarda, pues personas delicadas y no sanas, porque le
tienen, con tanta suavidad lo pueden llevar, y v�yanse a otro
monasterio, adonde se salvar�n conforme a su esp�ritu.
NOTAS CAP�TULO 36
1 Sali� de Toledo a fines de junio o primeros de julio de 1562.
2 El Breve pontificio hab�a sido expedido por la Sagrada
Penitenciar�a y llevaba fecha de 7.2.1562. Tanto el texto del
Breve como la relativa s�plica pueden verse en La Reforma
Teresiana: documentario hist�rico de sus primeros d�as (Roma
1962), pp. 139-146.
3 Era Obispo de Avila, desde diciembre de 1560, Don Alvaro de
Mendoza. Se har� pronto gran amigo y colaborador de la Santa. En
1577 fue trasladado a la di�cesis de Palencia. Muri� en Valladolid
el 19.4.1586. Fue enterrado en la iglesia de San Jose (Avila).
4 �Francisco de Salcedo� anota Graci�n en su libro,
equivocadamente. Se trataba de Juan Bl�zquez (Vel�zquez) D�vila,
se�or de Loriana y padre del conde de Uceda, que sol�a acoger en
su casa de Avila a fray Pedro de Alc�ntara.
5 Hallar espaldas y cabida: hallar protecci�n y acogida.
6 Santo viejo: fray Pedro de Alc�ntara (cf. c. 27, 18). Contaba
unos 62 a�os.
7 Desde a muy poco: muy poco despues. Falleci� en Arenas de San
Pedro el 18 de octubre de 1562.
8 Como se pareci�: como se evidenci�.
9 Su cu�ado: Juan de Ovalle, casado con la hermana menor de la
Santa, Juana de Ahumada, residentes en Alba. Se hab�a trasladado a
Avila para trabajar en la adquisici�n de las casas para la
fundaci�n. Viaj� a Toledo para acompa�ar a la M. Teresa en su
viaje de regreso. En Avila cay� enfermo, y hubo de ser asistido
por la Santa.
10 En algunas personas: por parte de algunas personas.
11 Que se admitiese: que aceptase la fundaci�n.
12 Mi compa�era: Do�a Guiomar de Ulloa, a cuyo nombre ven�a
expedido el Breve de fundaci�n.
13 Cf. c. 35, 8.
14 D�a (fiesta) de San Bartolome: 24 de agosto de 1562.
15 Tomaron h�bito religioso Antonia de Henao con el nombre de
Antonia del Esp�ritu Santo, Mar�a de la Paz (en religi�n Mar�a de
la Cruz), Ursula de los Santos y Mar�a de Avila (en religi�n,
Mar�a de San Jose), hermana de Juli�n de Avila. Como delegado del
Obispo, les impuso el h�bito Gaspar Daza.
16 De nuestra casa de la Encarnaci�n: eran Do�a Ines y Do�a Juana
de Tapia, que al hacerse descalzas se llamaron Ines de Jes�s y Ana
de la Encarnaci�n.
17 En el n. 3 y en el c. 33, 1-2. 11.
18 Lo ha referido en el c. 33, 1-2.
19 Es decir: no se impon�a la obligaci�n de aportar dote, para ser
recibidas en el nuevo monasterio. Ello no obst� para que Antonia
del Esp�ritu Santo ofreciese 17.000 maraved�s, y Ursula de los
Santos, 300 ducados.
20 Desde a tres o cuatro horas: 3 � 4 horas despues.
21 Ordinario: el Obispo de Avila.
22 Yo no mudaba de obediencia: segu�a s�bdita del Provincial.
23 Me pon�a (= suger�a) el demonio...
24 En Toledo era su confesor el jesuita P. Domenech. En Avila a�n
no ha regularizado esa su situaci�n.
25 Por lapsus material, omiti� ese �que� en el aut�grafo. Seguimos
la lectura de fray Luis (p. 458).
26 Esta casa: carmelo de San Jose donde se halla cuando esto
escribe.
27 Alusi�n a Fil 4, 13 (cf. c. 13, 3).
28 En 28 a�os y m�s que hace soy monja. Hab�a tomado el h�bito a
fines de 1536. Por tanto, escribe estas p�ginas hacia finales de
1565.
29 Mi monasterio: la Encarnaci�n.
30 Lo ha dicho en el c. 32, 14-15; y c. 33, 2.
31 La prelada de la Encarnaci�n. �D� Isabel de Avila�, anota
Graci�n en su libro, pero se equivoca: era priora Mar�a Cimbr�n,
recien elegida en la temida asamblea de que habl� la Santa a su
partida de Toledo (12 de agosto de 1562: cf. c. 35, 7-8). Do�a
Isabel D�vila era la priora cesante. Do�a Mar�a Cimbr�n hab�a sido
priora por los a�os de la enfermedad de Teresa (1539-1542).
32 A la hora. inmediatamente.
33 C�rcel: celda de castigo en el monasterio. De hecho la Santa no
tuvo ese castigo.
34 Di mi descuento: dar explicaciones justificativas. Cf. nn. 13 y
14; c. 33, 3.
35 Enviaron aviso o recado al Provincial, Angel de Salazar.
36 Reminiscencia b�blica: Hech 5, 41.
37 Hice mi culpa: hice confesi�n p�blica de culpada: se refiere a
la pr�ctica de rito, prescrita para el cap�tulo de culpas.
38 Si fuese adelante: si continuase en pie la fundaci�n.
39 Regidores eran los asesores o asistentes del Concejo ciudadano;
Corregidor, el funcionario regio con autoridad judicial y
administrativa de la ciudad. Cabildo catedralicio, compuesto por
el de�n y los can�nigos. - La serie de sesiones del Concejo se
celebr� los d�as 25, 26, 29 y 30 de agosto. Hab�a precedido el d�a
22 una delaci�n de L�zaro D�vila �cantero veedor de las fuentes�.
Y seguir�n las sesiones del Concejo en los meses de septiembre,
octubre y noviembre, e incluso en el a�o siguiente 1563. Las actas
respectivas pueden verse publicadas en La Reforma Teresiana:
documentario de sus primeros d�as (Roma 1962), pp.152 y ss.
40 Rep�blica: en su acepci�n de �cosa p�blica� o comunidad
ciudadana.
41 Hicieron juntar...: alude a la convocatoria general del d�a 29
de agosto, para reunirse todos al d�a siguiente. El acta oficial
da una idea de la solemnidad del acto: �Sobre lo del monasterio. -
Este d�a, en el dicho concejo, los dichos se�ores Justicia,
Regidores, dijeron que para tratar y conferir sobre lo tocante al
monasterio que nuevamente se ha intentado hacer, acordaban y
mandaban que para ma�ana domingo, a las tres despues de medio d�a,
los se�ores Juan de Henao y Per�lvarez Serrano, de parte de esta
ciudad, pidan por merced a los se�ores De�n y Cabildo tengan por
bien nombren personas que vengan a lo susodicho para tratar de
ello a la dicha hora, y asimismo lo pidan y digan a los se�ores
don Francisco de Valderr�bano y Pedro del Peso, el Viejo, y, si el
se�or don Francisco tuviese ocupaci�n, se diga al se�or Diego de
Bracamonte, y asimismo se pida y haga saber a los se�ores Prior de
Santo Tom�s y Guardi�n de San Francisco y Prior de Nuestra Se�ora
del Carmen y a los Abades del monasterio de Santisp�ritus, y
Nuestra Se�ora de la Antigua, y a los Rectores del Nombre de
Jes�s, y a los letrados de la ciudad, y a Crist�bal Ju�rez y
Alonso de Robledo, para que haya de todos los estados de la dicha
ciudad para tratar de lo susodicho y para que cada uno diga su
parecer en ello, sirviendo a Dios Nuestro Se�or y a Su Majestad
del Rey nuestro Se�or, y procurando el bien de la rep�blica de
esta ciudad� (La Reforma Teresiana... p. 154-155).
42 En el aut�grafo de Vida, el propio Domingo B��ez anot� al
margen: �Esto fue el a�o de 1562, en fin de agosto; yo me halle
presente y di ese parecer. Fray Domingo Ba�es (rubrica y sigue:) y
cuando esto escribo es a�o de 1575, 2 de mayo, y tiene esta Madre
fundados 9 monasterios de gran religi�n�. Tambien Graci�n anot� al
margen de su libro: �El M� fray Domingo B��ez�.
43 Dos d�as que hubo estas juntas: seg�n las actas del Concejo,
fueron los d�as 25 y 26. Ya en la junta del d�a 26 se proyecta
recurrir al Consejo Real contra las monjas.
44 Enviaron al Consejo Real: el 12 de septiembre se decide apelar
al Consejo Real, y se nombra a Alonso de Robledo �para ir a Madrid
a entender en el negocio de las monjas de San Jose�, y se le
asigna �por cada un d�a de los que en ello ocupare un ducado�. -
Vino provisi�n: el 22 de septiembre regres� de Madrid Alonso de
Robledo con dos provisiones del Consejo Real, que fueron
notificadas al corregidor Garci Su�rez para que las haga ejecutar.
45 Estas siervas de Dios: las monjas de San Jose.
46 La priora de la Encarnaci�n, Mar�a Cimbr�n. Provincial: Angel
de Salazar.
47 �Gonzalo de Aranda�, anot� Graci�n en su libro. Aranda es
sacerdote diocesano. Confesor en la Encarnaci�n (lo seguir� siendo
en 1567). Gran amigo de la Madre Teresa, abogar� su causa ante el
Consejo Real en la Corte. Es hermano de Rodrigo de Aranda, que en
1577 ser� el encargado de llevar a Madrid la causa de las monjas
de la Encarnaci�n, vejadas por el Provincial Juan G. de la
Magdalena.
48 �Francisco de Salcedo�, anota Graci�n en su ejemplar de Vida.
Ya mencionado en los cc. 23, 6-7; 28, 17; 30, 6; 32, 18.
49 �Gaspar Daza�, anota de nuevo Graci�n. De el habl� la Santa en
el c. 23, 6 y ss. Ya intervino en la �junta grande� del 30 de
agosto. Seg�n las actas, est�n presentes �los licenciados Daza,
Cimbr�n y Ortega, letrados de la dicha ciudad�.
50 Junta grande del Concejo de la ciudad: alude probablemente a la
sesi�n solemne del 30 de agosto. Cf. nota 41.
51 Casi medio a�o de fuerte oposici�n: al menos hasta
enero/febrero de 1563. En las actas del Concejo, todav�a el 12 de
enero se urge al licenciado Pacheco y al se�or Juan de Henao, para
que insistan ante la Corte de Madrid.
52 Este concierto: dar rentas provisionales al monasterio de San
Jose. El 6 de noviembre, ante el Concejo de la ciudad, Juan de
Henao y Diego de Villena �dicen que quieren concierto y que
dotar�n al monasterio a vista del Se�or Obispo�. Pero ese mismo
d�a es rechazado por los se�ores del Concejo. (Cf. La Reforma
Teresiana... p. 160-161). - A continuaci�n: Si �se� comenz�semos,
escribi� la Santa por lapsus material.
53 Muri� el 19 de octubre de ese a�o de 1562. - Se conserva una
carta del Santo a la M. Fundadora, con fecha de 14.4.1562 (BMC, t.
2, p. 125). La aludida en este pasaje fue escrita por el Santo ya
muy enfermo en septiembre/octubre de 1562, y no la conocemos. La
conoci�, en cambio, F. de Ribera: �Tambien vi una carta que
escribi� el mismo a la Madre Teresa de Jes�s el septiembre
adelante: no tiene cuatro dedos de papel en ancho, sino s�lo lo
que era menester para lo que hab�a de escribir. El sobrescrito
dice: 'A la muy magn�fica y religios�sima se�ora Do�a Teresa de
Ahumada, en Avila, que nuestro Se�or haga santa� (Vida, L. 1, c.
17, p. 118).
54 En el c. 27, 19.
55 Al caballero santo: Francisco de Salcedo. - En el aut�grafo,
por lapsus, A quien todo...
56 Otra persona: desconocida.
57 En �tres� a�os, hab�a escrito. Luego enmend�. Fray Luis: �en
dos a�os� (p. 468).
58 �Fray Pedro Ib��ez�, anota Graci�n en su libro. Resid�a en
Trianos (Le�n). Estuvo presente en la �junta grande� del 30 de
agosto, juntamente con �fray Pedro Serrano, prior del monasterio y
casa insigne de Se�or santo Tom�s de Aquino el Real, de Avila�. El
P. Pedro figura como �fraile de dicha casa y Orden�. (La Reforma
Teresiana... p. 155-156).
59 Algunas otras monjas de la Encarnaci�n conmigo: fueron, entre
otras, Ana de San Juan (D�vila), Ana de los Angeles (G�mez), Mar�a
Isabel (Ord��ez) e Isabel de San Pablo (de la Pe�a).
60 Para hacer el oficio: el oficio de priora, o m�s probablemente
el rezo del oficio divino (cf. n. 25 y c. 38, 25).
61 Comenzando a hacer el oficio: a recitarlo en el coro, o a
celebrar los oficios lit�rgicos (si bien la Santa suele escribir:
�decir o rezar el Oficio Divino�) (Const. 21; Fund 17, 8; 24,
16.19...).
62 Sin haber demanda: sin petici�n p�blica al modo de los
mendicantes.
63 Cansosas: gravosas.
64 Deudos: parientes.
65 Cf. el pasaje paralelo de Fund. 1, 1.6.
66 La Santa puntualiza intecionadamente estos datos, tomados casi
a la letra de la Constituci�n Apost�lica �Quae honorem Conditoris�
(1.10.1247), que contiene el texto de la Regla carmelitana
adaptada por el Cardenal Hugo de San Caro ( 1263) y por fray
Guillermo, obispo titular de Antarados. A la Santa se le escap� un
error de data: 1248, en lugar de 1247. - Conviene recordar que la
Regla carmelitana, compuesta a principios del siglo XIII por San
Alberto, Patriarca de Jerusalen ( 1214) y aprobada por Honorio III
(30.1.1226), fue sucesivamente modificada y confirmada por
Inocencio IV (1247), y mitigada por Eugenio IV (15.2.1432). Cuando
la Santa escribe que en su monasterio de San Jose se guarda la
�Regla de nuestra Se�ora del Carmen... sin relajaci�n�, alude al
abandono de las cl�usulas de mitigaci�n de Eugenio IV, vigentes en
la Encarnaci�n. Ella y las monjas de San Jose han optado por la
Regla aprobada por Inocencio IV. Era el punto de partida, jur�dico
y espiritual, de su Reforma. De ah� su interes por dejar
constancia del hecho al concluir el relato de la fundaci�n de San
Jose.
67 Otras cosas, adem�s de las prescritas en la Regla: alusi�n al
primer esbozo de Constituciones de sus Carmelos.
68 La beata que dije: Mar�a de Jes�s. Fund� el monasterio de La
Imagen en Alcal� de Henares al a�o siguiente (1563): cf. c. 35, 1
y ss.
69 Esta primera Regla nuestra: la aludida en el n. 25 (cf. nota
66). Pero Mar�a de Jes�s opt� por una versi�n especial de la misma
Regla, adaptando su texto al Carmelo femenino.
70 Alude probablemente a las promesas del Se�or del c. 32, 11.
71 vVuestra merced: el P. Garc�a de Toledo.
72 Ya otras veces ha insinuado la hip�tesis de que su escrito
termine en el fuego (c. 10, 8), o en el cesto de los papeles (cc.
7, 22; 10, 7; 16, 8; 21, 4).
73 No se sufre (= no se soporta, no es posible) sean m�s de trece.
74 Aspero: Fray Luis ley� �espero� (p. 473), seguido por otros
editores inducidos a error por la edici�n facsimilar de Vida
(1873). El mismo fray Luis enmend� el error en la fe de erratas de
la edici�n pr�ncipe y en la siguiente edici�n de Vida (1589: p.
335).
CAP�TULO 37*.
Trata de los efectos que le quedaban cuando el Se�or le hab�a
hecho alguna merced. � Junta con esto harto buena doctrina. � Dice
c�mo se ha de procurar y tener en mucho ganar alg�n grado m�s de
gloria, y que por ning�n trabajo dejemos bienes que son perpetuos.
1. De mal se me hace (1) decir m�s de las mercedes que me ha hecho
el Se�or de las dichas (2), y aun son demasiadas para que se crea
haberlas hecho a persona tan ruin; mas por obedecer al Se�or, que
me lo ha mandado, y a vuestras mercedes (3), dire algunas cosas
para gloria suya. Plega a Su Majestad sea para aprovechar alg�n
alma ver que a una cosa tan miserable ha querido el Se�or as�
favorecer ��que har� a quien le hubiere de verdad servido?� y se
animen todos a contentar a Su Majestad, pues aun en esta vida da
tales prendas.
2. Lo primero, hase de entender que en estas mercedes que hace
Dios al alma hay m�s y menos gloria. Porque en algunas visiones
excede tanto la gloria y gusto y consuelo al que da en otras, que
yo me espanto de tanta diferencia de gozar, aun en esta vida.
Porque acaece ser tanta la diferencia que hay de un gusto y regalo
que da Dios en una visi�n o en un arrobamiento, que parece no es
posible poder haber m�s ac� que desear (4) y as� el alma no lo
desea ni pedir�a m�s contento. Aunque despues que el Se�or me ha
dado a entender la diferencia que hay en el cielo de lo que gozan
unos a lo que gozan otros cu�n grande es, bien veo que tambien ac�
no hay tasa en el dar cuando el Se�or es servido, y as� no querr�a
yo la hubiese en servir yo a Su Majestad y emplear toda mi vida y
fuerzas y salud en esto, y no querr�a por mi culpa perder un
tantito de m�s gozar. Y digo as� (5) que si me dijesen cu�l quiero
m�s, estar con todos los trabajos del mundo hasta el fin de el y
despues subir un poquito m�s en gloria, o sin ninguno irme a un
poco de gloria m�s baja, que de muy buena gana tomar�a todos los
trabajos por un tantito de gozar m�s de entender las grandezas de
Dios; pues veo que quien m�s le entiende m�s le ama y le alaba.
3. No digo que no me contentar�a y tendr�a por muy venturosa de
estar en el cielo, aunque fuese en el m�s bajo lugar, pues quien
tal le ten�a en el infierno, harta misericordia me har�a en esto
el Se�or, y plega a Su Majestad vaya yo all�, y no mire a mis
grandes pecados. Lo que digo es que, aunque fuese a muy gran costa
m�a, si pudiese y el Se�or me diese gracia para trabajar mucho, no
querr�a por mi culpa perder nada. �Miserable de m�, que con tantas
culpas lo ten�a perdido todo!
4. Hase de notar tambien que en cada merced que el Se�or me hac�a
de visi�n o revelaci�n quedaba mi alma con alguna gran ganancia, y
con algunas visiones quedaba con muy muchas.
De ver a Cristo me qued� imprimida su grand�sima hermosura, y la
tengo hoy d�a, porque para esto bastaba sola una vez, �cu�nto m�s
tantas como el Se�or me hace esta merced! Quede con un provecho
grand�simo y fue este: ten�a una grand�sima falta de donde me
vinieron grandes da�os, y era esta: que como comenzaba a entender
que una persona me ten�a voluntad y si me ca�a en gracia, me
aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria a pensar
en el, aunque no era con intenci�n de ofender a Dios, mas
holg�bame de verle y de pensar en el y en las cosas buenas que le
ve�a. Era cosa tan da�osa, que me tra�a el alma harto perdida.
Despues que vi la gran hermosura del Se�or, no ve�a a nadie que en
su comparaci�n me pareciese bien ni me ocupase; que, con poner un
poco los ojos de la consideraci�n en la imagen que tengo en mi
alma, he quedado con tanta libertad en esto, que despues ac� todo
lo que veo me parece hace asco en comparaci�n de las excelencias y
gracias que en este Se�or ve�a. Ni hay saber ni manera de regalo
que yo estime en nada, en comparaci�n del que es o�r sola una
palabra dicha de aquella divina boca, cu�nto m�s tantas. Y tengo
yo por imposible, si el Se�or por mis pecados no permite se me
quite esta memoria, podermela nadie ocupar de suerte que, con un
poquito de tornarme a acordar de este Se�or, no quede libre.
5. Acaeci�me con alg�n confesor (que siempre quiero mucho a los
que gobiernan mi alma) como los tomo en lugar de Dios tan de
verdad, pareceme que es siempre adonde mi voluntad m�s se emplea
y, como yo andaba con seguridad, mostr�bales gracia (6). Ellos,
como temerosos y siervos de Dios, tem�anse no me asiese en alguna
manera y me atase a quererlos, aunque santamente, y mostr�banme
desgracia. Esto era despues que yo estaba tan sujeta a
obedecerlos, que antes no los cobraba ese amor. Yo me re�a entre
m� de ver cu�n enga�ados estaban, aunque no todas veces trataba
tan claro lo poco que me ataba a nadie como lo ten�a en m� (7).
Mas asegur�balos y, trat�ndome m�s, conoc�an lo que deb�a al
Se�or; que estas sospechas que tra�an de m�, siempre era a los
principios.
Comenz�me mucho mayor amor y confianza de este Se�or en viendole,
como con quien ten�a conversaci�n tan continua. Ve�a que, aunque
era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de
los hombres, que entiende nuestra miserable compostura (8), sujeta
a muchas ca�das por el primer pecado que El hab�a venido a
reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es se�or. Porque
entiendo no es como los que ac� tenemos por se�ores, que todo el
se�or�o ponen en autoridades postizas: ha de haber horas de hablar
y se�aladas personas que los hablen; si es alg�n pobrecito que
tiene alg�n negocio, �m�s rodeos y favores y trabajos le ha de
costar tratarlo! �Oh que si es con el Rey! (9), aqu� no hay tocar
gente pobre y no caballerosa, sino preguntar quien son los m�s
privados; (10) y a buen seguro que no sean personas que tengan el
mundo debajo de los pies, porque estos hablan verdades, que no
temen ni deben; (11) no son para palacio, que all� no se deben
usar, sino callar lo que mal les parece, que aun pensarlo no deben
osar por no ser desfavorecidos.
6. �Oh Rey de gloria y Se�or de todos los reyes! �C�mo no es
vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin! �C�mo no son
menester terceros (12) para Vos! Con mirar vuestra persona, se ve
luego que es s�lo el que mereceis que os llamen Se�or, seg�n la
majestad mostr�is. No es menester gente de acompa�amiento ni de
guarda para que conozcan que sois Rey. Porque ac� un rey solo mal
se conocer� por s�. Aunque el m�s quiera ser conocido por rey, no
le creer�n, que no tiene m�s que los otros; es menester que se vea
por que lo creer, y as� es raz�n tenga estas autoridades postizas,
porque si no las tuviese no le tendr�an en nada. Porque no sale de
s� el parecer poderoso. De otros le ha de venir la autoridad.
�Oh Se�or m�o, oh Rey m�o! �Quien supiera ahora representar la
majestad que teneis! Es imposible dejar de ver que sois gran
Emperador en Vos mismo, que espanta mirar esta majestad; mas m�s
espanta, Se�or m�o, mirar con ella vuestra humildad y el amor que
mostr�is a una como yo. En todo se puede tratar y hablar con Vos
como quisieramos, perdido el primer espanto y temor de ver vuestra
majestad, con quedar mayor para no ofenderos; mas no por miedo del
castigo, Se�or m�o, porque este no se tiene en nada en comparaci�n
de no perderos a Vos.
7. Hela aqu� los provechos de esta visi�n, sin otros grandes que
deja en el alma. Si es de Dios, entiendese por los efectos, cuando
el alma tiene luz; porque, como muchas veces he dicho (13), quiere
el Se�or que este en tinieblas y que no vea esta luz, y as� no es
mucho tema la que se ve tan ruin como yo. No ha m�s que ahora que
me ha acaecido estar ocho d�as que no parece hab�a en m� ni pod�a
tener conocimiento de lo que debo a Dios, ni acuerdo de las
mercedes, sino tan embobada el alma y puesta no se en que, ni
c�mo, no en malos pensamientos, mas para los buenos estaba tan
inh�bil, que me re�a de m� y gustaba de ver la bajeza de un alma
cuando no anda Dios siempre obrando en ella. Bien ve que no est�
sin El en este estado, que no es como los grandes trabajos que he
dicho tengo algunas veces; (14) mas aunque pone le�a y hace eso
poco que puede de su parte, no hay arder el fuego de amor de Dios
(15). Harta misericordia suya es que se ve el humo, para entender
que no est� del todo muerto. Torna el Se�or a encender (16), que
entonces un alma, aunque se quiebre la cabeza en soplar y en
concertar los le�os, parece que todo lo ahoga m�s. Creo es lo
mejor rendirse del todo a que no puede nada por s� sola, y
entender en otras cosas �como he dicho� (17) meritorias; porque
por ventura la quita el Se�or la oraci�n para que entienda en
ellas y conozca por experiencia lo poco que puede por s�.
8. Es cierto que yo me he regalado hoy con el Se�or y atrevido a
quejarme de Su Majestad, y le he dicho: ��c�mo Dios m�o, que no
basta que me teneis en esta miserable vida, y que por amor de Vos
paso por ello, y quiero vivir adonde todo es embarazos para no
gozaros, sino que he de comer y dormir y negociar y tratar con
todos, y todo lo paso por amor de Vos, pues bien sabeis, Se�or
m�o, que me es tormento grand�simo, y que tan poquitos ratos como
me quedan para gozar de Vos os me escond�is? �C�mo se compadece
esto (18) en vuestra misericordia? �C�mo lo puede sufrir el amor
que me teneis? Creo yo, Se�or, que si fuera posible poderme
esconder yo de Vos, como Vos de m�, que pienso y creo del amor que
me teneis que no lo sufrierais; mas est�isos Vos conmigo, y veisme
siempre. �No se sufre esto, Se�or m�o! Supl�coos mireis que se
hace agravio a quien tanto os ama�.
9. Esto y otras cosas me ha acaecido decir, entendiendo primero
c�mo era piadoso (19) el lugar que ten�a en el infierno para lo
que merec�a. Mas algunas veces desatina tanto el amor, que no me
siento, sino que en todo mi seso doy estas quejas, y todo me lo
sufre el Se�or. �Alabado sea tan buen Rey! �Lleg�ramos a los de la
tierra con estos atrevimientos!... Aun ya al rey no me maravillo
que no se ose hablar, que es raz�n se tema, y a los se�ores que
representan ser cabezas; mas est� ya el mundo de manera, que
hab�an de ser m�s largas las vidas para deprender los puntos y
novedades y maneras que hay de crianza, si han de gastar algo de
ella en servir a Dios. Yo me santiguo (20) de ver lo que pasa. El
caso es que ya yo no sab�a c�mo vivir cuando aqu� me met�; porque
no se toma de burla cuando hay descuido en tratar con las gentes
mucho m�s que merecen, sino que tan de veras lo toman por afrenta,
que es menester hacer satisfacciones de vuestra intenci�n, si hay
�como digo� descuido; y aun plega a Dios lo crean.
10. Torno a decir que, cierto, yo no sab�a c�mo vivir, porque se
ve una pobre de alma fatigada: ve que la mandan que ocupe siempre
el pensamiento en Dios y que es necesario traerle en El para
librarse de muchos peligros; por otro cabo ve que no cumple perder
punto en puntos de mundo (21), so pena de no dejar de dar ocasi�n
a que se tienten los que tienen su honra puesta en estos puntos.
Tra�ame fatigada, y nunca acababa de hacer satisfacciones (22),
porque no pod�a �aunque lo estudiaba� dejar de hacer muchas faltas
en esto, que, como digo, no se tiene en el mundo por peque�a.
�Y es verdad que en las Religiones, que de raz�n hab�amos en estos
casos estar disculpados, hay disculpa? �No, que dicen que los
monasterios ha de ser corte de crianza y de saberla. Yo cierto que
no puedo entender esto. He pensado si dijo alg�n santo que hab�a
de ser corte para ense�ar a los que quisiesen ser cortesanos del
cielo, y lo han entendido al reves. Porque traer este cuidado
quien es raz�n le traiga continuo en contentar a Dios y aborrecer
el mundo, que le pueda traer tan grande en contentar a los que
viven en el en estas cosas que tantas veces se mudan, no se c�mo.
Aun si se pudiera deprender de una vez, pasara; mas aun para
t�tulos de cartas es ya menester haya c�tedra (23), adonde se lea
c�mo se ha de hacer �a manera de decir�, porque ya se deja papel
de una parte, ya de otra, y a quien no se sol�a poner magn�fico,
se ha de poner ilustre (24).
11. Yo no se en que ha de parar, porque a�n no he yo cincuenta
a�os (25), y en lo que he vivido he visto tantas mudanzas, que no
se vivir; pues los que ahora nacen y vivieren muchos, �que han de
hacer? Por cierto, yo he l�stima a gente espiritual que est�
obligada a estar en el mundo por algunos santos fines, que es
terrible la cruz que en esto llevan. Si se pudiesen concertar
todos y hacerse ignorantes y querer que los tengan por tales en
estas ciencias, de mucho trabajo se quitar�an.
12. Mas �en que bober�as me he metido! Por tratar en las grandezas
de Dios, he venido a hablar de las bajezas del mundo. Pues el
Se�or me ha hecho merced en haberle dejado, quiero ya salir de el.
All� se avengan los que sustentan con tanto trabajo estas
nader�as. Plega a Dios que en la otra vida, que es sin mudanzas,
no las paguemos. Amen.
NOTAS CAP�TULO 37
* Comienza la �ltima secci�n del libro, redactada bajo la presi�n
de los te�logos asesores y por impulso interior (�por obedecer al
Se�or que me lo ha mandado�, n. 1). Tras el relato de la fundaci�n
de San Jose (cc. 32-36), vuelve al argumento de su vida interior:
pocos episodios externos y predominio de gracias m�sticas. Todas
ellas del per�odo m�s reciente: a�os 1563-1565.
1 De mal se me hace: lo siento, me contrar�a...
2 En otro orden: acerca de las mercedes que me ha hecho el Se�or,
decir m�s que las ya dichas...
3 Vuestras mercedes: Alusi�n al P. Garc�a de Toledo y,
probablemente, al P. Domingo B��ez.
4 En otro orden: poder haber ac� m�s (cosas) que desear...
5 Orden de las dos frases: ... perder de gozar un tantito m�s. Y
as� digo...
6 Mostr�bales gracia... (y enseguida) mostr�banme desgracia...:
mostrar agrado o desagrado, simpat�a o antipat�a.
7 Tan claro... como lo ten�a en m�: como era claro para m�.
8 Compostura: hechura, condici�n natural.
9 Fray Luis (p. 478) y otros editores leen: �o que si es el rey,
aqu� no hay tocar...�. - Aqu� equivale a: �en este caso�.
10 Los m�s privados: los validos.
11 No temen ni deben: frase proverbial que equivale a: �obras sin
miramiento ni respetos humanos�.
12 Terceros (sustantivo): mediador (cf. C. 3, 9. - En Const. 15.
18. 38 equivale a �acompa�ante�).
13 En el c. 30, 8-18.
14 Ib.
15 As� el aut�grafo. Los editores modernos, inducidos a error por
la edici�n fotolitogr�fica del mismo, omiten las palabras �de
Dios�, en contra de fray Luis que edit� correctamente (p. 481).
Cf. esa misma imagen en el c. 39, 23.
16 Acender, escribe la Santa.
17 Lo ha aconsejado ya en el c. 11, 15-16.
18 Equivale a: �c�mo se compagina esto con...�
19 Piadoso: benigno, no cruel.
20 Yo me santiguo: me asombro, me hago cruces (cf. c. 19, 10.
21 No cumple: no es conveniente (cf. c. 16, 6). - Perder punto en
puntos de mundo: ir�nico juego de palabras: perder detalle en
puntillos de honra o en etiqueta mundana.
22 Hacer satisfacciones: pedir excusas...
23 C�tedra (ella escribe �c�treda�) en que se lea: en que se den
lecciones.
24 Dura cr�tica de aquella sociedad. Volver� a criticarla en c. 2,
4; 27, 5. Felipe II hubo de publicar una pragm�tica reguladora de
esos tratamientos (8 de octubre de 1586).
25 No he (tengo) yo cincuenta a�os: escribe esto a fines de 1565,
y hab�a nacido el 28.3.1515: 50 a�os.
CAP�TULO 38
En que trata de algunas grandes mercedes que el Se�or la hizo, as�
en mostrarle algunos secretos del cielo, como otras grandes
visiones y revelaciones que Su Majestad tuvo por bien viese. �
Dice los efectos con que la dejaban y el gran aprovechamiento que
quedaba en su alma.
1. Estando una noche tan mala que quer�a excusarme de tener
oraci�n, tome un rosario por ocuparme vocalmente, procurando no
recoger el entendimiento, aunque en lo exterior estaba recogida en
un oratorio.
Cuando el Se�or quiere, poco aprovechan estas diligencias. Estuve
as� bien poco, y v�nome un arrebatamiento de esp�ritu con tanto
�mpetu que no hubo poder resistir. Parec�ame estar metida en el
cielo, y las primeras personas que all� vi fue a mi padre y madre,
y tan grandes cosas �en tan breve espacio como se pod�a decir una
avemar�a� que yo quede bien fuera de m�, pareciendome muy
demasiada merced.
Esto de en tan breve tiempo, ya puede ser fuese m�s, sino que se
hace muy poco (1). Tem� no fuese alguna ilusi�n, puesto que no me
lo parec�a. No sab�a que hacer, porque hab�a gran verg�enza de ir
al confesor (2) con esto; y no por humilde, a mi parecer, sino que
me parec�a hab�a de burlar de m� y decir: que �que San Pablo para
ver cosas del cielo, o San Jer�nimo! (3) Y por haber tenido estos
santos gloriosos cosas de estas me hac�a m�s temor a m�, y no
hac�a sino llorar mucho, porque no me parec�a llevaba ning�n
camino. En fin, aunque m�s sent�, fui al confesor, porque callar
cosa jam�s osaba, aunque m�s sintiese en decirla, por el gran
miedo que ten�a de ser enga�ada. El, como me vio tan fatigada, que
me consol� mucho y dijo hartas cosas buenas para quitarme de pena.
2. Andando m�s el tiempo, me ha acaecido y acaece esto algunas
veces.
Ibame el Se�or mostrando m�s grandes secretos. Porque querer ver
el alma m�s de lo que se representa, no hay ning�n remedio, ni es
posible, y as� no ve�a m�s de lo que cada vez quer�a el Se�or
mostrarme. Era tanto, que lo menos bastaba para quedar espantada y
muy aprovechada el alma para estimar y tener en poco todas las
cosas de la vida.
Quisiera yo poder dar a entender algo de lo menos que entend�a, y
pensando c�mo puede ser, hallo que es imposible; porque en s�lo la
diferencia que hay de esta luz que vemos a la que all� se
representa, siendo todo luz, no hay comparaci�n, porque la
claridad del sol parece cosa muy desgustada (4). En fin, no
alcanza la imaginaci�n, por muy sutil que sea, a pintar ni trazar
c�mo ser� esta luz, ni ninguna cosa de las que el Se�or me daba a
entender con un deleite tan soberano que no se puede decir. Porque
todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad, que ello no
se puede encarecer, y as� es mejor no decir m�s.
3. Hab�a una vez estado as� m�s de una hora mostr�ndome el Se�or
cosas admirables, que no me parece se quitaba de cabe m�. D�jome:
Mira, hija, que pierden los que son contra M�; no dejes de
dec�rselo.
�Ay, Se�or m�o, y que poco aprovecha mi dicho a los que sus hechos
los tienen ciegos, si Vuestra Majestad no les da luz! A algunas
personas, que Vos la habeis dado, aprovech�dose han de saber
vuestras grandezas; mas venlas, Se�or m�o, mostradas a cosa tan
ruin y miserable (5), que tengo yo en mucho que haya habido nadie
que me crea. Bendito sea vuestro nombre y misericordia, que �al
menos a m� conocida mejor�a he visto en mi alma.
Despues quisiera ella estarse siempre all� y no tornar a vivir,
porque fue grande el desprecio que me qued� de todo lo de ac�:
parec�ame basura y veo yo cu�n bajamente nos ocupamos los que nos
detenemos en ello.
4. Cuando estaba con aquella se�ora que he dicho (6), me acaeci�
una vez, estando yo mala del coraz�n (porque, como he dicho (7),
le he tenido recio, aunque ya no lo es), como era de mucha
caridad, h�zome sacar joyas de oro y piedras, que las ten�a de
gran valor, en especial una de diamantes que apreciaban en mucho.
Ella pens� que me alegraran. Yo estaba riendome entre m� y
habiendo l�stima de ver lo que estiman los hombres, acord�ndome de
lo que nos tiene guardado el Se�or, y pensaba cu�n imposible me
ser�a, aunque yo conmigo misma lo quisiese procurar, tener en algo
a aquellas cosas, si el Se�or no me quitaba la memoria de otras.
Esto es un gran se�or�o para el alma, tan grande que no se si lo
entender� sino quien lo posee; porque es el propio y natural
desasimiento, porque es sin trabajo nuestro; todo lo hace Dios,
que muestra Su Majestad estas verdades de manera, que quedan tan
imprimidas que se ve claro no lo pudieramos por nosotros de
aquella manera en tan breve tiempo adquirir.
5. Qued�me tambien poco miedo a la muerte, a quien yo siempre
tem�a mucho. Ahora pareceme facil�sima cosa para quien sirve a
Dios, porque en un momento se ve el alma libre de esta c�rcel (8)
y puesta en descanso. Que este llevar Dios el esp�ritu y mostrarle
cosas tan excelentes en estos arrebatamientos, pareceme a m�
conforma mucho a cuando sale un alma del cuerpo, que en un
instante se ve en todo este bien; dejemos los dolores de cuando se
arranca, que hay poco caso que hacer de ellos; y a los que de
veras amaren a Dios y hubieren dado de mano a las cosas de esta
vida, m�s suavemente deben de morir.
6. Tambien me parece me aprovech� mucho para conocer nuestra
verdadera tierra (9) y ver que somos ac� peregrinos, y es gran
cosa ver lo que hay all� y saber ad�nde hemos de vivir. Porque si
uno ha de ir a vivir de asiento a una tierra, esle gran ayuda,
para pasar el trabajo del camino, haber visto que es tierra adonde
ha de estar muy a su descanso, y tambien para considerar las cosas
celestiales y procurar que nuestra conversaci�n sea all�; (10)
h�cese con facilidad. Esto es mucha ganancia, porque s�lo mirar el
cielo recoge el alma; porque, como ha querido el Se�or mostrar
algo de lo que hay all�, est�se pensando, y acaeceme algunas veces
ser los que me acompa�an y con los que me consuelo los que se que
all� viven, y parecerme aquellos verdaderamente los vivos, y los
que ac� viven, tan muertos, que todo el mundo me parece no me hace
compa��a, en especial cuando tengo aquellos �mpetus.
7. Todo me parece sue�o lo que veo, y que es burla, con los ojos
del cuerpo (11). Lo que he ya visto con los del alma, es lo que
ella desea, y como se ve lejos, este es el morir. En fin, es
grand�sima la merced que el Se�or hace a quien da semejantes
visiones, porque la ayuda mucho, y tambien a llevar una pesada
cruz, porque todo no la satisface (12), todo le da en rostro. Y si
el Se�or no permitiese a veces se olvidase, aunque se torna a
acordar, no se c�mo se podr�a vivir. �Bendito sea y alabado por
siempre jam�s!
Plega a Su Majestad, por la sangre que su Hijo derram� por m�, que
ya que ha querido entienda algo de tan grandes bienes y que
comience en alguna manera a gozar de ellos, no me acaezca lo que a
Lucifer, que por su culpa lo perdi� todo. No lo permita por quien
El es, que no tengo poco temor algunas veces; aunque por otra
parte, y lo muy ordinario, la misericordia de Dios me pone
seguridad, que, pues me ha sacado de tantos pecados, no querr�
dejarme de su mano para que me pierda.
Esto suplico yo a vuestra merced (13) siempre le suplique.
8. Pues no son tan grandes las mercedes dichas, a mi parecer, como
esta que ahora dire, por muchas causas y grandes bienes que de
ella me quedaron y gran fortaleza en el alma; aunque, mirada cada
cosa por s�, es tan grande, que no hay que comparar.
9. Estaba un d�a, v�spera del Esp�ritu Santo, despues de misa
(14). Fuime a una parte bien apartada, adonde yo rezaba muchas
veces, y comence a leer en un Cartujano esta fiesta (15). Y
leyendo las se�ales que han de tener los que comienzan y
aprovechan y los perfectos, para entender est� con ellos el
Esp�ritu Santo, le�dos estos tres estados, pareci�me, por la
bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo, a lo que yo pod�a
entender. Est�ndole alabando y acord�ndome de otra vez que lo
hab�a le�do, que estaba bien falta de todo aquello, que lo ve�a yo
muy bien, as� como ahora entend�a lo contrario de m�, y as� conoc�
era merced grande la que el Se�or me hab�a hecho. Y as� comence a
considerar el lugar que ten�a en el infierno merecido por mis
pecados, y daba muchos loores a Dios, porque no me parec�a conoc�a
mi alma seg�n la ve�a trocada. Estando en esta consideraci�n,
diome un �mpetu grande, sin entender yo la ocasi�n. Parec�a que el
alma se me quer�a salir del cuerpo, porque no cab�a en ella (16)
ni se hallaba capaz de esperar tanto bien. Era �mpetu tan
excesivo, que no me pod�a valer y, a mi parecer, diferente de
otras veces, ni entend�a que hab�a el alma, ni que quer�a, que tan
alterada estaba. Arrimeme, que aun sentada no pod�a estar, porque
la fuerza natural me faltaba toda.
10. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien
diferente de las de ac�, porque no ten�a estas plumas, sino las
alas de unas conchicas que echaban de s� gran resplandor. Era
grande m�s que paloma. Pareceme que o�a el ruido que hac�a con las
alas. Estar�a aleando espacio de un avemar�a. Ya el alma estaba de
tal suerte, que, perdiendose a s� de s�, la perdi� de vista (17).
Soseg�se el esp�ritu con tan buen huesped, que, seg�n mi parecer,
la merced tan maravillosa le deb�a de desasosegar y espantar; y
como comenz� a gozarla, quit�sele el miedo y comenz� la quietud
con el gozo, quedando en arrobamiento.
11. Fue grand�sima la gloria de este arrobamiento. Quede lo m�s de
la Pascua (18) tan embobada y tonta, que no sab�a que me hacer, ni
c�mo cab�a en m� tan gran favor y merced. No o�a ni ve�a, a manera
de decir, con gran gozo interior. Desde aquel d�a entend� quedar
con grand�simo aprovechamiento en m�s subido amor de Dios y las
virtudes muy m�s fortalecidas. Sea bendito y alabado por siempre,
amen.
12. Otra vez vi la misma paloma sobre la cabeza de un padre de la
Orden de Santo Domingo (19), salvo que me pareci� los rayos y
resplandor de las mismas alas que se extend�an mucho m�s. Di�seme
a entender hab�a de traer almas a Dios.
13. Otra vez vi estar a nuestra Se�ora poniendo una capa muy
blanca al Presentado de esta misma Orden (20), de quien he tratado
algunas veces. D�jome que por el servicio que la hab�a hecho en
ayudar a que se hiciese esta casa le daba aquel manto en se�al que
guardar�a su alma en limpieza de ah� adelante y que no caer�a en
pecado mortal (21). Yo tengo cierto que as� fue; porque desde a
pocos a�os muri� (22), y su muerte y lo que vivi� fue con tanta
penitencia la vida, y la muerte con tanta santidad, que, a cuanto
se puede entender, no hay que poner duda. D�jome un fraile que
hab�a estado a su muerte, que antes que expirase le dijo c�mo
estaba con el Santo Tom�s. Muri� con gran gozo y deseo de salir de
este destierro. Despues me ha aparecido algunas veces con muy gran
gloria y d�chome algunas cosas. Ten�a tanta oraci�n que, cuando
muri�, que con la gran flaqueza la quisiera excusar, no pod�a,
porque ten�a muchos arrobamientos. Escribi�me poco antes que
muriese, que que medio tendr�a; porque, como acababa de decir
misa, se quedaba con arrobamiento mucho rato (23), sin poderlo
excusar. Diole Dios al fin el premio de lo mucho que hab�a servido
toda su vida.
14. Del rector de la Compa��a de Jes�s �que algunas veces he hecho
de el menci�n� (24) he visto algunas cosas de grandes mercedes que
el Se�or le hac�a, que, por no alargar, no las pongo aqu�.
Acaeci�le una vez un gran trabajo, en que fue muy perseguido, y se
vio muy afligido. Estando yo un d�a oyendo misa, vi a Cristo en la
cruz cuando alzaba la Hostia; d�jome algunas palabras que le
dijese de consuelo, y otras previniendole de lo que estaba por
venir y poniendole delante lo que hab�a padecido por el, y que se
aparejase para sufrir. Diole esto mucho consuelo y �nimo, y todo
ha pasado despues como el Se�or me lo dijo.
15. De los de la Orden de este Padre, que es la Compa��a de Jes�s,
toda la Orden junta he visto grandes cosas: vilos en el cielo con
banderas blancas en las manos algunas veces, y, como digo, otras
cosas he visto de ellos de mucha admiraci�n; y as� tengo esta
Orden en gran veneraci�n, porque los he tratado mucho y veo
conforma su vida con lo que el Se�or me ha dado de ellos a
entender.
16. Estando una noche en oraci�n, comenz� el Se�or a decirme
algunas palabras trayendome a la memoria por ellas cu�n mala hab�a
sido mi vida, que me hac�an harta confusi�n y pena; porque, aunque
no van con rigor, hacen un sentimiento y pena que deshacen, y
sientese m�s aprovechamiento de conocernos con una palabra de
estas que en muchos d�as que nosotros consideremos nuestra
miseria, porque trae consigo esculpida una verdad que no la
podemos negar. Represent�me las voluntades con tanta vanidad que
hab�a tenido, y d�jome que tuviese en mucho querer que se pusiese
en El voluntad que tan mal se hab�a gastado como la m�a, y
admitirla El.
Otras veces me dijo que me acordase cuando parece ten�a por honra
el ir contra la suya. Otras, que me acordase lo que le deb�a; que,
cuando yo le daba mayor golpe, estaba El haciendome mercedes. Si
ten�a algunas faltas, que no son pocas, de manera me las da Su
Majestad a entender, que toda parece me deshago, y como tengo
muchas, es muchas veces. Acaec�ame reprenderme el confesor, y
quererme consolar en la oraci�n y hallar all� la reprensi�n
verdadera.
17. Pues tornando a lo que dec�a (25), como comenz� el Se�or a
traerme a la memoria mi ruin vida, a vuelta de mis l�grimas (como
yo entonces no hab�a hecho nada, a mi parecer), pense si me quer�a
hacer alguna merced. Porque es muy ordinario, cuando alguna
particular merced recibo del Se�or, haberme primero deshecho a m�
misma, para que vea m�s claro cu�n fuera de merecerlas yo son;
pienso lo debe el Se�or de hacer.
Desde a un poco, fue tan arrebatado mi esp�ritu, que casi me
pareci� estaba del todo fuera del cuerpo; al menos no se entiende
que se vive en el. Vi a la Humanidad sacrat�sima con m�s excesiva
gloria que jam�s la hab�a visto. Represent�seme por una noticia
admirable y clara estar metido en los pechos del Padre (26). Esto
no sabre yo decir c�mo es, porque sin ver me pareci� me vi
presente (27) de aquella Divinidad. Quede tan espantada y de tal
manera, que me parece pasaron algunos d�as que no pod�a tornar en
m�; y siempre me parec�a tra�a presente aquella majestad del Hijo
de Dios, aunque no era como la primera. Esto bien lo entend�a yo,
sino que queda tan esculpido en la imaginaci�n, que no lo puede
quitar de s� �por en breve que haya pasado� (28) por alg�n tiempo,
y es harto consuelo y aun aprovechamiento.
18. Esta misma visi�n he visto otras tres veces. Es, a mi parecer,
la m�s subida visi�n que el Se�or me ha hecho merced que vea, y
trae consigo grand�simos provechos. Parece que purifica el alma en
gran manera, y quita la fuerza casi del todo a esta nuestra
sensualidad (29). Es una llama grande, que parece abrasa y
aniquila todos los deseos de la vida; porque ya que yo, gloria a
Dios, no los ten�a en cosas vanas, declar�seme aqu� bien c�mo era
todo vanidad, y cu�n vanos, y cu�n vanos (30) son los se�or�os de
ac�. Y es un ense�amiento grande para levantar los deseos en la
pura verdad. Queda imprimido un acatamiento que no sabre yo decir
c�mo, mas es muy diferente de lo que ac� podemos adquirir. Hace un
espanto al alma grande de ver c�mo os�, ni puede nadie osar,
ofender una majestad tan grand�sima.
19. Algunas veces habre dicho estos efectos de visiones y otras
cosas, mas ya he dicho (31) que hay m�s y menos aprovechamiento;
de esta queda grand�simo.
Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella majestad
grand�sima que hab�a visto, y miraba que era el que estaba en el
Sant�simo Sacramento (y muchas veces quiere el Se�or que le vea en
la Hostia), los cabellos se me espeluzaban (32), y toda parec�a me
aniquilaba. �Oh Se�or m�o! Mas si no encubrierais vuestra
grandeza, �quien osara llegar tantas veces a juntar cosa tan sucia
y miserable con tan gran majestad? �Bendito se�is, Se�or! Alaben
os los �ngeles y todas las criaturas, que as� med�s las cosas con
nuestra flaqueza, para que, gozando de tan soberanas mercedes, no
nos espante vuestro gran poder de manera que aun no las osemos
gozar, como gente flaca y miserable.
20. Podr�anos acaecer lo que a un labrador, y esto se cierto que
pas� as�; hall�se un tesoro, y como era m�s que cab�a en su �nimo,
que era bajo, en viendose con el le dio una tristeza, que poco a
poco se vino a morir de puro afligido y cuidadoso de no saber que
hacer de el. Si no le hallara junto, sino que poco a poco se le
fueran dando y sustentando con ello, viviera m�s contento que
siendo pobre, y no le costara la vida.
21. �Oh riqueza de los pobres, y que admirablemente sabeis
sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas, poco a
poco se las vais mostrando!
Cuando yo veo una majestad tan grande disimulada en cosa tan poca
como es la Hostia, es as� que despues ac� a m� me admira sabidur�a
tan grande, y no se c�mo me da el Se�or �nimo ni esfuerzo para
llegarme a El; si El, que me ha hecho tan grandes mercedes y hace,
no me le diese, ni ser�a posible poderlo disimular, ni dejar de
decir a voces tan grandes maravillas. �Pues que sentir� una
miserable como yo, cargada de abominaciones y que con tan poco
temor de Dios ha gastado su vida, de verse llegar a este Se�or de
tan gran majestad cuando quiere que mi alma le vea? �C�mo ha de
juntar boca, que tantas palabras ha hablado contra el mismo Se�or,
a aquel cuerpo glorios�simo, lleno de limpieza y de piedad? Que
duele mucho m�s y aflige al alma, por no le haber servido, el amor
que muestra aquel rostro de tanta hermosura con una ternura y
afabilidad, que temor pone la majestad que ve en El.
Mas �que podr�a yo sentir dos veces que vi esto que dire? (33).
22. Cierto, Se�or m�o y gloria m�a, que estoy por decir que, en
alguna manera, en estas grandes aflicciones que siente mi alma he
hecho algo en vuestro servicio. �Ay... que no se que me digo...,
que casi sin hablar yo, escribo ya esto!; porque me hallo turbada
y algo fuera de m�, como he tornado a traer a mi memoria estas
cosas. Bien dijera, si viniera de m� este sentimiento, que hab�a
hecho algo por Vos, Se�or m�o. Mas, pues no puede haber buen
pensamiento si Vos no le dais, no hay que me agradecer. Yo soy la
deudora, Se�or, y Vos el ofendido.
23. Llegando una vez a comulgar, vi dos demonios con los ojos del
alma (34), m�s claro que con los del cuerpo, con muy abominable
figura. Pareceme que los cuernos rodeaban la garganta del pobre
sacerdote, y vi a mi Se�or con la majestad que tengo dicha puesto
en aquellas manos, en la Forma que me iba a dar, que se ve�a claro
ser ofendedoras suyas; y entend� estar aquel alma en pecado
mortal.
�Que ser�a, Se�or m�o, ver vuestra hermosura entre figuras tan
abominables? Estaban ellos como amedrentados y espantados delante
de Vos, que de buena gana parece que huyeran si Vos los dejarais
ir. Diome tan gran turbaci�n, que no se c�mo pude comulgar, y
quede con gran temor, pareciendome que, si fuera visi�n de Dios,
que no permitiera Su Majestad viera yo el mal que estaba en aquel
alma. D�jome el mismo Se�or que rogase por el, y que lo hab�a
permitido para que entendiese yo la fuerza que tienen las palabras
de la consagraci�n, y c�mo no deja Dios de estar all� por malo que
sea el sacerdote que las dice, y para que viese su gran bondad,
c�mo se pone en aquellas manos de su enemigo, y todo para bien m�o
y de todos.
Entend� bien cu�n m�s obligados est�n los sacerdotes a ser buenos
que otros, y cu�n recia cosa es tomar este Sant�simo Sacramento
indignamente (35), y cu�n se�or es el demonio del alma que est� en
pecado mortal. Harto gran provecho me hizo y harto conocimiento me
puso de lo que deb�a a Dios. Sea bendito por siempre jam�s.
24. Otra vez me acaeci� as� otra cosa que me espant� muy mucho.
Estaba en una parte adonde se muri� cierta persona que hab�a
vivido harto mal, seg�n supe, y muchos a�os; mas hab�a dos que
ten�a enfermedad y en algunas cosas parece estaba con enmienda.
Muri� sin confesi�n, mas, con todo esto, no me parec�a a m� que se
hab�a de condenar. Estando amortajando el cuerpo, vi muchos
demonios tomar aquel cuerpo, y parec�a que jugaban con el, y
hac�an tambien justicias en el, que a m� me puso gran pavor, que
con garfios grandes le tra�an de uno en otro. Como le vi llevar a
enterrar con la honra y ceremonias que a todos, yo estaba pensando
la bondad de Dios c�mo no quer�a fuese infamada aquel alma, sino
que fuese encubierto ser su enemiga.
25. Estaba yo medio boba de lo que hab�a visto. En todo el Oficio
no vi m�s demonio. Despues, cuando echaron el cuerpo en la
sepultura, era tanta la multitud que estaban dentro para tomarle,
que yo estaba fuera de m� de verlo, y no era menester poco �nimo
para disimularlo. Consideraba que har�an de aquel alma cuando as�
se ense�oreaban del triste cuerpo. Pluguiera al Se�or que esto que
yo vi ��cosa tan espantosa!� vieran todos los que est�n en mal
estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien.
Todo esto me hace m�s conocer lo que debo a Dios y de lo que me ha
librado. Anduve harto temerosa hasta que lo trate con mi confesor,
pensando si era ilusi�n del demonio para infamar aquel alma,
aunque no estaba tenida por de mucha cristiandad. Verdad es que,
aunque no fuese ilusi�n, siempre me hace temor que se me acuerda
(36).
26. Ya que he comenzado a decir de visiones de difuntos, quiero
decir algunas cosas que el Se�or ha sido servido en este caso que
vea de algunas almas. Dire pocas, por abreviar y por no ser
necesario, digo, para ning�n aprovechamiento.
Dijeronme era muerto un nuestro Provincial (37) que hab�a sido, (y
cuando muri�, lo era de otra Provincia), a quien yo hab�a tratado
y debido algunas buenas obras. Era persona de muchas virtudes.
Como lo supe que era muerto, diome mucha turbaci�n, porque tem� su
salvaci�n, que hab�a sido veinte a�os prelado, cosa que yo temo
mucho, cierto, por parecerme cosa de mucho peligro tener cargo de
almas, y con mucha fatiga me fui a un oratorio. Dile todo el bien
que hab�a hecho en mi vida (38), que ser�a bien poco, y as� lo
dije al Se�or que supliesen los meritos suyos lo que hab�a
menester aquel alma para salir de purgatorio.
27. Estando pidiendo esto al Se�or lo mejor que yo pod�a,
pareci�me sal�a del profundo de la tierra a mi lado derecho, y
vile subir al cielo con grand�sima alegr�a. El era ya bien viejo,
mas vile de edad de treinta a�os, y aun menos me pareci�, y con
resplandor en el rostro. Pas� muy en breve esta visi�n; mas en
tanto extremo quede consolada, que nunca me pudo dar m�s pena su
muerte, aunque ve�a fatigadas personas hartas por el, que era muy
bienquisto. Era tanto el consuelo que ten�a mi alma, que ninguna
cosa se me daba, ni pod�a dudar en que era buena visi�n, digo que
no era ilusi�n.
Hab�a no m�s de quince d�as que era muerto. Con todo, no descuide
de procurar le encomendasen a Dios y hacerlo yo, salvo que no
pod�a con aquella voluntad que si no hubiera visto esto; porque,
cuando as� el Se�or me lo muestra y despues las quiero encomendar
a Su Majestad, pareceme, sin poder m�s, que es como dar limosna al
rico. Despues supe �porque muri� bien lejos de aqu� la muerte que
el Se�or le dio, que fue de tan gran edificaci�n, que a todos dej�
espantados del conocimiento y l�grimas y humildad con que muri�.
28. Hab�ase muerto una monja en casa (39), hab�a poco m�s de d�a y
medio, harto sierva de Dios. Estando diciendo una lecci�n de
difuntos una monja, que se dec�a por ella en el coro, yo estaba en
pie para ayudarla a decir el verso; a la mitad de la lecci�n la
vi, que me pareci� sal�a el alma de la parte que la pasada y que
se iba al cielo. Esta no fue visi�n imaginaria como la pasada,
sino como otras que he dicho; mas no se duda m�s que las que se
ven (40).
29. Otra monja se muri� en mi misma casa: de hasta dieciocho o
veinte a�os, siempre hab�a sido enferma y muy sierva de Dios,
amiga del coro y harto virtuosa. Yo, cierto, pense no entrara en
purgatorio, porque eran muchas las enfermedades que hab�a pasado,
sino que le sobraran meritos. Estando en las Horas (41) antes que
la enterrasen, habr�a cuatro horas que era muerta, entend� salir
del mismo lugar e irse al cielo.
30. Estando en un colegio de la Compa��a de Jes�s (42), con los
grandes trabajos que he dicho ten�a algunas veces y tengo de alma
y de cuerpo, estaba de suerte que aun un buen pensamiento, a mi
parecer, no pod�a admitir. Hab�ase muerto aquella noche un hermano
(43) de aquella casa de la Compa��a, y estando como pod�a
encomend�ndole a Dios y oyendo misa de otro padre de la Compa��a
por el, diome un gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha
gloria y al Se�or con el. Por particular favor entend� era ir Su
Majestad con el.
31. Otro fraile de nuestra Orden, harto buen buen fraile (44),
estaba muy malo y, estando yo en misa, me dio un recogimiento y vi
c�mo era muerto y subir al cielo sin entrar en purgatorio. Muri� a
aquella hora que yo lo vi, seg�n supe despues. Yo me espante de
que no hab�a entrado en purgatorio. Entend� que por haber sido
fraile que hab�a guardado bien su profesi�n, le hab�an aprovechado
las Bulas de la Orden para no entrar en purgatorio (45). No
entiendo por que entend� esto. Pareceme debe ser porque no est� el
ser fraile en el h�bito �digo en traerle� para gozar del estado de
m�s perfecci�n que es ser fraile.
32. No quiero decir m�s de estas cosas; porque, como he dicho
(46), no hay para que, aunque son hartas las que el Se�or me ha
hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he
visto, dejar ning�n alma de entrar en purgatorio, si no es la de
este Padre y el santo fray Pedro de Alc�ntara y el padre dominico
que queda dicho (47). De algunos ha sido el Se�or servido vea los
grados que tienen de gloria, represent�ndoseme en los lugares que
se ponen. Es grande la diferencia que hay de unos a otros (48).
NOTAS CAP�TULO 38
1 Es decir, me parece o se me hace muy breve tiempo.
2 Por lapsus material, en el aut�grafo repite la palabra
�confesor�. Era probablemente el P. Baltasar.
3 Alusi�n al rapto de san Pablo (2 Cor 12, 2-4) y a la visi�n de
san Jer�nimo (Carta a Eustoquio: ML, 22, 416). La Santa la hab�a
le�do en su juventud (c. 3, 7; y c. 11, 10).
4 Desgustada: deslustrada.
5 Se refiere a s� misma. Cf. c. 18, 4.
6 Ha hablado de Do�a Luisa de la Cerda en el c. 34, 1 y ss.
7 De su mal de coraz�n ha hablado en los cc. 4, 5; 5, 7; 6, 1-2.5;
7, 11, etc.
8 Esta c�rcel del cuerpo: es imagen de origen paulino, y t�pico en
la literatura espiritual de su tiempo: cf. c. 20, 25 (�esta c�rcel
de esta vida�) y el poema �Vivo sin vivir� (�esta c�rcel y estos
hierros en que el alma est� metida�).
9 Tierra en acepci�n de �patria�.
10 Eco del texto b�blico de Flp 3, 20 (ya presente en el c. 24,
5).
11 En orden: �todo lo que veo con los ojos del cuerpo me parece
sue�o... y burla� (cf. fray Luis p. 490). - Ya se hab�a expresado
as� en el c. 16, 6. Y m�s adelante, en c. 40, 22.
12 Todo no la satisface: nada la satisface.
13 Dialoga de nuevo con Garc�a de Toledo.
14 Era la v�spera de Pentecostes. Esa parte bien apartada a que se
retir� la Santa era una de las ermitas del monasterio de San Jose.
Muchos a�os m�s tarde, otra vez en v�spera de Pentecostes, esta
gracia m�stica provocar� otra no menos esplendida, pero m�s
apost�lica y memorable. Comienza as� la Merced 67: �Estando en San
Jose de Avila, v�spera de Pascua del Esp�ritu Santo, en la ermita
de Nazaret, considerando en una grand�sima merced que nuestro
Se�or me hab�a hecho en tal d�a como este, 20 a�os hab�a, poco m�s
o menos...�. La Santa misma dat� esta segunda merced en 1579. La
primera no pudo suceder en 1559 (�veinte a�os...�), sino muy
probablemente el 29 de mayo de 1563.
15 Leer en un Cartujano�: Llam�banse �Cartujanos� los vol�menes de
la Vida de Cristo escritos en lat�n por el �cartujo� LUDOLFO DE
SAJONIA y, por orden del cardenal Cisneros, traducidos por
Ambrosio de Montesinos (editados en Alcal� 1502, 1503, etc.). La
meditaci�n de Pentecostes trata de los �incipientes�,
�proficientes� y �perfectos�, que son los �tres estados� de la
vida espiritual, a que aludir� enseguida la Santa.
16 Quiz�s es un lapsus, por �no cab�a en el� (en el cuerpo). �No
cab�a en m�, escribe enseguida (n. 11).
17 Perdiendose a s� de s�: terminolog�a m�stica para indicar el
ingreso en el extasis.
18 Lo m�s de la Pascua: la mayor parte del d�a de Pentecostes (o
incluso de la semana de Pentecostes).
19 �Fray Pedro Ib��ez�, anota el P. Graci�n en su libro.
20 De nuevo anota Graci�n: �Fray Pedro Ib��ez�.
21 En el libro, es uno de los pocos casos alusivos a la llamada
�confirmaci�n en gracia�. - Comp�rese el simbolismo de la visi�n
con la referida en el c. 33, 14.
22 Desde a pocos a�os: pocos a�os despues. - Al margen del
aut�grafo apostilla el P. Ib��ez: �Este Padre muri� en Trianos�.
Fecha de su muerte: 2.2.1565.
23 Mucho rato: palabras a�adidas al margen por la Santa.
24 El P. Graci�n anota en su ejemplar: �Baltasar Alvarez�. Con el
coincide Mar�a de San Jose (Salazar). No es segura esa atribuci�n.
Por esas fechas (1562-1565), el P. Baltasar no hab�a sido
�rector�, sino �ministro� (cf. 29, 5; 33, 8). Al ser retirado de
Avila el Rector, P. Gaspar de Salazar, el P. Baltasar hizo sus
veces, pero sin t�tulo de rector. Por ello es dudoso a cu�l de los
dos se refiere el presente pasaje de la Santa. Vease la Vida del
P. Baltasar por La Puente, c. 23).
25 Tornando a lo que dec�a: al episodio del n. 16. - A
continuaci�n: A vuelta de mis l�grimas: con ocasi�n de mis
l�grimas. Cf. el mismo giro en el c. 39, 1.
26 Estar metido: Cristo, de cuya Humanidad viene hablando.
27Porque sin ver... me vi presente: es decir, con visi�n
intelectual, como la referida en el c. 27, 2.
28 En otro orden: �queda tan esculpido..., que, por en breve que
haya pasado, no lo puede quitar de s� en alg�n tiempo�.
29 Sensualidad: la parte sensitiva o sensible del compuesto humano
(cf. c. 3, 2 nota).
30 Repetici�n enf�tica, como en otros casos: c. 10, 7 nota.
31 De los efectos de las visiones habl� en el c. 28, nn. 10-13, y
c. 32, n. 12. De la diferencia de grados entre unas y otras en el
c. 37, 2.
32 Espeluzan: cf. c. 20, 7.
33 Lo referir� en el n. 23.
34 Los ojos del alma: con la vista interior. Como otras veces,
alude a la visi�n m�stica no intelectual.
35 Es un eco del texto paulino de la 1 Cor 11, 27.
36 Fray Luis orden� la frase: �siempre que se me acuerda me hace
temor� (p. 503).
37 Un nuestro Provincial: Gregorio Fern�ndez. Muri� en 1561,
siendo Provincial de los Carmelitas de Andaluc�a. Hab�a sido
Provincial de Castilla en 1550-1556. Tambien hab�a sido prior del
Carmen de Avila.
38 Dile todo el bien... de mi vida: se lo ofrec� al Se�or por
el...
39 En casa: en la Encarnaci�n. Cuando esto escribe, ninguna monja
hab�a fallecido en San Jose.
40 Es decir, no fue visi�n imaginaria sino intelectual... - M�s
que las que se ven: m�s que las imaginarias.
41 En las Horas: en el rezo del Oficio lit�rgico.
42 Colegio de la Compa��a: San Gil de Avila. Alude a los a�os de
grandes sufrimientos ya narrados en los cc. 23-25, con
�grand�simos trabajos de alma, junto con tormentos y dolores de
cuerpo� (c. 30, 6).
43 Era el Hermano Alonso de Henao, venido del colegio de Alcal� y
fallecido el 11.4.1557.
44 �Fray Mat�a�, advierte Graci�n en su libro. Se trata de fray
Diego Mat�a, carmelita de Avila, que en alg�n tiempo fue confesor
de la Encarnaci�n.
45 Alude a los privilegios de la llamada Bula Sabatina.
46 En el c. 37, 1... Lo repetir� en el c. 39, 20 y c. 40, 17.
47 El P. Pedro Ib��ez: c. 38, 13.
48 Cf. el texto de San Pablo en 1 Cor 15, 41.
CAP�TULO 39
Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que le
ha hecho el Se�or. � Trata de c�mo le prometi� de hacer por las
personas que ella le pidiese. � Dice algunas cosas se�aladas en
que le ha hecho Su Majestad este favor.
1. Estando yo una vez importunando al Se�or mucho porque diese
vista a una persona que yo ten�a obligaci�n (1), que la hab�a del
todo casi perdido, yo ten�ale gran l�stima y tem�a por mis pecados
no me hab�a el Se�or de o�r. Apareci�me como otras veces (2) y
comenz�me a mostrar la llaga de la mano izquierda, y con la otra
sacaba un clavo grande que en ella ten�a metido. Parec�ame que a
vuelta del clavo (3) sacaba la carne. Ve�ase bien el gran dolor,
que me lastimaba mucho, y d�jome que quien aquello hab�a pasado
por m�, que no dudase sino que mejor har�a lo que le pidiese; que
El me promet�a que ninguna cosa le pidiese que no la hiciese (4),
que ya sab�a El que yo no pedir�a sino conforme a su gloria, y que
as� har�a esto que ahora ped�a; que aun cuando no le serv�a,
mirase yo que no le hab�a pedido cosa que no la hiciese mejor que
yo lo sab�a pedir, que cu�n mejor lo har�a ahora que sab�a le
amaba, que no dudase de esto.
No creo pasaron ocho d�as, que el Se�or no torn� la vista (5) a
aquella persona. Esto supo mi confesor luego. Ya puede ser no
fuese por mi oraci�n; mas yo como hab�a visto esta visi�n, qued�me
una certidumbre que, por merced hecha a m�, di a Su Majestad las
gracias.
2. Otra vez estaba una persona muy enfermo de una enfermedad muy
penosa, que por ser no se de que hechura, no la se�alo aqu� (6).
Era cosa incomportable lo que hab�a dos meses que pasaba y estaba
en un tormento que se despedazaba. Fuele a ver mi confesor, que
era el Rector que he dicho (7), y h�bole gran l�stima, y d�jome
que en todo caso le fuese a ver, que era persona que yo lo pod�a
hacer, por ser mi deudo. Yo fui y movi�me a tener de el tanta
piedad, que comence muy importunamente a pedir su salud al Se�or.
En esto vi claro, a todo mi parecer, la merced que me hizo; porque
luego otro d�a estaba del todo bueno de aquel dolor.
3. Estaba una vez con grand�sima pena, porque sab�a que una
persona, a quien yo ten�a mucha obligaci�n, quer�a hacer una cosa
harto contra Dios y su honra, y estaba ya muy determinado a ello.
Era tanta mi fatiga, que no sab�a que hacer. Remedio para que lo
dejase, ya parec�a que no le hab�a. Suplique a Dios muy de coraz�n
que le pusiese; mas hasta verlo, no pod�a aliviarse mi pena.
Fuime, estando as�, a una ermita bien apartada (8), que las hay en
este monasterio, y estando en una, adonde est� Cristo a la
Columna, suplic�ndole me hiciese esta merced, o� que me hablaba
una voz muy suave, como metida en un silbo. Yo me espeluce toda,
que me hizo temor, y quisiera entender lo que me dec�a, mas no
pude, que pas� muy en breve. Pasado mi temor, que fue presto,
quede con un sosiego y gozo y deleite interior, que yo me espante
que s�lo o�r una voz (que esto o�lo con los o�dos corporales y sin
entender palabra) hiciese tanta operaci�n (9) en el alma. En esto
vi que se hab�a de hacer lo que ped�a, y as� fue que se me quit�
del todo la pena en cosa que a�n no era, como si lo viera hecho,
como fue despues. D�jelo a mis confesores, que ten�a entonces dos,
harto letrados y siervos de Dios (10).
4. Sab�a que una persona que se hab�a determinado a servir muy de
veras a Dios y tenido algunos d�as oraci�n y en ella le hac�a Su
Majestad muchas mercedes, y que por ciertas ocasiones que hab�a
tenido la hab�a dejado, y a�n no se apartaba de ellas, y eran bien
peligrosas. A mi me dio grand�sima pena por ser persona a quien
quer�a mucho y deb�a. Creo fue m�s de un mes que no hac�a sino
suplicar a Dios tornase esta alma a S�.
Estando un d�a en oraci�n, vi un demonio cabe m� que hizo unos
papeles que ten�a en la mano pedazos con mucho enojo. A m� me dio
gran consuelo, que me pareci� se hab�a hecho lo que ped�a; y as�
fue, que despues lo supe que hab�a hecho una confesi�n con gran
contrici�n, y torn�se tan de veras a Dios, que espero en Su
Majestad ha de ir siempre muy adelante. Sea bendito por todo,
amen.
5. En esto de sacar nuestro Se�or almas de pecados graves por
suplic�rselo yo, y otras tra�dolas a m�s perfecci�n, es muchas
veces. Y de sacar almas de purgatorio y otras cosas se�aladas, son
tantas las mercedes que en esto el Se�or me ha hecho, que ser�a
cansarme y cansar a quien lo leyese si las hubiese de decir, y
mucho m�s en salud de almas que de cuerpos. Esto ha sido cosa muy
conocida y que de ello hay hartos testigos. Luego luego d�bame
mucho escr�pulo, porque yo no pod�a dejar de creer que el Se�or lo
hac�a por mi oraci�n. Dejemos ser lo principal, por sola su
bondad. Mas son ya tantas las cosas y tan vistas de otras
personas, que no me da pena creerlo, y alabo a Su Majestad y
h�ceme confusi�n, porque veo soy m�s deudora, y h�ceme �a mi
parecer� crecer el deseo de servirle, y av�vase el amor. Y lo que
m�s me espanta es que las que el Se�or ve no convienen, no puedo,
aunque quiero, suplic�rselo, sino con tan poca fuerza y esp�ritu y
cuidado, que, aunque m�s yo quiero forzarme, es imposible, como
otras cosas que Su Majestad ha de hacer, que veo yo que puedo
pedirlo muchas veces y con gran importunidad. Aunque yo no traiga
este cuidado, parece que se me representa delante.
6. Es grande la diferencia de estas dos maneras de pedir, que no
se c�mo lo declarar; porque aunque lo uno pido (que no dejo de
esforzarme a suplicarlo al Se�or, aunque no sienta en m� aquel
hervor que en otras, aunque mucho me toquen), es como quien tiene
trabada la lengua, que aunque quiera hablar no puede, y si habla,
es de suerte que ve que no le entienden; o como quien habla claro
y despierto a quien ve que de buena gana le est� oyendo (11). Lo
uno se pide, digamos ahora, como oraci�n vocal, y lo otro en
contemplaci�n tan subida, que se representa el Se�or de manera que
se entiende que nos entiende y que se huelga Su Majestad de que se
lo pidamos y de hacernos merced.
Sea bendito por siempre, que tanto da y tan poco le doy yo. Porque
�que hace, Se�or m�o, quien no se deshace toda por Vos? �Y que de
ello, que de ello, que de ello �y otras mil veces lo puedo decir�,
me falta para esto! Por eso no hab�a de querer vivir (aunque hay
otras causas), porque no vivo conforme a lo que os debo. �Con que
de imperfecciones me veo! �Con que flojedad en serviros! Es cierto
que algunas veces me parece querr�a estar sin sentido, por no
entender tanto mal de m�. El, que puede, lo remedie.
7. Estando en casa de aquella se�ora que he dicho (12), adonde
hab�a menester estar con cuidado y considerar siempre la vanidad
que consigo traen todas las cosas de la vida, porque estaba muy
estimada y era muy loada y ofrec�anse hartas cosas a que me
pudiera bien apegar, si mirara a m�; mas miraba el que tiene
verdadera vista a no me dejar de su mano (13).
8. Ahora que digo de �verdadera vista�, me acuerdo de los grandes
trabajos que se pasan en tratar (personas a quien Dios ha llegado
a conocer lo que es verdad) en estas cosas de la tierra, adonde
tanto se encubre, como una vez el Se�or me dijo. Que muchas cosas
de las que aqu� escribo, no son de mi cabeza, sino que me las
dec�a este mi Maestro celestial. Y porque en las cosas que yo
se�aladamente digo �esto entend�, o �me dijo el Se�or�, se me
hace escr�pulo grande poner o quitar una sola s�laba que sea; as�,
cuando puntualmente no se me acuerda bien todo, va dicho como de
m�o; porque algunas cosas tambien lo ser�n; no llamo m�o lo que es
bueno, que ya se no hay cosa en m�, sino lo que tan sin merecerlo
me ha dado el Se�or; sino llamo �dicho de m�, no ser dado a
entender en revelaci�n.
9. Mas �ay Dios m�o, y c�mo aun en las espirituales queremos
muchas veces entender las cosas por nuestro parecer, y muy
torcidas de la verdad tambien, como en las del mundo, y nos parece
que hemos de tasar nuestro aprovechamiento por los a�os que
tenemos alg�n ejercicio de oraci�n, y aun parece queremos poner
tasa a quien sin ninguna da sus dones cuando quiere, y puede dar
en medio a�o m�s a uno que a otro en muchos! Y es cosa esta que la
tengo tan vista por muchas personas, que yo me espanto c�mo nos
podemos detener en esto.
10. Bien creo no estar� en este enga�o quien tuviere talento de
conocer esp�ritus y le hubiere el Se�or dado humildad verdadera;
que este juzga por los efectos y determinaciones y amor, y dale el
Se�or luz para que lo conozca. Y en esto mira el adelantamiento y
aprovechamiento de las almas, que no en los a�os; que en medio
(14) puede uno haber alcanzado m�s que otro en veinte. Porque,
como digo, dalo el Se�or a quien quiere y aun a quien mejor se
dispone. Porque veo yo venir ahora a esta casa unas doncellas que
son de poca edad (15), y en toc�ndolas Dios y d�ndoles un poco de
luz y amor �digo en un poco de tiempo que les hizo alg�n regalo�,
no le aguardaron, ni se les puso cosa delante, sin acordarse del
comer, pues se encierran para siempre en casa sin renta, como
quien no estima la vida por el que sabe que las ama. Dejanlo todo,
ni quieren voluntad, ni se les pone delante que pueden tener
descontento en tanto encerramiento y estrechura: todas juntas se
ofrecen en sacrificio por Dios.
11. �Cu�n de buena gana les doy yo aqu� la ventaja y hab�a de
andar avergonzada delante de Dios! Porque lo que Su Majestad no
acab� conmigo en tanta multitud de a�os como ha que comence a
tener oraci�n y me comenz� a hacer mercedes, acaba con ellas en
tres meses �y aun con alguna en tres d�as�, con hacerlas muchas
menos que a m�, aunque bien las paga Su Majestad. A buen seguro
que no est�n descontentas por lo que por El han hecho (16).
12. Para esto querr�a yo se nos acordase de los muchos a�os a los
que los tenemos de profesi�n y las personas que los tienen de
oraci�n, y no para fatigar a los que en poco tiempo van m�s
adelante, con hacerlos tornar atr�s para que anden a nuestro paso;
y a los que vuelan como �guilas con las mercedes que les hace
Dios, quererlos hacer andar como pollo trabado; (17) sino que
pongamos los ojos en Su Majestad y, si los vieremos con humildad,
darles la rienda; que el Se�or que los hace tantas mercedes no los
dejar� despe�ar. F�anse ellos mismos de Dios, que esto les
aprovecha la verdad que conocen de la fe, �y no los fiaremos
nosotros, sino que queremos medirlos por nuestra medida conforme a
nuestros bajos �nimos? No as�, sino que, si no alcanzamos sus
grandes efectos y determinaciones, porque sin experiencia se
pueden mal entender, humillemonos y no los condenemos; que, con
parecer que miramos su provecho, nos le quitamos a nosotros y
perdemos esta ocasi�n que el Se�or pone para humillarnos y para
que entendamos lo que nos falta, y cu�n m�s desasidas y llegadas a
Dios deben estar estas almas que las nuestras, pues tanto Su
Majestad se llega a ellas.
13. No entiendo otra cosa ni la querr�a entender, sino que oraci�n
de poco tiempo que hace efectos muy grandes, que luego se
entienden (que es imposible que los haya, para dejarlo todo s�lo
por contentar a Dios, sin gran fuerza de amor), yo la querr�a m�s
que la de muchos a�os, que nunca acab� de determinarse m�s al
postrero que al primero a hacer cosa que sea nada por Dios, salvo
si unas cositas menudas como sal, que no tienen peso ni tomo �que
parece un p�jaro se las llevara en el pico�, no tenemos por gran
efecto y mortificaci�n; que de algunas cosas hacemos caso, que
hacemos por el Se�or, que es l�stima las entendamos, aunque se
hiciesen muchas.
Yo soy esta, y olvidare las mercedes a cada paso. No digo yo que
no las tendr� Su Majestad en mucho, seg�n es bueno; mas querr�a yo
no hacer caso de ellas, ni ver que las hago, pues no son nada. Mas
perdonadme, Se�or m�o, y no me culpeis, que con algo me tengo de
consolar, pues no os sirvo en nada, que si en cosas grandes os
sirviera, no hiciera caso de las nonadas. �Bienaventuradas las
personas que os sirven con obras grandes! Si con haberlas yo
envidia y desearlo se me toma en cuenta, no quedar�a muy atr�s en
contentaros; mas no valgo nada, Se�or m�o. Ponedme Vos el valor,
pues tanto me am�is.
14. Acaeci�me un d�a de estos que con traer un Breve de Roma para
no poder tener renta este monasterio (18), se acab� del todo, que
pareceme ha costado alg�n trabajo. Estando consolada de verlo as�
concluido y pensando los que hab�a tenido y alabando al Se�or que
en algo se hab�a querido servir de m�, comence a pensar las cosas
que hab�a pasado. Y es as� que en cada una de las que parec�a eran
algo, que yo hab�a hecho, hallaba tantas faltas e imperfecciones,
y a veces poco �nimo, y muchas poca fe; porque hasta ahora, que
todo lo veo cumplido cuanto el Se�or me dijo de esta casa (19) se
hab�a de hacer, nunca determinadamente lo acababa de creer, ni
tampoco lo pod�a dudar. No se c�mo era esto. Es que muchas veces,
por una parte me parec�a imposible, por otra no lo pod�a dudar,
digo creer que no se hab�a de hacer. En fin, halle lo bueno
haberlo el Se�or hecho todo de su parte, y lo malo yo; y as� deje
de pensar en ello, y no querr�a se me acordase por no tropezar con
tantas faltas m�as. Bendito sea El, que de todas saca bien, cuando
es servido, amen.
15. Pues digo que es peligroso ir tasando los a�os que se han
tenido de oraci�n, que aunque haya humildad, parece puede quedar
un no se que de parecer se merece algo por lo servido. No digo yo
que no lo merecen y les ser� bien pagado; mas cualquier espiritual
que le parezca que por muchos a�os que haya tenido oraci�n merece
estos regalos de esp�ritu, tengo yo por cierto que no subir� a la
cumbre de el. �No es harto que haya merecido le tenga Dios de su
mano para no le hacer las ofensas que antes que tuviese oraci�n le
hac�a, sino que le ponga pleito por sus dineros, como dicen? (20)
No me parece profunda humildad. Ya puede ser lo sea; mas yo por
atrevimiento lo tengo; pues yo, con tener poca humildad, no me
parece jam�s he osado. Ya puede ser que, como nunca he servido, no
he pedido; por ventura si lo hubiera hecho, quisiera m�s que todos
me lo pagara el Se�or.
16. No digo yo que no va creciendo un alma y que no se lo dar�
Dios, si la oraci�n ha sido humilde; mas que se olviden estos
a�os, que es todo asco cuanto podemos hacer, en comparaci�n de una
gota de sangre de las que el Se�or por nosotros derram�. Y si con
servir m�s quedamos m�s deudores, �que es esto que pedimos, pues
si pagamos un maraved� de la deuda, nos tornan a dar mil ducados?
Que, por amor de Dios, dejemos estos juicios, que son suyos. Estas
comparaciones siempre son malas, aun en cosas de ac�; pues �que
ser� en lo que s�lo Dios sabe? Y lo mostr� bien Su Majestad cuando
pag� tanto a los postreros como a los primeros (21).
17. Es en tantas veces las que he escrito estas tres hojas y en
tantos d�as � porque he tenido y tengo, como he dicho (22), poco
lugar�, que se me hab�a olvidado lo que comence a decir (23), que
era esta visi�n:
Vime estando en oraci�n en un gran campo a solas. En rededor de m�
mucha gente de diferentes maneras que me ten�an rodeada. Todas me
parece ten�an armas en las manos para ofenderme: unas, lanzas;
otras, espadas; otras, dagas y otras, estoques muy largos. En fin,
yo no pod�a salir por ninguna parte sin que me pusiese a peligro
de muerte, y sola, sin persona que hallase de mi parte. Estando mi
esp�ritu en esta aflicci�n, que no sab�a que me hacer, alce los
ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto de m�
en el aire, que tend�a la mano hacia m�, y desde all� me favorec�a
de manera que yo no tem�a toda la otra gente, ni ellos, aunque
quer�an, me pod�an hacer da�o.
18. Parece sin fruto esta visi�n, y hame hecho grand�simo
provecho, porque se me dio a entender lo que significaba. Y poco
despues me vi casi en aquella bater�a y conoc� ser aquella visi�n
un retrato del mundo, que cuanto hay en el parece tiene armas para
ofender a la triste alma. Dejemos los que no sirven mucho al
Se�or, y honras y haciendas y deleites y otras cosas semejantes,
que est� claro que, cuando no se cata (24), se ve enredada, al
menos procuran todas estas cosas enredar; mas amigos, parientes y,
lo que m�s me espanta, personas muy buenas, de todo me vi despues
tan apretada, pensando ellos que hac�an bien, que yo no sab�a c�mo
me defender ni que hacer.
19. �Oh, v�lgame Dios! si dijese de las maneras y diferencias de
trabajos que en este tiempo tuve, aun despues de lo que atr�s
queda dicho (25), �c�mo ser�a harto aviso para del todo
aborrecerlo todo!
Fue la mayor persecuci�n �me parece� de las que he pasado. Digo
que me vi a veces de todas partes tan apretada, que s�lo hallaba
remedio en alzar los ojos al cielo y llamar a Dios. Acord�bame
bien de lo que hab�a visto en esta visi�n. E h�zome harto gran
provecho para no confiar mucho de nadie, porque no le hay que sea
estable sino Dios. Siempre en estos trabajos grandes me enviaba el
Se�or, como me lo mostr�, una persona de su parte que me diese la
mano, como me lo hab�a mostrado en esta visi�n, sin ir asida a
nada m�s de a contentar al Se�or; que ha sido para sustentar esa
poquita de virtud que yo ten�a en desearos servir. �Se�is bendito
por siempre!
20. Estando una vez muy inquieta y alborotada, sin poder
recogerme, y en batalla y contienda, yendoseme el pensamiento a
cosas que no eran perfectas �a�n no me parece estaba con el
desasimiento que suelo�, como me vi as� tan ruin, ten�a miedo si
las mercedes que el Se�or me hab�a hecho eran ilusiones. Estaba,
en fin, con una oscuridad grande de alma. Estando con esta pena,
comenz�me a hablar el Se�or y d�jome que no me fatigase, que en
verme as� entender�a la miseria que era, si El se apartaba de m�,
y que no hab�a seguridad mientras viv�amos en esta carne. Di�seme
a entender cu�n bien empleada es esta guerra y contienda por tal
premio, y pareci�me ten�a l�stima el Se�or de los que vivimos en
el mundo. Mas que no pensase yo me ten�a olvidada, que jam�s me
dejar�a, mas que era menester hiciese yo lo que es en m�. Esto me
dijo el Se�or con una piedad y regalo, y con otras palabras en que
me hizo harta merced, que no hay para que decirlas (26).
21. Estas me dice Su Majestad muchas veces, mostr�ndome gran amor:
Ya eres m�a y Yo soy tuyo.
Las que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las
digo con verdad, son: �Que se me da, Se�or, a m� de m�, sino de
Vos? Son para m� estas palabras y regalos tan grand�sima
confusi�n, cuando me acuerdo la que soy, que como he dicho creo
otras veces (27) y ahora lo digo algunas a mi confesor, m�s �nimo
me parece es menester para recibir estas mercedes, que para pasar
grand�simos trabajos. Cuando pasa, estoy casi olvidada de mis
obras, sino un represent�rseme que soy ruin, sin discurso de
entendimiento, que tambien me parece a veces sobrenatural.
22. Vienenme algunas veces unas ansias de comulgar tan grandes,
que no se si se podr�a encarecer. Acaeci�me una ma�ana que llov�a
tanto, que no parece hac�a para salir de casa. Estando yo fuera de
ella, yo estaba ya tan fuera de m� con aquel deseo, que aunque me
pusieran lanzas a los pechos, me parece entrara por ellas, cu�nto
m�s agua. Como llegue a la iglesia, diome un arrobamiento grande:
pareci�me vi abrir los cielos, no una entrada como otras veces he
visto. Represent�seme el trono que dije a vuestra merced he visto
otras veces (28), y otro encima de el, adonde por una noticia que
no se decir, aunque no lo vi, entend� estar la Divinidad.
Parec�ame sostenerle unos animales; a m� me parece he o�do una
figura de estos animales; pense si eran los evangelistas (29). Mas
c�mo estaba el trono, ni que estaba en el, no lo vi, sino muy gran
multitud de �ngeles. Parecieronme sin comparaci�n con muy mayor
hermosura que los que en el cielo he visto. He pensado si son
serafines o querubines, porque son muy diferentes en la gloria,
que parec�a tener inflamamiento: es grande la diferencia, como he
dicho (30). Y la gloria que entonces en m� sent� no se puede
escribir ni aun decir, ni la podr� pensar quien no hubiere pasado
por esto.
Entend� estar all� todo junto lo que se puede desear, y no vi
nada. Dijeronme, y no se quien, que lo que all� pod�a hacer era
entender que no pod�a entender nada, y mirar lo nonada que era
todo en comparaci�n de aquello. Es as� que se afrentaba despues mi
alma de ver que pueda parar en ninguna cosa criada, cu�nto m�s
aficionarse a ella, porque todo me parec�a un hormiguero.
23. Comulgue y estuve en la misa, que no se c�mo pude estar.
Pareci�me hab�a sido muy breve espacio. Espanteme cuando dio el
reloj y vi que eran dos horas las que hab�a estado en aquel
arrobamiento y gloria. Espant�bame despues, c�mo en llegando a
este fuego, que parece viene de arriba, de verdadero amor de Dios
(porque aunque m�s lo quiera y procure y me deshaga por ello, si
no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces (31),
no soy parte para tener una centella de el), parece que consume el
hombre viejo de faltas y tibieza y miseria; y a manera de como
hace el ave fenix �seg�n he le�do� (32) y de la misma ceniza,
despues que se quema, sale otra, as� queda hecha otra el alma
despues con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece es la
que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del
Se�or.
Suplicando yo a Su Majestad fuese as�, y que de nuevo comenzase a
servirle, me dijo: Buena comparaci�n has hecho; mira no se te
olvide para procurar mejorarte siempre.
24. Estando una vez con la misma duda que poco ha dije (33), si
eran estas visiones de Dios, me apareci� el Se�or y me dijo con
rigor: �Oh hijos de los hombres! �Hasta cu�ndo sereis duros de
coraz�n? Que una cosa examinase bien en m�: si del todo estaba
dada por suya, o no; que si lo estaba y lo era, que creyese no me
dejar�a perder.
Yo me fatigue mucho de aquella exclamaci�n. Con gran ternura y
regalo me torn� a decir que no me fatigase, que ya sab�a que por
m� no faltar�a de ponerme a todo lo que fuese su servicio; que se
har�a todo lo que yo quer�a (y as� se hizo lo que entonces le
suplicaba); que mirase el amor que se iba aumentando en m� cada
d�a para amarle, que en esto ver�a no ser demonio; que no pensase
que consent�a Dios tuviese tanta parte el demonio en las almas de
sus siervos y que te pudiese dar la claridad de entendimiento y
quietud que tienes. Diome a entender que habiendome dicho tantas
personas, y tales, que era Dios, que har�a mal en no creerlo.
25. Estando una vez rezando el salmo de Quicumque vult (34), se me
dio a entender la manera c�mo era un solo Dios y tres Personas tan
claro, que yo me espante y console mucho. H�zome grand�simo
provecho para conocer m�s la grandeza de Dios y sus maravillas, y
para cuando pienso o se trata de la Sant�sima Trinidad, parece
entiendo c�mo puede ser, y esme mucho contento (35).
26. Un d�a de la Asunci�n de la Reina de los Angeles y Se�ora
nuestra, me quiso el Se�or hacer esta merced, que en un
arrobamiento se me represent� su subida al cielo, y la alegr�a y
solemnidad con que fue recibida y el lugar adonde est�. Decir c�mo
fue esto, yo no sabr�a. Fue grand�sima la gloria que mi esp�ritu
tuvo de ver tanta gloria. Quede con grandes efectos, y aprovech�me
para desear m�s pasar grandes trabajos, y qued�me gran deseo de
servir a esta Se�ora, pues tanto mereci�.
27. Estando en un Colegio de la Compa��a de Jes�s (36), y estando
comulgando los hermanos de aquella casa, vi un palio muy rico
sobre sus cabezas. Esto vi dos veces. Cuando otras personas
comulgaban, no lo ve�a.
NOTAS CAP�TULO 39
1 Una persona (a la) que yo ten�a obligaci�n. Como en el n. 3:
�Obligaci�n�: la correspondencia que uno debe tener al beneficio
de otro� (Cobarruvias).
2 Es decir, en forma perceptible, visi�n no-intelectual. Cf.
pasajes similares en c. 20, 4; 37, 4; Fund. c. 1, 8.
3 A vuelta del clavo: al sacarlo (cf. c. 38, 17 nota).
4 Eco de la promesa de Jes�s en el evangelio: Mt 21, 22.
5 No... pasaron ocho d�as, que... no: No pasaron ocho d�as sin
que. Cf. c. 40, 20.
6 �Era su primo hermano: llam�base Pedro Mej�a�, anota Graci�n en
su libro. Sufr�a de mal de piedra.
7 El P. Gaspar de Salazar. De el ha hablado en el c. 33, 7, ss.
Que (yo) le fuese a ver. Se trata de un episodio anterior a la
fundaci�n de San Jose.
8 La ermita del �Cristo a la Columna� en San Jose de Avila, as�
llamada por una hermosa pintura del Se�or a la Columna, hecha por
orden y bajo la direcci�n de la propia Santa. Declara a este
prop�sito Isabel de Santo Domingo: (hizo) �otra ermita de Cristo a
la Columna, con las l�grimas de San Pedro enfrente de ella (es
decir, otro cuadro de San Pedro llorando), la cual pintura de
Cristo a la Columna hizo pintar la Santa Madre en la dicha ermita
despues de haber tenido sobre ella muchas horas de oraci�n e
industriando a un muy buen pintor que lo pintaba en el modo c�mo
lo hab�a de pintar, y de que manera hab�a de disponer las
ataduras, las llagas, el rostro, los cabellos, especialmente un
rasg�n en el brazo izquierdo junto al codo. Y sabe esta
declarante, por haberlo as� o�do a algunas religiosas que se
hallaron presentes, que acabado de pintar esta imagen, y llegando
la Santa Madre a verla, se qued� arrobada delante del pintor sin
poderlo impedir. Esta pintura sali� tan buena y tan devota, que se
echa bien de ver que tiene as� participado el buen esp�ritu con
que se hizo pintar, y as� a todos los que la ven se le pone
grand�simo. Y estando esta declarante tratando con la dicha Santa
Madre de cu�n devota estaba la dicha pintura, le dijo: Yo le digo,
hija, que se pint� con hartas oraciones, y que el Se�or me puso
gran deseo de que se acertase a pintar esta figura. Bendito El
sea, que as� quiso ponerse por nosotros; yo me consuelo de que
tengan este regalo en esta casa� (BMC, t, 19, p. 496).
9 Hiciese operaci�n: produjese tal efecto.
10 Probablemente son los dominicos Garc�a de Toledo y Domingo
B��ez.
11 El sentido de la frase es: �dos maneras de pedir: ... lo uno...
es como quien tiene trabada la lengua...; (lo otro) como quien
habla claro y despierto a quien... de buena gana est� oyendo�.
12 Do�a Luisa de la Cerda: c. 34, 1 y ss.
13 Queda suspenso el sentido de la cl�usula por una brusca
digresi�n provocada por la �ltima expresi�n �verdadera vista�.
Reanuda el relato en el n. 17.
14 En medio a�o.
15 Probablemente se refiere a Isabel de San Pablo, hija de
Francisco de Cepeda, que profes� el 21 de octubre de 1564 a los 17
a�os; o bien, a Mar�a Bautista (cf. 32, 10), Mar�a de San Jer�nimo
e Isabel de Santo Domingo, todas ellas j�venes recien profesas.
16 Un elogio similar puede verse en Fund c. 1.
17 Reitera las consignas del c. 13, 3.5.
18 Se trata de la Bula expedida por P�o IV, facultando
definitivamente al monasterio de San Jose para vivir en pobreza
absoluta: 17 de julio de 1565, que llegar�a a Avila meses despues.
19 Esta casa: carmelo de San Jose de Avila.
20 Le ponga pleito por sus dineros: dicho popular que expresa la
actitud de quien cobra caro el favor recibido. En el presente
contexto, la postura de quien cree que �se merece favores m�sticos
en paga de las propias virtudes, que en definitiva tambien son
dones de Dios�.
21 Par�bola de los jornaleros: Mt 20, 12.
22 Lo ha dicho en el c. 10, 2.
23 Lo que comenz� a decir en el n. 8. Visi�n cuyo contenido
profetico se refiere a las contiendas ocasionadas por la fundaci�n
de San Jose.
24 Cuando no se cata: cuando menos se percata o da cuenta.
25 En el relato de la fundaci�n de San Jose: cc. 32-36.
26 Ingenua reticencia. Cf. insinuaciones similares en el c. 40,
2.17; y c. 38, 32.
27 Cf. c. 7, 19; y c. 31, 12.
28 Alusi�n a relatos orales hechos al P. Garc�a de Toledo. El
episodio data, probablemente, de cuando la Santa permaneci� en
Toledo (enero-julio de 1562).
29 Cf. Apoc. 4, 6-8; y Ez. 1, 4 ss.
30 En el c. 29, 13.
31 En el c. 37, 7; y c. 21, 9.
32 Lo ley� probablemente en Osuna, Tercer Abecedario, tr. 16, c.
5. Pero ese mito del ave fenix estaba tan divulgado entonces, que
pudo leerlo en cualquier otro escrito.
33 En el c. 39, 20. - A continuaci�n, el Se�or usa las palabras
del salmo 4, v. 3.
34 No es un salmo, sino el s�mbolo de la fe, llamado �atanasiano�,
que entonces se recitaba a veces en la Hora lit�rgica de Prima.
35 Cf. c. 27, 9.
36 Colegio de San Gil de Avila.
CAP�TULO 40
Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que el
Se�or la ha hecho (1). � De algunas se puede tomar harto buena
doctrina, que este ha sido, seg�n ha dicho, su principal intento,
despues de obedecer: poner las que son para provecho de las almas.
� Con este cap�tulo se acaba el discurso de su vida que escribi�.
� Sea para gloria del Se�or, amen.
1. Estando una vez en oraci�n, era tanto el deleite que en m�
sent�a, que, como indigna de tal bien, comence a pensar en c�mo
merec�a mejor estar en el lugar que yo hab�a visto estar para m�
en el infierno, que, como he dicho, nunca olvido de la manera que
all� me vi (2).
Comenz�se con esta consideraci�n a inflamar m�s mi alma, y v�nome
un arrebatamiento de esp�ritu de suerte que yo no lo se decir.
Pareci�me estar metido y lleno de aquella majestad que he
entendido otras veces. En esta majestad se me dio a entender una
verdad, que es cumplimiento de todas las verdades. No se yo decir
c�mo, porque no vi nada (3).
Dijeronme, sin ver quien, mas bien entend� ser la misma Verdad: No
es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho
me debes. Porque todo el da�o que viene al mundo es no conocer las
verdades de la Escritura con clara verdad. No faltar� una tilde de
ella.
A m� me pareci� que siempre yo hab�a cre�do esto, y que todos los
fieles lo cre�an. D�jome: �Ay, hija, que pocos me aman de verdad!
que si me amasen, no les encubrir�a Yo mis secretos. �Sabes que es
amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es
agradable a m�. Con claridad ver�s esto que ahora no entiendes, en
lo que aprovecha a tu alma.
2. Y as� lo he visto, sea el Se�or alabado, que despues ac� tanta
vanidad y mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio
de Dios, que no lo sabr�a yo decir como lo entiendo, y la l�stima
que me hacen los que veo con la oscuridad que est�n en esta
verdad, y con esto otras ganancias que aqu� dire y muchas no sabre
decir. D�jome aqu� el Se�or una particular palabra de grand�simo
favor (4). Yo no se c�mo esto fue, porque no vi nada; mas quede de
una suerte que tampoco se decir, con grand�sima fortaleza, y muy
de veras para cumplir con todas mis fuerzas la m�s peque�a parte
de la Escritura divina. Pareceme que ninguna cosa se me pondr�a
delante que no pasase por esto (5).
3. Qued�me una verdad de esta divina Verdad que se me represent�,
sin saber c�mo ni que, esculpida, que me hace tener un nuevo
acatamiento a Dios, porque da noticia de su majestad y poder, de
una manera que no se puede decir. Se entender que es una gran
cosa.
Qued�me muy gran gana de no hablar sino cosas muy verdaderas, que
vayan adelante de lo que ac� (6) se trata en el mundo, y as�
comence a tener pena de vivir en el. Dej�me con gran ternura y
regalo y humildad. Pareceme que, sin entender c�mo, me dio el
Se�or aqu� mucho. No me qued� ninguna sospecha de que era ilusi�n.
No vi nada, mas entend� el gran bien que hay en no hacer caso de
cosas que no sea para llegarnos m�s a Dios, y as� entend� que cosa
es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad (7). Esto
que entend�, es darme el Se�or a entender que es la misma Verdad.
4. Todo lo que he dicho entend� habl�ndome algunas veces, y otras
sin hablarme (8), con m�s claridad algunas cosas que las que por
palabra se me dec�an. Entend� grand�simas verdades sobre esta
Verdad, m�s que si muchos letrados me lo hubieran ense�ado.
Pareceme que en ninguna manera me pudiera imprimir as�, ni tan
claramente se me diera a entender la vanidad de este mundo.
Esta verdad que digo se me dio a entender, es en s� misma verdad,
y es sin principio ni fin, y todas las dem�s verdades dependen de
esta verdad, como todos los dem�s amores de este amor, y todas las
dem�s grandezas de esta grandeza, aunque esto va dicho oscuro para
la claridad (9) con que a m� el Se�or quiso se me diese a
entender. �Y c�mo se parece (10) el poder de esta Majestad, pues
en tan breve tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas
imprimidas en el alma!
�Oh Grandeza y Majestad m�a! �Que haceis, Se�or m�o todopoderoso?
�Mirad a quien haceis tan soberanas mercedes! �No os acord�is que
ha sido esta alma un abismo de mentiras y pielago de vanidades
(11) y todo por mi culpa, que con haberme Vos dado natural de
aborrecer el mentir, yo misma me hice tratar en muchas cosas
mentira? �C�mo se sufre, Dios m�o, c�mo se compadece tan gran
favor y merced, a quien tan mal os lo ha merecido?
5. Estando una vez en las Horas (12) con todas, de presto se
recogi� mi alma, y pareci�me ser como un espejo claro toda, sin
haber espaldas ni lados ni alto ni bajo que no estuviese toda
clara, y en el centro de ella se me represent� Cristo nuestro
Se�or, como le suelo ver (13). Parec�ame en todas las partes de mi
alma le ve�a claro como en un espejo, y tambien este espejo �yo no
se decir c�mo� se esculp�a todo en el mismo Se�or por una
comunicaci�n que yo no sabre decir, muy amorosa (14).
Se que me fue esta visi�n de gran provecho, cada vez que se me
acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Di�seme a entender
que estar un alma en pecado mortal es cubrirse este espejo de gran
niebla y quedar muy negro, y as� no se puede representar ni ver
este Se�or, aunque este siempre presente d�ndonos el ser. Y que
los herejes es como si el espejo fuese quebrado, que es muy peor
que oscurecido (15). Es muy diferente el c�mo se ve, a decirse,
porque se puede mal dar a entender. Mas hame hecho mucho provecho
y gran l�stima de las veces que con mis culpas oscurec� mi alma
para no ver este Se�or.
6. Pareceme provechosa esta visi�n para personas de recogimiento
(16), para ense�arse a considerar al Se�or en lo muy interior de
su alma, que es consideraci�n que m�s se apega, y muy m�s
fructuosa que fuera de s� �como otras veces he dicho� (17) y en
algunos libros de oraci�n est� escrito, ad�nde se ha de buscar a
Dios. En especial lo dice el glorioso San Agust�n, que ni en las
plazas, ni en los contentos ni por ninguna parte que le buscaba,
le hallaba como dentro de s� (18). Y esto es muy claro ser mejor.
Y no es menester ir al cielo, ni m�s lejos que a nosotros mismos,
porque es cansar el esp�ritu y distraer el alma y no con tanto
fruto.
7. Una cosa quiero avisar aqu�, porque si alguno la tuviere; (19)
que acaece en gran arrobamiento que, pasado aquel rato que el alma
est� en uni�n (que del todo tiene absortas las potencias, y esto
dura poco, como he dicho) (20), quedarse el alma recogida y aun en
lo exterior no poder tornar en s�, mas quedan las dos potencias,
memoria y entendimiento, casi con frenes�, muy desatinadas. Esto
digo que acaece alguna vez, en especial a los principios. Pienso
si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta
fuerza de esp�ritu, y enflaquece la imaginaci�n. Tendr�a por bueno
que se forzasen a dejar por entonces la oraci�n y la cobrasen en
otro tiempo aquel que pierden, que no sea junto, porque podr�
venir a mucho mal. Y de esto hay experiencia y de cu�n acertado es
mirar lo que puede nuestra salud.
8. En todo es menester experiencia y maestro, porque, llegada el
alma a estos terminos, muchas cosas se ofrecer�n que es menester
con quien tratarlo. Y si buscado no le hallare, el Se�or no le
faltar�, pues no me ha faltado a m�, siendo la que soy. Porque
creo hay pocos que hayan llegado a la experiencia de tantas cosas;
y si no la hay, es por dem�s dar remedio sin inquietar y afligir.
Mas esto tambien tomar� el Se�or en cuenta, y por esto es mejor
tratarlo (como ya he dicho otras veces (21) y aun todo lo que
ahora digo, sino que no se me acuerda bien y veo importa mucho),
en especial si son mujeres, con su confesor, y que sea tal; (22) y
hay muchas m�s que hombres a quien el Se�or hace estas mercedes, y
esto o� al santo Fray Pedro de Alc�ntara (y tambien lo he visto
yo), que dec�a aprovechaban mucho m�s en este camino que hombres,
y daba de ello excelentes razones, que no hay para que las decir
aqu�, todas en favor de las mujeres.
9. Estando una vez en oraci�n, se me represent� muy en breve (sin
ver cosa formada, mas fue una representaci�n con toda claridad),
c�mo se ven en Dios todas las cosas y c�mo las tiene todas en S�.
Saber escribir esto, yo no lo se, mas qued� muy imprimido en mi
alma, y es una de las grandes mercedes que el Se�or me ha hecho y
de las que m�s me han hecho confundir y avergonzar, acord�ndome de
los pecados que he hecho.
Creo, si el Se�or fuera servido viera esto en otro tiempo y si lo
viesen los que le ofenden, que no tendr�an coraz�n ni atrevimiento
para hacerlo. Pareci�me, ya digo sin poder afirmarme en que vi
nada, mas algo se debe ver, pues yo podre poner esta comparaci�n
(23), sino que es por modo tan sutil y delicado, que el
entendimiento no lo debe alcanzar, o yo no me se entender en estas
visiones, que no parecen imaginarias, y en algunas algo de esto
debe haber; sino que, como son en arrobamiento, las potencias no
lo saben despues formar como all� el Se�or se lo representa y
quiere que lo gocen.
10. Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor
que todo el mundo, o espejo, a manera de lo que dije del alma en
estotra visi�n, salvo que es por tan m�s subida manera, que yo no
lo sabre encarecer; y que todo lo que hacemos se ve en ese
diamante, siendo de manera que el encierra todo en s�, porque no
hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fue
en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aqu� en este claro
diamante, y lastimos�sima, cada vez que se me acuerda, ver que
cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad,
como eran mis pecados. Y es as� que, cuando se me acuerda, yo no
se c�mo lo puedo llevar, y as� quede entonces tan avergonzada, que
no sab�a, me parece, ad�nde me meter.
�Oh, quien pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y
feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos, y que
con raz�n los siente Dios, pues tan presentes a la Majestad pasan,
y tan desacatadamente nos habemos delante de El!
Vi cu�n bien se merece el infierno por una sola culpa mortal,
porque no se puede entender cu�n grav�sima cosa es hacerla delante
de tan gran Majestad, y que tan fuera de quien El es son cosas
semejantes. Y as� se ve m�s su misericordia, pues entendiendo
nosotros todo esto, nos sufre.
11. Hame hecho considerar si una cosa como esta as� deja espantada
el alma, �que ser� el d�a del juicio cuando esta Majestad
claramente se nos mostrar� (24), y veremos las ofensas que hemos
hecho? �Oh, v�lgame Dios, que ceguera es esta que yo he tra�do!
Muchas veces me he espantado en esto que he escrito. Y no se
espante vuestra merced (25) sino c�mo vivo viendo estas cosas y
mir�ndome a m�. �Sea bendito por siempre quien tanto me ha
sufrido!
12. Estando una vez en oraci�n con mucho recogimiento y suavidad y
quietud, parec�ame estar rodeada de �ngeles y muy cerca de Dios.
Comence a suplicar a Su Majestad por la Iglesia. Di�seme a
entender el gran provecho que hab�a de hacer una Orden en los
tiempos postreros, y con la fortaleza que los de ella han de
sustentar la fe (26).
13. Estando una vez rezando cerca del Sant�simo Sacramento,
apareci�me un santo cuya Orden ha estado algo ca�da. Ten�a en las
manos un libro grande. Abri�le y d�jome que leyese una letras que
eran grandes y muy legibles y dec�an as�: En los tiempos
advenideros florecer� esta Orden; habr� muchos m�rtires (27).
14. Otra vez, estando en Maitines en el coro, se me representaron
y pusieron delante seis o siete �me parece ser�an� de esta Orden,
con espadas en las manos. Pienso que se da en esto a entender han
de defender la fe. Porque otra vez, estando en oraci�n, se
arrebat� mi esp�ritu: pareci�me estar en un gran campo, adonde se
combat�an muchos, y estos de esta Orden peleaban con gran hervor.
Ten�an los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en
el suelo vencidos, otros mataban. Parec�ame esta batalla contra
los herejes.
15. A este glorioso Santo (28) he visto algunas veces, y me ha
dicho algunas cosas y agradec�dome la oraci�n que hago por su
Orden y prometido de encomendarme al Se�or. No se�alo las Ordenes
(si el Se�or es servido se sepa, las declarar�), porque no se
agravien otras. Mas cada Orden hab�a de procurar, o cada uno de
ellas por s�, que por sus medios hiciese el Se�or tan dichosa su
Orden que, en tan gran necesidad como ahora tiene la Iglesia, le
sirviesen. �Dichosas vidas que en esto se acabaren!
16. Rog�me una persona una vez que suplicase a Dios le diese a
entender si ser�a servicio suyo tomar un obispado. D�jome el
Se�or, acabando de comulgar: Cuando entendiere con toda verdad y
claridad que el verdadero se�or�o es no poseer nada, entonces le
podr� tomar; dando a entender que ha de estar muy fuera de
desearlo ni quererlo quien hubiere de tener prelac�as, o al menos
de procurarlas (29).
17. Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Se�or y hace muy
continuo (30) a esta pecadora, que me parece no hay para que las
decir; pues por lo dicho se puede entender mi alma, y el esp�ritu
que me ha dado el Se�or. Sea bendito por siempre, que tanto
cuidado ha tenido de m�.
18. D�jome una vez, consol�ndome, que no me fatigase (esto con
mucho amor), que en esta vida no pod�amos estar siempre en un ser;
(31) que unas veces tendr�a hervor y otras estar�a sin el; unas
con desasosiegos y otras con quietud y tentaciones, mas que
esperase en El y no temiese.
19. Estaba un d�a pensando si era asimiento darme contento estar
con las personas que trato mi alma y tenerlos amor, y a los que yo
veo muy siervos de Dios, que me consolaba con ellos. Me dijo que
si un enfermo que estaba en peligro de muerte le parece le da
salud un medico, que no era virtud dej�rselo de agradecer y no le
amar; que que hubiera hecho si no fuera por estas personas; que la
conversaci�n de los buenos no da�aba, mas que siempre fuesen mis
palabras pesadas (32) y santas, y que no los dejase de tratar, que
antes ser�a provecho que da�o. Consol�me mucho esto, porque
algunas veces, pareciendome asimiento, quer�a del todo no
tratarlos.
Siempre en todas las cosas me aconsejaba este Se�or, hasta decirme
c�mo me hab�a de haber con los flacos y con algunas personas.
Jam�s se descuida de m�.
20. Algunas veces estoy fatigada de verme para tan poco en su
servicio y de ver que por fuerza he de ocupar el tiempo en cuerpo
tan flaco y ruin como el m�o m�s de lo que yo querr�a. Estaba una
vez en oraci�n y vino la hora de ir a dormir, y yo estaba con
hartos dolores y hab�a de tener el v�mito ordinario (33). Como me
vi tan atada de m� y el esp�ritu por otra parte queriendo tiempo
para s�, vime tan fatigada, que comence a llorar mucho y a
afligirme.
Esto no es sola una vez, sino �como digo� muchas, que me parece me
daba un enojo contra m� misma, que en forma (34) por entonces me
aborrezco. Mas lo continuo es entender de m� que no me tengo
aborrecida, ni falto a lo que veo me es necesario. Y plega al
Se�or que no tome muchas m�s de lo que es menester, que s� debo
hacer.
Esta que digo (35), estando en esta pena, me apareci� el Se�or y
regal� mucho, y me dijo que hiciese yo estas cosas por amor de El
y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y as� me parece que
nunca me vi en pena despues que estoy determinada a servir con
todas mis fuerzas a este Se�or y consolador m�o, que, aunque me
dejaba un poco padecer, no me consolaba (36) de manera que no hago
nada en desear trabajos.
Y as� ahora no me parece hay para que vivir sino para esto, y lo
que m�s de voluntad pido a Dios. D�gole algunas veces con toda
ella: �Se�or, o morir o padecer; no os pido otra cosa para m�.
Dame consuelo o�r el reloj, porque me parece me allego un poquito
m�s para ver a Dios de que veo ser pasada aquella hora de la vida.
21. Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir ni me parece
he gana de morir, sino con una tibieza y oscuridad en todo, como
he dicho (37) que tengo muchas veces, de grandes trabajos, y con
haber querido el Se�or se sepan en p�blico estas mercedes que Su
Majestad me hace, como me lo dijo algunos a�os ha, que lo hab�an
de ser (38), que me fatigue yo harto, y hasta ahora no he pasado
poco, como vuestra merced sabe, porque cada uno lo toma como le
parece; consuelo me ha sido no ser por mi culpa. Porque en no lo
decir sino a mis confesores o a personas que sab�a de ellos lo
sab�an, he tenido gran aviso y extremo; y no por humildad, sino
porque, como he dicho (39), aun a los mismos confesores me daba
pena decirlo.
Ahora ya, gloria a Dios, aunque mucho me murmuran, y con buen
celo, y otros temen tratar conmigo y aun confesarme, y otros me
dicen hartas cosas, como entiendo que por este medio ha querido el
Se�or remediar muchas almas (porque lo he visto claro, y me
acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Se�or), muy poco se
me da de todo.
No se si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este
rinconcito tan encerrado (40), y adonde ya, como cosa muerta,
pense no hubiera m�s memoria de m�. Mas no ha sido tanto como yo
quisiera, que forzado he de hablar algunas personas. Mas, como no
estoy adonde me vean, parece ya fue el Se�or servido echarme a un
puerto, que espero en Su Majestad ser� seguro, [22] por estar ya
fuera de mundo y entre poca y santa compa��a. Miro como desde lo
alto, y d�seme ya bien poco de que digan, ni se sepa. En m�s
tendr�a se aprovechase un tantito un alma, que todo lo que de m�
se puede decir. Que despues que estoy aqu�, ha sido el Se�or
servido que todos mis deseos paren en esto; y hame dado una manera
de sue�o en la vida, que casi siempre me parece estoy so�ando lo
que veo; (41) ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en m�.
Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que yo me
maravillo, y deja el sentimiento como una cosa que so��.
Y esto es entera verdad, que aunque despues yo quiera holgarme de
aquel contento o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino
como lo ser�a a una persona discreta tener pena o gloria de un
sue�o que so��. Porque ya mi alma la despert� el Se�or de aquello
que, por no estar yo mortificada ni muerta a las cosas del mundo,
me hab�a hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se torne a
cegar.
() () ()
23. De esta manera vivo ahora, se�or y padre m�o (42). Suplique
vuestra merced a Dios, o me lleve consigo, o me de c�mo le sirva
(43). Plega a Su Majestad esto que aqu� va escrito haga a vuestra
merced alg�n provecho, que, por el poco lugar (44), ha sido con
trabajo; mas dichoso ser�a el trabajo, si he acertado a decir algo
que sola una vez se alabe por ello el Se�or, que con esto me dar�a
por pagada, aunque vuestra merced luego lo queme.
24. No querr�a fuese sin que lo viesen las tres personas que
vuestra merced sabe, pues son y han sido confesores m�os (45).
Porque, si va mal, es bien pierdan la buena opini�n que tienen de
m�; si va bien, son buenos y letrados, se que ver�n de d�nde viene
y alabar�n a quien lo ha dicho por m�.
Su Majestad tenga siempre a vuestra merced de su mano y le haga
tan gran santo, que con su esp�ritu y luz alumbre esta miserable,
poco humilde y muy atrevida, que se ha osado determinar a escribir
cosas tan subidas. Plega al Se�or no haya en ello errado, teniendo
intenci�n y deseo de acertar y obedecer, y que por m� se alabase
en algo el Se�or, que es lo que ha muchos a�os que le suplico. Y
como me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta
mi desbaratada vida, aunque no gastando en ello m�s cuidado ni
tiempo de lo que ha sido menester para escribirla, sino poniendo
lo que ha pasado por m� con toda la llaneza y verdad que yo he
podido.
Plega al Se�or, pues es poderoso y si quiere puede, quiera que en
todo acierte yo a hacer su voluntad, y no permita se pierda esta
alma que con tantos artificios y maneras y tantas veces ha sacado
Su Majestad del infierno y tra�do a S�. Amen.
NOTAS CAP�TULO 40
1 El Se�or la hecho, escribi� la Santa, con elisi�n de �ha�.
2 Alude a la visi�n referida en el c. 32, 1-6. Ya all� habl� del
continuo recuerdo de aquella experiencia m�stica (nn. 1 y 6). - La
gracia m�stica que ahora va a referir es el contrapunto de
aquella.
3 Alusi�n a la palabra de Jes�s en Mt 5, 18.
4 Cf. c. 39, 20 nota.
5 Todo este pasaje (nn. 1-4) es un t�pico ejemplo de inefabilidad
m�stica: balbuceo y forcejeo por expresar su experiencia de la
verdad y de la palabra b�blica. - Cf. Moradas 6, 10, 5-6 en que
vuelve sobre esta misma experiencia.
6 Que vayan adelante de lo que ac�: m�s all� de nuestra inmersi�n
en lo terreno.
7 Experiencia m�stica que inspira la doctrina teresiana de la
�humildad�: cf. M. 6, 10, 7; Rel. 28.
8 Habl�ndome... y sin hablarme: son las dos formas de comunicaci�n
m�stica, con o sin palabras formadas: de ella habl� en el c. 27
(ver el t�tulo).
9 Oscuro para...: oscuro en comparaci�n de...
10 C�mo se parece: c�mo se evidencia...
11 Pielago de vanidades: oceano, mar sin fondo de... En sentido
figurado. Imagen ya utilizada en el c. 18, 8.
12 Estando... en las Horas: rezando en el coro una de las Horas
lit�rgicas.
13 Es decir, en �visi�n imaginaria� (como en el c. 28, 1.3).
Expresiones similares en: cc. 29, 4; 37, 4; 39, 1. Y Fund c. 1, 8.
14 Experiencia muy inspiradora doctrinalmente: de ella depende el
libro de las Moradas (1, c. 1) y el c. 29 de Camino. Comp�rese con
las Rel. 24, 16 y 18.
15 Cf. M. 1, 2.
16 La recomendar� en los cc. 28 y 29 del Camino.
17 M�s fructuosas que considerarle fuera de s�: lo ha dicho en el
c. 9, 4-6. - Los libros de oraci�n aludidos son probablemente el
Tercer Abecedario de Osuna (18, 1), y la Subida del Monte Si�n,
(III, cc. 22 y 41) de Laredo.
18 Se refiere a los Soliloquios pseudo-agustinianos, c. 31. O bien
a otros pasajes de las Confesiones (L. 10, c. 27). Otras alusiones
a S. Agust�n en M. 4, 3, 3; 6, 7, 9; Camino c. 28, 2;
Exclamaciones 5, 2.
19 M�s bien: �por si alguno la tuviere�.
20 Dura poco el extasis que mantenga suspensas las potencias: lo
ha dicho en los cc. 18, 12; 19, 14; 20, 18. Pasado �aquel rato que
el alma est� en uni�n� suspendidas las potencias, sigue un estado
semiext�tico m�s o menos prolongado (cf. c. 20, 19).
21 O sea: �ha dicho otras veces� lo que acaba de afirmar, y acaso
todo lo que viene diciendo, �que no se le acuerda bien�, y lo
repite ahora porque �me importa mucho�.
22 Que sea tal: un confesor que lo sea verdaderamente, que sea de
calidad.
23 Esta comparaci�n: la que sigue en el n. 10.
24 Reminiscencia de las palabras de Jes�s en Mt 25, 31.
25 Alude al P. Garc�a de Toledo.
26 �La de Santo Domingo�, anota Graci�n al margen de su libro. -
Ribera, en cambio, la refiere a la Compa��a de Jes�s (Vida de
Santa Teresa, L. 4, c. 5). - Otros, a la Orden del carmen. Cf.
TOMAS ALVAREZ Pleito sobre visiones en Teresianum (= Ephem. Carm.)
8.1957, 3-43.
27 Apareci�me un santo...: �Santo Domingo�, anota de nuevo
Graci�n. Coincide Ribera (ib.). - Otros lo identifican con San
Alberto de Sicilia, carmelita, y con la Orden del Carmen. Cf. el
art. citado en la nota anterior.
28 �Santo Domingo�, anota de nuevo Graci�n.
29 �Era el inquisidor Soto, Obispo de Salamanca�, advierte Graci�n
en su libro. - Francisco de Soto Salazar, inquisidor que fue de
C�rdoba, Sevilla y Toledo, no ser� Obispo de Salamanca hasta
febrero de 1575. Antes fue preconizado obispo de Segorbe (1571). A
su paso por Avila (hacia 1562), aconsej� a la Santa redactar por
extenso su vida (�una larga relaci�n de todo�) para enviarla a San
Juan de Avila (Rel 4, 6).
30 Muy continuo: muy de continuo.
31 Estar en un ser: permanecer en un mismo estado de �nimo. Sobre
esa inevitable inestabilidad, cf. 30, 16.
32 Palabras pesadas: ponderadas.
33 El v�mito ordinario: se refiere al v�mito que ella ten�a que
procurarse cada d�a antes de dormir (cf. c. 7, 11; y Re 26, 2).
34 En forma: formalmente, en serio, de hecho.
35 Esta vez que digo.
36 No me consolaba: por �no me consolase�, pero con sentido
afirmativo: �me consolaba� (Cf. c. 39, 1 nota).
37 Alude a las purificaciones y estados m�sticos referidos en el
c. 30, 8 y ss.
38 Cf. c. 31, 13.
39 En el c. 26, 4; y c. 38, 1.
40 No se si es parte: si es causa, o se debe a... - Este
rinconcito: el monasterio de San Jose.
41 Sue�o en la vida... estoy so�ando lo que veo: impresi�n ya
testificada en el c. 38, 7; y 16, 6.
42 Comparece de nuevo el P. Garc�a de Toledo, �se�or� por su
nobleza y linaje, y �padre m�o� por entra�amiento en las cosas de
la autora.
43 Es otra versi�n del lema �o morir o padecer� (n. 20: cf.
Pensamientos y apuntes, 3, 3).
44 Poco lugar: poco tiempo (cf. c. 10, 7).
45 Una de esas �tres personas� era ciertamente el P. B��ez; las
otras dos eran, probablemente, el P. Baltasar Alvarez y Gaspar de
Salazar, o acaso Gaspar Daza. El libro deber�a llegar tambien a
manos de San Juan de Avila, en Andaluc�a.
EP�LOGO
Jhs
1. El Esp�ritu Santo sea siempre con vuestra merced, amen (1).
No ser�a malo encarecer a vuestra merced este servicio, por
obligarle a tener mucho cuidado de encomendarme a nuestro Se�or,
que seg�n lo que he pasado en verme escrita y traer a la memoria
tantas miserias m�as, bien podr�a; aunque con verdad puedo decir
que he sentido m�s en escribir las mercedes que el Se�or me ha
hecho, que las ofensas que yo a Su Majestad.
2. Yo he hecho lo que vuestra merced me mand� en alargarme (2), a
condici�n que vuestra merced haga lo que me prometi� en romper lo
que mal le pareciere. No hab�a acabado de leerlo despues de
escrito, cuando vuestra merced env�a por el. Puede ser vayan
algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha
sido tan poco el tiempo que he tenido, que no pod�a tornar a ver
lo que escrib�a. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande
trasladar, si se ha de llevar al Padre Maestro Avila, porque
podr�a ser conocer alguien la letra (3). Yo deseo harto se de
orden en c�mo lo vea, pues con ese intento lo comence a escribir
(4). Porque, como a el le parezca voy por buen camino, quedare muy
consolada, que ya no me queda m�s para hacer lo que es en m�. En
todo haga vuestra merced como le pareciere y ve est� obligado a
quien as� le f�a su alma.
3. La de vuestra merced encomendare yo toda mi vida a nuestro
Se�or. Por eso, dese prisa a servir a Su Majestad para hacerme a
m� merced, pues ver� vuestra merced, por lo que aqu� va, cu�n bien
se emplea en darse todo �como vuestra merced lo ha comenzado� a
quien tan sin tasa se nos da.
4. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos
veremos adonde m�s claramente vuestra merced y yo veamos las
grandes que ha hecho con nosotros, y para siempre jam�s le
alabemos, amen.
Acab�se este libro en junio, a�o de 1562 (5).
NOTAS EP�LOGO
1 Este ep�logo, en forma de �carta de env�o�, est� dirigido
probablemente al P. Garc�a de Toledo, principal interlocutor de
todo el escrito, el mismo que le ha �mandado alargarse� en el
relato (c. 30, 22) y que ahora tiene prisa en poseerlo apenas
terminado.
2 �Vuestra merced (Garc�a de Toledo) me torn� a enviar a mandar
que no se me diese nada en alargarme�: conclu�a as� el c. 30, n.
22. Otros pasajes similares: c. 10, 8; c. 37, 1. - Al mismo P.
Garc�a le hab�a propuesto varias veces la hip�tesis de �romper� o
�quemar� el escrito: cf. c. 36, 29 nota 72.
3 Persiste la doble preocupaci�n de mantener el anonimato de la
autora, y el relativo secreto del contenido. - De hecho, al
Maestro Juan de Avila no le enviar� un �traslado� del libro, sino
el aut�grafo mismo.
4 Se refiere a la segunda redacci�n, �nica que ha llegado hasta
nosotros. - La idea de escribir para el Maestro Avila �una larga
relaci�n de todo� (Re, 4, 6) fue del Inquisidor Francisco Soto
Salazar, quien la sugiri� hacia 1562/1563, cuando ya hab�a escrito
la primera redacci�n de la obra, y al menos un par de a�os antes
de redactarla por segunda vez.
5 Esta dataci�n (�Acab�se... 1562�) fue a�adida tard�amente por la
Santa al texto que precede. - A continuaci�n escribe el P. B��ez:
�Esta fecha se entiende de la primera vez que le escribi� la M.
Teresa de Jes�s sin distinci�n de cap�tulos. Despues hizo este
traslado y a�adi� muchas cosas que acontecieron despues de esta
fecha, como es la fundaci�n del monasterio de San Jose de Avila,
como en la hoja 169 parece. L. Fray Domingo Ba�es�. - Fray Luis
uni� la nota de B��ez con el texto de la Santa, introduciendo en
una y otro peque�os retoques (p. 544) y omitiendo el nombre de
B��ez. - En el aut�grafo siguen todav�a seis p�ginas del mismo P.
B��ez, con la aprobaci�n del libro y del esp�ritu de la autora.
Las escribe para el Consejo de la Inquisici�n, a ra�z de las
delaciones de la Princesa de Eboli y otros. Y las firma en
Valladolid a 7 de julio de 1575. (Pueden verse en la BMC, t. 2,
211-213). - En 1590, al hacer su declaraci�n en los procesos de
beatificaci�n de la Santa ante el tribunal de Salamanca, B��ez
protest� porque el texto de esa censura no fue incluido en la
edici�n de las Obras de la Santa hecha por fray Luis de Le�n en la
misma Salamanca, 1588.
FIN DEL LIBRO DE LA VIDA
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